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14 ideas clave
El trabajo en equipo del profesorado
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Colección Ideas Clave
Director de la colección: Antoni Zabala
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Índice
Presentación
¿Por qué se valora positivamente el trabajo en equipo?
¿Trabajan en equipo los profesores?
• ¿En qué se basa el trabajo cooperativo?
• ¿Qué ventajas aporta a los profesores trabajar en equipo?
• ¿Qué elementos facilitan el trabajo colaborativo en los centros?
¿Qué dificultades presenta para los docentes el ejercicio de la colaboración?
• ¿Qué medidas podrían tomarse para fomentar el trabajo en equipo entre el profesorado?
14 preguntas sobre el trabajo en equipo y 14 ideas clave para resolverlas
1. El trabajo en equipo supone interés por la realización de proyectos comunes
El trabajo en equipo y las finalidades compartidas
• La importancia de las metas comunes
• Características del trabajo cooperativo
• Del proyecto común a la colaboración
En la práctica
2. Los grupos deben tener autonomía para organizar su trabajo
Formación y organización de los grupos colaborativos
• Los grupos tienden a determinar el contenido y la forma de su actividad
• Los grupos de trabajo deben estar dotados de autonomía
En la práctica
3. A través del análisis del tipo de colegialidad podemos mejorar nuestro trabajo en equipo
Diferentes tipos de colegialidad
• El trabajo colaborativo puede analizarse desde diversos criterios
• Las comunidades críticas de profesores
• Hacia una mayor interrelación colegial
En la práctica
4. El trabajo en equipo del profesorado aumenta la calidad de la propuesta educativa
La necesidad del trabajo en equipo y sus ventajas
• El porqué de trabajar en equipo
• Ventajas del trabajo colaborativo
• Beneficios para el profesorado y sus alumnos
En la práctica
5. El trabajo en equipo mejora los vínculos afectivos y las relaciones sociales
Trabajo en equipo, vínculos afectivos y relaciones sociales
• Reconocer a los otros como personas
• Las relaciones interpersonales en la colaboración
• Colaborar: una experiencia personal con fuerte proyección social
En la práctica
6. El trabajo en equipo favorece la formación y el desarrollo profesional del profesorado
De la colaboración al desarrollo profesional
• El desarrollo profesional del profesorado
• Escuelas cooperativas y desarrollo del profesorado
• La colaboración nos convierte en mejores profesionales
En la práctica
7. El trabajo en equipo está condicionado por las características personales, culturales y organizativas
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Condiciones que favorecen o dificultan el trabajo colaborativo
• Requisitos para el trabajo en equipo
• Dificultades a las que se enfrenta el trabajo en equipo
• Elementos que facilitan o dificultan la colaboración
En la práctica
8. La individualidad debe sustituir al individualismo en el trabajo en equipo
El individualismo y la individualidad
• El individualismo frente al trabajo en equipo
• Individualismo e individualidad en los centros educativos
En la práctica
9. El trabajo en equipo debe ser auténtico
La colegialidad artificial
• Algunas formas desajustadas de colaboración
• La colegialidad artificial y sus consecuencias
En la práctica
10. El trabajo en equipo debe superar cualquier división en subgrupos existente en el centro
La balcanización: colaboración en grupos aislados
• La colaboración en grupos aislados y sus características
• Algunas medidas para contrarrestar la balcanización
• La balcanización impide el desarrollo global de los centros
En la práctica
11. Las administraciones educativas deben contribuir a la mejora de la colaboración entre el
profesorado
Medidas de las administraciones educativas para promover el trabajo colaborativo
• Mejorar la colaboración es mejorar la educación
• Medidas para mejorar el trabajo colaborativo de los profesores
En la práctica
12. El trabajo en equipo se debe promover desde los equipos directivos y, en general, desde todo el
centro
Medidas de los centros y equipos directivos para fomentar la colaboración
• La necesidad de promover el trabajo colaborativo del profesorado desde los centros y sus equipos
directivos
• Algunas medidas que pueden establecerse desde los centros y sus equipos directivos para promover el
trabajo colaborativo
En la práctica
13. El profesorado debe llegar a acuerdos que faciliten el trabajo conjunto en sus centros. Otras
agencias que inciden en la educación también deberían trabajar en este objetivo
Medidas que pueden adoptarse desde el profesorado o desde otras instancias para mejorar el trabajo
conjunto
• Los profesores pueden adoptar acuerdos que mejoren su trabajo colaborativo
• Algunos acuerdos que pueden adoptar los profesores y medidas que deberían tomarse desde otras
instancias
En la práctica
14. La cultura de la colaboración ofrece a los centros muchas ventajas. Trabajar por ella es una tarea
de toda la comunidad educativa
Un reto: extender la cultura de la colaboración
• Las culturas de la escuela
• Las culturas de la colaboración
En la práctica
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Glosario
Referencias bibliográficas
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Presentación
La razón para proponer el estudio y la práctica de la colegialidad es que, presumiblemente, algo se gana cuando
los profesores trabajan juntos y algo se pierde cuando no lo hacen.
(Little, 1990, p. 166)
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sugerencias, recomendaciones e incluso material procedente de nuestros colegas, ya que
«dos cabezas piensan mejor que una».
Dentro del segundo grupo de argumentos podemos decir que, según Izquierdo (1996),
la idea de la colaboración1 se ha generalizado porque se ha convertido en una nota
distintiva del sistema educativo y del talante profesional de los docentes. Ya el discurso
de la reforma educativa planteada por la LOGSE retomó y popularizó términos como
«participar», «compartir» y «cooperar».
Desde estas dos perspectivas diferentes, pero complementarias, se llega a la misma
conclusión: es preciso colaborar en el ejercicio del trabajo docente. Del trabajo en equipo
se esperan resultados que superen las capacidades individuales de sus miembros, quizás
porque como reza el dicho popular «siempre cuatro ojos ven más que dos».
La colaboración entre profesores es hoy, además, más necesaria que nunca, ya que la
división en materias que caracteriza a nuestro sistema educativo y su consiguiente
dificultad para interrelacionar los conocimientos exigen el aprendizaje de la competencia
de colaborar dentro de los equipos docentes.
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¿En qué se basa el trabajo cooperativo?
Si observamos a varios grupos de profesores que trabajan conjuntamente y queremos
conocer lo que su actividad tiene en común, podemos hacernos dos preguntas básicas:
¿qué es lo que caracteriza al trabajo en equipo?, ¿qué elementos lo definen y permiten
diferenciarlo de otros tipos de trabajo? Las respuestas apuntarán necesariamente a la
existencia de metas compartidas que aglutinan al colectivo y lo dotan del interés necesario
para desarrollar una tarea común. Sólo desde la perspectiva de este objetivo común
podremos responder al resto de cuestiones, ya que la formación del grupo, las tareas que
asume, el papel de sus líderes, etc. dependerán, fundamentalmente, de la fuerza de las
finalidades comunes que el grupo pretenda conseguir. En función de dichos objetivos se
organizará todo el trabajo, de manera que si no tenemos en cuenta el propósito común
que sustenta al equipo, no podremos comprender su formación, organización o
desarrollo.
A partir de este planteamiento entenderemos las actividades colaborativas como algo
que excede los aspectos técnicos y podremos formularnos nuevas preguntas: ¿qué formas
presenta la colaboración entre profesores?, ¿podemos distinguir diferentes niveles de
implicación en esta tarea?
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De las ventajas del trabajo en equipo surge su valoración y la necesidad de conocer los
elementos que lo facilitan o lo dificultan. Analizaremos aquí aspectos favorables al
mismo, como la importancia de poseer creencias educativas compatibles con las de los
compañeros, y otros desfavorables, como la dificultad que puede suponer la presencia en
las aulas de los actuales libros de texto o la falta de tiempos comunes por parte del
profesorado.
Conocer las dificultades a las que se enfrenta la práctica de la colaboración nos
ayudará también a responder a preguntas como las siguientes: ¿por qué en el trabajo de
los profesores predomina en muchas ocasiones el individualismo?, ¿cuál debe ser el
equilibrio que tiene que mantenerse entre trabajo en equipo y trabajo individual? Por otra
parte, si la colaboración es aconsejable, la tentación de convertir esta actividad en
obligatoria nos suscitará otro bloque de preguntas: ¿se podría obligar a los profesores a
colaborar?, ¿sería conveniente hacerlo? Reflexionaremos aquí acerca de la colaboración
artificial que puede acompañar a esta obligatoriedad y sobre las consecuencias negativas
que acarrearía.
2. ¿Cómo se facilita una colaboración más auténtica, permitiendo que los grupos se
organicen y decidan los contenidos sobre los que van a trabajar y los momentos en que
van a hacerlo o dejando estas decisiones en manos de instancias externas como la
administración o el centro educativo?
Idea clave 2: Los grupos de trabajo deben disponer de autonomía para determinar
los contenidos de su actividad y los tiempos en que deben realizarla. Sólo así se
conseguirá una auténtica colaboración.
3. ¿Qué formas adopta el trabajo en equipo y para qué conviene analizar las
implicaciones de cada una en el desarrollo de la colaboración?
Idea clave 3: Conviene analizar la forma que adopta el trabajo colaborativo de un
grupo para valorar y aprovechar las posibilidades que ofrece, e ir avanzando hacia
un mayor grado de interacción colegial.
4. ¿A qué necesidades del centro, del alumnado y del profesorado responde el trabajo en
equipo? ¿Qué ventajas ofrece?
Idea clave 4: Para mejorar la enseñanza, facilitar la inserción del centro en su
entorno y potenciar la profesionalidad docente, es necesario el trabajo en equipo
de los profesores. Su práctica proporciona numerosas ventajas como ofrecer
apoyo moral para la innovación y la reforma, potenciar la capacidad de reflexión,
aumentar la eficiencia de los centros y apoyar el cambio de valores.
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Idea clave 6: Para favorecer la formación de los profesores y su desarrollo
profesional debemos promover el trabajo en equipo.
8. ¿Cuáles son las causas de que el individualismo se presente con tanta frecuencia en el
trabajo docente? ¿Cómo podemos erradicarlo sin perder la fuerza creativa de cada uno
de los miembros del grupo?
Idea clave 8: Frente al individualismo que suele caracterizar al trabajo docente e
impide el acceso a nuevas ideas, debemos promover, dentro de un marco
colaborativo, la individualidad que aporta la iniciativa y la fuerza creativa de los
profesores.
10. ¿Por qué en los centros se crean grupos cohesionados que no se relacionan entre sí;
qué consecuencias tienen para la enseñanza y cómo pueden superarse para llegar a una
colaboración global?
Idea clave 10: Los centros deben evitar que se produzcan en ellos situaciones de
colaboración en grupos aislados, propiciadas por estructuras como los
departamentos o ciclos y que impiden el desarrollo del centro en su conjunto.
11. ¿Qué pueden hacer las administraciones educativas para mejorar la educación a
través de la mejora de la colaboración entre el profesorado?
Idea clave 11: Mejorar la colaboración entre profesores es mejorar la educación.
Desde las administraciones educativas se deben adoptar medidas que fomenten el
trabajo colaborativo, como otorgar a los centros mayor autonomía o modificar
algunas de las condiciones en las que el profesorado ejerce su labor.
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12. ¿Qué medidas deben tomarse desde los centros para fomentar el trabajo en equipo y
quién debe tomarlas?
Idea clave 12: Los centros educativos y sus equipos directivos deben establecer
medidas que promuevan y faciliten el trabajo colaborativo, como favorecer el
desarrollo de finalidades comunes, fomentar las relaciones basadas en la ayuda
mutua o diseñar y desarrollar proyectos colectivos de carácter innovador.
13. ¿Qué podemos hacer los profesores dentro y fuera de nuestros centros para
promover el trabajo colaborativo? ¿Qué podrían aportar al respecto otras instancias?
Idea clave 13: Los profesores deben adoptar de forma colectiva acuerdos que
promuevan el desarrollo de la colaboración en sus centros, como mantener
actitudes dialogantes con el resto de compañeros o impulsar el desarrollo de
organizaciones docentes de tipo horizontal . Otras agencias, como las responsables
de la formación inicial y permanente o de la elaboración de materiales curriculares,
deberían tomar también medidas al respecto.
1. Todos los términos que aparecen en negrita pueden encontrarse en el glosario del libro (pp. 192-194).
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Idea clave 1
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del proceso, suelen enfrentarse a otras preguntas de tipo más inmediato y personal:
¿Sería conveniente en determinadas situaciones promover o, incluso, forzar la creación
de equipos de trabajo? ¿Quién debería proponer en ellos el tema objeto de estudio? ¿Es
necesario que todos los miembros del grupo compartan el interés por dicho tema? ¿Qué
papel deben jugar los líderes en estos momentos iniciales del trabajo en común? ¿Quién
debería liderar el proceso? Para responder a estas preguntas es necesario hallarse en el
contexto de una situación concreta y de un centro y unos compañeros determinados,
pero también es imprescindible conocer las características del trabajo colaborativo y la
dinámica a la que está sometido, especialmente en lo que se refiere a los elementos que le
otorgan su razón de ser. Sobre todos estos aspectos y su desarrollo en la práctica
hablaremos en este capítulo, que pretende buscar las raíces de la colaboración
deteniéndose inicialmente en la observación de la semilla de la que crece.
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En el trabajo colaborativo lo importante es la meta en común. A partir del grado en que esa meta se
asuma, la fuerza con que se viva y la profundidad de las relaciones que genere, se establecerán unos
modos de actuar que apoyarán la consecución de los objetivos que aglutinan al equipo.
Nos aproximamos, así, a desentrañar una de las condiciones del auténtico trabajo en
equipo: la existencia de metas compartidas basadas en el grado de cohesión del
profesorado y en la existencia de un pensamiento colectivo. Sin embargo, el trabajo
colaborativo responde también a otras condiciones que lo caracterizan y le confieren un
carácter propio.
«Trabajar juntos para alcanzar objetivos comunes» es la breve fórmula con la que
Johnson, Johnson y Holubec, (1999), autores comprometidos con el estudio de este
tema, definen el trabajo cooperativo, señalando además algunas de las condiciones que
esta actividad debe cumplir:
• Que se produzca interdependencia positiva entre objetivos, recursos y roles, hecho
al que hemos aludido anteriormente y que interrelaciona el éxito individual con el del
grupo. En una situación colaborativa, los individuos procuran obtener resultados que
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sean beneficiosos para ellos mismos y para todos los miembros del equipo. Esta
estructura interdependiente positiva de metas, propia del trabajo colaborativo, se
caracteriza por el hecho de que cada miembro del grupo promueve el crecimiento de
los otros y contrasta tanto con las metas independientes, propias de las labores
individuales en las que cada participante trabaja por su cuenta; como con las metas
opuestas, propias de las tareas competitivas en las que cada individuo se enfrenta a
los demás, ya que la consecución de sus objetivos se contrapone al logro de los del
resto. Una competición de carácter individual como la que se da en los
enfrentamientos deportivos o en los concursos de diversos tipos posee en su interior
una estructura de metas opuestas.
• Que se dé responsabilidad individual y grupal respecto a la consecución de los
objetivos. El grupo deberá asumir la responsabilidad de alcanzar los objetivos que se
ha propuesto, del mismo modo que cada miembro será responsable de cumplir con la
parte del trabajo que le corresponda. Nadie puede oponerse al trabajo de los otros y
las responsabilidades no pueden quedar diluidas en el interior del grupo.
• Que los miembros posean habilidades de intercambio interpersonal y en grupo. Sin
intercambios entre los miembros del equipo no puede prosperar el trabajo
colaborativo.
• Que se genere una conciencia del funcionamiento colectivo que haga posible evaluar
conjuntamente en qué medida se están alcanzando las metas y se están manteniendo
relaciones de trabajo eficaces. Los grupos deben determinar qué acciones de sus
miembros son positivas o negativas y tomar decisiones acerca de qué conductas
conviene conservar o modificar.
• Que exista interacción cara a cara, de forma que la proximidad y el diálogo
permitan desarrollar dinámicas de ayuda, apoyo y refuerzo entre los miembros del
equipo. Éstos adquieren, así, un compromiso personal unos con otros y con sus
objetivos comunes.
Bajo la denominación genérica de «trabajo en equipo» se ocultan a veces situaciones en las que las
reuniones se multiplican, pero carecen de un auténtico carácter cooperativo.
