Está en la página 1de 2

Rukma vivía en una pequeña aldea con su madre y su hermana.

Mientras la madre trabajaba


en los arrozales, la hermana pequeña iba a la escuela y Rukma estaba aprendiendo a pescar
con los hombres del pueblo.

La casa era humilde. Los tres se querían mucho y lo pasaban bien juntos. Cuando se
reencontraban por la tarde, la hermana le preguntaba a Rukma:

- ¿Cuándo pescarás un pez más grande que yo?

- Mañana mismo -decía el muchacho, y los tres se reían.

Después compartían la cena contándose historias, y así la vida transcurría simple y tranquila.

Pero fue una tarde de cielo gris que la madre regresó enferma del arrozal. Tenía fiebre y
grandes dolores. Rukma fue a buscar a la curandera del pueblo. Ella preparó ungüentos,
hierbas para sanar, pero su madre no mejoraba.

Entonces Rukma se sentó en la puerta de su casa y vio pasar a un hombre de larga barba. El
hombre se detuvo y le pidió algo para comer y Rukma, que tenía un gran corazón, entró a su
casa y le preparó un rico plato. El hombre comió hasta no poder más y después le dijo:

- Como tú me ayudaste, ahora yo te ayudaré a ti.


- No vas a poder ayudarme…
- ¿Cómo no? ¡Prueba! Yo he viajado por todo el mundo y sé muchas cosas.

Entonces Rukma le contó sobre la enfermedad de su madre y el hombre le contestó:

- Hay una planta maravillosa en medio del desierto que sana todos los males –Rukma
quiso saber más y el hombre le dijo:- Es una planta con hojas en forma de corazón, la
tienes que regar tres días seguidos. Con el primer riego saldrá un capullito, con el
segundo riego será una flor y con el tercer riego la flor será un fruto. Una semilla de
ese fruto cura todos los males.
- ¿Y cómo consigo esa planta?
- Para conseguirla, hay que atravesar la selva, cruzar un río, cruzar una gran cordillera y
luego encontrarás el desierto y ahí la reconocerás.

Rukma se llenó de esperanza, preparó su mochila con agua para poder regar la planta y salió
de viaje. Llegó a la selva… Pero no era tan fácil como se había imaginado. La selva estaba llena
de peligros: animales salvajes, plantas que le herían… Y empezó a pensar que no llegaría a
tiempo para salvar a su madre. Se sentó sobre un tronco y le dieron ganas de llorar. “¿Pero de
qué iba a servir?”. Cogió su cantimplora y dio un sorbo para reanimarse… Y en ese momento,
escuchó un rugido enorme. Miró a todos lados para saber de donde venía y encontró detrás de
unas plantas un elefante, que gritaba de dolor porque se le había clavado una espina en el ojo.
Rukma le pidió permiso y le sacó la espina y el elefante le dijo:

- Como tú me ayudaste, ahora te ayudaré a ti.


- ¿Sabes atravesar la selva?
- Eso es una tarea muy fácil para un elefante!

Rukma se subió arriba del elefante y pisando plantas y animales salvajes y atravesando todos
los peligros llegó al otro lado de la selva. Pronto encontró el río pero no era tan fácil como se
imaginaba. Corría fuerte, había remolinos hacia todos lados. Ni un nadador experimentado
habría podido pasar. Se sentó en una roca y pensó que no llegaría tiempo a ayudar a su madre.
“¿Pero de qué iba a servir?”. Cogió su cantimplora y dio otro sorbo de agua… Y en ese
momento, un gemido fuerte escuchó, empezó a buscar y detrás de una gran roca había una
enorme tortuga. Estaba panza arriba porque un golpe de agua la había volcado y no era capaz
de volver a su estado natural. Entonces, Rukma empujó con todas sus fuerzas a la tortuga
gigante y volvió a ponerse en pie.

- Como tú me ayudaste, yo te ayudaré a ti.


- ¿Sabes atravesar el río?
- ¡Eso es una tarea muy fácil para una tortuga!

Se subió Rukma a su espalda y nadando y nadando llegaron al otro lado. Pronto, Rukma
estuvo frente a la cordillera, con unas montañas muy pero que muy altas y Rukma se sentó
en la tierra y dijo “Esto no lo voy a poder hacer” y le entraron ganas de llorar. “¿Pero de
qué iba a servir?”. Cogió su cantimplora y dio un tercer sorbo para reanimarse… Y en ese
momento vio que de las montañas venía una serpiente. La miró y vio Rukma que un halcón
bajaba volando muy rápido para comerse la serpiente y Rukma se puso depie a hacer
gestos. El halcón se asustó y se fue. La serpiente le dijo.

- Como tú me ayudaste, yo te ayudaré a ti


- ¿Sabes atravesar la cordillera?
- ¡Eso es una tarea muy fácil para una serpiente!

Y le mostró un pasadizo que había entre las montañas. Rukma logró atravesar la cordillera y
vio el gran desierto. Y en medio del gran desierto… La planta maravillosa. La reconoció
enseguida por sus hojas en forma de corazón.

Se acercó a la planta y lo primero que hizo fue abrir su cantimplora. La miró y se dio cuenta de
que solo había un poquito de agua… Que eso servía solo para el primer riego. La regó, la planta
se movió y ¡puf! Apareció el capullo tal y como le dijo el hombre. Pero después pensó: “pero
cómo voy a hacer mañana y pasado si no tengo ni una gotita de agua”. Y triste, se durmió
pidiendo al cielo que lloviera al día siguiente.

Cuando se despertó, el cielo estaba totalmente claro… Pero arriba de la planta, y solo arriba de
la planta, había una nube pequeña y delicada. Rukma la miró y la nube empezó a desprender
una lluvia muy suave y el capullo se abrió y se convirtió en una hermosa flor. Rukma la miraba
fascinado pero realmente pensaba “y cómo voy a hacer mañana si no llueve también”. Y se
quedó durmiendo rezando que por favor al día siguiente lloviera.

Pero cuando se despertó, esta vez la nubecita no estaba, el cielo estaba celeste y él tenía que
regar la planta. Tuvo ganas de llorar y esta vez no se contuvo y lloró con toda su fuerza. La
planta recibió las lágrimas de Rukma y de la flor brotó un fruto. Rukma lo arrancó, lo partió,
cogió una semillita y recuperó todas sus fuerzas. Salió del desierto, atravesó las montañas,
cruzó el río con ayuda de la tortuga, el elefante le esperaba en la selva para ayudarle. Llegó a
casa, vio a su madre y puso en su boca una semillita del fruto. En seguida, la madre se sintió
mejor y la familia se abrazó. Entonces la hermana dijo:

- ¿Cuándo vas a pescar un pez más grande que yo?


- ¡Mañana mismo!

Y los tres rieron.

También podría gustarte