tesoro de Suramérica, tristes mis ojos contemplan, patria mía cómo desangras. Teniendo tantas riquezas te ahogas en la pobrezas y quienes dicen que te aman, tienen solo un interés: es el ver cuánto te sacan.
Nuevo Mundo que Colón
descubrió y luego sufriste la esclavitud cuando fuiste una colonia de España. A más de quinientos años hoy continúas siendo esclavo del diablo que aún te engaña, alejándote de Dios ha sembrado tu desgracia.
Patria querida, si volvieras a tu Dios,
al creador quien formó tus entrañas no estuvieras hoy hundida en la maldad y en tanta violencia que te empaña; menos mal que los cristianos a diario por ti claman.
¿Y qué esperas, Venezuela?
fíjate cómo desangras. Vuélvete hoy a JESUCRISTO, el que tus heridas sana. Él prometió bendición, su paz y su grande amor al pueblo que le buscara.
Muchos proponen salidas
a tu crisis con gobiernos; ¿Será el presidente nuevo aquel hombre que te salve? Pero tu crisis radica no es en ideas políticas, sino en principios morales. Solo si CRISTO ES TU DIOS serás una nación grande. De poco te va a servir que apreses al delincuente, que por su culpa lo encierres como una fiera en la cárcel; si no previenes con tiempo otros niños van creciendo, y pronto van a tornarse en los nuevos drogadictos y pillos antisociales.
Son los niños carentes de comprensión
que crecieron sin el cariño de un padre. Fue quizás un divorcio el que arruinó su futuro y destruyó sus hogares; de todo esto el pecado y el diablo son responsables.
¿Y qué esperas, Venezuela?
fíjate cómo desangras. Vuélvete hoy a JESUCRISTO, el que tus heridas sana. Él prometió bendición, su paz y su grande amor al pueblo que le buscara.