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LA SOCIEDAD POSTCAPITALISTA

Peter Drucker- 1993

Capítulo Del Capitalismo a la sociedad del conocimiento


Págs. 21 a 53

En el término de 150 años, de 1750 a 1900, el capitalismo y la tecnología conquistaron el globo y crearon una
civilización mundial. Pero ni el capitalismo ni la innovad6n técnica eran cosa nueva; ambos habían sido fenómenos
comunes y corrientes a lo largo de las edades, tanto en el Occidente como en el Oriente. Lo que sí era
completamente nuevo era la velocidad de su difusión y el alcance global a través de culturas, clases y geografía.
Fue esto, su velocidad y su alcance, lo que convirtió el capitalismo en un sistema. Convirtió los avances técnicos en
la Revolución Industrial.

Esta transformación fue impulsada por un cambio radical en el significado del conocimiento. Tanto en el
Occidente como en el Oriente el conocimiento siempre se había visto como aplicable a ser. Casi de la noche a la
mañana se empezó a aplicar a hacer. Se convirtió en un recurso, en una utilidad. Siempre había sido un bien privado.
Casi de la noche a la mañana se convirtió en un bien público.

Durante cien años — en la primera fase — el conocimiento se aplicó a herramientas, procesos, productos. Esto
creó la Revolución Industrial, pero también creó lo que Marx llamó la alienación y las nuevas clases y la guerra de
clases, y con ello el comunismo. En su segunda fase, que comenzó hacia 1880 y culmino más o menos en la
Segunda Guerra Mundial, el conocimiento en su nuevo significado empezó a aplicarse al trabajo. Esto introdujo la
Revolución de la Productividad, que en 75 años convirtió al proletario en un burgués de clase media con ingresos
casi de clase alta. La Revolución de la Productividad acabo así con la guerra de clases y con el comunismo. La
última fase comenzó después de la Segunda Guerra Mundial. El Conocimiento se está aplicando ahora al
conocimiento mismo esta es la Revoluci6n Administrativa. El conocimiento se esta convirtiendo actualmente en el
único factor de la producción, y ha puesto a un lado tanto al capital como al trabajo. Puede ser prematuro (y
ciertamente sería presuntuoso) llamar "sociedad de conocimiento" a la nuestra — hasta ahora sólo tenemos una
economía de conocimiento, pero nuestra sociedad es ciertamente postcapitallsta.

El Capitalisrno en una u otra forma ha ocurrido y se ha repetido muchas veces a lo largo de las edades, y
en el Oriente, lo mismo que en el Occidente. Ha habido Igualmente muchos periodos tempranos de rápida
invención técnica e innovación, muchos de los cuales produjeron cambios técnicos tan radicales como
cualesquiera cambios de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX.1 Lo que no tiene precedentes y es único en el
desarrollo de los últimos 250 años son su velocidad y su alcance. En lugar de ser uno de los elementos de la
sociedad, como habían sido los capitalismos anteriores, el Capitalismo se convirtió en la sociedad. En lugar de estar
confinado, como siempre antes, a una localidad estrecha, el Capitalismo se apoderó de toda Europa occidental y
septentrional en los breves cien anos transcurridos de 1750 a 1850. Luego, en el término de otros cincuenta años,
se extendió por todo el mundo habitado.

Todos los capitalismos tempranos se habían limitado a grupos pequeños de la sociedad. Los nobles, los
terratenientes y los militares, los campesinos, los profesionales. los artesanos, y hasta los labradores casi no fueron
tocados por ellos. El Capitalismo penetró rápidamente y transformó todos los grupos de la sociedad adondequiera
que se extendió.

Desde los tiempos más remotos, en el Viejo Mundo se han difundido velozmente nuevas herramientas, nuevos

1 La mejor discusión del capitalismo como un fenómeno recurrente y bastante frecuente está en los dos libros del gran
historiador económico francés Fernand Braudel: The Mediterranean (2 vols.) publicado originalmente en Francia en 1949. Trp
iucclin Inglesa: Murra York, Harper & Row, 1972: y Civilization ft Capitalism (3 TOls.]. publicado originalmente en Francis en
1979 TraduccWn Inflrsa: Harper A Row, 1981. Las mejores discusiones d« trmpranas rfolucloi-rs Jnduslilales son Mcdlceal
Technology and Socfal Change, dc Ljnn Wh'tc, Jr.. Oi'ord Unlveralty Press. 1962; The Medieval • Machine: The fndusfiial
Rerolution o/ (he Middle Ages, de Jean Glmpcl, publlcado origlnnlmerte en Francla en 1975. Tr»duccl6n Inglesa: Nueva York; Holt
RInchart A Wln>.!on. 1976. Y la monumental Science 8. Civilization In China del bloqulrnlav orlcnlalista e hlstoriador britinico
Joseph Necdham, Cambridge Unlversity;, cuya publlcación empezó en 1954. Falta todavia por publlcarae la mlUd de las 25 paries
proyectadas. Sin embargo, lo que ha publicado Needham hasta ahora ya ha cambiado por completo nuestro conocimiento de
la tecnología temprana. Sobre anteriores revoluciones industriales, consúltese también mi libro Technology, Management
&Society. Londres: Heineman, 1973, especialmente los capítulos 3. 7 y 11
procesos, nuevos materiales, nuevas cosechas, nuevas técnicas - lo que hoy llamamos tecnología.

Por ejemplo, pocos inventos modernos se han extendido tan rápidamente como uno del siglo XIII: los lentes para los
ojos. Derivados, hacia 1270, de los experimentos ópticos del fraile franciscano Ingles Roger Bacon (muerto en 1292 o
1294), lentes para leer para los viejos se usaban ya en la corte papal de Avignon en 1290, en la corte del sultán en El
Cairo en 1300, y en la corte del emperador mongol de la China no más tarde de 1310. Solo la maquina de coser y el
teléfono, que fueron los inventos de más rápida difusión en el siglo XIX, se movieron con tanta velocidad.

Pero el temprano cambio tecnológico casi sin excepción permaneció confinado a un oficio o una aplicación.
Transcurrieron otros 200 años — hasta comienzos del 1500 — antes de que el invento de Bacon tuviera su
segunda aplicación: anteojos para corregir la miopía. La rueda de alfarero era de uso corriente en el
Mediterráneo hacia 1500 a. de J.C. Ollas para cocinar y para almacenar agua y alimentos se usaban en todos
los hogares. Sin embargo, el principio básico de la rueda de alfarero no se aplicó hasta el año 1000 de la era
cristiana al trabajo de la mujer: el hilado.

De modo análogo, el rediseño del molino de viento hacia el año 800 de la era cristiana, que lo mudó del
juguete que había sido en la antigüedad a una verdadera máquina — por cierto completamente automática — no
se aplicó a los barcos durante mas de 300 años, es decir, hasta después del año 1100. Hasta entonces, las
embarcaciones se Impulsaban con remos; sí se aprovechaba el viento, era como auxiliar y solamente cuando
soplaba por la popa. La vela que impulsa un barco funciona exactamente lo mismo que el aspa de un molino de
viento. Desde hacía mucho se sentía la necesidad de una vela que permitiera navegar de bolina y contra el
viento. El molino de viento fue rediseñado en el norte de Francia o en los Países Bajos, es decir, en reglones
completamente familiarizadas con los buques y la navegación; sin embargo, a nadie se le ocurrió durante
varios centenares de años aplicar una cosa inventada para sacar agua y moler el grano, es decir para usos de
tierra, a usos marítimos.

En cambio, a los inventos de la Revolución Industrial se les encontró inmediatamente aplicación universal
en todas las artes e industrial imaginables. Se vieron inmediatamente como tecnología.

James Watt (1736-1819) rediseñó la maquina de vapor entre 1765 y 1776, con lo cual hizo de ella una fuente
económica de fuerza mecánica. Watt mismo, a lo largo de toda su vida productiva, se concentro sólo en una
aplicación: extraer con una bomba agua de las minas — el uso para el cual Newcomen había diseñado
originalmente la máquina de vapor en los primeros años del siglo XVIII. Pero -uno de los principales maestros de
fundición de Inglaterra vio Inmediatamente que la maquina de vapor rediseñada se podría usar también para
soplar aire a un alto homo e hizo una oferta por la segunda máquina construida por Watt Y el socio de Matthew
Boulton (1728-1809). al punto promovió la maquina de vapor como fuente de potencia para toda clase de
procesos Industriales y, especialmente, por supuesto, para la más grande de todas las industrias
manufactureras: la de hilados y tejidos. Treinta y cinco años después, un norteamericano, Robert Fulton (1765-
1815), hizo navegar el primer barco de vapor en el río Hudson, en Nueva York. Veinte años después, la máquina
de vapor se montó sobre ruedas y nació la locomotora. En 1840 — o a lo sumo en 1850 - la maquina de vapor
había transformado todos los procesos industriales, desde la fabricación de vidrio hasta la imprenta. Había
transformado el transporte a larga distancia por t i err a y por mar, y empezaba a transformar las industrias del
campo. Ya entonces había penetrado en casi todo el mundo — las únicas excepciones eran el Tibet, Nepal y el
interior de África tropical.

