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¿Qué es el especismo?

1*
Oscar Horta
Universidad de Santiago de Compostela

Resumen/Abstract

Este artículo presenta un marco conceptual para examinar la cuestión del especismo.
Comienza definiendo este como la consideración o trato desfavorable injustificado de
quienes no pertenecen a una determinada especie. A continuación, aclara algunos de los
malentendidos comunes acerca de qué es y qué no es el especismo. Tras esto, argumenta
en contra de la confusión entre (1) los diferentes modos en que se puede defender el
especismo; y (2) las diferentes posiciones que asumen el especismo como una de sus pre-
misas. Dependiendo de si estas últimas aceptan o no otros criterios para la consideración
moral aparte del especismo, pueden ser posiciones especistas simples o combinadas. Pero
el especismo sigue siendo en todos los casos la misma idea. Finalmente, este artículo
examina el concepto de antropocentrismo, que define como el trato desfavorable o la
consideración de aquellos que no son miembros del género humano. El concepto de
antropocentrismo difiere del de especismo y el de misoteria (la animadversión hacia los
animales no humanos). No obstante, puede concluirse que el antropocentrismo es una
forma de especismo, a la luz de lo que indican, entre otros, el argumento de la superpo-
sición de especies y el argumento de la relevancia.

Palabras clave: antropocentrismo, argumento de la relevancia, argumento de la su-


perposición de especies, discriminación, especismo.

What Is Speciesism?

This paper presents a conceptual framework to examine the question of speciesism. It


starts by defining speciesism as the unjustified unfavorable consideration or treatment
of those who are not classified as belonging to a certain species. It then clarifies some
common misunderstandings abour what speciesism is and is not. Next, it argues

Devenires, xxi, 41 (2020): 163-198


Oscar Horta

against the confusion between (1) the different ways in which speciesism can be de-
fended; and (2) the different positions that assume speciesism among their premises.
Depending on whether or not these views accept other criteria for moral consideration
apart from speciesism, they can be characterized as combined or simple speciesist po-
sitions. But speciesism remains in all cases the same idea. Finally, the paper examines
the concept of anthropocentrism, which is defined as the disadvantageous treatment
or consideration of those who are not members of the human species. This notion
must be conceptually distinguished from speciesism and from misothery (aversion to
nonhuman animals). However, it can be claimed that anthropocentrism is an instance
of speciesism, in light of what the argument from species overlap and the argument
from relevance, among others, state.

Keywords: Anthropocentrism, argument from relevance, argument from species


overlap, discrimination, speciesism.

Oscar Horta
Es profesor en la Universidad de Santiago de Compostela. Anteriormente fue investi-
gador en la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología. Es también miembro
de la Fundación Ética Animal. Es autor, entre otros trabajos, del libro Un paso adelante
en defensa de los animales. En 2007 obtuvo el Premio de Ensayo Ferrater Mora.

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¿Qué es el especismo?

Introducción

Desde mediados de los años 70, la atención prestada al tema de la


consideración moral de los animales no humanos ha crecido de modo
espectacular. Además, este ha sido un campo en el que la filosofía aca-
démica ha sido particularmente influyente. Las contribuciones en este
campo han tenido un papel importante en el aumento de la conciencia
social sobre el tema (lo que, a su vez, también ha estimulado el debate
académico sobre este).
No obstante, sigue siendo necesario aclarar mejor el marco concep-
tual necesario para examinar adecuadamente este tema. Este artículo
aborda esta tarea presentando una serie de conceptos que deberían des-
empeñar un papel muy importante en dicho marco. Se divide en tres
partes. La primera se ocupa de explicar qué es el especismo. Comienza
proponiendo una definición de especismo, la cual evalúa comparándola
con otras formas alternativas de entender este concepto. Para ello, pre-
senta una explicación de qué es la discriminación, y de qué es lo que
implica la consideración igualitaria de intereses. También distingue la
consideración de las especies de la de los individuos que pertenecen a
ellas. La segunda parte expone las diferentes maneras en que se defiende
el especismo, y señala las diferencias entre el especismo y las posiciones
especistas combinadas. Por último, la tercera parte presenta una defini-
ción del concepto de antropocentrismo, y lo distingue del especismo.
Diferencia asimismo el antropocentrismo de las posiciones basadas en
premisas antropocentristas, e introduce el concepto de antropocentris-
mo extendido. A continuación, lo distingue de la misoteria. Finalmente,
expone brevemente las razones para concluir que el antropocentrismo es
una posición injustificada.

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Especismo

La definición del especismo

El especismo puede definirse como sigue:

(E1) El especismo1 es la consideración o trato desfavorable injustifica-


do de quienes no pertenecen a una cierta especie.2

Para simplificar, podemos dejar de lado la cuestión de cómo la perte-


nencia a una cierta especie depende de una cierta taxonomía. Hay a quie-
nes esta definición no les parece satisfactoria. Por ejemplo, Ryder, el autor
que de hecho acuñó el término “especismo”, indicó que “cabe destacar dos
usos ligeramente diferentes, pero a menudo no claramente diferencia-
dos” de este. Uno de ellos sería el expuesto en (E1), y el otro, el defendido
apelando exclusivamente a la especie. Y ha sostenido que esta última es,
hablando en rigor, la más precisa, pudiendo llamarse “especismo estricto”
(Ryder 1998, p. 320).
Si esta afirmación es correcta, tendremos que rechazar que (E1) sea
una definición sólida del especismo, y pasar a adoptar una definición
diferente, como por ejemplo (E2):

(E2) El especismo2 es la consideración o trato desfavorable injustifica-


do de quienes no pertenecen a una cierta especie por razones que
no tienen que ver con las capacidades individuales que tienen.

Quienes defienden esta caracterización del especismo, como Ryder,


sostienen que es más precisa que (E1). Afirman que tratar a alguien peor
porque no tiene ciertas capacidades individuales es algo diferente de ha-
cerlo porque pertenece a cierta especie. Dicho trato puede también estar
injustificado,3 pero no será una forma de especismo.
¿Qué es el especismo?

Esta argumentación se enfrenta a una objeción. Las capacidades indi-


viduales o la pertenencia a una especie no son los únicos criterios en los
que se puede basar una consideración o trato desfavorable de quienes no
pertenecen a una cierta especie. Esta también puede defenderse apelando
a otras razones, como, por ejemplo, la posesión de ciertas relaciones es-
peciales. Dado esto, el mismo argumento que podría llevar a que alguien
pueda rechazar (E1) a favor de (E2) llevaría a abandonar (E2) y adoptar (E3):

(E3) El especismo3 es la consideración o trato desfavorable injustifi-


cado de quienes no pertenecen a una cierta especie sobre la única
base de su no pertenencia a esta.

