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Historia Do Direito Mexiccano
Historia Do Direito Mexiccano
ANTOLOGÍA
INDICE PAG
2. ANTECEDENTES INMEDIATOS
14
2.1. CULTURA INDIGENA
16
2.1.1. AREA MESOAMÉRICANA
16
2.1.2. EL CALPULLI
18
2.1.2.1. ORGANIZACIÓN POLÍTICA
18
2.1.2.2. ORGANIZACIÓN SOCIAL
19
2.1.3. EL DERECHO OLMECA
19
2.1.4. EL DERECHO MAYA
20
2.1.5. EL DERECHO CHICHIMECA
21
2.1.6. EL DERECHO AZTECA
22
2.2. CULTURA CASTELLANA
24
2.2.1. LA MONARQUÍA HISPANA
24
3. LA CONQUISTA
35
3.1.LOS JUSTOS TÍTULOS Y LAS BASES DE LA CONQUISTA
38
3.1.1. EL DESCUBRIMIENTO Y LA DONACIÓN
39
3.1.2. LA GUERRA JUSTA
39
3.2. INSTITUCIONES JURÍDICAS DE LA CONQUISTA
39
3.2.1. LAS CAPITULACIÓNES
39
3.2.2. LA HUESTE
40
3.2.3. LA INSTRUCCIÓN
41
3.2.4. LA ENCOMIENDA
41
3.2.4.1. LA ENCOMIENDA EN INDIAS
46
3.2.4.2. SU CONTENIDO EN NUEVA ESPAÑA
46
3.2.5. EL REPARTIMIENTO
48
3.3. ENFRENTAMIENTO DE LAS DOS CULTURAS
49
3.3.1. ASPECTOS POLÍTICO, SOCIAL Y RELIGIOSO.
49
4. NUEVA ESPAÑA
58
4.1. EL DERECHO CASTELLANO EN INDIAS
60
4.1.1. CONCESIÓN, TRASPLANTE O IMPLANTACIÓN
60
4.2. FUENTES DEL DERECHO NOVOHISPANO
61
4.2.1. LA LEGISLACIÓN
61
4.2.2. LA COSTUMBRE
69
4.2.3. RECOPILACIÓN DE LEYES
70
OBJETIVO PARTICULAR
CONTENIDO ACADÉMICO
- 1.1.1. CONCEPTO
- 1.1.2. MÉTODO PARA SU ESTUDIO
1.2. PERIODIFICACIÓN
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Historia del Derecho Mexicano Antología
DOCUMENTOS DE LA UNIDAD 1
DOCUMENTO FICHA
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Historia del Derecho Mexicano Antología
1.1.1. CONCEPTO
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Por todo ello, podemos decir que la “Ciencia de la Historia del Derecho” es la disciplina
que estudia de manera sistemática, crítica e interpretativa los fenómenos jurídicos del
pasado que han tenido verdadera importancia y trascendencia en la sociedad.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
mas allá al exponer el devenir histórico de todo sistema jurídico, es decir, para comprenderlo
en su totalidad finca los conocimientos de una interpretación global del derecho, afirmando la
naturaleza unitaria del mismo y permitiendo a los juristas tomar conciencia del momento
histórico del cual son protagonistas, dando los elementos para fundamentar su propia
postura filosófica. No en balde a la historia del derecho se le da el carácter de disciplina
jurídica auxiliar. Como se verá, también en este caso se resalta la finalidad eminentemente
interpretativa de nuestra ciencia.
En otra dimensión, la historia del derecho presta servicios inestimables a la historia
en general, sea desde el punto de vista político, económico, social, ideológico, o el que se
quiera, si finalmente lo que persigue es buscar la “historia total”, pues el profesional de la
historia, sea cual fuere su postura historiográfica, debe recurrir a nuestra materia si no quiere
queda condenado a hacer una historia mutilada.
Cuando a los estudiantes que se inician en esta disciplina los interrogamos sobre la
función de la misma, suelen apuntar que la historia del derecho ayuda a describir el futuro;
esta respuesta no es del todo exacta, sin embargo no podemos dejar de pensar que los
planificadores del derecho deben tener sólidos conocimientos históricos, pues no olvidemos
la famosa frase de que el pueblo que desconoce su propia historia está condenado a volver
a vivir; esto es, para darle verdadero sentido ciceroniano a nuestra materia, debemos
considerarla como un instrumento utilísimo el planificador legislativo.
Es también importante mencionar el papel cultural de la historia del derecho, ya que
constituye un elemento indispensable y delicado de la cultura jurídica de todos los tiempos,
considerada en su significado y trascendencia más amplios.
1.2. PERIODIFICACIÓN
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Por otro lado, debemos destacar que, aunque no todos los profesionales de la historia
realicen la función interpretativa de la misma manera, si lo hacen de una manera similar o
paralela, de tal suerte que al conjunto de historiadores que utilizan métodos similares y
paralelos y proceden de un origen común, se les denomine corriente o escuela.
Pues bien, el estudio del modo como se ha hecho la ciencia de la historia a través del
tiempo, de manera individual o por corrientes o escuelas, es realizado por una disciplina muy
importante llamada la “historiografía”, la cual ha sido definida de manera sencilla pero
elocuente como “la historia de la historia”.
Así pues, la historiografía nos va narrando los diversos métodos de trabajo que han
desarrollado los historiadores desde la mas remota antigüedad (generalmente a partir de los
griegos) hasta nuestros días, ya sea de manera individual o a través de las escuelas o
corrientes.
Ortolán decía que todo jurista tenía que ser historiador, y no le faltaba razón, pues
aquél que pretenda conocer la ciencia del derecho o ignore sus raíces históricas, difícilmente
llegará a dominar dicha ciencia del derecho, de ahí que todos los juristas en mayor o en
menor medida, partan del conocimiento histórico-jurídico para realmente conocer su propia
disciplina. Por todo ello, no es exagerado afirmar que la historia del derecho existe desde
que existe la ciencia jurídica.
Ahora bien, una cosa es el conocimiento de ciertos datos del pasado jurídico mas o
menos dispersos, y otra la disciplina que estudia de manera sistemática, crítica e
interpretativa los fenómenos jurídicos del pasado que han tenido verdadera importancia y
trascendencia en la sociedad, o sea, la ciencia de la historia del derecho. Resultará lógico
afirmar que dicha disciplina sea reciente, es mas, no resulta aventurado afirmar que la
misma nació, como tal, en el siglo XIX con la Escuela Histórica del Derecho Alemán, de
Federico Carlos Von Savigny, pues aunque griegos y romanos hicieron descripciones de
sistemas jurídicos del pasado, les faltaba mucho estudio científico.
Así podemos partir del antecedente de la edad media en que surge el derecho
común, (ius commune), de los pueblos europeos, resultado de la amalgama del derecho
romano con el canónico y algunos elementos germánicos, el cual tuvo vigencia casi absoluta
no solo en Europa, sino en lugares donde se impuso la cultura europea, hasta muy entrado
el siglo XVIII, en que algunos países, particularmente España, empiezan a desarrollar un
“derecho nacional o derecho patrio”.
En Efecto como hasta ese siglo XVIII el derecho que se estudiaba en las
universidades no era otro mas que la amalgama romano-canónico-germánica, la historia del
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Historia del Derecho Mexicano Antología
derecho no se refería mas que a esos elementos jurídico genéricos, de ahí que cuando se
inicia el estudio del derecho nacional o del derecho patrio, se busquen las raíces propias,
nacionales, de ese derecho, de tal forma que en los primeros libros de texto de dicha materia
que se empiezan a escribir a mediados del siglo XVIII comiencen con un capítulo histórico en
el que se enumeran las principales colecciones legislativas del pasado y exclusivas de ese
país. En este momento entramos a la antesala de la historia del derecho, particularmente en
el mundo hispánico.
En efecto, eso fue lo que ocurrió con los beneméritos Tratados de Ordán de Asso y
de Manuel, Sala, Alvarez, Febrero y Hevia Bolaños, todos los cuales tuvieron sus
correspondientes ediciones mexicanas, debidamente adaptadas a nuestro derecho patrio;
algunas de las cuales en la actualidad pueden ser fácilmente consultadas, ya que existen
buenas ediciones facsimilares1 recientes.
Después de este loable primer intento, vamos a ver como aparecen los libros
propiamente dichos de historia del derecho, tanto en España como en México, escritos en la
segunda mitad del siglo XIX. Es precisamente aquí donde se inicia la historiografía jurídica
mexicana, pues lo anterior no pasa de ser antecedentes o prolegómenos a dicha disciplina.
1
Adj. Dic. De las reproducciones, ediciones, etcétera, en facsimil. Facsimil. En perfecta imitación o reproducción
de una firma, escrito, dibujo, etcétera
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Finalmente es necesario mencionar que en los últimos años ha tomado gran impulso
la llamada historia económica y social, la cual evidentemente puede prestar grandes
servicios a la historia del derecho, a la vez que puede servirse en mayor medida de su
historia. Sin embargo, este es un esfuerzo que apenas comienza a realizarse, y que cuando
se logre, representará un nuevo estadío en la histografía jurídica.
En efecto, la historia de las fuentes es el antecedente lógico y necesario de la historia
de las instituciones, pues mientras no se disponga de un inventario completo y confiable de
las normas que regularon una institución del pasado sería útil querer estudiar dicha
institución.
Hemos dicho que la historia del derecho mexicano empieza a hacerse hacia finales
del siglo XIX, cuando aparecen los primeros libros propiamente de nuestra materia, los
cuales solo se ocupaban de las historia de las fuentes. Se caracterizan por tener una fuerte
dosis de derecho español e indiano. No obstante, debemos mencionar que aquí también
aparecen algunas monografías sobre la evolución de alguna rama jurídica durante la época
independiente. Lo normal es que tales trabajos no fueron mas que una ampliación de los
capítulos de las obras generales que se publicaron durante los primeros cincuenta años de
vida independiente como reediciones mexicanas de clásicos españoles. Algo similar a lo que
ocurrió en España, en otra medida lógicamente, durante el siglo XIX a través de las “historias
de la legislación española” como las de Juan de Sempere y Guarinos, Francisco Martínez
Marina, etc. En México encontramos tres libros, dos artículos y varias monografías a este
respecto.
El primer libro de historia del derecho mexicano como tal, es el que publicó en 1896,
en San Juan Bautista de Tabasco, don Gregorio Castellanos, bajo el título de Compendio
histórico sobre las fuentes del derecho que comprende la codificación romana, canónica,
germánica, goda, francesa, española y mexicana, con un tratado especial sobre legislación
mercantil y una monografía sobre la abogacía entre los romanos, la cual en el año de 1979
fue reeditada por el Gobierno del Estado de Tabasco.
Posteriormente tenemos el segundo libro, de don Manuel Ortíz de Montellano, que
bajo el título de Génesis del derecho mexicano. Historia de la legislación de España en sus
colonias americanas y especialmente en México, fue publicado en la capital de la República
por la tipografía de T.González Sucs; en 1989. Obra que no ha podido ser reeditada y por
tanto prácticamente imposible de conseguir en la actualidad.
A continuación tenemos otro trabajo que narra el desarrollo histórico de nuestro
derecho, de gran entidad, nos referimos a la primera parte, “Prolegómenos de Filosofía, de
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Historia del Derecho Mexicano Antología
historia y de ciencia”, de la magna obra de don Jacinto Pallares: Curso completo de derecho
mexicano o exposición filosófica, histórica y doctrinal de toda la legislación mexicana,
publicado en México en 1901 por I(. Paz, y recientemente reeditado de manera fascimilar por
el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.
En el Tomo Cuarto de la Cuarta Epoca del Boletín de la Sociedad de Geografía y
Estadística de la República Mexicana, correspondiente al año de 1897 (páginas 290-307),
apareció un sencillo trabajo de don Isidro Rojas que tituló "La Evolución de Derecho en
México), mismos que recientemente ha sido rescatado por la Profesora María del Refugio
González y vuelto a publicar en el Anuario Jurídico, volumen X, correspondiente al año 1893
(páginas 705-717), que publica el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Al igual que los liberales dieron su versión de la historia de México, bajo el título de
México, su Evolución Social, la cual fue impresa en España, siendo de gran utilidad, los
positivistas hicieron lo mismo a comienzos del siglo XX con la monumental obra colectiva
que dirigiera don Justo Sierra, intitulada México, su Evolución Social, la cual fue editada en
México por J. Ballescá entre 1900 y 1902; pues bien, se pensó, con mucho acierto, que en
dicha obra no podría faltar un capítulo jurídico, el cual fue encomendado a don Jorge Vera
Estañol, quien efectivamente lo redactó con el título "La Evolución Jurídica", la cual también
ha sido reeditada por la misma profesora González en el Instituto de Investigaciones
Jurídicas.
Luego tenemos las monografías sobre historia de las fuentes de temas y ramas del
derecho en particular, entre las que podemos mencionar siguiendo el trabajo de Jaime del
Arenal:
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Méndez, Luis, La Verdad Historica sobre la Formación del Código Civil, revisión del
proyecto de Código Civil Mexicano del Dr. Don Justo Sierra, México, Talleres de la
Libería Religiosa (s.a.), tomo I.
Montiel y Duarte Isidro Antonio, Derecho Público Mexicano, México, Imprenta del
Gobierno en el Palacio, 1871-1882, 4 tomos.
Robles, Carlos, Historia Legal del Derecho de Extranjería en México Desde los
Tiempos de la Dominación Española Hasta la Epoca Actual, México, Imprenta de
Francisco Díaz de León, 1886.
En esta época se publicaron dos excelentes trabajos escritos durante la Colonia, nos
referimos a la monumental obra de Don Fabian de Fonseca y don Carlos de Urrutia, Historia
de la Real Hacienda (México, García Torres, 1845- 1853, 6 volúmenes), misma que fue
reeditada facsimilarmente en 1978 por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; Joaquin
Maniau (Diputado mexicano a las Cortes españolas) realizó una síntesis de la misma en
1974, con notas y comentarios de Alberto M. Carreño, misma que ha vuelto a editar el
Instituto de Investigaciones Jurídicas en 1995 con un estudio preliminar de Marta Morineau.
La otra a que hacíamos referencia son los Comentarios a las Ordenanzas de Minas (México,
la Ciencia Jurídica, 1899, 2 volúmenes) de don Francisco Javier Gamboa, también
recientemente reeditada por Miguel Angel Porrúa.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Así como en España don Eduardo de Hinojosa y Naveros (1852-1919) influido por la
Escuela Alemana es el fundador y primer maestro de la Escuela de la Historia de las
Instituciones (que se va a desarrollar desde 1924 en torno al anuario de Historia del
Derecho español, con grandes maestros que hasta hoy brillan y renuevan constantemente
en las cátedras de historia del derecho en las universidades españolas), en México, el
iniciador de esta nueva corriente.
Por lo que se refiere a su producción histórica jurídica, podemos citar: La Constitución
de la Nueva España y primera Constitución de México Independiente, El Indio de la Historia
de México, Orígenes Políticos del Socialismo Contemporáneo, Hernán Cortés y el derecho
Internacional en el siglo XVI, Biografía de Don Francisco Javier Gamboa, Ideario Político y
Jurídico de la Nueva España en el siglo XVIII, ¿Procede el derecho español del Romano?,
La Democracia Hispánica, importancia de la Historia del Derecho Privado, La Enseñanza de
la Historia del derecho de México, obra a un no superada y aunque con mas de medio siglo
de haberse publicado el primer tomo, sigue siendo un libro de consulta obligatoria para el
interesado en estudiar la historia de nuestro derecho.
Contemporáneo de Esquivel Obregón y en cierta medida seguidor suyo fue don
Javier Cervantes (1897-1963), quien profesó las cátedras de Historia General del Derecho e
Historia del Derecho Patrio en la Escuela Libre de Derecho de la Ciudad de México y
posteriormente Historia del derecho Mexicano tanto en el pregrado como en el posgrado de
la Facultad de Derecho de la UNAM, en donde también enseñó derecho Romano. Hombre
culto y conocedor de la historia como pocos, sin embargo no escribió mucho; de él quedan
algunos apuntes mimeográficos de la historia del derecho mexicano y un libro póstumo: La
Tradición Jurídica de Occidente, Antología de los Apuntes del Profesor, realizado por maría
del refugio González, pues como su nombre lo indica, don Javier lo preparó exclusivamente
como notas para su clase de Historia General del derecho en la escuela Libre.
De Javier Cervantes podemos decir lo mismo que hemos dicho de Esquivel Obregón,
esto es que no formó escuela ni alumnos que lo sucedieron, por ello, con la muerte de don
Javier, moría en México la primera generación de grandes historiadores del derecho.
No obstante, siguieron algunos dignos maestros universitarios como don José de
Jesús López Monroy en la Facultad de Derecho de la UNAM.
Después de haber mencionado en forma breve la primera generación de
historiadores del derecho en nuestro país, llegamos a los grandes historiadores de las
instituciones jurídicas mexicanas: Silvio Zavala, José Miranda y Guillermo Porras. Los tres,
juristas de formación, y sin embargo destacados en las disciplinas históricas, pues desde esa
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Historia del Derecho Mexicano Antología
perspectiva estudiaron algunas instituciones jurídicas del pasado, amén de otros trabajos
históricos no relacionados con la ciencia del derecho. No está por demás que todos ellos
fueron hombres de archivo, fuente primaria e indispensable para cualquier trabajo serio de
historia del derecho.
Ingente labor sería enumerar los trabajos de Zavala, bástenos ahora destacar sus
libros mas importantes,: Datos Biográficos y Profesionales del Doctor Silvio Zavala, Las
Instituciones Jurídicas en la Conquista de América, La Encomienda Indiana, Fuentes para la
Historia del Trabajo en Nueva España, Estudios Indianos, América en el Espíritu Francés del
Siglo XVIII, Recuerdo de Vasco de Quiroga, Los Esclavos en Nueva España, El Mundo
Americano en la Epoca Colonial, Orígenes de la Colonización en el Río de la Plata, El
Servicio Personal de los Indios en el Perú.
Don José Miranda (1903-1967) forma parte los intelectuales españoles que con
motivo de su guerra civil vinieron a nutrir, y siguen nutriendo, las instituciones de educación
superior en nuestro país, en un muy digno exilio a partir de 1939. Jurista, politólogo e
historiador, elementos fundamentales que le permitieron elaborar un libro que aún no ha
podido superado, y que según la doctrina, tardará todavía mucho tiempo en superarse, que
es el de Las Ideas y las Instituciones Políticas mexicanas, Primera Parte (1521-1820),
editado por el Instituto de Derecho Comparado, hoy de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, en 1952. Junto con el anterior, es también de Miranda El Tributo Indígena en Nueva
España Durante el Siglo XVI, publicado y reimpreso por el Colegio de México en 1952 y
1980 respectivamente. Se debe también a don José Miranda un sinnúmero de estudios
monográficos publicados en diversas revistas.
Por último hemos mencionado a don Guillermo Porras Muñoz (1917-1988), quien,
poseedor de una vastísima cultura supo dar a sus trabajos históricos lo que pudiéramos
denominar “el toque jurídico”. Hasta ahora han salido a la luz pública tres libros del doctor
Porras: Iglesia y Estado den Nueva Viscaya (1562-1821), La Frontera con los Indios de
Nueva Viscaya en el siglo XVII, y El Gobierno de la Ciudad de México en el siglo XVI.
Un distinguido profesor de Derecho Romano de la Facultad de Derecho de la UNAM,
radicado en la Ciudad de México desde los años cincuenta, pues originalmente es holandés,
para la década de los sesenta se percató del gran vacío que había en la ciencia jurídica
mexicana respecto a la historia del derecho, de ahí que él mismo se encargara de iniciar esa
labor, nos referimos al Doctor Guillermo Floris Margadant.
En efecto, el maestro Margadant sacó sendos libros de historia del derecho mexicano
y universal, pero sobre todo se encargó de que gente joven se preparara para
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Historia del Derecho Mexicano Antología
exclusivamente el cultivo de esa disciplina, de tal manera que estos jóvenes una vez
formados, junto con algunos romanistas que también se interesaron en la historia del
derecho, vinieron a constituir el primer núcleo de especialistas que en forma permanente y
exclusiva, desde mediados de la década de los años setenta se dedicaron a esta disciplina.
Hasta ahora se ha venido laborando en tres direcciones: la reedición crítica de fuentes, la
organización de congresos nacionales de historia del derecho, y la preparación de
monografías.
A este primer grupo de mexicanos historiadores del derecho podemos agregar otros
especialistas en diversas ramas del saber jurídico que por gusto, o por necesidad han
abordado tópicos históricos en sus especialidades, constituyendo una muy importante
aportación a la historia del derecho.
Por otro lado, no olvidemos que la historia del derecho mexicano se nutre de algunos
veneros transnacionales como los son los derechos castellano e indiano, los cuales han
progresado enormemente en los últimos años tanto en España como en Hispanoamérica, de
tal suerte que los necesarios capítulos de herencia castellana y derecho colonial de nuestra
disciplina tendrán que nutrirse forzosamente de esos autores españoles e
hispanoamericanos.
No podemos dejar de mencionar las aportaciones fundamentales de los historiadores
estadounidenses a las instituciones mexicanas, entre los cuales encontramos trabajos
extraordinarios y prácticamente insuperables por la seriedad, profundidad y plenitud de los
mismos, entre ellos, están: Nettie Lee Benson, W. Borah, Lewis Hanke, Colin M.
MacLachlan, Lile MacAllister y T.J. Lanning.
Conviene resaltar la aparición del Anuario Mexicano de Historia del Derecho (1989),
el cual ha cambiado su nombre por el de Anuario de Historia del Derecho Mexicano,
publicado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de UNAM, y que viene a consistir la
primera publicación periódica en esta materia.
Pensamos que el panorama actual de los estudios de historia del derecho mexicano
es muy promisorio, pues contamos con un importante grupo de investigadores que de
manera exclusiva se dedican a trabajar en esa disciplina con un muy buen nivel académico,
porque dentro de los demás estudiosos del derecho existen muchos que tienen un interés
positivo en esa misma disciplina y están desarrollando temas históricos; porque en los
Estados Unidos existen académicos trabajando con particular interés en la historia del
derecho mexicano, y porque hay excelentes escuelas de historiadores del derecho en
España y Latinoamérica.
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2. ANTECEDENTES INMEDIATOS
OBJETIVO PARTICULAR
CONTENIDO ACADÉMICO
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Tema 2
Antecedentes Inmediatos.
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DOCUMENTOS DE LA UNIDAD 2
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2.1.2. EL CALPULLI
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especializados para los guerreros, religiosos, sacerdotes y estudiantes, y para los asuntos
mercantiles.
El Tlatoan y el Cichuacóatl eran auxiliados para los asuntos militares por el
Tlacatécatl y el Tlacochcácatl, para la recaudación fiscal por el Hueicalpixqui, para la
conservación de los tributos por el Petlacálcatl y para el control de los diversos Calpullis se
dividía la ciudad en cuatro sectores (Nauhcampan) al frente de los cuales había un
funcionario responsable.
La organización social descansaba sobre la base de una división entre dos clases
sociales: la dirigente, Pipiltin, y la gran masa trabajadora, llamada Macehualtin.
Los primeros tenían sus escuelas especiales llamadas Calmecac, en donde se les
formaba en una dura y estrícta disciplina que les forjaba el carácter en una gran sobriedad
necesaria para el desempeño de las funciones políticas, judiciales, militares y religiosas a las
que estaban llamados, mientras que los otros llamados Macehualtin- asistían a los
Telpochcalli, centros de educación mucho menos exigentes.
Dentro de los Macehualtin destacaban los comerciantes o Pochtécah que debido a su
actividad no sólo mercantil sino incluso diplomática y de espionaje, los hacía importantes
dentro de la organización sociopolítica de los nahuas y por ello gozaban de ciertos
privilegios.
Por debajo de los Macehualtin estaban los Tlatlacotin, especie de esclavos aunque
no exactamente, los Mamaltin o cautivos de guerra, y los Tecaleque, algo así como los
siervos de la gleba.
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remite al recuerdo de una clase invasora, dominante, de larga barba. Clase que luego se
debilitó, para ocupar su lugar una clase india y con escasa barba, por lo que tuvo que
procurarse barbas postizas para actos ceremoniales. El transporte de las grandes piedras
desde tan lejos también indica que la capital Olmeca, en la Venta, subordinó una amplia
región. Algunos especialistas hablan de un verdadero imperio Olmeca de caracteres
teocráticos (reyes y sacerdotes) con su centro en los actuales Estados de Veracruz y
Tabasco, y con extensiones en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Morelos.
El sector del derecho Maya que mejor conocemos por las descripciones de los
primeros observadores españoles es el derecho político del Nuevo Imperio. Es discutible
hasta que grado éste coincidía con el Viejo Imperio; el arte de este, nos da poco apoyo para
saber si es lícita o no tal extraposición. El Viejo Imperio era una confederación de ciudades-
estado, unidas por una lenguaje y una cultura comunes. Probablemente puede decirse lo
mismo del Viejo Imperio. En este hubo cuatro ciudades principales: la de Tikal (bajo cuya
jurisdicción quizás estuvo la vieja ciudad de Chichen Itzá) Palenque, Copán y Ton ná. En el
Nuevo Imperio, las tres ciudades dominantes eran Chichen Itzá, Uxmal y Mayapán. La
hegemonía de esta última ciudad fue eliminada, en 1441, por un miembro de la (todavía
existente) familia de Xió, originaria de Uxmal.
En el Nuevo Imperio, cada ciudad-estado fue gobernada por un Halach Uinic, también
llamado Ahau. Esta dignidad pasaba casi siempre de padre a hijo mayor ( con regencia por
parte de un tío paterno, si el hijo en cuestion era aún mayor de edad). Con ayuda de un
consejo de nobles y sacerdotes, el Ahau dirigía la política interior y exterior del Estado.
Además se le otorgaba el poder de nombramiento de los Bataboob, administradores y jueces
con funciones militares y religiosas, de las aldeas adscritas a su ciudad-estado. En cada
aldea había un consejo de ancianos.
En cuanto al sistema de familia, hubo ritos de pubertad, después de los cuales los
adolescentes tenían que vivir hasta su matrimonio o hasta los 18 años en casas comunales,
ocupadas por grupos de hombres jóvenes. El matrimonio era monogámico pero con tal
facilidad de repudio que con frecuencia se presentaba una especie de poligamia sucesiva.
Hubo una fuerte tradición exogámica: dos personas del mismo apellido no debían casarse. El
novio entregaba a la familia de la novia ciertos regalos, por lo tanto, en vez de la dote, los
mayas tenían el sistema del "precio de la novia", figura opuesta a la dote y que todavía en
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Historia del Derecho Mexicano Antología
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Entre las clases sociales faltaba la de los sacerdotes. Aunque la existencia del luto y
una antropofagia mágica indican que hubo, cuando menos, rudimentos de una vida religiosa,
ésta de ningún modo produjo las impresionantes manifestaciones artísticas y teocráticas que
conocemos de otras culturas precortesianas. Solo después de establecerse en el centro del
actual territorio mexicano, los chichimecas adoptaron elementos de las religiones superiores
que allí habían encontrado.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
transmitidas, y su ejecución fue generalmente pintoresca y cruel. Las formas utilizadas para
la ejecución fueron muerte en hoguera, el ahorcamiento, ahogamiento, apedreamiento,
azotamiento, muerte por golpes de palos, el degollamiento, empalamiento y desgarramiento
del cuerpo; antes o después de la muerte hubo posibles aditivos infamantes. A veces la pena
capital fue combinada con la de confiscación. Otras penas fueron la esclavitud, la mutilación
el destierro definitivo o temporal, la perdida de ciertos empleos, destrucción de la casa o
encarcelamiento en prisiones que en realidad fueron lugares de lenta y miserable
eliminación. Penas mas ligeras a primera vista, pero consideradas por los aztecas como una
insoportable ignominia, fueron las de cortar o quemar el pelo.
A veces los efectos de ciertos castigos se extendieron a los parientes del culpable
hasta el cuarto grado.
La primitividad del sistema penal se mostró, Inter alia, en la ausencia de toda
distinción entre autores y cómplices: todos recibían el mismo castigo.
Es curioso que el hecho de ser noble, en vez de dar acceso a un régimen
privilegiado, fue circunstancia agravante, el noble debía dar el ejemplo, noblesse oblige.
El homicidio se castigaba con la pena de muerte, salvo que la viuda abogara por la
esclavitud. El hecho de que el homicida hubiera encontrado a la víctima en flagrante delito de
adulterio con su esposa, no constituía una circunstancia atenuante. La riña y las lesiones
solo daban lugar a indemnizaciones. Como el uso del alcohol fue muy limitado, y los indios
andaban inermes (fuera del caso de guerra), parece que los delitos de lesiones no
alcanzaron la frecuencia y gravedad que exigiera una mayor represión. Excesivamente dura
parece, en cambio, la sanción por robo, rasgo que observamos en tantos derechos
primitivos, y que se explica por la pobreza general y por el hecho de que en una ciudad
agrícola, cada campesino siente sus escasas propiedades como producto de sus arduas
labores. Observamos un gran rigor sexual, con pena de muerte para incontinencia de
sacerdotes, para la homosexualidad, violación, estupro, incesto y adulterio. También el
respeto a los padres se consideraba esencial para la subsistencia de la sociedad, las faltas
respectivas se podían castigar con la muerte.
Entre los delitos figuró la embriaguez pública, con excepción de ciertas fiestas, y de
embriaguez por parte de ancianos. Nobles que se embriagaban en circunstancias
agravantes, incluso de exponían a la pena capital. Una represión tan drástica sugiere la
presencia de muy fuertes tendencias, consideradas antisociales.