El siglo XIX creía, y muchos creen aún, que la Revolución Industrial fue la primera vez que un cambio del
"modo de producción" (por usar la expresión de Karl Marx) cambio la estructura social y creo nuevas clases, el
capitalista y el proletario. Pero esta creencia tampoco es válida. Ente l o s a ñ o s 700 y 1000 de la era cristiana,
el cambio tecnológico creo en Europa dos clases enteramente nuevas: el caballero feudal y el artesano
urbano. El caballero fue creado por el Invento del estribo, Invento que vino de Asia central hacia el año 700; el
artesano, por el rediseño de la rueda hidráulica y el molino de viento. que pasaron a ser verdaderas máquinas
y por primera vez utilizaron fuerzas naturales — el agua y el viento — como fuerza motriz, en vez de la fuerza
humana que us6 la antigüedad.

El estribo hizo posible pelear a caballo; sin él, un jinete armado de lanza, espada y pesado arco habría sido
inmediatamente derribado por la fuerza de la segunda ley de Newton: "Para toda acción hay una reacción".
Durante varios centenares de años, el caballero fue una "máquina de pelear" invencible. Pero esta máquina
tenia que ser mantenida por un "complejo militar-agrario" — algo completamente nuevo en la historia —; los
alemanes hasta este siglo lo denominaban un Rittergut, una heredad de un caballero dotada de posición legal y
con privilegios económicos y pocos, que contenía por lo menos cincuenta familias campesinas o 200 personas
para producir los alimentos necesarios para sostener la máquina de pelear: el caballero, su escudero, sus tres
caballos y sus doce o quince espoliques. El estribo, en otras palabras, creó el feudalismo.

El artesano de la antigüedad había sido un esclavo. El artesano de la primera "edad de la maquina", el


artesano de la Edad Media europea, constituy6 la clase urbana gobernante, el "burgués", que luego creó la
ciudad de Europa y tanto el estilo gótico como el Renacimiento.

Las Innovaciones técnicas — el estribo, la rueda hidráulica y el molino de viento — se extendieron velozmente
por todo el Viejo Mundo, pero las clases de la temprana revolución industrial siguieron siendo en general un
fenómeno europeo. Solo en el Japón, hacia el año 1100, aparece una clase de artesanos orgullosos e
independientes que gozaban de alta estimación y, hasta 1600, de un poder considerable. Aunque los japoneses
adoptaron el estribo para montar, siguieron peleando a pie. Sus gobernantes en el Japón rural fueron los jefes de
los soldados de infantería — los daimyo. Le imponían contribuciones al campesinado, pero no poseían feudos.
En la China, en la India y en el mundo del Islam, las. nuevas tecnologías no produjeron impacto social alguno.
En la China, los artesanos siguieron siendo siervos sin posici6n social. Los militares no se convirtieron en
terratenientes sino qu e continuaron siendo, como en la antigüedad europea, mercenarios profesionales. Aun en
Europa, los cambios sociales generados por la temprana revolución industrial tardaro n casi 400 años en tener
efecto completo.

Por contraste, la transformación social producida por el Capitalismo y por Ia Revolución Industrial tardó
menos de cien años en hacerse totalmente efectiva en Europa occident a l . En 1750 los capitalistas y los
proletarios eran todavía grupos marginales. En realidad, los proletarios, en el sentido que se dio a esta
palabra en el siglo XIX (es decir, obreros de fábrica) casi no existían. En 1850, los capitalistas y los proletarios
eran las clases dinámicas de Europa occidental y estaban a la ofensiva. Rápidamente se convirtieron en las
clases dominantes dondequiera que penetraron el capitalismo y la tecnología moderna. En el Japón, la
transformación tard6 menos de 30 años, desde la Restauración Meiji en 1867 hasta la guerra con la China en
1894. No tardo mucho mas en Shanghai y Hong Kong, Calcuta y Bombay a en la Rusia zarista.

El Capitalismo y la Revolución Industrial, en razón de su velocidad y su alcance, crearon una civilización


mundial.2

Nuevo significado del conocimiento

A diferencia de aquellos "terribles simplificadores", los Ideólogos del siglo XIX como Hegel y Marx, hoy sabemos
que los grandes acontecimientos históricos rara vez obedecen a una sola causa o tienen una sola cxplicaci6n.
Son más bien el resultado de la convergencia de muchos sucesos separados e Independientes. Un ejemplo de
cómo opera la historia es la génesis del computador. Sus remotas raíces se encuentran en el sistema binario,
es decir, la concepción de un filósofo y matemático del siglo XVII, el alemán Gottfried Leibnitz (1646-1716), de
que todos los números se pueden representar con sólo dos: 0 y 1. La segunda raíz es el descubrimiento de un
Inventor Inglés del siglo XIX, Charles Babbage (1792-1871), de que las ruedas dentadas (es decir, la mecánica)
podían representar funciones aritméticas: suma, resta, multiplicación y división — el descubrimiento de una
genuina "maquina de computar". Luego, en los primeros años del presente siglo, dos lógicos ingleses, Alfred
North Whitehead (1861-1947) y Bertrand Russell (1872-1970), en su Principia Mathematica mostraron que
cualquier concepto, si se presenta en forma rigurosamente lógica, se puede expresar m a t e m á ti c a m e n t e .
Partiendo de este descubrimiento, un austroamericano, Otto Neurath (floreció en 1915 1930), trabajando como
estadístico para la Junta de Producción de Guerra durante la Primera Guerra Mundial, derivo "datos", es decir,
la idea, entonces completamente nueva y revolucionaria. de que toda Información de cualquier área, tratase de
anatomía o de astronomía, de economía, de historia o de zoología, es exactamente igual cuando se cuantifica
y puede tratarse y presentarse de la misma manera (la Idea, dicho sea de paso, que también se encuentra
subyacente en la estadística moderna) Un poco antes, justamente antes de la Primera Guerra Mundial, un
americano, Lee de Forest (1873-1961) inventó la válvula audión para convertir impulsos eléctricos en ondas
sonoras, haciendo así posible la radiodifusión de la palabra y de la música. Veinte años después, a unos
ingenieros que trabajaban en una casa de mediano tamaño fabricante de tarjetas perforadas llamada IBM, se les
ocurrió que la válvula audión se podía utilizar para cambiar electrónicamente de 0 a 1 y viceversa. Si hubiera
faltado cualquiera de estos componentes, no habría habido computador, y nadie puede decir cuál fue el elemento
principal. Pero teniéndolos todos en su puesto el computador se hizo virtualmente inevitable. Que fuera un
desarrollo norteamericano, fue enteramente accidental — cosa de la Segunda Guerra Mundial que dispuso a las

2La mejor historia de este fenómeno es Prometheus Unbound, del historiador de Harvard David S. Landes, Ca,bridge
University Press. 1969
fuerzas armadas de los Estados Unidos a gastar sumas inmensas de dinero para desarrollar (sin éxito alguno,
dicho sea entre paréntesis, hasta después de la guerra) máquinas capaces de calcular a alta velocidad la
posición de aviones en vuelo o de barcos enemigos en rápido movimiento. Si no hubiera sido por eso, el
computador probablemente habría sido un desarrollo británico. En efecto, una compañía inglesa, J. Lyons & Co.,
productora de alimentos y dueña de restaurantes, ya en el decenio de los 40 había desarrollado el primer
computador para fines comerciales que realmente funcionó, el “Leo”, pero Lyons no tenía la manera de
conseguir el dinero que se habría necesitado para competir con el Pentágono, y tuvo que abandonar su
maquina a pesar de que funcionaba con éxito (y era mucho mas barata).

