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La Rosa Niña
Cristal, oro y rosa. Alba en Palestina. - “¡Oh Reyes!” - les dice - “Yo soy una niña
Salen los tres reyes de adorar al Rey, que oyó a los vecinos pastores cantar,
flor de infancia llena de una luz divina y desde la próxima florida campiña
que humaniza y dora la mula y el buey. miró vuestro regio cortejo pasar.
Las cabalgaduras sacuden los cuellos Aún no llega el día... ¿Dónde está el establo?
cubiertos de sedas y metales. Frío ¡Prestadme la estrella para ir a Belén!
matinal refresca belfos de camellos No tengáis cuidado que la apague el diablo
húmedos de gracia, de azur y rocío. con mis ojos puros la cuidaré bien!”
SALMO RESPONSORIAL
Del Salmo 147
R|. Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros.
SEGUNDA LECTURA
Dios determinó, por medio de Jesucristo, que fuéramos hijos suyos
De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 3-6. 15-18
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Él
con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en Cristo, antes de
crear el mundo, para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos, por el amor,
y determinó, porque así lo quiso, que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos,
para que alabemos y glorifiquemos la gracia con que nos ha favorecido por medio
de su Hijo amado.
Me he enterado de la fe de ustedes en el Señor Jesús y del amor que demuestran
a todos los hermanos, por lo cual no dejo de dar gracias por ustedes, ni de
recordarlos en mis oraciones, y le pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre
de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de reflexión para conocerlo. Le
pido que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da
su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros
Del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18
E
n el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra
estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio Él estaba con Dios. Todas las
cosas vinieron a la existencia por Él y sin Él nada empezó de cuanto existe.
Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las
tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo,
para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la
luz, sino testigo de la luz.
Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que
viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por Él y, sin
embargo, el mundo no lo conoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero
a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que
creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni
por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios. Y aquel que es la Palabra se
hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le
corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan el Bautista dio testimonio de Él, clamando: “A éste me refería cuando dijo:
‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes
que yo’”.
De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada
por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A
Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es
quien lo ha revelado.
Palabra del Señor.
Comentarios a la Biblia Litúrgica – Verbo Divino
Sobre el Prólogo del Evangelio de Juan
E
n la presentación de la Palabra se distinguen tres fases puntuales: su preexistencia
(v. 1-5), su entrada en el mundo de los hombres y su encarnación. En la primera de
éstas, parte de una existencia en plena comunión con el Padre («estaba en, junto
a Dios»). La eternidad, personalidad y divinidad del Logos son las grandes afirmaciones
del v. 1. El evangelista con esto ha querido poner una base sólida, dar la razón de por
qué esta Palabra puede hablarnos de Dios. Porque la Palabra tiene como función
esencial hablar, dirigirse a alguien esperando ser acogida y respondida. Ésta supone
unos destinatarios y para ellos ─los hombres─, es vida y luz. Todo aquello que puede dar
a la vida humana su plenitud y sentido. Incluso superando sus propias posibilidades y sueños.
En cuanto a su entrada en el mundo de los hombres, la mención del Bautista, provocada
por la palabra “luz”, la luz para el hombre no es una idea, algo abstracto, sino Alguien,
y tan concreto como el Logos o la Palabra encarnada. Testigo del ello fue el Bautista,
cuya figura en este caso concreto, se centra en ser testigo de la luz verdadera, que aclara el
misterio humano. Así, toda la razón del Bautista está en función de su testimonio. La
función iluminadora le compete al Logos por razón de su divinidad. Y al entrar en la
realidad humana, el Logos, la Palabra esencial de Dios, coloca al hombre ante una
necesaria decisión: aceptación o repulsa. El evangelista habla primero de la repulsa,
equivalente en su terminología a «no conocer», «no recibirlo». Son sinónimos de no
creer en el evangelista. Con estas expresiones se acentúa la incredulidad judía; luego
nos habla de la aceptación. Recibirlo, es la acogida favorable del Revelador divino y sus
palabras, es sinónimo de fe y la consecuencia de esta aceptación favorable es la filiación
divina, que es presentada como iniciativa de Dios, no como acción humana.
La última fase, la encarnación, por medio de la cual el Verbo se hizo hombre y habitó
entre nosotros y hemos visto su gloria,… en sí se nos habla de la entrada en la historia
humana del Logos eterno de Dios como sujeto de esta historia; Dios mismo entra en
la historia como uno más de los que hacemos esta historia. Y al mismo tiempo es
rector y mentor, es creador y fuente de todas las cosas; además, la encarnación obedece
a ofrecer la razón última de la posibilidad que se le ofrece al hombre de llegar a ser
hijo de Dios; más aún, el Prólogo habla del amor infinito de Dios que, asumió «nuestra
carne», con ello se expresa lo débil, caduco, impotente, pero a la vez, pone de manifiesto
el amor infinito de Dios al unir la distancia entre el Logos y la carne por la salvación.
Como consecuencia, en Cristo puede verse la gloria de Dios. Una visión próxima
a la fe, visión de hecho asequible a los creyentes, «hemos visto su gloria». Por Jesús vino
la gracia, pero una gracia incalculable: «gracia incalculable». Juan afirma que, a través de
Jesús tenemos la revelación visible del Dios invisible, Jesús nos da a conocer a Dios.