Es de notarse que entre los aztecas, el derecho penal fue el primero que en parte se
trasladó de la costumbre al derecho escrito, sin embargo, la tolerancia española frente a
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Historia del Derecho Mexicano Antología
En efecto, desde un principio los Reyes Católicos habían acudido al papa Alejandro
VI con el objeto de pedirle, de acuerdo con la práctica jurídica internacional de la época, que
con su autoridad legitimara su actuar en las tierras que recientemente había ganado Colón
para la corona de Castilla, alo que el pontífice accedió en 1493, en diversos documentos que
se conocen comúnmente como "letras alejandrinas", éstas eran: el breve inter coetera de 3
de Mayo, en la que se hace donación con derecho exclusivo de las islas y tierra firme recién
descubiertas; la bula inter coetera de 4 de Mayo, ratificando la anterior y estableciendo la
línea de demarcación entre portugueses y castellano; La bula Piis fidelium de 26 de Julio,
autorizando para nombrar misioneros, y la bula Dudum siquidem de 25 de Septiembre, en la
que se hace una nueva donación universal sin condición y sin límite, incluyendo La India.
De esta manera la Junta de Burgos no tuvo problema, y con base en el
descubrimiento (hallazgo) y en la donación pontificia de Alejandro VI, de acuerdo con lo
planteado desde el siglo XIII por el Ostiense, en considerar que la misma constituía título
suficiente para legitimar la presencia castellana en las tierra recién ganadas, junto con el
dominio sobre sus naturales; sin embargo, la resistencia de estos últimos podría ser
considerada como legítima dado su desconocimiento de la nueva situación, de ahí que se
señalara la oportunidad de notificarles, por parte de la autoridad española, el nuevo statu quo
antes de someterlos a la fuerza , en lo que se denominó el “requerimiento”, ideado por uno
de los más importantes juristas de la Corte castellana de ese entonces, el doctor Juan López
de Palacios Rubios. De igual manera se proponía combatir el repartimiento de indios por el
sistema de encomiendas. Como resultado de estas recomendaciones el rey promulgó el 27
de noviembre de 1512, las llamadas Leyes de Burgos.
Evidentemente esas Leyes no resolvieron nada y sí dieron a una gran controversia
que tomó carácter internacional y no dudamos en afirmar que la misma sigue en pie aun hoy
día, a diez años del siglo XXI. Para exponer brevemente dicha polémica indiana, seguiremos
la excelente exposición sintética que hace don Silvio Zavala sobre este particular.
Para esto, poco tiempo antes de las Leyes de Burgos, en 1510, el profesor británico
de la Universidad de París, John Maior, impugnando al Ostiense, estableció que como el
Reino de Cristo no era de este mundo, el para era su vicario únicamente en aspectos
espirituales; de igual manera negaba el dominio universal del emperador; afirmaba que la
capacidad jurídica del indio no se fundaba en la fe o en la caridad sino en el derecho natural;
aceptó la penetración europea en las indias en virtud de la razón civilizadora.
Más importante y trascendente fue la opinión del maestro de Salamanca, el dominico
Fray Francisco de Vitoria, quien señaló que los indios antes de la llegada de los españoles
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Historia del Derecho Mexicano Antología
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voluntad del pueblo, el bien público, la alianza entre todos los hombres, la elección popular,
etcétera.
Por otro lado, y como era de esperarse, las Leyes de Burgos no sirvieron para
mejorar el trato que los conquistadores castellanos dispensaron a los indios, quizá lo único
para lo que sirvieron fue para tranquilizar su ya de por sí cauterizada conciencia; no
obstante, las denuncias en la Corte acerca de esos abusos no cesaron, particularmente
gracias a la labor del insigne Fray Bartolomé de las Casas, junto con otros distinguidos
religiosos, lo que motivó una serie de disposiciones protectoras de los indios por parte de la
Corona, entre las que destaca la Ordenanza sobre el Buen Tratamiento de los Indios dado
por Carlos I el 17 de Noviembre de 1526, sin embargo ésta no representó una solución de
fondo a la cuestión, si no que continúo con la incertidumbre que prevalecía, y la controversia
continuó.
Como resultado del trabajo de Fray Bartolomé y sus compañeros fue que el
emperador convocara a una nueva junta, ahora en el monasterio de San Pablo de Valladolid,
entre mayo y noviembre de 1542, en la que se ventilaron todas las cuestiones indianas y
cuyas conclusiones fueron recogidas por Carlos I en las Leyes Nuevas promulgadas en
Barcelos el 20 de noviembre de 1542; cuerpo legal éste que venía a reorganizar
completamente la administración colonial indiana, se prohibía la esclavitud de los indios y se
limitaba el término de la encomienda a la vida del encomendero.
No está por demás señalar el revuelo que las mismas Leyes causaron entre los
colonizadores, hasta hubo un levantamiento por parte de los españoles en el Perú, por ello el
emperador tuvo que revocar las disposiciones restrictivas de la encomienda, precisamente el
20 de octubre de 1545; la reacción de los misioneros, particularmente Las Casas, no se hizo
esperar, por esa causa el monarca convocó a una nueva junta de teólogos y juristas en
Valladolid, para celebrarse entre 1550 y 1551.Fue ahí donde se llevó a cabo la famosa
polémica entre Juan Ginés de Sepúlveda y Fray Bartolomé de Las Casas. De esa junta no
surgió ningún texto legal, no hubo vencedores ni vencidos, lo que sí brotaron fueron criterios
que posteriormente sirvieron a los soberanos españoles, mismos que se vendrían a reflejar
en las Ordenanzas de Nuevos Descubrimientos, Nuevas Poblaciones y Pacificación de los
Indios dadas el 13 de julio de 1573 por Felipe II, de las cuales hablaremos más adelante.
Por último, mencionaremos al más importante de los tratadistas de derecho indiano:
don Juan de Solórzano Pereyra, que aunque de un siglo posterior, vino a sintetizar la
justificación de la penetración española en las Indias. Para este célebre tratadistas del siglo
XVII, las razones de dicha justificación eran: la vocación divina de los españoles para
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Historia del Derecho Mexicano Antología
someter a los indios, el hallazgo de nuevas tierras, la guerra justa, la barbarie de los indios,
sus costumbres depravadas, además de ser infieles e idólatras, el que se pueda conceder el
gobierno de los indios a quien se encargue de su predicación, la donación hecha por las
“letras alejandrinas”, la autoridad universal del emperador, la rebeldía a ser civilizados, las
alianzas entre indios y españoles, el derecho a elección de los indios tratándose de
cacicazgos vacantes y la prescripción.
Debemos tener bien presente, que los que hoy es nuestro país, ingresó al ámbito del
mundo occidental precisamente a raíz de la Conquista (1519-1521) y ulterior dominación
española; proceso de asimilación que va a cuajar durante los 200 años que duró el coloniaje
para lograr consolidar finalmente nuestra incorporación a la cultura occidental.
Consecuentemente, en el aspecto jurídico, el sistema romano-canónico se impondría
en nuestro país a través de derecho castellano, no solamente porque así se estableció
desde un principio, sino también porque las autoridades llamadas a gobernar la Nueva
España estaban formadas en la tradición jurídica castellana y, por lo mismo, era ese el
régimen que habían de aplicar. Por otrito lado, aunque también se elaboró un ordenamiento
legal propio para las indias, es decir, el derecho indiano, el mismo tenía un sustrato ius
castellano.
En síntesis, la primera intención de los dominadores era aplicar en las tierras recién
conquistadas el derecho castellano, posteriormente se fue creando un régimen jurídico
propio para esas tierras, o sea, el derecho indiano, coexistiendo ambos ordenamientos, uno
como norma especial; de tal manera que el régimen jurídico castellano resulta indispensable
para conocer nuestro derecho colonial y su posterior influencia en el derecho de la época
independiente.
Hablamos del derecho castellano, y no del español, ya que como veremos mas
adelante, hasta el momento de la conquista, Castilla era una unidad política independiente,
con su régimen jurídico propio, diferente de los demás reinos españoles, que aunque se
confederó con ellos en el siglo XVI, cada uno conservó sus peculiaridades jurídicas y
políticas, inclusive su idioma; por ello, hasta el siglo XIX no podemos hablar de un derecho
español, sino mas bien castellano, aragonés, catalán, etcétera.
Podemos comenzar nuestra descripción del derecho castellano a partir de la
dominación romana, ya que fue la primera vez en que se unificó política y culturalmente toda
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Historia del Derecho Mexicano Antología
la Península Ibérica (Hispania), así como por la trascendencia que tuvo el sistema jurídico de
los dominadores, o sea, el derecho romano junto con la religión cristiana en la cultura jurídica
del mundo occidental.
En efecto, a partir de la concesión de la ciudadanía romana a los hispanos por parte
del Emperador Vespasiano en el 73 o 74 d. C., el proceso de romanización de la vida jurídica
avanzó a grandes pasos, posteriormente, a partir del siglo V de nuestra era, irrumpen en
Hispania pueblos germánicos enteros: Vándalos, alanos, suevos, pero sobre todo visigodos,
a los cuales la autoridad romana tuvo que admitir e incluso aliarse con ellos, para que poco
tiempo después los visigodos abandonaran las Galias y se posesionaran prácticamente de
toda la Península, consolidando su dominio a partir de la caída del Imperio Romano de
occidente en el 476; de tal suerte que a partir de entonces se fusionaron ambos pueblos,
hispano-romanos y visigodos, dando como resultado una nueva nación hispánica sobre la
base de ambas raíces.
A rasgos muy generales podemos señalar que al ser Hispania parte del Imperio
Romano, el derecho de este se aplicó en la Península Ibérica hasta el siglo V d. C. Sin
mayor problema, pues hasta entonces llegaron los pueblos germánicos a esa porción de
Europa, principalmente visigodos. A partir de ese momento veremos como se dio una
simbiosis2 mas o menos profunda entre el derecho romano vulgar y el derecho visigótico,
resultado de lo cual fueron varias recopilaciones, como por ejemplo El Código de Eurico, El
Brevario de Alarico y sobre todo, El Liber Judiciorum. Esta etapa fue interrumpida por la
invasión musulmana en el año 711 d. C. A partir de ese momento se dieron en la Península
dos situaciones concomitantes: una parte dominada por los árabes y otra constituida por los
territorios liberados de los invasores. Durante estas ocho centurias, los territorios que los
cristianos iban ganando poco a poco, fueron gobernados por regimenes jurídico políticos
muy diversos y por ello complicados de sistematizar, debido principalmente al hecho de que
junto con los rasgos jurídico políticos comunes a la Europa medieval se tuvieron los propios
rasgos de la Reconquista.
Durante esos ocho siglos se diferencian dos etapas, la Alta Edad Media y la Baja
Edad Media. Desde un punto de vista jurídico político, la primera se caracteriza por una
dispersión, mientras que la segunda se caracteriza por el constante esfuerzo para lograr la
unificación. En efecto la Alta Edad Media española se caracteriza por multitud de entidades
políticas, muchas de las cuales respondían a un mismo tiempo a diversos núcleos de poder
(rey, señor, etcétera) con esferas de influencia muy mal diferenciadas. Entre otras, ello fue la
2
Asociación, reunión.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
causa de infinidad de sistemas jurídicos de lo mas dispar que florecieron a lo largo y ancho
de la geografía castellana.
Cada núcleo de población pretendía tener su propio ordenamiento jurídico, a los
cuales, en términos generales, se les conoce como “fueros municipales”. Tales fueros
municipales no respondían a ningún orden en su otorgamiento ni a ningún sistema en su
contenido, pues trataban las materias mas dispares y no siempre de derecho municipal. La
única clasificación que hasta ahora se ha podido obtener, es la muy simple de fueros
extensos y fueros breves; sin embargo, se han podido obtener algunas líneas de relación de
donde han salido algunas “familias de fueros”.
Durante la Baja Edad Media se observa, en todo el Occidente un vivo interés
universitario por el derecho justinianeo, interés que nació del redescubrimiento de Digesto en
el norte de Italia y de la necesidad de un derecho racional y unificado en Europa Occidental,
donde el comercio comenzaba a sentir las inconveniencias de la creciente conciencia de la
existente dispersión jurídica.
El derecho romano tuvo que imponerse al tradicionalismo de los campesinos y de las
clases feudales; encontró cierto apoyo en su frecuente alianza con el derecho canónico, este
había recibido mas consistencia para la elaboración del Derecho de Graciano 1120-1140, y
como la iglesia aceptó el derecho romano como derecho supletorio, esta alianza de los “dos
derechos” logró cambiar el tono del sistema jurídico español de la edad media.
España debe a Castilla importantes intentos de unificación jurídica. El Rey que mas
contribuyó a esto en la Edad Media, Alfonso el Sabio (Alfonso X), quien continuaba las ideas
de su padre Fernando El Santo. Las obras jurídicas de Alfonso El Sabio comprenden dos
ramas: La legislación positiva y las consideraciones moralistas y filosóficas acerca del
derecho. A la primera perteneciente El Fuero Real (1255), destinado a regir en las tierras
directamente dependientes de Corona (sustituido en 1272, de nuevo por el Fuero Viejo en
las materias reglamentadas por éste, bajo presión explicable por parte de los señores
feudales, tan favorecidos por la antigua legislación). A la segunda pertenecen el Speculum y
el Septenario, curiosos monumentos de la confusa cultura medieval en la que se mezclan
supersticiones, fragmentos mal digeridos de la literatura antigua, cristianismo, ciencia
arábiga, etcétera. Una combinación de ambas ramas se encuentra en la obra jurídica de
Alfonso X que mas influencia ha tenido: Las Siete Partidas, obra compilada por el maestro
Jacobo, el Obispo Fernando Martínez de Zamora y el maestro Roldán (también autor del
Ordenamiento de las tahurerías, o sea, las casas de juego).
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Historia del Derecho Mexicano Antología
3
Sin embargo, en algunos casos, desde antes ya se utilizó la obra ante los Tribunales, y no como simple
derecho supletorio.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
consejos municipales, además de arrancar cada vez mas materias a los tribunales feudales
o municipales. También la penetración de la moneda, y la creciente posibilidad de impuestos
en dinero (en vez de especie) hace posible el crecimiento de un sistema fiscal central,
monárquico, y la paulatina sustitución de los señores feudales por funcionarios asalariados.
Otro aspecto de esta centralización del poder en manos monárquicas (reyes de Castilla-
León) eran el patronato real de la iglesia, que concedió al rey cierta influencia en la
distribución de los beneficios eclesiásticos y en los nombramientos de dignatarios de la
iglesia, además de concederle una participación en los diezmos.
En vista de esta cristalización de la vida española alrededor de ciertas cortes
monárquicas, la unión de las dos coronas españolas mas importantes (matrimonio de Isabel
de Castilla y Fernando de Aragón, 1469; consolidación política de sus dos reinos, 1479)
significó un paso hacía una superunificación, no dentro de cada monarquía, si no entre las
monarquías mismas. Con esto se inicia una nueva fase en la colorida historia de este
fascinador país.
El crecimiento de la corriente de las disposiciones monárquicas, que acompañaba del
aumento del poder de la corte de Madrid, hizo necesaria la compilación de Alonso Díaz de
Montalvo (1485), llamada Ordenanzas reales de Castilla, y cuando las cortes, pesé a esta
compilación, protestaban por la condición laberíntica del derecho positivo español (agravada
por el hecho de que las obras de los posglosadores gozaban de gran prestigio), las ochenta
y tres Leyes de Toro, de 1505, vinieron a resolver varias dudas, añadiendo otras nuevas.
Contienen importantes innovaciones, Inter alia en relación con el derecho de familia y el
sucesorio (admitiendo, no sin antecedentes, el testamento por mandatario, reglamentando
las mejoras y los mayorazgos, etcétera.)
Dentro de este conjunto-como ya dijimos-el derecho romano, en reinterpretación
medieval (sobre todo por autores italianos –Bartola, Baldo- de modo que esta manifestación
del derecho romano se llama el Mos italicus) seguía jugando un papel importante. Desde la
baja Edad Media, la corona había tratado de limitar esta influencia en 1427, Juan II prohibía
el uso forense de autores posteriores a Bartola y Juan Andrés en 1499, los Reyes Católicos
limitaron el derecho de citar la literatura romanista y canónica a cuatro autores: Bartola,
Baldo, Juan Andrés y el abad Panormitano. En 1505, empezó, la primera de las Leyes del
Toro revoca la medida de 1499 y parece prohibir la aplicación del derecho romano y de los
comentarios de los posglosadores. A pesar de este, el derecho romano-en forma del Corpus
Civilis pero también de frondosos comentarios- aún se utilizaba en los tribunales, y en las
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Historia del Derecho Mexicano Antología
universidades (únicos) dos derechos que los futuros juristas tenían que estudiar, seguían
siendo el derecho romano al de ser derecho supletorio.
Este católico derecho español llegó a tener vigencia en las posesiones de ultramar de
la corono española, como el derecho supletorio de las normas especiales, espedidas por la
corona para estas posesiones ( todas o parte de ellas) y en convivencia con otras normas,
expedidas para ciertas regiones de dichas posesiones (por ejemplo, la Nueva España) por
las autoridades allí establecidas.
El estudio universitario del derecho español en todo el imperio español –también, por
lo tanto, en la Nueva España- se limitaban a “los dos derechos”, o sea, el romano y el
canónico. “El derecho español o el indianota se aprenderían en la práctica”...
Desde 1971 la corona inició una nueva política al respecto, exigiendo que las
universidades también enseñaran el derecho nacional, pero constaron muchos años de
persuasión e insistencia dar vida real a esta norma.
Como el derecho hispánico, en su desarrollo posterior a la conquista, seguía siendo
un sistema supletorio del muy fragmentario derecho indiano, es indispensable – en un
panorama de la historia del derecho mexicano – esbozar las grandes líneas del derecho
peninsular desde la conquista (1519-1521) hasta el momento en el que los caminos del
derecho mexicano y del español se separaron (1821). Así, debemos mencionar la Nueva
recopilación, promulgada en 1567 bajo Felipe II (doce libros, con más de 4 000 leyes)
coronación –no muy perfecta- de una serie de esfuerzos, a la cuál pertenece el ya
mencionado Ordenamiento de Montalvo, y diversos intentos más de Galíndez de Carvajal,
López de Alcocer, Escudero, López de Airéela y Atienza). A su primera edición le siguieron
tres reimpresiones, de 1581, 1592 y 1598; la edición de 1640 se amplió, así como la de
1723.
Se trata de una obra no muy sistematizada, y que no implica la decoración de las
normas no recopiladas allí. Finalmente, es refundida en la Novísima recopilación, de 1805,
con su curiosa bipartición entre el texto básico y las “notas”, obra merecidamente criticada
por el precursor de la historiografía jurídica española, o el sacerdote Francisco Martínez
Marina (1754-1833), en su Juicio critico de la novísima recopilación (1820), y cuya vigencia
formal para la Nueva España ha sido discutida.
Un aspecto del derecho español, interesante para la realidad colonial, eran las leyes
desamortizadoras, desde la cédula real de 19 de septiembre de 1798, que ordenaron que la
“mano muerta” (en este caso especialmente las fundaciones eclesiásticas) soltara sus bienes
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Historia del Derecho Mexicano Antología
inmuebles, prestando el producto de la venta a una Real Caja de Amortización, que pagaría
in interés del 3%.
Otro aspecto interesante de la historia jurídica española es el das relaciones entre
Estado e Iglesia. A menudo se presenta la corona española como una fuerte oscurantista,
colaborad con los aspectos menos apreciables del antiguo catolicismo, aspectos que el
católica moderno prefiere dejar en un discreto crepúsculo. Efectivamente, el establecimiento
del Tribunal del Santo Oficio en 1480, en España, y luego en los territorios ultramarinos
parece confirmar tal opinión. También la trágica figura de Felipe II, hijo de primos,
disfrazando su sadismo mediante un fanatismo religioso, ha dado lugar a famosas fantasías
literarias, arraigadas en la imaginación del lector promedio de nuestra época, contribuyendo
así a la idea popular de que existió una fuerte liga entre Madrid y el Vaticano. En realidad
observamos una corriente constante de conflictos e irritaciones entre estos dos núcleos de
poder. Las relaciones entre ellos, tan estrechas al comienzo de la Conquista, se enfriaron en
diversas ocasiones, durante los siglos posteriores. El derecho emanado del Concilio de
Trento todavía se incorporó tal cual en el derecho monárquico español, en 1564, pero en el
siglo posterior, la influencia de las ideas de los filósofos franceses (el racionalismo, el
enciclopedismo) y el “galicanismo”, que considera a la iglesia como una confederación de
autónomas iglesias nacionales, provocaron diversos conflictos. También del Real Patronato
de la Iglesia, a cargo de la corona española, era una fuente de fricciones. Varios concordatos
(1737, 1753) entre Madrid y el Vaticano, no arreglaron esta sorda lucha por la preeminencia,
y la corona llegó finalmente al extremo de someter incluso las relaciones entre particulares y
el Vaticano. En realidad observamos una corriente constante de conflictos e irritaciones entre
estos dos núcleos de poder. Las relaciones entre ellos, las estrechas al comienzo de la
conquista, se enfriaron en diversas ocasiones, durante los siglos posteriores. El derecho
emanado del Concilio de Trento todavía se incorporo tal cual en el derecho monárquico
español, en 1564, pero en el siglo posterior la influencia de las ideas de los filósofos
franceses (el racionalismo, el enciclopedismo) y el “galicanismo”, que considera a la iglesia
como una confederación de autónomas iglesias nacionales, provocaron diversos conflictos.
También el Real patronato de la Iglesia, a cargo de la corona española, era una fuente de
fricciones (el derecho que la corono se arrogaba, de conceder pase, o negarlo, a las bulas
papales). Varios concordatos (1737, 1753) entre Madrid y el Vaticano, no arreglaron esta
sorda lucha por la preeminencia, y la corona llegó finalmente al extremo de someter incluso
las relaciones entre particulares y el Vaticano, al control estatal, mediante una secretaria
especial en roma, dependiente de la corona española. A esta serie de conflictos menores o
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Historia del Derecho Mexicano Antología
mayores pertenece también la expulsión de los jesuitas, en 1767, de gran importancia para
la Nueva España, no sólo por privarla de excelentes educadores, y por desprestigiar a la
iglesia a los ojos del proletariado asombrado, sino también por dar lugar al famoso conflicto
entre Estado Unidos de América y México sobre el Fondo Piadoso de las Californias.
Una rama importante del derecho español fue el mercantil, independizado del civil
desde el siglo XII, y finalmente codificado en las Ordenanzas del Consulado de Bilbao, de
1737 – en parte inspirada en las ordenanzas francesas de comercio terrestre (1673) y de
marina (1661), obras de Colbert.
A partir de 1810, una rama especial del derecho español llegó a tener una
importancia para nuestro país: la rama constitucional. Durante la guerra de independencia
entre España y el invasor francés (1808-1814) surgieron dos constituciones, la de Bayona, o
sea, la napoleónica (1808), y la que emanó de la resistencia española –o sea del Consejo de
Regencia, que convocó las cortes españolas en Cádiz (1810-1814)-. En estas cortes
trabajaron distinguidos delegados mexicanos, acostumbrándose a la práctica parlamentaria
que luego iniciarían en México independiente, e imbuyéndose de argumentos acerca de la
libertad de comercio, la separación de la Iglesia y del Estado, etcétera, que más tarde
jugarían un importante papel en la vida constitucional mexicana. Pero, aun desde otro punto
de vista, esta Constitución de Cádiz era importante. Fernando VII, una vez en el trono
(1814), derogó inmediatamente esta constitución y sus leyes orgánicas, de modo que en la
Nueva España esta obra sólo estuvo en vigor entre 1812 y 1814 y parte de 1820 y 1821. En
1820 la revolución liberal (Rafael del Riego) contra el régimen autocrático de Fernando VII
obligó al monarca readmitir la Constitución de Cádiz, y fue precisamente el miedo a esta
obra liberal – es decir, “limpia” y “peligrosa”-, el que impuso al clero y a los criollos mexicanos
a forzar la independencia mexicana, utilizando como instrumento a Iturbide (1821).
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Historia del Derecho Mexicano Antología
3. LA CONQUISTA
OBJETIVO PARTICULAR
Al terminar esta unidad, el alumno, identificará y explicará las bases e instituciones jurídicas
de la conquista; así como el enfrentamiento de las culturas española e indígena y los
resultados del mismo en los aspectos políticos, social y religioso.
CONTENIDO ACADEMICO
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Tema 3
La Conquista.
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DOCUMENTOS DE LA UNIDAD 3
DOCUMENTO FICHA
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Historia del Derecho Mexicano Antología
3. LA CONQUISTA
4
Desconocido, ignorado, extraño.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
En efecto, desde un principio los Reyes Católicos habían acudido al papa Alejandro
VI con el objeto de pedirle, de acuerdo con la práctica jurídica internacional de la época, que
con su autoridad legitimara su actuar en las tierras que recientemente había ganado Colón
para la corona de Castilla, a lo que el pontífice accedió en 1493, en diversos documentos
que se conocen comúnmente como "letras alejandrinas", éstas eran: el breve inter caetera
de 3 de Mayo, en la que se hace donación con derecho exclusivo de las islas y tierra firme
recién descubiertas; la bula inter caetera de 4 de Mayo, ratificando la anterior y
estableciendo la línea de demarcación entre portugueses y castellano; La bula Piis fidelium
de 26 de Julio, autorizando para nombrar misioneros, y la bula Dudum siquidem de 25 de
Septiembre, en la que se hace una nueva donación universal sin condición y sin límite,
incluyendo La India.
Dentro de las principales instituciones jurídicas que los castellanos utilizaron para sus
empresas colonizadoras en las indias, mencionaremos las capitulaciones, la hueste, la
instrucción y la encomienda:
Universidad de la Sierra, A. C. S. N. E. 39
Historia del Derecho Mexicano Antología
3.2.2. LA HUESTE
6
La Hueste también era una Institución de origen medieval, de naturaleza castrense,
mediante la cual un señor o consejo municipal, con sus propios medios formaban un ejercito
para realizar, a nombre del Rey, un hecho de armas a cambio de ciertos privilegios,
particularmente sobre el territorio que se ganase.
Este sistema fue muy utilizado en Castilla, al igual que en el resto de los reinos
ibéricos, en la Edad Media, precisamente en la llamada Guerra de Reconquista contra el
Islam.
Como hemos comentado, ante el fracaso de la Corona por llevar a cabo por su propia
cuenta la empresa indiana y la decisión de concesionaria a los particulares, la hueste, como
forma militar tuvo mucho éxito en la conquista de América.
De esta manera el caudillo o capitán realizaba un enganche militar voluntario, a
cambio, no de un sueldo sino de una participación en el botín de guerra, el cual se repartía
en razón del rango: peón, ballestero o caballero.
Se ha hablado mucho de la gente que se enganchaba en las huestes indianas, que
eran presidiarios que veían en ello la forma de salir de la cárcel, lo que en principio fue
verdadero, posteriormente se suspendió tal medida, como nos informa Zavala, mas bien
fueron jóvenes de clase media, los llamados hijosdalgos.
5
Castillo, Palacio.
6
Marcial, guerrero, militar.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
En las huestes también tenían que ir autoridades fiscales (oficiales reales) para
cobrar los impuestos que correspondían a la Corona, junto con los eclesiásticos, encargados
de las necesidades espirituales de los conquistadores, pero sobre todo de la labor de
evangelización con los indios, asimismo marinos profesionales, para trasladar la hueste por
el mar, los cuales actuaban por un salario no por parte del botín, e inclusive podían ir los
indios aliados en las huestes.
3.2.3. LA INSTRUCCIÓN
... Contratos de mandato o poderes, porque delegaban en los caudillos la facultad coactiva y
la jurisdicción militar, civil y criminal. Pero su valor principal era el carácter político; mediante
la instrucción, el Rey, cabeza y origen de la autoridad, hacía llegar a los miembros de la
hueste el principio de orden ...
3.2.4. LA ENCOMIENDA
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Que la imposición del trabajo fue una de las causas que produjo el aniquilamiento de
los indios en las Antillas en verdad, concurriendo a producir ese efecto las enfermedades
que vinieron con los españoles y adquirieron entre los indios mayor virulencia por razones
biológicas, y es también verdad que la pasividad del indio y su incapacidad de comprender
su derecho y defenderse de los nuevos colonos provocó el abuso y la crueldad, ayudando la
lejanía de la autoridad reguladora que hacía lento e inseguro el remedio.
Pero la encomienda no era ninguna novedad para los españoles; al contrario, era tan
antigua que los historiadores la hacen retroceder a la época romana, en que con el nombre
de commendatio se conocía la institución en que los propietarios rurales, para escapar a las
tiranías y vejaciones de los publícanos, buscaban la protección de un poderoso, al cual
daban una renta proporcionada al haber del encomendado; y después, en la época de las
invasiones y de las luchas medievales, los civiles buscaron la protección de los caballeros y,
obligándose a pagar parte de los productos de sus tierra, obtenían que les impartieran el
beneficio de su defensa, y estos pactos de benefactoría fueron los que dieron lugar a las
behetrías, palabra que no es otra cosa que una abreviación del término primitivo; pero como
en los siglos de la reconquista había que encomendar el rey o señor los lugares de frontera o
personas que defendieran contra los ataques de los enemigos, a cambio de que percibieran
los tributos y rentas que el pueblos debía de pagar al rey o al señor, la encomienda dejó de
ver ya sólo un convenio entre pecheros y señores, y se aplicó esa palabra a mercedes dadas
por el rey o el titular de un abadengo o solariego, en pago de servicios prestados o por
prestar; de ahí en la legislación de las Partidas la distinción entre feudo, tierra y honor, en
que la primera palabra parece tener dos significados: unos genérico que comprende los otros
dos, y otro especifico en sentido de donación del rey o señor a una persona por que se haga
su vallillo y le sirva lealmente; la tierra era una renta asignada a la persona en los productos
de un lugar determinado, y honor, según expresiones de la ley “aquellos maravedis que se
les pone (el rey a los ricos hombres y caballeros) en cosas que pertenecen tan solamente al
señorío del rey, así como todas las rentas de alguna villa o castillo los deben perder (ni la
tierra ni el honor) por en toda su vida”. Según eso, el feudo no se perdía por la muerte del
beneficiario, en tanto que los otros dos beneficios eran por vida. La misma legislación nos
habla de encomienda sólo en el caso de abadengo, cuando el obispo encomendaba una
iglesia a determinado beneficiario de sus rentas, para limitar el derecho del prelado para
hacer este género de concesiones en sus parientes y partidarios.
