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III.

- CONCLUSIONES
1.-  La naturaleza y la religión son dos cumbres del paisaje humano
abrazadas por lo divino. El hombre las ha divisado como parte de su
ser desde que comenzó a  preguntarse sobre el mundo y su propia
vida. Y muchas veces ha tratado de trepar por sus laderas, escalarlas
para  ensanchar el  panorama,  en un intento repetido por indagar en 
lo infinito, todavía más insondable desde la altura. Al mismo tiempo
que el instinto lo impulsaba a vivir, la fe lo empujaba a creer, la razón
a descubrir, el amor a compartir  y la esperanza a trascender.
2.- Situados frente a ese bello horizonte, el que estamos
irremediablemente condenados a mirar cada día,  los primeros
habitantes de la Tierra instalaron sus altares en medio de la
naturaleza y dieron forma a las más variadas creencias. En nuestro
devenir de varios milenios,  han ocurrido encuentros y desencuentros
entre los escaladores,  porque las enormes limitaciones de la
condición humana los llevaron, a través de acciones y omisiones, a
protagonizar  excesos y descuidos imperdonables. Así tuvimos
guerras  y cruzadas, conquistas e independencias,  esclavitudes y
liberaciones, erosión y destrucción del ecosistema, euforia y angustia
por el futuro y otras variadas dualidades, intrínsecas a nuestra
especie.
3.- Si hacemos un breve recuento del tiempo en  que llevamos
registro, hasta aquí la ciencia ha visto a la naturaleza –la creación del
Creador- como un elemento neutro, sin valor ético; sólo  un medio, un
instrumento útil a sus investigaciones y experimentos. La religión  en
tanto, la considera un regalo del Creador, algo auténticamente
gratuito, caído del cielo. Por ello,  la naturaleza perdió su lugar central
en la mente del hombre y en las sociedades  urbanas,  ambas
fuertemente influidas por el racionalismo y los resultados del método
científico.  La religión, sostenida en la certeza de lo que no se ve y en
las verdades reveladas, tampoco podía concitar el apoyo de la ciencia
y la técnica, las  que trabajan con lo empírico y demostrable y frente a
situaciones concretas  y no con totalidades infinitas, como lo son  las
preocupaciones  propias de la religión. Y entre ambas –ciencia y
religión- creció la exclusión, cuando no la minusvalía y los
desencuentros.
4.-  De los aproximadamente 7.000 millones de habitantes que
pueblan la Tierra, unos 5.800 millones practican distintas religiones.
Es decir, más del 80 %  de ellos, cualquiera sea su raza, nacionalidad,
idioma o latitud geográfica, cree en algo sagrado. Las creencias con
mayor cantidad de adeptos son el Cristianismo, el Islamismo, el
Hinduismo, el Budismo y las Religiones Chinas Tradicionales, en ese
orden.
5.-  Hoy estamos, como ya ocurrió en otras ocasiones que recuerda la
historia, enfrentados a una  difícil encrucijada. Tenemos dificultades
para manejar el mundo cultural que hemos cargado a las espaldas de
la naturaleza. La Ciencia y la Técnica no nos aseguran una
convivencia  sana y pacífica, ni garantizan el delicado equilibrio
ecológico; la economía, uno de los motores del sistema, tampoco es
completamente fiable por sus constantes crisis que generan
desempleo y pobreza; y la política, eje conductor de  la sociedad,  se
ve afectada por distorsiones –o derechamente corrupciones- de
forma y fondo, las que provocan más desconfianzas que certezas.
6.-  Entre las maravillas que nos regala  la tecnología de nuestra
época,  se cuenta la superación de las distancias geográficas, gracias a
los medios de comunicación social. Entre ellos la televisión e internet,
que han generado enormes beneficios para el bienestar y la
información de la población, pero que presentan un severo riesgo si
no son bien utilizadas, ya que la adicción puede llevar a “ver sin
entender”, al disminuir la capacidad de abstracción  – lo más distintivo
y valioso de la especie humana- que se desarrolla con la lectura.
7.- El anhelo de habitar un mundo mejor se hizo masivo y luego
global, a través del aporte  de disciplinas que se interesan por lo
cuantitativo, pero también de las creencias  que contribuyen  desde lo
espiritual. La gente plantea cada vez con más fuerza, que al ingreso
per cápita, el valor del dólar, las políticas monetarias, la tasa de
interés o los términos de intercambio, que inundan nuestra vida
diaria, le agreguemos otros ingredientes más holísticos como los
derechos humanos, el amor, la fe y la esperanza .  Y quienes
reflexionan sobre el acontecer, demandan nuevas formas de pensar,
educar  y enfrentar el porvenir.
8.-  Un tema central del discurso ciudadano  actual es  la preocupación
por la destrucción de ecosistemas naturales  que ponen en peligro la
vida de muchas especies, incluyendo al hombre que camina hacia un
“ecocidio” global. Como respuesta a esa inquietud surgen
movimientos que plantean una nueva forma de reflexionar sobre el
mundo, a través de la Ecofilosofía, la que se autodefine como
orientada hacia la vida, en contraposición a la filosofía actual, más
enfocada hacia el lenguaje.
9.- En el ámbito de la Teología también hay enfoques nuevos como el
que explora el carácter de lo sagrado en cuanto sería un elemento de
la estructura de la conciencia. Eso explicaría por qué  en las culturas
más arcaicas, el vivir es un acto religioso, puesto que  alimentarse,
ejercer la sexualidad y trabajar eran acciones que poseían un valor
sacramental. Entonces, “hacerse hombre” era ser religioso. Eso se
perdió en el devenir de la humanidad, pero hay deseos de rescatarlo
aunando esfuerzos en el campo de la religión, pero también en la
política y otras disciplinas, sin desconocer o desechar los enormes
aportes que hace la ciencia y la tecnología para mejorar las
condiciones de vida humana. Incluso se anuncia una nueva “era
dorada”, influida por fenómenos astronómicos que permitiría la
formación de una sola iglesia  universal que unificará todas las
creencias.
10.-  El  hecho de tener y expresar  nuevas ideas en relación  a la
naturaleza y a la religión no significa necesariamente que se  van  a
producir  novedades en la materia. Todo proceso de cambio pasa por
tres fases: un primer momento de difusión de ideas innovadoras, una
segunda de tensión, en que se aceptan o rechazan las propuestas –
está ocurriendo ahora mismo con los cambios sugeridos- y un tercer
momento en que  la innovación se produce. Para que esto último
ocurra, falta mucho, pero proponerse cambiar  ya es un indicador
reconfortante porque, siguiendo la metáfora inicial de estas
conclusiones,  eso indica que sigue vivo  el viejo empeño por
conquistar estas dos altas  cumbres del paisaje humano que son la
naturaleza y la religión. Ambas sostienen parte muy importante de la
cordillera de la vida.

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