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CONTEXTO
La humanidad se encuentra en una encrucijada. Una promesa hecha hace más de cinco siglos,
en nombre del “progreso”, y “reciclada” hace más de seis décadas, en nombre del
“desarrollo”, no se ha cumplido. Los “primitivos” del colonialismo imperial no se
transformaron en “civilizados”, ni los “subdesarrollados” del imperialismo sin colonias han
recibido el diploma de “desarrollados”. La promesa hecha en nombre de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio (ODMs) tampoco será cumplida. Históricamente, ese tipo de promesa
no es hecho para ser cumplido, sino para crear la (falsa) esperanza de que un día los
“inferiores” alcanzarán el estado de perfección—civilización, desarrollo—del “poderoso
generoso”, con su “ayuda” (cooperación) indispensable. Esa “ilusión histórica” permitió al
más fuerte transformar la mentira en filosofía de negociación pública. Sin embargo, como
principio rector de la experiencia humana, desde 1492, “el desarrollo” ha perdido vigencia,
y, como meta universal de la humanidad, se encuentra en crisis irreversible.
Como lo demuestra el Diccionario del Desarrollo (Sachs 1996), con la fugacidad de un fuego
fatuo volátil, la idea de “desarrollo se extingue en el imaginario de los pueblos subalternos,
sin un horizonte claro a seguir ni un puerto seguro a dónde llegar. Es el Dios que muchos
creen que existe pero que no pueden verlo ni tocarlo, apenas imaginarlo y adorarlo. No se
trata de una luz de esperanza alcanzable al final del túnel—a través del mercado—como
quiere hacernos creer el discurso de la auto-denominada “comunidad internacional”. Es un
faro ideológico-epistémico-político, móvil, cuya luz sin brillo se aleja cada vez más en la
oscuridad del ambiguo paisaje institucional creado por el vencedor de la Segunda Guerra
Mundial y sus aliados, para establecer su hegemonía y asegurarles los principales beneficios
de la expansión y acumulación capitalista. La “idea de progreso” en el pasado y la “idea de
desarrollo” en el presente camuflan la dicotomía superior-inferior creada a partir de la (falsa)
premisa:4 existen razas superiores y razas inferiores, ocultando la intención de dominación
para la explotación de mercados cautivos, materia prima abundante, mano de obra barata,
mentes dóciles y cuerpos disciplinados. Las violencias de diferentes tipos, las desigualdades
de distintas naturalezas, la vulnerabilidad de todas las formas de vida, las injusticias en todas
las esferas de la vida, son las consecuencias más visibles de la violación histórica de lo
humano, lo social, lo cultural, lo ecológico y lo ético, en nombre del “progreso” en el pasado
y en nombre del “desarrollo” en el presente. El “desarrollo” como meta y principio rector de
la experiencia humana fue instituido a través de una visión de mundo5 cuyas premisas
todavía inspiran decisiones y orientan acciones a lo largo y ancho del planeta.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, proliferaron movimientos sociales que denuncian
las más negativas consecuencias de cinco siglo de “progreso” y seis décadas de “desarrollo”.
Sin embargo, la mayoría de estos movimientos es rehén del “desarrollo” como meta; divergen
sólo sobre cuál es la mejor teoría, enfoque, modelo o práctica para lograrlo. En la esterilidad
de sus debates, abundan los adjetivos— autónomo, endógeno, sostenible, humano, local,
integral, territorial—del “desarrollo”. Aún los que proponen el fin del “desarrollo”, lo hacen
a partir de la palabra “postdesarrollo”, que instiga pero no inspira la imaginación, porque no
anticipa el fin que debe reemplazar el “desarrollo” como meta universal. Sin embargo, la
humanidad experimenta un cambio de época histórica desde la década de 1960. La
civilización occidental, su sociedad industrial y su paradigma de “innovación para el
desarrollo” están en crisis. Caos, crisis y cambios son las marcas registradas de un cambio de
época, por las transformaciones veloces, cualitativas, profundas y simultáneas en las
relaciones de producción y poder, modos de vida y cultura. Estamos vulnerables, del
ciudadano al planeta. El cambio de época significa también que las premisas—verdades—
que inspiraron las promesas y soluciones de la época en crisis, constitutivas del “discurso del
desarrollo”, son falsas o perdieron vigencia.
Sin embargo, el camino hacia el ‘día después del desarrollo’ no existe. Hay que imaginarlo,
hay que negociarlo para construirlo. Esta construcción incluye la transformación de los
modos de interpretación e intervención de los que cultivan la premisa que es la madre de
todas las premisas detrás de la “idea de desarrollo”: el “desarrollo” es la meta universal para
todas las sociedades. Otras premisas específicas han sido generadas a partir de ésta, para
viabilizar su implementación y reproducción. Por ejemplo, si la “sociedad desarrollada” es
el modelo de sociedad perfecta a que todos deben aspirar, en los imaginarios técnico y social
influenciados por dicha premisa, todos tienen “derecho al desarrollo”.
Sin embargo, el desafío para estas instituciones reside en que el 75% de todas las iniciativas
de cambio institucional fracasa a lo largo y ancho del planeta. Según un estudio global de la
Red Nuevo Paradigma para la innovación institucional en América Latina (De Souza Silva
et al. 2006), la principal razón para tan alto índice de fracaso es que dichas iniciativas son
concebidas a partir de premisas filosóficas del paradigma clásico de innovación de la ciencia
moderna—hoy en crisis, incluyendo las premisas: (i) el mundo es una máquina y (ii) toda
“organización de desarrollo” contribuye al logro del “desarrollo” como meta universal. Por
un lado, si una organización es percibida como una máquina, las propuestas de cambio son
reducidas a la reconfiguración de las “partes” y “piezas” del “engranaje”. Por otro lado, si la
meta última es “ser desarrollado”, las comunidad de actores que integran dichas
“organizaciones de desarrollo” no necesitan revisar las premisas—verdades—que inspiran
sus decisiones y orientan sus acciones, explicando qué es y cómo funciona la realidad,
porque, para estas organizaciones, las verdades articuladas en el “discurso del desarrollo”
continúan vigentes. En síntesis, todas las iniciativas de cambio que fracasan son concebidas
y manejadas bajo la filosofía de innovación de “cambiar las cosas”, sin ‘cambiar las personas’
que cambian las cosas, y bajo la influencia de las premisas filosóficas del paradigma clásico
de innovación de la ciencia moderna.
Soñar colectivamente sobre cómo debe ser América Latina el ‘día después del desarrollo’,
resulta en criterios para imaginar las sociedades y las comunidades que aspiramos y, sólo
después, la comunicación y la educación apropiadas para construirlas. Los “proyecto de
desarrollo” y los de “comunicación para el desarrollo” y “educación para el desarrollo” serán
reemplazados por los ‘proyectos de vida’, de ‘comunicación para la vida’ y de ‘educación
para la vida’. El “desarrollo como meta universal” es reemplazado por el ‘buen vivir’, el
‘vivir bién’, el ‘ser feliz’ como fin.