Quienes aceptan esta definición entienden que si todos los individuos


que no pertenecen a una determinada especie son desconsiderados por
alguna otra razón que no sea el mero hecho de no pertenecer a tal espe-
cie, entonces ello no debe llamarse especismo, sino de otro modo.4
El argumento a favor de (E3) tiene sentido. Sin embargo, hay razones de
mayor peso a favor de (E1). Pensemos en el modo en el que se suele consi-
derar y nombrar el trato o consideración desfavorable cuando ocurre entre
humanos. Por ejemplo, cuando afecta a quienes no son varones o a quienes
no son de ascendencia europea. Algunas defensas de tales formas de dis-
criminación se basan en el mero hecho de que esas personas no pertenecen
a cierto grupo. Pero otras se han basado en argumentos diferentes, como
la afirmación de que las mujeres o las personas de ascendencia no europea
carecen de ciertas capacidades intelectuales, morales o culturales. Tales
posiciones no serían ejemplos de sexismo o racismo si definiéramos estos
conceptos de la manera en la que (E3) caracteriza al especismo. De acuer-
do con esto, si un miembro del Ku Klux Klan discrimina a toda una serie
de seres humanos simplemente porque no son de ascendencia europea, será
un racista. Pero, ¿y si lo hace por otro tipo de razones? Supongamos, por
ejemplo, que el motivo que da para discriminarlos es que no entran en
su círculo de simpatías, que tienen un lugar secundario en la concepción
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divina del mundo, o que tienen una cultura menos desarrollada. Si acep-
tamos la definición de racismo que se corresponde con (E3), no será racista.
Tampoco será sexista discriminar a las mujeres no por su sexo, sino con
base en la idea de que fueron elegidas por Dios para servir a los hombres o
a la de que no tienen las mismas capacidades que los varones.
Esto choca con la opinión que generalmente se sostiene a día de hoy.
Posiciones como la que acabamos de ver son generalmente consideradas
racistas y sexistas. La palabra “racismo” se usa normalmente para referir
todo tipo de consideración desfavorable e injustificada de quienes no
tienen cierta ascendencia o ciertos rasgos físicos (como el color de la piel,
los rasgos faciales, etc.). Del mismo modo, la palabra “sexismo” se uti-
liza para referirse a todo tipo de consideración o trato desfavorable e in-
justificado de quienes no son varones. No hay razón para conceptualizar
el especismo de una manera diferente.5 Por lo tanto, si aceptamos (E3)
tendríamos que cambiar el significado que hoy tienen de hecho estos tér-
minos, algo que no parece adecuado.6 Así que tenemos razones de peso
para no restringir el significado de los términos “especismo”, “racismo”
o “sexismo” para denotar únicamente aquellas discriminaciones basadas
en la mera pertenencia a un cierto grupo. Esto, además de que generaría
mucha confusión, probablemente conduciría en la práctica a entender
el término “especismo” de modo distinto a como se comprenden otros,
como “racismo” o “sexismo”. Tal diferenciación (que iría en perjuicio la
causa antiespecista) sería injustificada. Debemos concluir, por tanto, que
(E1) es correcta: el especismo es la consideración o el trato injustificado
desfavorable de quienes no pertenecen a una cierta especie.
En realidad, incluso esta definición no es completamente exacta. Una
descripción algo más precisa del especismo podría formularse como sigue:7

(E1’) El especismo1 es la consideración o trato desfavorable injustifica-


do de quienes no son clasificados como pertenecientes a una cierta
especie.

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¿Qué es el especismo?

(E1’) sería una descripción más neutra con respecto a la clasificación de los dife-
rentes individuos de acuerdo con una determinada taxonomía biológica, y daría
cuenta también del hecho de que alguien puede ser víctima del especismo con base
en confusiones en lo que respecta a su identificación dentro de una especie u otra.
En cualquier caso, para simplificar, podemos asumir que (E1) caracteriza adecuada-
mente al especismo, incluso si (E1’) lo hace con más rigor.

Cabe hacer aquí un último apunte con respecto a esta definición.


He indicado que para que una cierta forma de tratar o considerar a al-
guien sea especista deberá carecer de justificación (entendiendo por jus-
tificación no simplemente un argumento a favor de tal postura, sino
un argumento que ofrezca una justificación válida de la misma). Esto
implica que el especismo es, por definición, una posición moralmente
injustificada (contra Cohen, en Cohen y Regan 2001, que usa el término
para nombrar una consideración desfavorable, ya sea justificada o injus-
tificada, de quienes no pertenecen a una determinada especie). Según la
definición defendida arriba, una prescripción justificada según la cual
solamente los miembros de algunas especies disfruten de ciertos bienes
o beneficios no sería especista (de forma semejante a como no es sexista
defender que solamente las mujeres, y no los hombres, pueden recibir
atención ginecológica). Como veremos más adelante, la idea de que los
intereses de los humanos cuentan más que los intereses de otros seres
generalmente se considera una posición justificada. Si esto es realmente
así, entonces tendremos que concluir que esta no es una posición espe-
cista. De lo contrario, tendremos que decir que sí lo es. La discrepancia
con respecto a este punto no supone necesariamente un desacuerdo con
respecto a si la definición de especismo aquí expuesta es correcta. Ade-
más, esta definición no implica aceptar una concepción normativa espe-
cífica de la justificación. Es compatible con diferentes teorías morales y
puntos de vista de lo que está justificado.

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Discriminación

Una razón por la cual la definición presentada anteriormente puede no


ser atractiva a primera vista es que la expresión “consideración y trato
desfavorable injustificado” es larga y quizás un poco engorrosa. Esto, por
supuesto, dista mucho de ser importante: lo que más nos debería preocu-
par es que la definición a la que lleguemos sea buena; que suene bien es
secundario. Sin embargo, podemos preguntarnos si hay una manera mejor
de expresar esta idea. Y parece que sí la hay. Tenemos una palabra que puede
ser usada para ello: “discriminación”. Veamos la siguiente definición:

x sufre una discriminación con respecto a y = df x recibe una conside-


ración o trato injustificadamente desfavorable con respecto a y.

Si esta descripción de la discriminación es correcta, entonces podría-


mos alcanzar la siguiente definición de especismo, que es más simple
que la que hemos visto hasta ahora:

(E’) El especismo es la discriminación de quienes no pertenecen a una


cierta especie.

Con todo, este puede ser un paso controvertido. El término “discrimi-


nación” ha sido entendido de muchas maneras diferentes por quienes lo
han usado, y a menudo se ha definido de una manera mucho más restric-
tiva que esta. Por ejemplo, Iris Marion Young (2000, p. 329) describió
la discriminación como “la exclusión o preferencia explícita de algunas
personas en la distribución de beneficios, el tratamiento que reciben, o la
posición que ocupan, en razón de su pertenencia a un grupo social”. De
acuerdo con esta definición, rechazó el uso de este término para nombrar
fenómenos como el racismo o el sexismo. Prefirió identificarlos por medio
de otros conceptos, como los de opresión o dominación (que vendrían a
significar, respectivamente, la privación de los medios necesarios para de-
sarrollarse y la privación del poder necesario para autodeterminarse).

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¿Qué es el especismo?

El conjunto de conceptos de Young parece ciertamente útil en el ám-


bito de la filosofía social y política. El problema, sin embargo, es que
su concepción nos priva de una noción de discriminación más amplia,
como la definida arriba, que además de que ser aplicable en esos mis-
mos ámbitos, resulta enormemente útil, en particular, en el campo de la
filosofía moral. Ello es así porque nos permite dar cuenta de la conside-
ración desigual injustificada, algo que necesitamos poder hacer cuando
queremos explicar qué sucede en muchos casos en los que está en juego
la satisfacción de los intereses de diferentes individuos. Por ello, en lo
que sigue usaré la palabra “discriminación” como equivalente a “con-
sideración o trato desfavorable injustificado”,8 lo que implica darle un
uso distinto del más restrictivo en que Young y otras filósofas lo han
usado. Esta concepción amplia puede dar cuenta no solo de los casos de
discriminación en los que el individuo discriminado sufre realmente un
daño. También cubre aquellos en los que un cierto trato discriminatorio
no es en sí dañino, e incluso es beneficioso, pero es con todo peor que el
que recibirían otros individuos de estar en su situación. De hecho, puede
incluso explicar los posibles casos de discriminación en los que el indi-
viduo discriminado no se ve afectado de ninguna manera (como sucede
en ciertos casos de discriminación epistémica, la cual tiene lugar cuando
las opiniones de alguien reciben menos atención que las de otros indivi-
duos por motivos injustificados). De cualquier modo, quienes rechacen
tal definición de la discriminación pueden simplemente asumir que el
especismo está bien definido por (E1).

