LA SENSACION DE LA JUSTICIA

Como el mismo título del capítulo lo cita; aquí el autor nos hace reflexionar acerca del
concepto moral de la justicia, catalogándolo como una sensación personal y subjetiva,
afirmando de este modo que la justicia no se halla en el derecho positivo sino en la fuerza
de la realidad que lo demande.

Con el paso de los años, el hombre se ha encargado de demostrar que la fuerza, la unidad y
la universalidad social puede lograr grandes cambios en la sociedad, sin importarle pasar
por encima de cualquier ley que quiera condicionar dichos actos; y es por esta razón que el
abogado se ve obligado a estudiar la importancia de los intereses de la vida humana,
conocer la vida en todo su furor, porque lo que esta misma demanda y reclama no se
encuentra en ninguna parte citada textualmente.

El derecho positivo está compuesto por infinidad de textos, códigos y leyes que en realidad
no ofrecen ningún interés, ni mucho menos explicar la fuerza de las cosas, la presión de los
hechos o comprender las situaciones individuales de cada ser humano; este es demasiado
rígido, global y general y por esto se entiende así como un sistema de orientación del
pensamiento jurídico; pero en realidad cuando se presenta el pleito como tal, su posición y
juicio siempre ira arraigado a sus sentimientos, sensaciones y moral.

Por consecuente, el derecho no constituye una realidad social, política, cultural o

económica; todo lo contrario, el derecho se adapta a lo que demande la realidad, la sirve y
camina detrás de ella para saber cómo actuar.

Siempre ha existido y siempre existirá la contienda entre lo legal y lo justo, ya que lo

primero sufre de muchas irregularidades, viéndose en muchos escenarios insuficiente e
incompleto para poder regular y solucionar toda una situación y esta última como fruto de
una sensación y no de un estudio, estableciendo así la sensación como el vehículo
fundamental para alcanzar una verdadera justicia, aclarando el apoyo legal como una cosa
secundaria.