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2020

Tomo I Introducción al Sistema Miofascial

LISANDRO CACCIATORE
Extension universitaria
1-1-2020
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Una Breve (No tan Breve) Introducción.


El sistema fascial del organismo forma una ininterrumpida red que, de diferentes modos,
controla todos los componentes de nuestro cuerpo. No es posible mantener un cuerpo
saludable sin que exista un sistema fascial saludable.

Este sistema debiera encontrarse en un equilibrio funcional para asegurarle al cuerpo el


desenvolvimiento óptimo en sus tareas. La presencia de restricciones del sistema fascial y de
su estructura interna crea «incomodidades» que interfieren con el desenvolvimiento funcional
apropiado de todos los sistemas corporales.

El sistema fascial puede encontrarse en una excesiva tensión o puede estar demasiado
distendido; en ambas situaciones, la función corporal queda afectada.

El Diccionario Médico Salvat define la fascia como «aponeurosis o expansión aponeurótica», y


a la aponeurosis como «membrana fibrosa blanca, luciente y resistente, que sirve de
envoltura a los músculos o para unir éstos con las partes que se mueven». Por otra parte,
define el tejido conectivo como «el tejido de sostén derivado del mesodermo, formado por
fibras conjuntivas y elásticas, y células. Comprende el tejido laxo, adenoideo, óseo, elástico y
cartilaginoso». Según estas definiciones, la fascia se puede considerar como una de las formas
del tejido conectivo, el más extenso tejido del organismo.

Por lo general, se acostumbra a considerar a la fascia como envolturas musculares con función
mecánica, láminas de separación entre determinados músculos o como amplios espacios de
inserciones para los músculos como, por ejemplo, el músculo tensor de la fascia lata o los
músculos abdominales.

El estudio de los cadáveres recientes, apenas congelados, sin pasar por el tradicional proceso
de conservación o conservados con los modernos métodos de preservación, ha permitido
enfocar la investigación hacia la búsqueda de detalles anatómicos hasta ahora no alcanzables.

Este giro ha permitido observar e investigar, con más precisión, no sólo los elementos
anatómicos concretos, sino también espacios intermedios del cuerpo, descubriendo, de esta
manera, las conexiones hasta ahora desconocidas o consideradas de poca importancia.

Los nuevos procesos de conservación permiten obtener imágenes de las estructuras


anatómicas que conservan su aspecto natural, ajustándolas a las realidades clínicas. Estas
nuevas posibilidades de ver lo que parecía ya descubierto y estudiado hasta el fondo nos retan
a realizar una exhaustiva revisión de las bases fisio anatómicas del sistema fascial y a la
búsqueda de lo que siempre estaba presente pero, por lo general, oculto a nuestros ojos.

La fascia corporal tiene un recorrido continuo, envolviendo todas las estructuras somáticas y
viscerales, y funcionalmente incluye las meninges. En cierto modo, se puede decir que la fascia
es el material que no solamente envuelve todas las estructuras de nuestro cuerpo, sino que
también las conecta entre sí, brindándoles soporte y determinando su forma. Además de las
funciones de sostener y participar en el movimiento corporal, se le asignan otras actividades
biomecánicas y bioquímicas.

La fascia organiza y separa, asegura la protección y la autonomía de cada músculo y víscera,


pero también reúne los componentes corporales separados en unidades funcionales,
estableciendo las relaciones espaciales entre ellos y formando, de este modo, una especie de
ininterrumpida red de comunicación corporal. Entre sus propiedades destacan el garantizar la

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disposición de los nervios y vasos linfáticos, y la función nutritiva en relación con la sangre y la
linfa, convirtiéndose así en el sofisticado medio de transporte entre y a través de todos los
sistemas del organismo. El abanico de posibilidades es espectacular. Se le puede comparar con
las conexiones de la inexplorable e interactiva red global de Internet.

Cada parte del músculo, cada una de sus fibras y fascículos, está rodeada por la fascia. Estas
«fascias» no están separadas una de otra, sino que se conectan entre sí o, mejor dicho,
forman una sola fascia, una envoltura de recorrido continuo con sus dobleces que permiten
cobijar y encerrar los elementos anatómicos de nuestro cuerpo.

La visión presentada no es una idea nueva y fue propuesta por


varios investigadores, entre los cuales se debe mencionar a
Ida Rolf, la creadora de un proceso de evaluación y
tratamiento integral de los trastornos funcionales del
organismo basado en las correcciones realizadas en el sistema
fascial y conocido como rolfing.

Se podría considerar esta comparación como algo muy


simplista y remoto a la estructura real del sistema fascial del
cuerpo. Sin embargo, las investigaciones recientes

confirman esta visión, enfocando, cada vez más, el sistema


fascial como una estructura unificadora, protectora y Ida Rolf
correctora del cuerpo. El sistema fascial sano y
equilibrado, con capacidad de realizar un estiramiento libre y completo, asegura al organismo
la posibilidad de realizar un movimiento de amplitud completa y sincronizado, siempre en la
búsqueda de la máxima eficacia funcional con un mínimo gasto de energía; así como ya dijo
hace seis siglos Leonardo Da Vinci:

«conseguir lo máximo con lo mínimo»

Sin embargo, el mismo sistema puede interferir en un desarrollo normal de los movimientos al
encontrarse restringido y bloqueado, imposibilitando la eficiente ejecución de los
movimientos, si se considera que el material que forma las adherencias y el tejido de
cicatrización es similar al de la fascia.

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Bases anatómicas y fisiológicas del sistema fascial


El sistema musculoesquelético del cuerpo humano no flota en el vacío. Su sostén y
funcionamiento se integran con otros sistemas corporales, que interactúan y se modifican
mutuamente. Su relación se inicia en la etapa embrionaria y continúa a lo largo de la vida. La
división en sistemas individuales que aplicamos a un organismo vivo al estudiar su desarrollo,
se debe fundamentalmente a la percepción secuencial de la
naturaleza del hombre.

El sistema fascial es el sistema de unificación


estructural y funcional del cuerpo. Su
continuidad no sólo debe enfocarse hablando
de músculos, articulaciones y huesos, sino
también en cuanto a una continuidad de
función en las cavidades torácica,
abdominal y pélvica, brindando soporte
a las vísceras y formando una
estructura de protección y
conexión para los sistemas
vascular, nervioso y
linfático a lo largo de
todo el cuerpo.

Estructura Anatómica del Sistema Fascial


En los libros clásicos y en los atlas de anatomía se muestra, por lo general por separado, el
sistema óseo, el musculotendinoso y el sistema inerte de sostén articular, es decir, las cápsulas
articulares y los ligamentos. En ese tipo de publicaciones, es difícil visualizar, de una manera
completa, el sistema de integración corporal, el sistema fascial.

Muchas veces, el aprendizaje de la anatomía se realiza de un modo abstracto, debido a una


falta de relación funcional entre los elementos básicos del cuerpo. El análisis del sistema fascial
desde un enfoque topográfico, en el que se define la fascia como un revestimiento y como una
red localizada entre la piel y las estructuras subyacentes (como lo son, por ejemplo, los
músculos y los huesos) y se la divide en dos niveles, superficial y profundo (la cual, por una
parte, cubre los músculos individuales y, por otra, los separa en grupos) limita nuestra visión
del cuerpo a un análisis descriptivo. Nuestro interés se centra en un análisis más completo y
enfocado hacia un sistema dinámico del cuerpo, incluyendo en él todas las disciplinas que
pudieran sumarse a nuestros conocimientos «en el rol de este complejo tejido en la salud y en
la enfermedad»

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La anatomía descriptiva reconoce los planos fasciales que envuelven, como especie de sutiles
sobres, los músculos y las vísceras, fijando y protegiendo su espacio concreto dentro del
cuerpo. La continuidad de estas láminas, que al mismo tiempo unifican y separan los músculos
y las vísceras vecinas, se puede trazar entre un área y otra.

Por ejemplo, se puede dibujar la fascia que envuelve los músculos escalenos y se continúa con
la fascia de los músculos adyacentes, como también con las vísceras de la región cervical, que
asimismo está íntimamente relacionada con los plexos nerviosos de la región cervical y
torácica, continuando hacia las membranas pleurales.

Estas relaciones muestran la importancia del peligro


que supone un desequilibrio y sus consecuencias
negativas, como resultado del fracaso de estas
precisas relaciones. Cualquier tipo de tensión, ya sea
pasiva o activa, repercute automáticamente sobre
todo el conjunto del sistema.

Al enfocar el sistema fascial como un sistema


morfológico y dinámico del cuerpo, deben incluirse
en su análisis, no sólo las láminas que rodean los
músculos y las vísceras, sino también ese gran
volumen de tejido que envuelve cada célula viviente (formando una especie de sistema
«microfascial», prolongación del sistema fascial descrito anteriormente), así como también al
líquido que rellena las cavidades y los espacios serosos.