Así que la encomienda era institución española que subsistió viva en España misma
que mientras México fue el reino de Nueva España, versando del debate que ella motivó en
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Indias acerca del alcance de la merced, si había de ser vitalicia o por varias vidas o
perpetua, y si ella debía de contener o no la jurisdicción.
Para mayor claridad en este asunto transcribimos los siguientes párrafos de
Cárdenas.
“Títulos de enajenación aun más precarios”, dice, pero no menos, codiciados, eran los
llamados de encomienda y de mandación. Los antiguos diplomas hacen referencia de
muchos lugares poblados en circunscripción señalada, más o menos extensa, que el rey
daba a sus magnates y grandes vasallos o a las iglesias, para que los gobernasen y
percibieran todas las rentas y emolumentos que la corona disfrutaba en ellos. Llamándose
circunscripciones territoriales en el lenguaje de la época, commenda o comisso y mandalio, y
se daban a los adquirientes por toda su vida, o por la del rey donante, o por el tiempo que
fuera su voluntad...
“Las encomiendas eran por su naturaleza temporales, mas, consideradas desde el principio
como patrimonio de familia, que no podía perderse sin causa, fueron haciéndose vitalicias de
hecho, y aun hubo de ser frecuente su transmisión de padres a hijos. Por mercedes
especiales de los reyes... El comendador percibía, como he dicho, los frutos, rentas y
emolumentos con que debían contribuir a las corona los habitantes del territorio, según fuera
condición”.
“El servicio de los comendadores no solía ser gratuito. Ellos ejercían toda la potestad
temporal y recaudaban los tributos correspondientes a la iglesia... reservándose una parte, o
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Historia del Derecho Mexicano Antología
“Al cabo fueron extinguiéndose las encomiendas de una y otra clase, merced a la
insistencia con que desde el siglo xv, procuraron los reyes aminorar el poder de la nobleza,
privándola de los medios que servían para sostenerla.”
Don Claudio Sánchez Albornoz concuerda en ese punto relativo a la encomienda con
lo asentado por don Francisco de Cárdenas; también él hacer derivar la behetría de la
commendatio romana cuya fórmula no podía ser más expresiva: Me tuae commendo el
committo fidei, me totum tibi commendo et trado; no sólo entraban en encomienda los
individuos, si no vicos y ciudades, y aun los que no tenían tierras se acogían al patrocinio
a cambio de servicios personales; los que las tenían las entregaban gratia patrocinio o
continuaban poseyéndolas a cambio de un canon o tributo. Los emperadores combatieron tal
7
Moneda, dinero (en piezas)
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sistema como fuente de fraude de los impuestos. Caído el imperio, la necesidad fue mayor
bajo los bárbaros, y en España la encomienda no sólo tuvo por objeto la protección contra
impuestos y vejaciones, si no aun contra la persecución por delitos cometidos. En realidad
era institución de toda Europa, que se reglamentó en la época visigoda en el código e Eurico,
y después en el Fuero Juzgo.
Desprende de lo dicho:
2°- Que en general no abarcaba la propiedad de la tierra, puesto que tenía como una de
sus atribuciones que el encomendero protegiese la de su vasallos.
3°- Que la concedida por el rey o señor era sólo vitalicia o comprendía una o varias
generaciones, según los términos de la merced.
5°- Que parte de este tributo consistía en servicios personales gratuitos del
encomendado, aunque esto no era siempre así.
6°- Que por virtud del derecho de mañeria el encomendero, a la muerte del
encomendado, percibía un impuesto por transmisión de la herencia, y, si no había
herederos, las propiedades del encomendado quedaban a beneficio del encomendero
por juro de heredad.
7°- Que las encomiendas comenzaron a desaparecer a partir del siglo XV con la
consolidación del poder real; pero que subsistieron en España aun a principios del siglo
XIX.
8°- Que el hecho de que se suprimiera una encomienda no significaba que desapareciera
para los encomendados la carga del tributo, sino que éste se pagaba al rey en lugar al
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encomendero, con lo que el vasallo perdía dependiendo de un señor que por su lejanía
no podía tomar en cuenta sus necesidades personales.
Tal era la encomienda en España, y tal se debió de ser la institución en que los
españoles pensaron al encontrarse ante los pueblos en América en condiciones de cierto
modo análogas a las que en Europa dieron origen a esa institución; sólo que aquí se
presentaban variantes que imponían modificaciones correspondientes. La encomienda tenía
que ser en todos los casos una merced real, dado que el encomendado no había de ser
quien solicitara la protección; se trataba de que el español prestaba un servicio militar
conquistando la tierra y conservándola en paz para el monarca, tal como el servicio de
frontera que en España motivaba merced semejante, y además se trataba de desempeñar
por cada mercedado la obligación que el rey había de cristianizar a los indios.
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2°- Que para evitar los excesos de los encomendados, el tributo había de tasarse
periódicamente por la audiencia.
4°- Que ésta había de ser perpetua, para “que los españoles hayan y tengan los
tributos, rentas y servicios para sí y para las personas que ellos descendieren para siempre
jamás.
5°- Que las cabezas de provincia , pueblos de españoles, y algunos otros lugares
habían de permanecer en cabeza de rey.
6°- Que los encomenderos habían de pagar el quinto al rey de lo que recibieron de
los pueblos.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
3.2.5. EL REPARTIMIENTO
Aunque los Indios habían quedado a salvo de la esclavitud, tenían que prestar, por un
sistema de rotación, ciertos servicios personales. Para la organización e este aspecto de la
vida colonial, desde mediados del siglo XVI existían, “Los Repartimientos”.
Los Repartimientos fue el sistema arrancado a la Corona por los españoles
revoltosos (Bajo Roldán) en la isla española; fueron primero condenados por la Reina Isabel,
pero luego, cuando los hechos resultaron mas fuertes que la doctrina, fueron reimplantados
en 1503. Es verdad que una cédula real del 14 de Agosto de 1509 acentuó su índole
temporal; sin embargo “solo lo provisional es duradero...”. En esta fase no se distinguía
claramente entre la encomienda y el repartimiento: la misiva respectiva de don Fernando a
Cristóbal Colón (14 de Julio de 1509) permite repartir a los indios entre los españoles (según
el rango de cada uno de ellos) para fines de servicio personal, pero también para que sean
instruidos en las cosas de la fé. Por cada indio, el colonizador tenía que pagar un peso de
oro anualmente al fisco. Cuando este sistema dio lugar al despoblamiento de las islas y
cuando el hueco ya no podía ser llenado mediante los productos de la cacería humana “en
las islas inútiles”, y ciertas regiones de México, se inició la esclavitud de negros, traídos en
forma tan inhumana desde África.
Paulatinamente, la encomienda y el repartimiento (obligación para ciertos indios de
prestar servicios remunerados a los españoles, por un sistema de rotación) comenzaban a
separarse. Mientras, como hemos visto, la encomienda fue abolida, en 1718, el sistema de
repartimientos formalmente duró hasta el final de la fase virreinal, cuando menos en materia
minera.
Los repartimientos reclamaban el trabajo de una cuarta parte de los indios tributarios,
por turnos semanales. Para la determinación del trabajo que le correspondería a cada uno
(servicio a la ciudad, labranzas, trapiches8, estancias, minas, etcétera), hubo “jueces de
8
Molinos
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Historia del Derecho Mexicano Antología
repartimiento”. No se trataba, empero, de una esclavitud temporal y por rotación: los indios
tenían derecho a recibir un salario adecuado por estos servicios.
Los indios en cuestión, tenían que trabajar para autoridades o para particulares. En
este último caso se determinaba a cuantos indios de repartimiento tendría derecho cada
español, según su lugar dentro de la jerarquía colonial.
Alrededor de este sistema de repartimientos encontramos múltiples normas de índole
protectora. Así, por ejemplo, para evitar que el amo esclavizara a ciertos indios mediante el
sistema de prestamos (que durante el siglo XIX sobre todo, mostraría toda su funesta
eficacia), se prohibió al patrón hacer anticipos sobre los sueldos de los indios de
repartimiento, bajo pena de perder lo adelantado.
En 1609 se suavizó el sistema de los repartimientos de indios, introduciéndose la
Mita; los caciques de cada pueblo deberían determinar por sorteo, cuales de los indios, no
ocupados en el cultivo de las tierras propias o en talleres de artesanía, etcétera; debían
prestar servicios (remunerados) a los colonos, sin que el número total de indios mitayos,
pudiera pasar del 4%. Numerosas normas protectoras también secundaban la Mita,
especialmente la Mita minera.
Debido a varias epidemias (como la de tifo de 1575 y 1576) y las exigencias de clero
que insistía en la construcción de numerosas iglesias lujosas, la mano de obra india se hizo
cada generación mas escasa, y en esta legislación de 1609 se refleja la mayor apreciación
del trabajo indio, natural a luz de la disminución de la cantidad de indios establecidos en la
Nueva España, de unos once millones (1521) a unos 1.5 millones (1600).
El 31 de Diciembre de 1632, el Virrey marqués de Cerralbo suprimió este sistema,
con la principal excepción de los repartimientos de indios para el trabajo minero (siempre la
rama minada por la administración colonial); desde entonces el peón ofrecía libremente, sin
otra coacción que la miseria, sus servicios al hacendado, industrial o comerciante. Sin
embargo, también en las minas el sistema de repartimiento comenzaba a retroceder ante la
libre contracción. Especialmente en las minas de plata, el patrón prefería tener mano de obra
adiestrada, permanente, y no obreros por rotación, atribuidos por los jueces de repartimiento.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
caracteres totalmente diversos, que por mucho hiciera el destino para unirlos en un mismo
cauce, jamás conseguirían una corriente homogénea.
Ahora llegamos al momento en que, por obra de Colón y por la épica labor de
colonización española, esas dos culturas jurídicas se yuxtaponen; y vamos asistir al esfuerzo
más grande que se ha hecho en la historia para formar una amalgama con esas
desemejanzas, o para lograr que una raza adopte la constitución jurídica de otra.
Toda la historia de la colonización española en América no es sino la lucha por
levantar a las razas autóctonas al nivel alcanzado por los conquistadores. Los mismos
abusos y crueldades que la codicia europea hacía pesar sobre los indios, no eran, miradas
desde un punto de vista biológico, más que fuerzas naturales que estimulaban a la lucha a
los naturales para que se adaptaran o perecieran.
Esa lucha comenzó con el descubrimiento de América, y no acaba aún; la época de
la colonización española es sólo el primer episodio, en que hay la ventaja de que los
elementos que contienden se presentan con toda franqueza; el elemento europeo,
consciente de su cultura y tratando de imponerla; el elemento indio, reconociendo la acción
que sobre él se ejerce y, en sus capas más elevadas, tratando de asimilarse la cultura
europea. La ventaja de esta claridad de elementos y su acción, se pierde a partir de la
Independencia; el elemento europeo tratando primero de disimular el antagonismo cultural
bajo una falsa y verbal igualdad, y acabando, al fin, por renegar de su cultura y por fingir
adaptarse a la cultura indígena. La insinceridad oscurece la lucha, pero no lo atenúa, sólo la
hace malsana.
Vamos a narrar el primer episodio de esa lucha desde un punto de vista en que
seguramente se dominan, mejor que en ningún otro, los elementos que entran en ella, y la
táctica que despliegan en su acción. Ese punto de vista es el del derecho, es decir, aquel en
que se procura trazar la línea de conducta para la convivencia armónica de las dos razas.
Colón salio del puerto de Palos de Moguer en 1492 en busca del país productor del
oro, de la plata, de las especias de todo género que eran grandemente demandadas por el
comercio de Europa, y el resultado de ese viaje y de los que le siguieron, emprendidos por él
y por los que emularon, fue el descubrimiento de las tierras que producían o podían producir,
en abundancia no imaginaba, todo lo que los descubridores venían a buscar.
Si nada más eso hubieran encontrado, el problema habría sido de técnica de
producción y de transporte; pero encontraron también seres humanos, y esto creaba un
nuevo problema: el de la convivencia de dos razas; es decir, el problema era jurídico. La
técnica de producción y de transporte quedó relegada aun segundo plano.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Si se dejaba al español con el mismo derecho que él tenía en su trato con los
trabajadores españoles, sin intervención del Estado, habría abusado de su superioridad
hasta acabar con el indio. Si uno de los principios de la colonización había de ser que el indio
subsistiera y conviviera con el español, tenía que limitarse la libertad de éste. Para esa
convivencia, que es cooperación, exigía que la libertad del indio de vagar por los bosques o
de seguir prácticas fundamentalmente contrarias y repugnantes al español, se limitara
también.
Sólo después de muchos experimentos, de muchos tanteos y de no pocos fracasos,
podría llegarse a trazar la línea de justa demarcación de las libertades de la raza
conquistadora y de la conquistada.
¿Se formuló claramente en la conciencia de los Reyes Católicos la idea de que la
base de la colonización de las nuevas tierras debía de ser la convivencia de españoles y de
indios?
Probablemente sí, dados sus sentimientos humanitarios y su temperamentos de
cruzados; pero no hubo tiempo de que se supiera cuál camino habían de seguir por sus
propios impulsos, por que cuando se prepara Colón para su segundo viaje, un nuevo factor
determinó la forma en que había de resolverse el problema jurídico, y señaló el carácter y
limites del poder de los reyes de Castilla en las tierras nuevamente descubiertas.
Tal fue la Bula Inter Caetera de Alejandro VI que, fechada en 4 de mayo de 1493,
llegó en el momento en que los reyes redactaban sus primeras instrucciones al Almirante
para el gobierno de los nuevo pueblos.
Conviene, pues, estudiar el carácter de tan importante documento, que puede
decirse, fue en el ánimo de los monarcas españoles lo que las modernas constituciones: el
objeto y límite de su poder en el Nuevo Mundo.
Sostuvieron algunos de los contemporáneos que la bula fue un laudo arbitral que
puso fin a las disputa entre los reyes de Castilla y Portugal acerca de la soberanía sobre las
nuevas tierras. Éstos sostenían tener mejor derecho a las expediciones de descubrimiento
por virtud de las concesiones que les habían hecho los papas Martín V., Nicolás V y Calixto
III. Puede verse la bula de este último en Solórzano. Por estas concesiones creyeron que se
les había dado el derecho exclusivo para la navegación en todo el océano. El papa Alejandro
VI, al establecer una línea de separación para las empresas de ambos soberanos cien
leguas al poniente de las Azores, quiso prevenir el conflicto o dar bases para resolverlo, ya
que en Mayo de 1493 ya había surgido y esto dio pie a que se tomara la bula como un laudo.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
“Y como después don Cristóbal Colón comenzó a descubrir otras Indias Occidentales por
orden y en nombre de los Reyes Católicos de Castilla y León, con muestras de tanta riqueza
y provecho como se ha dicho, el Rey de Portugal, don Juan el Segundo, llevó esto muy mal,
o por parecerle que estas nuevas navegaciones y conquistas deslucían algo a la gloria que
la nación lusitana había comenzado a ganar con las suyas; o por juzgar que todas se
comprendían en lo concebido a sus progenitores por la Sede Apostólica, teniéndosele por
dueño de todo el Océano. Y así, habiendo sobre estos puntos intervenido embajadas de una
parte y otra, y queriendo llegar a las armas, por no se haber conformado, al fin se
convinieron en que sus pretensiones se comprometiesen en el romano Pontífice Alejandro
VI”.
“El cual, informado y enterado de las razones y derechos de ambas partes para deslindar y
demarcar las regiones, que cada uno podía inquirir y adquirir de nuevo, sin perjuicio del
derecho del otro, formó y tiró una línea que comenzase a correo Norte Sur, a poco más de
trescientas leguas de las islas Hespéridas, que hoy se dicen de Cabo Verde...”
Donde se ve que no sólo dicho autor atribuye a la bula el carácter de laudo, si no que
da por señalada en ella la línea que quedó establecida después por acuerdo de ambos
monarcas en su tratado de Tordesillas el 7 de junio de 1494.
Según Silvio Zavala: “Las bulas eran instrumentos públicos tradicionalmente
aceptados con valor autenticado, correspondiendo al Papado la función de notario mayor de
los derechos de los reyes”.
Básase esta opinión en que aún después de la bula de Alejandro VI, las disputas
entre los reyes de Castilla y Portugal continuaron aun con apresto de guerra, y en que en el
tratado se dice: “por esta presente capitulación, suplican a nuestro muy Santo Padre, que su
Santidad quiera confirmar y aprobar esta dicha capitulación y mandar expedir sobre ello sus
bulas a las partes, o cualquiera de ellas que las pidiere; poniendo sus censuras a los que
contra ella fueren o pasaren”.
No creemos que el objeto de las bulas fuera sólo autenticar la voluntad de un
monarca de extender sus dominios, o los arreglos hechos entre dos o más testas coronadas
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tocante a sus planes futuros, para que les quedara reservado el derecho que cada cual
quisiera tener arbitrariamente sobre cualquier parte del orbe.
La disputa misma entre aquellos dos soberanos nació y se sostuvo por que ambas
partes tenían bulas que crían les daban derechos más allá de lo que el hecho de los
descubrimientos realizados hasta entonces les pudieran otorgar. Ni podría ser que los reyes
de Portugal basaran derecho alguno en haber sido los primeros en registrar ante el notario
mayor su voluntad de ser dueños de todo el océano, pues nadie hablaba de que tal
expresión unilateral de pretensión constituyera título. Los fundamentos de la contienda,
según Solórzano nos ha dicho, fueron las bulas de concesión. Los reyes de España, apenas
supieron de la actitud del de Portugal con relación al descubrimiento de Colón se
apresuraron a pedir la bula de donación; de suerte que, si en el tratado de Tordesillas no se
mencionan las que cada parte alegaba, fue precisamente por que fueron los derechos que
de ellas derivaban los que transigían , y luego, no como las partes de un contrato se dirigen
a un notario, si no como lo hacen los contendientes en un litigio al denunciar su arreglo al
juez se dirigieron los representantes de los soberanos de los reinos al Papa, pidiéndole que
confirmara y aprobara dicha capitulación, poniendo sus censuras a los que contra ellos fuere.
Esto supone jurisdicción y no guarda y autentificación del documento.
Los términos de la bula no dejan lugar a duda de lo que no estuvo en el ánimo del
Papa no fue redactar un documento de acuerdo con las instrucciones de los reyes de
Castilla, para archivarlo y conservarlo para perpetua memoria.
Hay en esto de los estudios sobre el título de los reyes de España para la conquista y
dominación de América, el hecho curioso de que, mientras todos los que de este punto tratan
analizan más o menos pormenorizadamente lo que autores europeos pensaron sobre tan
fundamental materia, ninguno ha tratado de inquirir qué pensaron los indios; algunos de
éstos, como ya hemos visto, escribieron ya a raíz de la conquista, y otros, sin escribir
pudieron, por su conducta revelar cuál era el concepto que de aquel asunto formaron.
¿Llegaron ellos a formularse claramente la cuestión y a discutir sobre ella, o aceptar la
conquista como un hecho, sin percatarse del elemento ideal del derecho que envolvía, o sin
importarles?
Materia en ésta digna que se buscaran las huellas que puedan encontrarse en los
historiadores indios del siglo XVI y en los actos de los que no supieron escribir. Pero tiene
una alta significación la circunstancia de que ninguno de los autores europeos, ni aun los
más curiosos y amantes del indio y admiradores de sus dotes intelectuales haya jamás
indagado sobre el asunto.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Esta actitud de los escritores europeos no indica sino lo poco que ellos esperaron del
pensamiento indígena en puntos trascendentales.
Pero el historiador del derecho en México, que no debe hacerse la ilusión de que el
país está realmente regido por las instituciones europeas, que aparecen transcritas en sus
leyes positivas, debe subsanar esa omisión y para saber lo que ellos pudieron, si no sentir, lo
que ellos pudieron, si no pensar, al menos sentir, respecto al derecho de España para
regirlos y la obligación de ellos de obedecer, se impone la necesidad de indagar si los indios,
antes de la venida de los españoles tenían conceptos de la libertad social humana, y, por
otra parte, si eran verdaderos dueños de sus dominios.
Respecto al primer punto puede afirmarse que no tenían ideas de la libertad social, si
no la de un poder omnímodo sobre las cosas y sobre el trabajo y la vida de los hombres; es
decir, absorbente de toda la personalidad humana. Si ese poder es destruido por otro
superior no había ni qué cuestionar el derecho que este otro tenia que mandar. Más bien
dicho: la idea de derecho no existía; sólo la de poder.
La idea de reclamar un derecho contra el poder público fue una de las primeras
importaciones que los hombre blancos hicieron en América, dimanada de la idea cristiana de
los fines trascendentales del hombre, como dotado de una alma que de sobrevivir al Estado.
Seguramente a los indios no debió jamás ocurrir la idea de reclamar contra actos de
Moctezuma, como lo hicieron después contra los actos de las autoridades españolas.
En cuanto a si los indios eran verdaderos dueños de sus tierras; tanto en derecho
privado como en el derecho público o de soberanía, la cuestión tiene que resolverse según
los casos y desde un punto de vista estrictamente histórico, y ya hemos visto que el derecho
de propiedad, con la connotación que él entraña en los pueblos de Europa occidental, era
desconocido de los aborígenes de la Nueva España.
Si los indios eran por naturaleza esclavos y, por lo mismo, incapaces de adquirir el
dominio de las cosas, ni ser príncipes de sus reinos; si los que están en pecado mortal
pueden ser propietarios; si lo pueden ser el infiel y el hereje, el amante y el insensato, y
concluye que sí puede serlo y, por lo mismo, que no puede negarse tal facultad a los indios.
Todo es verdad tratándose de la facultad en abstracto, de la potencia, como diría un
escolástico.
Vittoria establece como proposición general que los indios estaban en quieta y
pacifica posesión de sus cosas, tanto públicas como privadas, a la llegada de los españoles,
y, por lo tanto, eran veri domini. Y esta proposición es la base de muchos argumentos de Las
Casas y otros defensores de los indios.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Pero hay en esto una generalización que los hechos no permiten. Si a todos los
habitantes del Continente nuevamente descubierto se aplica un solo nombre, ello no debe
evitar que se haga la debida clasificación por razas y tribus, lo que permite ver que no todos
los indios estaban en quieta y pacifica posesión de sus cosas públicas y privadas.
Ocupándonos sólo de los aztecas, para demostración, si hemos de creer a sus
tradiciones, eran una tribu errante que ocupó un islote en el lago de Texcoco, no sin
oposición ni con buen derecho; que de allí se extendieron por guerras cruelísimas, que
difundían el terror entre los pueblos limítrofes, y que la formación del imperio de Moctezuma
fue obra de ese terror y de esa fuerza. Esto explica la deserción a la hora de la llegada de los
españoles, y la alianza con éstos, muchas veces espontáneamente ofrecida.
A la luz de este hecho histórico cabe preguntar: ¿Quién eran más veri domini, los
aztecas o los españoles; aquellos, cuyo poder no trajo más que la obligación del tributo en
productos y en seres humanos, o éstos, que, sin ver santos ni estar exentos de abusos
individuales de todo género, traían una organización y un derecho?
En la generalidad de los casos los indios de vida sedentaria contestaron esta
pregunta saliendo al encuentro de los conquistadores a ofrecerles vasallaje.
El caso de los tlaxcaltecas nos da a conocer cuál era, en concepto del indio
sedentario, el título de España para la denominación. La primera actitud de ese pueblo
belicosa hasta más no poder; pero, ante la inutilidad de sus esfuerzos para debelar a los
españoles, se le sometió, y desde entonces no tuvieron éstos más eficaces colaboradores. Y
que algo, que no fue la fuerza, conquistó sus voluntades, lo demuestra elocuentemente el
hecho de que después de la Noche Triste, en que los españoles quedaron reducidos a corto
número, ya sin armas de fuego, heridos y desmoralizados, cuando los tlaxcaltecas, solos o
unidos con los mexicanos y acolhuas, habrían podido acabar con los restos de la expedición
de Cortés, más que nunca se adhirieron a éste en contra de los aztecas, que tres veces al
año les hacían guerra para aprehenderlos, sacrificarlos a sus dioses y devorarlos en sus
festines caníbales. El título de los españoles, en la mente de los tlaxcaltecas, totonacas y
demás tribus que resentían el yugo feroz de Moctezuma, fue evidentemente el beneficio de
la mayor cultura.
Esto, que parecería no sentirlo Las Casas, por sus apasionadas exageraciones y la
vehemencia con que quería imponer su criterio, ni Vitoria, por la indebida generalización de
su argumento, los indios lo sentían, y de ahí, y no de su estupidez ni cobardía, su
indiferencia antelas elucubraciones escolásticas sobre el título de la conquista; como que
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Historia del Derecho Mexicano Antología
todavía hoy no hay para el indio dominación más cruel, ni disciplina más estéril y arbitraria
que la de otro indio.
Los que se brindan como sus amigos y admiradores le hacen un mal servicio al
suponer que su silencio de tres siglos ante el hecho de la dominación española fue obra de
su incapacidad intelectual para discutirla, o de su cobardía para formular la objeción ante un
puñado de extranjeros; pues ese modo de pensar sugiere que pueblo tan abyectono podía
esperar vida de nación independiente con mediana probabilidad de apreciar la libertad social
y la justicia; y, bien comprendidas las cosas, son esos amigos y admiradores del indio,
comenzando por Las Casas, los que suministran la razón más poderosa en pro de la
dominación y gobierno por un pueblo más viril e ilustrado.
Pero aún hay otro aspecto de la cuestión. Vitoria afirma que los indios era veri domini
des sus cosas y principados, y esto nos conduce a estudiar el asunto, no por el método
meramente silogístico, si no a la luz de los hechos históricos. Es por haber adoptado un falso
método en el estudio de esta materia por lo que más se ha desfigurado la política colonial
española y la legislación posterior de México independiente.
Ya vimos que si por veri domini debe entenderse los que poseen quieta y
pacíficamente, ni los aztecas ni otras tribus de América podían aspirar a ese título, si es que
alguna había que no fuera conquistadora o lo hubiera sido a la llegada de los españoles.
Pero, si tratándose de la cosa pública, o ejercicio de la soberanía territorial, puede
decirse propiamente que la tenían los jefes de las naciones sedentarias, como Perú y
México, tratándose de jefes de tribus cazadoras y errantes tal soberanía territorial resulta
difícil de explicar, como era difícil de establecer el límite del territorio en que se ejercía su
poder; entre una y otra tribu solía haber espacios desiertos sobre los cuales ningún jefe
podía pretender derechos como mediana razón.
En cada uno de estos casos el problema del título variaba y exigía descender de las
esferas de la razón pura a los hechos.
Si importante es para la historia del derecho en América penetrar en el estudio de lo
que entendió España era su título para la conquista y colonización, por que de ahí se deriva,
nada menos que la base de que toda la empresa es una obligación de los reyes de Castilla
y que todo su derecho y soberanía no existen sino como un derivado de tal obligación; es
decir, que el elemento espiritual del derecho es el fundamento de la obra; no menos
importante es el estudio del método trazado para realizarla, para cumplir esa obligación, por
que al hacer ese estudio penetramos en el mecanismo práctico que sirvió para elaborar la
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Historia del Derecho Mexicano Antología
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Tema 4
Nueva España.
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4. NUEVA ESPAÑA
OBJETIVO PARTICULAR
CONTENIDO ACADÉMICO
- 4.2.1. LA LEGISLACIÓN
- 4.2.2. LA COSTUMBRE
- 4.2.3. RECOPILACIÓN DE LEYES
- 4.2.4. LITERATURA JURÍDICA
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DOCUMENTOS DE LA UNIDAD 4
DOCUMENTO FICHA
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Historia del Derecho Mexicano Antología
4. NUEVA ESPAÑA
Entendemos por derecho colonial, el régimen jurídico que se aplicó en nuestra patria
durante los trescientos años que duró la dominación española, régimen jurídico que resulta
un tanto cuanto difícil de describir, por las razones que expondremos a continuación.
Ya hemos manifestado como las Indias, desde los comienzos de la dominación
europea, quedaron incorporadas a la Corona de Castilla, de ahí que en principio el derecho
castellano fuera el adecuado para regir en las posesiones españolas de América y Asia, es
decir, las Indias. Ahora bien, siendo la realidad indiana tan diferente de la Castellana del
renacimiento, se tuvo que dictar una serie de disposiciones propias para las colonias, lo que
en su conjunto se ha venido llamado Derecho Indiano, de tal suerte que sin eliminarse el
derecho castellano de las colonias, coexistieron ambos regímenes legales, de tal manera
que al derecho, castellano lo tenemos que ver como ley general y al derecho indiano como
ley particular; esto es, que para resolver una cuestión jurídica se debería preferir a esta
sobre aquél.
Por otro lado, debemos señalar que el derecho indiano como tal no existe, ya que no
fue propiamente un régimen jurídico u ordenamiento legal, es simplemente una forma
didáctica de expresarse para englobar todas las normas de derecho colonial español
expedidas desde 1492 hasta 1821 por lo que a México se refiere. Expliquemos mejor esta
idea, la razón de ello estriba en que la Corona de Castilla precisamente promulgaba
disposiciones especiales para una determinada provincia de ultramar y de manera
excepcional daba normas generales para Indias; es mas cuando se quería que una misma
disposición se aplacaría en varias o todas las comunidades indianas prefería repetirla para
cada una de ellas en ves de promulgarla con carácter general. Por ello decimos que la
expresión "Derecho Indiano" responde mas a un modo de expresarse que a una realidad, de
esta forma tenemos que hablar mas propiamente de un derecho novohispano. Por otro lado
al hablar de ese derecho colonial tenemos que diferenciar entre las normas dadas por la
Universidad de la Sierra, A. C. S. N. E. 60
Historia del Derecho Mexicano Antología
metrópoli y las expedidas por la autoridad local, o tenemos que hablar de un derecho indiano
metropolitano y de otro criollo.