De análoga manera, muchos acontecimientos separados — la mayoría de ellos probablemente Inconexos entre sí
— contribuyeron a convertir el capitalismo en Capitalismo y al avance técnico en la Revolución Industrial. La
teoría mas conocida — que el Capitalismo fue hijo de la "ética protestante", expuesta a comienzos de nuestro
siglo por el sociólogo alemán Max Weber (1864-1920), ha sido en gran parte desacreditada. Sencillamente no
existen bases para sostenerla. Y sólo existen muy pocas bases mas para sostener la temprana tesis de Karl
Marx de que la maquina de vapor, el nuevo primer motor, requería una inversión tan enorme de capital que los
artesanos ya no pudieron financiar sus "medios de producción" y tuvieron que cederle su control al capitalista.
Sin embargo, hay un elemento crítico, sin el cual los bien conocidos fenómenos, es decir, el capitalismo y el
avance técnico, probablemente no podrían haber se convertido en una pandemia social y mundial. Ese
ele m e nt o e s e l cambio radical del significado del conocimiento que ocumo en Europa hacía el año 1700, o
poco después.3

Ha habido tantas teorías sobre lo que podemos conocer y cómo podemos conocerlo, como ha habido
metafísicos desde Platón en 400 a. de J.C. hasta Ludwig Wittgenstein (1889-1951) y Karl Popper (1902- ) en
nuestros días. Pero desde la época de Platón sólo ha habido dos teorías en el Occidente — y desde un tiempo
mis o menos igual dos teorías en el Oriente — sobre el significado y la función del conocimiento. El vocero de
Platón, el sabio Sócrates, sostiene que la única función del conocimiento es el conocimiento por si mismo, es
decir, el desarrollo intelectual, moral y e spiri tual del individuo. Sin embargo, su más hábil opositor, el brillante
y erudito Protágoras, sostiene que el propósito del conocimiento es hacer al que lo posee eficiente capacitándolo
para saber lo que ha de decir y cómo decirlo. Para Protágoras, conocimiento significa lógica, gramática y retórica
— qu e luego constituyeron el trivium, base del aprendizaje en la Edad Media — y que todavía es lo que
entendemos po r una "educación liberal" o lo que los alemanes entienden por A l l ge m e in e Bildung. En el Oriente
existían más o menos estas mismas teorías. Para los confucianos el co noc imi ento consistía en saber qué
decir y cómo decirlo y la manera de avanzar y obtener éxito terrenal. Para el taoísta y monje zen era el
conocimiento de sí mismo y el camino hacia la iluminación y la sabiduría. Aunque los dos lados disentían así de
fuertemente sobre lo que significa el conocimiento, estaban totalmente de acuerdo en cuanto a lo que no
significaba. No significaba capacidad de hacer. No significaba utilidad. La utilidad no era conocimiento; era
habilidad. — la palabra griega es téchne.

A diferencia de los chinos confucianos, sus contemporáneos del Extremo Oriente, con su desprecio por
todo lo que no fuera sabiduría libresca, tanto Sócrates como Protágoras respetaban la téchne.

En efecto, el desprecio del Occidente por la habilidad era desconocido hasta que apareció el gentleman en
la Inglaterra del siglo XVIII. Este desprecio, que llegó a tales alturas en la Inglaterra victoriana, no era otra cosa
que una desesperada defensa contra el desplazamiento del gentleman como grupo dirigente de la sociedad
por el capitalista y el tecnólogo.

Pero aun para Sócrates y Protágoras la téchne, por más recomendable que fuera, no era conocimiento. Se
limitaba a una aplicación específica y carecía de principios generales. Lo que sabía un patrón de barco sobre la
navegación de Grecia a Sicilia no se podía aplicar a nada más. Además la única manera de adquirir una téchne
era por aprendizaje y experiencia. La téchne no se podía explicar con palabras, ni habladas ni escritas. Sólo se
podía demostrar. Todavía en 1700, e incluso después, los ingleses no hablaban de "artes". Hablaban de
misterios. Y no sólo porque el que tenía una habilidad artesanal había jurado guardar el secreto sino también
porque un arte era inaccesible para todo el que no hubiera sitio aprendiz, con un maestro que le hubiera"
enseñado por el ejemplo.

3
Este cambio se explora con cierta profundidad en mi e n s a y o de 1961: The Technological Revolution; Notes on the
Relationship of Technology. Science and Culture", reimpreso en ml volúmen de ensayos Technology, Management and
Society (Londres: Helnemann.1973) y en mi volúmen de ensayos The Ecological Vision (New Brunswick. NJ: Transaction
publishers)
La Revolución Industrial

Luego, a partir de 1700 y en el término increíblemente breve de 50 años, se inventó la tecnología. La palabra
misma es un manifiesto por cuanto combinó techen, es decir, el misterio de una habilidad artesanal, con logía,
conocimiento organizado, sistemático, deliberado. La primera escuela de ingeniería, la École des Ponts et
Chaussées de Francia, fue fundada en 1747 y seguida, hacia 1770, en Alemania por la primera Escuela de
Agricultura y, en 1776, por la primera Escuela de Minas. En 1794, se fundó la primera universidad técnica.,
también en Francia, la École Polytéchnique, y con ella la profesión de Ingeniero. Poco después, entre 1820 y
1850. la educación médica y el ejercicio de la medicina se organizaron como una tecnología sistemática.

En un desarrollo paralelo en Inglaterra, entre 1750 y 1800, las patentes que hasta entonces habían sido
monopolio para enriquecer a los favoritos del rey, empezaron a concederse para fomentar la aplicación de
conocimientos a herramientas, productos y procesos y para recompensar a los inventores, siempre que
publicaran sus inventos. Esto no sólo abrió un siglo de febril invención mecánica en la Gran Bretaña sino que
acabó con el misterio y el secreto de la artesanía.

El gran documento de esta dramática mudanza de habilidades a tecnología — una de las obras más
importantes de la historia — fue la Encyclopedia de Denis Diderot (1713-1784) y Jean d'Alembert (1717-1783),
publicada entre 1751 y 1772. En esta obra famosa se recopiló, en forma organizada y sistemática, el
conocimiento de todos los oficios, de modo tal que el no-aprendiz pudiera aprender s ser un "tecnólogo". No fue
ciertamente por accidente que los artículos de la Enciclopedia que describían los oficios (por ejemplo, hilados o
tejidos) no fueran escritos por artesanos. Los escribieron "especialistas de la información": individuos
capacitados como analistas, como matemáticos, como lógicos — tanto Voltaire como Rousseau fueron
colaboradores. La tesis subyacente de la Enciclopedia era que en el mundo material los resultados útiles — en
herramientas, procesos y productos— son producidos por análisis sistemático y por aplicación sistemática e
intencional del conocimiento.

Pero la Enciclopedia predicaba también que los principios que producen resultados en un oficio pueden producir
resultados en cualquier otro oficio. Sin embargo, esto era un anatema, así para el erudito tradicional como para
el artesano tradicional.

Ninguna de las escuelas técnicas del siglo XVIII ni en la Enciclopedia trataron de producir conocimientos nuevos.
Ninguna habló siquiera de la aplicación de la ciencia a herramientas, procesos y productos, es decir, a la
tecnología. Esta idea hubo de esperar otros cien años, hasta 1840, más o menos, cuando un químico alemán,
Justus Liebig (1803-1873), aplicó la ciencia para inventar, primero, abonos artificiales, y luego, la manera de
conservar proteína animal, extracto de carne. Pero lo que sí hicieron aquellas primeras esencias técnicas y la
Enciclopedia fue quizá más Importante: reunieron, codificaron y publicaron la téchne, el misterio de los oficios
artesanales, tal como se había desarrollado a lo largo de milenios. Convirtieron la experiencia en
conocimiento, el aprendizaje en libro de texto, el secreto en metodología, el hacer en conocimiento aplicado.
Estas son las bases esenciales de lo que hemos venido a llamar la "Revoluci6n Industrial", o sea la
transformación mundial de la sociedad y la civilización por la tecnología.

Fue este cambio en el significado del conocimiento lo que hizo inevitable y dominante el Capitalismo moderno.
La velocidad del cambio técnico creó una demanda de capital muy superior a cuanto podía suministrar el
artesano. La nueva tecnología requería también concentración de la producción, es decir, el paso a la fabrica.
El conocimiento no se podía aplicar en millares y decenas de millares de pequeños talleres individuales y en
las industrias caseras de la aldea rural. Requería concentración de la producción bajo un solo techo.

La nueva tecnología requería también enorme cantidad de energía bien fuera hidráulica, o bien de vapor, que
no se podía descentralizar. Pero estas necesidades energéticas, por importantes que fueran, eran
secundarias. El punto central es que casi de la noche a la mañana la producción pasó de basarse en trabajo
artesanal a basarse en tecnología. Como resultado de ello, el capitalismo pasó también casi de la noche a la
mañana a ocupar el centro de la economía y de la sociedad. Antes siempre había sido "actor secundario".