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Dónde la Epifanía del Señor se celebra el Domingo más cercano al 6 de Enero
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios,
que en este día manifestaste a tu Unigénito
a las naciones, guiándolas por una estrella,
concede a los que ya te conocemos por la fe,
que lleguemos a contemplar
la hermosura de tu excelsa gloria.
Por nuestro señor Jesucristo, tu Hijo, […].
PRIMERA LECTURA
La gloria del Señor alborea sobre ti
Del libro del Profeta Isaías 60, 1-6
Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz, y la gloria del
Señor alborea sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla
envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se
manifiesta su gloria. Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al
resplandor de tu aurora.
Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos
llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces verás esto radiante
de alegría; tu corazón se alegrará, y se ensanchará, cuando se vuelquen
sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te
inundará una multitud de camellos y dromedarios, procedentes de Madián
y de Efá. Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro y proclamando
las alabanzas del Señor. Palabra de Dios.
SEGUNDA LECTURA
También los paganos participan de la misma herencia que nosotros
De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 2-3. 5-6
Hermanos: Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios, que se
me ha confiado en favor de ustedes. Por revelación se me dio a conocer este
misterio, que no había sido manifestado a los hombres, pero que ha sido
revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: es decir,
que por el Evangelio también los paganos son coherederos de la misma
herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa
en Jesucristo. Palabra de Dios.
EVANGELIO
Hemos venido de Oriente para adorar al Rey de los judíos
Del santo Evangelio según san Mateo 2, 1-12
J esús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos
de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está
el Rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella
y hemos venido a adorarlo”.
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con
él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y
les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En
Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti
saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel’”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran
el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén,
diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese Niño, y
cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la
estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo
encima de donde estaba el Niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de
inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al Niño con María, su madre,
y postrándose, lo adoraron. Después, abrieron sus cofres, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos en sueños de que no volvieran a
Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 2, 2
Hemos visto su estrella en el Oriente
y venimos con regalos a adorar al Señor.
P
ara la Iglesia, los Magos de Oriente, que bajo la guía de la estrella, encontraron el
camino hacia el pesebre, son el comienzo de una procesión que recorre la historia.
Por eso, la liturgia lee el evangelio del camino de los Magos junto con las espléndidas
visiones proféticas de Is 60 y del Sal 72, que ilustran con imágenes audaces la peregrinación
de los pueblos a Jerusalén. Como los pastores, primeros huéspedes del Niño recién nacido
que yace en el pesebre, son la personificación de los pobres de Israel y de las almas humildes
que viven interiormente muy cerca de Jesús, así también los hombres que vienen de Oriente
personifican al mundo de los pueblos, la Iglesia de los gentiles ─los hombres que a través
de los siglos se dirigen al Niño de Belén, honran en él al Hijo de Dios y se postran ante él─.
La Iglesia llama a esta fiesta «Epifanía», la aparición del Divino. Si nos fijamos en el hecho
de que, desde aquel comienzo, hombres de toda proveniencia, de todos los continentes, de
todas culturas y modos de pensar y de vivir, se han puesto y se ponen en camino hacia Cristo,
podemos decir verdaderamente que esta peregrinación y este encuentro con Dios en la figura
del Niño es una Epifanía de la bondad de Dios y de su amor por los hombres (cf. Tt 3, 4).
Los hombres que entonces partieron hacia lo desconocido eran, en cualquier caso,
hombres de corazón inquieto. Hombres movidos por la búsqueda inquieta de Dios y de la
salvación del mundo. Hombres que esperaban, que no se conformaban con sus rentas seguras
y quizás en una alta posición social. Buscaban la realidad más grande. Tal vez eran hombres
doctos que tenían un gran conocimiento de los astros y probablemente disponían también
de una formación filosófica. Pero no solo querían saber muchas cosas. Querían saber sobre
todo lo que es esencial. Querían saber cómo se puede llegar a ser persona humana. Y por
esto querían saber si Dios existía, dónde está y cómo es. Si él se preocupa de nosotros y
cómo podemos encontrarlo. No querían solamente saber. Querían reconocer la verdad sobre
nosotros, y sobre Dios y el mundo. Su peregrinación exterior era expresión de su estar
interiormente en camino, de la peregrinación de sus corazones. Eran hombres que buscaban
a Dios y, en definitiva, estaban en camino hacia él. Eran buscadores de Dios.
La peregrinación interior de la fe hacia Dios se realiza sobre todo en la oración. San
Agustín dijo una vez que la oración, en último término, no sería más que la actualización y
la radicalización de nuestro deseo de Dios. En lugar de la palabra «deseo» podríamos poner
la palabra «inquietud», y decir que la oración quiere arrancarnos de nuestra falsa comodidad,
del estar encerrados en las realidades materiales, visibles y transmitirnos la inquietud por
Dios, haciéndonos precisamente así abiertos e inquietos unos hacia otros.
Oramos, para que el Señor os done siempre la valentía y la humildad de la fe. Oramos a
María que ha mostrado a los Magos el nuevo Rey del mundo (Mt 2, 11), para que Ella,
como Madre amorosa, muestre también a vosotros a Jesucristo y os ayude a ser indicadores
del camino que conduce a Él. Amén.
(VIENE DEL POEMA DE RUBÉN DARÍO)