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6 JULIO, 2015  | PATRICIA NAMNÚN

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¿Qué es el pecado y qué dice la Biblia
sobre él?

El significado original (etimológico) de la palabra pecado es "errar el blanco". Esto


quiere decir que cuando pecamos no acertamos o nos desviamos de lo que
hubiera sido correcto hacer.

Todos podemos recordar momentos en los que hemos dicho o hecho algo errado,
algo de lo cual nos hemos arrepentido después. Pero cuando la Biblia habla sobre
el pecado habla de algo más profundo que eso, algo que trae consecuencias
eternas.

¿Cómo define el pecado la Biblia ?

El concepto de pecado en la Biblia se refiere a quebrantar o transgredir la ley de


Dios. En 1 Juan 3:4 leemos:
Todo el que comete pecado quebranta la ley; de hecho, el pecado es transgresión de la
ley.
(1 Juan 3:4)

Desde el principio, Dios ha sido claro en cuanto a lo que podemos hacer y lo que
no (Génesis 2:16-17). En la Biblia, que es la Palabra de Dios, encontramos leyes
explícitas tales como los diez mandamientos. Dios ha dado esas leyes para
nuestro beneficio. Estas nos ayudan a actuar de forma correcta ante él y ante los
demás, y a la vez nos protegen de cometer errores que pueden traernos
consecuencias terribles no solo en nuestro día a día sino por la eternidad.

Cuando desobedecemos a Dios ignorando su ley, lo hacemos (consciente o


inconscientemente) guiados por una actitud rebelde. La base del pecado se
encuentra en la rebeldía contra Dios y sus mandatos. El corazón rebelde es en
realidad uno orgulloso. Quiere probar que sabe más que Dios, que puede
solucionar las cosas a su manera y por sus propias fuerzas.

Y es precisamente así, con esa actitud de rebeldía, que comenzó todo ...

¿Cómo entró el pecado al mundo?

Cuando Dios creó al hombre, lo puso en el jardín del Edén y le encargó que lo
cultivara y lo cuidara. Sin embargo, le dio una orden muy clara:
Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y
del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás.
(Génesis 2:16b-17)

El hombre podía comer de todos los árboles del jardín del Edén menos uno: el
árbol del conocimiento del bien y del mal. Y fue precisamente de esa prohibición
que se valió la serpiente (el diablo) para tentar al hombre y a la mujer.
Encontramos el relato en Génesis 3:1-5.

La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor
había hecho, así que le preguntó a la mujer: —¿Es verdad que Dios les dijo que no
comieran de ningún árbol del jardín?
—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. Pero, en
cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No
coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán”.
Pero la serpiente le dijo a la mujer: —¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy
bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como
Dios, conocedores del bien y del mal.
(Génesis 3:1-5)

Aquí vemos claramente la forma en la que el diablo ha obrado desde el principio


en su intento por engañar a los seres humanos. Primero, habló a solas con Eva.
Esperó un momento en el que Adán no estaba presente y aprovechó un momento
de aparente vulnerabilidad. Luego vemos que actuó con astucia, con
conocimiento, creó dudas y apeló al deseo de poder y de grandeza.

 Con astucia: La serpiente fue hábil para engañar con cautela y delicadeza.
Comienza con una pregunta de la cual ya sabía la respuesta. Habla con Eva como si
fueran amigas conversando sobre algo rutinario.
 Con conocimiento: La serpiente conocía la prohibición de Dios y las
consecuencias que traería la desobediencia. Se había informado bien y presentó su
argumento de forma engañosa, pero con firmeza.
 Creó dudas en el corazón de Eva y básicamente llamó a Dios mentiroso. La
engañó al tergiversar el significado de la palabra muerte. No explicó que la
desobediencia traería como consecuencia la muerte espiritual, la separación entre el
hombre y Dios.
 Apeló al deseo de poder y de grandeza que había en el corazón de Eva. Le dijo:
«llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.»

Tristemente, primero Eva y después Adán, escogieron desobedecer a Dios y


hacerle caso a la serpiente (el diablo). Este acto marcó la ruptura de la amistad
especial que ellos habían disfrutado con Dios hasta ese momento. El hombre
cedió a su ambición de ser como Dios menospreciando así la relación tan especial
que había disfrutado hasta entonces.

¿Qué significa eso para nosotros? Que ese acto de desobediencia abrió la puerta
para que el pecado formara parte de nuestras vidas. Desde entonces, todos
hemos nacido con la tendencia a desobedecer o hacer lo incorrecto delante de
Dios.

Siempre podemos elegir y debemos hacerlo, pero esa tendencia forma ahora


parte de nuestro impulso natural. No nacemos con la culpa del pecado de Adán y
Eva, pero sí con una inclinación natural a desobedecer los mandatos de Dios. La
Biblia llama a esta tendencia nuestra naturaleza pecaminosa (Romanos 8).

Dios detesta el pecado porque crea una barrera de separación entre él y


nosotros y nos aparta de su voluntad.

La mano del Señor no es corta para salvar, ni es sordo su oído para oír. Son las
iniquidades de ustedes las que los separan de su Dios. Son estos pecados los que lo
llevan a ocultar su rostro para no escuchar.
(Isaías 59:1-2)

¿Cuál es la solución?

Entonces, ¿qué sucede? ¿Hay solución para nosotros? ¡Claro que la


hay! ¡Jesús! Tan pronto el hombre pecó Dios comenzó a diseñar el plan para su
redención.
Romanos 5:12 dice:

«Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del
pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque
todos pecaron».
(Romanos 5:12)

Pero luego, en Romanos 5:15 llegan las buenas noticias sobre la solución del
Padre celestial: ¡su infinita gracia manifiesta a través de Jesús!

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