La consideración igualitaria de intereses


no implica la posesión de intereses idénticos

Un trato diferente no es lo mismo que un trato desfavorable. Considerar


de forma igualitaria a dos individuos no implica darles el mismo trato. Lo
que implica es tratarlos de modos que no sean desfavorables entre sí. Por

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Oscar Horta

lo tanto, si diferentes individuos tienen intereses distintos, considerarlos


igualitariamente significará tratar a cada uno de ellos de acuerdo con los
intereses que tienen (Singer 2002). Dado esto, podemos entender por qué
el especismo no debe confundirse con la consideración (obvia) de que los
miembros de diferentes especies pueden tener necesidades diferentes. Esto
puede parecer una observación bastante simplista, pero el hecho es que tal
confusión no es inusual. Por ejemplo, en un intento por justificar el espe-
cismo, Midgley trató de distinguirlo de otras discriminaciones u opresio-
nes injustificadas (como el racismo o el sexismo) de la siguiente manera:

Entre los humanos las razas no son un grupo relevante, pero entre los animales las
especies ciertamente sí lo son. Nunca es cierto que, para saber cómo tratar a un ser
humano, se deba averiguar a qué raza pertenece... Pero en el caso de un animal,
saber cuál es su especie es absolutamente esencial [para ello]. Incluso los miembros
de especies bastante similares y estrechamente relacionadas pueden tener necesida-
des completamente diferentes… (1983, pp. 98-99).

Podría señalarse que las afirmaciones de Midgley no son completamen-


te precisas. Algunas personas con piel blanca pueden contraer cáncer de
piel más fácilmente que aquellas con pieles más oscuras. Algunos grupos
humanos tienen mejores defensas inmunológicas contra ciertas enferme-
dades. En tales casos, hay diferencias que pueden ser relevantes cuando se
trata de saber qué necesita cada cual, incluso si son menos significativas, o
incluso mucho menos significativas, que las que se pueden encontrar entre
las necesidades de individuos agrupados en diferentes especies.9
Sin embargo, esta consideración secundaria no debe desviarnos de la ra-
zón central por la cual Midgley no da aquí en el clavo. Midgley considera
que el especismo es muy diferente del racismo debido a que los intereses
de los animales no humanos son diferentes de los humanos. Pero el hecho
es que una diferencia entre el contenido de dos intereses no implica una
diferencia en lo que toca a su importancia. Dos intereses no tienen que
ser iguales en cuanto a su contenido para tener el mismo peso. De hecho,
considerar igualitariamente distintos intereses implica prestar atención a

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¿Qué es el especismo?

las diferencias entre ellos; pues de lo contrario su peso no puede ser com-
parado. Pensemos en el caso de dos personas que estén gravemente enfer-
mas (pongamos por caso que una de ellas padece una enfermedad hepática,
mientras que a la otra se le ha diagnosticado algún tipo de enfermedad
coronaria). Supongamos que sufren condiciones igualmente graves, y su
salud, o incluso su vida, está igualmente amenazada en ambos casos. Tener
en cuenta sus intereses de forma igualitaria implica que, en igualdad de
condiciones, intentaremos darles un trato igualmente adecuado a ambos.
Pero esto, por supuesto, no significa que el trato que deben recibir tenga
que ser el mismo en ambos casos, ya que las necesidades de los pacientes
serán diferentes. “Tratar de forma igualitaria” significa “tratar de acuerdo
con lo que implica una consideración igual de intereses”, motivo por el
cual no siempre implica tratar de la misma manera a diferentes individuos.

El especismo es una consideración


o trato desfavorable de los individuos,
no de las especies

El especismo no es sufrido por las especies como tales, sino por sus miem-
bros individuales. Hay una confusión común en este punto. Probable-
mente en la mayoría de los casos los motivos de esta son lingüísticos.
Pero a veces también puede deberse al hecho de que (debido a las actitu-
des especistas) a menudo los animales no humanos no son considerados
como individuos, sino como simples ejemplares de una especie. Por lo
tanto, los individuos se identifican frecuentemente con las especies a las
que pertenecen. Pero, así como el grupo de todos los triángulos no tiene
las propiedades que tienen los triángulos, no se puede decir que los inte-
reses de un individuo sean los intereses de su especie. En realidad, la idea
misma de “los intereses de una especie” es altamente confusa. Mientras
una especie no sea en sí misma un ser con la capacidad de experimentar
sufrimiento o bienestar, o de tener alguna clase de preferencia, es difícil

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Oscar Horta

ver la forma en la que pueda tener intereses propios. Podríamos hablar


metafóricamente, y usar el término “interés” para nombrar algo bastan-
te diferente de lo que queremos decir cuando hablamos de los intereses
de los seres sensibles. Por ejemplo, al hablar de “los intereses de una
especie” podríamos referirnos a algo así como su existencia continuada,
su número de individuos o a alguna otra circunstancia. Pero es poco
probable que podamos relacionar tales “intereses” con los intereses bas-
tante diferentes de los miembros de esa especie, incluso si aceptásemos
el uso de dicho término como pertinente. Podríamos argumentar que
la conservación de las especies es una consecuencia directa de nuestra
preocupación por valorar las vidas y el bienestar de los animales. Pero
incluso esto es, como mínimo, dudoso. El interés por la conservación
de las especies puede deberse a otros fines, pero no surge como tal de la
consideración por los individuos que son miembros de estas especies.10
De hecho, puede tener implicaciones contrarias a la promoción de los
intereses de estos. Pensemos en el caso de los seres humanos. La mayoría
rechazaríamos la vulneración de los intereses de un gran número de estos
en pos del supuesto bien de la propia especie Homo sapiens (por ejemplo,
mediante el asesinato de aquellos individuos con algún problema de
salud con el fin de conseguir una “especie más fuerte” al estilo de lo de-
fendido durante el Tercer Reich). Además, la idea de que nuestra especie
puede mejorarse como tal, como algo diferente de sus miembros, parece
difícil de aceptar. A pesar de esto, a menudo se mantienen posiciones de
este tipo en el caso de los animales no humanos. Esto sucede cuando los
animales no humanos que no cumplen con ciertos estándares se matan
para mantener la “pureza” de la especie. Un ejemplo de esto lo consti-
tuiría la matanza de los patos tepalcate –también llamados malvasías
canela–, que ha sido defendida en Europa para evitar que se apareen con
las malvasías cabeciblancas, cuyo acervo genético estaría “en peligro de
desaparición”. En casos como estos, parece haber una preocupación por
la especie (o, más bien, por una idea de cómo debería ser la historia de la
especie). Pero esa preocupación no implica que se respete a los miembros

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de la misma. Igualmente, si solo nos preocupan los individuos no hay


razón para valorar la existencia de un lince más que la de un gato común,
o la vida de una ballena azul más que la de una ballena gris.

Posiciones especistas

Diferentes formas en que se puede defender el especismo

La idea de que aquellos seres que no pertenecen a una determinada espe-


cie no deben recibir una plena consideración asume dos premisas:

1. Quienes no cumplan con un cierto criterio C no deben ser conside-


rados o tratados como quienes sí lo cumplen.
2. Solamente quienes pertenecen a una cierta especie E satisfacen C.

De esto se concluye lo siguiente:

3. Quienes no son pertenecen a una cierta especie E no deben ser con-


siderados o tratados como quienes sí lo son.