El análisis del sistema fascial conduce, según el aporte científico actualmente disponible, a
formular más preguntas que respuestas. Trataremos de enfocarlo de la manera más completa
posible, según las pruebas científicas y clínicas de que se dispone hoy en día.

Tradicionalmente, el tejido fascial no ha llamado tanto la atención a los investigadores y


clínicos como lo hizo, por ejemplo, el músculo. Una de las razones de esto es que no resulta
fácil concretar una definición de fascia. Los libros clásicos de anatomía presentan la fascia
como un tejido pasivo, como una membrana de tejido conjuntivo fibroso que cubre los
músculos; y en las clases de disección, por lo general, se considera que la fascia es un material
sobrante que hay que eliminar (echar a la basura) (Legal, 2001) para poder ver claramente el
músculo y sus componentes anatómicos. Para poder adentrarnos en el tema de la definición

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de fascia, desde nuestro punto de vista, debemos considerar la posibilidad de analizar algo
diferente a lo acostumbrado, atrevernos a presentar un enfoque nuevo del sistema fascial del
cuerpo humano. Podemos aventurarnos, por tanto, con la afirmación de que el sistema fascial
«no solamente une varias partes de nuestro cuerpo, sino que también junta numerosas ramas
de la medicina»

La fascia superficial.
Aunque forma una lámina uniforme prácticamente en todo el cuerpo, su densidad varía según
la región corporal que se estudia. Por lo general, es más densa en las extremidades y laxa en la
cabeza, la nuca, el tórax y el abdomen, y más fina en la región del periné. En la fascia
superficial se observa el fenómeno de la reunión, que es la capacidad de juntarse en un plano
que convierte las láminas y los niveles que rodean a determinadas estructuras en regiones
funcionalmente unidas.

El análisis de las estructuras profundas es mucho más complejo.

La fascia profunda.
Según nuestro punto de vista, es el tejido de integración estructural y funcional del organismo
en ambos niveles, el macroscópico y el microscópico, y nos referimos a las conexiones entre
los distintos sistemas corporales, como, por ejemplo, el nivel muscular, visceral, intracraneal, y
también a las conexiones dentro de cada músculo, cada nervio o cada víscera.

Según estos principios las estructuras fasciales profundas se analizarán como:

• miofascia.

• viscerofascia.

• meninges.

así como también las estructuras del:

• tendón

• tejido conectivo intramuscular

• microestructura fascial

• compartimientos fasciales

• tejido conjuntivo del sistema nervioso

• puente «miodural»

Fascia Superficial.
Todos los caminos del interior del organismo conducen a la subdermis. Esta capa subcutánea
no es solamente, como se cree erróneamente, un depósito de tejido graso, sino que asegura,
con su compleja estructura interna, las necesidades mecánicas de sus vasos y nervios (Thiel,
2000). Los vasos y los nervios están encerrados en el sistema fascial que, formando fuertes
franjas protectoras, los lleva hasta las capas profundas, bien protegidos contra todo tipo de
desgarro.

La fascia superficial está adherida a la piel y atrapa la grasa superficial, de un espesor variable
dependiendo de la región corporal. Son las capas del sistema fascial las que delimitan la
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profundidad del tejido adiposo en cada región. Por ejemplo, en la zona del periné, la grasa es
prácticamente inexistente; lo contrario que en la región axilar. También varía su laxitud, que
determina la capacidad de deslizamiento de la piel.

Por lo general, la piel es muy móvil a lo largo del cuerpo. Sin embargo, existen zonas de
movilidad muy reducida, que se encuentran en los sitios en los que el deslizamiento excesivo
no debería existir. Son las zonas que requieren mucha estabilidad, como las palmas de las
manos, las plantas de los pies y los glúteos. En estos lugares la fascia superficial se pega
directamente a las láminas aponeuróticas.

La anatomía del sistema fascial superficial difiere atendiendo a los siguientes factores:

• Sexo.

La diferente distribución del sistema fascial superficial entre el varón y la mujer se observa en
la región pectoral, e involucra a la fascia que lleva el mismo nombre. En la mujer, al
incrementarse el volumen de los senos, las conexiones entre la fascia de éstos y la fascia
pectoral se distienden por la acción de la fuerza gravitatoria, formándose, de este modo, un
espacio denominado espacio retromamario, en el que el tejido adiposo se acumula. En los
varones, en la región pélvica se encuentra la adherencia directa de la fascia al periostio de la
cresta ilíaca. En las mujeres, la adherencia se produce más abajo, hacia la fascia muscular, a
nivel de la depresión glútea, varios centímetros por debajo de la cresta ilíaca, formando el
espacio para la acumulación de grasa.

• Cantidad de grasa acumulada.

La grasa acumulada en los septos formados por el sistema fascial, incluso en las personas
delgadas, puede confundir al terapeuta en el proceso de evaluación y tratamiento, por el
cambio del contorno corporal, a veces muy drástico entre una persona y otra.

• Variantes entre una región corporal y la otra.

Por lo general, la parte anterior del cuerpo acumula menos grasa a nivel superficial en
comparación con la parte posterior. En algunas zonas, por ejemplo en el periné, la fascia
superficial forma una lámina bien definida y lisa (Colles, 1811).

Los puntos y las zonas de referencia topográfica del cuerpo


dependen principalmente de la anatomía de la fascia superficial
o, mejor dicho, de las zonas de su atrapamiento (adherencias) y
su relación con la cantidad de grasa, como también de la
relación con la fascia muscular. Las áreas donde la fascia
superficial no está firmemente adherida al periostio o a la
miofascia tienden a crear formaciones, parecidas a
abultamientos, que revelan los depósitos de grasa.

De esta forma, se puede considerar al conjunto de:

• la piel (una flexible envoltura del sistema),

• el tejido adiposo superficial («el relleno» de la región


subcutánea), y

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• la fascia superficial (el sistema de subdivisiones e interconexiones) como la unidad protectora


y de soporte funcional para el tronco y las extremidades.

Este sistema es capaz de proporcionar el soporte funcional a las zonas con mayor acumulación
de grasa, y por consiguiente un mayor peso, evitando así el traslado no deseado de las fuerzas
a otras regiones anatómicas.

"En el sistema fascial superficial sano, la piel puede moverse


fácilmente sobre la superficie de los músculos. En la
fibromialgia (FM) o el dolor miofascial crónico (DMC), casi
siempre está adherida, sin posibilidad de desplazamiento libre."

Fascia Profunda.
La fascia profunda está constituida por un material más fuerte y denso que el que constituye la
fascia superficial. Su grosor y densidad dependen de la ubicación y la función específica que
desempeña. A medida que aumenta la exigencia de las necesidades mecánica se densifica la
estructura del colágeno, su principal componente. Esta densidad queda determinada por la
proporción de fibras que lo componen.

Basándose en la densidad del tejido colágeno, la fascia se puede dividir según su función en el
tejido:

• de unión,

• de revestimiento,

• de sostén,

• de transmisión.

La fascia profunda se ubica por debajo del nivel de la fascia superficial y se encuentra
íntimamente unida a ella a través de conexiones fibrosas. El sistema fascial profundo soporta,
rodea y asegura la estructura y la integridad de los sistemas muscular, visceral, articular,
óseo, nervioso y vascular. El cuerpo utiliza la fascia profunda para separar los espacios
corporales grandes como, por ejemplo, la cavidad abdominal, y cubre las áreas corporales
como si fueran enormes envolturas, protegiéndolas y dándoles forma.

Miofascia.
La anatomía considera al sistema fascial como uno de los componentes auxiliares de control
del movimiento para conseguir un funcionamiento apropiado del sistema muscular del cuerpo.
Se considera que el recorrido de las fibras de la fascia es generalmente transverso al recorrido
de las fibras musculares; sin embargo, también se encuentra el recorrido paralelo al recorrido
de las fibras, el oblicuo o en forma de arco. Durante la contracción muscular, la fascia define la
posición de las fibras musculares o de todo el músculo para su función adecuada, también
asegura la posición de los tendones y los fija en relación con el hueso. En el caso de los

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músculos del recorrido oblicuo, como, por ejemplo, el sartorio, es la fascia quien fija su
posición, determinando la dirección de su acción, que es, en este caso, en forma de espiral. Sin
la participación de la fascia, este músculo, al contraerse, trabajaría de forma longitudinal. Hay
que aclarar que algunos de los músculos, como, por ejemplo, los de la cara, carecen del
soporte fascial, insertándose, al menos en uno de sus extremos, directamente en la piel
(Bochenek, 1987).

Esta conexión funcional, aunque a veces de dimensión muy pequeña, representa una
estructura muy compleja e implica a diferentes subestructuras: la unión musculotendinosa, el
tendón y la inserción del tendón en el hueso.

También es importante el análisis de la microestructura del tejido miofascial, donde destaca la


compleja red de inter e intramicroconexiones, siempre con el fin de facilitar la transmisión de
impulsos mecánicos con una máxima eficacia.

Unión Musculotendinosa
La principal característica de esta estructura es la transmisión de la fuerza contráctil desde las
células musculares hasta la matriz extracelular.