Ahora bien, tengamos cuidado con lo anteriormente señalado pues con ello no
estamos diciendo que no hubiera normas generales para Indias, claro que si las hubo, y muy
importantes, como la Recopilación de 1680, lo que sucede es que no fue una regla común en
la política legislativa indiana.
Al hablar de derecho castellano no podemos dejar de mencionar otro aspecto
importante en la vida jurídica novohispana, nos referimos a las normas de derecho indígena
que aun siguieron vigentes, pues si bien con el paso de los años cada vez menos se
aplicaron, no debemos olvidar que había disposición expresa en el sentido de que tales
normas deberían respetarse en los negocios jurídicos de las Indias, siempre y cuando no
fueran contrarias a las leyes fundamentales de la monarquía española y a la religión; por
ello, al considerar nuestro derecho colonial, junto con las disposiciones castellanas y las
llamadas indianas, debemos agregar aquellas disposiciones de derecho indígena que
siguieron siendo relevantes, por lo menos hasta 1812-1814 y 1820-1821 con la legislación
liberal emanada de la Constitución de Cádiz, en que prácticamente las suprimió en aras del
principio de igualdad de los ciudadanos ante la ley.
Habiendo tratado, someramente, los derechos castellano e indígena correspóndenos
ahora pasar revista al derecho propiamente novohispano, para contar con todos los
elementos que vinieron a construir nuestro derecho colonial.
4.2.1. LA LEGISLACIÓN
Para estudiar la legislación indiana, lo primero que debemos hacer es distinguir las
disposiciones emanadas de las autoridades centrales de Madrid, (Rey o Consejo) que
hemos denominado METROPOLITANAS, de la expedidas por las autoridades locales,
(Virrey o Audiencia Real), que a su vez hemos llamado CRIOLLAS. No obstante ello,
tenemos que apuntar que había un tipo de legislación que podía ser ejercida tanto por las
autoridades centrales como por las locales, nos referimos a los autos acordados, que podían
venir tanto del Consejo de Indias como de los reales acuerdos de las provincias indianas.
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Entre las diversas formas de expresión legislativa del derecho indiano metropolitano
encontramos: La ley, La real pragmática, la real provisión, la real cédula, la real carta, la real
ordenanza y la real instrucción. A ellas habrá que añadir otras formas que fueron usadas
durante el gobierno de los Borbónes. A partir de 1700, en donde hallamos al real decreto, la
orden y el reglamento. Todo ello independientemente de los autos acordados del Consejo.
Por su parte el derecho indiano CRIOLLO, se expresaba a través de los
mandamientos y ordenanzas o autos de gobierno de la superior autoridad gubernativa
(virreyes, presidentes-gobernadores y gobernadores) junto con los autos acordados de los
reales acuerdos de las audiencias virreinales y pretoriales.
Veamos estas expresiones legislativas y las causas de su diferenciación:
A) LA LEY. En su sentido estricto significa una disposición votada en las Cortes (Asamblea
Parlamentaria de corte estamental similar a los estados Generales de Francia, de origen
medieval, las cuales decayeron enormemente en la época moderna, gracias al
absolutismo, en que pasaron a ser meros cuerpos protocolarios cuya única misión era
intervenir en la transmisión hereditaria de la corona. Las Cortes las veremos resurgir con
gran vigor, aunque con otras características al advenimiento del constitucionalismo,
principalmente en Cádiz 1810-1812-1814).
B) LA REAL PRAGMÁTICA. Tenía la misma fuerza legal que la ley, sin embargo, era
solamente emitida por el rey; o sea, es un símbolo del absolutismo de la época moderna,
y por lo mismo constituyó la mas relevante forma de creación del derecho indiano.
C) LA REAL PROVISIÓN. Era un precepto dado por el Rey pero de contenido específico,
es decir, de proveer, por ejemplo, un nombramiento.
D) LA REAL CÉDULA. Fue la manera mas comúnmente utilizada por los monarcas
castellanos para legislar en esa época, quizá por su forma mas sencilla y menos solemne
y por su contenido mas versátil.
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H) EL REAL DECRETO. Era una resolución del soberano, dirigida a alguno de sus
secretarios de despacho.
I) LA ORDEN. Era una disposición de algún secretario del despacho cumpliendo algunas
disposiciones del Rey.
Los elementos formales de estas expresiones legislativas eran, a grosso modo, los
siguientes:
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Mayor, quien era ayudado por los alguaciles menores. Los funcionarios científicos, eran el
cronista mayor de indias, el cosmógrafo mayor, el catedrático de matemáticas. Las funciones
eclesiásticas eran desarrolladas por el Capellán y el Agente en Roma.
Por último, el personal subalterno estaba constituido por los porteros, el alcalde, el
pregonero, etcétera.
Las funciones del Consejo Real de Indias eran de cuatro tipos: legislativas,
administrativas, judiciales y militares.
Pues bien, regresando al procedimiento de creación legislativa, diremos que este se
inicia con una "minuta" que contenía el proyecto de precepto, a petición de alguna autoridad
indiana, seguía el "informe" del fiscal, y de ahí pasaba al pleno del Consejo, para lo cual se
requería del voto favorable de las dos terceras partes de consejeros, de donde salía una
propuesta al soberano; a dicha propuesta se le denominaba "consulta". Entonces el monarca
decidía en definitiva: aprobando, con la fórmula "como parece", rechazando, con las palabras
"no vengo a ello", o aprobando parcialmente, entonces volvía al Consejo para su redacción
definitiva para que posteriormente el rey procediera a promulgar y firmar, una vez realizado
volvía nuevamente al Consejo para que la registrara en los libros que para tal fin llevaba por
materia, los cuales se conocían comúnmente como "cedularios", por ser reales cédulas la
mayoría de las disposiciones. Se terminaba el trámite en Madrid, remitiendo tal disposición a
la autoridad de destino.
Al llegar a la autoridad de destino, esta procedía al acto de "obedecimiento", es decir,
la formalidad de "acatamiento"; acto continuo se copiaba en el libro registro o también
llamado cedulario y se daba a conocer al público, si fuera el caso, a través del bando y
pregón. Había la posibilidad de "obedecerse y no cumplirse" si la autoridad indiana estimaba
que no procedía o no convenía esa disposición, en cuyo caso la regresaba a la Corte,
exponiendo sus razones, para que el Rey resolviera en definitiva.
Por último, las disposiciones legislativas que para el ámbito de sus correspondientes
atribuciones podían dictar las autoridades locales, como eran los Virreyes, Presidentes-
Gobernadores y Gobernadores, adelantados y Corregidores, en lo que se ha dado en llamar
el derecho indiano criollo (para diferenciarlo del metropolitano o peninsular); entre las
mismas encontramos los mandamientos y las ordenanzas o autos de gobierno, todas las
cuales tenían que venir además refrendadas por el secretario de gobierno y debidamente
registradas en los correspondientes libros, registros con cedularios.
Por lo que se refiere a los autos acordados, ya hemos dicho que eran expedidos tanto
por el Consejo Real y Supremo de Indias como por los reales acuerdos anexos a las
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Las funciones jurisdiccionales de estas salas de justicia eran resolver las apelaciones y
suplicaciónes en ,materia civil y administrativa, así como suplicaciónes en materia penal.
Primeramente hubo un fiscal de lo civil para ambas salas, lego en 1776, se aumentaron a
dos, uno por cada sala; en 1776 se creó también la plaza del fiscal de la Real hacienda que
actuaba en las dos salas.
En la misma Audiencia, desde 1568 hasta 1776, hubo 4 alcaldes del crimen, pues
desde la última fecha se aumentaron a 5, mismos que funcionaban adecuadamente, por las
mañanas, como sala del crimen, en unión del fiscal del crimen (plaza creada en 1597) para
conocer las apelaciones en materia penal; y por las tardes se encargaban por turno, del
juzgado de provincia (tribunal mixto de primera instancia exclusivo de las capitales de
virreinato y 5 leguas a la redonda).
La Audiencia de Guadalajara operó desde su creación y hasta 1776 con 4 oidores,
trabajando colegiadamente, pues a partir de ese año se creó la plaza de regente y una mas
de oidor aparte de su fiscal; es decir, solo contó con una sala y no tuvo alcaldes ni sala del
crimen.
Los subalternos de la Real Audiencia eran alguacil mayor (brazo armado, junto con
los alguaciles, integraban el cuerpo policiaco del tribunal), teniente de Gran Chanciller
(encargado de guardar y usar el sello real), relatores, escribanos, abogados, tasadores,
repartidores, receptores (para cobrar las penas de cámara, estrados y justicia),
procuradores, interpretes y el portero.
Además de las atribuciones jurisdiccionales ordinarias, las audiencias asumieron las
siguientes funciones: juzgado de bienes de difuntos, juzgado de la Bula de Santa Cruzada y
recursos de fuerza.
Por otro lado encontramos atribuciones administrativas, como el caso de las
comisiones fijas que desempeñaban los oidores; el asesoramiento que con carácter
corporativo y obligatorio daban al virrey en los asuntos importantes, a través del real
acuerdo, en el que participaban el regente, los oidores y un fiscal con voz pero si voto; y la
sustitución en audiencias definitivas, misma que se hacía de manera colegiada por los
oidores.
La legislación liberal de Cádiz, así como quitó la presidencia de las audiencias a las
autoridades políticas (virreyes y gobernadores) , de igual manera privó A las audiencias y
sus magistrados de estas funciones político-administrativas.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
4.2.2. LA COSTUMBRE
El valor de la costumbre como fuente de derecho, fue reconocido como era natural en
aquél régimen, en que tanto contaba la voluntad de los gobernados; pero en esto hay una
marcada evolución: el estilo da a la costumbre mayor valor a la ley estricta cuando aquella es
razonable, lo mismo que al derecho natural. Según las partidas, la costumbre es fuente de
derecho, a veces superior a la ley escrita; el preámbulo del título dos de la primera partida
dice: "Embargar no puede ninguna cosa las leyes que non hayan la fuerza et el poder que
habemos dicho, sino tres cosas: la primera uso, et la segunda costumbre, et la tercera fuero".
Comentando este texto Gregorio López en la glosa respectiva observa: "El uso difiere de la
costumbre en cuanto el uso de refiere al hecho y la costumbre al derecho. Así pues el testigo
para probar la costumbre debe referirse al uso, pues si simplemente dijere que es
costumbre, nada probaría". Con mayor extensión la ley 1 del título citado, define el uso:
"cosa que nasce de aquellas cosas que home dice o face et que siguen continuamente por
grant tiempo et sin embargo ninguno". En cuanto a la costumbre, la ley 4 explica que: "es
derecho o fuero que non es escripto, el qual han usado los homes luengo tiempo
ayudándose del en las cosas eten las razones sobre que lo usaron". Debe ser usada por el
pueblo o la mayor parte de el, según lo requiere la ley 5 siguiente, por diez o veinte años,
sabiéndolo el señor de la tierra y no contradiciéndolo, si en ese tiempo se hubieren dado
treinta sentencias o mas, o cuando en juicio contradictorio el Juez ha fallado que existe tal
costumbre, y no debía ser contra la ley de Dios, contra el señorío, contra el derecho natural
ni contra el bien común.
En el derecho indiano, la costumbre de los pueblos de naturales está expresamente
reconocida como fuente de derecho, juntamente con las leyes que los indios se hubieren
dado o se dieren aún después de la conquista, reconociéndose expresamente su autonomía.
"Ordenamos y mandamos, decía Carlos V, que las leyes y buenas costumbres que
antiguamente tenían los indios para su buen gobierno y policía y sus usos y costumbres,
observadas y guardadas, después que son cristianos, y que no se encuentren con nuestra
sagrada religión, ni con las leyes de este libro, y las que han hecho y ordenado de nuevo se
guarden y ejecuten; y siendo necesario, por la presente, las aprobamos y confirmamos, con
tanto que nos podamos añadir lo que fuéremos servidos, y nos pareciere que conviene al
servicio de Dios nuestro Señor y el nuestro, y a la conservación y policía cristiana de los
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Historia del Derecho Mexicano Antología
Recordemos que el derecho que se impuso en el Nuevo Mundo fue el castellano, del
cual se distinguió el indiano, considerando como tal al que estuvo vigente en las Indias
occidentales y orientales, que abarcaba no sólo al propio derecho castellano transplantado,
sino al creado por España especialmente para el Nuevo Mundo y a los derechos y
costumbres indígenas. El derecho indiano constituyó así un sistema único, producto de las
necesidades propias de la realidad indiana.
Como mencionamos, gracias a la amplia difusión y vigencia de las Siete Partidas en
Indias los juristas indianos se vincularon a la tradición científica del ius commune, recibido en
Castilla desde la baja Edad Media y para el siglo XV “este derecho universitario y docto era
la sustancia de toda verdadera ciencia jurídica... debido a que su riqueza conceptual y
técnica había sido una eficaz arma en contra de la dispersión jurídico-política que caracterizó
a la alta Edad Media”.
Este derecho se recibió en Indias a través del estamento letrado, culto de la sociedad,
ya sea formado en América o bien en la Península. La universidad se constituyó en el
vehículo de recepción por excelencia y se encargó de formar sus bibliotecas, bases de
apoyo para sus diversas argumentaciones y de actuaciones en el foro.
Aunque para el siglo XVI el ius commune ya mostraba una profunda decadencia, en
Castilla y otros reinos de la Península vivió un esplendor inigualable. Algunos de los más
distinguidos representantes del mos italicus tardío se desarrollaron junto con los famosos
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Historia del Derecho Mexicano Antología
teólogos juristas españoles y con la corriente de los humanistas del derecho o mos gallicus.
Puesto que el ius commune es un derecho de juristas, éstos se convirtieron en los pilares
políticos de las grandes burocracias que se extienden desde finales de la baja Edad Media
hasta el fin de la Edad Moderna.
Con la llegada de la ilustración, este sistema jurídico fue objeto de numerosas críticas
de corte racionalista, adoptadas por el despotismo borbónico que preparo a España y a las
Indias para el camino de la codificación. Como señalo Alejandro Mayagoitia, uno de los
grandes representantes de la nueva corriente del derecho español fue Juan Francisco de
Castro, con sus Discursos críticos sobre las leyes y sus interpretes, en los que critica la
práctica del derecho canónico, romano, y afirma que: “Si se hiciese sobre la extensión
enorme y disonancias de los tres cuerpos de Derecho, Romano, Canónico y Real, la
necesidad de instruirse en ellos, la precisión de leer los volúmenes de los interpretes y
decisiones de los tribunales, distinguir entre sus diversas clases, y formar concepto entre sus
diversas opiniones y adaptaciones al uso del país, pocos habría que quisiesen exponerse a
tan molestas tareas”.
Castro señala que la ciencia necesaria en un abogado, juez y profesor abarca no sólo
el texto de las leyes, sino también la filosofía, teología, historia y “tener noticia de otras
ciencias”. Continúa con la afirmación de que después de la recepción de abogado:
“Según cada uno aplica al estudio y trabajo, así son sus progresos. El lugar de su
residencia, la abundancia mas ó menos de litigios y su especie, hacen la fortunas y
progresos del abogado. Animado su estudio con la utilidad suele crecer tanto su aplicación
como los emolumentos de su empleo, y la experiencia le va adiestrando en aquella especie
de pleitos, que se acostumbran ventilar en el país de residencia sin cuidar de otras. De
donde viene que un abogado diestro en unas materias, suele ser enteramente idiota en
otras”.
Las criticas de Castro al derecho de la Península también eran aplicables para el
indiano, que participaba de los defectos del primero y contaba con deficiencias propias de
sus sistema. Después de la Recopilación de 1680, el derecho indiano llegó al siglo XVIII en
un estado caótico, y la dispersión de la legislación indiana emitida desde España es clara.
En esta situación jurídica del siglo XVIII se atacó el estudio y la práctica del ius
commune, y el derecho legislado empezó a ganar terreno frente al derecho de juristas.
Esta tendencia desembocó finalmente en el proceso codificador del siglo XIX.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
OBJETIVO PARTICULAR
Al concluir esta unidad, el alumno identificará y diferenciará los principios rectores de las
diferentes Instituciones de Gobierno en la Nueva España, su organización, la Justicia
Ordinaria, las jurisdicciones especiales y probadas, y la consolidación de la Real Hacienda.
CONTENIDO ACADÉMICO
5.2. GOBIERNO
- 5.3.1. GOBERNADORES
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Historia del Derecho Mexicano Antología
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Tema 5
Instituciones de Gobierno y
Justicia.
Historia del Derecho Mexicano Antología
DOCUMENTOS DE LA UNIDAD 5
DOCUMENTO FICHA
5.3.
FLORIS, Margadant, Guillermo, Introducción a la
Historia del Derecho Mexicano, Ed. Esfinge, 18° Ed,
México, 2001
Universidad de la Sierra, A. C. S. N. E. 75
Historia del Derecho Mexicano Antología
En la Edad Moderna, señala el autor Ismael Sánchez Bella9, el gobierno del imperio
español estaba a cargo de los Reyes, quienes ejercían el gobierno personal en todas sus
esferas, destacando en ese carácter los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II en los siglos XV
y XVI. Para el siglo XVII, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, quienes lo hicieron con el apoyo de
sus aliados Los monarcas ejercían las funciones de gobierno apoyados tanto en una serie de
organismos como en individuos que desempeñaron diversas funciones de consejo y
administración.
Durante el periodo de las Asturias, la monarquía española experimentó un cambio
fundamental, ya que pasó de ser moderada y limitada a absoluta, lo que su vez modificó las
estructuras del poder.
El absolutismo desplazó a la nobleza y al estado llano de sus posiciones de poder
político, concentrándolas en la figura del Rey, lo que incluía en su plenitud las facultades
legislativas y de gobierno. Esto trajo consigo la centralización del ejercicio del gobierno
mediante el establecimiento de delegados del monarca en las ciudades principales, llamados
Corregidores, quienes ejercieron en el nivel local funciones gubernativas, judiciales, fiscales
y militares. Además, la intervención del monarca en la vida municipal fue cada vez mayor.
En el caso de la nobleza, esta se volvió cortesana para mantenerse cerca del rey,
quien siguió considerando a los nobles como sus pares, les repartió las funciones
gubernamentales.
La absolutización del ejercicio del poder real trajo la correspondiente burocratización
de los organismos de gobierno. El aparato de gobierno se integró con toda una red de
funcionarios públicos dependientes de la Corona y escalonados jerárquicamente entre sí.
Los ejes fundamentales del sistema fueron los consejos, cuerpos colegiados con
funciones no solo de organismo consultivo, sino en materias administrativa, legislativa y de
justicia. Los consejos se situaban inmediatamente debajo de la figura del Rey, y constituyen
la cabeza del gobierno y de la administración pública, se consideraban la cumbre de toda
carrera burocrática. Los consejos componían un sistema, ya que la planta institucional de
cada uno de ellos reproducía en lo fundamental un modelo único; además, los miembros de
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Historia del Derecho Mexicano Antología
algunos consejos muchas veces lo eran de otros, “y con todos ellos se había tratado de
organizar un aparato institucional con coherencia interna y unidad funcional”.
5.2. GOBIERNO
10
De acuerdo con José Miranda el sistema de las instituciones políticas en la Nueva
España estaba formado por:
Desde 1548, la Nueva España estuvo dividida en Reinos y Gobernaciones, con sus
sendas provincias. Los Reinos, eran el de México y el de Nueva Galicia, además desde
1580 existió el Nuevo Reino de León. Las Gobernaciones eran las de Nueva Vizcaya,
Sinaloa y Sonora (juntos llamados Nueva Navarra) y Nayarit eran provincias que no
pertenecían a reino alguno o a alguna gobernación. Mas tarde fueron añadidas las provincias
de Texas, Coahuila, Nuevo México y de las dos Californias. Desde luego, esta división del
territorio sufrió muchos cambios, siendo la mas importante la división en intendencias, de
1786. Cada provincia estaba dividida en Distritos o Partidos. Tenían su capital y el jefe
9
SANCHEZ-BELLA, Ismael, et. Al. Historia del Derecho indiano, MAPFRE, Colección “Relaciones entre España y
América”, Madrid, 1992.
10
No obstante esta clasificación, Guillermo Floris Margadant, señala que la realidad es mas compleja de lo que
esta división presenta, ya que con frecuencia se forman “zonas grises” entre el nivel local y el provincial-distrital.
Universidad de la Sierra, A. C. S. N. E. 77
Historia del Derecho Mexicano Antología
administrativo de esta ciudad era el "corregidor" (título que también encontramos para los
jefes administrativos de los principales distritos o partidos y de algunas ciudades que no eran
capitales de provincia.
El corregidor de una ciudad impuesto "desde arriba", tenía que colaborar con las
autoridades municipales nombradas por la comunidad, o cuando menos por los oligarcas de
esta, circunstancia que dio lugar a frecuentes conflictos.
En esta descentralización del sistema gubernativo virreinal hubo muchas concesiones
e influencias personales, a deseos regionales o de grupos de presión, que ya no satisfacían
completamente a los gobernantes del siglo de las luces. El 4 de Julio de 1718, Felipe V, de la
Casa de Borbón, introdujo en España el sistema de intendencias (reformado el 13 de
Octubre de 1749), el cual contenía reglas para la administración de justicia, fiscal y militar, y
el fomento en la economía agrícola, industrial y minera. Esta ordenanza es común una
especie de Código Administrativo -a veces con matices de Constitución- para la Nueva
España.
Bajo el nuevo sistema, los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores, fueron
sustituidos por doce intendentes y sus subalternos, encargados de la justicia, el cobro fiscal,
el fomento económico y a la organización de la milicia local.
La repartición del territorio en intendencias (México, Puebla, Guadalajara, Oaxaca,
Guanajuato, Mérida, Valladolid, San Luis Potosí, Durango, Veracruz, Zacatecas y Sonora,
fue básica para la división territorial que hallamos mas tarde en la primera Federación
Mexicana.
Desde 1776, existieron sucesivos intentos de distribuir el norte de la Nueva España
entre comandancias de provincias internas (en algún momento incluso existieron tres de
estas), con relativa autonomía. Esta idea de crear provincia internas era un primer peldaño
hacia la creación de un nuevo virreinato separado para el norte de la Nueva España. Los
graves problemas a que el imperio Hispano tuvo que enfrentarse en las siguientes décadas,
con la revolución Francesa y el napoleonismo) y la falta de visión de los sucesores de Carlos
III, impidieron la realización de este proyecto.
5.2.1.1. EL REY
“Así, en varios casos penetran en los cabildos...ciertos funcionarios que pertenecen básicamente al dispositivo
central provincial o distrital”.
Universidad de la Sierra, A. C. S. N. E. 78
Historia del Derecho Mexicano Antología
La máxima autoridad era el Rey, representado en estas tierras por los Virreyes
(desde 1535, después de unos experimentos iniciales), pero también por otras autoridades,
independientes de estos y directamente responsables ante la Corona, como eran los
adelantados, los capitanes generales y los presidentes, etcétera, de los que hablaremos en
párrafos posteriores dentro de la presente antología.
Según señala el autor José Sánchez Arcilla11, el monarca español ejercía la titularidad
del poder sobre una diversidad de territorios con diferente consideración jurídico-política, lo
que traía como consecuencia que el soberano utilizara distintos títulos junto con el de Rey.
Así, la utilización de títulos tales como el de Conde de Barcelona, Duque de Borgoña,
Archiduque de Austria, Conde Flandes, etcétera. Los Reyes Católicos optaron por intercalar
en el dictado los títulos castellanos y aragoneses según la categoría de cada uno de los
territorios; esta práctica la siguieron sus sucesores con la peculiaridad de que, al integrarse
en la monarquía, muchos mas territorios, incluyeron los títulos de los Reyes, Duques,
Marqueses, Condes y Señores.
La autoridad del Rey como encarnación personal del Estado y supremo rector de la
comunidad se manifestaba por medio de insignias o símbolos. Los signos externos y
atributos de la realeza durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna fueron el trono o solio,
la corona, el cetro, el manto de púrpura y la espada. Cuando se proclamaba al nuevo Rey;
este recibía la posesión de las insignias en el acto solemne de elevación de la dignidad
regia.
El poder del Rey se reflejaba en una amplia gama de “regalías”, que consistían en
derechos privativos e inalienables del monarca, y no eran los mismos en todos los reinos.
Estos derechos consistían en la impartición de justicia, acuñación de monedas, minas,
llamado a las armas, mantenimiento de la paz, etcétera. Los distintos ordenamientos
jurídicos como el Fuero Viejo de Castilla, Las Siete Partidas o El Especulo concedían
distintos poderes al Rey. Igualmente el monarca tenía poder de decisión frente a otros
reinos: el derecho a la guerra, la paz, celebración de tratados y envío de embajadas. Otra de
las facultades reales sería con el tiempo la de creación normativa.
Dentro de sus obligaciones se encontraba la de defender la fe cristiana y la iglesia,
intervenía activamente desde el siglo XIII en la organización eclesiástica, especialmente en
el nombramiento de obispos. De ahí el derecho de patronato sobre la iglesia en indias. Las
11
SANCHEZ, Arcilla Bernal, José, Historia del Derecho, Instituciones Político-Administrativas, Dykinson, Madrid,
1995.
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Historia del Derecho Mexicano Antología
facultades del Rey frente a la iglesia se extendieron a campos como la supervisión de las
bulas papales previa a su aplicación en el reino; esto se conocía como el pase regio, la
reforma de las órdenes religiosas y los recursos de fuerza.
El Rey de Castilla y León lo era también de las indias, ya que estas habían sido
donadas a los Reyes de Castilla. Los habitantes de las indias, cualquiera que fuera su
origen, raza o situación social, eran súbditos del monarca castellano, y debían ser protegidos
por este. En cuanto a las indias, una de las obligaciones del Rey era la de la inalienabilidad
de las mismas, es decir, la no separación de las indias de la Corona Castellana.
La intervención en los asuntos indianos por los monarcas españoles no tuvo siempre
el mismo carácter e intensidad. Mientras que reyes como Carlos V (I de España) y Felipe II
intervinieron personalmente en muchos de los negocios americanos de importancia en su
conocimiento y resolución, su sucesores Felipe III y IV, así como Carlos II, delegaron en
cierta medida la atención a los asuntos indianos en sus favoritos o válidos. Tanto los
monarcas como los encargados de los asuntos indianos no tuvieron un contacto directo con
el Consejo de Indias, sino que lo hicieron por medio de los secretarios de despacho,
funcionarios que se relacionaban al Rey y sus válidos o favoritos con el Consejo de Indias y
viceversa.
Al lado del Rey, hallamos, El Consejo de Indias, inspirado en los Consejos de Aragón y el de
Castilla, tribunal supremo de apelación respecto de asuntos de cierta cuantía, ya decididos
en la colonia, o de primera instancia en algunos asuntos muy graves. Además era el cuerpo
consultivo general de la Corona, para todo lo referente a las indias, también desde luego, en
materia legislativa. Especialmente la actividad justiciera del consejo merecidos elogios de los
historiadores.
En un principio, los asuntos relativos a la administración de Indias corrían a cargo del
representante de los reyes Católicos don Juan Rodríguez de Fonseca y, a partir de 1508, el
mismo Fonseca en unión de Fernando Lope de Conchillos, secretario del Rey don Fernando;
pero en lo judicial y en los mas importantes asuntos de la administración colonial, era el
Consejo de Castilla la autoridad suprema, con facultad de revisar las resoluciones de la
Chancillería de Granada y de las Audiencias de Valladolid y Sevilla. Con tal carácter sus
miembros firmaron la real provisión creando la Audiencia de Santo Domingo, decidieron la
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Historia del Derecho Mexicano Antología
competencia suscitada entre ésta y don Diego Colón autorizaron la provisión en que se dio
jurisdicción civil y criminal de la casa de contratación.
Al advenimiento del reinado de Carlos V, los asuntos de Indias, corrieron a cargo de
un grupo especial del Consejo de Castilla, al que primero se refirió el Rey en 1519
llamándolo "Los de mi Consejo que entienden en las cosas de Indias", pero ya en cédula de
17 de Mayo de 1520 se ordena a la Casa de Contratación escriba al Rey, quien resolvería
los asuntos con acuerdo del "Consejo de Indias".
Sin embargo, todavía no se organizaba este como institución autónoma separada del
Consejo de Castilla, y aún formaba en el grupo de éste que conocía de los asuntos de
ultramar Rodríguez de Fonseca, ya entonces Obispo de Burgos; pero sin carácter de
Presidente, y los asuntos de justicia seguían siendo resueltos por dicho Consejo.
No fue sino hasta el 1° de Agosto de 1521 cuando se estableció independientemente
el "Consejo Real y Supremo de Indias", siendo sus primeros consejeros el Maestro Luis
Cabeza de Vaca, obispo de Canarias; el doctor Gonzalo Maldonado y Pedro Mártir de
Anglería, que ya desde antes tenía el cargo de cronista de las Indias. Cuatro días después
se nombró al primer presidente al general de la orden dominicana, obispo de Osma y
confesor del Emperador Fray García de Loaiza, quedando descartado Fonseca, en lo que no
había influido mucho su poca parcialidad por Diego de Velázquez en el pleito contra Cortés.
El Consejo debía tener sus oficinas en la Corte, pero como ésta no residía en lugar
fijo, aquél tampoco; los expedientes se llevaban en una arca de Toledo a Granada, a Sevilla,
a Valladolid, etcétera, y cada uno de los consejeros llevaba consigo cédulas de guía, para
que en cada lugar se le alojase competentemente, sin cargarle precios inmoderados.