Una forma de defender esta conclusión consiste en afirmar que el cri-


terio C debe consistir simplemente en la pertenencia a una determinada
especie (o al menos que este es uno de los valores que C debe tener).
Esto ha sido defendido, por ejemplo, por Diamond (1991; 1995) y otros
antiteóricos neowittgensteinianos (Gaita 2003). Estos autores y autoras
seguramente se opondrían a la forma de presentar el problema expuesta
en este artículo, ya que sostienen que no tenemos en cuenta a los demás
porque consideremos que cumplen criterios relevantes, sino simplemen-
te porque pensamos que tenemos que hacerlo. No obstante, su posición
encaja perfectamente con el esquema arriba propuesto. Lo que afirman
es que los humanos son más importantes que los demás seres (al menos

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Oscar Horta

desde nuestra perspectiva) y que no tenemos por qué cuestionar que los
favorezcamos.
Sin embargo, otros autores y autoras, como ya hemos visto, afirman que
C debe tener valores diferentes, como la posesión de ciertas capacidades
o relaciones. LaFollete y Shanks (1996, pp. 42-43) han distinguido así la
existencia de dos formas de especismo. El especismo raso (o “simple” –en
inglés “bare”–) sería el defendido con base en la mera pertenencia a la es-
pecie. A su vez, el especismo indirecto sería el que, rechazando la relevancia
de tal criterio, sostendría no obstante que existen otras diferencias mo-
ralmente relevantes entre los miembros de diferentes especies. De modo
similar, Rachels distinguió entre dos clases de especismo, describiendo a
una de ellas, que llamó “no elaborada” (o “vasta” –en inglés “unqualified”–)
como “la opinión de que la especie por sí sola es moralmente importante”
(1990, p. 182). La otra, que sería una forma de especismo “elaborada”
–“qualified”–, sostendría que las especies por sí solas no serían moralmente
relevantes, pero que, sin embargo, “la pertenencia a especies se correlacio-
na con otras diferencias que son significativas” (1990, p. 184).
Hay que tener en cuenta que aquí ni LaFollete y Shanks ni Rachels
están sosteniendo explícitamente que (E1) o que (E2) sean buenas defini-
ciones del especismo. Únicamente afirman que hay dos versiones dife-
rentes de este. Esto, en principio, no contradice (E1). Sin embargo, hay
varias razones para rechazar la clasificación que están haciendo aquí.

1. Términos como “elaborado” o “indirecto” parecen implicar que las


posiciones que denotan tratan de defender el especismo por medio de un
argumento sofisticado, en oposición a la pobreza que sugerirían térmi-
nos como “no elaborado” o “vasto”. Esto parece implicar que las defensas
más refinadas del especismo han sido aquellas que han aludido a propie-
dades individuales, o, al menos, que estas han sido más afinadas que las
otras. Además, expresiones como “elaborado” pueden tener algún tipo
de connotaciones positivas, como si el especismo fuese más justificable de
esta manera. Sin embargo, varias defensas argumentadas del especismo

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¿Qué es el especismo?

han evitado cualquier referencia a las capacidades individuales, y algu-


nas de estas han sido complejas y trabajadas.

2. He afirmado anteriormente que el especismo es una consideración o


trato desfavorable. Pero aquí no estamos ante diferentes tipos de con-
sideraciones o tratos, sino más bien ante diferentes razones para defender
algún tipo de consideración o trato. No son diferentes tipos del especis-
mo (en realidad, pueden implicar lo mismo en términos prácticos); más
bien, son diferentes tipos de defensas del especismo. Los argumentos que
podemos usar para defender una misma prescripción son diferentes de lo
que la prescripción nos exige que hagamos.
A la luz de esto, tal vez podríamos reformular nuestra terminología y
afirmar que existen defensas del especismo bastas y no elaboradas, o in-
directas y elaboradas. Sin embargo, incluso esto sería un poco simplista.
Hay varias formas diferentes en que se puede defender la discriminación
contra quienes no pertenecen a una determinada especie. Podrían clasi-
ficarse de la siguiente manera:

(1) Defensas definicionales del especismo, es decir, aquellas que no descan-


san en ninguna argumentación adicional. (Quienes hoy en día asumen
explícitamente esta posición generalmente lo hacen desde un punto de
vista dependiente de la perspectiva de los o las agentes, aunque también
puede ser defendida desde un punto de vista neutral a este respecto).11

(2) Defensas argumentadas del especismo. Pueden distinguirse las siguientes:

(2.1) Defensas del especismo basadas en criterios cuya satisfacción


puede ser corroborada. Estas pueden ser de dos tipos diferentes:

(2.1.1) Defensas del especismo que apelan a atributos intrínsecos


(características individuales) cuya posesión es corroborable (como
las capacidades intelectuales o lingüísticas).12

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Oscar Horta

(2.1.2) Defensas del especismo que apelan a atributos extrínsecos


(relaciones) cuya posesión es corroborable (como los vínculos emo-
cionales o las relaciones de poder).13

(2.2) Defensas del especismo basadas en criterios cuya satisfacción no


puede ser corroborada. Una vez más, estos pueden ser de dos tipos
diferentes:

(2.2.1) Defensas del especismo que apelan a atributos intrínsecos


cuya posesión no es corroborable (como un determinado “estatus
ontológico”).14

(2.2.2) Defensas del especismo que apelan a atributos extrínsecos


cuya posesión no es corroborable (como la pertenencia a una cierta
“especie elegida”).15

Esta es una lista exhaustiva. Las diferentes formas en que se puede de-
fender la discriminación contra quienes no pertenecen a una determina-
da especie pueden incluirse en algunas de las cinco categorías enumera-
das anteriormente, o pueden ser combinaciones de algunas de estas. Por
ejemplo, algunos autores han defendido que se puede ser moralmente
considerable si se poseen ciertas capacidades o si se pertenece al géne-
ro humano (Scanlon, 1998). Esa sería una combinación “horizontal” de
dos criterios encuadrables en las categorías indicadas. Otros autores han
afirmado que debemos ser parciales con quienes tienen ciertas relacio-
nes con los individuos que poseen determinadas capacidades (Cohen, en
Cohen y Regan 2001; Scruton 1996), o con quienes tienen la capacidad
de tener ciertas relaciones (Goldman 2001). Estas pueden considerarse
combinaciones “verticales” de distintos criterios (en el sentido de que
defienden un criterio que incluye por debajo otro diferente encapsulado
o subyacente). Que cualquiera de estas posiciones combinadas se en-
cuentre justificada dependerá de si lo están los criterios que combinan.

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¿Qué es el especismo?

Otra división entre las defensas del especismo que es interesante consi-
derar es la que han realizado Bernstein (2004, p. 380) y Jamieson (2008,
p. 109). Han distinguido lo que llaman “especismo absoluto” y “espe-
cismo relativo”. Un punto de vista especista absoluto diría que todo el
mundo debería tratar de manera desfavorable a quienes no pertenecen a
una determinada especie. Una visión especista relativa mantendría que
solamente deberían hacerlo quienes pertenecen a esa especie. Las defensas
del especismo que apelan a las capacidades serían de tipo absoluto. Por
su parte, entre las defensas del especismo que se refieren a las relaciones,
algunas serían relativas, y otras absolutas (estas últimas sostendrían que la
forma en que los miembros de una determinada especie se relacionan con
otros seres es una razón para que todo el mundo les tenga que dar una con-
sideración especial). Lo mismo sucedería en el caso de cualquier posición
que combine alguna clase de criterio relacional con otro que no lo sea.
El siguiente cuadro presenta las diferentes formas en que se puede
defender el especismo (no incluye las que combinan varias de estas, que
pueden ser de múltiples tipos):
Defensas del especismo
Definicionales Argumentadas
Apelando a criterios cuyo cumplimiento Apelando a criterios cuyo cumplimiento
puede ser corroborado no puede ser corroborado
Apelando a relaciones Apelando a Apelando a relacionesApelando a
características características
Relativas Absolutas Relativas Absolutas individuales Relativas Absolutas individuales

Posiciones especistas simples y combinadas

Hay otro aspecto en el que se afirma que existen diferentes formas de


especismo: en relación con la medida en la que este desfavorece los in-
tereses de quienes discrimina. En este sentido, VanDeVeer distinguió
hace ya varias décadas los que llamó “especismo radical”, “extremo” y
“sensible al interés”. En su opinión, el especismo radical implicaría una

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Oscar Horta

desconsideración total por quienes discrimina. A su vez, el especismo


extremo conllevaría dar más importancia a intereses periféricos de algún
miembro de una cierta especie que a un interés vital de un miembro de
otras especies (1979, p. 61). Por último, el especismo sensible al interés
se daría entre intereses de una importancia similar (1979, p. 62). Por su
parte, Rachels (1990, p. 182) hizo una distinción similar, diferenciando
dos tipos diferentes de especismo, “moderado” y “radical”, que se darían
respectivamente cuando los intereses en juego son de alguna manera
comparables o cuando unos son vitales y otros triviales.
Hay razones para rechazar la idea de que existen diferentes formas
de especismo dependiendo del peso de los intereses en cuestión. Si es-
tas son sólidas, tendremos que rechazar las clasificaciones ofrecidas por
VanDeVeer y Rachels. Veremos en primer lugar tres objeciones menores
y una importante a tales clasificaciones, y luego la que considero que es
una mejor manera de dar cuenta de aquello que VanDeVeer y Rachels
querían explicar al introducir su taxonomía del especismo.