La unión musculotendinosa es un componente muy especializado, formado por


microestructuras conformadas de acuerdo a las necesidades mecánicas de los elementos del
aparato locomotor de una determinada región corporal.

A este nivel, las membranas celulares forman una interfase entre los componentes
intercelulares de las fibras musculares y los componentes extracelulares del tejido conectivo.
Las membranas forman amplios pliegues, que permiten una interdigitación entre las células y
el tejido conectivo extracelular.

El Tendón.
La principal función del tendón consiste en transmitir la fuerza generada por los músculos para
mover la articulación, manteniendo en esta acción una limitada elongación. Por lo general, se
considera al tendón como una estructura básicamente inerte; sin embargo, las nuevas
investigaciones revelan múltiples funciones del tendón que amplían nuestra visión sobre esta
estructura y confirman las observaciones sobre la continuidad de los impulsos mecánicos
dentro del cuerpo, controlados por el sistema fascial.

La principal diferencia entre la estructura fascial del vientre


muscular y la porción tendinosa es la densidad y la organización
de las fibras de colágeno.

Las fibras de colágeno del tendón son muy densas y están orientadas de forma paralela. Sin
embargo, pueden cambiar su orientación a lo largo de su recorrido, colocándose en diferentes
ángulos, siempre respondiendo a los requerimientos mecánicos. Esta propiedad hace que el
tendón posea la mayor fuerza de tensión de todos los tejidos del cuerpo. Los tendones con
unas necesidades de baja carga de tensión muestran una gran extensibilidad; lo contrario
ocurre con los tendones con alta carga de tensión.

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Inserción del tendón en el hueso.


La principal característica de esta región es la capacidad para disipar las fuerzas tensiles y
reducir al mínimo la concentración del estrés mecánico.

La unión entre el tendón y el periostio representa un cambio muy particular, y constituye la


estructura más compleja del cuerpo desde el punto de vista biomecánico, según Azzi (Azzi,
2000), en el que a lo largo del recorrido de 1 mm se produce la transformación del tejido
blando en un tejido duro.

Todo ocurre en un proceso de cambios progresivos de transformación gradual entre varios


tipos de tejidos desde las fibras de colágeno, que se transforman en fibrocartílago,
fibrocartílago mineralizado y, finalmente, en hueso; de esta forma se desarrolla un área más
especializada.

Tejido conectivo Intramuscular.


La división del músculo en fascículos es indispensable para su correcto desenvolvimiento
mecánico. Esta división está determinada por el tejido conectivo intramuscular, que se
compone de las membranas que cubren los
elementos básicos de la estructura muscular,
membranas que al integrarse entre sí, forman
una estructura unida funcionalmente a
cualquier tipo de actividad de las fibras
musculares. Está compuesto por tres
envolturas: el endomisio, el perimisio y el
epimisio. Estas estructuras no solamente
forman divisiones pasivas para los elementos
básicos del músculo, sino que también cumplen
con actividades específicas

El endomisio rodea cada una de las células


musculares, conectándose con el de las células adyacentes, y formando así una unidad. De esta
forma, el endomisio se organiza en forma de tubos que envuelven cada fibra muscular.

El perimisio cubre los haces de fibras musculares y, uniéndolos, forma el tejido conectivo más
abundante en el músculo. Su principal componente es el colágeno de tipo I, que se organiza a
lo largo de su recorrido. La compleja e interconectada red del perimisio se encarga de conducir
los vasos sanguíneos y los nervios a los fascículos musculares. De este modo, destaca el control
de la función nutricional del perimisio. Su función mecánica no tiene menos importancia. El
perimisio representa una lámina móvil que, durante la contracción, permite al músculo
deslizarse dentro de su envoltura. Sin participar directamente en el proceso de contracción,
está íntimamente unido a él. Su tensión contribuye a la tensión del músculo durante las
contracciones excéntricas, protegiéndolo de los estiramientos excesivos (Trotter,1999).

El epimisio, la tercera envoltura del tejido conectivo, envuelve todo el músculo.

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Bases Anatómicas y Fisiológicas del Sistema Fascial.

Al considerar que el músculo es un tejido contráctil que permite al cuerpo realizar distintos
tipos de movimiento, desde un punto de vista biomecánico, se debe considerar entonces a la
fascia como el tejido conectivo intramuscular y a las fibras musculares como la unidad
funcional, considerando que, por una parte

CADA CONTRACCIÓN MUSCULAR MOVILIZA EL SISTEMA


FASCIAL
y por otra parte:
CADA RESTRICCIÓN DEL SISTEMA FASCIAL AFECTA
AL FUNCIONAMIENTO CORRECTO DEL SISTEMA MUSCULAR
Es lógico pensar entonces en una unidad funcional denominada
MIOFASCIA

Continuando con el análisis fascial, hay que señalar que la fascia no sólo rodea al músculo y a
cada uno de sus componentes, sino que también conecta funcionalmente entre sí a un
músculo con el otro. Al aceptar la definición anatómica de nombrar la fascia del, por ejemplo,
músculo bíceps crural o el músculo semitendinoso, también hay que entender que estas
<<fascias>> se conectan una con la otra y que, comunicándose entre sí, constituyen una
unidad funcional. No se debiera hablar pues de «las fascias», sino de una sola fascia, un tejido
solidario en todos los campos de la fisiología (Bienafait, 1987).

Viscerofascia.
Al aceptar esta forma de contemplar la miofascia, se debe profundizar aún más en nuestra
visión sobre el sistema fascial, considerando que no sólo son los músculos los que están
rodeados e interconectados internamente y externamente entre sí, a través de esta gran red
del sistema fascial, sino que también lo están otros componentes de nuestro organismo como,
por ejemplo, los vasos sanguíneos, las vísceras, los nervios o los huesos. El sistema fascial les
brinda soporte e integridad estructural, define su tamaño y asegura el correcto
funcionamiento, expandiéndose hasta el segmento más lejano y más pequeño del cuerpo.

Los planos fasciales actúan como rutas de penetración de las terminaciones nerviosas y de los
vasos sanguíneos hacia todos los puntos del músculo. La fascia puede unirse con las paredes

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de las venas o del sistema linfático,


actuando como una especie de
«succionador» que colabora en el complejo
proceso de la circulación.

¿Están realmente unidos en una entidad


funcional el sistema miofascial y el
viscerofascial?

Trataremos de responder a la pregunta


analizando algunas de las conexiones
anatómicas del contenido de la cavidad abdominal (Bochenek 1997; Netter 2001; Robertson,
2001):

• El músculo psoas se relaciona, en su recorrido superior, con el diafragma, y puede entrar en


contacto con el «saco pleural». En su recorrido inferior, el psoas derecho se cruza con el íleon y
el psoas izquierdo con el colon.

• El músculo cuadrado lumbar se localiza por detrás del colon, los riñones, el psoas y el
diafragma, estructuras que están colocadas por detrás de la fascia toracolumbar, esa gran red
integradora de la parte posterior del cuerpo.

• Los riñones están rodeados por la fascia renal, que a su vez está integrada, en su recorrido
posterior, con la envoltura fascial del psoas y, a través de ella, con las vértebras y con los discos
lumbares. En su recorrido superior, la fascia renal continúa a la fascia del diafragma (Barral,
1989).

• El colon ascendente está cubierto por el peritoneo excepto en su superficie posterior, donde
se conecta, a través del tejido areolar, a la fascia ilíaca y al ligamento iliolumbar. En el
recorrido superior, se observa la conexión del colon ascendente al diafragma y, a través de sus
expansiones,a la fascia renal.

• Entre sus múltiples funciones, el peritoneo cumple con la de soportar y flexibilizar los
movimientos. El tejido extraperitoneal separa al peritoneo de la pared abdominal,
integrándose a las estructuras fasciales. Los estudios anatómicos revelan que el tejido
extraperitoneal se continúa con el epimisio de losmúsculos abdominales y, por consiguiente,
con el tejido conectivo interno (Williams, 1989; Bochenek, 1987; Robertson, 2001).

Considerando las observaciones anteriores, se puede afirmar que no es posible la realización


de un movimiento (movilizando la miofascia) sin la participación activa o pasiva de la
viscerofascia, y en el análisis de los movimientos corporales, debemos integrarla a la acción de
la ininterrumpida red del sistema fascial del cuerpo.

Microestructura Fascial.
El sistema fascial no es un sistema inerte que dependa, en su comportamiento mecánico,
plenamente de los estímulos generados en otros sistemas, como, por ejemplo, el sistema
muscular. El análisis de la microestructura fascial revela que la fascia tiene vida propia, con
capacidad para desarrollar sus propias reacciones y sus propios movimientos por la presencia
de una abundante red nerviosa, así como también de numerosas células musculares lisas.