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quiere hacer conjuntamente, bien porque la idea haya partido del grupo o porque éste
haya asumido las propuestas que le vienen de fuera. Esta intencionalidad común
proporciona las finalidades compartidas que, más que un requisito de la colaboración,
constituyen su razón de ser y su auténtico motor. El trabajo posterior será siempre una
consecuencia, de manera que el hecho de cooperar no puede reducirse a unas técnicas, ni
éstas por sí solas podrán mover el proceso colaborativo. Colaborar es siempre un medio
para lograr unos objetivos consensuados y sentidos. Potenciar la colaboración nos obliga
a partir de dichos objetivos.
La colaboración es, en esencia, el proyecto de un grupo que se aglutina en torno a los
fines por los que ha optado, o que, al menos, ha hecho suyas las metas que otros le han
propuesto. El grado de eficacia del trabajo cooperativo depende de la calidad de la
interacción que se produzca en el seno del grupo, siendo mayor la que más se ajuste a los
rasgos básicos de las situaciones de cooperación reflejadas anteriormente.
La interacción colegial existe en los casos en los que los docentes se implican fuerte y progresivamente
en un diálogo sobre su práctica profesional; se observan y proporcionan críticas positivas sobre su
trabajo; plantean, diseñan, investigan, evalúan y preparan conjuntamente los materiales de la
enseñanza; y aprenden de los demás.
Podemos identificar los centros que han desarrollado en profundidad una cultura
colaborativa por algunas de las actividades que realizan los profesores. La interacción
colegial existe, según Little (1988), en los casos en los que los profesionales:
• Se implican fuerte y progresivamente en un diálogo sobre la práctica de la enseñanza.
• Se observan a menudo y se proporcionan críticas positivas sobre su trabajo docente.
• Plantean, diseñan, investigan, evalúan y preparan conjuntamente los materiales de la
enseñanza.
• Aprenden de los demás sobre la práctica docente.
En las relaciones de reciprocidad positiva están implicadas relaciones de confianza básica, mientras que
en las relaciones de reciprocidad negativa el proyecto de los otros se siente como una interferencia del
propio.
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los diferentes proyectos de los miembros del equipo se favorecen mutuamente. Las
relaciones de reciprocidad positiva implican relaciones de confianza básica, pues
consideran al otro como un colaborador en potencia de los propios proyectos. Por el
contrario, en las relaciones de reciprocidad negativa, se siente el proyecto de los otros
como una interferencia del propio, a la vez que cada miembro del grupo se convierte en
una amenaza para el resto. Transformar las relaciones negativas en positivas puede
constituir el inicio de la colaboración.
Los profesores colaboran para lograr fines compartidos que ellos mismos se han
planteado o han asumido. Aunque la existencia de fines propios por los que cooperar
constituye el requisito básico de la cooperación, en ocasiones, los profesores pueden
adoptar como suyas las finalidades que otros les proponen. En estas situaciones, la
adopción como propios de unos fines propuestos genera también colaboración, ya que la
idea que ha llegado de fuera puede ser sentida y vivida como propia. El liderazgo de
alguno de los miembros del grupo puede resultar determinante para que se llegue a
situaciones de auténtica colaboración. Sin embargo, cuando estos fines comunes no
existen, cuando los profesores no sienten la necesidad de trabajar para lograrlos, o
cuando no disponen de las condiciones necesarias para trabajar en su favor, la
colaboración deja de serlo para limitarse a una simple técnica grupal que no goza de la
riqueza ni de las ventajas de las situaciones auténticamente colaborativas. En muchas
ocasiones, el individualismo propio de nuestra sociedad promueve un trabajo en equipo
de estas características, que se limita a un reparto de tareas desvinculado de la
consecución de unos fines propios.
Colaborar supone una actitud que impregna al conjunto de la vida de la escuela: los profesores que
colaboran con sus compañeros suelen promover el trabajo cooperativo con sus alumnos.
Los profesores que colaboran con sus compañeros suelen llevar también esta actividad
al aula promoviendo, en mayor o menor grado, el trabajo cooperativo con sus alumnos,
ya que colaborar no es un mero proceso técnico, sino que supone una actitud que
impregna el conjunto de la vida de la escuela y conforma la cultura de la colaboración
que se extiende a todos los momentos y situaciones de la vida del centro. Ése será
nuestro horizonte, para llegar a él partiremos del fomento de proyectos comunes que
interesen al profesorado.
En la práctica
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ocasiones permanecen ocultas tras la cortina de humo de la propia actividad.
Potenciar el desarrollo de finalidades compartidas por el grupo resulta determinante
a la hora de favorecer el trabajo en equipo. Esta forma de intervenir, junto con la
de facilitar medios y recursos, son las únicas posibles, aunque en muchas ocasiones
nos empeñemos, desde los propios grupos o desde los equipos directivos, en
organizar el trabajo en común alrededor de temas que no despiertan intereses
compartidos en las personas que tienen que llevarlo a cabo. La importancia que
tiene el partir de intereses comunes y las repercusiones que conlleva este modo de
actuar las podemos constatar a través de uno de los muchos ejemplos que se
producen en los centros.
Julio es el jefe de estudios de un colegio de educación infantil y primaria de tamaño
medio situado en un barrio urbano. Tanto él como Inés, la directora, piensan que en
el centro se trabaja muy poco en equipo, ya que, aunque es cierto que los órganos
colegiados se reúnen de acuerdo con la normativa, no generan proyectos comunes
ni se detecta en ellos un interés por llevar a cabo una coordinación más estrecha.
Los miembros del equipo directivo, de acuerdo con su experiencia docente anterior,
consideran que un colegio coordinado ofrecería mayores posibilidades a alumnos y
profesores, a la vez que resultaría mucho más fácil de gestionar. Piensan también
que muchas prácticas y costumbres que están muy arraigadas entre el profesorado
deberían renovarse, pero no encuentran la manera de crear un ambiente de debate
en el que se contrasten pareceres y se renueven y aúnen criterios.
La necesidad de promover el trabajo conjunto es una idea recurrente en las
reuniones del equipo directivo, especialmente a final de curso, cuando sus
miembros se detienen a reflexionar acerca del funcionamiento del centro y sus
posibilidades de mejora. En esas fechas no faltan las propuestas de trabajo conjunto
que, a principios del curso siguiente, llevan al claustro y a la comisión de
coordinación pedagógica sin que de ellas se deriven cambios importantes en la vida
del colegio. Ya el primer año que asumieron la dirección, propusieron a los órganos
de coordinación el desarrollo de un trabajo más colegiado y, para ello, establecieron
diferentes comisiones. Estas comisiones, sin embargo, no fueron efectivas, ya que,
aunque se reunieron muchas veces, no consiguieron el objetivo inicial de aunar el
centro. El año siguiente formularon una nueva propuesta consistente en revisar de
forma colegiada el proyecto educativo del centro. La idea no fue acogida por el
claustro con mucho entusiasmo, pero la tuvo que asumir al no encontrar motivos
serios para rebatirla. Sin embargo, a pesar de las energías invertidas por el jefe de
estudios para organizar el trabajo, no se realizó una revisión seria, ni se trabajó de
forma colaborativa.
Un curso después llegó al centro Miriam, una profesora que muy pronto propuso
la celebración de unas jornadas sobre el medio ambiente similares a las que se
venían realizando en su centro de procedencia. En ellas participarían, con sus
propias ideas y sugerencias, todo el alumnado y profesorado del colegio agrupado
por ciclos. El claustro aceptó la idea con interés porque algunos profesores habían
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pensado, desde hacía tiempo, organizar alguna actividad cultural que tuviese
proyección en las familias y en el barrio, otros estaban interesados por los
problemas medioambientales y muchos veían la ocasión de que el centro hiciese
algo útil y práctico para la comunidad. El equipo directivo, sin embargo, dio el visto
bueno a la propuesta con poco entusiasmo, ya que la consideraban una forma de
alejarse de las verdaderas necesidades del centro. Finalmente se empezó a preparar
la actividad. La organización de las jornadas llevó más tiempo del previsto y se
invirtió en ellas más esfuerzo del inicialmente calculado, pero el interés del
profesorado en la tarea iba creciendo día a día y las reuniones eran cada vez más
vivas y contaban con mayor implicación por parte de los participantes.
Acabó el curso y más allá del éxito de unas actividades medioambientales y la
consecución de unos objetivos al respecto, quedó en el centro el gusto por reunirse
y la experiencia de haber sido capaces de realizar en común una tarea importante.
Para el año siguiente el profesorado del tercer ciclo propuso a la comisión de
coordinación pedagógica revisar los objetivos y contenidos de las programaciones
relacionados con la educación medioambiental, tema éste que
acabó convirtiéndose en una nota de identidad del centro, ya que las reflexiones
realizadas en los grupos condujeron a descubrir en el alumnado del centro
importantes carencias conceptuales y actitudinales al respecto.
Una vez más el interés del grupo por llevar adelante un proyecto concreto tuvo más
fuerza y mayor capacidad de convocatoria que los llamamientos abstractos a
colaborar o las propuestas bienintencionadas, pero desvinculadas de los intereses de
la mayoría del claustro. Colaborar les animó, además, a seguir trabajando
conjuntamente en cursos sucesivos.
Fomentar el interés de los profesores del centro por un proyecto común
constituye un medio muy adecuado para promover, a partir de ese interés, un
trabajo colaborativo.
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Idea clave 2
Los grupos deben tener autonomía para
organizar su trabajo
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qué se organizan de una manera determinada? Buscar respuestas a estas preguntas nos
obliga a fijarnos en las tareas que asumen y que, como venimos diciendo, constituyen el
elemento aglutinador del grupo. Pues bien, en ocasiones estas tareas deberían
desarrollarse en determinados órganos de coordinación pedagógica del centro, que se han
vaciado de contenido y no cumplen ya esta función o la cumplen sólo parcialmente, otras
veces el trabajo en equipo se lleva a cabo en momentos diferentes a los que
administrativamente están habilitados para ello. A partir de aquí nos surgen nuevas
preguntas que apuntarían al núcleo central de las ideas que queremos desarrollar en este
capítulo: ¿Por qué asumen los grupos determinadas tareas? ¿En función de qué variables
eligen los momentos en los que reunirse? ¿Quién debe determinar los contenidos sobre
los que han de trabajar los grupos y los momentos en los que han de reunirse? ¿Qué
papel juegan los líderes en estos procesos? ¿Se puede promover el liderazgo desde los
centros? Aproximarnos al conocimiento de estas y otras cuestiones similares nos ayudará
a entender la importancia de la composición y el funcionamiento de los grupos de trabajo
en el desarrollo de los procesos colaborativos, así como la dependencia de estos factores
de otras variables que es preciso conocer.
Los profesores se agrupan fundamentalmente cuando disponen de libertad para hacerlo, en función de
su interés por temas comunes y de forma selectiva, con aquellos compañeros con los que comparten una
misma idea sobre la enseñanza o mantenían previamente una relación personal positiva.
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Aun en los casos en los que no se respetan o se adaptan libremente las prescripciones
administrativas, los grupos están bajo la influencia de los condicionantes que les impone
la cultura dominante en el centro y, en general, en la sociedad. De este modo podemos
explicarnos que se tienda a los agrupamientos que en nuestra cultura tienen mayor
prestigio, como es el caso de los que se basan en las áreas o asignaturas, aunque el
trabajo que se quiera desarrollar tenga un carácter interdisciplinar. Los profesores, incluso
los de primaria, prefieren en muchas ocasiones agruparse por áreas, aunque se trate de
organizar una semana cultural o una visita extraescolar. Piensan, de manera implícita, que
es desde una materia, concretamente desde la que más dominan y en la que se han
socializado, desde donde más pueden aportar a un tema concreto por muy globalizador
que éste sea. La formación inicial vinculada a un área de conocimiento que se da tanto
entre el profesorado de secundaria como entre los profesores especialistas de primaria
propicia el interés por este tipo de agrupamientos. Muchas veces se prefiere también
trabajar en grupos homogéneos de centro, materia y nivel con el objetivo de evitar
dificultades y ser más eficientes. Raramente se cuestionan estos agrupamientos, que
pueden ser más eficaces a la hora de obtener un producto, pero limitan la riqueza del
proceso cooperativo.
Dado que los grupos trabajan por unos intereses propios, no es de extrañar que los
temas preferidos de los profesores giren en torno a las tareas de diseño y desarrollo de las
actividades en el aula: elaboración de materiales para trabajar determinados aspectos con
los alumnos y diseño y desarrollo de unidades didácticas. Estos trabajos suelen presentar
algún aspecto innovador que constituye uno de los motores del trabajo conjunto, bien por
tratarse de nuevas enseñanzas o bien, de una manera diferente de abordar las habituales.
Sin embargo, cuando la iniciativa de colaborar procede de los equipos directivos, los
temas propuestos suelen referirse a aspectos generales del centro y, en especial, a la
realización de tareas prescriptivas como la elaboración o revisión de los proyectos
educativo o curricular. En estos casos, para que la colaboración sea auténtica, es preciso
que el profesorado asuma las propuestas que realiza el equipo directivo y se interese
realmente por ellas.
Para que la colaboración sea efectiva cuando la iniciativa de colaborar procede de los equipos directivos
es preciso que el profesorado asuma las propuestas que se le realizan y se interese realmente por ellas.
Colaboración e innovación han ido unidas a lo largo de la historia: el deseo de innovar ha llevado a los
profesores a colaborar.
Los profesores colaboran, generalmente, para realizar tareas con cierto grado de
innovación y más difíciles de abordar en solitario, tanto por el esfuerzo o la dificultad que
éstas suponen, como por el hecho de que el sistema escolar no ofrezca soluciones
diseñadas de antemano a través, por ejemplo, de los libros de texto u otros materiales.
Cuando desde otras instancias se ofrecen soluciones prefabricadas que vienen a solventar
la necesidad sobre la que se construía la cooperación, es muy difícil que ésta se produzca
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o que se mantenga en el tiempo. También históricamente la colaboración ha venido
dándose en el contexto de la innovación, es decir que el deseo de innovar ha llevado a los
profesores a colaborar. Colaboración e innovación van unidas, dado que el trabajo
conjunto propicia las acciones innovadoras y resulta necesario para mantenerlas.
El profesorado no sólo determina, de acuerdo con sus intereses, el contenido sobre el
que se va a colaborar y los grupos en los que se va a desarrollar la tarea, sino que
establece también los momentos en los que los miembros del grupo se van a dedicar a
ella. En ocasiones, los profesores desarrollan su trabajo conjunto en tiempos destinados a
otras funciones o situados fuera de la jornada laboral. En estos casos, el interés por
trabajar en equipo y hacerlo de la mejor manera vence cualquier intento de recluir la
colaboración en espacios regulados administrativamente y condicionados por la
composición del grupo y por los tiempos de que se dispone para ejercer esta tarea.
La colaboración auténtica debe basarse en la autonomía de los grupos de trabajo para determinar los
contenidos de su actividad y los tiempos en que van a realizarla.
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proceder de haber asumido propuestas externas, los grupos van dotándose, de acuerdo
con sus posibilidades, de los medios organizativos para trabajar conjuntamente, de ahí la
necesidad de disponer de autonomía para organizarse adecuadamente.
Los centros deben favorecer el liderazgo, pues los líderes desempeñan un importante papel en la
formación y organización de los equipos.
En la práctica
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realizar alguna modificación en ellas, bastaba con que lo dijese y se harían las
oportunas modificaciones, ya que, como le gustaba repetir a menudo: «nadie
conoce mejor lo que funciona y lo que no funciona de una programación que los
profesores que la imparten en ese momento». El resto del equipo encontraba esta
situación bastante cómoda, debido a que una o dos reuniones mensuales eran
suficientes para transmitir las informaciones que llegaban de la comisión de
coordinación pedagógica, acordar algunos aspectos puntuales como la elección de
libros de texto, u organizar determinadas actividades extraescolares relacionadas
con sus materias.
