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Has huido del aliento del mundo retirándote a una mazmorra suntuosa donde no sopla brisa

alguna, y mucho menos un hálito. ¡oh!, aléjate de todo lo que te es familiar, personal y seguro,
desecha toda intimidad, sé valiente, ¡cuánto tiempo hace que duermen ya tus cien oídos! Quédate
solo y pronuncia las palabras no destinadas a nadie, otras, nuevas, tal como te las brinda el aliento
del mundo. Toma los caminos trillados y rómpelos sobre tus rodillas. Si hablas con algún humano,
que sea de aquellos que no volverás a ver. Busca el ombligo del mundo. Desprecia el tiempo, deja
escapar el futuro, ese miserable espejismo. No vuelvas a decir cielo. Olvida que ha habido
estrellas, deséchalas como si fueran muletas. Prosigue solo e inseguro. Deja de contar frases de
papel. Desbórdate o calla. Tala los árboles de la afectación, no son más que antiguos preceptos
disfrazados. No te rindas, el hálito del mundo volverá a atraparte y a conducirte. No pidas nada y
nada te será dado. Desnudo, sentirás los dolores del gusano, no los del amo. Salta por los huecos
de la clemencia, desciende a mis pies. Abajo, en lo más hondo, sopla el aliento del mundo.

Elías Canetti. El suplicio de las moscas.

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