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El sistema fascial está ricamente inervado y posee una densa población de mecanorreceptores.
Las investigaciones sobre la microestructura de la fascia revelan la presencia de los receptores
de Golgi en el sistema fascial. Éste no es un descubrimiento nuevo, sino que es ampliamente
conocida su presencia en los ligamentos, las cápsulas articulares y alrededor de las uniones
musculotendinosas.

Los receptores intrafasciales, que se pueden denominar mecanorreceptores fasciales (Yahia et


al., 1992, Schleip, 2002), se dividen en tres grupos(Schleip, 2002):

• El primer grupo está formado por los grandes corpúsculos de Pacini y, por lo tanto, son
sensibles a las variaciones rápidas y a la vibración.

• El segundo grupo está representado por los órganos de Ruffini, que también responden a los
impulsos lentos y a las presiones sostenidas. Se activarían pues con la aplicación de las
profundas técnicas sostenidas.

• El tercer grupo está formado por las terminaciones libres de fibras sensitivas tipo III
(mielínicos) y IV (desmielinizados). Son los receptores sensitivos más abundantes que
transmiten la información sensitiva desde el sistema miofascial hacia el sistema nervioso
central. Estos receptores se denominan receptores musculares intersticiales.

Sin embargo, parece que la fascia también tiene musculatura propia, células musculares lisas,
denominadas por algunos investigadores <<miofibroblastos>> lo que podría sugerir una
capacidad de movimiento independiente. La razón de la presencia de estas células es
aparentemente funcional. Probablemente, el cuerpo sería capaz de regular, a través de ellas,
el estado de «pretensión» funcional, con el objetivo de ajustar la fascia a diferentes demandas
de tono muscular.

Fibras nerviosas mielínicas y amielínicas, y terminaciones nerviosas sensitivas intrafasciales.


Basándose en los estudios de Heppelman (Heppelman,
1995) y en otros muchos anteriores, el Prof. Staubesand
concluye que en la fascia se encuentran receptores del
dolor.

Estas fibras nerviosas fueron halladas en numerosos


orificios (perforaciones) en las capas superficiales de la
fascia: se observan los orificios atravesados por un
paquete vasculonervioso.

En la pierna se encontraron alrededor de 150


perforaciones. Estos receptores podrían ser los
responsables de varios tipos de sensaciones dolorosas
de origen miofascial. Otra observación de extrema
importancia es la inervación y la conexión directa de la
fascia con el sistema nervioso autónomo. De esta
manera, el tono fascial puede estar influido y regulado
por el estado del sistema nervioso autónomo, así como
también el cambio a raíz de un estímulo mecánico del sistema fascial podría producir un efecto
sobre el sistema nervioso autónomo, en general, y sobre todos los órganos regulados por él. Es
una observación curiosa que en el 82% de los casos las perforaciones mencionadas coinciden
con los puntos de la clásica acupuntura china.

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Los Compartimientos Fasciales.


Se ha mencionado anteriormente que el sistema fascial divide, y a la vez conecta entre sí,
diferentes partes del cuerpo. En cortes transversales realizados en distintas partes de
cadáveres se puede observar otra de sus funciones básicas, la de ordenar los espacios
corporales. En los lugares de contacto entre las láminas fasciales se forman espacios
destinados a las vísceras, los vasos sanguíneos y los nervios.

Tejido conjuntivo del sistema Nervioso.


El comportamiento del sistema fascial está íntimamente unido a la fisiología del sistema
nervioso. El tejido conectivo rodea todos sus componentes, brindándoles la protección
mecánica y asegurando su estabilidad en los desplazamientos laterales. Participa también en el
proceso nutricional (Bochenek, 1987; Best y Taylor, 1971; Golab, 1990).

El tejido conjuntivo del sistema nervioso presenta una estructura similar a la explicada en el
sistema muscular. Se compone de tres estructuras básicas:

• El perineuro, que
constituye la capa más
externa y está formado
por 7 a 8 capas de
células fibroblásticas. Lo
atraviesan elementos
vasculares que forman
una red capilar
especializada alrededor
de las fibras nerviosas.

• El epineuro, que forma la estructura interna. Es un tejido laxo distribuido entre los fascículos.
Goza de una capacidad protectora contra los microtraumatismos.

• El endoneuro, que constituye el tejido conectivo intrafascicular. Cumple con la función


protectora y nutricional.

Las terminaciones nerviosas sensitivas están ubicadas en el tejido conectivo de las envolturas
musculares, las tendinosas, y los ligamentos de los órganos internos y de los vasos sanguíneos.
Considerando que las terminaciones nerviosas se encuentran principalmente en los sitios de
conexión entre las mencionadas estructuras, se puede asignar a la fascia la función de ser un
receptor especializado de los cambios mecánicos y químicos. El sistema de receptores, muy
especializado, permite un constante flujo de información sobre el estado de los cambios en los
órganos mencionados. Los cambios patológicos crean alteraciones de la recepción de la
información, produciendo tensiones en el sistema fascial y alterando la neuromecánica del
sistema nervioso (Bora et al., 1980; Dahlin et al., 1986).

Neuro mecánica del Sistema Nervioso.


El concepto de interfase mecánica del sistema nervioso fue desarrollado por el fisioterapeuta
australiano David Buttler (Buttler, 1991). En este concepto se considera que cada movimiento
espacial de las extremidades, el tronco, o el cambio en el funcionamiento de cualquier órgano
interno lleva consigo cambios en la longitud, el grosor y la tensión, no sólo de los músculos,
tendones y ligamentos, sino también, colocados fuera de los ejes de los mencionados

TOMO I INTRODUCCIÓN AL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


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movimientos, de los nervios y los vasos sanguíneos. Todos estos cambios conllevan una
respuesta del sistema nervioso en el proceso de aceptación y modificación. El sistema nervioso
está integrado en todos sus niveles (en el sentido de su estructura y función) desde los nervios
periféricos hasta el sistema nervioso central (Buttler, 1991; Kendall et al., 1979; Lin et al., 1948;
Okamoto, 1990); de esta forma el proceso de adaptación activa todas sus estructuras.

Enfocando nuestro análisis hacia el comportamiento mecánico del sistema nervioso, hay que
mencionar, entre las principales características:

• Continuidad funcional del tejido conectivo presente en diferentes formas en todo el sistema
nervioso del cuerpo.

• Continuidad de la conductividad. Cada impulso eléctrico iniciado en los segmentos distales


del sistema es detectado en el sistema nervioso central.

• Continuidad de la transmisión de las tensiones y las fuerzas mecánicas a lo largo del recorrido
del sistema nervioso. El tejido nervioso es muy sensible a los cambios de intensidad de los
impulsos, y particularmente a la sobrecarga mecánica. El hecho de encontrarse en todas las
estructuras corporales le obliga a un constante proceso de adaptación.

Las Meninges.
El análisis anatómico y funcional de las propiedades de la estructura fascial que, de una
manera ininterrumpida, rodea, conecta, sostiene, protege y controla todos los componentes
del cuerpo, nos define la importancia de la continuidad de la red fascial, ya que mantiene una
estrecha vinculación funcional con las membranas intracraneales e intramedulares. A través de
la región cervical, se realiza la transmisión de los impulsos neurológicos desde el cerebro hasta
el resto del cuerpo, conectándose al sistema nervioso periférico (Chaitow, 1998;
Upledger,1987; Don Cohen, 1997; Gehin, 1981).

El sistema nervioso central se encuentra organizado en dos porciones:

Cefálica, ubicada en el interior del cráneo óseo y


conocida como encéfalo, y caudal, alargada en el
sentido distal, llamada médula espinal. Tanto
el encéfalo como la médula espinal presentan
una delicada estructura, que debe ser
protegida para impedir daños irreversibles.
La cubierta externa está constituida por el
tejido óseo y la cubierta interna por el
tejido membranoso, formado por tres
membranas concéntricas denominadas
meninges: la duramadre, la piamadre y la
aracnoides.

• La duramadre está formada por un tejido fibroso muy resistente y constituye la estructura
externa. En su estructura predominan las fibras colágenas, observándose también algunas
fibras de elastina, ambas alineadas a lo largo del recorrido de la duramadre y distribuidas en
varios niveles. Esta formación le permite obtener una gran resistencia al estiramiento axial y,
en un grado menor, al estiramiento transverso.

La duramadre se despide del cráneo en forma de una lámina doble, cuya envoltura externa se
convierte en el periostio de las vértebras cervicales. La lámina interna se convierte en la

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duramadre espinal y, revistiendo el canal medular, acompaña a la piamadre y a la aracnoides,


envolviendo la raíz espinal hasta su entrada al agujero de conjunción (Upledger,1987;
Bochenek, 1978). Las conexiones de las membranas entre sí y su continuidad con la duramadre
ponen de manifiesto la importancia del equilibrio de la tensión recíproca entre todas ellas.

Una deformación plástica en cualquiera de las membranas define el grado de tensión de las
demás. Esta acción es, por supuesto, recíproca.