Ante la falta de trabajo conjunto y después de que varias iniciativas al respecto se
vieran cortadas radicalmente por falta de interés del grupo, Teresa decidió renunciar
de momento a dinamizar el departamento y optó por ponerse a trabajar con una
compañera con la que compartía varios niveles y que, por lo que habían hablado
hasta el momento, tenía cierto interés por preparar materiales comunes. Empezaron
proponiéndose la tarea de adecuar algunos temas de la asignatura de historia de
segundo curso de bachillerato a las indicaciones del coordinador de selectividad. A
partir de ahí diseñaron también nuevas actividades para esta materia y modificaron
algunos aspectos de la evaluación. Su trabajo común consistía en elaborar los
temas, llevar el mismo ritmo en el aula, preparar los exámenes conjuntamente,
intercambiar textos históricos, etc. El carácter de esta actividad cooperativa, como
se ha visto, era totalmente voluntario. De hecho había otra profesora que impartía
el mismo nivel y no participaba en dicha cooperación. Las tareas comunes las
realizaban sin un horario fijo: horas libres comunes, las guardias en las que
coincidían, alguna tarde en que se detraían de sus obligaciones familiares e incluso
aprovechaban el café de muchos recreos para intercambiarse los materiales que
habían preparado en casa. Al cabo del tiempo Teresa se dio cuenta de que esta
situación se repetía en muchos departamentos. El trabajo en los mismos se solía
realizar de manera muy aislada, mientras que, por otra parte, bastantes profesores
del centro se reunían, generalmente en pequeños grupos y en su horario de libre
disposición, para trabajar cuestiones que consideraban necesario sacar adelante. Tal
era el caso de los profesores que impartían matemáticas en el primer ciclo de la
ESO. Se reunían casi semanalmente al margen del resto del departamento para
elaborar materiales curriculares. También sucedía con los profesores que impartían
garantía social, que se juntaban habitualmente para preparar una programación al
margen de los libros de texto. A partir de una observación más detallada de la
realidad del centro, Teresa vio que se habían vaciado de contenido algunos órganos
colectivos, mientras que grupos de profesores asumían de manera voluntaria tareas
de coordinación de sus materias, guiados por el interés de trabajar mejor y de
forma más coherente. La colaboración en el centro surgía a partir de unas
finalidades compartidas. Las tareas que se planteaban los grupos, su composición y
los momentos en los que éstos trabajaban dependían también de la voluntad de sus
miembros y, de manera especial, de la de sus líderes, que jugaban un papel más
28
importante que las prescripciones administrativas al respecto.Procurar que los
grupos de trabajo dispongan de cierto grado de autonomía para gestionar su labor
les acercará a esta situación ideal de autoorganización a la que el profesorado tiende
cuando busca colaborar con sus compañeros.
29
Idea clave 3
A través del análisis del tipo de
colegialidad podremos mejorar nuestro
trabajo en equipo
30
comparten las dificultades y logros de su trabajo en el aula, buscando en los compañeros
puntos de vista complementarios y, sobre todo, apoyo para trabajar con los alumnos cada
vez un poco mejor.
Una visión general sobre diferentes grupos colaborativos nos plantea, pues, numerosas
preguntas: ¿Existen distintas formas de colaborar? ¿Qué tipos de colaboración se dan en
los diferentes grupos? ¿Cómo podemos distinguirlos? ¿Qué características diferencian a
unos de otros? ¿Podemos señalar diversos grados de implicación en esta tarea? ¿Cuál
sería el nivel de mayor rigor y profundidad? Las respuestas a estas preguntas nos
ayudarán a conocer mejor las relaciones de colaboración y las diferencias y similitudes
que existen entre los diferentes tipos de relaciones colegiales y a valorar sus ventajas y las
posibilidades que ofrecen.
Para estudiar los diversos tipos de colaboración se han establecido numerosas clasificaciones, ya que son
también muchas las variables que intervienen.
Una de las clasificaciones más generales, y que, por tanto, conviene presentar en
primer lugar, es la que utiliza como criterio la amplitud y la intensidad del trabajo
colaborativo, dando lugar así a: una colaboración extensiva, en la que son muchas las
personas que cooperan; y a otra denominada intensiva, cuya seña distintiva es la
existencia de numerosas interacciones en el grupo. La cooperación que se da en un
colectivo numeroso es de tipo extensivo, mientras que si las interacciones son abundantes
en un grupo, hablaremos de colaboración intensiva. Ambas variables pueden combinarse
en cualquier proporción dando lugar a numerosas formas de trabajo colaborativo.
31
colegialidad restrictiva y colegialidad extendida. En la colegialidad restrictiva se
comparten las tareas de programación con los compañeros, pero el trabajo diario con los
alumnos se desarrolla de acuerdo con los códigos existentes anteriormente, sin que las
prácticas habituales se revisen ni exista el compromiso de modificarlas. La colegialidad
extendida, por el contrario, comprende todo el trabajo que se realiza en la escuela y
supone una tarea colectiva de mayor compromiso, basada en la idea de que la práctica
docente es un hecho conflictivo susceptible de continuo perfeccionamiento y mejora.
Este tipo de colegialidad es fácil de identificar dado su carácter crítico y reflexivo y su
capacidad para conducir al profesorado hacia mejoras sustanciales de sus propias
prácticas.
Marrero (1995) ha elaborado una tipología que comprende seis escalones que van
desde el aislamiento total del profesor hasta la situación en la que se comparte una visión
común de la educación y su problemática. Las posibilidades que este autor prevé son las
siguientes:
• Autocracia, se caracteriza por aulas aisladas y bajo control individual. • Coordinación
formal, en ella se acuerdan conjuntamente cuestiones generales de funcionamiento.
• Acomodación, cuando se valora positivamente la interacción y se comparten materiales.
• Cooperación, precisa trabajo conjunto alrededor de una tarea que aglutine al grupo.
• Colaboración, se produce una situación de cooperación y, además, se comparten una
filosofía y una visión conjunta de los problemas.
Una de las clasificaciones más completas para determinar el grado de colaboración es la de Rudduck,
que clasifica los grupos según la intensidad de la práctica colaborativa en no usuarios, usuarios
ocasionales, usuarios divisores y usuarios comprometidos.
32
Haciendo un paralelismo entre lo que en la investigación se dice del trabajo colaborativo
en las aulas y aplicándolo a la colaboración entre profesores podemos decir que:
• Los profesores «no usuarios» califican el trabajo con sus compañeros de bueno y
deseable, pero no lo practican, entre otros motivos, por falta de seguridad. La
inseguridad lleva al rechazo ante lo nuevo.
• Los «usuarios ocasionales» trabajan con los compañeros únicamente para tratar
aspectos de la enseñanza que consideran poco importantes, como las actividades
extraescolares o la organización de algunos aspectos de la convivencia en el centro.
Estos profesores pueden ser también «usuarios divisores» si sólo cooperan con
determinados compañeros en función de su concepción de la colaboración.
La colaboración puede abarcar los siguientes ámbitos: revisión y relato de historias de los alumnos;
ayuda y asistencia mutua entre el profesorado; puestas en común de ideas, recursos e iniciativas; y
trabajo conjunto.
Little (1990), por su parte, presenta una interesante clasificación de los hechos
colaborativos. En ella identifica cuatro tipos de relaciones colegiales entre las que existe
una gradación que va desde las formas más independientes hasta las más
interdependientes:
• Revisión y relato de historias de los alumnos. En este tipo de relación el profesorado
comparte en momentos puntuales las historias académicas de los alumnos, al modo en
que viene haciéndose en las reuniones y juntas de evaluación.
• Ayuda y asistencia mutua entre el profesorado. En este estadio los profesores se
ayudan en algunas tareas derivadas del ejercicio profesional, pero el grado de relación
es todavía escaso.
• Puesta en común de ideas, recursos e iniciativas. El profesorado comparte en este
nivel determinados recursos, ideas e iniciativas relacionados con el desarrollo del
currículo.
• Trabajo conjunto. Se trata del tipo de relación en la que se produce mayor
interacción. Los profesores comparten las tareas de enseñanza de diferentes formas,
pero siempre desarrollando un trabajo conjunto con otros compañeros.
33
compromiso y disposición para la crítica y el perfeccionamiento colectivos. Dentro de
este grupo analizaremos la investigación-acción, dado que constituye una de las
actividades capaces de crear comunidades críticas de profesores en las que se produce
un importante nivel de interacción colegial.
La investigación-acción considera que la enseñanza está configurada por estructuras cuyo cambio no
puede ser realizado por individuos aislados, y propone que el profesorado elabore conjuntamente sus
propias soluciones a los problemas a los que se enfrenta.
34
Las comunidades críticas de profesores constituyen un medio privilegiado para practicar una colegialidad
extendida con carácter total, crítico y reflexivo.
Uno de los elementos más determinantes a la hora de clasificar el trabajo en equipo es que éste afecte a
las tareas que los profesores realizan dentro del aula o que se limite a la puesta en común de aspectos
externos a la misma.
35
En el primer caso la posibilidad de que se modifiquen las prácticas y las concepciones docentes es mayor
que en el segundo.
El trabajo cooperativo se ve condicionado por diferentes factores referidos: al profesorado; a las normas
organizativas; al tipo de grupo en el que se trabaja; a la posibilidad de tener tiempo suficiente para
hacerlo; y al poder contar con líderes que promuevan las interacciones.
Todas estas formas de colaborar tienen, eso sí, un elemento común: la existencia de
metas compartidas sin las que la cooperación no podría producirse. Generalmente, la
intensidad con que se viven y se comparten esas metas conduce a una mayor o menor
interacción y, por tanto, a diferentes tipos y grados de colaboración en el grupo.
Conviene reflexionar sobre las formas de trabajo colaborativo que adoptamos, con el
objetivo de aprovechar las posibilidades que nos ofrecen e ir avanzando hacia una mayor
interrelación colegial que nos abrirá otras posibilidades y nos aportará numerosos
beneficios.
En la práctica
36
Entre otras tareas y dependiendo de las necesidades del momento, van planificando
las visitas extraescolares que realizan, catalogan los materiales de uso común e
incluso han organizado un sencillo certamen literario con participación de diversas
entidades con el que han conseguido motivar a la mayoría de los alumnos. La
coordinación establecida a través de estas actividades ha resultado muy positiva,
pero el grupo apenas avanza en el desarrollo de nuevas alternativas
a su trabajo en el aula. En general, el profesorado del centro considera que su labor
docente no presenta muchos problemas, pero situaciones como el alumnado
procedente de otras culturas, o la presencia de chicos y chicas que acaban de
fracasar en el instituto y buscan otra oportunidad en la educación de adultos, no
disponen en el centro de respuestas comunes y consensuadas.
A principios de curso, Nati y otros dos compañeros del centro, Ricardo y Luisa,
asistieron a un curso de formación sobre interculturalidad. Constaba de una fase
inicial en la que varios ponentes presentaban sus ideas sobre la educación
intercultural y la forma de llevarla a la práctica, y otra fase posterior en la que se
diseñaba en grupo y se ponía en práctica una unidad didáctica sobre un tema
concreto teniendo en cuenta la diversidad cultural y de niveles de conocimiento
presentes en el aula. Nati, Ricardo y Luisa elaboraron la unidad didáctica
conjuntamente y la aplicaron en sus aulas. El trabajo resultó más costoso que de
costumbre, porque fue necesario ponerse de acuerdo en cuestiones que hasta
entonces habían pertenecido al ámbito de las decisiones que cada profesor tomaba
de manera individual.
Entre otros aspectos tuvieron que acordar qué contenidos consideraban más
pertinentes y qué metodologías resultaban más adecuadas para ese centro y esos
alumnos determinados, algunos de los cuales procedían de otras culturas. Al
principio el proceso fue lento, pero poco a poco tuvieron una base común de la que
partir. La puesta en práctica de la unidad didáctica en el aula resultó muy
interesante para profesores y alumnos, ambos colectivos aumentaron su motivación
y el aprendizaje que se desarrolló, también en ambos casos, fue mucho mayor. Nati
resaltó de la experiencia la seguridad que le dio el trabajar conjuntamente para
introducir en su clase algunas mejoras en las que venía pensando desde hacía
tiempo. Ricardo y Luisa señalaron, por su parte, la coherencia que ahora tenía el
trabajo que realizaban con sus alumnos. Los tres encontraron apoyo mutuo para
mejorar su práctica educativa, de la que pasaron a sentirse más satisfechos, si bien
pensaban que aún les faltaba mucho por mejorar.
El paso que dieron Nati y sus compañeros de trabajar sobre aspectos de fuera del
aula a plantearse cuestiones relativas al trabajo con sus alumnos fue decisivo.
Mientras ponían en común únicamente aspectos del centro ajenos a su intervención
en las aulas, sus prácticas no se ponían en entredicho y se mantenían intactas, sin
someterse a modificaciones de ningún tipo. Sin embargo, cuando empezaron a
preparar y evaluar conjuntamente el desarrollo de sus clases, las prácticas
habituales de cada uno de los miembros del grupo se revisaron en común y se
37
fueron modificando con objeto de buscar una forma de trabajo más ajustada a las
necesidades e intereses del alumnado. Cuando la colegialidad restrictiva inicial dio
paso a otra de carácter extendido, se produjo un mayor control del profesorado
sobre su propia práctica, proporcionando de este modo mayores posibilidades de
modificación de sus concepciones previas. Habían desarrollado así una forma de
colaborar capaz de mejorar su tarea docente.
Si el grupo hubiese analizado las formas que iba adoptando su trabajo
colaborativo, habría sido más consciente del proceso y, probablemente, el tránsito
de un tipo de colaboración a otro habría sido más rápido y sin necesidad del apoyo
de circunstancias externas como la asistencia al curso de formación. Conviene,
pues, analizar la forma que adopta nuestro trabajo cooperativo para aprovechar las
posibilidades que ofrece y, cuando sea posible, mejorarlo.
38
Idea clave 4
El trabajo en equipo del profesorado
aumenta la calidad de la propuesta
educativa
39
sobre estas cuestiones supone plantearse a qué necesidades de la enseñanza puede dar
respuesta el trabajo conjunto. La pregunta siguiente resulta, por tanto, obligada: ¿A qué
necesidades de la educación responde la colaboración? Este interrogante, por ser el de
carácter más general, constituirá nuestro punto de partida y la respuesta que demos al
mismo nos servirá para argumentar si resulta o no imprescindible trabajar conjuntamente
y por qué lo creemos así.
Después de reflexionar sobre el grado de necesidad que tenemos del trabajo en equipo
en el desempeño de la profesión docente, nos acercaremos un poco más a esta actividad
para conocer sus posibles ventajas. Nuestra aproximación deberá iniciarse de la forma
más general posible: ¿Qué ventajas aporta el trabajo colaborativo al alumnado, al
profesorado y al centro? Resulta imprescindible conocer y poder argumentar estas
ventajas antes de recomendar el trabajo en equipo; una actividad por la que se apuesta
desde todos los sectores, pero que al mismo tiempo se considera compleja y, en
ocasiones, difícil de llevar a la práctica.
Existen tres grandes ámbitos en los que la cooperación resulta de vital importancia: la mejora de la
enseñanza; la consecución de una adecuada inserción del centro en su entorno; y la construcción de una
fuerte profesionalidad docente.
40
apoyado por todo el centro, de la paulatina construcción de una democracia participativa real en los
centros escolares, del hecho de que las escuelas aprendan y del avance conjunto de la institución.
El segundo requisito que hemos señalado para el desarrollo de una enseñanza de calidad
es la creación de una cultura democrática en la escuela. Si queremos que la democracia
escolar sea auténticamente participativa y que vaya más allá de procedimientos formales,
normas y reglamentos, debe construirse sobre la colaboración. Como tercer requisito
apuntamos la necesidad de que las escuelas aprendan, de forma que en ellas todos
estimulen el aprendizaje del resto. Para Santos Guerra (2000) el aprendizaje de los
centros educativos es una condición imprescindible para que sepan enseñar. Una
condición para que las escuelas aprendan es la colegialidad.
Los profesores deben colaborar entre si para adaptar el currículo al contexto, lograr que el centro se
inserte adecuadamente en su entorno, se relacione con la comunidad y se plantee objetivos que vayan
más allá de la mera reproducción de la sociedad en la que está inserto.
Por último, hemos señalado la necesidad de que los centros avancen hacia la
innovación y el cambio. Para ello hace falta el apoyo de muchas personas
comprometidas con una acción conjunta y concertada. Los procesos innovadores, por
tanto, se desarrollan con más facilidad en las escuelas que colaboran.