1. El primer problema para distinción efectuada por VanDeVeer y Ra-


chels surge de su imprecisión. ¿Cómo podemos discernir qué intereses
son triviales y cuáles no? Como dice el mismo VanDeVeer:

El principio es vago. No hay una forma precisa de determinar qué intereses son
básicos, cuáles serios y cuáles son más periféricos, o de cómo clasificar los intereses
con precisión (1979, p. 74).

Esto significa, entonces, que carecemos de un estándar claro con el


cual realizar la medición prescrita por cuentas de este tipo. Este es el
problema menos susceptible de crítica, pues de un modo u otro afectará
también a cualquier posición que intente dar cuenta de este asunto.

2. Las distinciones de VanDeVeer y Rachels solo tienen que ver con las
manifestaciones o consecuencias visibles de diferentes posiciones espe-
cistas. Sin embargo, parece que es más informativo distinguir estas posi-

180
¿Qué es el especismo?

ciones de acuerdo con la forma en que están estructuradas, que es lo que


provoca sus manifestaciones visibles o consecuencias notables.

3. Finalmente, la nomenclatura utilizada por estos autores puede ser


confusa (como en el caso de las diferentes defensas del especismo). El uso
de términos como “radical” o “extremo” puede llevar a que haya quien
considere que otras posiciones especistas son aceptables, especialmente
cuando las llamamos “moderadas” o “sensibles al interés”.

Todos estos problemas tienen su raíz en uno más profundo. El princi-


pal inconveniente de esta taxonomía consiste en que asume que en cada
caso nos enfrentamos a una forma diferente de especismo. Creo que esta
opinión debe ser rechazada. Las posiciones clasificadas por VanDeVeer
y Rachels como diferentes formas de especismo no lo son en realidad. Más
bien son diferentes posiciones especistas. La cuestión es que los términos
“posición especista” y “especismo” no son sinónimos. Podemos definir
una posición especista de la siguiente manera:

Una posición p es especista = df p incluye al especismo entre sus


premisas.

Esta distinción es central para la ontología de la discriminación que se


está proponiendo en este artículo. Aquí se ha definido el especismo como
una prescripción particular. Pero esta puede ser combinada con otras pres-
cripciones distintas. El resultado de tales combinaciones serán diferentes
posiciones. De ahí la necesidad de una distinción entre tal prescripción
y las diferentes posiciones que pueden asumirla. Supongamos que soste-
nemos una posición según la cual el único criterio para la consideración
moral es el especista. Tal punto de vista sería especista de manera simple
y monista. Pero puede haber muchas otras posiciones que asuman un cri-
terio especista en combinación con otros criterios. Por ejemplo, podemos
creer que para ser moralmente considerable hay dos criterios que deben
tenerse en cuenta: pertenecer a la especie Homo sapiens y ser sintiente. Este

181
Oscar Horta

último criterio otorgaría consideración a aquellos seres sintientes exclui-


dos por el especismo. La posición resultante proporcionaría a los seres sin-
tientes no humanos alguna consideración. Pero no sería una consideración
completa, ya que estos aún serían privados de cierta consideración por no
ser humanos. La consideración que recibirían sería el resultado de la com-
binación de los dos criterios tomados en cuenta.
Dado esto, parece que la afirmación de que existen diferentes tipos de
especismo (uno radical o extremo y algunos más moderados) no es correcta.
Más bien, hay diferentes posiciones que asumen el especismo como una de
sus premisas. Estas posiciones, todas las cuales son especistas, pueden ser
simples o combinadas con otros criterios (que, según el caso, pueden consi-
derar a aquellos y aquellas a quienes el especismo no consideraría).
Ahora bien, para que una privación de consideración moral esté plena-
mente justificada, todas las prescripciones en las que se basa deben estar
justificadas, sin excepción. Ello supone que todas las posiciones especistas
se encuentran injustificadas (ya que lo está al menos una de las prescripcio-
nes en las que se compone: el especismo). Ello será así incluso si a quienes
son discriminados o discriminadas por ella no se les priva completamente
de consideración (debido a las otras premisas, además del especismo, que
incluyen). El especismo no se vuelve justificable al ser combinado con
otros criterios que lo son.
Por lo tanto, debemos abandonar la idea de que existen diferentes ver-
siones del especismo, algunas de las cuales son más fuertes o más radicales
y otras más moderadas. Más bien, encontramos diferentes perspectivas de-
pendiendo de si combinan el especismo con otros criterios. Según algunas
de ellas, para saber si alguien es moralmente considerable, solamente ne-
cesitamos saber si pertenece a una cierta especie (por ejemplo, la especie
Homo sapiens). Según otros puntos de vista, hay varios criterios por los que
alguien puede recibir consideración. Pertenecer a una cierta especie, como
la humana, es tan solo uno de ellos. Esto lleva a concluir que no debemos
distinguir entre diferentes tipos de especismo, sino, más bien, entre pos-
turas especistas simples y combinadas.

182
¿Qué es el especismo?

Posiciones especistas simples

A veces se afirma que aquellos individuos que no son miembros de una


determinada especie no deben disfrutar de ningún tipo de considerabi-
lidad moral. Esto implica que el único criterio para tener en cuenta los
intereses de alguien consistirá en la pertenencia a tal especie. Hay dife-
rentes formas en que se puede defender esta posición:
En primer lugar, sosteniendo que quienes no son miembros de una
determinada especie no pueden recibir daños o beneficios. Así, Descar-
tes (1930) y Peter Harrison (1989; 1991), por ejemplo, afirmaron que
quienes no pertenecen a una determinada especie (Homo sapiens) carecen
de la capacidad de tener experiencia alguna.
En segundo lugar, aceptando que los animales no humanos pueden
sufrir daños, pero rechazando que debemos considerarlos moralmente
considerables. Un ejemplo de esta posición es la perspectiva de los “de-
beres indirectos”, defendida, entre otros, por Kant (1981, 5: 76; 1989,
6: 443, pp. 563-564; 1996, 27: 459-460).
En tercer lugar, hay quienes combinan ambas posiciones. Carruthers
(1992), por ejemplo, dedica la mayor parte de su argumentación a man-
tener que no debemos preocuparnos por los animales no humanos inclu-
so si tienen intereses. Pero también suma a esto una defensa de que los
no humanos no pueden tener intereses, aunque si este fuera el caso sus
otros argumentos serían redundantes.

Posiciones especistas combinadas

Otras posiciones son discriminatorias contra quienes no forman parte de


una determinada especie, pero les dan una cierta consideración.
Estas posiciones adoptan un enfoque pluralista. Aceptan dos o más
principios como moralmente relevantes, siendo uno de ellos la pertenen-
cia a una especie. Este criterio se combina así con otros (de ahí el nombre

183
Oscar Horta

que se puede dar a tales posiciones). Como resultado, podemos (como en


el ejemplo presentado anteriormente) considerar la sintiencia como un
criterio relevante, pero dar preferencia a la satisfacción de los intereses
humanos simplemente porque son humanos.
Así las cosas, está claro que dentro de esta segunda clase vamos a en-
contrar un número considerable de diferentes posiciones, en las que el tipo
de consideración dada a aquellos individuos que no son miembros de la
especie privilegiados dependerá de dos factores: (1) el número de princi-
pios aceptados además de la pertenencia a la especie; y (2) la preeminencia
o subordinación de esta última con respecto a los otros criterios.