Hasta 1750, la empresa en grande escala era gubernamental más bien que privada. La primera y, durante
muchos siglos, la más grande de todas las empresas manufactureras del Viejo Mundo fue el famoso arsenal
de propiedad del gobierno de Venecia. Y las manufactureras del siglo XVIII, como las de porcelana de Meissen y
de Sévres eran todavía de propiedad gubernamental. Pero ya en 1830, la empresa capitalista privada
dominaba en el Occidente. Cincuenta años más tarde, por la época en que murió Karl Marx, en 1883, la
empresa capitalista privada había penetrado en todas partes, excepción hecha de los más remotos rincones
del mundo como el Tíbet, o las regiones despobladas de Arabia.

Hubo resistencia, por supuesto, tanto a la tecnología como al capitalismo. Hubo disturbios en Inglaterra, por
ejemplo, o en la Silesia alemana; pero éstos fueron locales, duraron pocas semanas o, cuando mucho, unos
pocos meses, y no retardaron siquiera la rapidez de expansión del Capitalismo. La Revolución Industrial, es
decir, la máquina y el sistema de fábricas, se expandió con igual rapidez e, igualmente, sin encontrar mucha
resistencia, o ninguna.

La Riqueza de las naciones de Adam Smith (1723-1790) apareció el mismo año (1776) en que James Watt
patento la máquina de vapor perfeccionada. Sin embargo, en esa obra casi no se presta atención alguna a
las maquinas ni a las fábricas ni a la producción industrial en conjunto. La producción que describe es la que
se basa en trabajo artesanal. Incluso cuarenta años más tarde, después de las guerras napoleónicas,
todavía los observadores sociales más perspicaces no veían como centrales las máquinas y las fábricas.
Éstas no tienen ningún papel en la economía de David Ricardo (1772-1832). Más sorprendente aún es que ni
fábricas ni obreros de fábrica ni banqueros se encuentran en los libros de Jane Austen (1775-1817), la crítica
social más perceptiva de Inglaterra. Su sociedad, como se ha dicho muchas veces, es totalmente burguesa,
pero es todavía totalmente preindustrial, una sociedad de hacendados y arrendatarios, de clérigos y
oficiales navales, de abogados, artesanos y tenderos. Sólo en la lejana América, Alexander Hamilton (1757-
1809) vio muy temprano que la manufactura basada en la máquina se estaba convirtiendo rápidamente en la
actividad económica central. Pero aun entre sus seguidores no se presta mucha atención a su lnforme sobre
las manufacturas (1791) hasta mucho después de su muerte.

En cambio, en los años 30 del siglo pasado, Honoré de Balzac (1799-1850) publicaba con gran éxito de
librería novela tras novela que pintaban una Francia capitalista cuya sociedad estaba dominada por banqueros
por la bolsa de valores. Y otros quince años después, el capitalismo, el sistema de fábricas y la máquina son
centrales en la obra de Charles Dickens (1812-1870), lo mismo que las nuevas clases, los capitalistas y los
proletarios.

En Bleak House (1852), la nueva sociedad y sus tensiones constituyen la intriga secundaria en el contraste
entre dos hermanos capaces, ambos hijos del ama de llaves del hacendado. Uno llega a ser gran industrial en
el norte, y pretende hacerse elegir al parlamento para luchar contra los terratenientes y quebrantar su poder.
El otro prefiere seguir siendo un leal vasallo del gentleman abatido, derrotado, ineficiente, pero precapitalista.
Hard Times (1854), también de Dickens, es la primera y, sin duda, la más poderosa novela industrial, la
historia de una reñida huelga en una fábrica de tejidos de algodón y de la guerra de clases en sus aspectos
mas sombríos.

Esa rapidez inaudita con que se transformó la sociedad creó las tensiones y los conflictos sociales del
nuevo orden. Hoy sabemos que es falsa la creencia casi universal de que los obreros de fábrica de principios
del siglo XIX estaban peor y qu e eran tratados con mas dureza entonces que cuando eran trabajadores del
campo en la era preindustrial. Sin duda, estaban mal y los trataban mal, pero acudían a las fábricas
precisamente porque allí estaban menos mal que en el fondo de la estática, tiránica y hambrienta sociedad
rural. Experimentaban una "calidad de vida" mucho mejor.

Esto debiéramos haberlo sabido siempre, dicho sea de paso. En las ciudades fabriles, la mortalidad infantil
bajó inmediatamente, mientras que la expectativa de vida subió, lo cual dio lugar a una explosión demográfica en
la Europa que se estaba industrializando. Pero hoy, es decir, después de la Segunda Guerra Mundial,
tenemos también el ejemplo de los países del Tercer Mundo. Brasileños y peruanos afluyen a las favelas y los
barrios de Río de Janeiro y Lima. Por dura que sea allá la vida, siempre es mejor q ue en el empobrecido
noreste del Brasil o en el altiplano del Perú. Los hindúes dicen hoy: "El mendigo más pobre de Bombay come
mejor que el rústico de la aldea". La "verde y amable tierra de Inglaterra" que William Blake (1757-1827), en
su famoso poema sobre la "Nueva Jerusalén", esperaba salvar de las nuevas "fábricas satánicas" era, en
realidad, un vasto tugurio rural.

Pero mientras que la Industrialización desde el comienzo significó mejora material y no la célebre
pauperización de Marx, la velocidad del cambio fue tan desconcertante qu e resultó profundamente
traumática. La nueva clase, los proletarios se "alienaron", para usar el término marxista. Su alienación, según
predecía Marx, haría inevitable su explotación puesto que para su subsistencia dependían totalmente de los
"medios de producción", y éstos eran de propiedad del capitalista que los controlaba. En esta forma, la
propiedad se concentraría cada vez mas en unas pocas manos y entidades más grandes, y el proletariado
impotente se empobrecería cada vez más — hasta el día en que el sistema se derrumbara por su propio peso
y los pocos capitalistas que quedaran fueran derrocados por los proletarios, quienes "no tenían nada que
perder sino sus cadenas".

Hoy sabemos que Marx fue un falso profeta — ocurrió exactamente lo contrario de lo que él predijo. Pero es
una visión retrospectiva. La mayoría de sus contemporáneos compartían su punto de vista sobre el capital aun
cuando no necesariamente sus predicciones sobre el resultado. Incluso antimarxistas aceptaban el análisis
de Marx sobre las "contradicciones intrínsecas del capitalismo". Algunos confiaban en que la fuerza militar
mantendría a raya a la chusma proletaria, y ese era aparentemente el criterio del más grande de los
capitalistas del siglo XIX, el banquero norteamericano J. P. Morgan (1837-1913). Los liberales de toda calaña
creían que de alguna manera podía haber reforma y mejora; pero la convicción de que la sociedad capitalista
era una sociedad de inevitable conflicto de clases, prácticamente toda persona pensante de fines del siglo
XIX la compartía con Marx — y, en realidad, hacia 1910, la mayoría de las "personas pensantes", por lo
menos en Europa (pero también en el Japón), se inclinaban al socialismo. El más grande de los conservadores
del siglo XIX. Benjamin Disraeli (1804-1881), veía la sociedad capitalista más o menos como la veía Marx. Lo
mismo su contemporáneo conservador en el continente, Otto von Bismarck (1815-1898), a quien esta idea lo
motivó después de 1880 para promulgar la Iegislaci6n social que produjo mis tarde el estado paternalista del
siglo XX. El critico social conservador y novelista norteamericano Henry James (1843-1916), cronista de la
riqueza de su país y de la aristocracia europea, estaba tan obsesionado con la guerra de clases y con el temor
que ella le producía que hizo de éste el tema de su más inquietante novela, The Princess Casa-massima. La
escribió en 1883, el mismo año de la muerte de Marx.

La Revolución de la Productividad

¿Qué fue entonces lo que derrotó a Marx y al marxismo? En 1950 ya éramos muchos los que veíamos que el
marxismo había fracasado moral y económicamente (yo lo dije así en 1939, en mi libro The End of Economic
Man). Pero el marxismo seguía siendo la una ideología coherente para la mayor parte del mundo. Y a la
mayor parte del mundo le parecía invencible. Había muchísimos antimarxistas, pero muy pocos no-
marxistas, es decir, personas que creyeran que el marxismo había perdido vigencia, como lo sabe hoy todo el
mundo. Hasta los que se oponían violentamente al socialismo seguían convencidos de que iba en ascenso.

