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De la Profecía de Daniel (12, 3).

Los sabios brillaran como brilla el firmamento; y los que


hayan guiado a los demás por el camino recto brillaran
como estrellas para siempre.
Palabra de Dios.

Hoy cuando celebramos como Iglesia la Fiesta de la Transfiguración del


Señor, se nos presenta en la lectura breve tomada del Apocalipsis, la
imagen de la ciudad Santa, que no necesita ni de sol ni de luna para
que alumbren, porque la ilumina la Gloria de Dios (Ap 21, 23); y nos
invita entonces a reflexionar sobre la imagen de nuestra vida,
preguntándonos que es lo que más se refleja en nuestro diario hacer.
Precisamente ustedes padres formadores, compañeros de año de
pastoral y compañeros de II configuradora, ¿qué es lo que más
reflejamos en nuestro vivir?, en nuestros lugares de apostolado, ahora
en este tiempo de pandemia quienes pudieron estar en familia que
reflejaron en casa, y nosotros que estuvimos en parroquia que
reflejamos, será que reflejamos la Gloria de Dios que por la Gracia del
Espíritu Santo recibimos, o hemos dejado que se vaya opacando esa
Gracia de Dios.

Quise tomar este fragmento de la profecía de Daniel, porque en estos


tiempos lo he reflexionado repetidamente, ya que como bien saben,
han muerto dos personas que he amado, y meditando sobre el
misterio de la muerte y en este tiempo de Covid 19 que todos estamos
como en ese suspenso, de prevención y protección… y entonces cabe
mencionar que la promesa del Señor es muy clara “Los sabios brillaran
como brilla el firmamento; y los que hayan guiado a los demás por el
camino recto brillaran como estrellas para siempre”. Podríamos
preguntarnos ¿si yo muriera ahora, habré cumplido la misión de ser
apóstol de la verdad?, ¿de la misericordia? ¿Fue realmente la Gracia de
Dios que iluminó mi vida?

De manera particular hoy 6 de agosto en la Fiesta de la Transfiguración


del Señor, se cumplen 42 años de la muerte de San Pablo VI, un
hombre que por su obrar nos debe llevar a reflexionar sobre el dejar
actuar la Gracia de Dios, un hombre que enfrentó diversas y graves
problemáticas en la Iglesia pero que supo escuchar la voz de Dios, y
dio continuidad a la ardua tarea del Concilio Vaticano II iniciada por su
predecesor Juan XXIII, un hombre que en repetidas ocasiones enfatizó
sobre la importancia de Evangelizar en el ahora, teniendo como piedra
angular el Evangelio que es la persona misma de Nuestro Señor
Jesucristo, pero avanzando sin miedo en los nuevos métodos de
desarrollo social, y es que hoy se le vuelve a insistir a la Iglesia que deje
de lado su estado de confort y visualice y ejecute nuevos métodos de
Evangelización, hemos visto como muchos han incursionado en los
medios digitales, con proyectos de evangelización, pero tristemente
otros simplemente se han hecho a un lado y se limitan simplemente
por no dejar actuar en sus vidas la Gracia del Espíritu Santo.

Que nosotros hoy delante del santísimo podamos reflexionar como


estoy actuando yo ante los retos que se me presentan, ¿es la Gloria de
Dios lo que reflejo con mí actuar y vivir? ¿Brillaré como las estrellas
eternamente siendo merecedor de la promesa de Dios por haber
guiado a los demás por el buen camino? Y que estoy aportando para
que en medio de esta situación la Iglesia pueda continuar con su
principal tarea: La Evangelización de todos los hombres.

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