Antropocentrismo

Especismo y antropocentrismo

El término “especismo” se define comúnmente como la exclusión moral


de quienes no pertenecen al género humano (Homo) o a la especie Homo
sapiens. Así, Waldau afirma (2001, p. 38):

El especismo es la inclusión de todos los animales humanos den-


tro, y la exclusión de todos los otros animales del círculo moral.

Sin embargo, no hay razón para restringir el significado de la palabra


“especismo” de esta manera. Ciertamente, en el mundo en el que vivimos
la mayoría de los casos de especismo son los que favorecen a los humanos
sobre los no humanos. Pero también se discrimina de forma especista entre
distintos animales no humanos. De hecho, no parece que haya un mundo
posible en el que el especismo pueda ser una clase cuyo único miembro
sea la discriminación de los seres no humanos. Si la única especie existente
fuese la humana, no habría miembros de otras especies para ser discrimi-
nados. Y si solo existiesen dos especies, la humana y otra más, podrían

184
¿Qué es el especismo?

existir dos tipos de discriminación u opinión especista: la que favorecería


a los humanos y la que favorecería a los miembros de la otra especie.
Por tanto, el concepto de antropocentrismo debe distinguirse cla-
ramente del de especismo. El término “antropocentrismo” denota, en
general, la visión que considera a los humanos como centrales. Dado
esto, este término puede ser utilizado en el ámbito moral16 para nombrar
el punto de vista que considera la satisfacción de los intereses humanos
como central. Pero esta es una descripción imprecisa. Hay otra forma
más clara en la que podemos definir este término, en línea con el modo
en el que se ha caracterizado arriba el especismo:

(A) El antropocentrismo es la consideración o trato desfavorable


de quienes no son seres humanos.

Esta definición no incluye la palabra “injustificado”. Esto implica que


si el trato desfavorable de los seres no humanos estuviese justificado, es
decir, si no fuera discriminatorio, aún podría llamarse antropocentrismo.
Esto no significa que el antropocentrismo esté justificado. De hecho, su-
pone que necesitamos investigar si el antropocentrismo está justificado.
Lo que, en otras palabras, implica aclarar si es o no una forma de espe-
cismo. Volveré sobre este tema en la sección final de este documento.
También cabe decir ahora algo más sobre el concepto de especismo.
Hemos visto que el hecho de que haya diferentes defensas posibles del es-
pecismo y diferentes posiciones especistas no implica que haya diferentes
tipos de especismo. Sin embargo, esta sección ha mostrado que hay un
cierto sentido en el que podemos decir que sí que existen diferentes tipos
de especismo: en función de cuáles son las especies cuyos individuos son
favorecidos o discriminados de forma especista. La razón por la que esto
sí que implica que haya distintos tipos de especismo, mientras que ello
no es así en el caso del especismo simple y combinado, es que este es un
factor que conlleva que estas distintas posiciones especistas prescriben una
consideración moral diferente para distintos animales.

185
Oscar Horta

Antropocentrismo y posiciones
basadas en premisas antropocentristas

Una posición que favoreciese injustificadamente a los cefalópodos, por


ejemplo, no sería antropocéntrica, pero sí que sería especista.17 Y tam-
bién lo sería otra que injustificadamente favoreciese a los miembros de
ciertas especies más cercanas al género Homo (como los simios o mamí-
feros). Pero, esta última posición ¿constituye también una forma de an-
tropocentrismo? Para resolver esta cuestión es necesario introducir una
distinción conceptual.
El término “antropocéntrico” nombra, de manera muy general, aquello
que es “relativo al antropocentrismo”. Un término similar pero diferente,
“antropocentrista” puede ser utilizado para denotar algo distinto: “parti-
dario del antropocentrismo”. (Obsérvese que no hay un par de términos
semejante en el caso de la palabra “especista”, que denota tanto “relativo al
especismo” como “partidario del especismo”). Por lo tanto, podemos decir
que una premisa antropocéntrica es aquella que necesariamente implica
una posición que favorece a los humanos sobre los no humanos, mientras
que una premisa antropocentrista sería una que ha sido aceptada por al-
guien con la intención de defender tal posición. En línea con esto, también
tiene sentido usar el término “prejuicio antropocentrista” para nombrar el
sesgo a favor de los miembros del género Homo.
Supongamos, así, que defendemos que un criterio es moralmente re-
levante y satisfecho solo por los seres humanos. Sin embargo, nuestras
suposiciones resultan ser erróneas: independientemente de si dicho cri-
terio es moralmente relevante o no, la verdad es que algunos seres no hu-
manos lo satisfacen y/o algunos seres humanos no lo satisfacen. Si ese es
el caso, la posición que defenderíamos no sería realmente antropocéntri-
ca (debido a un error de apreciación cometido por sus defensores). Pero
su uso con la intención de trazar una diferencia moral entre humanos y
no humanos sí que sería antropocentrista.18

186
¿Qué es el especismo?

Podemos caracterizar de manera similar a aquellas posiciones que fa-


vorecen injustificadamente tanto a los humanos como a los miembros de
otras especies si esto se hace sobre la base de criterios que comúnmente
se entienden como antropocéntricos. Estas posiciones pueden estar ba-
sadas en lo que podemos llamar premisas antropocéntricas extendidas.19 Y
no son en absoluto poco comunes. Un ejemplo de estas sería la posición
que afirma que todos los grandes simios, pero solamente ellos, son mo-
ralmente considerables, por aquellos motivos a los que normalmente se
apela para defender el antropocentrismo (por ejemplo, afirmando que
solo los grandes simios tienen ciertas capacidades intelectuales comple-
jas).20 Además, podríamos favorecer a los mamíferos llamados “supe-
riores” sobre otros animales por razones similares.21 Y también se ha
defendido que los animales llamados “de compañía” reciban un trato
preferencial debido a nuestra relación con ellos (Burgess-Jackson 1998).

Antropocentrismo y misoteria

El especismo no implica necesariamente una actitud de odio hacia aque-


llos animales discriminados por él. Esto tampoco ocurre en el caso del
antropocentrismo. Hay otro término que podemos usar para nombrar tal
actitud. Jim Mason (1998a, p. 163) indica sobre esto:

He acuñado la palabra misoteria... Viene de dos palabras griegas, una que significa
“odio” o “desprecio”, la otra que significa “animal”. Por lo tanto, literalmente, la
misoteria es el odio y el desprecio por los animales.22

La idea de misoteria reflejaría una actitud de animadversión hacia


los animales no humanos, o al menos hacia algunos de ellos. Así, no
debería ser difícil ver que el antropocentrismo no tiene por qué implicar
necesariamente esta actitud. Puede no tenerse en cuenta a los animales
simplemente porque no se piense que sus intereses valgan lo suficiente
como para ser tomados en consideración. No se necesita realmente una

187
Oscar Horta

actitud hostil para que esto ocurra. De hecho, incluso podemos sentir
cierta simpatía hacia alguien a quien discriminamos (algunos dueños
de esclavos humanos se comportaban con una cierta amabilidad hacia al
menos algunos de sus esclavos, y muchos hombres sexistas pueden sentir
simpatía por las mujeres a quienes discriminan). Asimismo, los anima-
les no humanos son dañados a diario por los humanos no porque quienes
pagan para que esto ocurra quieran infligirles un daño, sino porque ello
es requerido para la producción de una serie de bienes o servicios que
muchos humanos quieren disfrutar. La muerte y el sufrimiento de los
animales debido a esto podrían definirse, al menos en muchos casos,
como una clase de subproducto de este proceso. Quienes consumen di-
chos bienes o servicios de origen animal disfrutan usando estos. Pero,
con algunas excepciones, no disfrutan como tal el hecho de hacer daño
a los animales. Simplemente no valoran adecuadamente los intereses en
no ser dañados de los animales no humanos. Por supuesto, puede haber
excepciones, pero estas no parecen ser la regla general. Algunas personas
son misóteras. Pero la mayoría de los humanos son antropocentristas y
no necesariamente misóteros. Mason introduce la hipótesis de que la
misoteria constituiría un mecanismo para aliviar el sentimiento de culpa
que tenemos como consecuencia de dañar a los animales no humanos.
De esta manera, adoptaríamos actitudes misóteras como una herramien-
ta para tratar de justificar nuestros sesgos antropocentristas. Quizás esto
sea así. En cualquier caso, lo que podemos afirmar es que la misoteria y el
antropocentrismo son dos posiciones diferentes, aunque sea cierto que,
como Mason intenta mostrar, la primera puede vincularse a la segunda.
A la inversa, es obvio que la oposición al antropocentrismo no implica
una actitud de afecto por los animales (aunque, por supuesto, no excluye
tal disposición, y puede verse movida por ella). Esto sucede igualmente
en el ámbito intrahumano: no es necesario sentir cariño por los humanos
con un cierto color de piel para oponerse a su discriminación.