El padre del conservatismo en todo el mundo occidental, el economista angloaustriaco Friedrlch von Hayek
(1899-1992), en su libro The Road to Serfdom, publicado en 1944, sostenía que el socialismo inevitablemente
significaba esclavitud. No puede haber, decía, "socialismo democrático" sino sólo "socialismo totalitario".
Pero no argüía en 1944 que el marxismo no pudiera funcionar. Por el contrario, temía mucho que sí
funcionara. Pero en su último libro, The Fatal Conceit (University of Chicago Press. 1988), escrito cuarenta
años después, sostiene que el marxismo nunca podría haber funcionado. Cuando publicó este libro, casi
todo el mundo (especialmente casi todo el mundo en los países comunistas) ya había llegado a la misma
conclusión.

¿Qué fue, entonces, lo que acabo con las "inevitables contradicciones del capitalismo", la "alienación" y la
"pauperlzación" de los proletarios y con el "proletariado" mismo? La respuesta es: La Revolución de la
Productividad.

Cuando el conocimiento cambió de significado nace 250 años, empezó a aplicarse a las herramientas, Ios
procesos y los productos. Esto sigue siendo lo que significa la tecnología para la mayor parte de la gente y lo
que se enseña en las facultades de ingeniería. Pero la Revolución de la Productividad había empezado dos años
antes del fallecimiento de Marx. En 1881, un norteamericano, Frederick Winslow Taylor (1856-1915). aplicó por
primera vez el conocimiento al estudio del trabajo, al análisis del trabajo y a la ingeniería del trabajo.

Trabajo ha existido desde que el mundo es mundo. Todos los animales, en efecto, tienen que trabajar para
sobrevivir. En el Occidente, la dignidad de! trabajo se ha ensalzado de labios para afuera durante largo
tiempo.

El texto griego mas antiguo después de las epopeyas de Homero, con una diferencia de sólo unos cien
años, es un poema de Hesíodo (siglo VIII a. de J.C.) titulado Los trabajos y los días, en que canta las labores
del campo. E nt r e los poemas romanos más hermosos se cuentan las Geórgicas de Virgilio (70-19 a. de
J.C.), ciclo de cantos sobre el mismo asunto. En la tradición literaria del Oriente no se e nc u ent ra mucha
preocupación por el trabajo, pese a lo cual el emperador de la China tocaba una vez al año un arado para
celebrar la siembra del arroz. Pero tanto en el Occidente como, en el Oriente, éstos eran gestos puramente
simbólicos. Ni Hesíodo ni Virgilio vieron en realidad que es lo que hace un labrador. Tampoco lo vio nadie
más a lo largo de la historia escrita.4 El trabajo no merecía la atención de la gente culta, de los ricos, de la
gente de autoridad. Trabajo era lo que hacían los esclavos. Todo el mundo "sabía" que la única forma en que
un trabajador podía producir más era trabajando más horas o trabajando más fuerte. Marx compartía esta
creencia con los economistas e ingenieros del siglo XIX.

Circunstancias ajenas a su voluntad llevaron a Taylor, hombre acomodado y bien educado, a ser Obrero de
fábrica. La mala vista le impidió seguir estudios en Harvard, y, en cambio, aceptó un puesto en una fundición de
hierro. Siendo altamente dotado, muy pronto ascendió, y se convirtió en uno de los Jefes. Sus inventos sobre la
industria metalúrgica lo hicieron hombre rico a muy temprana edad. Lo que lo llevó a estudiar el trabajo fue el
haber observado directamente el odio recíproco entre capitalistas y trabajadores, que había llegado a dominar
en la última parte del siglo XIX. En otras palabras, Taylor vio lo mismo que vieron Marx, Disraeli, Bismarck y
Henry James: pero también vio algo que ellos no vieron: que el conflicto era innecesario. Entonces se propuso
hacer productivos a los trabajadores para que pudieran ganar un ingreso decoroso.

La motivación de Taylor no era la eficiencia. No era la creación de utilidades para los propietarios. Hasta el
último día de su vida sostuvo que el trabajador y no el propietario debía ser el beneficiario de los frutos de la
productividad. Su motivación principal era la creación de una sociedad en la cual propietarios y trabajadores,
capitalistas y proletarios, tuvieran un interés común en la productividad y pudieran cultivar relaciones de
armonía en la aplicación del conocimiento al trabajo. Los que más se han acercado a entender esto hasta hoy
son los empleadores y los sindicatos japoneses posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Pocas figuras en la historia intelectual han ejercido mayor influencia que Taylor, y pocos han sido tan
deliberadamente mal interpretados ni tan asiduamente mal citados.5 En parte, Taylor ha sufrido porque la
historia ha demostrado qu e él tenía razón y que los intelectuales estaban equivocados. En parte, se hace poco
caso de él porque aún se menosprecia el trabajo, principalmente entre los intelectuales. Ciertamente, traspalar
arena — el más conocido de los análisis de Taylor — no es una cosa que un "hombre educado" aprecie ni, que
mucho menos, considere importante.

Pero más que todo, la reputación de Taylor ha s u fr id o precisamente porque aplicó conocimiento
al estudio del t r a b ajo. Esto era un anatema para los sindicatos obr eros de su tiempo, los cuales
organizaron contra u n a de las más perversas campañas de difamación en la historia de los Estados
Unidos.

El delito de Taylor a los ojos de los sindicatos era su aseveración de que no hay tal "trabajo calificado".
En las operaciones manuales, sostenía, sólo hay trabajo. Todas las tareas se pueden analizar en la misma
forma. Cualquier trabajador que este dispuesto a hacer el trabajo como el análisis muestra que se debe hacer,
es un "hombre de primera clase" y merece un "salario de primera clase" — es decir, tanto como ganaba
tras largos años de aprendizaje el trabajador calificado, o mas aún.

Los sindicatos respetados y poderosos en la época de Taylor eran los de los arsenales y astilleros de
propiedad del gobierno, en los cuales se hacia antes de la Primera Guerra Mundial toda la producción de
defensa en tiempo de paz en los Estados Unidos. Estos sindicatos eran monopolios artesanales. La
afiliación se restringía a los hijos o parientes de los miembros. Se les exigía un aprendizaje de cinco a siete
años, pero no había capacitación sistemática ni estudio del trabajo. No se permitía que nada quedara por
escrito. No había ni siquiera pianos o dibujos del trabajo que se iba a realizar. A los afiliados se les hacia
jurar que guardarían el secreto, y no se les permitía discutir su trabajo con no afilados. La afirmación de
Taylor, de que el trabajo se podía estudiar, se podía analizar, se podía subdividir en una serie de movimientos
simples y de repetición, cada uno de los cuales debía hacerse de un modo determinado, a su debido tiempo
y con las herramientas apropiadas, fue un verdadero ataque frontal contra ellos. Entonces lo insultaron y
lograron que el Congreso prohibiera los estudios de trabajo en los arsenales y los astilleros oficiales,
prohibición que subsistió hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

Taylor se malquistó con los propietarios de su tiempo tanto como con los sindicatos. No simpatizaba con los

4
No existe todavía una historia del trabajo — pero tampoco existe una historia del conocimiento por más que se haya
filosofado sobre él. Ambos d e b i e r o n ser temas importantes de estudio durante los próximos decenios o por lo menos,
durante el próximo siglo.
5En efecto, ninguna biografía realmente confiable se había publicado hasta 1991, cuando apareció Frederick W. Taylor: Mith
and Reality de Charles D. Wrege y Ronald J. Greenwood (Ilomewood, Illinois: Irwin).
sindicatos, y con los proletarios se mostró despectivamente hostil; su palabra favorita para designar a éstos era
"cerdos". Además, insistía en que los trabajadores, y no los propietarios, debían sacar la tajada del león de las
ganancias adicionales que producía la administración científica. Para colmo de males, su "cuarto principio" pedía
que el estudio de trabajo se hiciera consultando con el trabajador, si no en asociación con él. Por último,
sostenía que la autoridad en el taller no debía basarse en la propiedad; sólo podía basarse en el conocimiento
superior. En otras palabras, pedía lo que hoy llamamos "administración profesional" — y eso era un anatema y
una herejía radical para los capitalistas del siglo XIX. Fue duramente atacado como un perturbador y un socialista.
(Algunos de sus más adictos discípulos y asociados, especialmente Karl Barth, que fue su mano derecha, eran en
realidad abiertamente 'izquierdistas y vigorosamente anticapitalistas.)

