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AGUAS OSCURAS

En Aguas oscuras se nos cuenta la odisea de un abogado que se enfrenta a


una de las mayores empresas químicas de Estados Unidos que contaminó
durante décadas el agua de Parkersburg un pueblo de Virginia del Sur. En
ella vertió sustancias cancerígenas, el conocido teflón de las sartenes,
compuesto químico que provocó durante al menos veinte años
enfermedades y muerte a la mayor parte de los seres vivos de la zona.
El resultado es un drama ecologista que intenta abarcar con una cierta
complejidad la larga experiencia de Bilott: hay pocas escenas en sede
judicial, mucha lectura de documentación, encuentros con especialistas,
reuniones con afectados cuya salud declina, tensión entre miembros del
bufete... y fisuras matrimoniales. A este héroe a su pesar, hacer lo correcto
le cuesta que su situación profesional tiemble y que su esposa lamente una
dedicación que, según se observa en la película, raya lo obsesivo.
La misma historia real facilitaba tomar alguna carretera secundaria, diferente
del drama encabezado por un paladín de la justicia. Para empezar, el
protagonista no es un idealista entregado a la conservación del planeta, sino
un defensor de grandes corporaciones a quien le llega el caso por motivos
personales: un granjero cuyo ganado está muriendo conoce a su abuela.
Bilott asume el caso prácticamente a regañadientes, confiando en una
solución amistosa con la compañía DuPont, antes de darse cuenta de la
extraordinaria dimensión de su mala praxis.
Cómo la avaricia sin medida alguna de un coloso empresarial puede pasar
por encima de cualquier noción de ética o moralidad.
Es una película que hila bien con las necesidades actuales de «salvar el
planeta» y, mejor aún, hila bien con ese gustillo tan humano cuando ve al
pequeño enfrentarse con una honda al gigante.
El egoísmo si bien se sabe es un sentimiento que domina a la mayoría de los
seres humanos, a lo largo de esta película mi percepción se vuelve más
clara, es increíble saber cómo la codicia afecta la vida de muchos.
No hay que irse muy lejos para comprobar de primera mano y en la lejanía
como la inatención, la negligencia y la falta de asunción de
responsabilidades nos puede incitar a la reflexión.
¿Dónde está la responsabilidad de los Gobiernos y de sus dirigentes?, ¿De
la Justicia? ¿Y la ética de las Personas Expertas y de los Medios de
Comunicación?
El mensaje se escapa de la pantalla hasta nuestras casas exigiendo virtud,
valor e integridad, de ahí su inestimable interés.

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