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Para ello, el ensayo gira en torno a un tema propuesto de antemano. Varios tipos de
temas son posibles:
Un tema abierto, que permite al escritor seleccionar con mayor libertad los
autores y teorías filosóficas a emplear para apoyar y desarrollar sus propias ideas. Por
ejemplo "La libertad humana" "¿Qué es la belleza?" o "Filosofía y religión"
Un tema más cerrado, que requiere del escritor conocer los principales
argumentos y autores que ya lo han tratado. Por ejemplo "El escepticismo: su función y
límites" o "El contrato social en Rousseau".
Un tema en el que se pida contrastar y valorar dos puntos de vista bien
conocidos en la tradición filosófica. Ello requiere conocer ambos puntos de vista, las
razones a favor y en contra de cada uno de ellos así como una visión propia en favor de
uno de ellos o una integración de ambos. Por ejemplo "El conocimiento: racionalismo
frente a empirismo" o "Éticas formales frente a éticas materiales".
ESTRUCTURA
EXTENSIÓN
PREPARACIÓN
La redacción del ensayo es el último paso de un proceso que tiene como pasos previos:
Introducción:
Ya lo decía el Arzobispo de Cambrai, en 1715: “La muerte sólo será triste para
los que no hayan pensado en ella”(p.1). Frase que resume muy bien el concepto que
tenemos hoy sobre la muerte como algo terrible que no deseamos que llegue.
Cuando era estudiante de medicina, en muchas ocasiones me tocó informar a un
familiar sobre la posibilidad de que su hijo, su hermano o su padre muriera, y
siempre la reacción era la misma. Desconcierto, tristeza, llanto, gritos, furia contra
mí o contra el sistema de salud. La noticia parecía desarmar totalmente a la familia,
y me dejaba el sabor de no haber hecho más. No obstante, hoy pienso que la muerte
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es siempre parte de la vida, y así como los médicos no pueden detener el reloj
biológico y mantener a los pacientes vivos en animación suspendida, tampoco nadie
puede pensar que escapará de la muerte. Lo único que se necesita para morir, es
estar vivo. Sin embargo, cuando estudiamos la historia de la humanidad, es
interesante encontrar que este miedo a la muerte es relativamente nuevo, y parece
venir del desarrollo tecnológico y científico.
Tesis:
En este ensayo se probará que el miedo a la muerte, concebido como algo atroz y
desconocido, es propio del ser humano posmoderno, ya que en la antigüedad la
muerte era un rito normal como cualquier otro.
Desarrollo:
La tenacidad con la que no se reconoce ni se acepta la muerte se presenta
anacrónica en nuestra era empapada de ciencia y de razón. Hace ya casi 50 años
que el sociólogo inglés Gorer, G. ( 1963) señaló cómo la muerte se ha convertido en
tabú y reemplazado a la sexualidad como símbolo de censura.
Antiguamente se les decía a los niños que nacían de una garza o de un pájaro
volador , pero asistían a la escena del adiós a la cabecera de un familiar
moribundo. En la actualidad, los niños son iniciados desde pequeños en la
fisiología del amor y la anticoncepción, pero jamás podrán ver cómo su abuelo
deja este mundo. Parece ser que técnicamente admitimos la posibilidad de morir
cuando padecemos una enfermedad, pero en el fondo solemos sentirnos
inmortales. Sin duda, la medicina también aporta sus motivaciones para creer
que no vamos a morir, o que por lo menos no existirán más muertes prematuras.
La idea que nos hacemos de este buen porvenir parece estar autorizada por los
trasplantes de órganos, la terapia génica y celular, la clonación o las terapias
rejuvenecedoras. (p.20)
De esta forma, la partida podía tener un tinte dramático con tanta teatralidad,
pero realmente, la muerte no era para nada disruptiva. Más bien era considerada
como algo inevitable, como el puente entre esta vida y la siguiente, como un camino
que todos debían transitar para que el espíritu pasara de la morada terrenal a la
morada angelical(por decirlo de alguna manera).
Es más, antes de la era cristiana, y con motivo de la batalla de las islas Arginusas,
Jenofonte describió cómo el temor a la muerte era menor que el miedo a la
privación de sepultura. Cuenta el historiador que tras una victoria por mar, los
generales atenienses habían descuidado enterrar a los cadáveres. Al llegar a Atenas,
los padres de los muertos, pensando en el largo suplicio que aquellas almas
sufrirían, se acercaron al tribunal vestidos de luto y exigieron el castigo de los
culpables. Al no diferenciar entre alma y cuerpo, los griegos consideraban que la
sepultura era necesaria para la felicidad y el reposo eterno. A pesar de haber
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La relación con la muerte parecía ser muy distinta en esa época, y mucho más
agradable que hoy. Los cementerios que rodeaban las iglesias muchas veces servían
de lugar de reunión para comerciar, bailar y jugar, y a lo largo de los osarios
podían hallarse tiendas de comercio. En 1231, el Concilio de Ruán prohibió bajo la
pena de excomunión que se bailara en las iglesias o los cementerios. En otro concilio
de 1405, se prohibía bailar o jugar en el cementerio, como también que juglares,
músicos, titiriteros y charlatanes ejercieran sus sospechosos oficios. En textos
posteriores se resalta cómo la cercanía entre las sepulturas y estas aglomeraciones
de público resultaba molesta cuando debían inhumarse cadáveres. El espectáculo de
los muertos cuyos huesos afloraban a la superficie, como el cráneo de Hamlet,
demuestra cómo los vivos se sentían familiarizados con los muertos y con la muerte,
y que a diferencia de hoy, los muertos no causaban terror ni asco(Aries, 1974).
Esta familiaridad con la muerte se extendió entre los siglos XV y XVIII hasta el
punto de generar toda una iconografía y literatura macabra, con representaciones
de cadáveres en descomposición, disecados o momificados, quizás como la expresión
de una experiencia particularmente fuerte con la muerte en una época de grandes
crisis económicas y mortalidad.
Finalmente, esta relación con la muerte del hombre occidental alcanza también en
los siglos XVI a XVIII un vínculo más estrecho con la imaginación, al punto de
asociarla con el sentimiento del amor: Tanatos y Eros. Baste para ello sólo recordar
el amor y la muerte de Romeo y Julieta en la tumba de los Capuleto.
El miedo a la muerte comienza hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX,
momento en que se deja de representarla en la cultura de Occidente y se comienza a
termerla. En ese momento se revela una angustia profunda originada tal vez en las
dudas sobre la trascendencia. A partir de aquí, el hombre ya no puede mirar de
frente el sol ni la muerte (Rochefoucauld, F, 1680).
El mismo gran filósofo Miguel de Unamuno resumió esta idea con las siguientes
palabras recogidas por Rivera (1988):
Lista de referencias
Gorer G. (1963).The pornography of death. En: Death, grief and mourning. New York:
Doubleday.
Aries P. (2007).Morir en Occidente. Desde la Edad Media hasta nuestros días. Buenos
Aires: Adriana Hidalgo editora SA.
Rivera LF. (2007). Desde el trialismo de Herrera Figueroa. Buenos Aires: Plus Ultra;
1993. p. 35-36. 5. Blank-Cereijido F, Cereijido M. La vida, el tiempo y la muerte.
México: Fondo de Cultura Económica; x p. 125-6