El axioma de Taylor de que todo trabajo manual, calificado o no calificado, se podía analizar y organizar
mediante la aplicación del conocimiento, les parecía absurdo a sus contemporáneos. Durante muchos,
muchísimos años, todo el mundo siguió creyendo en la mística de las empresas artesanales.

Esta creencia incluso estimuló a Hitler en 1941 para declarar la guerra a los Estados Unidos. Para que este
país pudiera poner en Europa una fuerza eficaz, necesitaría una flota muy grande para transportar las tropas, y,
en ese tiempo, los Estados Unidos casi no tenían marina mercante ni destructores para protegerla. Hitler argüía,
además, que la guerra moderna requiere aparatos ópticos de precisión y en grandes cantidades; y entonces no
había en los Estados Unidos trabajadores ópticos calificados.

Hitler tenía toda la razón. Los Estados Unidos no tenían una gran marina mercante, y sus destructores eran
pocos y lamentablemente anticuados. Tampoco tenían casi una industria óptica. Pero aplicando el "estudio
de tareas" de Taylor aprendieron a capacitar trabajadores casi totalmente no calificados, muchos de ellos
antiguos aparceros criados en un ambiente preindustrial, y en el termino de sesenta o noventa días los
convirtieron en soldadores de primera y constructores de barcos. También en el término de unos pocos meses
capacitaron al mismo tipo de personas para producir instrumentos ópticos de precisión, de calidad mejor que
la que habían alcanzado hasta entonces los alemanes — y además, en línea de montaje.

En términos generales, en lo que Taylor ejerció la mayor influencia fue probablemente en la capacitación.

Sólo unos cien años antes, Adam Smith había dado por sentado que se necesitan por lo menos cincuenta
años de experiencia, y mas probablemente todo un siglo, para que un país o región adquiera las habilidades
necesarias para producir bienes de alta calidad. Sus ejemplos eran la producción de instrumentos musicales
en Bohemia y Sajonia y de telas de seda en Escocia. Setenta años después, alrededor de 1840, el alemán
August Borsig (1804-1854) — una de las primeras personas fuera de Inglaterra que construyeron una
locomotora de vapor — inventó lo que es todavía el sistema alemán de aprendizaje, en el cual se combinan la
experiencia práctica de taller bajo un maestro con la enseñanza teórica en la escuela. Esto es todavía el
fundamento de la productividad industrial alemana. Pero aún el sistema de Borsig tardaba de tres a cinco años.
Luego, primero en la Primera Guerra Mundial, pero especialmente en la Segunda Guerra Mundial, los Estados
Unidos aplicaron sistemáticamente el método de Taylor para preparar "hombres de primera clase" en unos po-
cos meses. Esto, más que cualquier otro factor, explica por que los Estados Unidos pudieron montar la
producción de guerra que finalmente derrotó tanto al Japón como a Alemania.

Todas las primeras potencias económicas de la historia moderna — Inglaterra, los Estados Unidos, Alemania
— surgieron en virtud del liderazgo en nueva tecnología. Las potencias económicas de postguerra — primero el
Japón, luego Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Singapur — todas deben su ascenso a la capacitación que les
permitió dotar a una fuerza laboral todavía en gran parte preindustrial, y, por tanto, todavía de bajos salarios, con
una productividad de primera clase en un tiempo muy breve. En los decenios que siguieron a la Segunda Guerra
Mundial, la capacitación basada en los principios de Taylor vino a ser el único motor de desarrollo económico
realmente eficaz.
La aplicación del conocimiento al trabajo aumentó explosivamente la productividad. 6 Durante centenares de años
no había habido aumento alguno en la capacidad de los trabajadores para producir bienes o mover bienes. Las
máquinas crearon mayor capacidad; pero los trabajadores mismos no eran mas productivos que los que laboraban
en los talleres de la Grecia antigua, que los que construyeron los caminos de la Roma Imperial o que los que
produjeron las preciosas telas de lana que hicieron la riqueza de Florencia durante el Renacimiento.

En el término de unos pocos años, después de que Taylor empezó a aplicar el conocimiento al trabajo, la
6
Este término era desconocido en tiempos de Taylor. En realidad, sólo empezó a usarse en los Estados Unidos un poco antes
de la Segunda Guerra Mundial. Aun en 1950 el diccionario Ingles mas autorizado, el Concise Oxford, todavía no registraba el
término productividad en su acepción actual.
productividad empezó a aumentar a una tasa de 3.5-4% compuesto por año, lo cual significa que se duplicaba
cada dieciocho años, más o menos. Desde que Taylor empezó, la productividad se ha multiplicado por cincuenta
en todos los países avanzados. Sobre esta expansión sin precedentes descansa todo el aumento tanto en el
nivel de vida como en la calidad de la vida en los países desarrollados.

La mitad de esta productividad adicional se ha tornado en forma de aumento del poder adquisitivo, es decir,
en un nivel de vida más alto. Entre la tercera parte y la mitad se ha tornado en forma de aumento del ocio. Hasta
1910 los trabajadores de los países desarrollados seguían trabajando tanto como antes, es decir, no menos de
3000 horas al año. Actualmente, los japoneses trabajan solo 2000 horas al año, los norteamericanos unas 1850,
los alemanes cuando mucho 1600 — y todos ellos producen cincuenta veces más por hora de lo que se producía
hace ochenta años. Otras participaciones sustanciales del aumento de productividad se han tomado en la forma
de cuidado de la salud, que ha aumentado de prácticamente 0% del producto interno bruto (PIB) a 8-12% en los
países desarrollados; y en la forma de educación, que ha crecido de un 2% del PIB a un 10%, o más.

La mayor parte de este incremento — tal como lo predijo Taylor — lo han tomado los trabajadores, esto es, los
proletarios de Marx. Henry Ford (1863-1947) sacó el primer automóvil barato, el Modelo T, en 1907. Pero ese
automóvil, solo era barato en comparación con otros que había en el mercado, los cuales, en relación con el
promedio de ingresos, costaban tanto como cuesta hoy una avioneta bimotor privada. El Modelo T de Ford costaba
750 dólares, que era lo que ganaba en tres o cuatro años un trabajador industrial de jornada completa en los
Estados Unidos — pues, en ese tiempo, 80 centavos eran un buen jornal, y por supuesto, no había "prestaciones
sociales". Incluso un médico rara vez ganaba mis de 500 dólares al año. Actualmente, un trabajador sindicalizado
en la industria automovilística en los Estados Unidos, el Japón o Alemania, trabajando sólo 40 horas a la semana,
gana 50.000 dólares en sueldo y prestaciones — 45.000 después de impuestos — lo cual es, aproximadamente,
ocho veces el precio de un automóvil nuevo barato actualmente en los Estados Unidos.

En 1930, la administración científica de Taylor se había impuesto en el mundo desarrollado, a pesar de la


resistencia de los sindicatos y de los intelectuales. Los proletarios de Marx se convirtieron en burgueses, y el
obrero de la industria manufacturera, el proletario, más bien que el capitalista, vino a ser el verdadero beneficiario
del capitalismo y de la Revolución Industrial. Esto explica el fracaso total del marxismo en los países altamente
desarrollados, a los cuales Marx les pronosticaba una revolución para 1900. Explica por qué no hubo revolución
proletaria después de 1918 ni siquiera en los países derrotados de Europa central, en los cuales había miseria,
hambre y desempleo. Explica por que la Gran Depresión no condujo a una revolución comunista como esperaban
confiadamente Lenin y Stalin — y prácticamente todos los marxistas. En ese tiempo los proletarios de Marx no
eran todavía ricos, pero ya eran clase media. Se habían vuelto productivos.

Darwin, Marx, Freud constituyen la trinidad que a menudo se menciona como autora del mundo moderno. A Marx
se le podría sacar de la lista y reemplazarlo por Taylor si hubiera justicia en este mundo. Pero que a Taylor no se le
haga justicia es cuestión de importancia secundaria. Lo que si es una cuestión seria es que muy pocas personas
se dan cuenta de que fue la aplicación del conocimiento al trabajo lo que creo economías desarrolladas al provocar
la explosión de la productividad de los últimos cien años. Los tecnólogos les atribuyen ese mérito a las máquinas,
los economistas a la inversión de capital. Pero ambas cosas eran tan abundantes durante los primeros cien años
de la era capitalista, es decir, antes de 1880, como lo han sido después. Con respecto a la tecnología o al capital,
los segundos cien años difieren poco de los primeros cien, pero en esos primeros cien no hubo o absolutamente
ningún aumento de productividad del trabajador — y, en consecuencia, poco aumento en su ingreso real ni
disminución de sus horas de trabajo. Lo que hizo que los segundos cien años fueran tan críticamente diferentes
sólo se puede explicar como resultado de aplicar el conocimiento al trabajo.

