Los sabios brillaran como brilla el firmamento; y los que
hayan guiado a los demás por el camino recto brillaran como estrellas para siempre. Palabra de Dios.
Hoy cuando celebramos como Iglesia la Fiesta de la Transfiguración del
Señor, se nos presenta en la lectura breve tomada del Apocalipsis, la imagen de la ciudad Santa, que no necesita ni de sol ni de luna para que alumbren, porque la ilumina la Gloria de Dios (Ap 21, 23); y nos invita entonces a reflexionar sobre la imagen de nuestra vida, preguntándonos que es lo que más se refleja en nuestro diario hacer. Precisamente ustedes padres formadores, compañeros de año de pastoral y compañeros de II configuradora, ¿qué es lo que más reflejamos en nuestro vivir?, en nuestros lugares de apostolado, ahora en este tiempo de pandemia quienes pudieron estar en familia que reflejaron en casa, y nosotros que estuvimos en parroquia que reflejamos, será que reflejamos la Gloria de Dios que por la Gracia del Espíritu Santo recibimos, o hemos dejado que se vaya opacando esa Gracia de Dios.
Quise tomar este fragmento de la profecía de Daniel, porque en estos
tiempos lo he reflexionado repetidamente, ya que como bien saben, han muerto dos personas que he amado, y meditando sobre el misterio de la muerte y en este tiempo de Covid 19 que todos estamos como en ese suspenso, de prevención y protección… y entonces cabe mencionar que la promesa del Señor es muy clara “Los sabios brillaran como brilla el firmamento; y los que hayan guiado a los demás por el camino recto brillaran como estrellas para siempre”. Podríamos preguntarnos ¿si yo muriera ahora, habré cumplido la misión de ser apóstol de la verdad?, ¿de la misericordia? ¿Fue realmente la Gracia de Dios que iluminó mi vida?
De manera particular hoy 6 de agosto en la Fiesta de la Transfiguración
del Señor, se cumplen 42 años de la muerte de San Pablo VI, un hombre que por su obrar nos debe llevar a reflexionar sobre el dejar actuar la Gracia de Dios, un hombre que enfrentó diversas y graves problemáticas en la Iglesia pero que supo escuchar la voz de Dios, y dio continuidad a la ardua tarea del Concilio Vaticano II iniciada por su predecesor Juan XXIII, un hombre que en repetidas ocasiones enfatizó sobre la importancia de Evangelizar en el ahora, teniendo como piedra angular el Evangelio que es la persona misma de Nuestro Señor Jesucristo, pero avanzando sin miedo en los nuevos métodos de desarrollo social, y es que hoy se le vuelve a insistir a la Iglesia que deje de lado su estado de confort y visualice y ejecute nuevos métodos de Evangelización, hemos visto como muchos han incursionado en los medios digitales, con proyectos de evangelización, pero tristemente otros simplemente se han hecho a un lado y se limitan simplemente por no dejar actuar en sus vidas la Gracia del Espíritu Santo.
Que nosotros hoy delante del santísimo podamos reflexionar como
estoy actuando yo ante los retos que se me presentan, ¿es la Gloria de Dios lo que reflejo con mí actuar y vivir? ¿Brillaré como las estrellas eternamente siendo merecedor de la promesa de Dios por haber guiado a los demás por el buen camino? Y que estoy aportando para que en medio de esta situación la Iglesia pueda continuar con su principal tarea: La Evangelización de todos los hombres.