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El Asunto Rivas - Peron
El Asunto Rivas - Peron
Pero me voy a detener a otra de las calumnias e imputaciones que la fusiladora creó
contra el General Perón, específicamente en una detracción muy coreada en ámbitos
lonardistas, o autodenominados “nacionalistas católicos”.
Este tal Andahazi, comparó a Rosas con el austrícaco Josef Fritzl, un excecrable
personaje que tuvo cautivas y violadas sexualmente a seis de sus hijas.1 El motivo de
la capciosa comparación, refería a la historia de Eugenia Castro, a quien Andahazi
describió como “hija adoptiva” de Rosas, “recluida y violada sistemáticamente”,
sometida a destratos y humillaciones, y mantenida en la pobreza y sin educación.2
1
(Cfr. Alejandra Rey, Entrevista a Federico Andahazi, ADN Cultura, La Nación, 25-4-09,
pág. 20)
2
(Cfr. Alejandra Rey, Entrevista… etc, ibidem).
El director de Cabildo también cita cartas muy afectuosas entre Rosas y la muchacha,
madre de sus hijos, y trae a colación cartas amorosas en la que el exiliado post Caseros
se apena de que por la confiscación de sus bienes (cosa idéntica a lo que le hicieron a
Perón en 1955), no le pueda enviar dinero a los Castro, dejando en claro que su deseo
era que la muchacha lo hubiera acompañado en su exilio.
Continúa Caponetto diciendo que Rosas fue héroe pero no santo. A riesgo de pecar de
extenso es que cito sus conclusiones que a priori comparto. Dice el escritor:
“Digamos las cosas como son. No hay dos morales, con una de las cuales habría que
juzgar a los hombres corrientes y con otra a los próceres. En todo caso, más obligado
está el egregio a dar constante ejemplo virtuoso ante la grey confiada. El sexto
mandamiento nos alcanza a todos, y Rosas pecó grave y persistentemente contra él. Ni
justificaciones ni atenuantes nos importa hilvanar aquí. Mucho menos retruécanos
ingeniosos, como aquel de Anzoátegui, según el cual, “el héroe es el que puede sacarse
cien hombres de encima; el santo, el que puede sacarse una mujer de abajo”. Si esto es
cierto, y puede serlo, lamentamos que Rosas no haya sido santo, y en nada nos alegra su
reiterada incontinencia. Tampoco es encomiable que aquellos hijos naturales no hayan
sido reconocidos por su padre. Casi como una parábola trágica de la patria misma,
hundida tras la derrota de Caseros, la tradición oral que se ha colado en el tema cuenta
que de los varones que le dio Eugenia, uno murió en la Guerra del Paraguay, otro acabó
pocero en Lomas de Zamora, y otro peón de estancia por los pagos de Tres Arroyos. La
herencia de uno de nuestros mayores y mejores patricios, concluyó tumbada sobre la
tierra, entre el anonimato y la orfandad. Con pena inmensa lo pensamos y lo escribimos.
Tampoco es Rosas un hombre que pueda ser acusado de mantener cautiva a esta mujer,
que a su modo amó y fue amado por ella. Si Eugenia pasaba el grueso de las jornadas en
las verdes extensiones de San Benito, no era ello señal de que el predio fuera su cárcel, o
de que el sigilo del romance espurio la obligaba al encierro. Es que el mismo Rosas,
después de la muerte de su esposa —esto es, cuando comienza su relación con Eugenia—
se aisló totalmente en Palermo, apareciendo muy rara vez en público, y abandonando
hasta esa costumbre de recorrer de madrugada la ciudad para tomarle el pulso. Así nos
lo narra Lucio V. Mansilla en el capítulo XI de su difundido Rozas. Ensayo histórico-
psicológico. Distinto hubiera sido si el Restaurador, no por hábitos de misantropía sino
por principios ideológicos, hubiera sostenido, como lo hace Alberdi en el capítulo XIII de
Las Bases, que la mujer no debe tener una instrucción destacada sino “hermosear la
soledad fecunda del hogar… desde su rincón”. O si hubiera justificado, como lo hace
Sarmiento en el Diario del Merrimac, que las mujeres que conoció estaban para que él se
aprovechara de ellas.”
Ahora bien, todo esto es traído a colación por el asunto Nelly Rivas – Perón, asunto
también citado por un “pornocipayismo” lamentablemente en boca de quienes se
dicen nacionalistas católicos.
La muchacha Rivas, a diferencia de Castro no era huérfana. Nelly Rivas fue a vivir con
Perón como casera con la anuencia total de sus padres. Luego de la libertadora
coaccionaron a los padres para que testimonien que ellos entregaron a su hija a Perón
para satisfacer deseos sexuales a cambio de dinero y propiedades. Pero los padre de
Rivas de ninguna forma declararon tal cosa, lo que les valió el vituperio público y la
persecución judicial.
A diferencia del idolotrado Rosas por los nacionalistas católicos anti peronistas, no
hay carta materialmente existente que demuestre cierta relación amorosa entre Perón
y Nelly Rivas. Y las pocas misivas citadas demuestran una relación paternalista más
que de concubinato. En el supuesto caso de ser cierto esto último, ¿por qué a Perón no
le vale el carácter de héroe pero no santo?
Amaral dijo que “todas las versiones que se difundieron sobre esa mujer (Rivas), son
inexactas, salvo que se vendió por unos pesos. Ella no era integrante de la UES.
Es cierto que Nelly Rivas vivió con Perón en la residencia Presidencial como también
la Castro vivió con Rosas en la Quinta de Palermo.
No hay prueba alguna que señale que la relación con el General haya sido más que de
empleada doméstica con un trato de amor y aprecio paternalista.
Perón se exhibía públicamente con Nelly Rivas sin necesidad de ocultar nada.
Inclusive en actos oficiales y públicos.
Todo los demás mitos integran “la novela de Perón”, de Vargas Llosa y Eloy Martínez.
Más allá de los dimes y diretes Nelly Rivas confesaría ulteriormente que todo lo que se
dijo de ella y de Perón fue propaganda anti peronista y calumnias.
José María Rivas y Mariana Sebastiana Viva de Rivas (padres de Nelly) fueron
condenados y confinados en la Cárcel de Villa Devoto, y su hija derivada a un Asilo
Correccional de mujeres.
Los Rivas vivieron muchos años de penurias. Nelly se casó con un norteamericano. En
1972 volvió a ver a Perón por última vez en su retorno, y lo primero que hizo como
una hija fue retarlo porque si ella accedió a verlo al General tan fácilmente cualquiera
podría hacerlo y “podrían matarlo”. El respeto y cariño y cuidado de Nelly por Perón
nunca fue ocultado.
Diego Mazzieri.