La productividad de las nuevas clases, las clases de la sociedad postcapitalista, se puede aumentar
únicamente aplicando conocimiento al trabajo. Ni las máquinas ni el capital pueden hacerlo; por el contrario, si
se aplican solos es más probable que impidan, no que creen productividad (como se verá más detenidamente
en el capítulo 4).

Cuando Taylor empezó, nueve de cada diez personas que trabajaban se dedicaban a hacer o mover objetos:
en manufactura, en agricultura, en minería, en transporte. La productividad de las personas dedicadas a hacer y
mover objetos todavía sigue en aumento a la tasa histórica de 3.5-4% — y en la agricultura norteamericana y
francesa más rápidamente aún. Pero la Revolución de la Productividad ya terminó. Hace cuarenta años, en el
decenio de los 50, las personas dedicadas a trabajar haciendo o moviendo objetos eran todavía una mayoría
en todos los países desarrollados. En 1990, habían disminuido a una quinta parte de la fuerza laboral. En el
año 2010 serán no más de una décima parte. El hecho de aumentar la productividad de los trabajadores
manuales en manufactura, en agricultura, en minería, en transportes ya no puede de por si crear riqueza. La
Revolución de la Productividad ha sido victima de su propio triunfo. De ahora en adelante, lo que cuenta es la
productividad de los trabajadores no manuales. Y eso requiere aplicar conocimiento al conocimiento.
La Revolución Administrativa

En 1926, cuando yo resolví no ir a la universidad sino ponerme a trabajar al terminar la escuela secundaria, mi
padre se molestó mucho; nuestra familia había sido siempre una familia de abogados y doctores. Pero no me
trato de "desertor escolar". No intentó hacerme cambiar de parecer. Y no profetizó que yo nunca serviria para
nada. Yo era un adulto responsable que quería trabajar como adulto.7

Tres decenios después, cuando mi hijo cumplió dieciocho años, prácticamente lo obligué a ir a la universidad. Lo
mismo que su padre, él quería ser un adulto entre adultos. Lo mismo que su padre, creía que era poco lo que
había aprendido en los doce años que permaneció sentado en un banco de escuela y que sus probabilidades
de aprender mucho dedicando otros cuatro años a un banco escolar no eran especialmente grandes. Lo mismo
que su padre a esa edad, estaba orientado a la acción, no al aprendizaje.

Y, sin embargo, en 1958, treinta y un años después de pasar yo de graduado de escuela secundaria a
aprendiz en una firma de exportación, el grado universitario se había convertido en una necesidad. Se había
convertido en el pasaporte para todas las carreras. No ir a la universidad en 1958 era "desertar" para un
muchacho norteamericano que se hubiera criado en el seno de una familia acomodada y que lo hubiera hecho
bien en la escuela. Mi padre no encontró la menor dificultad para conseguirme un oficio como aprendiz en una
casa de comercio de buena reputación. Treinta años después tales firmas no habrían aceptado como aprendiz a
un graduado de escuela secundaria; todas le habrían dicho: "Vaya a la universidad durante cuatro años, y
probablemente también le convendría asistir a una facultad de postgrado".

En la generación de mi padre, que nació en 1876, asistir a la universidad era, o bien para los hijos de los
ricos, o bien para una muy pequeña minoría de muchachos pobres pero excepcionalmente brillantes, como
había sido el.

De todos los grandes magnates norteamericanos del siglo XIX, sólo uno pasó por la universidad: J. P. Morgan,
quién asistió a la de Gotinga para estudiar matemáticas, aun cuando al año desertó. En las novelas de Edith
Wharton, cronista de la sociedad norteamericana hacia 1910 a 1920, los hijos de las viejas y ricas familias
neoyorquinas van a Harvard y a su facultad de derecho. Pero prácticamente ninguno de ellos ejerce la profesión.
La educación superior era un lujo, un ornamento y una manera muy agradable de pasar uno los primeros años
de su vida de adulto.

En mi tiempo, asistir a la universidad ya era deseable. Le daba a uno posición social; pero no era, ni mucho
menos, una necesidad, ni era de gran ayuda en la vida o la carrera. Cuando yo realice el primer estudio de una
gran corporación mercantil, General Motors,8 el departamento de relaciones públicas de esa compañía se
esforz6 mucho por disimular el hecho de que unos cuantos de sus altos ejecutivos hubieran pasado por la
universidad. Lo correcto entonces era empezar como maquinista e ir ascendiendo en la compañía.9 Hasta 1950
a 1960 la manera mas rápida de llegar a un ingreso de clase media — en los Estados Unidos, o en Inglaterra, o
en Alemania (aunque ya no en el Japón) — no era ir a la universidad; era ponerse a trabajar a los dieciséis años
en una de las industrias sindicalizadas de producción masiva. Allí uno se ganaba un ingreso de clase media
después de unos pocos meses — el resultado de la explosión de la productividad. Estas oportunidades
prácticamente han desaparecido.10 Hoy casi no hay acceso a un ingreso de clase media sin un grado formal
universitario que certifique la adquisición de conocimientos que solo se pueden obtener en una forma
sistemática y en una facultad.

El cambio en el significado del conocimiento que empezó hace 250 anos ha transformado a la sociedad y a la
economía. El conocimiento formal se ve a la vez como el recurso personal clave y como el recurso económico
clave. Hoy el conocimiento es el único recurso significativo. Los tradicionales factores de la producción — la
tierra (es decir, los recursos naturales), el trabajo y el capital — no han desaparecido, pero han pasado a ser
secundarios. Se pueden obtener fácilmente, siempre que se tenga conocimiento. Y el conocimiento en este
nuevo sentido es conocimiento como instrumento, como el medio de obtener resultados sociales y
económicos.

Esos acontecimientos, deseables o no, son respuestas a un cambio irreversible: Hoy se está aplicando

7El hecho de que yo también haya obtenido posteriormente un doctorado tenía que ver más con mi deseo de mortificar a mi
padre que con cualquier creencia mía acerca de la importancia que ello tendría en mi vida y en mi carrera.

8 Publicado en mi libro Conecept of the Corporation (1946)


9 La historia se cuenta en el capítulo "Alfred P. Sloan" de mi libro Adventures of a Bystander (1980, reimpreso en 1991).
10 Sobre este punto, véase también el capítulo 3, específicamente la sección titulada "¿ mano de obra es todavía un activo?"
conocimiento al conocimiento. Este es el tercer paso, y tal vez el último, en la transformación del conocimiento.
Proporcionar conocimiento a fin de averiguar como aplicar el que ya existe para obtener resultados es, en
realidad, lo que entendemos por administración. Pero el conocimiento también se esta aplicando en forma
sistemática y deliberada para definir que nuevo conocimiento se necesita, si éste es factible y qué hay que
hacer para hacerlo eficaz. Se esta aplicando, en otras palabras, a la innovación sistemática.11

Ese tercer cambio en la dinámica del conocimiento se puede llamar la Revolución Administrativa. Lo mismo
que sus dos antecesoras — el conocimiento aplicado a las herramientas, los procesos y los productos, y el
conocimiento aplicado al trabajo manual —, la Revolución Administrativa ha abarcado toda la Tierra. Cien años
se necesitaron, desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del XIX, para que la Revolución Industrial se
hiciera dominante y mundial. Se necesitaron unos setenta anos, desde 1880 hasta la terminación de la Segunda
Guerra Mundial, para que la Revolución de la Productividad se hiciera dominante y mundial. Se han necesitado
menos de cincuenta años — de 1945 a 1990 — para que la Revolución Administrativa se volviera dominante y
mundial.

La mayor parte de las personas cuando oyen la palabra "administración" todavía oyen "administración de
negocios". Es cierto que la administración en su forma actual apareció primero en las grandes organizaciones
mercantiles. Cuando yo empecé a trabajar en este campo, hace unos cincuenta años, también me concentre en
la administración de negocios.12 Pero pronto aprendimos que administración se necesita en todas las
organizaciones modernas, sean de negocios o de cualquiera otra índole. En realidad, pronto aprendimos que se
necesita aun más en las que no son de negocios, bien sean entidades sin animo de lucro pero no
gubernamentales (lo que en este libro me propongo llamar el sector social], o bien dependencias
gubernamentales. Estas organizaciones la necesitan mas aún precisamente porque carecen de la disciplina del
balance general que rige los negocios. Que la administración no se limita a los negocios se reconoció primero en
los Estados Unidos; en la actualidad se acepta en todos los países desarrollados, como lo atestigua la acogida
que se dio en Europa occidental, el Japón y el Brasil a mi libro de 1990 Managing the Non Profit Organization.