Hemos analizado ya la importancia de configurar un modelo educativo coherente para
poder impartir una enseñanza de calidad. Pasamos ahora a revisar los otros dos
elementos que señalábamos también como necesarios: la inserción del centro en su
entorno y la construcción de una profesionalidad fuerte. Para que el centro se inserte
41
adecuadamente en su entorno, se relacione con la comunidad y se plantee objetivos que
vayan más allá de la mera reproducción acrítica de la sociedad en la que está inserto, es
preciso que los profesores colaboren para adaptar el currículo al contexto y tener así
mayores posibilidades de incidir en él para hacer realidad los objetivos que de manera
colegiada se han propuesto.
Finalmente, la construcción de una fuerte profesionalidad en el colectivo de los
enseñantes exige un elevado grado de colaboración, ya que numerosas competencias
propias de una profesionalidad fuerte e interactiva deben ejercerse de manera colectiva.
Si estas decisiones no se toman de manera conjunta, porque no existe un funcionamiento
cooperativo, quedan al arbitrio de otras instancias, y el papel educativo y social que
ejercen los profesores se ve notablemente disminuido. La profesionalidad y la autonomía
del profesorado deben entenderse, necesariamente, de forma colectiva.
La colaboración es necesaria, pues, para mejorar la enseñanza, relacionar los centros
con su entorno y potenciar la profesionalidad de los docentes.
El trabajo en equipo aporta múltiples ventajas que se pueden clasificar en cinco bloques: satisfacer
necesidades personales, de instrucción y de organización; facilitar la investigación, la innovación y la
reforma curricular; apoyar la transformación social y el cambio de valores; mejorar las relaciones
personales y sociales; y promover el desarrollo profesional.
En este capítulo desarrollaremos los tres primeros bloques, dejando los restantes para
analizarlos con mayor amplitud en los dos capítulos siguientes.
42
organización
Cooperando, los profesores buscan satisfacer sus necesidades a través de la puesta en
común y el intercambio cooperativo. Cuando ofrecen y obtienen seguridad y apoyo
psicológico, las necesidades que atienden son personales. Si dan y reciben consejo
pedagógico, satisfacen necesidades de instrucción. Finalmente, cuando organizan la
coordinación del aprendizaje de sus alumnos, atienden a necesidades organizativas.
Si los profesores consideran que la educación es una actividad de carácter
independiente, colaboran únicamente sobre los dos primeros grupos de necesidades –
personales y de instrucción–, mientras que si creen que se trata de una actividad
dependiente, colaboran también en el tercero, es decir, en la coordinación de los
aprendizajes de los alumnos. Las necesidades personales de seguridad y apoyo
psicológico se satisfacen hablando con los compañeros y viendo que tienen problemas
similares a los nuestros, de esta forma la colaboración disminuye la incertidumbre. En
muchos casos este tipo de interacción social es la única que se produce y su presencia
evita el aislamiento de los profesores en sus clases.
Las necesidades de organización aparecen con la conveniencia de coordinar los
aprendizajes de los alumnos y conseguir una mayor coherencia entre las clases. Este
planteamiento colegiado ofrece, entre otras, las ventajas siguientes:
• Multiplica la eficacia del profesorado al incidir todos en los mismos objetivos,
actitudes e ideas.
• Permite señalar lo importante y dejar lo que no lo es, sin que se produzcan
incoherencias ni contradicciones.
• Ayuda a eliminar omisiones de aspectos importantes o repeticiones innecesarias.
• Aumenta la coherencia del equipo docente al actuar en la línea colaborativa que
propone al alumnado.
• Permite desarrollar actitudes que no se podrían alcanzar desde el trabajo aislado de
los profesores.
A partir del trabajo colaborativo se puede llegar a establecer una colaboración vertical y
horizontal, adoptar criterios colegiados de actuación, realizar investigaciones
colaborativas, etc. La cooperación aumenta la eficiencia y la efectividad para apoyar a los
alumnos sean cuales sean sus características y su punto de partida.
La colaboración parte, pues, de los intereses y las necesidades personales y a través
del trabajo conjunto consigue objetivos de interés colectivo. Sus beneficios pertenecen
tanto al ámbito de lo personal como de lo social.
43
Facilitar la investigación, la innovación y la reforma
curricular
El poder de un profesor aislado es limitado. Por ello, cuando se opta por investigar y
desarrollar un modelo propio de enseñanza, Stenhouse (1984) recomienda que se recurra
a la cooperación con otro u otros compañeros y dice: «Ningún aula ha de constituir una
especie de isla».
El trabajo colaborativo entre profesores favorece la innovación al ofrecer nuevas ideas y formas de ver
las cosas; estimula la creatividad necesaria en cualquier proceso innovador; fortalece la confianza para
adoptar innovaciones procedentes del exterior, la prudencia necesaria para retrasar su adopción y la
44
firmeza moral para oponerse a ellas cuando sea necesario.
La colaboración
no suprime el poder, pero lo redistribuye.
45
Beneficios para el profesorado y sus alumnos
El éxito del perfeccionamiento de la escuela, la reforma curricular, el desarrollo del profesorado y el desarrollo
del liderazgo se considera dependiente, hasta cierto punto, del establecimiento de relaciones colegiales
positivas. (Hargreaves, 1996, p. 212)
El apoyo moral y la seguridad que proporciona el trabajo en equipo son tal vez algunos de los beneficios
más importantes de la colaboración entre profesores.
Quizás el beneficio más importante que la colaboración aporta a los profesores sea el
apoyo moral y la seguridad que proporciona a los miembros del grupo. Para Hargreaves
(1995) este apoyo constituye uno de los principios que facilitan el perfeccionamiento y la
mejora de la educación. A través del trabajo colaborativo los aspectos más vulnerables
del trabajo docente se ponen en común, y se reduce la incertidumbre, reforzándose la
resolución personal y superándose los fracasos y frustraciones que podrían impedir las
mejoras educativas. Por medio de este mecanismo se facilita la investigación educativa,
la innovación curricular y la implantación de reformas.
46
que se produce en el marco de la interacción, promueve, además, un nivel superior de
razonamiento. En estas circunstancias la eficacia de las instituciones escolares y su
capacidad de respuesta a las necesidades del entorno es mucho mayor.
Aunque en los primeros momentos el trabajo en equipo pueda sentirse como el
causante de un aumento de la presión laboral, en realidad su efecto es el contrario, ya
que reduce las cargas propias del ejercicio docente y, gracias al apoyo del grupo, limita y
reduce los sentimientos de frustración o desilusión.
Otra importante ventaja de la colaboración es el aumento de la capacidad de reflexión
que conlleva al convertir a los otros en espejos de la propia práctica. El diálogo y la
acción constituyen una fuente de retroalimentación que incita a los profesores a
reflexionar sobre su propia práctica. Esta reflexión es la base del desarrollo profesional
que, junto con la mejora de las relaciones personales y sociales, constituye otra
importante ventaja que analizaremos con mayor detalle en los dos capítulos siguientes.
En la práctica
Buscando apoyo
en el trabajo en equipo
Si el interés por un objetivo común promueve la formación de grupos que
colaboran para alcanzarlo, cuando al trabajar por ese objetivo se da una situación
de inseguridad o de falta de confianza, la necesidad de la cooperación entre el
colectivo es mucho mayor. Las situaciones educativas difíciles, comprometidas o
nuevas pueden y deben aprovecharse de las ventajas del trabajo conjunto.
Utilizaremos un ejemplo para mostrar una situación de estas características.
Mediado el curso escolar, al equipo directivo de un instituto de una cabecera de
comarca, al que gran parte de los alumnos llegan en transporte escolar, se le
comunicó que en el próximo mes de septiembre se implantarían dos ciclos
formativos nuevos de la familia profesional de sanidad: cuidados auxiliares de
47
enfermería, correspondiente al grado medio; e higiene bucodental, perteneciente al
grado superior. La noticia fue bien acogida por el claustro porque el centro sólo
impartía, hasta el momento, educación secundaria obligatoria y dos modalidades de
bachillerato. La implantación de ciclos formativos era una antigua reivindicación de
la comunidad educativa, siendo la familia de sanidad una de las
demandadas como prioritarias.
Al inicio del siguiente curso llegaron al centro los profesores que debían impartir
estas enseñanzas. Aunque la mayoría habían trabajado en otros ciclos formativos,
ninguno de ellos tenía experiencia en los que se iban a implantar en este centro.
Esta circunstancia les preocupaba bastante porque, además, su formación inicial -
muchos eran licenciados en biología o medicina- no les garantizaba el disponer de
suficientes recursos metodológicos para desarrollar el trabajo que iban a iniciar.
Durante los primeros meses del curso los profesores de estos ciclos formativos se
encontraron bastante inseguros al enfrentarse a sus clases, algunos se vieron,
incluso, un poco perdidos y con la sensación de hallarse desasistidos en la
planificación de unas nuevas enseñanzas. Es cierto que habían participado en un
curso inicial, pero éste no había satisfecho totalmente sus intereses e incluso, en
algunos casos, había llegado a crear cierto desasosiego al hacerles conscientes de
todo lo que les faltaba por preparar. Rosa, una de las profesoras con mayor
experiencia, propuso enseguida a sus compañeros reunirse más a menudo de lo que
lo venían haciendo para avanzar en diversas tareas comunes.
A partir de la iniciativa de Rosa y apoyados por el interés común de llevar adelante
los dos ciclos de la mejor manera posible, empezaron a realizar un intenso trabajo
en equipo con la finalidad de vencer la inseguridad y buscar apoyo para preparar las
clases, ya que, además, no tenían libros de texto. Su trabajo conjunto consistía,
fundamentalmente, en buscar recursos y elaborar materiales para suplir dichos
textos. Poco a poco el grupo de profesores se unió como una piña recogiendo
materiales para preparar las clases y ayudarse unos a otros. Empleaban parte de su
tiempo libre en esta tarea, ya que era difícil encontrar momentos en los que
pudiesen reunirse todos, puesto que durante el horario lectivo de los alumnos
siempre había alguno de ellos impartiendo clase. Al principio el trabajo era muy
fuerte, pero poco a poco se fue compensando con las ventajas que éste les
proporcionaba y que, en opinión de Rosa, derivaban del apoyo que daban y
recibían. De esta manera consiguieron primero paliar y luego eliminar la
incertidumbre y la inseguridad con las que empezaron la implantación de estas
nuevas enseñanzas.
En esta ejemplificación, el trabajo en equipo surge como medio de satisfacer
necesidades personales de apoyo y seguridad ante una nueva situación profesional.
La actividad colaborativa proporciona, además, a los miembros del grupo muchas
otras ventajas, entre ellas, la de mejorar la enseñanza que ofrecen a sus alumnos.
48
49
Idea clave 5
El trabajo en equipo mejora los vínculos
afectivos y las relaciones sociales
50
las relaciones interpersonales, podemos también plantearnos la situación inversa:
¿Potenciar en un centro las relaciones personales facilitará el desarrollo del trabajo en
equipo? ¿Merece la pena invertir esfuerzos desde los ciclos, los departamentos o el
equipo directivo para mejorar la convivencia en el centro con objeto de favorecer el
trabajo colaborativo? ¿Compartir problemas personales contribuye a que se acepten
mejor las propuestas de trabajo conjunto que se realizan? ¿Se puede compaginar el
interés por cuidar las relaciones personales entre los profesores con el logro de resultados
concretos a través del trabajo en equipo? Llegaremos así a preguntarnos qué tipo de
vinculación existe entre el hecho de trabajar en grupo para alcanzar unos objetivos y el
de desarrollar relaciones interpersonales dentro de ese colectivo. En otras palabras: ¿El
ámbito relacional y la eficiencia en el logro de unos resultados a través de la cooperación
son aspectos que se potencian o, por el contrario, se presentan como opuestos o
independientes?
Trabajar en un grupo supone aunar esfuerzos con otras personas para desarrollar un
proyecto común. Este proceso implica mirar a nuestro alrededor, ponernos de acuerdo
con los compañeros y caminar juntos hacia una meta. Este camino compartido constituye
en realidad un viaje a Ítaca en el que establecemos relaciones de igual a igual con
nuestros colegas, y nos reconocemos como miembros de un grupo formado por personas
con las que compartimos intereses y a las que queremos escuchar y valorar. Muchos
aspectos de esta realidad que conocemos por haberla vivido nos resultan, sin embargo,
difíciles de comprender o de interpretar. Intentaremos acercarnos a ellos a través de unos
interrogantes de carácter general que nos irán dando paso a otras cuestiones de índole
más particular: ¿Qué repercusiones tiene el ejercicio del trabajo en equipo en las
relaciones personales y sociales del profesorado? ¿Cómo deben ser las relaciones entre
los profesores que colaboran en su trabajo? Éste es el tema que trataremos en el capítulo
que nos ocupa y que resulta de una gran trascendencia, ya que constituye la cara oculta,
pero omnipresente, de la colaboración entre profesores.
51
con derechos similares a los nuestros.
El trabajo en equipo mejora las relaciones entre los miembros del grupo y estas relaciones positivas
facilitan a su vez la colaboración.
52
Aunque estén convencidos de que compartir los asuntos personales resulta beneficioso
para el trabajo en equipo, cuando algunas veces en las reuniones se habla de asuntos
personales o familiares, estos responsables se sienten mal al ver que pasa el tiempo y no
se obtienen resultados concretos. En situaciones así se muestra la tensión que surge entre
un trabajo auténticamente colaborativo y el intento de reducir la cooperación a una
técnica subordinada a la consecución de prescripciones administrativas concretas. Si el
trabajo cooperativo contribuye a la construcción de normas compartidas y a la creación
de vínculos afectivos en el grupo, la capacidad empática es la base en que se asientan
ambos logros. La empatía se basa en la capacidad de ver el mundo con los ojos de otra
persona.
Goleman (1997) dice que esta capacidad permite el reconocimiento de las emociones
ajenas y constituye la raíz del afecto sobre el que se edifica cualquier relación, ya que
supone la posibilidad de sintonizar emocionalmente con los demás y conocer lo que
sienten. También sostiene que es precisamente en la empatía donde se sustentan las
raíces de la moral y que esta capacidad de ponernos en el lugar del otro es el fundamento
de la actitud ética.
Volvemos así a la colaboración como medio de pasar de una moral individual a una
moral de grupo, pero en este caso subrayando la necesidad de la empatía para realizar
este tránsito.
Estas cuatro habilidades están presentes en la base del trabajo colaborativo y deben ser
53
practicadas y desarrolladas por todos los miembros del grupo y sobre todo por el líder o
líderes que lo dinamizan.
Las relaciones colaborativas en los grupos deberían poseer tres características básicas: establecerse
sobre la superación de la dicotomía público-privado, ser voluntarias y fruto del deseo, y basarse en el
reconocimiento de la autoridad del resto de los miembros del grupo.
Las relaciones colaborativas en los grupos deberían poseer tres características básicas
en las que se fundamentarían otras de menor trascendencia:
1. Establecerse sobre la superación de la dicotomía público/ privado. Las relaciones
de cooperación deben edificarse sobre la superación de dicha dicotomía, que divide la
existencia de los seres humanos en dos campos antagónicos en los que se supone que
debe vivirse de maneras diferentes y de acuerdo con valores también diferentes.
Relacionarse y colaborar no son actividades diferentes, sino que constituyen en
realidad miradas diferentes sobre un mismo hecho: el trabajo conjunto de un grupo de
personas para conseguir objetivos comunes.
2. Ser voluntarias y fruto del deseo. La cooperación entre el profesorado debe basarse
también en la voluntariedad de relacionarse, en la comprensión de la necesidad de
hacerlo para avanzar, y en el convencimiento de que ni se puede avanzar en solitario
ni se desea hacerlo. Relacionarse no es posible sin una implicación personal.
3. Basarse en el reconocimiento de la autoridad del resto de los miembros del grupo.
La autoridad y el poder no son conceptos similares, al contrario, la primera es más
importante que el segundo y no debe instrumentalizarse poniéndose a su servicio. A
través del reconocimiento de la autoridad de los miembros del grupo, se establece una
interrelación más profunda entre ellos, de manera que no sólo se lleva a cabo la tarea
que une al colectivo, sino que sus componentes sufren transformaciones personales.
Algunos de los principios que favorecen las relaciones colaborativas son: reconocer a los otros en su
singularidad; abrirse a la incertidumbre; asumir y favorecer la diversidad; buscar el encuentro personal,
el contacto directo, el espacio para la palabra y la comunicación; partir de la experiencia de cada uno
54
valorándola; abrir los conflictos cuando estos existen, y decir la verdad.