Como la jurisdicción del Consejo abarcaba segundas instancias de los Juicios que se
iniciaban en Indias, o en asuntos que a ella atañían, y esa jurisdicción era tanto civil como
criminal, había casos en los que se requería la aplicación de la pena de muerte o la de
mutilación, en que, conforme a los cánones, no podían intervenir los clérigos miembros del
Consejo, el Rey tuvo que acudir al Papa para que les otorgara la necesaria licencia.
Al comienzo de su existencia, el Consejo de Indias estuvo a menudo dominado por
dominicos, famosos por su cultura y humanismo, algo que influyó favorablemente en la
legislación social indiana.
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5.2.2.1. EL VIRREY
12
Arreglo, trato.
13
Pabellón, resguardo.
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podía nombrar a todas las autoridades respecto de las cuales no tuviera una prohibición
expresa de hacerlo.
El Virrey podía modificar e incluso suspender la ejecución de las disposiciones reales
cuando considerara que las circunstancias así lo exigían, por medio de la figura del
Contrafuero. Asimismo estaba encargado de vigilar el despacho de correos, el control de
abastos, el funcionamiento de depósitos y alhóndigas, el control de los precios, limpieza e
iluminación de las calles, construcción, mantenimiento y reparación de puentes y caminos,
así como el mantenimiento de la paz y el orden en la capital novohispana. Podía otorgar en
nombre del monarca diversas mercedes, conceder licencias o autorizaciones, confirmar las
elecciones municipales y las ordenanzas de los Consejos. Era Juez de las causas de los
indios en primera instancia, de cuya segunda instancia conocería la Real Audiencia, y
principal protector de éstos; actuaba como vicepatrono de la iglesia indiana, representando al
monarca en el ejercicio de amplias facultades respecto de la iglesia, y debía mantener la paz
y armonía entre los obispos y demás eclesiásticos. Dirigía la Hacienda Real, se encargaba
de la policía y buen gobierno del Virreinato a su cargo.
b) JUSTICIA. Entre sus atribuciones estaba, a partir de 1567 y por disposición de Felipe II,
la de actuar como Presidente de la Real Audiencia, con la representación del monarca como
fuente suprema de justicia. Además desde 1591, el Virrey administraba justicia en primera
instancia a los indios y conocía de los juicios en que estos eran demandados, sin perjuicio de
la intervención de otras autoridades. Conocía también en primera instancia de los delitos
comunes cometidos por los oidores de la Real Audiencia, cuando fueran de gran tamaño o
escándalo. Con frecuencia hubo conflictos de competencia entre la Audiencia y los
respectivos virreyes, fundamentalmente en el sentido de aclarar si un asunto era de justicia o
de gobierno; aunque el Virrey siempre tenía la última palabra. Podían también perdonar los
delitos comunes y excesos cometidos con la facultad de gracia.
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Los Gobernadores en indias debían ocupar sus cargos por un plazo de tres años, si
ya se encontraban en las indias, contado desde la toma de posesión del mismo; si tenían
que trasladarse desde España, durarían cinco, aunque debían servir hasta la llegada de sus
sucesores.
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con los Alcaldes Mayores e nombran Tenientes de Gobernador, pero sus competencias
coincidían, lo que dio lugar no sólo a conflictos entre ellos sino a confusiones entre los dos
oficios. Este problema cesó en 1536, cuando desaparecieron los oficios de lugartenientes de
Gobernador.
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La Justicia Ordinaria era la justicia local impartida por las autoridades en los negocios
civiles o criminales a ellos sometidos, así como las materias no reservadas a los tribunales
de justicia extraordinaria.
El juicio es, según Hevia Bolaños14, “auto que el Juez hace, discerniente en derecho
entre las partes, en razón de la causa que ante él se trata, con legítimo contradictor...
“Pueden ser ordinario, extraordinarios y sumarios. El primero es aquel que procede mediante
acción o acusación verdadera fundada en derecho y guardando el orden y las formas por el
fijadas. El extraordinario es el que procede por comisión y no mediante acción, ni acusación
verdadera. El sumario es aquel en el que se procede simplemente, de plano, sin estrépito, ni
figura de juicio.
Las facultades de justicia varían de acuerdo con la autoridad local, de ahí que para el
estudio de las facultades se dividían en:
14
Juan de Hevia Bolaños, Curia Philipica, Josef Doblado, Madrid, 1783.
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15
Moneda, pieza, dinero.
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en primera instancia de los pleitos de indios con españoles así como de los casos de
Hermandad en donde no hubiera en Alcalde de la Santa Hermandad.
El Estatus jurídico del indio tuvo un carácter especial, si bien en principio era igual al de los
españoles, pues consideraba a todos como vasallos libres de la Corona de Castilla. Los
caciques tenían el mismo estatus que los nobles castellanos y los macehuales, el de los
vasallos limpios de sangre, llamados del estado general o llano. Sin embargo, dada la
diferencia en grado de civilización, se les equiparó judicialmente a los españoles rústicos y
miserables, sometiéndolos a un régimen de tutela y protección en sus relaciones con los
españoles y con las castas.
En el último tercio del siglo XVI los intentos por integrar al indio en el derecho español
y en sus procedimientos, habían resultado, según Woodrow Borah, vanos. Los indios
seguían sin tener acceso a los remedios jurídicos, sencillos, económicos y eficaces, lo que
provocó renovados esfuerzos por parte de las autoridades para encontrar una solución
pronta al problema.
Se consideraba a los indios como un grupo que debía recibir un trato distinto,
especial, dada su pobreza y miseria. Se buscó facilitarles los mecanismos de solución de
conflictos con la reducción o eliminación de los costos judiciales y la intervención del aparato
de funcionarios, abogados y notarios, y la garantía de un acceso directo a la justicia. Sin
embargo, los intentos fracasaron, por lo que el Virrey Luis de Velasco, propuso en 1590, al
Rey solucionar el problema mediante dos mecanismos. El primero consistía en el
nombramiento de un defensor de los indios, que fuera el único representante de ellos en
todos los casos, quien debería preparar y presentar las quejas por ellos levantadas y
procuraría resolver los conflictos por medio de la negociación y no de juicios. Este defensor
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de los indios recibiría su salario a través de un pequeño impuesto que pagarían los indios por
cabeza. El segundo buscaba terminar los conflictos jurisdiccionales en los casos de indios,
solicitando que al cargo de Virrey se le diera jurisdicción de primera instancia en todas las
causas civiles que afectaran a los indios entre ellos o con los españoles. Las apelaciones
podrían elevarse a la Real Audiencia, que las resolvería en forma sumaria.
La Corona decidió respecto de las sugerencias del Virrey mediante Real Orden y
Carta Real, fechadas el 9 de abril de 1591, que constituyeron la base del Juzgado General
de Indios de la Nueva España. En ellas se investía al Virrey para conocer en primera
instancia de los pleitos civiles que se ofrecieron entre los indios, o con los españoles, si los
indios eran reos. Si eran actores en contra de los españoles, podían elegir entre la justicia
del Virrey, la justicia ordinaria o la Real Audiencia. La Real Audiencia conocería de las
decisiones del Virrey en segunda instancia. Se establecía además, que los indios tuvieran un
protector, un procurador, un defensor y un letrado que pidieran y siguieran sus causas, sin
que por ello pudieran cobrar derechos, mas que su salario.
El Virrey procedió de inmediato a organizar el nuevo tribunal, y nombró a un
Procurador General de Indios, que actuaría como abogado y defensor, así como lo mas
importante, a un asesor que serviría de consejero en las visitas judiciales y permitiría que el
Virrey actuara como Juez sin ser letrado. También formaban parte del Juzgado, dos
abogados, uno para los casos civiles y otro para los criminales, dos procuradores, dos
solicitadores, un relator, notarios, interpretes y alguacil. A ellos hay que sumar al receptor
fuera de la ciudad de México, y al fiscal de lo civil y de lo criminal. Al mismo tiempo, el 2 de
Marzo de 1592, dio la noticia, mediante pregón, de una ordenanza que hacía públicas las
instrucciones del rey, la que imprimió y repartió para asegurar su conocimiento. En ellas se
anunciaba el nombramiento del procurador y del asesor, así como la prohibición de cobrar
honorarios a los indios por servicios jurídicos, salvo a los caciques principales y a las
comunidades, que pagarían la mitad de la tarifa. El personal del Juzgado se aumentó
durante el virreinato del Conde de Monterrey.
Estas ordenanzas fueron adicionadas después, y se estableció que en los casos de
indios contra indios, una parte estaría representada por el Procurador, y la otra por el Fiscal.
Se prohibió a los Procuradores de Provincia y Jueces Municipales de la Ciudad de México,
conocer de los asuntos indígenas, y se interrumpieron todos los juicios ya iniciados. Los
jueces de provincia podían seguir conociendo de casos de indios contra españoles, y la
representación de los primeros quedaba en manos del procurador. Se regularon también los
interpretes.
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La primera sesión del Juzgado se celebró en 1592. Se asignaron los días Lunes y
Miércoles por la mañana, y Viernes por la tarde para sesionar, y asistían a las sesiones, el
asesor, el procurador General de Indios, los secretarios para asuntos judiciales y
administrativos y los notarios, se despachaban los asuntos en forma sumaria a través de una
orden de ayuda o al funcionario delegado, para que investigara e informara al Virrey y este
decidiera. La actuación del Juzgado se enfrentó con la oposición generada por la
imposibilidad de cobrar costos y honorarios, ya que esto afectaba de manera directa a los
funcionarios que habían comprado sus cargos a la Corona y ahora verían que sus ingresos
disminuirían mucho.
En cuanto a los recursos para el pago de los agentes nombrados por el Virrey, se
decidió imponer el cobro del medio real de ministros a cada varón indio adulto y casado, y la
mitad a los medios tributarios que eran las viudas, viudos y adultos solteros. Este medio real
se cobraba anualmente.
El Juzgado General de Indios, tenía jurisdicción alterna, pero no exclusiva, en primera
instancia en los pleitos de indios entre si, y en los de españoles contra indios. Las quejas
presentadas por los indios en contra de los españoles no eran competencia del juzgado, sino
de la Justicia ordinaria o de la Real Audiencia; sin embargo, era posible que el Virrey las
atendiera como peticiones de remedio administrativo. El Juzgado también tenía jurisdicción
alterna, pero no exclusiva, en los casos criminales contra indios; la apelación correspondía a
los alcaldes del crimen de la Real Audiencia.
Con la Constitución de Cádiz, durante el bienio liberal, el Juzgado General de Indias
dejó de funcionar como tal, aunque el cobro del medio real de ministros se siguió aplicando y
se dejaron intactas las tierras comunales indias y las cajas de comunidad. En 1814, se
restableció para desaparecer definitivamente en 1822 las contribuciones por Decreto del 21
de Febrero de ese año.
5.4.2. CONSULADO
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surgidos entre sus integrantes. Los jueces o cónsules y el prior16 se elegían de dos o tres de
sus miembros de manera anual. No intervenían juristas ni jueces profesionales, sino
mercaderes conocedores del tráfico mercantil y sus problemas y costumbres. Los litigios se
resolvían con base en el usus mercatorum17 y las normas escritas privativas de cada
Consulado.
El primer Consulado de Castilla fue el de Burgos, creado por pragmática de los Reyes
Católicos, dada en Medina del Campo el 21 de Julio de 1494 a petición de los mercaderes
locales. Después de unas primeras ordenanzas sobre fletamentos18, y previa autorización
otorgada por el emperador en 1520, el Consulado de Burgos vio sus primeras ordenanzas
confirmadas en Valladolid el 18 de Septiembre de 1538.
El Consulado recibió sus segundas ordenanzas en 1572, perfeccionando las
anteriores, en particular en lo relativo a los seguros marítimos, para los que insertó tres
formularios. Finalmente en el siglo XVIII se promulgaron las últimas ordenanzas del
Consulado.
Los encargados de la administración de justicia en los consulados eran el Prior y
dos Cónsules, como autoridades supremas con funciones jurídicas y administrativas. En el
ejercicio se sus funciones judiciales tenían la consideración de jueces reales. Los cónsules
ejercían sus funciones temporalmente de acuerdo con sus respectivas ordenanzas. De sus
resoluciones conocía el Juez de Alzadas, que en el caso de México era uno de los oidores
de la Real Audiencia designado por el Virrey.
El Prior y los Cónsules del Consulado de la Nueva España podían resolver los litigios
entre mercaderes en materia de compras, ventas, cambios, trueques, quiebras, seguros,
cuentas, compañías, fletes y navíos, “y de todo lo demás que pueden y deben conocer los
Consulados de Burgos y Sevilla”.
En el procedimiento ante el Consulado, el Prior y los dos Cónsules debían escuchar
la demanda hecha por el actor y la defensa por el demandado, para que dicho Juez,
inmediatamente después se debía buscar llegar a un arreglo o conciliación entre las partes,
ya sea en forma oral o escrita, son la participación de abogados. Si presentaban algún
escrito hecho por abogado, se les debía rechazar y otorgar el plazo de un día para la
presentación de otro nuevo.
16
Párroco, clérigo, sacerdote.
17
Costumbres en el comercio.
18
Embarques, transportes, envíos.
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Había que llevar el pleito con la mayor brevedad posible, pudiéndose sentenciar ya
sea por unanimidad o por mayoría; los tres tenían que firmar la sentencia, asentando sus
votos en el libro, que para ese efecto estaba en poder del secretario del Consulado.
El Prior y los Cónsules debían resolver los pleitos “a verdad sabida y buena fe
guardada”, con la mayor celeridad posible. Las apelaciones se hacían ante un oidor de la
Real Audiencia nombrado anualmente por el Virrey. Debía resolver la apelación acompañado
de dos mercaderes por el seleccionados. Ante la resolución del Juez de Alzada que
confirmara la sentencia del Prior y Cónsules, no cabía apelación o recurso alguno. En caso
de que la decisión hubiera sido revocar la sentencia de primera instancia, cabía la
suplicación ante el mismo oidor, pero con dos mercaderes distintos de los primeros. Ante el
resultado de la suplicación no cabía recurso alguno.
19
María del Refugio González, "Estudio Introductorio", en Ordenanzas de la Minería de la Nueva España
formadas y propuestas por su real tribunal, estudio y edición de María del Refugio González, Instituto de
Investigaciónes Jurídicas de la UNAM, México, 1996, p. 17.
20
Leyes de Recopilación, en la Imprenta Real de la Gazeta, Madrid, 1772, lib. VI, tit.XIII, ley 5.
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Banco prestaba a los mineros para el desarrollo de la industria. El Real Cuerpo de Minería
estableció, además, una escuela de minería, que otorgaba 25 becas para españoles e hijos
de caciques indígenas.
Los integrantes del Real Cuerpo de Minería gozaban de los privilegios de los nobles,
con preferencia en las designaciones para puestos políticos, militares y eclesiásticos. Tenían
garantizado el acceso a materias primas a bajos precios y compelaban en lo posible como
trabajadores a individuos de raza negra, mestizos de clase baja y criminales, además de que
evitaban siempre que fuera posible el empleo de indígenas.
Las Ordenanzas de Minas de 1783, establecían el procedimiento para la adjudicación
y operación de minas, la organización fiscal y jurídica de la industria, la constitución gremial,
trabajo, comercio de los metales, bancos y créditos, educación y privilegios. Para su
ejecución el Virrey Matías de Gálvez designó en 1786, Director General a Fausto de Elhuyar,
acompañado de expertos alemanes, para el mejoramiento de los métodos mineros. Pese a
la oposición inicial de la Real Audiencia, el buen desempeño de Elhuyar motivó que se
solicitara su designación vitalicia en México, en donde residió hasta después de obtenida la
Independencia.
La producción minera indiana se encargó de financiar en gran medida de las guerras
extranjeras de los Hasburgo a través del envío del mineral, tanto en barra como amonedado.
La minería novohispana se convirtió en una industria central en el sistema económico del
virreinato. Los niveles de extracción se elevaron en la segunda mitad del siglo XVIII y se
duplicó la cantidad de moneda acuñada en la Casa de Moneda de México entre 1700 y
1770, se duplicó de nuevo hacia 1800, cuando alcanzó su máxima etapa productiva, que
declinó de manera considerable con la guerra de Independencia.
Cabe mencionar que las Ordenanzas de Minería del 22 de Mayo de 1783,
continuaron vigentes en México hasta la expedición del Código de Minería de 1884.
privilegiado de carácter personal o de clase en Indias fue el relacionado con la clase militar,
los eclesiásticos y los nobles.
En lo que se refiere al fuero eclesiástico, éste lo gozaron tanto los prelados como
los clérigos, novicios y religiosos, que no podían ser procesados por jueces no eclesiásticos,
dado que las causas eran espirituales (artículos de fe, penas de excomunión, sacramentos,
elección de prelados de órdenes y beneficios eclesiásticos) y no temporales. Para gozar del
fuero eclesiástico debían de llevar el hábito la tonsura, al menos seis meses antes de
cometido un delito.
Los Tribunales se establecieron en el fuero eclesiástico por el Papa Gregorio XIII, en
especial para las Indias, mediante Breve del 15 de Mayo de 1573, publicado el 28 de
Febrero de 1578 que se incluyó en la Recopilación de leyes de los Reinos de las Indias de
1680. El juez ordinario en los asuntos relativos al fuero era el obispo o arzobispo o en su
respectiva diócesis, quien administraba justicia en primera instancia, tanto en materia civil
como en la criminal. La segunda instancia correspondía al metropolitano si en la primera
había conocido el sufragáneo; si lo había hecho el metropolitano en la primera, la segunda
era tarea del obispo vecino más cercano en representación del papa. La tercera instancia
correspondía al obispo más cercano del que conoció en primera instancia, si en la segunda
conoció el metropolitano, y en el segundo caso al obispo más cercano al metropolitano.
Los obispos podían imponer penas pecuniarias y con el auxilio real solicitado a la
Real Audiencia, ejecutar a los seculares. Podían ejercer su jurisdicción a través de sus
vicarios, que actuaban con la misma autoridad que el obispo, sin que procediera la
posibilidad de apelar sus decisiones ante el obispo, pero si precursarles, acusar la nulidad,
imponer la queja y la suplicación.
Para preservar la integridad del fuero en contra de las injerencias de la justicia
secular de la que los eclesiásticos estaban exentos, el papa emitió la Bula Incoena Domini,
que daba por incursos en censura a quienes sin ser jueces eclesiásticos procesaran a
clérigos.
Ya en el México independiente, el fuero eclesiástico fue limitado, por el artículo 42 de
la Ley del 23 de noviembre de 1855, a la materia criminal únicamente de los eclesiásticos
católicos, apostólicos, romanos, pudiendo éstos renunciar a su fuero. La supresión vino con
el artículo 13 de la Constitución de 1857 y las circulares del 8 de Mayo y 30 de octubre del
mismo año. Esta supresión recibió una dura censura del Papa Pío XII mediante una
alocución pronunciada el 15 de Diciembre de 1856. Mas tarde mediante las leyes del 4 de
Diciembre de 1860, y 10 de Diciembre de 1874, se produjo la separación de la Iglesia y el
Estado, con lo que se terminó en forma definitiva con la jurisdicción temporal del clero y se
redujo su autoridad a la materia puramente espiritual. Con la Ley del 4 de Diciembre de 1860
se abrogaron los recursos de fuerza y el derecho de asilo en los templos.
El fuero de guerra se divide en militar y político; del fuero militar, gozaban todas las
personas que servían en el ejército, armada y milicias, además de quienes obtenían por sus
servicios al retirarse, cédula de preeminencias. El fuero político, eran el que gozaban los
jefes y oficiales de las Secretarías de Guerra y Marina, intendentes del ejército, comisarios,
contadores y tesoreros de este, así como los dependientes de hospitales militares.
El fuero militar suponía una serie de prerrogativas y privilegios otorgados por el
monarca a los militares que servían en sus tropas y gozaban de sueldo abonado por la
tesorería del ejército. De acuerdo con lo dispuesto por las Ordenanzas de Su Majestad para
el régimen, disciplina, subordinación y servicio de sus Ejércitos (subdividido en cuatro
tratados, de orden de Su Majestad en la Oficina de Antonio Marín, Impresor de la Secretaría
del Despacho Universal de Guerra, 1768) conocidas como Ordenanzas de Carlos III, los
militares, sus esposas, los hijos y sus criadas en virtud del fuero podían renunciar a ocupar
servicios dentro de los consejos municipales, estaban exentos del pago de los servicios
ordinario y extraordinario, de dar alojamiento en sus casas a tropas y prestar carros salvo
para la Casa Real y la Corte. Estaban también autorizados para poseer carabinas y pistolas
largas y llevarlas incluso cuando estuvieran de licencia o en comisión de servicios separados
del cuerpo del ejército al que pertenecían. Podían llevarlas consigo para protegerse en el
camino, pero no en la Corte, villas o ciudades, en que debían guardarlas en casa.
Asimismo, los que gozaban de fuero militar tenían autorizado cazar con arcabuz largo
y no podían ser presos por deudas contraídas después de haber servido en el ejército, y no
era posible ejecutar las deudas sobre sus caballos, armas y vestimenta, salvo por mandato
de la Real Hacienda.
Disfrutaban también del fuero militar todos los ministros y fiscales del Supremo
Consejo de Guerra, aunque fueran intendentes o togados, así como el secretario, oficiales
de su secretaría, agentes-fiscales, relatores, escribanos de cámara y demás dependientes
del Consejo, sus mujeres, hijos y criados.
En cuanto al fuero de marina, de él gozaban todos los miembros del cuerpo militar y
político de la Real Armada. En el cuerpo militar de la Armada, se comprendían a los oficiales
de guerra, compañías de guardias marinas, los que componen los batallones de infantería de
marina y real brigada de artillería. En el cuerpo político se incluía a los intendentes de
marina, comisarios, contadores, tesoreros, oficiales de contaduría, contadores de navío, de
fragata, matriculados de mar y maestranza, sus mujeres, viudas, médicos, cirujanos y
dependientes de los hospitales. Además, a los cabos de los navíos que conforme a las
ordenanzas salieron en Corso les fueron tomados en cuenta los servicios, como si lo
hubieran hecho en la Real Armada. Respecto de los demás miembros de la tripulación
corsaria, éstos, aunque no estuvieran matriculados, gozaban del fuero de marina,
preeminencias, exenciones, trajes y demás cosas de que gozaba la milicia española. La
facultad para la utilización de los trajes propios de las milicias desapareció al menos a partir
de la Ordenanza de Corso de 1762; sin embargo, se conservó el goce del fuero de marina.
En materia de justicia, las justicias ordinarias no podían conocer de las causas civiles
ni criminales de los oficiales, que por el fuero estaban sometidos a la justicia militar. Las
justicias ordinarias únicamente contaban con la opción de formar el sumario de la causa y
remitirla al auditor general que era el delegado del Capitán General de la Provincia, en cuyo
tribunal militar (que integraban) se sentenciaba, con la posibilidad de apelar ante el Supremo
Consejo de Guerra. Los auditores militares tenían así el conocimiento privativo y exclusivo
de todas las causas civiles y criminales en que fueran demandados los pertenecientes al
ejército, con excepción de las demandas relativas a mayorazgos en posesión y propiedad y
particiones de herencias, salvo que éstas procedieran de testamentos militares.
Posteriormente, con las ordenanzas de 28 de Diciembre de 1701, se estableció que
los crímenes de los militares serían juzgados por un Consejo de Guerra de Oficiales,
integrado por oficiales con todas las facultades necesarias para juzgar y castigar los delitos
militares. Esta forma de juicio se mantuvo inclusive en las Ordenanzas de 1768. Existía
también un Consejo de Guerra de Oficiales Generales, compuesto por los de superior
graduación y presidido por el capitán general de la Provincia con asistencia del auditor.
En las indias también debía observarse la formación del consejo de guerra para
juzgar sobre los crímenes cometidos por las tropas indianas. Cuando no hubieran oficiales
suficientes para integrar el consejo, las causas de los soldados se determinarían en el
tribunal militar de la provincia. Los consejos contarían con sus respectivos vocales, que
serían los capitanes de cada regimiento, según la clase de que fuera el reo, presididos por el
gobernador de la plaza o comandante de las armas, excepto los consejos de los cuerpos
privilegiados en donde no interviene el gobernador.
Los delitos comunes que no tuvieran el carácter de militar ni conexión con el servicio,
cometidos por los oficiales, debían juzgarse por los capitanes generales de las Provincias.
En el caso de los individuos pertenecientes a la Real Armada, desde las Ordenanzas
Navales de 1748 se les concedió a todos se matricularan en el servicio de la Real Armada el
sometimiento a la jurisdicción privativa militar en el conocimiento de sus causas civiles y
criminales con inhibición de los demás tribunales y justicias ordinarias, con excepción
también, de las demandas relativas a mayorazgos en posesión y propiedad y particiones de
herencias, salvo que éstas procedieran de disposición testamentaria de los matriculados en
la Real Armada, quienes también eran juzgados por los mencionados consejos de guerra.
Con la Constitución de Cádiz de 1812, se mantuvo el fuero militar en su artículo 250,
y una vez alcanzada la Independencia, se dictó la Ley del 15 de Septiembre de 1823, que
extinguió los auditores de guerra y autorizó a los comandantes generales ara consultar a los
jueces letrados del partido de su residencia. Mas tarde, mediante Circular de Guerra del 21
de Julio de 1831, se estableció que los jueces de Distrito debían asesorar a las
comandancias generales; el 2 de Septiembre de ese año, mediante el Circular de la
Secretaría de Justicia, se previno a los comandantes militares que pasaran a los jueces de
distrito todas las causas civiles y criminales que exigieran su consulta. Los jueces de distrito
tuvieron entonces la encomienda de asesorar a las comandancias generales, ratificada por la
Ley del 30 de Abril de 1849.
5.4.6. INQUISICIÓN
Tradicionalmente cada obispo debía perseguir a los herejes dentro de sus diócesis, pero
como muchos obispos no se mostraron muy activos al respecto, el Vaticano medieval
introdujo la costumbre de enviar a legados pontificios a las regiones donde hubiera peligro
para la fe, para iniciar una investigación y para sancionar a los herodoxos,
independientemente de la acción episcopal. En este paso de la persecución de los obispos
hacia una organización dependiente directamente de Roma, se puede ver el origen de la
Inquisición. Esta había surgido en la lucha cruel contra los albigenses, y desde que los
Reyes Católicos habían pedido a Sixto IV que Castilla se viera favorecida por el
establecimiento de un tribunal permanente del Santo Oficio de la Inquisición, en 1476,
continuó allí sus funciones en contra de los moros y judíos que simularon haberse convertido
al cristianismo.
El Recurso de a Fuerza, era el que hacía valer contra las autoridades civiles quien
creía tener derecho a que conocieran del caso las eclesiásticas, y viceversa. A veces el que
usaba el recurso se encontraba en España, pero la causa de proceder nacía en Indias, El
Consejo de Castilla pretendía tener jurisdicción en el caso, a lo que el de Indias se oponía.
En esas condiciones era indispensable que alguna de las dos autoridades tuviera la última
palabra
Felipe IV puso fin a la disputa mediante ley del 12 de Febrero de 1589, en la cual
aparece el Recurso de Fuerza, el cual podía interponerse por protesta ante el tribunal
eclesiástico; pero también podía interponerse ante la Audiencia, en cuyo caso esta libraba la
Durante el reinado de los Asturias existió una constante preocupación por lograr una
buena administración de justicia, lo que se reflejó en un claro intento de ejercer control
directo sobre los órganos encargados de su administración, de ahí que se diera un gran
impulso a las visitas a tribunales, tanto peninsulares como indianos. La visita que se llevaba
a cabo a las Audiencias consistía en una inspección realizada a un organismo público, la
Audiencia, con el fin de revisar la gestión de los funcionarios que la componen.
Se empleaba la frase visita general para la visita ordenada por el monarca a uno o
varios tribunales, a las universidades y la Casa de Moneda. Cabe destacar que la visita no
se encontraba regulada como tal en ningún ordenamiento castellano, salvo disposiciones
dispersas que fueron finalmente concentradas en el Libro II, Título XXXIV de la Recopilación
de leyes de los Reinos de Indias de 1680.
El visitador se enfrentaba con una larga y ardua tarea que podía extenderse por años,
lo que exigió una sólida preparación jurídica de su parte. Debía enfrentarse en las Indias a
las autoridades que gozaban de un amplio poder, ciertamente no gustaban de su presencia y
les acarreaba disgustos y enemistades.
Los visitadores contaban con facultades legislativas para expedir las disposiciones
necesarias a fin de remediar tal o cual situación. No podían actuar fuera de la comisión que
recibían, salvo que su competencia le fuera ampliada posteriormente a otros organismos o
personas.
Una vez iniciada la visita, el Rey solía recomendar el mayor sigilo y secretos, a efecto
de que el visitador llevara a cabo al menos las primeras diligencias sin que los visitados lo
supieran y así descubrir la verdad. Lo anterior se debía en parte a que solían ordenarse las
visitas en respuesta a una denuncia de abusos enviada al Rey o Consejo de Indias, por lo
que era necesario evitar el encubrimiento de tales abusos. En ese sentido, el visitador podía
iniciar sus gestiones durante el viaje al territorio de la visita antes de publicarla.
La actuación del visitador se iniciaba con la atención a las demandas públicas que le
fueran presentadas, a fin de resolverlas dentro de un plazo 60 días contando en un principio
desde el día de presentación de la demanda. Más tarde se cambió el plazo a 60 días a partir
de la notificación, con objeto de evitar ampliaciones constantes al plazo.
El visitador debía informarse por todas las vías y maneras de la actuación de las
autoridades visitadas. Básicamente se acudía a tres medios para lograrlo: las denuncias, los
testigos y la revisión de los libros, que en el caso de las visitas a la Audiencia eran los libros
de acuerdos, o bien, en el caso de las Cajas Reales, los libros de Hacienda Real. Además,
podía nombrar a quien juzgara a necesario para llevar a cabo averiguaciones fuera de la
ciudad de la visita, para que no tuvieran que acudir personalmente.