188
¿Qué es el especismo?

El antropocentrismo es una forma de especismo

La definición arriba dada del antropocentrismo asume que este no tiene


por qué ser una posición injustificada, a diferencia de lo que sucede en
el caso del especismo. Podríamos usar el término antropocentrismo para
nombrar el trato desfavorable de los no humanos incluso aunque este es-
tuviese justificado. Pero surge la pregunta de si esto último es así o no. En
otras palabras, de si el antropocentrismo es un ejemplo de especismo o no.
Aquí no dispongo del espacio que sería necesario para hacer frente
adecuadamente a esta pregunta. Mi intención en este artículo no ha sido
abordar este punto, sino presentar un esquema conceptual para com-
prender y evaluar, entre otros, este problema. En cualquier caso, voy
a esbozar brevemente a continuación las razones por las que entiendo
que el antropocentrismo no puede justificarse y que, por lo tanto, es un
ejemplo de especismo.
En línea con lo que se dijo anteriormente, hay cinco formas posibles
de defender el antropocentrismo:

(1) Definicionales.
(2) Por medio de una apelación a características individuales cuya
posesión puede ser corroborada.
(3) Por medio de una apelación a ciertas relaciones que se supone
que tienen los humanos cuya existencia puede ser corroborada.
(4) Por medio de una apelación a características individuales cuya
posesión no puede ser corroborada.
(5) Por medio de una apelación a ciertas relaciones que se supone que
tienen los humanos cuya existencia no puede ser corroborada.

¿Cómo debemos evaluar todas estas defensas del antropocentrismo?


Depende del tipo de criterio al que apelan. Consideremos, primero, las
de los tipos (1), (4) y (5). Estas defensas del antropocentrismo no apun-

189
Oscar Horta

tan a ningún criterio verificable más allá de la pertenencia de una es-


pecie. Por esta razón, puede sostenerse que incurren en una petición de
principio. Si esto es correcto, podemos suponer que ninguna de ellas
puede tener éxito. En cuanto a las de los tipos (2) y (3), para tener éxito
deben apelar a criterios que sean (a) moralmente relevantes; y (b) satis-
fechos por todos los humanos y solo por ellos. Sin embargo, hay dos ar-
gumentos que cuestionan que estas dos condiciones puedan cumplirse:

1. El argumento de la superposición de especies señala que los criterios propios


de los tipos (2) y (3) no son satisfechos por todos los humanos. Esto ya lo
indicaron Hume (1964, libro 1, parte 3, sección 16 [§177]) y Bentham
(1996, pág. 282n), y antes de ellos también Porfirio (1984, libro 3, 15:
3 - 4). No hay ningún atributo de posesión comprobable y no definicio-
nal que posean todos los humanos y que nadie más tenga. Consideremos
los atributos intrínsecos más apelados al usar este tipo de argumentacio-
nes: las capacidades intelectuales complejas. Muchos seres humanos no
los tienen (como aquellos que sufren ciertas enfermedades, los que han
sufrido lesiones cerebrales, o los bebés). Si la no posesión de tales capaci-
dades justifica el trato que hoy se da a los no humanos, entonces también
justificará tratar a estos humanos de la misma manera. Tales criterios
no trazan una línea entre los humanos y los no humanos. Y lo mismo
sucede en el caso de los atributos extrínsecos. Pensemos en la afirmación
de que las relaciones de simpatía o solidaridad son los que llevan a que
alguien merezca consideración. Si esto es así, el antropocentrismo no
puede justificarse, dado que muchos humanos no tienen tales relaciones
con nadie (al margen de que, por otra parte, muchos humanos tienen re-
laciones más fuertes de este tipo con algunos animales no humanos que
con la gran mayoría de los seres humanos). Esto ha sido a menudo igno-
rado en la literatura sobre el tema. Incluso se suele creer que las defensas
del antropocentrismo que apelan a las capacidades y las que se refieren a
las relaciones deben examinarse de manera diferente.23 Sin embargo, no
hay razón para que los argumentos que apelan a las capacidades deban

190
¿Qué es el especismo?

tener prioridad sobre los que apelan a las relaciones. Y pueden evaluarse
de manera similar, como acabamos de ver.
Este argumento contra el antropocentrismo se ha denominado a veces
como “el argumento de los casos marginales”. Esto es desafortunado. Al
margen de que hay quienes piensan que esta terminología puede resul-
tar ofensiva, conlleva una seria confusión. El nombre parece suponer que
dentro de la humanidad podemos encontrar un centro y unos márgenes,
que son determinados por la posesión de ciertas capacidades. Sin embar-
go, lo que realmente muestra el argumento es que esto no es así, pues hay
seres humanos que no tienen esas capacidades. Pero, sin embargo, son
tan humanos como los que los satisfacen (de lo contrario, el argumento
no tendría sentido). Además, como hemos visto, el argumento no solo se
aplica con respecto a las capacidades, sino también a las relaciones. Es por
estos motivos por los que el término “argumento de la superposición de
especies” –acuñado por Miller (2002), y también usado por Ehnert (2002)
y Wilson (2005)– es una opción mejor para llamar a este argumento.

2. Hay otro argumento que puede ser usado para defender que tales
criterios no pueden ser justificados. Podemos llamarlo el argumento de
relevancia. Supongamos que asumimos que lo que es moralmente relevante
debería depender de lo que es relevante para aquello sobre lo que tra-
tan nuestras decisiones morales. Son moralmente considerables aquellas
entidades que tenemos en cuenta cuando nuestras decisiones afectan a
la distribución de beneficios y/o daños. Por definición, para recibir un
beneficio o un daño resulta irrelevante cualquier atributo que no deter-
mine, como tal, que podamos recibir un beneficio o un daño. Entonces,
según el argumento, si efectivamente aceptamos esto, tendríamos que
asumir que solo puede considerarse moralmente relevante un criterio de
entre todos aquellos que entran en los tipos (2) y (4):24 el que se refiere
a la capacidad de recibir daños o beneficios. Dado esto, si aceptamos
que esta capacidad no es poseída solo por los humanos sino también por
otros animales,25 tendremos que rechazar el antropocentrismo.

191
Oscar Horta

El argumento de la superposición de especies sería suficiente para


rebatir las defensas del antropocentrismo de los tipos (2) y (4), mientras
que el de la relevancia tendría como objeto refutar cualquiera de las de-
fensas del antropocentrismo, dado que se aplicaría también en el caso de
aquellas que incurren en una petición de principio.
Dado esto, debemos concluir que ninguna defensa del antropocentris-
mo está justificada. Por lo tanto, el antropocentrismo debe considerarse
un ejemplo de especismo. Dicho de otra manera: el antropocentrismo es
en realidad lo que podemos llamar especismo antropocéntrico.
Esto implicaría también que todas las posiciones antropocéntricas se-
rán injustificadas. Recordemos lo que hemos visto con respecto a la dife-
rencia entre las posiciones especistas simples y combinadas. En línea con
esto, una posición antropocéntrica se puede definir de la siguiente manera:

Una posición p es antropocéntrica = df p incluye la aceptación del


antropocentrismo (es decir, el trato o consideración desfavorable
de quienes no pertenecen al género humano) entre sus premisas.