Respetar estos principios favorece la creación de relaciones de autoridad, que son las que
configuran, más allá de imposiciones o rutinas, un espacio en el que generar pensamiento
y crecimiento mutuos, y constituyen, por tanto, la base de una auténtica colaboración
entre los miembros del grupo.
La colaboración potencia el desarrollo de relaciones solidarias y comprometidas entre los miembros del
grupo, y promueve la salud mental al aumentar la autoestima y el desarrollo social.
55
proyección social
Cuando en el trabajo en equipo reconocemos a los demás como personas con las que
queremos y podemos compartir, estamos sentando las bases para la construcción de
normas comunes y el desarrollo de vínculos afectivos entre los miembros del grupo.
La colaboración potencia el desarrollo de relaciones más positivas, es decir, más
solidarias y comprometidas entre los componentes del grupo, y promueve la salud mental
al aumentar la autoestima y el desarrollo social. Esta actividad constituye al mismo
tiempo una posibilidad de desarrollo personal y una estrategia para la socialización. De
esta forma el desarrollo individual y social de las personas se ve favorecido. La relación
que se establece entre los interlocutores miembros del grupo propicia la satisfacción de
necesidades, deseos, motivaciones e intereses, así como un crecimiento de la identidad
personal a través de la apropiación de creencias, emociones y motivaciones presentes en
el colectivo. Pertenecer a un grupo supone, pues, formar parte de un colectivo que
ofrece seguridad y afecto. Podemos acercarnos al otro por sus ideas, pero es más fácil
que nos aproximemos a él por los afectos que nos despierta. El apego entre los individuos
se basa en la comprensión de la necesidad de su complementariedad para lograr las metas
que por sí solos no podrían conseguir. El hecho de ser seres incompletos nos conduce a
estar al lado de los otros y a relacionarnos y a colaborar con ellos. De esta forma se
configuran los grupos y las redes sociales de diferentes tipos.
El hecho de ser seres incompletos nos conduce a estar al lado de los otros: pertenecer a un grupo supone
formar parte de un colectivo que ofrece seguridad y afecto.
Las relaciones que se generan en el trabajo colaborativo constituyen la base del trabajo
conjunto. Joan Bonals explica en la cita siguiente la estrecha relación existente entre estas
relaciones personales positivas y el desarrollo de unas metas compartidas:
El bienestar de los docentes y la capacidad de trabajo en grupo mantienen una estrecha relación y se afectan
de manera recíproca. Tanto es así que, en la medida que los equipos adquieren habilidades que les permiten ser
más eficaces en los trabajos colectivos, las relaciones entre los miembros suelen experimentar una mejora; y al
revés, en la medida que disminuye la conflictividad en los equipos, los trabajos se vuelven más ágiles y
eficaces, y aumenta la calidad educativa de los centros. (Bonals, 1996, p. 9)
56
La colaboración no sólo ofrece medios para hacer mejor las cosas, sino que constituye en sí misma una
manera diferente de afrontar el trabajo docente y dar respuesta a los problemas que plantea.
Como hemos visto, la colaboración no es valiosa únicamente por sus logros con
relación a unos objetivos predeterminados. Cooperación, valores morales, desarrollo
personal y relaciones interpersonales se dan conjuntamente, de modo que la colaboración
no sólo ofrece medios para hacer mejor las cosas, sino que constituye en sí misma una
manera diferente de afrontar el trabajo docente y dar respuesta a los problemas que
plantea.
La reflexión en la acción es una actividad muy adecuada para aprender, pero los resultados son mejores
si se completa con la confrontación de ideas con otros compañeros.
En la práctica
57
mínimo, y el equipo directivo unas veces y los profesores individualmente otras
tomaban la mayor parte de las decisiones que el funcionamiento del centro exigía.
En los dos o tres años siguientes se dieron una serie de circunstancias que
propiciaron el cambio de una parte importante de la plantilla del centro. En las
mismas fechas se renovó también el equipo directivo, en el que tanto José María, el
nuevo director, como Montse, la jefa de estudios, se propusieron potenciar el
trabajo en equipo, especialmente en los ciclos y en la comisión de coordinación
pedagógica.
Montse, que tenía experiencias anteriores de trabajo colegiado, inició
intuitivamente una doble vía de intervención: por una parte, llenar de contenido las
reuniones y, por otra, mejorar el clima de convivencia entre los profesores del
centro.
Cuando las reuniones de los ciclos empezaron a poseer contenidos adecuados,
sus miembros se sintieron más útiles y reconocidos al ver que estaban participando
en la toma de decisiones del centro. Paralelamente, Montse empezó a convocar
algunas reuniones informales para celebrar pequeños acontecimientos colectivos.
Pronto se empezaron a celebrar, también, algunos cumpleaños, y los profesores
fueron perdiendo el miedo a reunirse y comenzaron a sentirse más distendidos en el
grupo.
Surgieron entonces conversaciones informales, muchas veces en los pasillos, en las
que dos o tres profesores compartían pequeños problemas del aula e incluso de la
vida personal o familiar. El desinterés por los compañeros, que había sido habitual
en el centro, dio paso a que muchos maestros reconociesen que estaban trabajando
con buenos profesionales que podían aportarles ayuda y que, sin duda, les
merecían respeto. Los lazos de compañerismo se fueron creando poco a poco y,
también lentamente, casi todos se fueron sintiendo valorados como personas, a
pesar de lo diferentes que eran unos de otros. El proceso fue lento y es cierto que
surgieron conflictos, casi siempre al discutir determinadas cuestiones de las que
antes sólo se hablaba a espaldas del colectivo. Sin embargo, la claridad con que
actuaba el equipo directivo y la facilidad de la jefa de estudios para llamar a las
cosas por su nombre sin dañar a nadie fueron decisivas en la creación de un mejor
clima en el centro.
El colegio fue evolucionando poco a poco. El trabajo en equipo, no sin
problemas, altibajos, contradicciones y conflictos, fue instalándose, en mayor o
menor medida, en todos los órganos de coordinación, ya que les resultaba agradable
y lo consideraban necesario porque les ofrecía apoyo para el trabajo en el aula.
Junto a ese desarrollo de la colaboración, el clima del centro fue mejorando, se
establecieron vínculos afectivos entre los profesores y sus relaciones fueron cada
vez más solidarias. Dar ayuda y recibirla se convirtieron en acciones habituales que
ofrecían a todos seguridad y autoestima.
Con este ejemplo hemos visto las repercusiones personales y sociales del trabajo
en equipo. En él, a partir de las iniciativas del equipo directivo, los profesores
58
empezaron a mirar hacia sus compañeros, reconociéndolos como personas con las
que merecía la pena colaborar. Se consiguió así un clima más positivo en el centro
y un aumento de la seguridad y autoestima personales.
A través de la colaboración el desarrollo individual y social de los profesores
resulta siempre indirectamente favorecido.
59
Idea clave 6
El trabajo en equipo favorece la
formación y el desarrollo profesional del
profesorado
60
profesionales? ¿Qué elementos facilitan esta mejora? Para responder a estas preguntas,
como siempre que nos enfrentamos a situaciones complejas, tenemos que considerar
diversas variables. Formarse permanentemente para ser mejor profesor o, en otros
términos, desarrollarse profesionalmente son tareas que requieren la contribución de
muchos factores, entre los que podemos señalar el ejercicio de la colaboración con otros
profesores, preferiblemente del propio centro, como uno de los elementos que
contribuyen de manera privilegiada a esta mejora. La experiencia de numerosos
profesores organizados en grupos de diferentes tipos y características avala esta relación.
Sin embargo, señalar el trabajo en equipo como una de las constantes que se encuentra
en la base del desarrollo profesional no resuelve del todo el problema que nos
planteamos, ya que nos obliga a preguntarnos por las causas de la influencia del trabajo
conjunto en el desarrollo profesional. Las preguntas ahora serán más precisas: ¿Por qué
los profesores que colaboran se enriquecen profesionalmente y se convierten en mejores
profesionales? ¿Qué obtienen los profesores del trabajo en equipo para mejorar su
práctica? ¿Cómo contribuye el trabajo colaborativo a este desarrollo? ¿Qué aporta el
grupo a la formación permanente?
A lo largo de este capítulo analizaremos las relaciones entre la colaboración y el
desarrollo profesional, partiendo de una reflexión sobre lo que entendemos por este tipo
de desarrollo y lo que supone y significa para la vida profesional de los enseñantes el
ejercicio de su actividad docente y la mejora de la enseñanza.
La certeza de que podemos elaborar conocimiento apoya la necesidad del desarrollo profesional del
profesorado, que implica que el profesor deba evolucionar en pensamientos, en comportamientos y en
afectos. No basta con conocer nuevas propuestas, hay que avanzar en el ser, en el saber y en el saber
hacer.
El desarrollo profesional es el proceso que viven los profesores, no el estado final. Una
61
de sus características más importantes y con más implicaciones de todo tipo es que debe
ser sentido, demandado y protagonizado por éstos, ya que no se produce sin una actitud
libre, voluntaria y desinteresada hacia el mismo. Este proceso se ve beneficiado por la
reflexión del profesorado sobre su práctica y por el cuestionamiento crítico de la misma.
Su esencia es enseñar y aprender a enseñar cada vez mejor.
Hablar de desarrollo profesional supone reconocer que los profesores no nos limitamos
a desarrollar nuestro trabajo según los conocimientos y prescripciones que nos llegan de
fuera, sino que nosotros mismos somos capaces de elaborar conocimiento a través de
nuestra práctica docente. Este saber experiencial de los profesores o conocimiento
práctico personal se encuentra en la experiencia pasada del maestro, en su cuerpo y
mente actuales y en sus planes y acciones futuros, y constituye la base sobre la que
podemos hablar de los maestros como personas capaces de reflexionar y conocer. Dicho
en otros términos: este concepto avala la idea de que enseñando adquirimos
conocimientos para poder enseñar mejor. Los elementos que constituyen este
conocimiento práctico son para Martínez Bonafé (1989) los hábitos, las rutinas, las
técnicas, las habilidades particulares, los procedimientos, las costumbres y las opiniones
sobre lo que puede y debe hacerse en cada momento en la enseñanza.
A grandes rasgos podemos decir que el saber profesional de los docentes contiene, al
menos, las siguientes dimensiones: conocimiento de la materia, conocimiento
psicopedagógico, conocimiento curricular y conocimiento empírico o saber hacer en la
acción.
El desarrollo profesional debe ir dirigido a reconstruir este «conocimiento práctico
personal» formado, como hemos visto, por el conjunto de saberes que dirigen la
enseñanza. Si no tuviéramos la certeza de que podemos elaborar conocimiento, la idea
del desarrollo personal como un continuo a lo largo del ejercicio profesional no tendría
sentido.
El desarrollo profesional del profesorado y la mejora de la escuela son conceptos interrelacionados. Los
profesores reflexionan sistemáticamente sobre su práctica y utilizan estas reflexiones para mejorar la
enseñanza.
62
Los profesores somos conscientes, debido a nuestra experiencia, de que la reflexión en
la acción es una actividad muy adecuada para aprender, pero sabemos también que sus
resultados son mucho mejores si el proceso se completa con la confrontación de nuestras
ideas con las de otros compañeros. Necesitamos apoyo y discusión para acrecentar
nuestro desarrollo profesional y mejorar nuestra enseñanza. La colaboración y la
colegialidad se presentan de este modo como estrategias para promover el desarrollo del
profesorado, ya que a través de ellas los docentes pueden aprender unos de otros, poner
en común su pericia y desarrollarla juntos. Se convierten así en mejores profesionales.
Rosenholtz (1989) descubrió, por medio de una investigación, que en algunas escuelas
los enseñantes se hacían mejores profesores, mientras que en otras no evolucionaban o
incluso empeoraban. El desarrollo profesional se daba en las escuelas cooperativas que
ella llamaba «en movimiento» o «de aprendizaje enriquecido». En ellas la mayor parte
del profesorado manifestaba que su aprendizaje era acumulativo y evolutivo y que
constituía una tarea que ocupaba toda la vida. Los profesores de estas escuelas estaban
siempre buscando ideas nuevas y recogían muchas de sus compañeros, de los congresos
profesionales y de los seminarios. El dar y recibir ayuda no suponía incompetencia, sino
que, dadas las dificultades de la enseñanza, constituía una parte del aprendizaje continuo
y un medio de aumentar la confianza y seguridad en su tarea. Frente a estas
concepciones, muy pocos profesores de las escuelas aisladas o «de aprendizaje
empobrecido» consideraban que tuviesen que estar siempre aprendiendo, no buscaban
ideas del exterior y tampoco actuaban como si continuamente tuviesen cosas que
aprender. Por medio de estas situaciones Rosenholtz comprobó que la cooperación
favorecía el desarrollo profesional a través de la reducción de la incertidumbre y el
aumento de la confianza en la propia eficacia profesional. Una de las conclusiones que
aporta es que la mejora de la docencia es más una empresa colectiva que individual, y
que es precisamente en esta práctica colectiva donde el profesorado encuentra las
condiciones para mejorar, de ahí que en unas escuelas sea más fácil aprender a enseñar
que en otras.
El éxito del desarrollo profesional depende en gran parte de la existencia de un clima de colaboración y
consulta en el centro, siendo por lo tanto más una empresa colectiva que individual, puesto que el
profesorado aprende haciendo público su trabajo y discutiéndolo con los compañeros.
63
• Disponer de recursos adecuados que ofrezcan las condiciones mínimas para enseñar.
• Configurar centros integrados que posean metas comunes y que creen solidaridad y
motivación alrededor de dichas metas.
• Favorecer la colaboración que genera oportunidades de interacción y convierte a los
compañeros en fuentes de ideas y apoyo.
• Promover la resolución y evitar la ocultación de problemas. Esta característica se da
en entornos colegiales.
• Crear una estructura de recompensas que valore el crecimiento y el riesgo asumido.
Para contribuir al desarrollo profesional del profesorado los centros deben: disponer de recursos que
ofrezcan las condiciones mínimas para enseñar; configurar centros integrados que posean metas
comunes y que creen solidaridad y motivación; favorecer la colaboración que genera oportunidades de
interacción y convierte a los compañeros en fuentes de ideas y apoyo; promover la resolución y la no
ocultación de problemas; y crear una estructura de recompensas que valore el crecimiento y el riesgo
asumido.
64
tomar decisiones, y apoyo moral para llevarlas a la práctica de una forma responsable y
comprometida. Colaborando nos movemos hacia nuevas formas de trabajar y nuevos
modelos de enseñanza acordes con nuestro entorno y adecuados al momento en que nos
encontremos. Unos profesores más seguros saben combinar la prudencia con la audacia
para buscar nuevos caminos, recorrerlos y, si es necesario, desandarlos para seguir
explorando otras vías de mejora. Se sientan así las bases para la mejora del centro y la de
sus profesionales.
65
A través del trabajo en equipo se produce capacitación
para nuevos roles y se dan oportunidades de liderazgo
Los profesores, al trabajar juntos, logran grandes beneficios: capacitarse para
desempeñar nuevos roles profesionales y disponer de mayores oportunidades para
convertirse en líderes de sus propios compañeros.
La colaboración promueve el desarrollo profesional y al mismo tiempo éste hace posible la colaboración,
produciéndose así la interacción de ambos conceptos.
La colaboración auténtica, que es la que crea desarrollo profesional, exige que los
profesores que la practican dispongan de autonomía en el ejercicio de su profesión,
entendida ésta como capacidad y libertad para pensar sobre lo que saben y lo que
desconocen de la incierta tarea de enseñar. La autonomía supone la disposición a
pensarlo todo de nuevo dentro de una concepción de la educación como algo inacabado
y susceptible de mejora continua, sin ella no se puede elaborar conocimiento ni, por
tanto, desarrollar el propio «conocimiento práctico personal». Para ejercerla es necesario
disponer de unas adecuadas condiciones de trabajo en cuyo contexto se pueda
desarrollar.
La colaboración entre profesores conduce a una concepción de la formación
66
permanente y del desarrollo profesional situada más allá del individualismo, del
aislamiento y de la dependencia de los expertos. Se crea así un nuevo escenario en el que
los docentes pueden aprender unos de otros al compartir sus experiencias, dudas, logros,
propósitos y pensamientos. Una vez más, el trabajo en equipo abre nuevas posibilidades
y ofrece nuevas ventajas al profesorado.