• La piamadre forma la capa interna, y contornea el cerebro y la médula espinal, aplicándose


íntimamente sobre sus superficies. Está formada por tejido conectivo, envuelve la raíz nerviosa
y la acompaña hasta el agujero intervertebral.

• La aracnoides, extremadamente delicada, queda entre las dos membranas anteriores.


Acompaña a la piamadre hasta el agujero intervertebral, formando el espacio subaracnoideo,
por donde circula el líquido cefalorraquídeo.

Los ligamentos denticulados que se originan en la piamadre recorren de una forma


longitudinal el espacio entre las raíces ventrales y dorsales y, de este modo, fijan la aracnoides
sobre la duramadre ayudando a mantener la médula en una posición correcta. La aracnoides
está separada de la duramadre por el espacio subdural, que contiene el líquido
cefalorraquídeo.

El puente <<Miodural>>
El foramen magnum constituye el lugar de traspaso entre la duramadre craneal y la medular,
así como también el lugar de conexión entre el sistema fascial interno y el externo. El enlace
entre estos dos sistemas se produce a nivel del sistema nervioso, y se manifiesta mediante un
constante movimiento del complejo fascial que se corresponde con el movimiento y la tensión
cambiante de las membranas intracraneales.

Todos los elementos anteriormente mencionados constituyen lo que se denomina, en las


terapias relacionadas con el cráneo, el sistema craneosacral (Chaitow, 1998; Upledger, 1987;
Don Cohen, 1997). Este sistema se compone de los siguientes elementos básicos:

• Las meninges.

• Las estructuras óseas a las que las meninges se adhieren.

• Otras estructuras no óseas relacionadas con las meninges.

• El líquido cefalorraquídeo.

• Todas las estructuras relacionadas con la proliferación, la reabsorción y el almacenamiento


del líquido cefalorraquídeo.

Por su parte, el sistema craneosacro se relaciona directamente con los siguientes sistemas
corporales:

• Sistema miofascial. • Sistema linfático.

• Sistema nervioso. • Sistema endocrino.

• Sistema musculoesquelético. • Sistema respiratorio.

• Sistema vascular. • Sistema digestivo y los demás.

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Existe una acción recíproca entre cada uno de estos sistemas y el sistema craneosacro.

Cualquier trastorno en este último influirá negativamente en el funcionamiento de los otros


sistemas, así como también un trastorno en alguno de los sistemas mencionados afectará al
funcionamiento correcto del sistema craneosacro.

Especialmente importante es su asociación con el sistema


nervioso central en su proceso de crecimiento y desarrollo.
Se puede concluir que las interconexiones del sistema fascial
alcanzan a todos los componentes y sistemas del cuerpo.

Este análisis lleva a dibujar un completo sistema de conexión del cuerpo basado en la
integración del sistema fascial, permitiendo la conexión y la comunicación entre diferentes
niveles funcionales, distintos tejidos, así como la transmisión de impulsos, información,
integración e interacción.

De esta forma, la fascia constituye una especie de red continua que conecta los grupos
musculares adyacentes, estableciendo vínculos mecánicos entre músculos anatómicamente
muy separados entre sí, como pueden ser, por ejemplo, los músculos de la región suboccipital
y los extensores del dedo gordo del pie.

No es una exageración ni una posibilidad de conexión muy remota, pues la fascia no es una
entidad fisiológica, sino un conjunto membranoso muy extenso en el cual todo se encuentra,
de una u otra manera, conectado (Bienafait, 1999).

Este conjunto de tejido formado por una pieza única proporcionó la noción de «globalidad»
sobre la que se apoyan las terapias miofasciales, y tiene como conclusión principal, base de
todas esas técnicas, que la menor tensión, ya sea ésta activa o pasiva, repercute sobre todo un
conjunto. Todas las partes anatómicas pueden así ser consideradas como mecánicamente
unidas.
1

Funciones de la Fascia.
Ya se mencionó anteriormente que el cuerpo humano está envuelto, sostenido, conectado y
comunicado por medio de un variado tejido conectivo, que se acordó denominarlo sistema
fascial. Es un sistema activo, vivo, resistente y omnipresente en todo el cuerpo. Se encuentra
bajo la piel (formando el embalaje protector del cuerpo), cubre músculos, tendones, órganos,
nervios, vasos sanguíneos y huesos, y tiene una gran trascendencia sobre el movimiento y los
procesos fundamentales del metabolismo corporal.

El sistema fascial, además de las funciones de sostener y mover el cuerpo, tiene otras
actividades biomecánicas y de otra índole. Sus propiedades son infinitas, entre las que cabe
mencionar la expansión de los nervios y vasos linfáticos, el intercambio metabólico, por su
relación con el metabolismo del agua, la función nutritiva en relación con la sangre y la linfa,
etc. En cierto modo, es la «agencia de transporte» en todos los niveles del organismo y de
todos sus sistemas. Por lo general, destacan las funciones mecánicas del sistema fascial, que se
pueden agrupar en:

• Protección.

• Formación de los compartimientos corporales.

• Revestimiento.

Otras funciones del sistema fascial son:

• Mantenimiento del bombeo circulatorio de la sangre y de la linfa.

• Ayuda en los procesos bioquímicos del cuerpo a través de las actividades del líquido
intersticial.

• Ayuda en la preservación de la temperatura corporal.

• Ayuda en el proceso de curación de las heridas (producción de colágeno).

Funciones Básicas del Sistema Fascial

Protección
El sistema fascial forma una completa e ininterrumpida red protectora del cuerpo. Protege a
cada uno de los componentes corporales de una forma individual, y también actúa como un
sistema de protección global. Por su resistencia, permite mantener la integridad anatómica de
diferentes segmentos corporales y conservar su forma más conveniente. Hay que aclarar que
este proceso no significa un incremento gradual de rigidez, sino un proceso de adaptabilidad.
En él, la fascia ajusta sus tensiones en respuesta a las necesidades funcionales. Por ejemplo, el
«tono» fascial alrededor de los riñones es más fuerte del que rodea, por ejemplo, a los
intestinos, por el hecho de que las necesidades del movimiento son diferentes.

La fascia constituye la primera barrera protectora contra las variaciones de tensión en


respuesta a los impactos mecánicos internos y externos; los absorbe y, de esta forma, preserva
la integridad de la estructura que envuelve y protege. Actúa como un amortiguador y como un
sistema de dispersión del impacto. Esta función es muy importante en las meninges.

La elasticidad del sistema fascial disminuye gradualmente con la edad, lo que se refleja en
una menor capacidad protectora. Este proceso se puede observar fácilmente en la piel. Al

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pinchar la piel de una persona joven, la marca desaparece rápidamente, lo que no ocurre en
una persona mayor.

Una parte importante de la respuesta protectora del sistema fascial está condicionada por la
concentración local de proteoglucanos y de ácido hialurónico. Las etapas de síntesis y
metabolismo de ambos pueden verse afectadas por factores endógenos (hereditarios, errores
genéticos) y también exógenos (malnutrición, infecciones, traumatismos, estrés).

En ambos casos, se produce una densificación de las fibras de colágeno y un endurecimiento


de la sustancia fundamental, lo que, con el tiempo, conduce a la formación de calcificaciones.
Por esta razón, en las inserciones de los tendones sometidos a prolongadas tensiones o a
repetidos y fuertes estiramientos, se observan calcificaciones (por ejemplo, en la columna
vertebral, la articulación del codo o en el tendón de Aquiles). En el proceso de defensa y
adaptación funcional, el tejido conectivo se transforma en un material duro y resistente que
forma una calcificación. De esta manera, el cuerpo presenta mayor protección.

El sistema fascial actúa principalmente contra las tensiones excesivas y otros impulsos
mecánicos que puedan agredir al cuerpo de una manera súbita. En el proceso de protección, el
sistema fascial puede cambiar su densidad de acuerdo a los requerimientos mecánicos. Sin
embargo, nunca llega a la rigidez, manteniendo siempre una cierta elasticidad en respuesta a
las solicitudes que debe experimentar la zona controlada por la fascia de acuerdo a las
necesidades funcionales. El sistema fascial puede, en este proceso, reemplazar un haz
muscular, algo que ocurre, por ejemplo, en el tracto iliolumbar o en la fascia plantar.

Absorción de los impactos y amortiguación de las presiones.


El cuerpo es propenso a diversos tipos de traumatismos, y las ondas de impacto pueden
afectar a las distintas estructuras. El sistema fascial es capaz de amortiguar esta onda y de
absorber el impacto, atenuando su intensidad y preservando la integridad física del cuerpo.
En el proceso de absorción de los impactos, el tejido
graso desempeña un papel importante. Entre las
principales funciones de la fascia a nivel superficial
destacan el soporte y la definición de la grasa del
tronco y de las extremidades, así como el sostén de la
piel con respecto a los tejidos subyacentes.

La grasa, controlada por el sistema fascial, forma una especie de almohadillas de protección
con un espesor variable según la región corporal. Por esta razón, los golpes recibidos, por
ejemplo, en el glúteo son menos dolorosos que los recibidos en la parte anterior de la tibia. En
el abdomen, donde no existe protección ósea como la que existe en el tórax, la grasa protege a
los órganos de la cavidad abdominal con el fin de permitir su desarrollo funcional normal.