Los visitadores podían ser recusados por el visitado. El visitador debía sacar los
cargos que resultaran de las visitas contra los oidores y ministros; estos cargos se dividían
en comunes y particulares. Los primeros incluían a todos los miembros del organismo
visitado, los segundos, a cada individuo en particular. Éstos eran notificados al visitado,
quien contaba con un plazo de 10 días para responderlos con la presentación de sus
residencia emitieran su resolución. Las penas que solían imponerse eran las multas, la
inhabilitación temporal o perpetua, el destierro o traslado.
Cuando la residencia se hacía sobre oficios de provisión real, podía apelarse ante el
Consejo de Indias; las residencias de oficios de provisión por autoridades indianas se veían
en segunda instancias por las Audiencias. Sin embargo, en algunos casos de residencias de
corregidores y alcaldes mayores de provisión real, las decisiones fueron revisadas por las
Audiencias, práctica legalizada a partir de 1769.
Estaban sujetos a juicio de residencia, además de virreyes, corregidores y alcaldes
mayores, los fabricantes de naos en Filipinas que hubieran tenido Hacienda Real, correos
mayores, visitadores de indios, jueces repartidores de obrajes y grana, oficiales de la Real
Hacienda, alcaldes ordinarios, regidores y oficiales de los Consejos.
La residencia, en fin, constituía un freno a la actuación desmedida y los abusos de las
autoridades indianas.
Durante el mandato en la Nueva España de Felipe II, este había dispuesto en las
Ordenanzas de 1572, se llevara un Libro común del cargo universal de la Hacienda Real, en
el que por fechas se asentaran todas las partidas de caudales reales, indicando su
procedencia, razón por la que pertenecían al soberano y las suscribieran los oficiales reales;
pero ese libro no fue bastante para la claridad y el mismo monarca, en cédula de 12 de
Febrero de 1591, ordenó se llevara otro encuadernado y rubricado en todas sus hojas que,
con el título de Libro de la Razón General de la Real Hacienda, debería contener el
asiento de los ramos de ingreso al real erario, de los bienes raíces y cualesquiera otro que
se compusiera la masa común del mismo y los destinos perpetuos o temporales que sobre él
recayeren. No llegó, sin embargo, a formarse este libro ni entonces, ni bajo los reinados
sucesivos. La Ordenanza de Intendentes, en su artículo 109 encomendó la formación de tal
libro a los intendentes, para cada uno de sus territorios; pero sin obtener con ello mejor
resultado, como que tal empresa contenía la descripción detallada de todos los bienes que
afectaban a la real hacienda y la expresión de las leyes de su creación y reglamentación, con
el estado que en el momento de la descripción guardaban.
La Casa, para cubrir sus gastos, tomaba las rentas que ella misma recaudaba, con
acuerdo y cédula del Consejo, y éste cubría los suyos con libramientos de la Casa. La
creación del Consejo de Hacienda que, desde el punto de vista moderno de unificación
fiscal, habría sido acertada, en aquéllas circunstancias produjo rivalidades entre el Consejo
de Indias y el de Hacienda, y demora en los momentos más críticos del periodo naval de
España; cuando se requería rápido equipo y pronta salida de las armadas, era necesario
primero recabar una Cédula del Consejo de Indias y luego otra del de Hacienda, que no se
ponían de acuerdo, ni mientras tanto podía darse un paso.
Recordemos que las Indias constituyeron un señorío ganado por los Reyes de
Castilla. A la muerte de Isabel, en 1504, le transmitió su parte del señorío de las Indias a su
hija Juana la Loca, en tanto que Fernando de Aragón conservó su parte. En el codicilo21 del
23 de Noviembre de ese mismo año, Isabel, tomando en consideración que la donación
papal era a favor de Castilla y León, le cede, únicamente por el tiempo de su vida, la mitad
de las rentas que se obtuvieron de las tierras hasta entonces descubiertas, amén de otros
privilegios de índole económica.
La incorporación definitiva de las Indias a la Corona de Castilla operó al fallecimiento
de Fernando, en 1516, cuando heredó en su testamento la universalidad de sus estados a
Juana. Mas tarde, en 1519, 1520 y 1523, Carlos I y su madre declararon que las Indias no
serían jamás apartadas ni enajenadas de la Corona de Castilla.
La posición que la Corona de Castilla mantenía respecto de las Indias le generaba
una serie de ventajas económicas, entre ellas desde luego las de carácter fiscal, los
21
Legado, testamento, manda
monopolios, la mitad de los tesoros encontrados, los bienes mostrencos, herencias vacantes,
inmuebles vacantes y rescates.
La Corona, además, era propietaria de las tierras, aguas, montes y pastos en las
Indias, y podía concederles en propiedad a las ciudades de forma gratuita u onerosa. La
Corona podía arrendar los bienes realengos o bien otorgarlos en enfiteusis.
En el siglo XVI los indios mexicanos estaban sujetos a una serie de cargas que se
establecían en relación directa con las necesidades colectivas.
El Tributo fue una de las principales cargas impuestas a los indígenas, tanto por su
peso económico como por sus repercusiones sociales. El tributo indígena se cobraba desde
la época prehispánica, en la que los productores, labradores, artesanos y comerciantes que
formaban el común de la población sostenían a los magistrados y oficiales públicos,
gobernantes, sacerdotes y guerreros que constituían la clase aristócrata.
En los tiempos anteriores a la conquista, recibían tributo, los señores universales,
que eran los que tenían como vasallos a pueblos gobernados por otros señores particulares;
los señores particulares o caciques de los pueblos que les estaban sujetos de manera
directa; la nobleza principal, que ejercía magistraturas o estaba al frente del gobierno local
de las estancias y barrios; las comunidades-parcialidades y calpullis o barrios mayores y
menores, destinado el tributo al sostenimiento de magistrados y funcionarios, así como a
satisfacer las necesidades y proveer los servicios de la colectividad; los templos que eran
construidos y conservados mediante prestaciones especiales, que también cubrían el culto y
sacerdotes; y el ejército, que se sostenía mediante cargas especiales por algunos pueblos.
Daban tributo los indios que pertenecían a la clase común, o macehuales con
prestaciones específicas, dependiendo la actividad desempeñada, así como los terrazgueros
o labradores que gozaban de tierras señaladas a la nobleza a los cuales servían y
trabajaban las tierras.
OBJETIVO PARTICULAR
Al finalizar esta unidad, el alumno descubrirá y analizará las diversas formas de tenencia y
propiedad de la tierra, el régimen de trabajo y el régimen de comercio en la Nueva España.
CONTENIDO ACADÉMICO
6.1. LA PROPIEDAD
6.3. EL COMERCIO
Formas de Tenencia de la
Tierra, el Trabajo y el
Comercio.
Historia del Derecho Mexicano Antología
DOCUMENTOS DE LA UNIDAD 6
DOCUMENTO FICHA
6.3.
CRUZ, Barney Oscar, Colección de Textos Jurídicos
Universitarios, Ed. Oxford, México, 1999.
6.1. LA PROPIEDAD
Como resultado de la donación hecha de las tierras americanas por el papa a los
reyes católicos, se configuro un dominio eminente en cabeza del monarca, como titular del
dominio y jurisdicción universal sobre las indias y se hizo de sus vasallos dueños particulares
a través de la merced real o donación graciosa que el monarca hacia en determinado bien
realejo con un fin determinado: ese fijo al punto de partida del derecho de propiedad en las
indias. Tal dominio del rey sobre las indias se justifico no solo por la donación, sino por el
descubrimiento y ocupación de la tierra, además de la guerra justa.
El dominio no únicamente se hizo valer a través de la donación papal, sino también
como sucesión del rey castellano respecto de los señores indígenas, por lo que sus tierras
pasaron a la corona, lo que implicaba el respeto a la propiedad indígena adquirida con
anterioridad al descubrimiento y conquista. Al monarca le correspondía el dominio y
jurisdicción sobre las tierras, aguas, montes y pastos indianos.
Corona ejercía el dominio primordial y jurisdicción sobre las aguas americanas. Cuatro ideas
básicas rigieron y organizaron la tenencia de la tierra y el uso de las aguas como regalía de
la Corona en Indias:
6.1.3. MINERALES
Las minas correspondían a la Corona al igual que las aguas, tierras, montes y pastos
por las razones expuestas relativas a la donación papal y el derecho de conquista y sucesión
al trono. Además, las minas pertenecían a la Corona en virtud del principio del derecho
germánico que penetró en el derecho romano. Este principio, aplicado por los visigodos,
pasó y se formuló claramente en las Siete Partidas, y se confirmó en el Ordenamiento de
Alcalá, de 1348. Las Partidas tuvieron aplicación supletoria en Indias, por lo que el principio
de la propiedad de las minas se aplicó en las posesiones americanas. Con él, la propiedad
de la superficie era diversa de la del subsuelo, y coexistían las propiedades, dueño del
terreno, con el agua de la mina.
Por su parte, Juan de Solórzano y Pereira señala que las minas se tenían por
Regalías, es decir, bienes pertenecientes al Rey e incorporados al patrimonio de la Corona,
ya sea que se hubieran descubierto en lugares público o en tierras de particulares.
Desde las primeras expediciones de conquista, una de las preocupaciones
fundamentales fue la de descubrir oro y plata, no solo del ya extraído por los indígenas, sino
de los minerales para su futura explotación. De ahí que las instrucciones dadas a los
conquistadores contenían ordenes específicas en la materia. Se referían a la plata en
grandes cantidades, mas que el oro de los indígenas habían acumulado a lo largo de los
años. Los primeros minerales se encontraban en Taxco y Zumpango, cerca de la ciudad de
México, en donde se organizaron las primeras alcaldías de minas. Otras minas se abrieron
en Oaxaca, Michoacán, Zacatecas y Guanajuato.
En 1504, para impulsar la explotación minera, se concedió el derecho a cualquier
español para operar los minerales, con la obligación de registrar sus denuncias de minas en
la Casa de Fundición y pagar el quinto real. En 1526 los derechos de explotación de los
particulares se extendieron y la Corona otorgó la propiedad útil a los descubridores de las
minas y conservó el derecho a cobrar el quinto real, con base en la Nueva Recopilación.
En 1853 había poca regulación en materia de minas y la confusión en la materia era
notable. Para remediar la situación, el Virrey Antonio de Mendoza expidió, el 30 de Junio de
1536, una serie de disposiciones en la materia que organizaban y protegían la labor de las
minas. Otras reglamentaciones se expidieron al 1539, en las que se regulaba el quinto real.
Las primeras ordenanzas tuvieron poco éxito, por lo que se revocaron en 1548. Dos años
después, el 14 de Enero de 1550, el Virrey expidió las Ordenanzas hechas por el sr. Visorrey
don Antonio de Mendoza sobre las minas de la Nueva España. Año de M.D.L, que habrían
de tener una influencia decisiva en la expansión minera hacia el norte de México, incluso con
la aplicación por encima de las disposiciones contenidas en el derecho castellano. La
Audiencia intentó resolver el problema en 1577 mediante una consulta al Consejo de Indias,
que en 1578 todavía no estaba resuelta.
catedral o iglesia mayor. El modo de vida austero propio de las ordenes mendicantes, con
escasas propiedades para su sostenimiento, se mantuvo durante una parte de del siglo XVI,
que fue de evangelización en manos del cloro regular.
Con el clero secular se inicio una serie de donaciones de las tierras que los indios
destinaban a sus sacerdotes y templos, que pararon a manos de las iglesias para su
sostenimiento. Además, a pesar de las precauciones tomadas por el estado en materia de
ventas y donaciones de tierras a las iglesias por los particulares en el tiempo y desde la
segunda mitad del siglo XVI se abrió la posibilidad de que las iglesias y monasterior
poseyeran tierras cedidas o vendidas por los particulares no realengas, las cuales al
momento de entrar en el dominio eclesiástico dejaban de contribuir fiscalmente el Estado, es
decir, caían en manos muertas.
Esta situación obligó en 1576 a repetir la prohibición a los particulares de donar o
vender sus tierras a la Iglesia y se ordenó el levantamiento de un censo, que se llevó a cabo
en 1577 y 1579.
La propiedad rural de la Iglesia y de los eclesiásticos en lo individual admitió de
manera considerable, mas aún con la presencia de la Compañía de Jesús, que dio a sus
propiedades un intenso aprovechamiento agrícola y asistencial. De todas formas, las
prohibiciones a los seglares que vendieran sus tierras al clero se sucedían.
En el siglo XVII la órdenes y congregaciones estaban en posesión de grandes
extensiones rurales que, al estar exentas del pago de impuestos, dañaban al Estado y
también al clero diocesano que dejaba de percibir los diezmos.
Con la creación de la Superintendencia del Beneficio y Composición de Tierras, en
1692, se intentó corregir esta situación, por lo que la composición alcanzó las tierras de los
eclesiásticos. Gracias a ello, la Iglesia pagó las cantidades que en los casos de ocupación
irregular correspondía y el estado logró por primera vez realizar una certificación de los
bienes rústicos de ésta.
En 1735 se puso fina la situación de privilegio de la Iglesia frente al Estado en materia
de impuestos, ya que mediante un concordato suscrito entre la Santa Sede y el Estado se
reconocía que habrían de pagar impuestos todas las propiedades nuevas que fueran
incorporadas al patrimonio de las instituciones eclesiásticas.
Se pensaba que las tierras en poder de la iglesia, de los municipios o de otras
“manos muertas” rendían poco que quedaban al margen del libre comercio y que se
sustraían, por el carácter privilegiado de sus propietarios, a todo tipo de tributación a favor de
la Hacienda Real.
Con la prohibición del servicio personal de los indios que opero desde 1549, la
Corona buscaba que todos los habitantes de las indias trabajaran con libertad. En el caso de
los indios, estos lo harían en sus comunidades, si contaban con los medios de producción, o
bien con los españoles en tareas de corte urbano o rural mediante el pago de un salario. Las
personas que se mantuvieran ociosas serían compelidas a trabajar, sin importar que fueran
españoles, mestizos o indios, con lo que surgió la figura del repartimiento de trabajadores,
que consistía en la obligación que pasaba sobre todo individuo desocupado de concurrir a la
plaza de la villa o ciudad en que residía para que las autoridades como intermediarias, lo
pusieran en contacto con quienes necesitaran mano de obra”, a cambio, desde luego, de un
salario justo.
Ese sistema se incorporo a las recopilaciones de leyes de los reinos de las indias de
1680 en el libro VI, titulo XII, que se refería del servicio personal de los indios, donde se
ordenaba que en lugar del antiguo sistema de repartimientos los indios salieran a las plazas
y lugares públicos a contratarse con los españoles. Los indios podían contratarse para
trabajar en la construcción de los edificios, descarga de naos en los puertos, siembras,
guarda de ganado de ganados, etc.
El 23 de Mayo de 1609 se permitió el repartimiento de indios para agricultura,
ganadería, y trabajo en las minas de oro y plata por considerar tales tareas como de interés
común; los particulares continuaron prohibidos, con la insistencia de ir incorporando mano de
obra esclava a los trabajos mas duros. Se regularon los salarios, horarios, asistencia médica
y demás condiciones de trabajo para los indígenas ocupados en estos repartimientos para
los trabajos en las minas. A partir de entonces el trabajador ofreció sus servicios libremente.
Junto con el trabajo libre asalariado subsistieron algunas instituciones indígenas
reguladoras de trabajo. Estas fueron la mita o cuatequil, las yanaconas y las naborías.
Con la prohibición del servicio personal de los indios que operó desde 1549, la Corona
buscaba que todos los habitantes de las indias trabajaran con libertad. En el caso de los
indios, éstos lo harían en sus comunidades, si contaban con los medios de producción, o
bien con los españoles en tareas de corte urbano o rural mediante el pago de un salario. Las
personas que se mantuvieron ociosas serían compelidas a trabajar, sin importar que fueran
españoles, mestizos indios, con lo que surgió la figura del repartimiento de trabajadores, que
consistía en la obligación que pesaba sobre todo individuo desocupado de concurrir a la
plaza de la villa o ciudad en que residía para que las autoridades, como intermediarias, lo
pusieron en contacto con quienes necesitaran mano de obra, a cambio, desde luego, de un
salario justo.
Este sistema se incorporó a la Recopilación de leyes de los Reinos de las Indias de
1680 en el Libro VI, Título XII, que se refería del servicio personal de los indios, donde se
ordenaba que el lugar del antiguo sistema de repartimientos los indios salieron a las plazas y
lugares públicos a contratarse con los españoles. Los indios podían contratarse para trabajar
en la construcción de edificios, descarga de naos en los puertos, siembras, guarda de
ganados, etcétera.
El 23 de Mayo de 1609 se permitió el repartimiento de indios para agricultura,
ganadería y trabajo en las minas de oro y plata por considerar tales tareas como de internes
común; los particulares continuaron prohibidos, con la insistencia de ir incorporando mano de
obra esclava a los trabajos mas duros. Se regularon los salarios, honorarios, asistencia
médica y demás condiciones de trabajo para los indígenas ocupados en estos
repartimientos. Este sistema se suprimió en 1632, con excepción de los repartimientos para
los trabajos en las minas. A partir de entonces el trabajador ofreció sus servicios libremente.
Junto con el trabajo libre asalariado subsistieron algunas instituciones indígenas
reguladoras del trabajo. Estas fueron la mita o cuatequitl, las yanaconas y las naborías.
En la España del siglo XVI cada villa poseía cierto número y diversidad de artesanos:
panaderos, carniceros, tejedores, alfareros, sastres, carpinteros, etc., para satisfacer las
necesidades y las del territorio circulante a cambio de los productos agrícolas producidos en
ese territorio.
La necesidad de protección económica era el factor de cohesión de los integrantes
de un mismo oficio a efectos de resistir la competencia que llega del exterior. Las
autoridades locales reconocían sus asociaciones con el carácter de organizaciones de
pertenencia obligatoria, con el privilegio del ejercicio exclusivo de la profesión, arte u oficio
determinado, de acuerdo con los reglamentos sancionados por los cabildos municipales
como cuerpos colegiados en cada población.
Los gremios no fueron organizaciones independientes, siempre dependientes del
tutelaje de la autoridad municipal. La organización interior de cada gremio era libre. Aunque
sus ordenanzas debía sancionarlas el municipio o el monarca.
Con los Reyes Católicos se intento unificar los modos de producción y condiciones
de todos los oficios similares en castilla, a través de códigos municipales reguladores del
trabajo gremial, en virtud de los cuales el municipio vigilaría las operaciones manufactureras
e impondría multas y sanciones en contra de quienes no acataran las normas establecidas.
Los integrantes de cada gremio se repartían en distintas categorías subordinadas
entre si: maestros, oficiales, aprendices y, a la cabeza de las organizaciones, los mayorales,
alcaldes, vendedores, clavarios y prohombres con distintas jurisdicciones y actividades. Los
maestros de trabajo y del producto terminado. Dirigían a los aprendices, que se indican en la
industria o arte con un largo proceso de aprendizaje sujeto a contrato hecho ante escribano
por el maestro y los padres del aprendiz, quien por lo general de 14 a 17 años. Al maestro
correspondía atender la enseñanza teórica y practica del aprendiz, así como su formación en
la religión católica; se hallaba establecido que no podían ser aprendices los moros, judíos o
cristianos nuevos.
Los oficiales eran trabajadores asalariados que ya habían concluido su aprendizaje,
pero todavía no se elevaban a la categoría de maestros; aun trabajaban dirigidos por el
maestro y recibían un salario.
Las cofradías gremiales estaban muy ligadas con los gremios; en ellas los miembros
de una misma actividad industrial se unían en la veneración a un mismo santo patrón y
mantenían una misma vida significativa religiosa. Las cofradías eran instituciones de
prevención social y vehículo de participación social de los gremios, y su influencia fue
considerable en la vida y actividad artesana española.
Con el descubrimiento y conquista de América, las islas de Santo Domingo y Cuba se
convirtieron en lugares de transito hacia el continente. En los primeros años no hubo en las
Durante el reinado de Felipe V, la Corona acepto recibir del particular interesado una
donación graciosa, no parecido por alguno de los oficios de hacienda con jurisdicción. Esto
no suponía la concesión del cargo en propiedad enajenable y transmisible. Esta práctica del
beneficio se extendió a los oficios de gobernador corregidor y alcalde mayor, llego hasta los
ministros de las Audiencias, y se agravó con la creación de oficiales pernumerarios en los
organismos colegiados.
6.3. EL COMERCIO
Sin embargo a fines de la época virreinal, Cádiz volvió a obtener una posición
predominante en este comercio (desde 1722, la Casa de Contratación que do establecida
allí).
Por el peligro de corsarios y piratas ingleses, holandeses y otros, los bracos
españoles, autorizados por la Casa de Contratación, no podían viajar aisladamente desde
1526 iban en grupos, y desde 1543 se estableció el sistema de dos flotas navales, una para
la Nueva España y otra para Panamá, Cartagena y otro puertos de la parte septentrional de
América del Sur. Luego, ambas flotas se juntaban en la Habana, para regresar a España. La
protección armada, otorgada a estas flotas, se pago por el comercio mediante un impuesto
especial, el de “avería”. A partir de la disminución del peligro de la piratería (mediados del
siglo XVIII) se permitió de nuevo la actividad de barcos aislados.
Las mencionadas restricciones al comercio entre las diversas comarcas de las indias,
o entre Europa y las Indias, aunque dieron grandes beneficios a unos cuantos comerciantes
privilegiados, tuvieron comercio marítimo con las indias en un nivel muy pobre, durante mas
de dos siglos, y dieron un precio demasiado alto, en la Nueva España, a los artículos
europeos o de otras regiones de la América española.
Hasta el tratado de Utrecht (1713), comerciantes extranjeros estaba excluidos, como
regia general, del comercio con las indias, de modo que las mercancías francesas, inglesas,
etc., tuvieron que llegar a las indias por vía de comerciantes españoles, lo cual, desde luego,
aumento su precio, solo por excepción, algunos recibieron permisos especiales.
Uno de los resultados de estas restricciones fue el enorme volumen del contrabando,
sobre todo en barcos ingleses. Se afirma que el comercio ilegal, al comienzo del siglo XVIII,
correspondía, mas o menos, a la mitad del comercio total con las indias.
Mencionaremos aun que durante toda la fase de las restricciones, la Nueva España
tuvo un contacto comercial, una vez al año, con las filipinas, mediante el Nao de China. Este
comercio con las filipinas dejaba a la clase comerciante de la Nueva España enormes
ganancias, y debe considerarse como una de las grandes ventajas que estas tierras tenían
sobre las demás posesiones españolas. En su viaje de regreso, el gañeron en cuestión
llevaba a las Filipinas un cargamento de “plata Y trailer”, pero también de hijos incorregibles
de grandes familias criollas o peninsulares. “mandar a alguien a China” fue una conocida
expresión en la Nueva España de aquel entonces.
En 1713 este monopolio español respecto al comercio con las indias recibió un golpe
duro, cuando mediante el Tratado de Utrecht se otorgó a Inglaterra no solo el indecoroso
“asiento de negros” (el derecho exclusivo de introducir esclavos africanos en las posesiones
El sistema de flotas se abandono en 1778, con la adopción del régimen del comercio
libre mediante el reglamento y aranceles reales para el comercio libre en España y las Indias
del 12 de octubre de ese año y la pragmática de libertad de comercio de misma fecha. Se
pensaba que el cambio de sistema serviría para mejorar el aprovechamiento del comercio en
los reinos americanos. El cambio consistía en habilitar mas puertos españoles para el
comercio con América. Los puertos habilitados eran, desde 1765, Cádiz, Santander, Gijón,
La Coruña, Sevilla, Málaga, Cartagena, Alicante y Barcelona, sumándose con el reglamento
los de Alfaques de Tortosa, Santa Cruz de Tenerife y Palma de Mayorca, en España. Los
puertos americanos para el comercio directo de 1765 fueron Santiago, Cuba, Santo
Domingo, Puerto Rico, Margarita y Trinidad. Con el reglamento de 1778 se añadieron Monte
Christi, en la isla La Española, Batabano y la Habana; Campeche, el golfo de Santo Tomas
de Castilla y el Puerto de Omoa, en el Reino de Guatemala; Cartagena, Santa Marta, Rió de
el hacha, Changres, en el de Santa Fe, y Tierra Firme (exceptuando los de Venezuela,
Cumana, Guayana y Maracaibo, concedidos a la Compañía de Caracas), Monte Video y
Buenos Aires.
Antes de 1764, se había instaurado el sistema de avisos que regulaba los correos
entre España e Indias, autorizado para el transporte de mercaderías. Poco a poco se fueron
adoptando diversas medidas liberalizadoras del comercio que se reunieron en el mencionado
reglamento 1778.
Del antiguo sistema se mantuvo la exigencia de que fueran Españoles los titulares de
trafico comercial y española la mayoría de la tripulación. El reglamento de 1778 concedió la
exención del pago de los derechos de palmeo, tonelada San Telmo, extranjería, visitas,
reconocimientos, de carenas, habilitaciones, licencias para navegar y demás gastos y
formalidades establecidos en el proyecto de 1720, que quedo revocado.
Desde la edad media se llevaban a cabo en Europa ferias. Fueron famosas las de ciudades
como Montpellier, Lyón, Carbona, Tarbes, Avignon, Troyes, Beaucaire, Burdeos, Gijón y
Marsella, así como las de Barcelona, Sturbridge y otras. En España destacaron las de
Valladolid, Burgos, Barcelona y Medina del Campo. Esta practica para fomentar la
contratación mercantil se extendió a la Nueva España la principal feria novohispana fue la de
Xalapa, cabecera de Alcaldía Mayor Veracruz Incluso, se conocía a la ciudad como Xalapa
de la Feria. Otras ferias celebradas en Acapulco, San Juan de los Lagos, Saltillo, Chihuahua
y Taos.
Veracruz, en esos momentos, era un sitio insalubre y de difícil estancia para los
navíos, debido a los nortes que azotan la zona, lo que provocó que los comerciantes y
grandes propietarios que se dedicaban al tráfico de las mercancías que se descargaban en
el puerto se establecieron en Xalapa durante los meses de Abril, Mayo, Junio, Julio y
mediados de Agosto, a fin de escapar de los calores y enfermedades propias del lugar.
Pese a sus desventajas, el puerto de Veracruz era el almacén general de las
mercancías de importación u exportación. En el se verificaban, desde 1561, la compra y
venta de las mercaderias desembarcadas. Las ferias propiamente dichas quedaron
establecidas entre 1718 y 1720 en Xalapa junto con la reorganización del sistema de flotas.
Así, la feria de Xalapa dependió de la llegada de la flota que partía de Cádiz.
Se importaban productos como lienzos, hilos, calcetas, cintas de hilo, medias de
estabre y seda, mantos, sedas, encajes de seda y oro, pañuelos, sargas de lana, azulejos de
talavera de la Reina y de Sevilla, jabones, galón de oro, sombreros, papel, libros, herrajes,
Acapulco era el puerto que desde 1565 servía de abrigo a los navíos llegando desde
las islas Filipinas. La ruta Manila-Acapulco y viceversa constituyó una de las vías
transoceánicas más importantes de los siglos XVII a XIX. La llegada una vez al año del
Galeón de Manila o Nao de China daba inicio a una intensa actividad comercial en el puerto.
La Nao, que partía desde Manila, hacía escala en Monterrey, Alta California y en San Blas,
santiago o Puerto de Navidad, para anunciar su próximo arribo.
En la capital novohispana se anunciaba mediante bandos el punto de arribo de la Nao
y se invitaba a los interesados a transportar sus mercancías al puerto. También se
enarbolaban banderas a fin de reclutar soldados para Filipinas. Se aprestaban los grupos de
delincuentes que habrían de purgar sus sentencias en las islas y se preparaba el situado o
remesa de dinero que el gobierno novohispanico enviaba para el mantenimiento de las
guarniciones, tropa y demás en Guam y Filipinas.
La Nao solía arribar en los meses de Diciembre a Abril. Saludaba con 11 cañonazos
que el Castillo de San Diego respondía. La fecha, duración y termino de la feria celebrada en
Acapulco eran establecidas por el Virrey. Por lo general, duraban de 20 a 45 días, y llegaban
a extenderse a 60 días.
La nao estuvo en funcionamiento de 1565 a 1821. Siempre arribaba al puerto de
Acapulco, salvo durante la ocupación del puerto por José María Morelos y Pavón en 1814,
fecha a partir de la cual tocó puerto en San Blas y se celebró la feria en Tepic, con grandes
beneficios para el consulado de comerciantes de Guadalajara.
Por último en 1821 Agustín de Iturbide tomó el cargamento de la Nao para gastos de
campaña contra el gobierno virreinal. Esta fue la última Nao que llegó a costas mexicanas.
Esta feria se llevaba a cabo en razón de las fiestas de la Inmaculada Virgen María o
nuestra Señora de loas Lagos, aparecida hacia 1630. En la feria se surtían de mercancías
los pequeños comerciantes de las Provincias Internas de Occidente y de las Provincias
Internas de Oriente.
Fue el 20 de Noviembre de 1792 cuando el Rey Carlos IV autorizó la verificación de
la feria anual en San Juan de los Lagos, además de conceder la exención del pago de
alcalabas. La feria duraba 15 días con tres de prórroga en caso necesario. Este plazo
extraordinario de tres días se extendió a ocho por orden del Virrey Iturragaray en 1807.
Esta feria tenía lugar cada año durante los meses de Septiembre y primeras de
Octubre. A ella acudían comerciantes de los actuales estados de Nuevo León, Coahuila, san
Luis Potosí, Tamaulipas, Texas, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Durango y Nuevo México para
traficar con géneros europeos y asiáticos, así como productos de la región y excedentes de
las ferias de Xalapa.
