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El paramilitarismo en

Colombia
• Los grupos paramilitares o “autodefensas” surgen en Colombia como un
mecanismo de defensa privada de la propiedad frente a las guerrillas de
extrema izquierda. Sin embargo, con el tiempo estos grupos establecen
relaciones clientelares con las élites locales, las fuerzas armadas y las redes
del narcotráfico que dan pie a un uso desmesurado de la violencia en
defensa de sus intereses políticos y económicos. Actualmente, los grupos
paramilitares siguen controlando aquellos territorios en los que el Estado
colombiano no está presente y haciendo del terror un elemento del día a día
en la sociedad colombiana.

Victimas
• Colombia se ha caracterizado desde los años sesenta por tener uno de los
conflictos armados internos más largos de América Latina. Con más de ocho
millones de víctimas registradas entre homicidios, secuestros, torturas,
delitos sexuales, reclutamientos involuntarios y, especialmente,
desplazamientos forzados, existen pocos colombianos que no hayan
percibido las secuelas de la violencia política y social que se ha desarrollado
en el país en los últimos 50 años.
• La multiplicidad de actores, además de fragmentar y polarizar a la sociedad
colombiana, ha dificultado las posibilidades de establecer acuerdos para
construir la paz. Por un lado, se encuentran los grupos guerrilleros de
extrema izquierda —entre los que destacan las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional
(ELN)—, que emplean la violencia como mecanismo de insurgencia contra el
Estado. Por el otro, están los grupos paramilitares —como las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC)—, que surgen en oposición a las guerrillas como
una herramienta privada de defensa que emplea la violencia para preservar
el statu quo y proteger los intereses de ciertos sectores de la población. A
estos actores se suman las fuerzas de seguridad estatales, las redes de
narcotráfico y las bandas criminales.

Violencia
• Suele atribuirse el inicio del conflicto armado al período que tuvo lugar entre
los años 1948 y 1958, popularmente conocido como “La Violencia”. En este
período se desarrolló una confrontación particularmente violenta entre
grupos afiliados a los partidos Liberal y Conservador que dejó tras de sí un
alto número de homicidios, secuestros y desplazamientos forzados, entre
otros. La Violencia terminó con una coalición entre conservadores y liberales
conocida como Frente Nacional, por la cual ambas fuerzas
políticas acordaron repartirse equitativamente los cargos públicos y alternar
cada cuatro años la presidencia del Gobierno.
• Frente al surgimiento de las guerrillas y la incapacidad estatal para proteger
a la población, el Gobierno promulgó en 1965 el Decreto 3398, mediante el
cual se autorizaba la movilización y defensa civil frente a las fuerzas
subversivas. Con este decreto, el Estado renunció al monopolio legítimo de
la violencia y generó un sistema privado de defensa en el que eran las
autodefensas, formadas sobre todo por campesinos contratados por
terratenientes, las que defendían la propiedad de las tierras de los grupos
insurgentes. A esto se añade el Estatuto de Seguridad de 1978, que aprueba
el entonces presidente Julio César Turbay y que da libertad casi total a las
fuerzas de seguridad del Estado y a las autodefensas “para enfrentar al
amigo interno”, es decir, a todos aquellos que representaran una amenaza al
orden. De esta forma, los grupos paramilitares contaban con un respaldo
institucional para sus actividades justificado en la preservación del orden
interno.

Narcotráfico
• Durante los años sesenta y setenta, las guerrillas no contaban con los
recursos económicos suficientes para llevar a cabo sus planes
revolucionarios, por lo que en este período el conflicto armado tuvo una baja
intensidad. No fue hasta los años ochenta, con la entrada del capital del
narcotráfico en el juego, cuando los enfrentamientos se tornaron más
violentos y alcanzaron una mayor magnitud a lo largo del territorio
colombiano.
• Desde los inicios de la década de los ochenta, la presencia de los grupos
revolucionarios resultó perjudicial para las redes narcotraficantes que
entonces empezaban a consolidarse en el país. El cobro por las guerrillas a
los narcos del denominado gramaje —un impuesto por cada kilo de cocaína
producida en sus terrenos ocupados— significaba altos costes económicos,
además de perjudicar su imagen y su capacidad de dominación en la zona.
Por ello, los narcotraficantes no tardaron en formar alianzas con las
autodefensas financiando sus actividades a cambio de la protección de sus
intereses políticos y económicos. De esta forma, las autodefensas dejaron de
ser tales y comenzaron a ser directamente grupos paramilitares.

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