"La función amortiguadora del sistema fascial se debe


principalmente a las propiedades de los proteoglucanos, que se
convierten en amortiguadores de impacto, actuando como
lubricantes frente a las solicitudes mecánicas intensas y
repetidas."

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Formación de los compartimientos corporales.


Como ya se mencionó con anterioridad, prácticamente no hay parte alguna del cuerpo que no
esté cubierta por el sistema fascial que, en forma de sutiles cubiertas, envuelve hasta el
elemento anatómico más pequeño. Sin embargo, la fascia por una parte divide, pero por la
otra unifica y conecta.

Los tabiques musculares, por ejemplo, en las


extremidades, permiten englobar la acción
muscular de una región determinada. El
sistema fascial facilita, de esta manera, la
formación de los grupos funcionales, y
permite a un músculo, uniendo su acción con
la de diferentes compañeros, ejecutar
movimientos incluso a veces opuestos. Un
ejemplo de esta acción es el comportamiento
de los músculos aductores que, según el grado
de flexión del muslo, pueden actuar como
flexores o extensores de la cadera (Kapandji,
1977). Estas divisiones continúan también
dentro de los músculos, permitiendo la
especialización de los grupos de fibras en una actividad precisa, ya sea de sostén o de
ejecución de un movimiento determinado.

Determinación de la forma de los músculos y mantenimiento de la masa muscular en una


posición funcional óptima.
Esta propiedad permite incrementar la eficacia mecánica de los movimientos. Dependiendo de
la distribución de las fibras, el sistema fascial puede restringir la amplitud del movimiento en
cualquier nivel o incrementar la fuerza muscular. El sistema fascial anclado en el sistema óseo
está constituido por una serie de tubos y láminas que se dirigen en diferentes direcciones,
según los requerimientos de cada región.

Las láminas fasciales se colocan en diferentes niveles; en la mayor parte de los casos, la
orientación de las fibras de cada uno de los niveles se dirige en otra dirección. De esta forma
protegen un segmento determinado, facilitando un movimiento en particular, logrando su
solidez, eficacia, fuerza y resistencia.

Suspensión.
Cada componente del cuerpo humano tiene una ubicación precisa. Cualquiera que sea su
función, la ubicación está determinada por el sistema fascial y debe analizarse dentro de las
funciones específicas de cada componente en cuestión. El sistema fascial mantiene la cohesión
interna y externa de cada estructura corporal, permitiéndole su fijación, pero por otro lado, le
permite cierto grado de movilidad.

El proceso de suspensión se modifica según el comportamiento del sistema fascial marcado


por sus requerimientos funcionales. Se produce el fenómeno de adaptabilidad dentro de los
requerimientos mecánicos, que se debe a la capacidad de la fascia respecto a los cambios
plásticos para facilitar, de esta forma, la fisiología del cuerpo.

Sostén.
El mantenimiento de la integridad anatómica del cuerpo corre a cargo del sistema fascial, y
esto hay que entenderlo dentro de la interdependencia de las diferentes estructuras
TOMO I INTRODUCCIÓN AL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE
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corporales. La fascia constituye el motor principal de la estabilidad de las articulaciones,


coordinado por la mecánica miofascial. Asegura la coherencia y el buen funcionamiento
fisiológico de los órganos internos.

Soporte.
El sistema fascial constituye el soporte, no sólo del sistema locomotor, sino también de los
sistemas nervioso, vascular y linfático. Estas estructuras están constituidas en parte por
fascias, a fin de mantener su forma anatómica. A través del sistema fascial se produce la
interdependencia entre los sistemas nervioso, vascular y miofascial. Esta relación intrínseca
parte desde el desarrollo embrionario del cuerpo, formando el soporte y la guía de los
sistemas vascular y nervioso.

Cohesión de las estructuras del cuerpo: soporte del equilibrio postural.


Al considerar la importancia del sistema fascial en el control del movimiento corporal en todos
sus niveles, hay que subrayar su importancia en el manejo y el mantenimiento de una postura
eficaz.
Se considera que el desequilibrio del sistema fascial influye considerablemente en la formación
de compensaciones posturales, compensaciones que, con el tiempo, crean hábitos
inadecuados llevando a la aparición de diferentes patologías.

Nutrición del tejido.


El sistema fascial superficial participa también en el proceso de sudación, ayudando en la
conservación de la temperatura corporal, y en él nace una gran parte de los capilares que
cumplen con la función nutricional. Ayuda en la curación de las heridas (producción de
colágeno). El proceso se realiza mediante el tejido de granulación, que induce la cicatrización.

Coordinación hemodinámica.
Los sistemas vascular y linfático no pueden disociarse del sistema fascial. Formando con ellos
una armonía casi perfecta, el sistema fascial soporta los sistemas circulatorios del cuerpo.
Concretamente, el sistema venoso y el sistema linfático tienen una estructura muy fláccida y
fácil de colapsar. La función de las válvulas no es suficiente para el proceso de retorno, y la
fascia suple este papel, trabajando como una bomba periférica que expulsa la sangre y la linfa
hacia el corazón.
Estos movimientos son ininterrumpidos y la acción es posible a través de la acción de las
envolturas fasciales propias de los vasos, así como también a través de las estructuras fasciales
de los músculos activadas a través de las contracciones musculares.

Comunicación de cambios.
El tejido conectivo es un complejo unitario; cubre cada componente corporal en todos sus
niveles. Es capaz de transmitir los impulsos mecánicos y comunicar los cambios relacionados
con la patología, así como también con el proceso de curación.

Se puede concluir que un funcionamiento correcto del sistema


fascial significa una garantía del buen estado funcional del
cuerpo y, por lo tanto, de una buena salud.

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Histología del tejido conectivo.


Bajo el nombre de tejido conectivo se incluye una gran variedad de tejidos responsables de
facilitar al cuerpo fuerza, elasticidad, densidad, nutrición, defensa y otras propiedades,
definidas de distintos modos dependiendo del enfoque del análisis corporal que realicemos.

La función esencial del tejido conectivo no es solamente, como su nombre indica, conectar
entre sí diferentes elementos corporales, sino también «equilibrar la función entre una
eficiente estabilidad y una apropiada flexibilidad» (Bienfait, 1999).

Estas funciones simultáneas pueden obtenerse combinando correctamente las proporciones


de los componentes que permiten formar una estructura más flexible (tendón) o una
estructura muy estable (hueso).

Desde un enfoque estructural, podemos definir al tejido conectivo como un material


compuesto por proteínas insolubles (principalmente el colágeno y la elastina) sumergidas en
una sustancia gelatinosa fundamental.

Estos elementos y los tejidos que los rodean actúan como un sistema integrado y no como
entidades separadas. Como todas las proteínas, la elastina y el colágeno se renuevan, pero, al
ser la elastina una proteína de larga duración, tiene una formación estable, mientras que el
colágeno, proteína de corta duración, se modifica durante toda su vida.

El cuerpo humano no posee una unidad central que gobierne el resto de los componentes. No
hay grados de importancia. El funcionamiento de todo el sistema depende de la integridad de
las acciones de todos los componentes del cuerpo.

El tejido conectivo se divide en tres tipos: el tejido conectivo propiamente dicho, el tejido
conectivo específico (tejido adiposo, tejido reticular) y el tejido conectivo esquelético, que
forma el cartílago y el hueso.

Los tres tienen la misma base embriológica, formándose en la cuarta semana de vida, a partir
del todavía primitivo mesodermo. Interés particular tiene el tejido conectivo propiamente
dicho, que se clasifica, según la densidad, la proporción y la orientación de sus fibras y el tipo
de células presentes, en tres grupos básicos:

Denso regular (presente en los ligamentos y tendones, las fibras de este tejido están
orientadas en la dirección más adecuada para resistir las tensiones mecánicas a las que están
sometidas); denso irregular (presente en las cápsulas articulares, el periostio, la aponeurosis y
en todos los sitios donde se requiere una gran resistencia mecánica multidireccional) y laxo
(presente en las envolturas viscerales, neurológicas y musculares, así como también en la
fascia subcutánea).

Las propiedades biomecánicas del tejido conectivo dependen, por una parte, del número y la
orientación de las fibras de colágeno en relación con la proporción de la sustancia
fundamental, y por otra, de la proporción entre la cantidad de fibras de colágeno y de elastina.
La elasticidad de las fibras del tejido conectivo junto con la viscosidad de la sustancia
fundamental definen sus propiedades de viscoelasticidad, que aseguran su normal movilidad.
Sin embargo, este comportamiento se imposibilita cuando existe una restricción del sistema
fascial.