Así, será antropocéntrica cualquier posición que asuma que pertene-


cer al género Homo es un criterio (aunque no necesariamente el único)
para favorecer a alguien. De acuerdo con lo ya indicado de forma general
acerca del especismo, podemos decir que hay posiciones antropocéntri-
cas simples y combinadas. De hecho, la mayoría de la gente en la actua-
lidad parece sostener una visión antropocéntrica combinada. Teóricos y
teóricas tan diferentes como VanDeVeer (1979); Midgley (1983); Næss
(1989, p. 171); Callicott (1989); Warren (2000); o Dolan (1999), en-
tre otros, están de acuerdo con que se dé a los intereses de los animales
no humanos una cierta consideración, pero de forma limitada. Esto, en
la práctica, no les ofrece una protección notable (Francione, 1996). Tal
posición se debe en realidad a que también aceptan la preeminencia de
los intereses humanos en casos de conflicto. A la luz de los argumentos
presentados anteriormente, esta posición debería ser rechazada a favor de
otra que no sea desfavorable para los animales no humanos.

192
¿Qué es el especismo?

Agradecimientos

Este trabajo fue realizado con el apoyo del Ministerio de Ciencia e In-
novación (exp. 2008 -0423). Agradezco sus comentarios sobre el texto a
Richard Haynes, David Sztybel, Lee Hall, un árbitro anónimo, y a quie-
nes discutieron las ideas incluidas en él en la Universidad de Santiago
de Compostela, y a Ana Cristina Ramírez Barreto por su invitación a
publicar esta versión del artículo.

Notas
1*
Esta es una versión revisada, con algunos cambios en el modo en el que se expo-
nen los diferentes conceptos que en él se definen, de un artículo inicialmente publica-
do en inglés en 2010, con el título “What Is Speciesism?”, Journal of Agricultural and
Environmental Ethics, 23, 243-266.
2
La discriminación contra quienes no pertenecen a un cierto grupo de especies
puede considerarse, conforme a este esquema, una agregación de varias discriminacio-
nes especistas diferentes.
3
Evelyn Pluhar, quizás la teórica que hasta el momento ha examinado más en
detalle las diferentes defensas del especismo antropocéntrico, ha usado el término
“perspectiva de la personeidad plena” para nombrar la idea de que solamente quienes
tienen ciertas capacidades individuales poseen lo que ella llama máxima significación
moral (Pluhar 1995, p. 61). Pluhar ha rechazado esta opinión, pero no la ha descrito
como especista.
4
De alguna manera, esta parece ser la visión expresada en la “Declaración contra
el Especismo” proclamada en Cambridge en 1977, que dice: “[n]o aceptamos que una
mera diferencia de especie (como una diferencia de raza) puede justificar la explotación
o la opresión arbitraria”. Véase Paterson y Ryder (1979).
5
Esta idea también es defendida por Dunayer (2004, pp. 2-3).
6
De hecho, el especismo es un tipo de discriminación menos reconocido, por lo
que puede ser más difícil entender qué quieren decir exactamente quienes usan ese
término cuando lo emplean.
7
La idea de que las especies existen como tipos dados es cuestionable, véase sobre
esto Dupré (2002). Otro libro muy conocido que contiene varios ensayos sobre el tema
es Cavalieri y Singer (1993), véanse en particular los capítulos de Dawkins, Dunbar o

193
Oscar Horta

Clark. En cualquier caso, para evitar controversias innecesarias, en este artículo no se


aborda este problema.
8
Boxill (1991) ha propuesto una explicación similar. Según él, la discriminación
es la omisión de la consideración igualitaria de intereses. Lippert-Rasmussen (2006;
2007) ha defendido otra explicación de la discriminación en términos de trato des-
ventajoso.
9
No he usado aquí el término “raza”, que es muy cuestionable. Pero es impor-
tante tener en cuenta que, como se he apuntado antes, también lo es el concepto de
“especie”. Ninguno de ellos puede ser definido de forma sencilla y libre de problemas.
10
Por supuesto, podría darse el caso de que los animales sociales de una cierta espe-
cie pudiesen beneficiarse si existiesen más miembros de su especie, si ello les permitie-
se socializar mejor. Pero en casos como este lo relevante no sería la conservación de la
especie: desde el punto de vista de los individuos, no tendríamos menos razones para
brindar compañía a individuos solitarios de una especie muy poblada que a aquellos
que pertenezcan a otras con menos miembros.
11
Posner (2004); Williams (2006).
12
Descartes (1930); Frey (1980); Leahy (1991); Ferry (1992); Carruthers (1992);
Scruton (1996).
13
Narveson (1987); Midgley (1983); Wenz (1998); Mosterín (1998); Scanlon
(1998); Petrinovich (1999).
14 Harrison (1989); Reichmann (2000); Aristóteles (2004, libro I, en particular
1256b 20-22).
15
El argumento de que los humanos son especiales porque fueron creados “a la
imagen de Dios” (defendido también por Reichmann) es un ejemplo de esta posición.
16
El “antropocentrismo moral” así definido no debe confundirse con tres ideas
diferentes que también han sido nombradas con este término por algunos teóricos
y teóricas que trabajan en el campo de la ética ambiental: (a) la idea de que solo los
humanos, o los intereses humanos, son valiosos; (b) la idea de que si las entidades no
humanas tienen valor es porque los humanos se lo asignan; o (c) la idea de que si esas
entidades tienen valor, este solo puede ser reconocido por los humanos.
17
Las confusiones sobre este punto están lejos de ser infrecuentes. Edwin Het-
tinger (1983, p. 125) escribe: “Dado que el antiespecismo permite discriminar entre
animales, quienes critiquen [el especismo] pueden oponerse sistemáticamente a la
crianza, el sacrificio y el consumo de válvulas de ternera sin oponerse a la cría comer-
cial de camarones y al consumo de camarones”.
18
Si bien el hecho de que una cierta premisa sea antropocéntrica es algo indepen-
diente de la actitud de quien puede aceptarla, para afirmar que la suposición de una

194
¿Qué es el especismo?

cierta premisa es el antropocentrista lo que cuenta es precisamente la intención y el


prejuicio.
19
Un ejemplo de esto se presenta en Lockwood (1979, p. 169).
20
Bekoff (1998, p. 269) ha denunciado la posición que ha llamado “primatocen-
trismo” indicando que sería paralela al antropocentrismo. Sapontzis (1993) defiende
una idea semejante.
21
Morton ha llamado la atención sobre otro ejemplo interesante de especismo, a la
que llama “tamañismo” (1998, p. 318), y que define como la posición que niega a los
animales de tamaño pequeño “la misma consideración que se le daría a los animales
más grandes”.
22
Una definición más corta se puede encontrar en Mason (1998b, p. 245).
23
Bernstein ha asumido esto, y empleado el término “neoespecismo” para referirse
a las defensas del antropocentrismo que apelan a relaciones (2004, en particular p.
381). Tal término transmite la idea de que estas defensas del antropocentrismo se
presentaron más tarde que las que apelan a las capacidades individuales. Obsérvese,
sin embargo, que ya en los siglos xvii, xviii y xix, teóricos como Spinoza (2000, 4 /
37e1 [d]); Hume (1978, Sección 3, parte 1 [§152]); y Whewell (1852, pp. 223-25)
defendieron esto.
24
Como muestra el condicional “si” en el argumento, la fuerza de este argumento
se basa en una hipótesis. Tendremos que aceptar su conclusión si asumimos la premisa
de la que parte. Pero parece que la mayoría sí que aceptaríamos dicha premisa.
25
Por supuesto, podría ser posible defender una concepción del valor según la cual
el sufrimiento y el dolor no serían relevantes, lo que podría implicar que los animales
no humanos no serían susceptibles de ser beneficiados o perjudicados. No obstante, tal
visión parece difícilmente aceptable.

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