En la práctica
67
de sus alumnos.
La coordinadora del seminario, Gloria, una de las maestras de infantil, convocó a
sus compañeros y compañeras a finales del curso pasado a una sesión de
evaluación para determinar futuras líneas de trabajo. En ella se habló, de manera
casual, de la incidencia que la participación en la actividad tenía para la formación
de sus miembros. Todos estaban de acuerdo en que a lo largo de estos años de
trabajo conjunto se habían convertido en mejores profesores, aunque ése no fuese
el objetivo con el que se empezaron a reunir. Les llamaba la atención, además, que
su participación en cursos y otras actividades dirigidas a la formación permanente
no les hubiese resultado tan provechosa de cara a su perfeccionamiento profesional.
Gloria pidió a sus compañeros que pensasen lo que les aportaba el grupo para
mejorar como profesores. Algunos consideraban que a través del trabajo conjunto
habían conocido nuevas ideas y se habían acercado a planteamientos que antes no
tomaban
en consideración; otros subrayaban el apoyo y la seguridad que les había
proporcionado el grupo para poder introducir mejoras en sus aulas; pero quizás
fuese María, una profesora del primer ciclo con unas ideas muy claras y
contundentes, la que mejor expresó de forma resumida el sentir del colectivo:
«Mira, Gloria, esto del grupo es un lujo. Primero pensamos las actividades entre
todos, luego las llevamos a clase y nos consultamos las dudas. Escuchamos ideas
que no se nos habían ocurrido nunca. Siempre hay alguien que te anima y te ayuda.
En realidad cada uno de nosotros vale por diez, porque tenemos nueve compañeros
que nos apoyan. Ahora nos atrevemos a todo. ¿Cómo no vamos a aprender?».
El trabajo en equipo facilitaba de forma determinante el desarrollo profesional de
los miembros del grupo.
68
Idea clave 7
El trabajo en equipo está condicionado
por las características personales,
culturales y organizativas
Para facilitar el trabajo en equipo debemos procurar que los miembros de los
grupos posean determinadas características como creencias educativas compatibles
y actitudes dialogantes y democráticas. Trataremos también de paliar los efectos
de la competitividad, la falta de tradición colaborativa en la enseñanza y la
existencia en los centros de estructuras organizativas que dificultan la cooperación.
69
este tipo de trabajo cristalice y se mantenga en el tiempo, nos preguntamos: ¿Qué
elementos facilitan el trabajo en equipo? ¿A qué dificultades se enfrentan los profesores
para llevarlo a cabo? Si nos atenemos a la opinión de los docentes en relación con estas
preguntas, veremos que fundamentalmente buscan una situación agradable para el
trabajo conjunto en la que puedan enriquecerse y compartir. Respecto a las dificultades,
los profesores se refieren habitualmente a la falta de tiempo y al sentimiento del trabajo
conjunto como una merma de sus tareas individuales, incluso, de su vida personal y
familiar, ya que consideran que emplear mucho tiempo en el equipo les quita tiempo «de
lo suyo» y les obliga a llevarse trabajo a casa. Ante estas respuestas cabe plantearse una
nueva pregunta cargada de numerosas implicaciones: ¿Si el profesorado dispusiese de
más tiempo para preparar sus clases, lo utilizaría para trabajar individualmente o lo
emplearía para trabajar en equipo?
Sobre estas cuestiones, que nos servirán para conocer cómo podemos promover y
mantener el trabajo el equipo, reflexionaremos en los apartados siguientes.
La profesionalidad docente y la colegialidad deben promoverse al mismo tiempo, ya que cada una es
causa de la otra.
70
el desarrollo de la colaboración. Los profesores de un grupo deben compartir similares
enfoques de la enseñanza, ya que de otra forma no es probable que se produzca el
trabajo conjunto. Desarrollar un trabajo auténticamente colaborativo se verá impedido
por falta de principios comunes donde asentarlo y, sobre todo, por ausencia de elementos
donde cimentar unos objetivos también comunes. Partir de una base demasiado
homogénea, sin embargo, puede impedir el avance. En estos casos se necesitará un
estímulo externo para cambiar el desarrollo en círculo cerrado por otro en espiral, y que
de este modo se genere el progreso. La distancia entre las opiniones de los miembros del
grupo debe ser, por tanto, la que resulte adecuada para que se genere interacción y
enriquecimiento.
Susan Rosenholtz enumera también otros elementos cuya presencia facilita la
colaboración: la seguridad en el conocimiento profesional y en la forma de conducir la
práctica, el involucrarse en las decisiones de la escuela y el adecuado tamaño del centro.
La importancia que esta autora otorga a la seguridad de los profesores en su trabajo la
encontramos reflejada en la siguiente cita que recoge la opinión de un profesor:
Si una persona está segura en su forma de enseñar, no estará obsesionada con atesorar ideas y guardar cosas
para ella misma. (Rosenholtz, 1989, p. 52)
En relación con este último requisito se abre una importante paradoja: la seguridad
conduce a colaborar, pero es precisamente en la colaboración donde los profesores
obtienen seguridad en su trabajo. Romper este círculo aportará importantes beneficios al
trabajo docente y potenciará la mejora de la escuela.
En la base de la colaboración está también la necesidad de que se otorgue a los profesores un mayor
control sobre el currículo. Sin él, el profesorado no dispondría de un marco de autonomía en el que poder
desarrollar un trabajo cooperativo.
Otro requisito decisivo para que se produzca la comunicación que constituye la base de
la colaboración es la existencia de la democracia, de la igualdad de oportunidades. Sin
ellas no es posible el diálogo. La jerarquía impide la cooperación, obstaculizando y
frenando la posibilidad de diálogo interactivo. Todos hemos participado en experiencias
de trabajo conjunto que se han visto truncadas por imposiciones jerárquicas, ya sean
institucionales, o bien de personas o colectivos que han adoptado actitudes poco
dialogantes e incluso antidemocráticas.
Finalmente, señalaremos como requisito para que el trabajo en equipo se produzca y
se consolide la necesidad de que se otorgue a los profesores un mayor control sobre el
currículo. Sin él, el profesorado no dispone de un marco de autonomía en el que poder
desarrollar un trabajo cooperativo. Los currículos más abiertos permiten y hacen
necesaria la colaboración, mientras que si la mayor parte de las decisiones nos vienen
dadas, el llegar a acuerdos será innecesario o éstos se limitarán a cuestiones de menor
importancia. El marco curricular, que a su vez dibuja y exige una profesionalidad docente
determinada, puede favorecer de manera determinante el trabajo conjunto de los
docentes.
71
Dificultades a las que se enfrenta el trabajo en
equipo
El trabajo colaborativo del profesorado no sólo está expuesto a elementos que lo
favorecen, sino que al mismo tiempo sufre condicionantes que lo mediatizan. Una de las
dificultades más importantes a las que se enfrenta la colaboración entre profesores es la
competitividad característica de nuestra escuela y nuestra sociedad. La ideología
neoliberal presente en nuestro entorno social considera los valores competitivos
connaturales a la persona, y en función de ellos organiza el mundo. Estos valores que la
escuela propaga, especialmente en su currículo oculto, buscan mayor eficiencia y
productividad a través de la potenciación del individualismo. Las culturas competitivas
establecen una pugna más o menos abierta entre los objetivos de las personas o los
grupos que la componen, de forma que en este contexto no es posible la
interdependencia de metas, ya que el proyecto de los otros interferiría en el propio. La
competitividad dificulta y llega a impedir así la interacción entre profesores.
Frente a las dificultades que, en ocasiones, pueden acompañar al trabajo colaborativo, muchos
profesores oponen una resistencia y desarrollan espacios de colaboración en los que viven otros valores,
persiguen otras finalidades y crean y afianzan relaciones personales.
72
a la relación con ellos. La colaboración, por el contrario, se centra sobre todo en el
perfeccionamiento de la planificación y de los métodos de enseñanza, actividades que
forman parte de la ética de la responsabilidad, opuesta a la citada ética del cuidado.
Habría que convencer a los maestros de que además de atender a los alumnos, hay otros
tipos de atención que dar y recibir en los centros. Al mismo tiempo habría que garantizar
que el trabajo colaborativo facilitase a los docentes su tarea de atención al alumnado,
dirigiéndose a aspectos que tuviesen en cuenta de forma prioritaria al alumno y sus
circunstancias.
Conocer qué aspectos facilitan la colaboración y cuáles la dificultan nos puede ayudar a reconocer los
contextos en los que ésta se produce con mayor facilidad, así como aquellos otros en los que difícilmente
llegará a producirse.
Los libros de texto, al ofrecer un desarrollo curricular para cada curso, hacen
innecesario el trabajo en equipo. Martínez Bonafé (2002) defiende que los textos
escolares determinan un modelo de relación profesional y anulan la necesidad de la
interacción entre colegas. Sin libros de texto el profesorado mantiene un mayor control
sobre el currículo y la metodología. Este control es necesario para desarrollar un trabajo
cooperativo, ya que permite tomar decisiones de cierta importancia.
La disponibilidad horaria del profesorado dificulta, también, el trabajo en equipo, al
menos así lo siente la mayoría de docentes. La falta de tiempo, su fragmentación y, de
modo especial, la ausencia de tiempos comunes son los principales problemas que el
profesorado alega habitualmente. La consideración asumida en nuestra cultura escolar y
en nuestra práctica habitual de que el tiempo de trabajo no lectivo puede considerarse de
libre disposición para trabajar individualmente crea una pugna entre el trabajo colectivo y
el individual en la que el segundo parte con ventaja. Cuando el tiempo de que disponen
los profesores es escaso, cobran especial importancia los periodos horarios que éstos
dedican a la preparación de las clases, por eso conviene traer aquí la investigación
realizada por Hargreaves (1996), en la que este autor se preguntaba si el aumento del
tiempo semanal de preparación, obtenido por los maestros de la mayor parte de los
distritos escolares de Ontario (Canadá), producía un cambio en la cultura escolar,
favoreciendo el establecimiento de relaciones de colaboración entre compañeros.
Los maestros objeto de la investigación sostenían que el incremento del tiempo de
preparación había repercutido en el logro de importantes mejoras en la calidad de su
trabajo y de la instrucción que recibían sus alumnos. Señalaban, además, que había sido
importante para reducir su estrés y restaurar parte de su vida privada, aspectos ambos
que habían contribuido a mejorar su actitud en clase y a enriquecer la calidad de las
interacciones con sus alumnos. A pesar de estos efectos positivos, el estudio mostró
también que no siempre se veían reforzados los procesos de asociación, comunidad y
colegialidad entre los maestros. Si no existe un compromiso con la colaboración –
concluye la investigación–, el tiempo de preparación acaba siendo absorbido por la
cultura del individualismo que suele gobernar el trabajo de los profesores.
73
La cultura pedagógica, basada en valores sociales competitivos y en un sistema educativo históricamente
selectivo, ha causado que la práctica de la enseñanza haya podido prescindir de la cooperación entre
alumnos y del trabajo en equipo de los profesores.
Facilita la colaboración: compartir ideas similares sobre la enseñanza; poseer una profesionalidad con
capacidad para tomar decisiones con los demás y trabajar con un currículo abierto; tener interés por
innovar; mantener una actitud dialogante y democrática, y poseer seguridad en el trabajo.
74
planteamientos no debe ahogar la riqueza que supone cierta diversidad de ideas y
opiniones.
Poseer una profesionalidad con capacidad para tomar decisiones con los
demás y trabajar con un currículo abierto
El profesorado sólo podrá colaborar desde una profesionalidad capaz de tomar decisiones
en interacción con los compañeros y a partir de un currículo abierto que haga necesario
tomarlas. La profesionalidad, por otra parte, promueve la colegialidad y ésta, a su vez,
desarrolla la profesionalidad.
75
Dificulta la colaboración: la competitividad presente en nuestra escuela, en la cultura pedagógica
vigente y en nuestra sociedad; la falta de tradición y preparación de los enseñantes para trabajar en
equipo; el hecho de que nuestro sistema escolar esté centrado en lo instructivo; la organización de los
centros; los libros de texto, y la falta de tiempo para trabajar en común.
76
a reconocer los contextos en los que ésta se produce con mayor facilidad, así como
aquellos otros en los que difícilmente llegará a producirse. Podremos, así, favorecer los
primeros y tratar de evitar los segundos o, al menos, paliar sus efectos.
En la práctica
77
problemática que sólo deseaba que se acabase cuanto antes.
Laura, la orientadora del centro, era consciente, ya desde el curso pasado, de la
inseguridad de Sergio. Para ayudarle a salir de apuros le ofreció su apoyo en el aula
durante las dos o tres primeras sesiones del programa. Sergio aceptó la oferta
porque tenía confianza en Laura y, además, así se complicaba menos la vida. De
esta manera las tres sesiones de tutoría que realizaron conjuntamente le resultaron a
Sergio bastante llevaderas, y cuando la orientadora le propuso formar parte del
grupo de trabajo no supo negarse por motivos, en gran parte, de tipo personal.
Una vez finalizado el curso y el trabajo del grupo, Sergio estaba satisfecho de
haber asistido a él. Había aprendido bastante sobre la autoestima y la protección
que ejerce frente a las conductas adictivas. Se manejaba mejor en el aula con los
pequeños grupos, pero sobre todo se había convencido de que todos los profesores
tenían dudas y dificultades en el trabajo con sus alumnos. Pensar que podía buscar
recursos junto con sus compañeros para ejercer la tutoría de la mejor manera
posible le aportaba seguridad en su trabajo y le hacía valorar de forma más positiva
su labor de tutor. En definitiva, del trabajo en equipo, al que le había costado llegar
por su inseguridad, había obtenido la seguridad que necesitaba. Ahora se trataba de
seguir avanzando apoyándose en los compañeros que, a fin de cuentas, tenían
problemas similares a los suyos.
La inseguridad inicial de Sergio, que le empujaba al individualismo, desapareció,
precisamente, con el trabajo en equipo. Poseer cierto grado de seguridad en el
propio trabajo es un requisito para que se produzca la colaboración, por lo que
promover por distintos medios que esta seguridad aumente es una forma de facilitar
el trabajo cooperativo.
78
Idea clave 8
La individualidad debe sustituir al
individualismo en el trabajo en equipo
El individualismo y la individualidad
En los capítulos anteriores hemos recogido numerosas situaciones en las que los
profesores trabajan en equipo constituyendo grupos de diversos tipos y características.
Como hemos visto, este trabajo conjunto podemos encontrarlo en el interior de los
centros educativos y fuera de ellos, agrupando a profesores de varios centros e incluso de
diferentes niveles educativos. Junto a estas situaciones de carácter cooperativo, en las
escuelas e institutos encontramos numerosos profesionales que trabajan de forma
individual y aislada.
El individualismo y el aislamiento respecto a los compañeros son situaciones
habituales, ya que, en mayor o menor grado y afectando a un número u otro de
enseñantes, se da en todos los centros educativos. Muchos profesores no ven la
necesidad de trabajar en equipo para desarrollar una tarea que, finalmente, tienen que
desempeñar de manera individual frente a un grupo de alumnos; algunos porque no se
sienten muy seguros para trabajar con compañeros a los que, en su fuero interno,
consideran mejores profesionales que ellos mismos; otros porque temen que sus prácticas
de toda la vida, de las que no están dispuestos a desprenderse, se vean cuestionadas.
Junto a todas estas situaciones, una gran mayoría de docentes se plantea su trabajo de
forma individual, simplemente porque consideran que esta forma de trabajar es más
cómoda y efectiva. Un maestro del segundo ciclo de primaria, mostrando total seguridad,
decía: «Resulta mucho más eficaz corregir los cuadernos que tengo pendientes, que
79
hablar con mi compañero de cómo corregirlos».
En términos generales, si nos detenemos a hablar con profesores en ejercicio acerca de
la importancia que le dan al trabajo en equipo con sus compañeros, nos encontraremos
con que no consideran que esta actividad sea muy importante o necesaria, al menos para
ellos. Algunos, incluso, se refugian en lo que se hace en otros niveles educativos: «Si el
trabajo en equipo fuese tan importante –llegan a decir–, se practicaría en las aulas de la
universidad y se le prestaría más atención en todos los aspectos de la sociedad».
Mientras tanto, en sus circunstancias no se sienten comprometidos por el trabajo
conjunto.
