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San Agustín de Hipona: luces y sombras

Alejandro Ávila Martínez


Introducción a la Vida Espiritual – Pbro. Lázaro Prado Evangelista
Seminario Mayor “Del Buen Pastor” – Curso Introductorio

Mucho es lo que se habla acerca de la vida de este hombre, quien dejo un gran
testimonio intelectual y de vida que perdura a través de los siglos, incluso se
puede afirmar que es casi imposible que sea olvidado pues dentro de sus escritos
académicos y autobiográficos ha dejado un gran legado y fuente de
conocimientos trascendentes, que motivan a tantos a dejar atrás la vida de pecado
y entregarse al Dios vivo.

San Agustín nació en Tagaste (Argelia actual) el 13 de noviembre del 354 y murió
en Hipona el 28 de agosto del 430. Su padre, Patricio, un pagano de posición
social acomodada, que luego de una larga resistencia a la fe, hacia el final de su
vida se convierte al cristianismo. Mónica, su madre, era una devota cristiana. Al
enviudar, se consagró totalmente a la conversión de su hijo Agustín. Lo primero
que enseñó a su hijo Agustín fue a orar, pero luego de verle gozar de esas santas
lecciones, sufrió al ver cómo iba apartándose de la Verdad hasta que su espíritu
se infectó con los errores maniqueos y, su corazón, con las costumbres de la
disoluta Roma. Mónica confiando en las palabras de un Santo Obispo que le dijo:
“el hijo de tantas lágrimas no puede perderse”, no cesó de tratar de convertirle por
la oración y la persuasión hasta lograrlo.

A los 32 años San Agustín entrega su persona a Dios, luego de una permanente
búsqueda convirtiéndose a la fe católica. Aunque Agustín no pensaba en el
sacerdocio, fue ordenado en el 391 por el Obispo de Hipona, Valero, quien le tomó
por asistente. Algo parecido sucedió cuando se le consagró como obispo en el
395. Entonces abandonó el monasterio de laicos y se instaló en la casa episcopal,
que transformó en un monasterio de clérigos. San Agustín es uno de los ejemplos
fundamentales de la búsqueda constante de Dios, de la verdad, del conocimiento.
Esta búsqueda no la hizo en soledad sino en estrecha relación con los otros, en
especial su madre Santa Mónica y sus amigos. San Agustín dice: “Necesitamos
de los otros para ser nosotros”. Esta es otra enseñanza de Agustín, la importancia
de la comunidad para la vida personal y para la búsqueda de la verdad en la
reflexión y el diálogo con los otros.

Sombras

Ladrón: Relata el santo que a la edad de 16 años gustaba de la práctica de robar


cosas para la propia diversión ya que no le faltaba nada en el sentido material,
disfrutaba de robar peras junto con sus amigos, para después lanzarlas a los
cerdos y huir para no ser atrapados.

Concupiscencia: “Y se formó en mi cabeza un matorral de concupiscencias que


nadie podía arrancar”. Desde los 16 años comenzó dentro de su conciencia un
gran cumulo de imágenes relacionadas a los actos impuros, lo cual lo atormento
hasta su conversión en la treintena de su vida. Dentro de esto podemos destacar
que tuvo un hijo sin haberse casado, y al ser abandonado por la mujer y su hijo,
quedó comprometido a casarse de nuevo con una joven de 16 años, pero fue tal
su impaciencia que decidió irse con más mujeres y relacionarse sexualmente con
ellas.

Libertinaje: Durante su juventud poco fue lo que le importo los consejos de su


madre que lloraba amargamente, y de justificarse serían sus lágrimas, ya que el
joven Agustín gustaba de las practicas circenses, la astrología y las técnicas de
adivinanza, así como hacia burlas de los gustos de sus amigos y conocidos.

Tibieza: Dentro de sus creencias y después de haberse metido de lleno al estudio


de la filosofía, nunca pudo abrazar un credo con todo el ímpetu de su voluntad
pues titubeaba y las negaba; no quedaba del todo convencido o veía fallas en la
lógica de respuestas.

Luces

Conversión: Quizá el elemento más destacable dentro de la vida del santo, el cual
se corrigió de la mano de Dios y adopto con su corazón la fe de los cristianos la
cual sería la que defendería dentro de la naciente iglesia Católica hasta su muerte.
Así mismo siempre fue amable y diligente con aquellos que eran tibios y paganos
en la fe.

Sabiduría e inteligencia: El elemento que destaca a nivel académico y por el cual


es enormemente elogiado por tantos pensadores en la historia, así como ha
dejado un enorme legado del cual aún se estudia dentro de las ciencias filosóficas
y teológicas.

Elocuencia: Algo que le destaco desde la juventud y por la cual ejerció tal
profesión, fue la maravillosa forma de expresar sus ideas, el cual lograba
persuadir a sabios e ignorantes y no solo iba orientado al convencer, sino hacerlo
caer en la verdad. Ha dejado esto también de manifiesto en los escritos que se
consideran de culto en nuestros días, como Confesiones o La Ciudad de Dios.

Disposición a la escucha: Después de su conversión, es notorio su abandono a la


voluntad de Dios en su vida, la cual se arrepiente de no haber conocido en su
juventud (“tarde te amé”) y a la que entrega su existencia total, pidiéndole a Dios
“todo aquello que él le manda para poder así cumplir su voluntad.

“Conócete, acéptate, supérate”

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