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Afortunadamente, cuando estábamos a punto de darnos por vencidos, nos dimos cuenta de
que la reflexión acerca de la vida humana para este Doctor en Biología y Premio Nacional de
Ciencias, estaba sólo a un par de frases de distancia, sin importar el tema que la motivara.
Humberto Maturana nos recibió en el Instituto Matríztica , que fundó junto a la orientadora
Ximena Dávila, y donde se dedican a reflexionar acerca de nuestra existencia, desde que
nacemos hasta nuestra muerte. En el lugar, él y los docentes Javier Lepe y Patricio García,
compartieron provocativas miradas sobre nuestra relación con la tecnología.
H. Maturana: No podría contestar esa pregunta, porque no estoy inmerso en eso. A mí una
conversación por Internet no me invita. Uso Internet como una biblioteca, como museo. Mi
quehacer no ocurre con la rapidez de la interacción de la relación interpersonal que da la
Internet. Sería demasiado para mí. El tiempo, la interacción, el espacio de conversación con
las personas tiene una dinámica emocional y una dinámica reflexiva diferente. Las personas
que usan Internet tienen un placer en usarla; ya sea intelectual o de sentir que están en
contacto con el mundo que está lejano, y ellos quieren estar en ese contacto. Y a mí no me
pasa eso. Soy lento si escribo una carta. Para mí es una cosa delicada y puedo demorar una
hora en algo que a otras personas les tomaría no más de 5 ó 10 minutos. No me seduce
trasladar mi vivir a la Internet.
Si el contacto cara a cara es tan fundamental, ¿cómo se explica que lo suplamos cada vez más
con medios tecnológicos?
J. Lepe: Es interesante abrir una de reflexión respecto de lo que les pasa a las personas que se
encuentran con Internet y sienten que a través de eso van encontrando una solución a la
soledad, por ejemplo. Yo preguntaría qué está pasando a los seres humanos, de modo que
Internet aparece como si fuera en sí misma una solución a nuestros encuentros. ¿Qué estamos
queriendo evocar con esto de encontrarnos por Internet? ¿Cuáles son los cambios, las cosas
ocultas que están pasando en las relaciones humanas, de modo que Internet pasa a ser una
tecnología que nos salva de ciertos vacíos? Siento que estamos encandilados por lo interesante
de esta tecnología que avanza a pasos agigantados, y que ni siquiera sabemos qué problemas
está resolviendo.
H. Maturana: Por un lado hay una distancia mayor y uno es menos responsable de la relación.
Por otro, uno puede ver cosas que de otra manera no podría. Todo va a depender de cómo
surge la persona, cómo surge el niño, cuál ha sido su educación. Cuál es la diferencia entre un
niño que pasa horas frente a la televisión, y otro que juega en el patio y que tiene un patio para
jugar, entre uno que está horas haciendo conversaciones a través de Internet y otro que está en
contacto con las personas. ¿Cuáles van a ser las diferencias entre esos dos niños? Creo que
como vivir involucra siempre la corporalidad, y la corporalidad cambia con el vivir esas
corporalidades, van a ser diferentes. Y con corporalidad no sólo me refiero a los brazos y a las
piernas, sino que a toda la dinámica interna del organismo que se va conformando. La visión
del mundo que van a tener los seres criados así, para bien o par a mal, va a depender de que
nos gusten o no las consecuencias de eso. Personalmente, pienso que es absolutamente
fundamental que los niños no crezcan inmersos en Internet, sino que la usen como usarían la
biblioteca, porque necesitan generar un mundo que tenga que ver con lo biológico propio, no
con lo tecnológico. Para eso tienen que vivir, lo biológico propio, en el jardín con otros niños,
con los adultos, corriendo, saltando, cayéndose, manipulando, haciendo cosas, haciendo sus
juguetes. El mundo que vivan va a ser siempre una expansión de su corporalidad.
P. García: A propósito de ese traslado por el que nos preguntaba, en los diarios salió una nota
sobre los padres que estaban preocupados porque llegaban a sus casas y los niños estaban
chateando todo el día, y había menos comunicación de la que ya no había. Aparentemente,
por la naturaleza de cómo estamos organizados, como modo de convivencia, no generamos
espacios de encuentro con los amigos, los compañeros, etc. O bien son difíciles. Hay un tema
que muestra ciertas carencias.
H. Maturana: Estaba pensando, y esto hay que escucharlo con el debido respeto, que las
personas que han tenido accidentes serios y han quedado parapléjicos, si uno los mira son un
cuerpo, pero en su operar son una cabeza y necesitan un cuerpo artificial, que es distinto al
suyo propio, pues van a ser manos, piernas de distinta clase. Eso muestra que uno puede ser
solamente una cabeza si se enchufa a una corporalidad tecnológica, que lo único que va a
hacer es reemplazar nuestra corporalidad biológica.
P. García: Lo fundamental es cómo uno vive lo que vive. Lo vive desde la dependencia o lo
vive de la autonomía. No es culpa de una tecnología en sí. No es que haya tecnología mala y
tecnología buena. Estamos diciendo que los espacios de conversación reflexivos, los espacios
de encuentro, son fundamentales para generar esa autonomía desde nuestra biología.