Después de haber analizado las numerosas ventajas que posee la cooperación y los
múltiples beneficios que aporta, centrar nuestra mirada en el aislamiento de los
profesores nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué encontramos tanto individualismo en el
trabajo docente? ¿Por qué no van evolucionando las situaciones de aislamiento hacia un
trabajo conjunto? ¿Existe una situación ideal de equilibrio entre el trabajo individual y el
trabajo en equipo? ¿Qué papel juegan los profesores que, de manera aislada, buscan
alternativas innovadoras a su trabajo en el aula? ¿Debemos favorecer estas situaciones
que aportan avances a la enseñanza, aunque estrictamente no sean de tipo colaborativo?
La división de tareas entre las personas que trabajan en las instituciones educativas empuja al
aislamiento y puede impedir en ocasiones la visión global de la educación, constituyendo en ocasiones
80
una de las características más notables de su ejercicio laboral.
En nuestro entorno escolar encontramos también, cada vez más agudizada, esta
situación de división de tareas que empuja al aislamiento y puede impedir una visión
global de la educación, sus fines y sus problemas. Los profesores, por su parte, trabajan
en aulas separadas y en pocas ocasiones se comunican de forma activa o toman
decisiones colectivas que afecten a aspectos importantes de la educación de sus alumnos.
En muchos casos, este aislamiento profesional constituye una de las características más
notables de su ejercicio laboral.
El poco interés que los profesores muestran respecto a la colaboración entre iguales se
corresponde con el hecho de que en el trabajo con sus alumnos se sitúan también como
«no usuarios» o «usuarios ocasionales» de este tipo de tareas. Es decir, que en la
clasificación que Rudduck (1999) utilizó en su investigación, en la que, como ya vimos,
aparecen también las categorías de «usuarios divisores» y de «usuarios comprometidos»,
la mayor parte del profesorado entrevistado se sitúa en los dos primeros grupos, aunque
tiende a dar todo tipo de razones para justificar su falta de práctica de la cooperación
entre alumnos o la utilización ocasional de la misma. Todos ellos, eso sí, siguen
proclamando las bondades y los beneficios de este tipo de actividad.
El individualismo como cultura de la enseñanza se caracteriza por el trabajo individual
de los profesores, el aislamiento y el secretismo. No nos parecerá extraño que esta forma
de trabajo esté tan extendida si observamos que la enseñanza como profesión viene
definida, fundamentalmente, por lo que los profesores hacen cuando no están con otros
profesores; de tal forma que cuando se evalúa a los docentes, se examina su actuación
dentro de la clase y no su posible trabajo conjunto fuera de ella. Esta tradición
individualista procede de una práctica centrada en el aula, espacio en el que el docente
cree tener amplio control y que le ocupa la mayor parte de sus energías y de su tiempo
en la escuela. El trabajo docente se da tradicionalmente en condiciones de aislamiento, y
esta situación propicia que el principio que acaba prevaleciendo entre compañeros sea el
de no intromisión mutua, el «vive y deja vivir».
81
práctica de muchos profesores y en la cultura de numerosos centros encontramos
aislamiento e individualismo, en lugar de colaboración. La mayoría de los profesores
siguen enseñando solos en el ambiente aislado de sus aulas, para constatarlo basta
observar a través del espacio y del tiempo lo extendidas que están estas características en
el quehacer profesional.
Algunos autores dicen que puede considerarse una ironía y una tragedia a la vez el que
la mayoría de los profesores en la mayor parte de las escuelas enseñen de manera
aislada, mientras que todos ellos desarrollan una misión común en un espacio y en un
tiempo muy reducidos. En esa situación sólo pueden mirar a sus alumnos y no a otros
compañeros. Linda Darling-Hammond ilustra la situación de aislamiento en la que
trabajan los profesores, recogiendo el testimonio de uno de ellos con veinte años de
experiencia docente:
He impartido 20.000 clases; he sido evaluado 30 veces; pero nunca he visto enseñar a otro profesor. (Darling-
Hammond, 1990, p. 40)
Aunque, como hemos visto, los autores que se ocupan de este tema no dudan de la
presencia continuada y generalizada del aislamiento en la cultura de la enseñanza,
reconocen también la existencia de espacios de práctica cooperativa. Al constatar la
contradicción existente entre las intenciones de los profesores y la realidad de su trabajo
diario, nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Por qué el individualismo constituye una
forma de trabajo tan habitual en los centros?
82
individualismo. Los profesores no quieren cooperar y prefieren basarse en sus propias
experiencias anteriores, hasta el punto de que si dispusiesen de más tiempo de
preparación de las clases, lo utilizarían, en muchos casos, individualmente y no en el
trabajo con los compañeros. El individualismo no se basa, por tanto, en la
autosuficiencia, sino en las dudas.
David Hargreaves (1982) y Susan Rosenholtz (1989), en una línea similar, dicen que
los docentes se sienten inseguros y esconden las dudas sobre sí mismos con la máscara
de la autonomía y el individualismo.
Aunque a veces podría culparse a los profesores por su aislamiento, la interpretación del individualismo
como un déficit psicológico no está comprobada ni construida sobre bases sólidas. Es necesario buscar
explicaciones alternativas.
Andy Hargreaves (1996) opina, sin embargo, que en las investigaciones de los autores
anteriores existe un problema de interpretación de los datos. En todos los casos –dice–,
los hallazgos relativos a las condiciones del centro de trabajo, al aislamiento y al
individualismo del profesor se transforman sin justificación en características psicológicas
indeseables de los docentes. Sin motivo alguno convierten la inseguridad que se vive en
los ambientes aislados en inseguridad personal de los enseñantes. Este tipo de
interpretaciones puede arrastrar graves consecuencias para la responsabilidad de los
profesores, ya que los transforma en chivos expiatorios por entenderse su actitud como
un problema personal y no del sistema. En su opinión, existe una gran diferencia entre
considerar que la enseñanza es una actividad insegura y que los docentes trabajan en
condiciones de aislamiento, y asegurar que los profesores son inseguros e individualistas
por naturaleza.
Aunque en ocasiones podría culparse a los profesores por su aislamiento, lo cierto es
que la interpretación del individualismo como un déficit psicológico no está comprobada
ni construida sobre bases sólidas. Es necesario buscar explicaciones alternativas.
Las teorías incluidas en este segundo apartado no entienden el individualismo como una
deficiencia personal, sino como una forma racional de economizar esfuerzos en un
ambiente de trabajo sometido a grandes presiones, es decir, como una forma de
adaptación y un ejercicio de resistencia ante unas condiciones de trabajo adversas.
83
Alguna de estas teorías considera que el aislamiento se debe a la arquitectura de las
escuelas y sus modelos de organización en aulas separadas. Dice que la mayor parte de
los profesores siguen enseñando solos tras las puertas cerradas, en el ambiente aislado de
sus propias aulas, ya que casi todas las escuelas elementales todavía tienen una estructura
de «cartón de huevos», es decir, de aulas separadas que incomunican a los maestros
entre sí, de manera que escasamente pueden conocer lo que hacen sus colegas.
Las estructuras de las escuelas crean y mantienen, pues, una experiencia de trabajo
alienado para los profesores, ya que las condiciones en las que se ejerce el trabajo
docente favorecen el aislamiento. La división en asignaturas, el alto número de alumnos,
la falta de cualificación profesional, los actuales libros de texto, etc. son otros de los
elementos que facilitan también su permanencia. El individualismo, por lo tanto,
prevalecerá mientras persistan las condiciones en las que el profesorado trabaja. Hemos
visto, por ejemplo, en capítulos anteriores como los libros de texto hacen innecesaria la
colaboración. Gracias a ellos el profesor puede permanecer aislado con sus alumnos en el
aula. Además se puede sustituir la coordinación de los equipos docentes a lo largo de un
ciclo, por el empleo de una misma editorial durante el mismo.
Otros autores hablan del individualismo como de un aislamiento adaptativo, y lo
explican como una estrategia personal para encontrar un espacio de trabajo defendido de
las influencias negativas del contexto. Esta alternativa consiste en interpretar el
individualismo como un recurso de los profesores para proteger el tiempo y la energía
requeridos para realizar las tareas de instrucción más urgentes. El aislamiento desempeña
aquí un papel estratégico y supone un esfuerzo calculado para proteger el tiempo de que
se dispone. Desde esta interpretación, la colaboración no se consigue automáticamente
desarrollando en los profesores cualidades psicológicas o eliminando las barreras físicas
de los centros, ya que las causas de su ausencia son otras. El interesado, en este caso,
trabaja activamente para permanecer aislado.
84
constituyendo así, en opinión de algunos autores, una de las pocas profesiones en las que
todavía está justificado el trabajo por cuenta propia, es decir, aislado de los compañeros.
En los centros educativos el trabajo individual, el aislamiento y el secretismo, propios de
una cultura individualista de la enseñanza, son características habituales, de manera que
la metáfora «mi clase es mi castillo» posee una sólida y constatada base. Gran parte del
profesorado, guiado por criterios de eficiencia propios de nuestra cultura, considera que
aprovecha mucho mejor el tiempo cuando trabaja individualmente. Dada la consideración
de que lo «normal» es trabajar de forma individual, piensan que el trabajo colaborativo
supone una merma en su labor. Con esta estrategia, por otra parte, garantizan la
preparación de las tareas de enseñanza más urgentes. Se da así la situación denominada:
aislamiento como estrategia adaptativa.
85
Los esfuerzos para eliminar el individualismo deben realizarse con prudencia para que no acaben con la
individualidad, ya que ésta genera el desacuerdo creativo y el riesgo y es la clave de la renovación
personal, que constituye a su vez la base de la renovación colectiva.
En la práctica
86
individualidad de aquellos profesores que, sin atentar contra la cooperación,
prefieren desarrollar sus ideas de manera personal. Lo que esta situación significa y
las opiniones que puede suscitar las veremos con un ejemplo.
Carlos es un profesor de formación profesional en la especialidad de administración
de empresas. Imparte clase en los ciclos de la familia de comercio y marketing de
un instituto que dispone de una amplia oferta de formación profesional y de un
profesorado estable y asentado desde hace muchos años. Aunque sus opiniones
muchas veces son diferentes de las de la mayoría, Carlos aporta sus criterios a los
claustros y a las reuniones de departamento, si bien, en realidad, lo que le gusta es
crear y desarrollar sus proyectos personales. Tiene ideas propias sobre la enseñanza
y sobre lo que sus alumnos necesitan, pero se lleva bien con los compañeros y ha
participado en varias propuestas de trabajo conjunto. Sus colegas, sin embargo, no
comparten sus intereses, pero Carlos piensa que no debe detener sus iniciativas,
aunque
éstos no las apoyen por considerarlas demasiado creativas e innovadoras. «El
comercio no sería nada sin la iniciativa personal», bromea cuando algunos
compañeros le acusan de desarrollar proyectos que no interesan al resto del
departamento.
El jefe de estudios del centro quería que Carlos hubiese sido jefe de
departamento, pero éste se negó aduciendo que tenía demasiados proyectos en los
que trabajar y que seguro que cualquier otro compañero desempeñaría esta tarea
mucho mejor que él. Como consecuencia de esta negativa el director nombró a
Santiago, un profesor más joven que Carlos y con menos años de permanencia en
el centro, pero que ejerce cierto liderazgo en el grupo. Carlos, mientras tanto, se
dedica a sus propias iniciativas y organiza todos los años en sus clases una serie de
actividades sobre comercio justo, que son muy del agrado de los alumnos. También
está pensando cómo mejorar el estudio sobre preferencias comerciales de los
jóvenes, que viene desarrollando con los chicos y chicas que terminan el ciclo de
comercio. Sus proyectos y los materiales que genera están siempre a disposición de
los compañeros, pero éstos no les prestan mucha atención porque los consideran
muy novedosos y poco enfocados a desarrollar las materias que, según ellos, tienen
que aprender prioritariamente los alumnos. Ante esta situación existe una amplia
división de opiniones en el centro. Por una parte, Santiago, el jefe de departamento,
y algunos otros profesores del mismo dicen que Carlos sólo está interesado por sus
proyectos y que es un individualista que debería ceñirse a trabajar en la línea que
marca el departamento. Sin embargo, el equipo directivo y la mayor parte del
profesorado opinan que es un buen compañero que colabora en lo que se le pide y
que aporta muchas horas de trabajo y muchas iniciativas al instituto. La opinión
más tajante es la del director, que no desaprovecha ninguna ocasión para
manifestar: «Ya me gustaría a mí tener muchos Carlos en el centro. Él solo ha
hecho más en sus clases por la familia de comercio y marketing que el resto de
profesores del instituto». La postura que adopta Carlos es de carácter individual,
87
pero no es individualista, porque no sólo no dificulta el trabajo conjunto del
departamento, sino que lo apoya con su participación, aunque sus iniciativas sean
muy particulares y gran parte de sus energías las invierta en desarrollarlas en el
aula. Sería un error poner trabas a su trabajo, pensando así en erradicar el inicio de
un proceso individualista en el centro. Debe aprovecharse, por el contrario, su
capacidad de generar ideas y desarrollar proyectos para impulsar al conjunto del
centro. La individualidad consiste en el ejercicio activo por parte de los profesores
de la propia iniciativa, la creatividad personal y la libertad de criterio, y es una
característica que enriquece a los centros. Debemos aprender a reconocerla y a no
sacrificarla confundiéndola con el individualismo.
88
Idea clave 9
El trabajo en equipo debe ser auténtico
La colegialidad artificial
Después de conocer los beneficios que la colaboración aporta a la mejora de la
enseñanza y al desarrollo profesional de los docentes, y vistos también los efectos
negativos que el individualismo causa a ambos, nos puede surgir el preguntarnos si no
sería conveniente reglamentar la práctica de esta actividad para que el conjunto del
sistema educativo se beneficie de ella y pueda aprovechar las posibilidades que ofrece.
Dado que parece evidente que la enseñanza experimentaría una importante mejora con el
trabajo conjunto desarrollado de manera continua por el profesorado en los centros,
podemos pensar que las administraciones educativas y los equipos directivos deberían
reglamentar con claridad y precisión los tiempos que deben destinarse a este trabajo, los
roles que cada profesor debe desempeñar en el grupo y los contenidos sobre los que sería
conveniente cooperar. Del mismo modo, debería también establecerse un estricto control
sobre el cumplimiento de dichas normas. En el marco de esta nueva reglamentación, el
trabajo conjunto dispondría de mucho más tiempo que el individual y las decisiones se
basarían siempre en el consenso al que se llegaría tras un debate en el que participarían
todos los profesores implicados. Sin lugar a dudas, una situación ideal de colaboración
favorecería notablemente la mejora de los centros. La duda es si esta situación podría
alcanzarse a través de la imposición y el control. En términos más concretos: ¿Es posible
conseguir que en los centros se desarrolle un trabajo colaborativo imponiéndolo a través
de los equipos directivos y, en general, de todas las instancias administrativas? ¿Sería
conveniente hacerlo? Para responder a estas preguntas nos remitiremos a la realidad de
los centros que nos rodean.
89
Todos hemos conocido en alguna ocasión centros en los que los órganos colegiados se
reúnen con asiduidad, a veces superior a la mínima establecida por la legislación; se
celebran reuniones para dirimir cualquier asunto, e incluso se crean múltiples comisiones
con objeto de organizar colectivamente diversas tareas. La existencia, sin embargo, de
esta actividad grupal no garantiza que se llegue a alcanzar un grado aceptable de
colaboración en la escuela o instituto, incluso, en ocasiones se está muy lejos de
desarrollar un trabajo auténticamente colaborativo, ya que las reuniones se limitan a
cumplir su cometido formal y a lograr un producto sin que se dé un auténtico clima de
apoyo e intercambio. En estos centros, aunque se dedica mucho tiempo y bastantes
energías al trabajo en equipo, los profesores no llegan a sentirse protagonistas del mismo,
ya que lo ven como una actividad obligatoria que realizan porque así lo pide el equipo
directivo. En ocasiones llegan a tener el sentimiento de que trabajan para otros.
De estas situaciones de colaboración, que parecen limitarse a las formas externas sin
resistir un análisis más profundo de sus causas y consecuencias, trataremos
seguidamente.
Existen tres formas culturales, situadas entre el individualismo y la auténtica cultura de la colaboración,
que no consiguen conformar una auténtica cooperación: la colaboración confortable, la colegialidad
artificial y la balcanización.