Los cambios en la calidad de la sustancia gelatinosa fundamental al adoptar un


comportamiento principalmente estacionario (hipomovilidad) estimulan la producción de una

TOMO I INTRODUCCIÓN AL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


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excesiva cantidad de entrecruzamientos entre las fibras de colágeno, alterándose así la


proporción entre las necesidades de la fuerza tensil y la movilidad. Este proceso facilita
también el atrapamiento de toxinas, gérmenes, parásitos, cuerpos extraños, y otros.

COMPOSICIÓN HISTOLÓGICA DEL CUERPO HUMANO

• Tejido muscular.

• Tejido nervioso.

• Tejido epitelial.

• Tejido conectivo.

La combinación de los tejidos mencionados permite formar los diferentes órganos que
componen el cuerpo humano.

COMPOSICIÓN HISTOLÓGICA DEL TEJIDO CONECTIVO


Como se mencionó anteriormente, el principal componente del tejido conectivo es la sustancia
fundamental, parecida a un gel, en la que
se encuentran sumergidas muy separadas
entre sí, diferentes células y fibras. El tejido
conectivo está presente en todo nuestro
cuerpo, cumpliendo, por un lado, con las
funciones de soporte y unión entre las
diferentes estructuras del organismo, al
formar límites de encapsulamiento de los
órganos, definir así su tamaño y forma y,
por otro lado, definiendo a través de finos
tabiques, entre sí, a las diferentes
unidades.

Células.
Las células representan alrededor del 20% del volumen de todo el tejido conectivo y se dividen
en dos grupos principales: células fijas y células libres.

El primer grupo se caracteriza por poseer un ciclo vital largo y se las considera como
«verdaderas» células del sistema fascial, los fibroblastos, sintetizando sus principales
componentes.

En el segundo grupo, el de las células libres, destacan los macrófagos.

Estas células grandes desempeñan una doble función: preparar la herida para el proceso de
cicatrización, es decir, limpiar los detritos y controlar químicamente la cantidad de fibroblastos
necesarios para esa cicatrización (Savio, 1997; Leibovich, 1974). En cierto modo, los
macrófagos actúan como pequeños basureros, ingeriendo las células muertas, los restos
celulares y cualquier otro tipo de partículas extrañas; además, participan en la presentación de
los antígenos.

Como un dato importante, se debe mencionar que, según varios investigadores, el empleo de
cortisona en la etapa inicial del proceso inflamatorio puede inhibir la función de los

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macrófagos y retrasar la producción de las fibras indispensables para la cicatrización


(Leibovich, 1974; Fowler, 1989).

Matriz Extracelular.
Es el medio en el que crecen, viven y se desplazan las células. La matriz influye activamente en
todas estas actividades (Robbins, 2000) y se compone de dos elementos principales: las fibras
y la sustancia fundamental.

Las fibras:

– Elastina.
Es una proteína que permite disponer de suficiente elasticidad en lugares específicos, como
por ejemplo los tendones, los ligamentos, la piel y las arterias.

Esta elasticidad es explicable por sus características: su propia estructura es elástica, pero la
red (malla) de la elastina también es elástica y fácilmente deformable. Sin embargo, la elastina
es una estructura estable y no experimenta muchos cambios durante su vida. Al someterla a
una fuerza de estiramiento excesiva, la fibra se rompe y en consecuencia sus extremos se
retraen rápidamente y se enrollan.

En los órganos que deben soportar la acción continua de las fuerzas externas e internas, como,
por ejemplo, los pulmones, que se expanden con cada inspiración y deben regresar a su
volumen original durante la espiración, podemos observar una abundante cantidad de fibras
de elastina (Bloom-Fawcett, 1999).

– Colágeno.
El colágeno es la proteína más abundante en el cuerpo humano, y asegura a la fascia la fuerza
y protección de los estiramientos excesivos. Las fibras de colágeno son flexibles, pero
individualmente no son elásticas. Aunque las fibras ofrecen mucha resistencia a los
estiramientos, todo lo contrario sucede con la compresión, debido a la elevada relación entre
su capacidad de extensibilidad y su espesor, que le permite «abrocharse», es decir, ajustarse
bajo la carga de compresión (Nordin, 1986).

Podemos comparar este fenómeno con el comportamiento de las cuerdas de nailon, que
individualmente no se pueden estirar, aunque el tejido fabricado con ellas se caracteriza por
una gran elasticidad. El colágeno es el componente más complejo y más importante en el
sistema fascial. Sin colágeno, un ser humano quedaría reducido a un montón de células unidas
por algunas neuronas (Robinns, 2000).

Una de las características de todos los tipos de colágeno —hay cinco tipos de colágeno
agrupados en tres categorías (Spodaryk, 1996)— es su rígida estructura helicoidal, de donde
procede su propiedad protectora. Las grandes fibras del colágeno se caracterizan por una
capacidad limitada de estiramiento longitudinal, lo que indica que están formadas por
subunidades de menor tamaño (Blomm-Fawcett, 1999). El sistema fascial está compuesto
principalmente por las fibras tipo I, que representan el 90% del total del colágeno corporal.

– Reticulina.
Es una proteína muy fina, una especie de colágeno inmaduro.
Se observa masivamente en el estado embrionario; posteriormente de una manera gradual, es
sustituida por el colágeno. Formando una delgada y fina malla, se encuentra principalmente
sobre la superficie de los vasos sanguíneos, los nervios y los ganglios linfáticos.

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Sustancia Fundamental.
Ocupa todo el espacio situado entre las células y las fibras del tejido conectivo, y es una
especie de sustancia gelatinosa compuesta por largas y entrelazadas moléculas de
proteoglicanos, formados por cadenas de glucosaminoglicanos (GAG) y con un gran contenido
de agua. Estas proteínas tienen propiedades hidrófilas, es decir, atraen el agua hacia el interior
del tejido y permiten que éste se hinche.

Este mecanismo es indispensable para un mantenimiento correcto de las propiedades


mecánicas del tejido conectivo. La capacidad de hincharse se relaciona, por una parte, con la
concentración de glucosaminoglicanos, y por la otra, con el incremento de la tensión
desarrollada a través de la red de las fibras de colágeno.

En condiciones normales, entre estas dos propiedades debe existir un perfecto equilibrio. La
capacidad que tienen los GAG de atraer el agua y hacer que el tejido se hinche mantiene la red
de colágeno en un estado de preestrés incluso aunque no existan fuerzas externas. La
sustancia fundamental tiene el aspecto de un gel incoloro y translúcido, con apariencia y
consistencia de una rica hidratación.

El agua es indispensable en la organización estructural de la


matriz extracelular. La mayor parte del agua que ocupa este
espacio tiene la capacidad de moverse libremente, por lo que la
sustancia fundamental puede actuar como lubricante,
limpiador y distribuidor de nutrientes.

Especialmente, la combinación del agua y el ácido


hialurónico facilita la lubricación entre las fibras de
colágeno, incrementando la viscosidad de esta solución
acuosa (Akeson et al, 1967). La función de distribución de
nutrientes como, por ejemplo, los aminoácidos o los
monosacáridos, permite que éstos penetren desde la
sangre hacia las células, pero también constituye una vía de
transporte para los desechos del metabolismo.

Esta interesante y compleja dinámica se conoce en fisiología


con el nombre de microcirculación, y ya fue descrita antes
del año 1906 por el fisiólogo británico E. H. Starling, quien
señaló que la cantidad de líquido que pasa desde los
capilares al intersticio es sensiblemente similar a la que el
intersticio devuelve a la sangre más la que extraen los capilares linfáticos. Bloom explica el
equilibrio de Starling de la siguiente manera: «La presión hidrostática en el extremo arterial de
los capilares hace que el agua y los electrólitos pasen a través de la pared celular hacia la
sustancia fundamental. Una parte de este líquido penetra de nuevo en la sangre por el extremo
venoso de los capilares, donde la presión hidrostática es menor, y otra parte vuelve a la sangre

TOMO I INTRODUCCIÓN AL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


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a través de los vasos linfáticos. El líquido entra y sale normalmente de la sustancia


fundamental al mismo ritmo.»

Este transporte se realiza a través del líquido tisular del espacio intersticial, que se renueva
constantemente. Se considera que este espacio contiene una serie de finos canales por los que
circulan los productos generados por la sangre en su camino hacia el sistema venoso y linfático
(Hargens et al., 1986).

El curso normal de este fenómeno está controlado por una carga mecánica adecuada,
proporcionada en condiciones normales por el movimiento natural que realiza el cuerpo. La
falta de un movimiento apropiado (sobrecarga, hipomovilidad, o ambas) impide el proceso
natural del transporte y no sólo facilita la captación de las toxinas, sino que también disminuye
el estímulo del metabolismo celular y reduce la capacidad de crecimiento y de curación del
tejido.

El uso apropiado de las estrategias


mecánicas en la aplicación de las
terapias miofasciales permite
modificar la estructura del
contenido del espacio intersticial,
así como liberar las toxinas
atrapadas, facilitando, de este
modo, el proceso de su liberación y
transporte hacia los sistemas
venoso y linfático.

