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Existen cuatro principios básicos de toda la doctrina social de la Iglesia. Estos pilares son:
Dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad.
Toda persona, creada a imagen de Dios, posee una dignidad inalienable por la cual debe ser
tratada siempre como fin y no sólo como un medio. Cuando Jesús, adoptando la imagen del
Buen Pastor, habla de la oveja descarriada, nos enseña lo que piensa Dios del valor de la
persona humana. Dios no piensa en los hombres en masa, ni en porcentajes, sino como
personas individuales. Cada persona le es preciosa, insustituible.
La Iglesia tiene la correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque “el
hombre... en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma. En él ha impreso
su imagen y semejanza (cfr. Gén. 1, 26), confiriéndole una dignidad incomparable.” (CA 11).
Por ello, la Iglesia no piensa en primer lugar en el Estado, el partido, la tribu o en el grupo
étnico, sino que lo hace de las personas individuales. La Iglesia, como Cristo, defiende la
dignidad de las personas. Entiende el valor del Estado y de la sociedad como servicio a las
personas y a las familias, y no al revés. El Estado en particular tiene el deber de tutelar los
derechos de las personas, derechos que no provienen del Estado sino del Creador.
2° El bien común.
El segundo principio clásico de la doctrina social de la Iglesia es justamente el principio del
bien común. Está definido por el Concilio Vaticano II como “el conjunto de condiciones de
la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro
más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS 26).
El hombre, creado a imagen de Dios que es comunión trinitaria, alcanza la propia perfección
no aisladamente de los demás sino en comunidad. El egoísmo que nos lleva a buscar el bien
propio por encima del bien común, se supera a través de la búsqueda del bien común. El bien
común se opone, por el contrario, al utilitarismo, es decir a la máxima felicidad (placer) para
el máximo número de personas, que lleva necesariamente a la subordinación de la minoría a
la mayoría. La excelencia e inviolabilidad de la persona individual excluya esta posibilidad si
se subordina el bien de uno al bien de los demás, convirtiendo así al primero en un medio
para la felicidad de los otros.
Entre las múltiples implicaciones del bien común, adquiere inmediato relieve el principio del
destino universal de los bienes: «Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de
todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en
forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad».
Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes,
sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. He ahí, pues, la raíz primera del destino universal
de los bienes de la tierra. Ésta, por su misma fecundidad y capacidad de satisfacer las
necesidades del hombre, es el primer don de Dios para el sustento de la vida humana». La
persona, en efecto, no puede prescindir de los bienes materiales que responden a sus
necesidades primarias y constituyen las condiciones básicas para su existencia; estos bienes
le son absolutamente indispensables para alimentarse y crecer, para comunicarse, para
asociarse y para poder conseguir las más altas finalidades a que está llamada.
3° Subsidiariedad.
El tercer principio clásico de la doctrina social es el principio de la subsidiariedad. Ha sido
explicado por primera vez por el Papa Pío XI en su carta encíclica Quadragesimo Anno
(QA). Este principio enseña que las decisiones en la sociedad deben dejarse al nivel más
bajo posible, es decir al nivel más cercano de las personas sobre las que incide la decisión.
“Así como no es lícito quitar a los individuos y traspasar a la comunidad lo que ellos pueden
realizar con su propio esfuerzo e iniciativa, así tampoco es justo, constituyendo un grave
perjuicio y perturbación del recto orden social, quitar a las comunidades menores e inferiores
lo que ellas pueden realizar y ofrecer por sí mismos, y dárselo a una sociedad mayor y más
elevada, ya que toda acción de la sociedad, en virtud de su propia fuerza y naturaleza, debe
prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos”(QA 79).
Este principio ha sido formulado justamente a la sombra de las amenazas del totalitarismo
con su doctrina centralista de la subordinación de la persona al Estado. Nos invita a buscar
soluciones a los problemas sociales primero en el sector privado antes de solicitar la
intervención del Estado.
4° Solidaridad.
El cuarto principio básico de la doctrina social de la Iglesia ha sido explicitado recientemente
por el Papa Juan Pablo II en su carta encíclica Sollicitudo rei socialis (SRS-1987). Este
principio se llama el principio de la solidaridad. Frente a la globalización, es decir a la
creciente interdependencia de los hombres y los pueblos, es importante tener presente que la
familia humana es una. La solidaridad nos invita a crecer en nuestra sensibilidad con los
demás, y sobre todo con aquellos que sufren.
Pero agrega el Santo Padre que la solidaridad no es un mero sentimiento, sino una verdadera
“virtud” por la que nos hacemos responsables de los otros. El Santo Padre ha escrito que la
solidaridad “no es un sentimiento de vaga compasión o de ternura superficial por los males de
tantas personas, cercanas o distantes. Por el contrario, es la determinación firme y
perseverante de trabajar por el bien común: o sea por el bien de todos y cada uno porque
todos somos en verdad responsables de todos” (SRS, 38).