La población mas avanzada hacia el norte de la Nueva España era la villa de Taos,
en Nuevo México, En ella se realizaba la “Feria de los Apaches” que se celebraba cada año
en los últimos días del mes de Julio. Se les conocía también como Ferias de Rescate pues
en ellas no solo se hacían tratos con gamuzas y otras pieles, ropas y caballos, sino también
se rescataban cautivos españoles o indios de tribus enemigas de los comanches, quienes en
gran número acudían al “cambalache”. En ausencia de moneda, funcionaban sobre todo con
el sistema del trueque.
En cuanto a Chihuahua, ésta constituía un centro minero y comercial importante. Las
actividades mineras de poblaciones como Batopilas, Urique, Santa Eulalia Guazáparez y
Novogachic proporcionaban importantes ingresos para la Corona. En Chihuahua se
celebraba la feria en el mes de Enero, con mercancías provenientes de Taos, y rezagos de
las ferias de Xalapa, Acapulco, Saltillo y Lagos.
Por repartimientos, llegó a entenderse no solo el de los indios entre los que requerían
su trabajo, sino el de las mercancías que repartían entre ellos los alcaldes y corregidores
para empeñarlos.
Por loa abusos que se habían cometido en el repartimiento de indios para servicios
personales, se manda que en los de adelante se les obligue a concurrir a las plazas y
lugares públicos para que allí los contraten libremente los que necesiten sus servicios, sin
que se les pudiera obligar a que trabajaran con determinada persona; extendiéndose esta
disposición a los “españoles vagabundos y ociosos, y los mestizos, negros, mulatos y
zambaigos libres que no tengan otra ocupación ni oficio, para que todos trabajen y se
ocupen en servicio de la república por sus jornales acomodados y justos.
Esta disposición, dada primero por Carlos V fue reproducida por Felipe II y Felipe III,
lo que indica que no fue debidamente obedecida, pues aún cuando en la forma si se ejecutó,
el mal no hizo mas que afectar nuevo semblante.
En efecto, no se forzaba al indio a que trabajara con determinada persona, si no se
había voluntariamente obligado. El indio, dejado a su albedrío, adquiría obligaciones,
comprando lo que necesitaba o le agradaba; pero al vencer el plazo del pago, no cumplía, ni
el comerciante o hacendado o minero que hacía el préstamo tenía medio de compelerlo al
pago por falta de bienes, o de obligarlo al trabajo personal por carecer el acreedor de
autoridad. Por otra parte, los alcaldes mayores y corregidores tenían como única retribución
de sus cargos el cinco por ciento de los tributos que recaudaran, con lo que les era imposible
mantenerse con regular decencia y pagar los gastos de su traslación al lugar de su empleo.
En tales circunstancias no faltaron quienes les facilitaron fondos para hacer esos gastos
obtener ganancias en el corto tiempo de su gobierno y formarse una fortuna, mediante una
especie de sociedad en que el prestamista daba para la compra de mercancías que el
mismo alcalde mayor o corregidor vendería a los indios a altos precios y los haría pagar con
su trabajo personal, alquilándolo al que lo necesitara y exigiéndolos con ayuda de su
autoridad.
6.3.5. LA MONEDA
a los de plata con valor de 10 reales, que eran los antiguos de ocho llamados
cotidianamente, pesos.
El 9 de Junio de 1728 se emitieron las “Ordenanzas sobre la Ley, peso, estampa y
otras circunstancias que le han de labrar las monedas de oro, y plata en los reales ingenios
de España, y de Indias, y Derechos, y suelos que han de gozar los Ministros, y demás
individuos...”, con las que se fijó la ley de las monedas de plata y oro. Se permitió la
acuñación de reales de a ocho y de a dos, sencillos y medios reales.
El 16 de Julio de 1730 se publicaron las ordenanzas para el gobierno de la labor de
monedas de oro, plata y cobre, con lo que se eliminó la libertad de acuñación de los
particulares.
En cierta medida, la escasez de circulante fue lo que permitió la subsistencia de
cacao como unidad monetaria, y dio lugar a los tlacos y pilones privados desde mediados del
siglo XV hasta finales del siglo XIX. Existía, pues, en Nueva España, una moneda privada
que el régimen virreinal y el México Independiente intentaron regular.
Durante la época virreinal convirtieron tanto la acuñación oficial como la privada, y
hubo intentos por monopolizar la actividad mediante las Ordenanzas de 1730.
Se acuñaron los pesos de oro de tepuzque (cobre) que en 1522 equivalían a ocho
reales. Sin embargo las piezas fueron retiradas de la circulación para recuperar el oro que
contenían.
En 1535 se fundó la Casa de Moneda en México, que inició labores en 1536 con el
labrado de monedas de plata y vellón, en virtud de las ordenanzas dadas a Antonio de
Mendoza el 11 de Mayo del mismo año. De la plata que se labrara, la mitad serían reales
sencillos, la cuarta parte reales de a dobles de a tres, y la otra parte en medios reales de a
ocho, cuatro, dos, uno, de medio real y de un cuarto, pese a las disposiciones de 1686 sobre
el cambio de denominación.
Ante la escasez monetaria, el Virrey Antonio de Mendoza dispuso en 1542, que se
labrara moneda de cobre de cuatro maravedíes, pero esta actividad fue rechazada por los
indígenas al considerarla cosa vil. Por ello continuó el uso del cacao para las transacciones
menudas, cuyo precio se fijó en Junio de 1555 en 140 almendras por un real de plata. La
falta de acuñación de moneda por parte de las autoridades virreinales llevó a la población a
acuñar la propia de cobre, madera, hueso, vaqueta, etcétera; con el nombre de tlacos y
pilones que se mantuvieron en circulación durante mas de 300 años, tolerados por las
autoridades virreinales. Su máxima circulación se dio en el siglo XIX.
OBJETIVO PARTICULAR
Al concluir esta unidad, el alumno explicará y resaltará las etapas, principios y movimientos
más importantes que se dieron para el desarrollo del movimiento de Independencia, su
consumación, el Derecho Colonial y el Derecho Nacional.
CONTENIDO ACADÉMICO
DOCUMENTOS DE LA UNIDAD 7
DOCUMENTO FICHA
colocaron en un barco con destino a España, sustituyéndolo luego por algunos sucesivos
virreyes provisionales. Esta crisis de autoridad, causada por la discordia entre los ricos
criollos y los poderosos peninsulares, no tuvo buenos resultados para ninguno de los dos,
sino que preparó el camino para un movimiento popular de indios y mestizos, que tuvo un
comienzo visible en la famosa proclamación de Hidalgo, en Septiembre de 1810. La
situación era sumamente confusa, pero después, los éxitos iniciales de Hidalgo, pronto se
hizo evidente que a la larga no triunfaría; los criollos si querían la independencia, pero no
bajo un régimen de fanáticos, visionarios, ni gracias a una guerra de castas. Así, muchos de
los que habían estado en contra de los peninsulares en los diversos movimientos que se
pueden observar desde 1808, ahora colaboraron con los españoles contra los insurgentes
(para luego juntarse con Iturbide, en 1821, con el fin de obtener una independencia en que ni
los ideales socialistas de Hidalgo y Morelos, ni tampoco el espiritual liberal de Cádiz pudiera
perturbar su modo de vivir).
Después de la batalla del Puente de Calderón, el 17 de Enero de 1811, Hidalgo,
grande como carismático líder de los oprimidos, pero incompetente como Jefe Militar, fué
sustituido por Allende, sin embargo ya era demasiado tarde para salvar la causa de los
insurgentes.
Independencia Nacional
Intolerancia religiosa
Soberanía popular
División de poderes
Nacionalismo
Igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley
Principio de Democracia
Prohibición de la esclavitud
Reconocimiento del derecho de propiedad
Inviolabilidad del domicilio
Prohibición de la tortura
Racionalidad de los impuestos
Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso
deberán ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la
indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal al pobre, que mejore sus costumbres,
aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto.
En 1807 fue descubierto el Plan de Fernando, hijo de Carlos IV, para derrocarlo. Los
encausados en el proceso fueron absueltos por falta de pruebas y desterrados de la Corte y
el Príncipe heredero obtuvo el perdón real. Desde 1806, Napoleón consideró la invasión a
España. En 1808 la turba pidió la abdicación de Carlos IV, quien le entregó la Corona a su
hijo Fernando VII, quien subió al trono por aclamación popular, sin el refrendo de las cortes
de reino. Poco después intervino Napoleón, con la subsecuente guerra que había de tener
importantes repercusiones para España y América. Napoleón instaló en el trono español a
José Bonaparte (1808-1813), quien expidió la Constitución de Bayona, en virtud de la cual,
los siguientes eran los principales órganos de gobierno: 1. Las Cortes, 2. Los Ministerios, 3.
Los Consejos.
A principios de 1814, una vez expulsados los franceses de España, Fernando VII
rechazó el régimen de Cádiz y mediante un golpe de Estado reinstauró el antiguo régimen
absoluto hasta 1820, con lo que se dio fin al llamado bienio liberal.
Al crearse la Junta Central, ésta se integró exclusivamente con los diputados de la
Península, sin incluir a los representantes americanos. Incluso cuando se reunieron los
Consejos en el Consejo y Tribunal Supremo de España e Indias, tampoco fueron
consultados. Sin embargo, por Decreto del 22 de Enero de 1809 se les concedió
representación en la Junta Central a los diferentes reinos y provincias americanas. Por la
Nueva España se designó a Miguel de Lardizábal, quien, como fue disuelta dicha junta y
creada la Regencia, en Enero de 1810, quedó como representante americano.
A partir del 14 de Enero de ese año, se dispuso que para la celebración de las Cortes
iría un Diputado por cada capital virreinal, electo por el Ayuntamiento respectivo. En la Nueva
España, la Audiencia ordenó que se diera cumplimiento al Decreto de la regencia, con lo
cual se eligieron a los diputados novohispanos, quienes participaron en los debates políticos
de Cádiz y en su momento, plantearon la igualdad de derechos de peninsulares y
ultramarinos.
Realmente poco o nulo éxito tuvo la Suprema junta Gubernativa de Zitácuaro que
presidía Rayón, sobre todo por el prestigio y la altura que había tomado Morelos, el cual se
había erigido como el gran Caudillo de toda insurgencia, y ante las constantes disputas entre
sus miembros, optaron por la disputa total entre ellos; por lo cual el antiguo cura de
Cuarácuaro, intentó primeramente reconciliar a los miembros de la Junta Suprema y no lo
logró, pues el mismo Rayón se opuso a ello, por lo cual Morelos, en Junio de 1813, convocó
desde el pueblo de Chilpancingo , y en su calidad de cuarto miembro de la Junta Suprema, a
un Congreso, en el que se debería reunir en el mismo Chilpancingo el 8 de Septiembre de
1813, aunque ello no se efectuó sino hasta el día 14.
Ese Congreso se integraría con diputados electos en las zonas controladas por los
insurgentes ya que en aquellas dominadas por los realistas el mismo Morelos nombraría los
suplentes que las representaran; asimismo se dispuso que los altos jefes del Ejército
insurgente opinasen cual de los cuatro capitanes generales (es decir, los miembros de la
Junta Suprema) debería ser nombrado por el Congreso como “Generalisimo”, y por ende
encargado del Poder Ejecutivo. De igual forma, Morelos dictó un reglamento para el
Congreso y le señaló como misión principal redactar una Constitución.
Integraron el Congreso de Chilpancingo, por designación de Morelos, los tres
miembros de la Junta Suprema (Rayón, Verduzco y Liceaga, por Guadalajara, Michoacán y
Guanajuato respectivamente), junto con Carlos María de Bustamante (por México) José
María Cos (por Veracruz), Andrés Quintana Roo (por Puebla) , además de los electos José
María Murguía y Gallardo (por Oaxaca) y José Manuel Herrera (por Techan); por supuesto
Morelos también tenía calidad de Diputado en el Congreso por ser miembro de la Junta
Suprema. Como Secretario actuaba Juan N. Rosains. Sin embargo, a lo largo de su
trayectoria fueron variando los diputados, pues constantemente salían y entraban nuevos
legisladores.
En la sesión inaugural Morelos dio lectura a sus Sentimientos de la Nación, el cual
contenía los lineamientos básicos que deberían servir para redactar la Constitución de la
nación emergente, algunos de los cuales fueron tomados de los Elementos de Rayón.
Al día siguiente, 15 de Septiembre, el Congreso designó a don José María Morelos
como Generalisimo y depositario del Poder Ejecutivo, el cual aceptó después de que el
mismo Congreso tuvo que insistir, ya que Morelos en principio no aceptaba el nombramiento.
Además se dispuso que al cuerpo colegiado se le diera el tratamiento de “majestad”, y a sus
miembros el de “excelencia” y a Morelos el de “alteza”, mismo que rechazó y cambió por el
de “Siervo de la Nación”.
Lo primero que propuso Morelos fue que se declarara la independencia nacional de la
América Septentrional”, como se llamó al país, a los cual se opuso Rayón; sin embargo, el
Congreso, el día 6 de Noviembre, decretó la solicitada “Declaración de Independencia” y ese
mismo día acordó el restablecimiento de la Compañía de Jesús. Fue fundamental esa
declaración, ya que quedaba bien claro que se rompían todos los vínculos con España.
A principios de 1814 el Congreso tiene que abandonar Chilpancingo por el acoso de
las fuerzas realistas y se alojan en Tlacotepec; en eso Rayón abandonó el Congreso y
sugirió la remoción de Morelos como titular del Ejecutivo (éste pidió ser tomado como
soldado si no era considerado apto para general); sin embargo, el Congreso aceptó su
renuncia como Jefe del Ejecutivo, poder que asumió la propia asamblea y ratificó a Morelos
en el mando militar.
El Congreso se trasladó a Uruapan, de ahí a Huetamo, después a la Hacienda de
Santa Efigenia, de allí a Tiripitio y después a Apatzingán, en donde logró promulgarse la
primera Constitución propiamente mexicana el 22 de octubre de 1814, con el Título de
Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, o simplemente
Constitución de Apatzingán.
Firmaron la Constitución los Diputados Liceaga, Morelos, Herrera, Cos, Castañeda,
Ortiz de Zárate, Alderete y Soria, Moctezuma, Ponce de León y Argándar; Secretarios Yarza
y Bermeo; no la firmaron López Rayón, Crespo, Quintana Roo, Bustamante ni Sesma.
Cuando se restableció el antiguo régimen en México, y por lo tanto el Tribunal de la
Inquisición, éste condenó a la Constitución de Apatzingán, por ser atea a irreligiosa (cuando
su primer artículo señalaba: La religión católica, apostólica y romana es la única que se debe
profesar en el estado ) y fulminaba excomunión a quien la retuviese y leyese.
que se tuviesen las pruebas suficientes de que las de Castilla lo habían hecho.
Unas horas después Iturrigaray recibió noticias de los comisionados de la Junta de
Oviedo, en donde le informaban de la anarquía en que se encontraba España y del hecho de
que todas las juntas se señalaban a sí mismas como supremas. Por ello, decidió convocar a
una nueva junta para el día siguiente, 1º de septiembre de 1808, en la que se optó
suspender el reconocimiento anteriormente otorgado a la de Sevilla. Ante esto el virrey
solicitó a los asistentes que le entregasen sus pareceres por escrito para examinarlos en una
nueva junta a celebrarse el día 9.
En la nueva reunión, se decidió definitivamente no reconocer la superioridad de la
Junta de Sevilla. El virrey estaba dispuesto a integrar una verdadera representación del
virreinato, por lo que surgió la cuestión de llamamiento de representantes del reino, aunque
las discusiones se centraron en la procedencia de convocatoria de una junta o asamblea
general. El 15 de septiembre de 1808 un grupo de conspiradores dirigido por Gabriel de
Yermo, prendió y destituyó a Iturrigaray. La Real Audiencia nombró como nuevo virrey a
Pedro Garibay y reconoció a la Junta Central de España, con la subsecuente suspensión de
todos los proyectos de reforma. A partir de entonces, los principales dirigentes del grupo
criollo fueron encarcelados o desterrados. Unos meses después, la Junta Centra de España
sustituyó a Garibay por el arzobispo Francisco de Lizana, quien siguió una política
conciliadora, lo que desagradó a los del partido europeo, que finalmente logró la destitución
de Lizana en 1810. Hasta la llegada de su sustituto, Francisco Xavier Venegas, la Real
Audiencia tomó las riendas del gobierno.
Lo anterior trajo consigo la radicalización de la actitud de los criollos. En Querétaro,
Miguel Hidalgo, Ignacio Allende y Juan Aldama se reunían regularmente, con proyectos
similares a los del Ayuntamiento en 1808. Hidalgo y Allende habían adoptado un plan
concebido en México de integrar una junta compuesta por representantes de los diversos
cuerpos bajo la dirección de la clase media por medio de los Cabildos. Al ser descubiertos,
Hidalgo decide, en la noche del 15 de septiembre, llamar a su auxilio al pueblo de Dolores,
de donde era párroco. A decir de Luis Villoro, “la primera gran revolución popular de la
América hispana se ha iniciado”. De Dolores, Hidalgo y el ejercito insurgente se dirigieron a
Atotonilco, de allí a Celaya y a Guanajuato, lugar en donde tomaron la Alhóndiga. Luego
entraron en Valladolid y de allí se dirigieron a la capital. Allende intentó inútilmente introducir
cierto orden y disciplina militar, aunque sin mayor éxito. En el Monte de la Cruces, las tropas
españolas se les enfrentaron y, después de la batalla, los restos de la columna española se
retiraron a la ciudad de México, a esperar el asalto final. Por razones de diversa índole,
Hidalgo decidió no atacarla y regresó a Celaya para organizarse. De allí, Allende partió hacia
Guanajuato e Hidalgo a Valladolid.
En diciembre, Hidalgo se trasladó a Guadalajara, que había sido tomada por José Antonio
Torres. En el sur, José María Morelos inició un levantamiento y por doquier aparecían
guerrillas que actuaban por su propia cuenta.
Hidalgo buscaba un congreso integrado por representantes de los ayuntamientos que
guardara la soberanía para Fernando VII. Allende, por otra parte, se esforzaba por ordenar el
levantamiento armado bajo las órdenes de militares criollos. El alejamiento de la figura de
Fernando VII irá poco a poco separando a los dos líderes revolucionarios. Muchos criollos se
opusieron al movimiento y junto con el clero intentaron sofocarlo.
A partir de Noviembre de 1810 el ejército realista empezó a recuperar terreno bajo el
mando de Calleja. Pronto serían recuperadas Guanajuato y Guadalajara, en donde Hidalgo
fue derrotado y tuvo que huir hacia el norte junto con Allende. En el camino a Monclova
fueron aprehendidos y juzgados en Chihuahua, los ejecutaron el 30 de Julio.
Sin embargo, las guerrillas continuaron su labor. En Zitácuaro, Ignacio Rayón dirigió
la Suprema Junta Gubernativa de América, en un intento por mantener unido el movimiento.
Las victorias de Morelos en el sur le dieron también un fuerte impulso. Fue él quien ocupó la
dirigencia requerida. En mayo de 1811 tomó Chilpancingo y Tuxtla, en diciembre Cuautla,
que dos meses después sufrirá el sitio de Calleja durante tres meses, hasta la evacuación de
la ciudad. El movimiento todavía estaba compuesto sobre todo por campesinos. Tiempo
después, los pobladores de las ciudades se unirían al movimiento. Poco a poco la clase
media apoyó la revolución y empezaba a actuar en la difusión de las ideas revolucionarias.
Se buscaba atraer a los propietarios criollos, aunque éstos no se unieron al movimiento
mientras éste se basara en el campesinado. Morelos tomó las ideas propias de la clase
media y las pretensiones del campesinado, y las plasmó en su Sentimientos de la Nación,
del 14 de septiembre de 1813.
Después de la evacuación de Cuautla, el ejército insurgente tomó Tehuacan y
terminó por dominar Oaxaca, Xalapa y finalmente, Acapulco. A principios de 1813 la mayor
parte del territorio nacional estaba en manos de los insurgentes.
El 30 de Septiembre de 1812 el virrey Venegas promulgó en México la Constitución
de Cádiz. Ésta favoreció la autonomía de las diputaciones provisionales frente al virrey. Por
otra parte, en el bando insurgente, Morelos reunió en Chilpancingo el 15 de septiembre de
1813, un congreso de representantes de las regiones liberadas que eligió a Morelos como
generalísimo encargado del Poder Ejecutivo. El Poder Legislativo residía en el Congreso
atacar a Vicente Guerrero. Sin embargo, después de atraerse el apoyo de los principales
jefes del ejército, promulgó el Plan de Iguala, el 24 de febrero de 1821, jurado en el pueblo
de Iguala el 2 de Marzo de ese año, proclamó la independencia y mantuvo la monarquía.
Será este el primer plan políticamente aceptable.
En el Plan de Iguala fijó las bases fundamentales para la constitución del Estado
mexicano, pues aportó los principios de organización política que habría de tener. Señala
Jaime del Arenal que la clave para lograr la independencia fue la unión propuesta por
Agustín de Iturbide en un plan que garantizaba al español que no sería expulsado,
perseguido, objeto de expoliaciones, venganzas o crímenes, es decir, Iturbide garantizó en el
Plan el fin de la guerra a muerte, total.
En el Plan de Iguala se declararon, en 23 puntos (o 24 de la versión) las siguientes,
entre otras:
El Plan de Iguala fue apoyado por sectores liberales, oficiales del ejército,
comerciantes, clero y nobleza tanto criolla como peninsular, por lo que, como afirma Jaime
Arenal: “Hoy ya no puede sostenerse la afirmación de que el proyecto de Iguala y la
consumación de la independencia obedecieron a un moviendo contrarrevolucionario o
reaccionario.
Por lo pronto una Junta de Regencia ocupa el poder. Los criollos se unifican en torno
del Plan de Iguala. En poco tiempo, el ejército de Iturbide ocupa las principales ciudades.
Mientras tanto, las tropas expedicionarias destituyen a Ruiz de Apodaca y queda en su lugar
Francisco Novella.
Tiempo después, el 3 de Agosto, desembarca en Veracruz Juan O`Donojú, nuevo
jefe político superior de la Nueva España, quien al ver el estado de la revolución, entra en
tratos con Iturbide en Córdoba. Firman el 24 de agosto de 1821 los Tratados de Córdoba, en
donde se llega a los siguientes acuerdos:
esta fecha se levantó el Acta de la Independencia Mexicana y designó a los cinco integrantes
de la Regencia, que a su vez eligieron a Irturbide su presidente, lo que obligó a la Junta a
elegir a uno nuevo para evitar incompatibilidades.
En el Acta de Independencia Mexicana se declaró que México es una nación
soberana e independiente de España, con quien en lo sucesivo no se mantendría otra unión
que la de una amistad estrecha en los términos que prescriben los tratados. La nación
mexicana habría de constituirse conforme a las bases que en el Plan de Iguala y los
Tratados de Córdoba fueron establecidas.
Los tratados de Córdoba fueron sometidos a las Cortes en España, que en sesión del
13 de febrero de 1822 decidió no reconocer y tenerlos por nulos de origen, ya que el jefe
político superior que firmó los tratados no había sido previamente facultado para ello por las
Cortes.
En Julio de 1822 el Congreso nombró una comisión encargada de elaborar el
proyecto de Constitución; esta comisión se instaló el 2 de Noviembre de ese año, y estuvo
integrada por Mendiola, Alcocer, González, San Martín, Godoy, Ubarra, Martínez de los
Ríos, Marín, Janínez, Abarca y Bustamante. Ante ella se presentaron diversos proyectos
constitucionales. Por su parte, la Junta Nacional Instituyente, que sería disuelta el 6 de
marzo de 1823, elaboró el Reglamento Político Provisional del Imperio Mexicano del 18 de
Diciembre de 1822, aprobado en el mes de Febrero de 1823 por 21 votos a favor contra 17,
que habría de sustituir a la Constitución de Cádiz de 1812 y que se sumó a las Bases
Constitucionales aceptadas por el Primer Congreso Constituyente en el momento de su
instalación, el 24 de Febrero de 1822.
Las Bases Constitucionales establecían que en el Congreso legítimamente
constituido residía la soberanía nacional y en consecuencia declaraban que la religión
católica, apostólica y romana sería la única del Estado, con exclusión de cualquier otra.
Adaptaban para el gobierno la monarquía moderada constitucional con la denominación de
Imperio Mexicano, y se llamó al trono a las personas designadas en el Tratado de Córdoba;
además, declaró la igualdad de los derechos civiles para todos los habitantes del Imperio.
14. Subsistían los Alcaldes, Jueces de Letras y las Audiencias territoriales establecidas.
Además, en todo pleito no habría mas de tres instancias y tres sentencias definitivas;
dos de ellas conformes causaban ejecutoria.
La Republica se disponía a dar fin de sustituir los textos jurídicos de la época colonial
por los códigos que se proclamaban como requisito indispensable para encausar la vida
social en forma “civilizada”. Por lo que se lleva dicho, el lector se habrá podido dar cuenta de
que la administración de justicia se realizaba sobre la base de la interpretación del derecho
que se había dictado para la Nueva España y el que fueron dictando los diversos gobiernos
nacionales. Los jueces habían llegado a adquirir un poder considerable, y la “razón” no podía
tolerar esta situación. La soberana de los tiempos que corrían debía ser la ley, y los
encargados de aplicarla habían de atenerse a su texto. Aunque esto era lo prescrito por “las
luces”, en la práctica los tribunales federales se encargaron de adeudar, en algunas
materias, el texto de la ley a la realidad social y política de la nación y la vía fue,
naturalmente, el amparo.
El triunfo del liberalismo repercutió en el contenido de los nuevo cuerpos jurídicos,
pero a este respecto debe señalarse que en el período comprendido entre 1867 y 1910 se
pueden distinguir dos etapas: la de triunfo del liberalismo, que va hasta 1880, y la
consolidación del modelo, de este año hasta el fin del período porfirista. En la primera, se
plasman en los códigos algunos de los supuestos del liberalismo, pero éstos sólo se llevaron
hasta sus últimas consecuencias en la segunda etapa. En ésta los códigos se modificaron o
se sustituyeron por otros para expurgar de su texto aquellas instituciones que representaban
un obstáculo para la consolidación del modelo liberal burgués.
En la descripción del proceso dejo fuera todas las obras derivadas de los códigos que
tuvieron por objeto comentarios, adicionarlos o impugnar el contenido de las reformas que se
les hicieron. Son muy numerosas y en su mayoría pueden ser consultadas en la obra de
Clagett y Valderrama, A revised guide to the law and legal literatura of Mexico. Por otra parte,
sólo se hará referencia a los códigos de los estados en los años previos a la terminación del
proceso codificador. Una vez lograda la codificación se dio un fenómeno de recepción de los
códigos del Distrito Federal muy amplio, lográndose, en alguna medida, la unificación jurídica
que deseaban muchos juristas de la época.
La Constitución de Cádiz estableció la codificación como modo de expresión del
derecho; en su artículo 258 se disponía que el Código Civil, el de Comercio y el Criminal
serían uno solo para toda la monarquía. La disposición constitucional española excluyó en su
texto los códigos procesales, lo que explica que actualmente en España no tenían Códigos
de Procedimientos, sino leyes de enjuiciamiento tanto civil como criminal.
Con la vuelta al sistema federal en 1847 una vez que cesó la vigencia de las Bases
Orgánicas y en el entorno de la guerra con Estados Unidos de América, la codificación volvió
a ser facultad de los Estados. En este orden, el Gobernador de Oaxaca, Benito Juárez volvió
a poner en vigor el Código Civil de Oaxaca que había sido promulgado entre 1827 y 1828 y
estuvo vigente hasta 1837, Ordenó su revisión, lo que dio origen a un nuevo Código Civil de
Oaxaca, concluido en 1852, que debía entrar en vigor el 1° de Abril de 1853. Sin embargo, a
la fecha de su inicio de vigencia, Santa Anna suprimió el sistema federal mediante Decreto
del 27 de Junio de 1853, anulando la resolución del Congreso oaxaqueño que había
aprobado el nuevo Código.
Sin embargo, en las Bases Para la Administración de la República hasta la
promulgación de la Constitución del 22 de Abril de 1853, se estableció que se dictarían las
medidas conducentes para contar a la mayor brevedad posible con un Código Civil, Criminal,
Mercantil y de Procedimientos.
Con la Constitución de 1857, si bien la facultad de expedir Códigos correspondía a
los Estados, fue la Federación la que tomó la iniciativa codificadora. El Presidente Benito
Juárez le encargó a Justo Sierra que llevara a cabo los trabajos para la elaboración de un
proyecto de Código Civil. Esta obra, integrada por cuatro libros, fue terminada en 1860 y se
imprimió y distribuyó para recibir las opiniones por parte del foro. Este proyecto se adoptó
como Código Civil local por el Estado de Veracruz Llave, por Decreto del 5 de Diciembre de
1861. El proyecto de Justo Sierra, primera codificación de alcance nacional en nuestro país,
estaba integrado por disposiciones del Proyecto Español de Código de García Goyena de
1851, del Código Civil Francés, de las Leyes de Reforma, de la Constitución de 1857, del
Código Civil de Louisiana y de la Ley del Matrimonio Civil de 1859.
El proyecto de Justo Sierra fue objeto de una minuciosa revisión que se puede dividir
en tres etapas: la primera de 1861 a 1863, en que se turnó a una comisión revisora integrada
por José M. Lacunza, Pedro Escudero, Fernando Ramírez y Luis Méndez, que no pudo
concluir sus trabajos debido a la intervención francesa. Una segunda etapa, de carácter
privado que inició tiempo después de haberse constituido la Regencia, en Julio de 1863,
hasta Noviembre de 1864.
La tercera etapa se produjo durante el periodo del Emperador Maximiliano de
Hasburgo, quien le solicitó a esa misma comisión que continuara con su tarea, cosa que
hicieron y que culminó con la terminación de los dos primeros libros del Código Civil del
Imperio Mexicano de 1866, el primer libro el día 6 y el segundo el día 20 de Julio de ese año.