Los cambios de calidad de la


sustancia fundamental, a raíz de
las restricciones del sistema fascial,
que conducen a una
hipomovilidad, endurecen su
contenido, lo que se presta
fácilmente a una captación de
toxinas. De igual modo, la
sustancia fundamental forma una
barrera de protección contra la
invasión de microorganismos y
bacterias, y permite mantener la
distancia crítica entre las fibras,
evitando de esta manera la
formación de microadherencias.

Como se mencionó anteriormente, los GAG tienen la propiedad de atraer y retener agua,
proceso que tiene mucha importancia por el hecho de que, según la cantidad de agua
retenida, se puede regular el estado general de la sustancia fundamental de una composición
semilíquida, de apariencia semiviscosa, a una sustancia semisólida. Esta regulación permite
también producir el efecto de absorción de choque contra las excesivas fuerzas mecánicas,
así como mantener la distancia crítica entre las fibras de colágeno.

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Composición del Tejido Conectivo Propiamente Dicho.


La distribución de los componentes básicos del tejido conectivo (células, fibras y sustancia
fundamental) es diferente en las distintas regiones del cuerpo y depende de las necesidades
de cada una de ellas. Según su composición, o mejor dicho de la proporción de los
componentes mencionados, se le asigna al tejido conectivo diferentes nombres. Analizaremos
a continuación los dos grupos principales: el tejido conectivo denso y el tejido conectivo laxo.

• Tejido conectivo denso regular (presente en los tendones, los ligamentos y las aponeurosis).
En los tendones, las fibras de colágeno tienen una orientación paralela, y por su gran
concentración crean una estructura de mucha flexibilidad, por un lado, y de gran resistencia al
estiramiento, por otro. Esta orientación permite soportar grandes fuerzas de tensión
unidireccionales y, al mismo tiempo, limita la capacidad de extensibilidad.

• Tejido conectivo denso irregular (presente en las cápsulas articulares, la dermis, el periostio,
la aponeurosis, la duramadre, las vainas de los grandes nervios y en todos los sitios en los que
se precisa una gran resistencia mecánica multidireccional) (Spodaryk, 1996, Bochenek, 1997).

Se caracteriza por una gran cantidad de fibras y poca sustancia fundamental. Las fibras
(principalmente el colágeno y también la elastina) se distribuyen en diferentes direcciones en
el mismo plano, formando un complejo compacto en el que encontramos también fibroblastos
dispersos. Al modificar su forma, este tejido tiene la capacidad de cambiar su arquitectura
remodelando las fibras y facilitando su transformación. Sin embargo, su estructura molecular
no cambia, transformándose en tejido denso regular o laxo irregular.

• Tejido conectivo laxo (presente en las envolturas viscerales, neurológicas y musculares, así
como también en la fascia subcutánea). Se caracteriza por un limitado número de fibras
entrelazadas entre sí de una manera laxa (Bloom-Fawcett, 1999).
Es el elemento de unión que se encuentra prácticamente en todo el cuerpo, penetrando hasta
los rincones más remotos y los más elementales de diferentes estructuras. Por un lado, separa
las estructuras definiendo a la vez su contorno, y por el otro, conecta entre sí las estructuras
elaboradas de otros tejidos. Permite una gran elasticidad (Spodaryk, 1996; Bochenek, 1997).

Estructura y Síntesis de Colágeno.


El colágeno es la proteína más común en el cuerpo humano (más del 30% del total), representa
el 6% de todo el peso corporal, y al extraer el agua de los ligamentos y tendones, supone el
60% de su contenido (Spodaryk, 1996; Bochenek, 1997).

Como se expuso anteriormente, la mayor parte de las células del tejido conectivo denso son
fibroblastos, que secretan (producen) las futuras fibras de colágeno. La síntesis del colágeno se
realiza en varias etapas y depende, en gran parte, de las presiones y tensiones mecánicas, así
como de la cantidad, la calidad y la dirección del movimiento. En la fase intracelular se forma
el tropocolágeno. Los aminoácidos forman las cadenas de polipéptidos, que se unen entre sí a
través de débiles puentes de hidrógeno intramolecular.

La maduración de estas fibras consiste en el fortalecimiento de los entrecruzamientos


intermoleculares. Dependiendo de las necesidades, la continuidad de formación de los
entrecruzamientos puede favorecer o perjudicar a la capacidad mecánica del tejido. Cuanto
mayor sea la cantidad de entrecruzamientos intermoleculares (lo que sucede, por ejemplo, en
el hueso), más fuerte será éste. El exceso de entrecruzamientos en el tendón, en la fascia o en
la cicatriz de los tejidos blandos que se forma después de un traumatismo o a consecuencia

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de la hipomovilidad, limitaría de una manera innecesaria la flexibilidad del mencionado


tejido.

El progresivo endurecimiento del colágeno corporal se produce por el proceso de


envejecimiento del cuerpo y conduce, finalmente, a la formación de osificaciones y depósitos
de calcio.

Es posible controlar la cantidad de entrecruzamientos en el tejido cicatrizal mediante un


movimiento apropiado. Este movimiento permite conseguir una alineación adecuada de las
fibras, su correcto grado de entrecruzamientos y, por tanto, una apropiada elasticidad

Características del Colágeno:

• El colágeno es el principal componente del tejido cicatrizal.

• Las fibras de colágeno proporcionan al tejido una gran fuerza tensil.

• Cada fibra individual tiene capacidad de movimiento dentro de la sustancia fundamental.


Este movimiento es principalmente de deslizamiento y desplazamiento; sin embargo, también
podemos hablar de un intento de compresión y tensión.

• La disposición de las fibras individuales de colágeno, así como del paquete de fibras,
determina la calidad de la elasticidad del tejido conectivo.

• Las fibras de mayor tamaño adoptan una forma ondulada si no se encuentran bajo tensión
(Bloom-Fawcett, 1999).

• Los paquetes de fibras se orientan paralelos a la línea de acción de las fuerzas mecánicas; sin
embargo, siempre conservan su estructura de triple espiral. Esta forma de actuar les permite
absorber las fuerzas mecánicas que actúan a lo largo de su recorrido y, de este modo,
controlar el grado de tensión (Amiel, 1982)

• La respuesta mecánica de las fibras de colágeno es una gran resistencia a la elongación y una
escasa capacidad de defensa frente a la compresión.

Las fibras de colágeno son flexibles, pero individualmente carecen de elasticidad.

• En presencia de una continua y prolongada tensión, las moléculas de colágeno se orientan en


serie.

• En presencia de una tensión de corta duración, pero aplicada de un modo repetitivo, las
moléculas de colágeno se orientan de forma paralela, lo que facilita la densificación del tejido,
que se vuelve más compacto, más resistente y, sin embargo, pierde progresivamente su
elasticidad.

• Las fibras de colágeno son casi inextensibles. Solamente el hecho de tener la orientación de
sus fibrillas en forma sinusoidal les permite un pequeño grado de movimiento.

• El colágeno es una estructura inestable. El promedio de vida de las fibras de colágeno en un


tejido maduro y traumatizado oscila entre 300 y 500 días.

Después de este tiempo, se sintetizan nuevas fibras que sustituyen a las viejas (Neuberger et
al, 1953, Cantu y Grodin, 2001). Las nuevas fibras de colágeno se depositan según el estrés

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mecánico aplicado al tejido. Si existe un déficit prolongado del movimiento, se produce un


acortamiento adaptativo de acuerdo con la densidad del colágeno depositado.

• El colágeno puede densificarse. Así actúa si existe una hipomovilidad o bajo un estrés
mecánico excesivo. A medida que pierde elasticidad, pierde gradualmente sus propiedades
mecánicas, como por ejemplo la resistencia. El proceso es, en cierto modo, un círculo vicioso,
porque cuanto menos movimiento haya, más duro se vuelve el colágeno, y a la vez que se va
endureciendo disminuye su movilidad.

• La renovación de las fibras de colágeno es mayor en el período de crecimiento. En la edad


adulta, permanece estable.

Proceso de formación de los entrecruzamientos patológicos entre las fibras de colágeno.


A lo largo de las páginas de este apunte se ha comentado la importancia que tiene un
movimiento adecuado para la salud y el bienestar del cuerpo. El tejido conectivo no escapa a
este enfoque; incluso, el análisis del déficit del movimiento en el tejido conectivo nos puede
aclarar muchas dudas al respecto.

Ante todo, debemos recordar que el movimiento es una acción preventiva contra la formación
de retracciones y adherencias. La inmovilización del tejido conectivo, por las razones
anteriormente mencionadas y entre las que destacan el traumatismo de origen físico o
emocional, así como la hipomovilidad (secuela de la kinesiofobia), produce cambios en su
calidad. Este déficit del movimiento apropiado altera la longitud del tejido conectivo que, en
consecuencia, tiende a adaptarse a la distancia más corta entre sus puntos de inserción.
Lamentablemente, este comportamiento trae consigo la progresiva pérdida de la función y la
instalación del dolor.

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