Se llama así a la situación social de desequilibrio o desajuste que brota desde dentro de las
estructuras sociales y se manifiesta en la perturbación del orden del Bien Común. En otras
palabras, es el fracaso del orden social que impide realizar su fin esencial que es el Bien
Común.
4. ¿Debe intervenir la Iglesia en la Cuestión Social? ¿Por qué?
a. La predicación. - Sobre diversos aspectos que abarcan lo social como, por ejemplo:
indisolubilidad del matrimonio, reino de Dios y autonomía de lo político, etc.
b. La presentación dogmática. - Los dogmas católicos contienen una carga social muy rica.
Ahí se encuentran expresados la dignidad de la persona humana y la exigencia de la
solidaridad fraterna.
Es el ser irrepetible, diferente de todo otro, incapaz de ser suplido por otro, con una vocación
y una tarea propias en la historia. La personalidad del hombre es la base de sus derechos
inalienables y es el fundamento de su dignidad.
El mandamiento del amor, sería, por lo tanto, el fundamento general de toda la doctrina
social de la Iglesia.
- El primer fundamento es, sin más, el propio mandamiento del amor: amar a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como si mismo. Este es el fundamente de toda la moral
cristiana, y por lo tanto de la doctrina social de la Iglesia, que forma parte de la moral. Jesús
dijo que el mandamiento doble del amor no es solamente el primero y más importante de los
mandamientos, sino que también es un resumen o compendio de toda la ley de Dios y del
mensaje de los profetas.
- Por ello, la doctrina social de la Iglesia da una respuesta a una pregunta: ¿Cómo debo amar
el prójimo en el contexto político, social y económico? Como sabemos bien, el amor de
Dios y del prójimo no se reduce a una obligación sentimental de asistir a misa y echar
algunas monedas en la cesta del ofertorio. Debe impregnar, de hecho, toda la vida y
conformar nuestras acciones y nuestro ambiente de acuerdo con el Evangelio.
- Este principio es muy importante para poder superar la tendencia a considerar la economía o
la política como algo completamente separado de la moral, cuando en realidad es
justamente allí donde el cristiano hace que su fe incida en la vida temporal.
El hombre es digno por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Ha sido constituido
señor de la entera creación: “Le diste el mandato sobre las obras de tus manos, todo lo
sometiste bajo sus pies” (Salmo 8). El hombre es digno porque vale la sangre misma de
Jesucristo, nuestro Redentor. El hombre es digno por la presencia de Dios en él. Jesucristo es
el hombre: la dignidad de todos los hombres.
9. ¿La encíclica que confirma el principio que el salario debe ser proporcionado no sólo a
las necesidades del trabajador, sino también a las de su familia, se llama?
La “Quadragesimo anno” confirma el principio que el salario debe ser proporcionado no sólo
a las necesidades del trabajador, sino también a las de su familia. El Estado, en las relaciones
con el sector privado, debe aplicar el principio de subsidiaridad, principio que se convertirá
en un elemento permanente de la doctrina social.
10. ¿Cómo se llama la encíclica del Papa Francisco que tiene como tema el cuidado de la
Casa Común?
La Encíclica toma su nombre de la invocación de san Francisco, «Laudato si’, mi’ Signore»,
que en el Cántico de las creaturas recuerda que la tierra, nuestra casa común, «es también
como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos
acoge entre sus brazos» Nosotros mismos «somos tierra (cfr Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo
está formado por elementos del planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y
restaura»
11. ¿Qué fines persigue la Iglesia en la elaboración y enseñanza de la Doctrina Social?
Está abierto también hacia el otro, a los demás hombres y al mundo, porque sólo en cuanto se
comprende en referencia a un tú puede decir yo. Sale de sí, de la conservación egoísta de la
propia vida, para entrar en una relación de diálogo y de comunión con el otro.
La persona está abierta a la totalidad del ser, al horizonte ilimitado del ser. Tiene en sí la
capacidad de trascender los objetos particulares que conoce, gracias a su apertura al ser sin
fronteras. El alma humana es en un cierto sentido, por su dimensión cognoscitiva, todas las
cosas: “todas las cosas inmateriales gozan de una cierta infinidad, en cuanto abrazan todo, o
porque se trata de la esencia de una realidad espiritual que funge de modelo y semejanza de
todo, como es en el caso de Dios, o bien porque posee la semejanza de toda cosa o en acto
como en los Ángeles o en potencia como en las almas”.
Es necesario, destacar que la vida comunitaria es una característica natural que distingue al
hombre del resto de las criaturas terrenas. La actuación social comporta de suyo un signo
particular del hombre y de la humanidad, el de una persona que obra en una comunidad de
personas: este signo determina su calificación interior y constituye, en cierto sentido, su
misma naturaleza.
Esta característica relacional adquiere, a la luz de la fe, un sentido más profundo y estable.