El tercer libro estaba ya listo para darse a la imprenta y al cuarto de faltaban correcciones de
estilo, sin que alcanzaran a publicarse, ya que poco después cayó la capital mexicana en
poder de las fuerzas republicanas. Las fuentes utilizadas por la Comisión redactora fueron el
Código Civil Francés, El Proyecto Español de Código de García Goyena, de 1851, con sus
concordancias, motivos y comentarios; La Ley Orgánica del Registro Civil de 1859, La Ley
de Sucesiones de 1857, la Ley Orgánica delñ Registro Civil de 1859, la Ley de Sucesiones
de 1857, la Ley Orgánica del Registro Civil de 1861, las obras doctrinarias como el
Diccionario de Escriche, el Sala y el Febrero Mexicanos, Las Leyes de Reforma, la Suma
Teológica de Santo Tomás de Aquino, así como las obras de Elizondo, Antonio Gómez, Juan
Hevia Bolaños, Covarrubias, Azevedo, Tropolong, Alciato, Cuyacio, Grocio, Bártolo,
Heinecio, Pufendorf, Vinnio y otros.
En materia procesal civil para el distrito Federal, una comisión integrada por Gabriel
García Rojas, José Castillo Larrañaga y Rafael Gual Vidal, tomando como precedente los
Códigos Procesales de 1872, 1880 y 1884, formuló un nuevo Código de Procedimientos
Civiles para el Distrito Federal, publicado en el Diario Oficial de la Federación del 1° al 21 de
Septiembre de 1932, y empezó a regir el 1° de Octubre de ese mismo año.
Decreto fue prorrogado mediante otros el 6 de Abril de 1824 y 3 de Octubre de 1825, hasta
su derogación, el 18 de Diciembre de 1832.
Durante el primer periodo federal, se garantizó constitucionalmente, la prohibición de
imponer leyes con carácter retroactivo, así como la libertad de escribir, imprimir y publicar
ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna, aunque la libertad de
imprenta se vio restringida por disposiciones del 14 de mayo de 1831 y del 23 de Mayo de
1835, con lasa que se decretó que el agraviado por libelos22 infamatorios impresos podía
elegir la acción por injurias o bien, por abuso de libertad de imprenta, previniéndose a los
impresores que no admitieran responsivas de vagos, presos, indigentes ni de personas de
domicilio y modo de vivir desconocido, bajo pena de multa pecuniaria y de prisión de hasta
un año y medio. De igual manera, el 22 de Febrero de 1832 se hizo responsables a los reos
de rebelión mancomunada y solidariamente con los bienes propios de las cantidades que por
sí o por sus jefes tomasen violentamente. Se garantizó también que la pena de infamia no
pasaría del delincuente; la prohibición de la confiscación de bienes, así como de las leyes
retroactivas, entre otras.
El 29 de Octubre de 1835 se estableció que los responsables de robo u homicidio
debían ser juzgados en toda la República por Consejo de Guerra ordinario. También se
reglamentó la portación de armas y el uso de bebidas alcohólicas, se reprimieron la vagancia
y la mendicidad y se intentó organizar la policía.
En materia de prisiones se reglamentaron las cárceles de la Ciudad de México en
1814, y se reformó su reglamento en 1820 y 1826. Se emitieron disposiciones sobre la
materia el 24 de Marzo de 1824, el 11 de Abril y 6 de Mayo de 1833.
Como podemos observar, durante el periodo que va de 1828 a 1857 el problema mas
importante en materia penal fue el del derecho procesal, ya que la mayor parte de las
disposiciones se referían a jurisdicción y a hacer mas efectiva la represión de los delitos.
Cabe destacar que en el estado de Oaxaca se expidió el 7 de Febrero de 1828,
siendo gobernador José Ignacio de Morales, la Ley Penal, dividida en seis Capítulos, y 57
Artículos en donde se abordaban los temas de rebelión, sedición, motines o tumultos,
asonadas23 y otras conmociones populares; de las fracciones y parcialidades,
confederaciones y otras reuniones prohibidas, la resistencia a la ejecución de las leyes,
actos de justicia o providencias de la autoridad pública y de los atentados contra las
autoridades y funcionarios públicos.
22
escritos
23
Disturbios, revueltas.
No fue sino hasta el 7 de diciembre de 1871 que se promulgó el Código Penal para el
Distrito Federal y Territorio de la Baja California sobre delitos del fuero común, y para toda la
República sobre delitos contra la Federación, el cual, en virtud de su articulo transitorio,
empezó a regir el 1° de Abril de 1872. se le conoce como Código Martínez de Castro, por
haber sido él uno de los más destacados integrantes de la comisión redactora del Código. Se
componía de 1 152 artículos divididos en cuatro libros y, estos a su vez, en títulos. Al final
llevaba añadida una Ley Transitoria sobre procedimiento penal en 28 artículos. Este código
sufrió reformas en 1884 en materia de robo, lesiones, homicidio, adulterio y otros.
Los trabajos para preparar el nuevo Código Vigente en la actualidad, los llevó a cabo
una comisión integrada por Alfonso Teja Zabre, Luis Garrido, Ernesto G. Garza, José Angel
Ceniceros, José López Lira y Carlos Angeles. Fue publicado en le Diario Oficial de la
Federación del 14 de Agosto de 1931 y entró en vigor el 17 de Septiembre de ese mismo
año. A este se le añadió un Código de Procedimientos el mismo año.
Las dos grandes omisiones de la Constitución del 1824 fueron una declaración de los
derechos humanos y las adecuadas garantías que restablecieran el orden constitucional
violado, particularmente tratándose de los derechos de los individuos, Por ello, el
constituyente centralista de 1836, que abolió la Ley Suprema de 1824, y por ende el régimen
federal, mucho cuidado tuvo de salvar, a su modo, dichas omisiones.
En efecto, mientras la Constitución de 1824 no establecía una declaración de
derechos humanos, el artículo dos de la Primera Ley Constitucional de 1836 establecía “los
derechos de los mexicanos”, en siete fracciones. Pero mas interesante fue la creación del
Supremo Poder Conservador en la segunda de las mismas leyes constitucionales, inspirado
en el Senado conservador Francés, cuya función era principalmente la de anular cualquier
acto de los tres poderes tradicionales, viciado de inconstitucionalidad, entre otros mas.
Resultaba realmente absurdo este Consejo integrado por cinco individuos, constituido
en supremo juez de la nación mexicana, responsable solo ante Dios y la opinión pública, el
cual podía en un momento “declarar... cual es la voluntad de la nación”.
Por ello, habiéndose instalado dicho Supremo Poder el 24 de Mayo de 1837, solo
cuatro años después cerró para siempre sus puertas en Septiembre del 1841; sin embargo,
no deja de ser el primer intento de establecer un sistema de garantías individuales.
Sin embargo, la idea de suprimir el poder conservador ya desde 1839 se había
expuesto públicamente. Lo interesante es que los dipiyadose se habían planteado no solo
su desaparición, sino crear un instrumento que hiciera las veces de garante del orden
constitucional cuando este fuera violentado, instrumento que ocuparía el lugar de ese Poder
Conservador. A ese respecto recordemos el voto particular del diputado Pedro Ramírez, en
1839, quien propuso para ese fin la creación de un “reclamo” que debiera ser resuelto por la
Suprema Corte de Justicia, propuesta que no logró prosperar.
Posteriormente, como resultado del triunfo del “Plan de Tacubaya” se convocó a
elecciones para un nuevo Congreso Constituyente, el cual se inauguró el 10 de Junio de
1842; dentro del mismo se formó la Comisión de Constitución integrada por J. Ladrón de
Guevara, Antonio Díaz, Pedro Ramírez, José Fernando Ramírez Espinoza de los Monteros,
Mariano Otero y Octavio Muñoz Ledo. Dicha Comisión se vió escindida, de donde salieron
dos proyectos, uno llamado de la mayoría, ya que lo suscribían cuatro miembros de la
Comisión (Díaz, Pedro Ramírez, Ladrón de Guevara y J. Fernando Ramírez) y el otro
llamado lógicamente de la minoría, pues solo lo suscribieron los tres miembros restantes de
la Comisión (Espinoza de los Monteros, Muñoz Ledo y Otero); división que tuvo su origen en
el punto a definir si nuestra patria sería una República federal o centralista, aunque ninguna
de las dos facciones era extremista en este particular.
La minoría, junto con pronunciarse de forma franca y decidida por el federalismo,
retomó la idea de llevar a cabo un “reclamo constitucional” que se haría valer ante la
Suprema Corte, por cualquier persona, para la defensa de sus derechos constitucionales,
contra actos de los otros dos poderes, incluyendo, además la suspensión del acto
reclamado.
Todos los miembros de la Comisión de Constitución se volvieron a reunir con el fin
de, haciéndose mutuas concesiones, lograr un único proyecto a presentar al pleno del
Constituyente, al cual se le conoce como “Proyecto de transacción”, mismo que comenzó a
estudiar la Asamblea, hasta que un cuartelazo articulado por Santa Anna, el 11 de Diciembre
de 1842, logró disolver al Congreso para fines de ese mismo año de 1842.
Como es sabido, el Constituyente de 1842, fue sustituido por una Junta Nacional
Legislativa o Junta de Notables, integrada por ochenta personas designadas por don Nicolás
Bravo, a la sazón presidente sustituto de la República; Asamblea que quedó integrada el 6
de Enero de 1843, misma que aprobó las llamadas Bases Orgánicas del mismo año de
1843, con un marcado carácter conservador y centralista.
Como se deduce fácilmente, el “reclamo constitucional” del proyecto de la minoría en
1842, animado por Otero, es el antecedente mas directo y claro del “Amparo” que el mismo
Otero propuso en su voto particular de 1847, reclamo que su ves encuentra su antecedente
mas cercano en el otro “reclamo” propuesto por el diputado Ramírez en 1839, para suplir las
funciones que desarrollaba el Supremo Poder Conservador que en ese entonces se pensaba
suprimir, como veremos a continuación:
El régimen centralista concluyó al triunfo de Plan de la Ciudadela proclamado por el
General Mariano Salas el 4 de Agosto de 1846; dos días después se convocó a elecciones y
se restableció el régimen federalista, así como la Constitución de 1824, mientras el Congreso
dispusiera lo conducente, lo que se hizo el 8 de Febrero de 1848, pues dicho Congreso se
declaró Constituyente, con poder para revisar la carta de 1824, lo que permitió ratificar la
vigencia de esa ley fundamental en tanto se resolvía sobre la revisión de la misma, para lo
cual, el mismo Congreso, nombró una Comisión de Constitución que debería proponer esos
cambios.
Dichas Comisión propuso lisa y llanamente volver a la Constitución del 24 sin mas
cambios en virtud de la intervención armada que sufría el país por parte de nuestros vecinos
del norte, pues con mucha lógica se pensaba que ello impediría reflexionar debidamente
sobre posibles reformas constitucionales. Por eso el diputado Mariano Otero, aún siendo
miembro de la Comisión de Constitución, se separó del sentir de la mayoría de esa Comisión
y propuso su famoso voto particular el 5 de Abril.
En efecto, el diputado Otero pensó que la Carta Magna de 1824 adolecía de varios
defectos fundamentales, algunos de ellos causa del fracaso del modelo federalista hacía
doce años. Tales errores fundamentales eran, la carencia de una declaración nacional de
derechos humanos, el sistema sui generis de la vicepresidencia y la falta de un instrumento
procesal adecuado para restablecer el orden constitucional violado; de ahí que algunas de
sus propuestas formuladas en ese célebre voto particular.
Como era de esperarse, el Congreso aceptó el voto de Otero, de forma casi textual
prácticamente, trascendiendo en lo que se llamó Acta Constitutiva y de las Reformas
aprobada el 18 de Mayo de 1847 y promulgada tres días después.
Sin embargo, mas importante aún que la respuesta de Otero en su voto de 1847, fue
que esta haya pasado la prueba trascendente en el Constituyente de 1856-1857, pues fue la
Ley Suprema del 5 de febrero de 1857, la que Consagró en definitiva y para siempre e
nuestro benemérito Juicio de Amparo; pero también por la nueva redacción que la asamblea
del 57 le diera en texto constitucional definitivo, ampliando enormemente la redacción
original de 1847, dándole la posibilidad de tener un desarrollo posterior muy rico, como en
efecto, lo tuvo.
La primera Ley de Amparo fue la del 30 de Noviembre de 1861, preparada por don
Manuel Dublán; la segunda fue del 20 de Enero de 1869, redactada por Ignacio Mariscal; de
la redacción de la tercera, del 14 de Diciembre de 1882, se encargó el insigne Ignacio L.
Vallarta; a partir de 1897 se cambió el sistema, pues el amparo se reglamentó en el Código
Federal de Procedimientos, del cual hubo dos, el primero publicado (la parte relativa al
amparo) el 6 de octubre de ese año y el segundo en 1909.
A partir de la Constitución de 1917 hay dos leyes reglamentarias del Amparo, la del
18 de Octubre de 1919 y la de 10 de Enero de 1936, la cual teóricamente sigue en vigor,
aunque con infinidad de reformas.
7.2.5.2. LA LEGISLACION
En la Nueva España se presentó de inicio una disputa que duró cinco años, sobre la
conveniencia o no de permitir la presencia de abogados en las nuevas tierras. El Emperador
Carlos V quien, al expedir las ordenanzas de la Real Audiencia y Chancillería de Nueva
España, resolvió en definitiva la aceptación de los abogados en las tierras novohispanas.
Las disposiciones que regían el ejercicio de la profesión, provenían tanto del derecho
castellano como del indiano.
Los estudios de derecho podían hacerse en la Real y Pontificia Universidad de
México, fundada por Real Cédula de Felipe II el 21 de Septiembre de 1551, cuyos cursos se
inauguraron el 25 de Enero de 1553, a imagen y semejanza de la de Salamanca, con iguales
privilegios, libertades y exenciones, durante el primer rectorado de Antonio Rodríguez de
Quezada. La Universidad Mexicana adoptó las constituciones de la de Salamanca, que
databan de 1422, expedidas por el Papa Martín V.
Para la validez de los estudios universitarios, se requería la aprobación papal, que
fue otorgada a la de México mediante bula del 7 de octubre de 1597, por el Papa Clemente
VII, que la declaró pontificia.
Igualmente podían estudiarse artes, teología y derecho en los Colegios
novohispanos, y debían revalidarse ante la Universidad.
Con el siglo XVIII el fenómeno de la ilustración y la política innovadora de la casa de
Borbón, llevó a los abogados novohispanos a agruparse en una cofradía, organización de
corte religioso y asistencial que ya existía en Nueva España desde el siglo XVI. La cofradía
organizada por los abogados novohispanicos surgió de la afiliación a la ya existente de San
Juan Nepomuceno, establecida en el Hospital del Espíritu Santo y Nuestra Señora de los
Remedios.
Los pasos para la fundación de un Colegio de Abogados en la Nueva España se
iniciaron el 8 de Junio de 1758 en la casa de los hermanos Beye de Cisneros, en donde se
reunieron 60 abogados matriculados en la Real Audiencia. La finalidad de la reunión fue
establecer entre los profesionales del derecho un Colegio con el fin de aumentar la
ilustración y lustre facultad de jurisprudencia, así como de asistir a los abogados
novohispanos de sus enfermedades y muerte.
De esa primera reunión se acordó nombrar a diez Diputados que se encargasen de la
redacción de los estatutos. El 29 de Enero de 1759 se discutieron en su proyecto definitivo y
fue designado un procurador a fin de que solicitara la aprobación del monarca para el
establecimiento del Colegio y sus estatutos. La solicitud fue aprobada por el Virrey y el Fiscal
de la Real Audiencia y remitida a España. La autorización para la fundación del Colegio fue
otorgada por Carlos III mediante Real Cédula del 21 de Junio de 1760, además le otorgó el
título de Ilustre y lo admitió bajo su real protección. Precisamente uno de los timbre que
significaban un mayor orgullo para el Colegio, era el de contar con tal denominación.
La Academia operó en México hasta 1876, fecha en que la asistencia a la misma fue
sustituida por cursos de practica forense impartidos en la Escuela Nacional de
Jurisprudencia.
Una edición de los estatutos de 1829, con sus reformas, se publicó en 1854. Nuevos
estatutos se redactaron y aprobaron en 1863, el 16 de octubre de 1891, en Diciembre de
1933, en Diciembre d 1945, reformadas el 20 de Diciembre de 1995. Los vigentes son del 10
de Julio de 1997.
El 29 de Diciembre de 1922 se constituyó la Barra Mexicana, Colegio de Abogados,
mediante escritura pública número 6743, ante la fe del Notario Público Manuel Borja Soriano.
Los estatutos de la Barra han sido modificados en 1945, 1955, 1959, 1994 y 1996, y fue
precisamente en la Asamblea extraordinaria de Febrero de 1996 que se estableció
definitivamente el carácter nacional de la Barra.
Ignacio L. Vallarta lo explica de manera clara ala exponer cual fue la intención que
animaba sus actuaciones al frente del supremo organismo judicial:}
Crear el gobierno que ahora convendría hacerlas (las reformas) en puntos... que se
refieren a la composición y atribuciones de los poderes legislativo y ejecutivo. Según están
organizados en la Constitución, el Legislativo es todo y el Ejecutivo carece de autoridad
propia frente al legislativo. Esto puede crear muy graves dificultades para el ejercicio normal
de las funciones de ambos poderes.
Sin expresar los artículos que modificaba, Lerdo de Tejada propuso la reforma de la
constitución, y elevar a este texto los principios de las Leyes de Reforma. El 25 de
septiembre de 1873 se prescribió a nivel constitucional la separación de la Iglesia y el
Estado; se definió el matrimonio como contrato civil; éste y los demás actos del estado civil
de las personas pasaban a ser de la exclusiva competencia de los funcionarios y autoridades
del orden civil; se impidió a las instituciones religiosas la adquisición de bienes, salvo los
destinados inmediata y directamente a su servicio y objeto; se sustituyó el juramento
religioso por la simple promesa de decir verdad para el cumplimiento de las obligaciones y,
finalmente, se proscribieron los trabajos personales que no fueran contratados
voluntariamente y a cambio de una justa retribución.
Bajo la presidencia del propio Lerdo de Tejada se logró modificar la constitución en el
sentido propuesto por Juárez, al sustituirse el título tercero sección primera, es decir, la
relativa a la forma de constitución del poder legislativo. Al establecerse el sistema de las dos
cámaras, se modificaban las disposiciones respectivas a la elección del congreso general y
de las diputación permanente. También se admitió el veto del ejecutivo propuesto por
Juárez. Con estas reformas se pretendió lograr la nivelación de ambos poderes.
Las modificaciones realizadas por el régimen de Porfirio Díaz, incluido el gobierno de
Manuel Gonzáles, se orientaron en dos sentidos fundamentalmente: político y económico.
En el primer sentido, el objetivo fue permitir la reelección de Díaz, estableciendo,
primero, que el presidente podía ser reelecto pasados cuatro años de su mandato (5 de
mayo de 1878); a continuación que podía ser reelecto para el periodo constitucional
inmediato ( 21 de Octubre de 1887) y, finalmente, no se volvió nada sobre la reelección y se
amplió el período de gobierno a seis años (20 de Diciembre de 1890).
En el segundo sentido, en aras del desarrollo económico, se fueron reduciendo los
poderes originales de los estado consignados en la Constitución del 57, en beneficio de la
federación. El progreso requería que se hiciera expedita la legislación en materia de
caminos, minas, comercio, banca, moneda, correos, impuestos, milicia y aguas. Las
facultades originales del congreso general fueron aumentadas para permitirle que dictara
leyes en algunas de estas materias; en otras ocasiones, simplemente se estableció que los
estados quedaban impedidos para actuar en ciertos asuntos. La Constitución se fue
adaptando a la necesidad que tenía el Estado de intervenir en la vida económica, rompiendo
el esquema del estado de derecho liberal burgués.
1. Jueces Municipales
2. Tribunales Correccionales
3. Tribunales Colegiados y Juzgados de primera Instancia
4. Tribunales Superiores
5. Tribunal Supremo
OBJETIVO PARTICULAR
Al concluir el estudio de esta unidad, el alumno interpretará y explicará los planes políticos, la
legislación preconstitucional y los aspectos que influyeron en la consolidación de la
Constitución de 1917, así como los aspectos mas relevantes de ésta y su trascendencia
actual en nuestra vida nacional.
CONTENIDO ACADÉMICO
8.1. LA PREREVOLUCIÓN
DOCUMENTOS DE LA UNIDAD 8
DOCUMENTO FICHA
8.3.
CRUZ, Barney Oscar, Colección de Textos Jurídicos
Universitarios, Ed. Oxford, México, 1999.
8.1. LA PREREVOLUCION
La Revolución se inició con el Plan de San Luis de 5 de Octubre de 1910, que señaló
las seis de la tarde del 20 de noviembre de 1910 para el levantamiento. En Mayo de 1911
Díaz partió de Veracruz rumbo a Europa, luego de que Madero fue aclamado en la capital.
Las lagunas que dejó el movimiento de Madero trataron de llenarse con nuevos
movimientos, como el de Emiliano Zapata en el estado de Morelos, quien expidió el Plan de
Ayala el 28 de noviembre de 1911, en Villa de Ayal, Morelos, con el lema: “Reforma,
Libertad, Justicia y Ley”, suscrito por los generales Emiliano y Eufemio Zapata, Otilio E.
Montaño, Jesús Morales, Próculo Capistrán y Francisco Mendoza, así como otros militares.
El plan trataba de la restitución de los terrenos, los montes y las aguas a los ciudadanos y
pueblos cuando éstos comprobaran su calidad de propietarios con los títulos
correspondientes. Establecía además las bases para dotar de tierras, montes y aguas a los
ciudadanos y pueblos; con tal objeto se expropiaría, previa indemnización, la tercera parte de
los monopolios a los propietarios, para entregárselas a ciudadanos y poblaciones a fin de
crear ejidos, colonias, fundos legales y campos de sembradura o de labor.
Los hacendados, científicos y caciques que se opusieran al Plan de Ayala serían
sancionados con la nacionalización de dos terceras partes de sus tierras, montes y aguas,
las que se destinarían a cubrir las indemnizaciones de los adeudos, caídos en la defensa del
Plan.
En el norte de la República se alzaron Orozco, y le siguieron Félix Díaz y Bernardo
Reyes.
En 1913, con el movimiento de La Ciudadela, encabezado por Manuel Mondragón,
Victoriano Huerta tomó el poder después de la renuncia y asesinado de Madero y José
María Pino Suárez. Ante esta nueva situación, Venustiano Carranza, Gobernador de
Coahuila, se pronunció el 19 de febrero de 1913 y desconoció a Huerta. A Carranza se unió
el gobernador de sonora, y se inició la etapa Constitucionalista de la Revolución, que
pretendía restaurar la vigencia de la Constitución de 1857. Expidieron el Plan de
Guadalupe, en la hacienda del mismo nombre, Coahuila, signado por distinguidos militares
como Jacinto Treviño y Lucio Blanco. A partir de entonces, Carranza quedó a cargo de la
legitimidad constitucional, que ejerció como presidente interino de la República y al frente
del ejército constitucionalista.
El Plan, compuesto por siete artículos, se pronunciaba por el desconocimiento del
general Victoriano Huerta; se refería a los Poderes Legislativo y Judicial, los gobiernos de los
estados fieles al usurpador; la designación de Carranza como primer jefe del Ejército
Constitucionalista y presidente interino de la República y a la convocatoria de elecciones
generales una vez logrado el restablecimiento de la paz.
de 1915 y el 22 de Junio de 1915 expidió el Decreto por el que quedaron abolidas las tiendas
de raya.
Una vez reducidos los villistas y los zapatistas en 1916. Carranza expidió el 14 de
Diciembre de 1916, el Decreto por el que quedaba reformado el Plan de Guadalupe, y
convocó a elecciones para un Congreso Constituyente que reformaría la Constitución
vigente, integrado por representantes de los estados en proporción a la población, de
acuerdo con la Constitución de 1917.
El Congreso Constituyente se instaló en la ciudad de Querétaro, y dio inicio a las juntas
preparatorias el 21 de Noviembre de 1916. El 1° de Diciembre Carranza entregó su Proyecto
de Constitución Reformada. La Comisión de Constitución estaba integrada por Enrique
Colunga, Francisco J, Múgica, Luis G. Monzón, Enrique Recio y Alberto Román, auxiliada
por una segunda Comisión, con los señores Paulino Machorro Narváez, Hilario Medina,
Arturo Méndez, Heriberto Jara y Agustín Garza González.
El proyecto del primer jefe se sometió a estudio y debate; se aceptaron, modificaron o
adicionaron sus contenidos. El Constituyente de Querétaro se encargó de incluir importantes
reformas en materia laboral y agraria que no quisieron dejarse en las leyes secundarias. Las
modificaciones fueron suficientes para que el proyecto de reformas se convirtiera en una
nueva Constitución.
El 31 de Enero de 1917 se firmó esa Constitución, y se rindió por la tarde la protesta de
guardarla tanto por parte de los Diputados como del Primer Jefe. Si bien, siempre se había
hablado de reformar la Constitución de 1857, y en esos términos se hallaba la autorización
del Congreso de Querétaro, de hecho se había expedido un nuevo texto Constitucional, por
los que se le llamó Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que reforma la
del 5 de Febrero de 1857, Es decir, fue una Constitución que reformó otra Constitución.
Mario de la Cueva afirma que el siglo XIX mexicano no conoció el derecho del
trabajo, pues continuó aplicándose en la primara mitad del siglo el derecho español.
Durante el segundo Imperio, en los artículos 69 y 70 del Estatuto Provisional del
Imperio, se prohibieron los trabajos gratuitos y forzados, y se estableció que nadie podía
obligar sus servicios sino temporalmente, además de que se ordenó que los padres o tutores
tenían que autorizar el trabajo de los menores. El 1° de Noviembre de ese Año se expidió la
ley del Trabajo del Imperio, en la que se otorgaba la libertad a los campesinos para
separarse en cualquier tiempo de la finca en la que prestaban sus servicios, jornada de
trabajo de sol a sol con dos horas intermedias de reposo, pago del salario en efectivo,
reglamentación de las deudas de los campesinos, libre acceso de los comerciantes a los
centros de trabajo, supresión de las cárceles privadas y de los castigos corporales, escuelas
en las haciendas en donde habitaran 20 o mas familias, inspección del trabajo, sanciones
pecuniarias por la violación de las normas antecedentes y algunas otras disposiciones
complementarias.
Con del Código Civil de 1870, es buscó dignificar el trabajo, declarando que la
prestación de servicios no podía equipararse al contrato de arrendamiento porque el hombre
no es ni podía ser tratado como las cosas.
En Junio de 1906 los trabajadores mineros de Cananea declararon una huelga para
obtener mejores salarios y obtener mayores privilegios que la empresa otorgaba a los
empleados estadounidenses. Este Movimiento fue aplastado con la ayuda de las tropas de
los Estados Unidos de América. En Noviembre se iniciaron las protestas de la industria textil
en virtud de que los empresarios de Puebla impusieron un reglamento de fábrica que era
contrario a la libertad y dignidad de los hombres. Ante estas disposiciones los trabajadores
se declararon en huelga y los dueños de las fábricas decretaron un paro general. Los
trabajadores acudieron ante el general Porfirio Días para que arbitrara el conflicto, quien
otorgó el triunfo a los empresarios; la única concesión que dio a los trabajadores, fue prohibir
el trabajo a los menores de siete años.
El 30 de Abril de 1904, a solicitud del Gobernador Vicente Villada, la Legislatura del
Estado de México dictó una Ley en la que se estableció que en los casos de riesgo de
trabajo, el patrón debía prestar la atención médica requerida y pagar el salario de la víctima
hasta por tres meses. En Nuevo León, el Gobernador Bernardo Reyes impulsó el desarrollo
industrial del estado, además de que expidió el 9 de Noviembre de 1906 una Ley de
Accidentes de Trabajo. Esta Ley definió el concepto de accidentes de trabajo y se fijaron
indemnizaciones para los trabajadores accidentados.
En plena época de la Revolución, en Agosto de 1914 se decretó en Aguascalientes la
reducción de la jornada de trabajo a nueve horas, se impuso el descanso semanal y se
prohibió cualquier reducción en los salarios. El 15 de Septiembre de ese año se expidió en
San Luis Potosí un decreto que fijaba los salarios mínimos. El día 19 se establecieron en el
estado de Tabasco los salarios mínimos, se redujo a ocho horas la jornada de trabajo y se
cancelaron las deudas de los campesinos. En el Estado de jalisco, se expidió el decreto
sobre la jornada de trabajo, el descanso semanal obligatorio y las vacaciones.
El 19 de Octubre de 1914, Cándido Aguilar expidió la Ley del Trabajo del estado de
Veracruz, en la que se establecía una jornada máxima de nueve horas. Descanso semanal,
salario mínimo, teoría del riesgo profesional, escuelas primarias financiadas por los
empresarios, inspección del trabajo, reorganización de la justicia obrera.
En 1915, el General Salvador Alvarado expidió para Yucatán las Leyes que se
conocen con el nombre de Las Cinco Hermanas, que fueron agraria, de Hacienda, del
Catastro, del Municipio Libre y del Trabajo.
El primer jefe de la Revolución constitucionalista presentó su Proyecto de
Constitución, en la que la fracción X del artículo 73 se limitaba a autorizar al Congerso de la
Unión a regulara la materia del trabajo. En el artículo 5° los redactores del proyecto limitaron
a un año la obligatoriedad del Contrato de Trabajo. La comisión encargada de dictaminar
sobre el proyecto del citado artículo 5° le adicionó la jornada máxima de ocho horas, prohibió
el trabajo nocturno industrial de las mujeres y de los niños y consignó el descanso semanal.