H. Maturana: Mire por ejemplo otra situación. ¿De dónde surgen los juguetes con los que los
niños juegan? ¿Qué porcentaje de los niños que viven en la ciudad se arman sus juguetes?
Seguramente los menos. Y ni siquiera son legos o mecanos, que invitaban a hacer cosas y
abrían espacios de manipulación.
H. Maturana: Bajo el discurso de la preocupación por los niños hay un comercio que tiene que
ver con sus juguetes, y a través de esos juguetes se va deformando el mundo de los niños, que
ya no crecen con autonomía, con la conciencia de que ellos pueden hacer sus propias cosas.
Crecen dependientes del mundo preexistente.
H. Maturana: Porque seduce. Es como la comida chatarra. ¿Por qué come todo el mundo
comida chatarra? Porque tiene buen gusto. ¿Y por qué tiene buen gusto? Porque tiene grasa,
lípidos. Y resulta que esas mismas grasas que llevan a que uno se aficione a la comida
chatarra tienen efectos negativos. Uno sabe que no hace muy bien, pero es barata, accesible y
es rica. Entonces los padres le compran regalos a los niños ya hechos, y no tienen que
preocuparse mucho más.
P. García: Un ejemplo son los famosos monitores para poner junto a las guaguas. Mientras los
papás hacen su vida andan con el walkie talkie, y se perdió la preocupación de ir a ver al niño,
de arroparlo, darle un beso, de estar ahí. Y ese es un espacio menos.
¿Y cuál es la gravedad?
H. Maturana: Se da cuenta... Esa es una manipulación. Eso sirve para decir "Estas personas
están en el mercado del trabajo, les voy a pagar un sueldo, pero no me ocupo de lo que pasa
frente a la separación de los padres y sus hijos". Recuerdo que tenía en mis brazos a uno de
mis hijos, que tendría 5 ó 6 años. Yo estaba conversando con otra persona y él toma mi cara y
me dice "Papá, estás conmigo". Me helé, porque esa queja fue tremenda. Resulta que lo tengo
en los brazos, pero no lo tengo en los brazos. Nosotros damos por supuesto que estamos, y no
estamos.
Internet es una herramienta. ¿Cómo usarla para tener un mundo donde sea má deseable vivir?
H. Maturana: En la mañana miré un rato las noticias y había una en relación a una comunidad
en Puente Alto que tiene un problema sanitario, un sitio eriazo con basura. Y si usted escucha
la preocupación de la gente, ésta tiene que ver con el espacio relacionado. Hombres y mujeres
con un entendimiento fundamental perfectamente claro: "Queremos un entorno donde
podamos estar tranquilos, donde los niños jueguen en un parque, un espacio donde haya
bienestar". No lo dirán exactamente con mis palabras, pero es lo que quieren y es lo que todos
los seres humanos quieren, a menos que estemos totalmente trasformados para vivir inmersos
en un espacio virtual. No nos hacemos cargo de lo que es una responsabilidad social
fundamental: generar espacios donde las familias puedan ser familias humanas y no familias
tecnológicas, a menos que queramos que la gente sea toda tecnológica.
P. García: Mirar cómo nos relacionamos, de qué manera, con la tecnología. El tema no es
botar el PC, pero sí preguntarnos qué relación estamos teniendo con la tecnología, y después
preguntarnos qué queremos vivir y conducirnos de acuerdo a eso, asumiendo las
consecuencias de uno u otro camino. A la tecnología en la cultura en que vivimos, en la que
hay sometimiento, control, desconfianza, competencia, se le da un valor que genera una gran
ceguera. Uno puede escuchar a una autoridad decir que van a aumentar los computadores en
las escuelas rurales para que todos los niños estén conectados. Creer que la herramienta
conecta al niño revela una ceguera, la ceguera de no ver que lo que conecta al niño es el brazo
amoroso de su mamá, de su papá. La conexión está en las relaciones humanas.
Pero es positivo que coloquen PCs en una escuela. Los niños tendrán herramientas para hacer
cosas...
H. Maturana: Pero qué pasa con el espacio relacional de los padres con los niños. Qué pasa
con los espacios de juego efectivo, donde los niños mueven su cuerpo, corren, saltan. Qué
pasa con el espacio de manipulación donde pueden hacer cosas. Un niño que no hace nada
con sus manos no será capaz de arreglar el techo de su casa en un momento dado. Ahora se
hacen muchas cosas de manera mecánica, computarizada. El mundo se va a trasformar en
torno a la desaparición del humano, y hay personas que dicen "Bien, por allí va el progreso".
Entonces se va en una dirección en que el humano empieza a ser cada vez más dependiente de
ese supuesto progreso.
H. Maturana: Creo que es un impacto tremendo el que yo ya no pueda pagar con un billete
una cuenta en el banco y tenga que hacerlo por Internet. Encuentro que es una ofensa.
¿Y qué querría?
H. Maturana: Quiero un mundo en el cual podamos desenchufar las máquinas, y para eso
tengo que poder vivir sin máquinas. En ese momento el usar las máquinas pasa a ser un
instrumento de elección. Son los seres humanos los importantes. La formación de estos seres.
Hoy la mirada está puesta en los intereses particulares de unos y otros, y en general son de
poder, de riqueza, de manipulación. Muy rara vez son efectivamente de bienestar.