Creada a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26), y constituida en el universo visible para
vivir en sociedad (cf. Gn 2,20.23) y dominar la tierra (cf. Gn 1,26.28-30), la persona humana
está llamada desde el comienzo a la vida social: “Dios no ha creado al hombre como un “ser
solitario”, sino que lo ha querido como “ser social”.
La Gaudium et spes expresa que todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de
cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; todo
lo que viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas
corporales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo que ofende a la
dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos
arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes;
también las condiciones ignominiosas de trabajo en la que los obreros son tratados como
mero instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables.
Todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente infamantes, degradan la civilización
humana, deshonran más a quienes las practican que a quienes padecen la injusticia y son
totalmente contrarias al honor debido al Creador (GS N° 27)
- Aumento cuantitativo y extensivo del uso del sexo: Disminución cualitativa del sexo.
Propaganda en revistas, cantos, bailes, medios de comunicación social. Se ha variado el
umbral de la excitabilidad: hay que consumir más para tener placer.
- Aceleración del ritmo de vida: Todo se hace más rápido. Ejemplo: Un carro al correr 100
km/h, se gasta más rápido que si corriera a 40 km/h.
16. ¿Por qué todas las personas poseen el derecho inalienable a la educación?
La Doctrina Social de la Iglesia enseña que todos los hombres, con independencia de la raza,
condición social, edad y sexo, en virtud de su dignidad de personas, poseen el derecho
inalienable a la educación, orientando el desarrollo armonioso de todas sus capacidades
físicas, morales como intelectuales, religiosas, artísticas y sociales.
La formación de los Laicos es una prioridad de máxima urgencia para toda la Iglesia. Para
que puedan asumir más conscientemente sus responsabilidades como laicos militantes en la
vida y misión de la Iglesia. Es de suma urgencia, especialmente grave en nuestro tiempo, de
superar la ruptura entre fe y vida, entre Evangelio y cultura, y, en fin, sobre la necesidad de
animar a todos a emprender un proceso de formación integral, espiritual, doctrinal y
apostólica, a fin de ser y vivir lo que confiesan y celebran, y anunciar lo que viven y esperan.
Durante siglos, la Iglesia ha aprovechado todos los medios de comunicación social para
evangelizar: predicación, escritura, teatro, arquitectura, música, pintura, escultura,
manifestaciones populares (procesiones, fiestas patronales, romerías, etc.) Pero últimamente,
a partir de finales del siglo XIX ha aparecido los llamados “masamedia”, capaces de
potenciar la difusión de este anuncio gozoso.
No es de extrañar, pues, que los medios de comunicación social, por su importancia para la
Iglesia y por su actualidad en el mundo de hoy, sean de alusión obligada en todas las
manifestaciones de la Iglesia sobre la realidad de hoy, tanto en encíclicas, cartas apostólicas,
discursos pontificios (Pablo VI y Juan Pablo II en la ONU) como en documentos específicos:
Inter mirifica (Entre los maravillosos: Sobre los Medios de Comunicación), Communio et
progressio (Comunión y desarrollo) y Aetatis novae (Nueva era).
19. ¿Cuál considera usted que es el mensaje central de la Encíclica Laudato Si?
La Encíclica toma su nombre de la invocación de san Francisco, «Laudato si’, mi’ Signore»,
que en el Cántico de las creaturas recuerda que la tierra, nuestra casa común, «es también
como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos
acoge entre sus brazos» Nosotros mismos «somos tierra (cfr Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo
está formado por elementos del planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y
restaura»
Pero ahora esta tierra maltratada y saqueada clama y sus gemidos se unen a los de todos los
abandonados del mundo. El Papa Francisco nos invita a escucharlos, llamando a todos y cada
uno –individuos, familias, colectivos locales, nacionales y comunidad internacional– a una
“conversión ecológica”, según expresión de San Juan Pablo II, es decir, a «cambiar de ruta»,
asumiendo la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta ante el «cuidado de la
casa común».
Al mismo tiempo, el papa Francisco reconoce que «se advierte una creciente sensibilidad con
respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa
preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta», permitiendo una mirada de
esperanza que atraviesa toda la Encíclica y envía a todos un mensaje claro y esperanzado:
«La humanidad tiene aún la capacidad de colaborar para construir nuestra casa
común»; «el ser humano es todavía capaz de intervenir positivamente»; «no todo está
perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, pueden también
superarse, volver a elegir el bien y regenerarse ».
Esta asignatura nos ayuda a estar informados, reflexionar, conocer a profundidad las
conductas de los seres humanos, y tener un concepto claro de lo que es la doctrina social de la
iglesia, basada en valores, justicia y convivencia pacífica.
Un punto clave es la fomentación de los valores éticos y morales en nuestra sociedad, de esta
forma la doctrina social de la iglesia debe ser conocida y practicada en toda profesión y
presente en los diversos ámbitos sociales.