Hoy sabemos que la administración es una función genérica de toda clase de organizaciones, cualquiera
que sea su misión específica. Es un órgano genérico de la sociedad de conocimiento.

Administraci6n ha existido desde hace mucho tiempo. Con frecuencia me preguntan a quién considero yo el
mejor o el más grande de los ejecutivos. Mi respuesta es siempre que al que concibió, diseñó y construyó hace
mas de 4000 años la primera pirámide de Egipto — que aún permanece en pie. Pero la administración no se
vio como una clase especifica de trabajo sino después de la Primera Guerra Mundial — y entonces sólo un
puñado de personas la vieron así. Como disciplina sólo surgió después de la Segunda Guerra Mundial. Hasta
1950, cuando el Banco Mundial empezó a prestar dinero para desarrollo económico, la palabra administración
no figuraba siquiera en su vocabulario. En realidad, aunque la administración se invento hace miles de años, no
se descubrió hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

Una de las razones para que se descubriera fue la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, y especialmente
el desempeño de la industria norteamericana. Pero quizá igualmente importante para la aceptación general de
la administración ha sido el desempeño del Japón a partir de 1950. Este no era un país subdesarrollado
después de la Segunda Guerra Mundial, pero su industria y su economía quedaron casi totalmente destruidas;
y prácticamente no tenía tecnología domestica. El principal recurso del país era su voluntad de adoptar y
adaptar la administración que los norteamericanos habían perfeccionado durante la guerra (y especialmente la
capacitación). En el término de veinte años, desde los años 50, cuando terminó la ocupación norteamericana,
hasta los años 70, el Japón se convirtió en la segunda potencia económica mundial y en un líder en
tecnología.

Al terminar la guerra de Corea, en los primeros años 50, Corea del Sur quedó aun más destruida que el
Japón siete años antes. Y nunca había sido otra cosa que un país atrasado, sobre todo porque los japoneses
durante los treinta y cinco anos de ocupación suprimieron sistemáticamente la empresa y la educación superior
coreanas. Pero valiéndose de los colegios y las universidades de los Estados Unidos para preparar a sus
jóvenes capaces, e importando y aplicando administración, Corea del Sur se convirtió en un país altamente
desarrollado en el término de 25 años.

Con esta poderosa expansión de la administración ha venido una creciente comprensión de lo que ésta
significa realmente. Cuando yo empecé' a estudiar administración, durante la Segunda Guerra Mundial y poco

11Sobre este punto. véase mi libro Innovation and Entrepreneurshlp (1985).


12En mi libro The Practice of Management, que estableció por primera vez la administración como una disciplina y que apareció
en 1954, la mayor parte de la discusión se refiere a administración de negocios, lo mismo que la mayoría de los ejemplos.
después de ella,13 un gerente se definía como "la persona que es responsable del trabajo de subalternos". En
otras palabras, era un jefe, y administración era rango y poder. Ésta es todavía la definición en que muchos
piensan cuando se habla de gerentes y de administración. A principios del decenio de los 50, la definición había
cambiado: "Un gerente es responsable del rendimiento de las personas". Hoy sabemos que esta definición
también es demasiado estrecha. La definición correcta es: "Un gerente es responsable de la aplicación y el
rendimiento del conocimiento”.

Este cambio significa que hoy vemos el conocimiento como el recurso esencial. La tierra, el capital y el trabajo
son importantes principalmente como limitantes. Sin ellos, el conocimiento no puede producir. Sin ellos, ni
siquiera la administración puede rendir. Cuando hay administración eficiente, es decir, aplicación de
conocimiento al conocimiento, siempre podemos obtener los demás recursos.

Que el conocimiento se haya convertido en el recurso más bien que en un recurso, es lo que hace nuestra
sociedad postcapitalista. Cambia fundamentalmente la estructura de la sociedad. Crea una nueva dinámica
social. Crea una nueva dinámica económica. Crea una nueva política.

De conocimiento a conocimientos

Subyacente en estas tres fases de la mudanza al conocimiento — la Revolución Industrial, la Revolución de la


Productividad, la Revolución Administrativa — se encuentra un cambio fundamental en el significado del
conocimiento. Hemos pasado de conocimiento a conocimientos.

El conocimiento tradicional era general. Lo que hoy consideramos conocimiento es necesariamente


altamente especializado. Antes nunca hablábamos de un hombre o una mujer "de conocimiento";
hablábamos de una persona educada. Las personas educadas eran generalistas. Sabían lo suficiente como
para hablar y escribir sobre muchas cosas, lo suficiente como para entender muchas cosas. Pero no sabían
lo bastante como para hacer alguna cosa particular. Como decía un viejo dicho: Uno quiere tener a una
persona educada como invitada a su mesa, pero no como compañera en una isla desierta, donde lo que se
necesita es una persona que sepa como hacer las cosas. En efecto, en la universidad de nuestros días, las
tradicionales personas educadas no se consideran educadas en absoluto. Se menosprecian como diletantes.

En el libro de Mark Twain (1835-1910) titulado Un yankee en la corte del rey Arturo, el protagonista no es una
persona educada. Con seguridad no sabía latín ni griego y probablemente no había leído a Shakespeare, y ni
siquiera conocía bien la Biblia. Pero si sabía cómo hacer cualquier cosa mecánica, hasta generar electricidad
y construir teléfonos.

Para Sócrates el fin del conocimiento era el conocimiento de sí mismo, el autodesarrollo. Los resultados eran
internos. Para su antagonista Protágoras el resultado era la habilidad de saber qué decir y cómo decirlo bien.
Era "imagen", para usar un término contemporáneo. Durante mis de 2000 años el concepto de Protágoras
dominó en el Occidente el aprendizaje y definió el conocimiento. El trivium medieval, el sistema educativo que
hasta el día de hoy sustenta lo que llamamos una educaci6n liberal, consistía en gramática, lógica y retórica
— los instrumentos necesarios para definir que decir y como decirlo. No son instrumentos para definir qué
hacer o como hacer. En la doctrina zen y en el confucianismo — los dos conceptos del conocimiento que
dominaron el aprendizaje oriental y la cultura oriental durante millares de años — eran similares. El primero se
concentraba en el conocimiento de sí mismo, el segundo — como el trlvlum medieval — en el equivalente chino
de gramática, lógica y retórica.

Lo que hoy consideramos conocimiento se prueba a si mismo en la acción. Lo que entendemos por
conocimiento es información eficaz en la acción, información enfocada en los resultados. Los resultados están
por fuera de la persona, en la socledad y la economía, o en el progreso del conocimiento mismo.

Para realizar cualquier cosa, este conocimiento tiene que ser altamente especializado. Esa fué la razon por
la que la tradición — empezando por los antiguos, pero persistente aún en lo que denominamos "educación
liberal" — lo relegó a la categoria de techné o arte. No se podía aprender ni enseñar, ni implicaba ningún
principio general. Era específico y especializado. Era experiencia más bien que aprendizaje, capacitación más
bien que escolaridad. Pero hoy no hablamos de estos conocimientos especializados como "artes". Los
llamamos "disciplinas". Éste es un cambio tan grande como cualquiera que se haya registrado en la historia
intelectual.

Una disclplina convierte un arte en una metodología, tal como la ingeníeria, el método científico, el método

13 Sobre esto, véase mi libro Concept of the Corporation. 1946.


cuantitativo o el diagnóstico difrerencial del médico. Cada una de estas metodologías convierte experiencia ad hoc
en sistema. Cada una convierte anécdota en información. Cada una convierte habilidad en algo que se puede
enseñar y aprender.

Esta mudanza, de conocimiento a conocimientos, le ha dado al conocimiento el poder de crear una nueva
sociedad. Pero esta sociedad tiene que estructurarse sobre la base de que el conocimiento sea especializado y
las personas instruídas sean especialistas. Esto les da su poder. Pero también plantea cuestiones básicas — de
valores, de vision, de creencias, es declr, de todas las cosas que mantienen unida la sociedad y le dan sentido.a la
vida. Como se vera en el último capítulo de este libro, también plantea una cuestión grande y nueva: Qué
constituye la persona educada en la sociedad de conocimientos?

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