90
(Fuente: Day, [1999, p. 79])
El trabajo colaborativo no se puede imponer, porque entonces a los profesores no les interesa por no
entender por qué ni para qué se realiza.
91
El trabajo en equipo no puede imponerse de forma
obligatoria
Cuando los profesores trabajan juntos no siempre parten del interés del grupo por llevar a
cabo un proyecto común. Muchos profesores se reúnen y trabajan conjuntamente
porque la Administración así lo determina a través de las disposiciones legislativas y
demás normas que regulan el trabajo docente.
En estos casos, unos profesionales están realmente interesados por colaborar, mientras
que en otros prima la obligación de reunirse y sacar adelante una tarea que les permite
obtener un producto determinado. Los equipos directivos y su capacidad de liderazgo
juegan generalmente un papel muy importante en esta situación, ya que ejercen de
mediadores entre los intereses de los profesores y las prescripciones de la
Administración. Cuidar las relaciones personales constituye una parte de este liderazgo.
A pesar de las buenas intenciones de los profesores y del equipo directivo, el trabajo en
equipo que se practica en estos casos difícilmente llega a ser auténtica colaboración, ya
que si los profesores no hacen suyas las finalidades que se les plantean desde fuera, no
llegan a trabajar juntos para alcanzar objetivos comunes, tal como Johnson, Johnson y
Holubec (1999) exigen a la colaboración. Tampoco cumplen otros requisitos requeridos
por estos autores, como la interdependencia positiva de objetivos, recursos y roles, ya
que los objetivos comunes son los que crean esta interdependencia y en este caso no
existen; ni la responsabilidad individual respecto a la consecución de los objetivos, puesto
que esta responsabilidad suele transferirse a la persona o personas promotoras del
trabajo, en este caso al equipo directivo. Si no se coopera para alcanzar metas propias,
no puede haber una cultura de la colaboración que se extienda a todos los espacios y
momentos del centro. El trabajo colaborativo no se puede imponer, porque entonces a
los profesores no les interesa, no entienden por qué ni para qué se realiza.
La colegialidad artificial ofrece resultados previsibles y se utiliza a veces desde la Administración y por
los equipos directivos para que determinadas tareas obligatorias salgan adelante.
92
con las que este mismo autor atribuye a las culturas de la colaboración.
La característica más importante y de carácter más general de la colegialidad artificial
es el hecho de estar reglamentada por la Administración. Frente a la espontaneidad de
las culturas de la colaboración que surgen de la iniciativa de los docentes, o que al menos
se mantienen gracias a ella, la colegialidad artificial parte y se sostiene por una imposición
administrativa que exige que los profesores se reúnan y trabajen juntos.
La obligatoriedad de la colegialidad artificial está muy relacionada con la
reglamentación de la que hablábamos anteriormente y puede manifestarse de forma
directa o indirecta. Cuando la obligación se presenta de forma indirecta, puede llegar a
través de promesas de promoción o con veladas amenazas hacia quienes desarrollan sus
propios proyectos. En cualquier caso, el resultado es el mismo: desaparecen el interés y
la voluntad de trabajar juntos para dar paso a unas prácticas en apariencia similares, pero
desprovistas de sus finalidades y metas iniciales, y, con ellas, de su fuerza
transformadora.
La colegialidad artificial está basada en una reglamentación administrativa que obliga a ejercerla en
determinados lugares y en momentos concretos, y está orientada a la implementación de innovaciones o
reformas diseñadas para que sus resultados sean previsibles.
93
administrativos que prefieren formas de colegialidad que puedan controlar, regular o
domesticar, dado que con las auténticas no pueden prever de antemano y con seguridad
el currículo que se va a desarrollar, el aprendizaje que se va a conseguir o la rapidez con
que se va a realizar todo el proceso. Cuando los equipos directivos de los centros
promueven de forma obligatoria el trabajo conjunto con el objeto de desarrollar sus
objetivos y prioridades, suele aparecer la colaboración artificial. Del mismo modo,
cuando las reformas administrativas propuestas por la Administración se convierten en
exigencias burocráticas que hay que desarrollar en grupo, éstas derivan en procesos de
colegialidad simulada, en simulacros formales que modifican el lenguaje profesional, pero
dejan intactos los intercambios en el aula y, por tanto, la calidad de la práctica.
Entre las consecuencias negativas que conlleva la colegialidad artificial puede citarse el sacrificio de la
calidad del trabajo en favor de la cantidad de éste.
La colaboración artificial dista mucho de ser algo libre y sentido como necesario por
los profesores, tratándose más bien de una serie de artificios administrativos diseñados
para llevar la colegialidad a las escuelas donde no ha existido. Estos procesos
burocráticos impuestos aumentan el trabajo de los maestros, ya que se produce una
proliferación de reuniones y de trabajo adicional que intensifican aún más su tarea y la
someten a un mayor control administrativo, en vez de dejarles desarrollar las cosas por
su cuenta. La intensificación supone una escalada burocrática de presiones, expectativas
y controles en relación con lo que hacen y lo que deberían hacer los docentes durante la
jornada escolar. Una de sus consecuencias es el posible olvido de la enseñanza como
actividad plena e integradora, ya que dicha intensificación fuerza a realizar sólo lo
esencial y a apoyarse en especialistas. Se pierden así habilidades colectivas y se dificulta
la cooperación, porque resulta difícil que se disponga del tiempo necesario para
relacionarse con los compañeros. La cita siguiente explica muy bien la relación entre el
aislamiento y el aumento de trabajo de los profesores:
En este proceso (la intensificación), la calidad se sacrifica a favor de la cantidad. Ya no se trata de hacer bien
el trabajo, sino de hacerlo. Y, como el tiempo mismo se convierte en una mercancía escasa, el riesgo de
aislarse va en aumento y de esta manera disminuyen las posibilidades de que la interacción entre colegas
permita la revisión crítica de la labor hecha y de que la reflexión y la colaboración se desarrollen con
naturalidad. Las habilidades colectivas se pierden, mientras progresan las «habilidades de dirección». (Apple,
1993, p. 15)
Frente a esta situación, la colaboración requiere tiempo, muchas veces más del que se
cree. Para traspasar nuestras diferencias y examinar nuestras creencias y nuestras
prácticas de enseñanza se precisa establecer un alto grado de confianza y cimentar una
sólida relación interpersonal. Crear este clima de confianza y paridad supone tiempo. La
intensificación, pues, pone trabas a la cooperación, sin embargo el trabajo cooperativo
sería el mejor remedio para combatir la sobrecarga. Esta aparente paradoja se explica si
tenemos en cuenta que la colaboración entre profesores exige mucha dedicación y sus
resultados no son siempre inmediatos, pero a medio y largo plazo constituye una forma
de hacer frente a ese aumento en amplitud y en cantidad de los requerimientos del
94
trabajo docente. En estas circunstancias, los profesores deben trabajar y planificar más
con sus compañeros, poniendo en común y desarrollando juntos sus respectivos puntos
fuertes, en vez de intentar hacer frente en solitario a las exigencias que se les plantean.
No obstante, a pesar de su importancia, la intensificación no es la única consecuencia
negativa de la colegialidad artificial. La inflexibilidad y la eficacia son otros de los grandes
males que causa, ya que los profesores no se reúnen cuando deben, pero sí lo hacen
cuando no tienen nada que tratar. Esta situación defrauda y confunde al profesorado.
Los intercambios colaborativos que se producen dentro de la colegialidad artificial
suelen ser de carácter restringido y se limitan a aquellas áreas de trabajo que resultan más
seguras para los profesores. Aparecen así los procesos de colaboración confortable o
limitada de los que hemos hablado anteriormente.
Los equipos directivos que desean promover la colaboración, pero que al mismo
tiempo no renuncian a que a través de esta forma de trabajo se realicen tareas
prescriptivas muy dirigidas se encuentran con la contradicción de tener que conseguir que
el profesorado comparta unas metas que proceden de la Administración. Esta situación
suele desembocar en procesos de colaboración artificial, causando que las personas que
se responsabilizan del trabajo conjunto sufran numerosas tensiones y contradicciones.
Intentar aumentar la colaboración exigiendo un producto sólo consigue acrecentar los
problemas.
La colegialidad artificial o fingida constituye, en el mejor de los casos, una fase preliminar en la que los
profesores se ponen en contacto para evolucionar después hacia relaciones cooperativas más genuinas y
duraderas.
95
de los profesores.
Así pues, tenemos que procurar que el trabajo en equipo sea auténtico y que no se
convierta en procesos de colaboración artificial, que, bajo la apariencia de trabajo
colaborativo, se limitan a desarrollar una serie de actividades que han perdido la riqueza y
los valores que aporta la cooperación entre compañeros.
En la práctica
96
y no se llega a conclusiones. Lo paso mal cuando protestan, porque parece que
primero los obligo a reunirse y luego los presiono para que elaboren algo que se
pueda poner por escrito. A veces, para no insistirles más, hacemos entre dos lo que
teníamos que haber hecho entre todos». Elena, la secretaria, apoyó la opinión de
M.ª Ángeles en términos más coloquiales: que la locomotora llevaba mucha marcha
y los vagones eran más lentos; que se puede tirar de los profesores, pero no se
puede empujar; que tantas reuniones los estaban agotando...
Víctor no entendía que para promover la colaboración hubiese que ir poco a
poco creando procesos con los que el profesorado se interesase y se sintiese a gusto
ni que hubiese que cuidar, también, el clima del centro. Tampoco sabía que obligar
a colaborar sirve de muy poco. Aunque los profesores se reunían todas las veces
que se les pedía, no por eso intercambiaban más ideas o lo hacían con mayor
profundidad. Como el objetivo del equipo directivo era obtener de la colaboración
resultados rápidos que mejorasen la enseñanza que se impartía en el centro, la jefa
de estudios tenía, además, que asegurarse de que se llegaba a esos resultados. No
importaba el proceso, sino el producto que se iba a conseguir con el mismo.
El centro se encontraba en un proceso de colaboración artificial que aumentaba el
trabajo de todos sin aportarles las ventajas de la colaboración. Salir del mismo
exigía convertir en auténtico el trabajo en equipo, de forma que se cooperase para
objetivos realmente asumidos y que se respetase el ritmo y los intereses de los
profesores.
97
Idea clave 10
El trabajo en equipo debe superar
cualquier división en subgrupos existente
en el centro
98
subgrupos se establecen básicamente con un criterio: el área de conocimiento que se
imparte. Las divisiones que se crean así son más fuertes y tajantes, ya que los
departamentos, que son las estructuras organizativas que crean esta separación, poseen
entidad legal propia en el organigrama del centro, disponen de espacios donde reunirse y
participan en el reparto de poder y recursos. A ningún profesor de secundaria con algún
año de experiencia docente le resulta extraño que la asignación de recursos económicos y
la implantación de materias optativas se realicen en función de los departamentos. Las
comisiones de coordinación pedagógica son muchas veces testigos de las luchas de poder
que estas actuaciones provocan.
A la vista de la situación anterior no es extraño constatar que cuando se pregunta a un
docente por su profesión, lo más fácil es que responda que enseña en educación infantil o
primaria, o bien que imparte docencia en una determinada especialidad de secundaria o
formación profesional. Con la introducción de las especialidades en primaria es posible
también que los maestros aludan a ellas como forma de presentación profesional. Estas
sencillas respuestas son muy reveladoras porque intentan mostrarnos de forma sintética
lo más esencial de la adscripción profesional de cada uno. Para los docentes de los
niveles previos a la universidad, ser de infantil o primaria, de una especialidad de
secundaria o de formación profesional, supone pertenecer a un colectivo de profesionales
que ha pasado por la misma formación inicial, que se ha socializado en grupos similares y
que ahora comparte tareas, condiciones laborales e incluso una forma determinada de ser
visto por la sociedad. Definirse como profesor se completa con el determinante del nivel
en el que se enseña y, en algunos casos, del área que se imparte, hasta el punto de que
muchos profesionales se sienten antes miembros de un colectivo parcial –infantil o un
determinado departamento– que del centro en general.
Contemplar la enseñanza y a sus profesionales desde esta perspectiva de grupos
aislados y con poca conexión entre sí nos lleva a formularnos determinados interrogantes
a los que intentaremos responder en los apartados siguientes: ¿Por qué los centros se
dividen en grupos de profesores cohesionados que no se relacionan entre sí? ¿Por qué se
crean estas adscripciones? ¿Con qué criterios se establecen? ¿Qué consecuencias tienen
para la enseñanza? ¿Conviene potenciar estos grupos cuyos miembros colaboran entre sí
o, por el contrario, deberían diluirse dando paso a una identidad más general?
99
cuestiones que afectan al conjunto del centro. Este interés por limitarse a lo que necesitan
los propios alumnos, junto con, como veremos más adelante, unas estructuras
organizativas que fomentan este proceso, propician la creación de grupos aislados en el
centro. Cuando estos subgrupos dividen, separan y, a veces, enfrentan a los profesores
que se vinculan a ellos, podemos hablar de balcanización.
La balcanización se produce cuando los profesores se relacionan de forma más estrecha que en la cultura
individualista, pero en grupos aislados unos de otros. Este tipo de colaboración propicia que los
profesores se sientan antes miembros de su ciclo, grupo o departamento, que del conjunto del centro.
Permeabilidad reducida
En primer lugar, las culturas balcanizadas presentan una permeabilidad reducida. Los
100
subgrupos que las forman –departamentos, ciclos u otras estructuras– están
perfectamente delimitados y muy aislados entre sí, de manera que los profesores
pertenecen, generalmente, a un único subgrupo dentro del cual realizan su aprendizaje
profesional. Un profesor de inglés, por ejemplo, pertenece siempre al departamento de
inglés, pero además se ha socializado profesionalmente en dicho departamento,
aprendiendo con sus compañeros y de ellos. Como consecuencia de esta característica, lo
que los docentes piensan y creen en uno de estos colectivos puede ser muy diferente a lo
que mantienen los miembros de otro subgrupo.
Permanencia duradera
La segunda característica de la balcanización es su permanencia duradera. Los
subgrupos, además de limitados en el espacio, perduran y se mantienen en el tiempo. En
las culturas balcanizadas la pertenencia de los docentes a los grupos permanece bastante
estable. Pocos profesores, por ejemplo, cambian de departamento cada año, por lo que
éstos llegan a considerarse, ante todo, miembros del mismo, es decir, maestros de un
nivel o profesores de una especialidad más que enseñantes del centro en general.
Identificación personal
La permeabilidad y la permanencia crean identificación. Esta identificación personal, la
tercera característica de la balcanización, consiste en la vinculación a los subgrupos
donde el profesorado ha desarrollado la mayor parte de su vida profesional. Vincularse a
un grupo no supone solamente sentirse miembro del mismo, sino que conlleva, además,
compartir los supuestos básicos propios de esa comunidad respecto a la enseñanza, el
aprendizaje y la educación en general. No es extraño, pues, que en los centros se hable
de los subgrupos como conjuntos de profesores que comparten determinados
planteamientos. Expresiones como «Los de matemáticas son muy cuadriculados» o «Las
de infantil se pasan la vida pidiendo» revelan que existe una visión de los profesores
relacionada con el departamento o ciclo al que pertenecen. La identificación personal
aumenta las posibilidades de empatía y colaboración dentro del propio departamento,
pero disminuye las de hacerlo fuera del mismo.
Carácter político
La cuarta y última característica se refiere al carácter político de la balcanización. Las
subculturas de los profesores son elementos promotores de intereses personales. Los
subgrupos que crean alcanzan diferentes cotas de poder y categoría, de forma que los
ascensos y los recursos suelen estar vinculados a la pertenencia a un subgrupo concreto.
Por ello, resulta difícil que los profesores lleguen a acuerdos comunes en aspectos que
amenazan sus oportunidades de progreso en la carrera profesional o de mejora en sus
101
condiciones de trabajo. Los conflictos que suelen producirse en los centros cuando se
ofrecen materias optativas nuevas vinculadas a unos u otros departamentos pueden
servirnos de ejemplo para ilustrar la situación antes descrita. Cuando se introducen
innovaciones importantes, los profesores se dividen en partidarios, que prosperarán
gracias a la innovación, y detractores a quienes la innovación propuesta les acarreará
problemas.
La balcanización se caracteriza por los límites entre las distintas partes de la organización, por la
identificación personal con los espacios que definen estos límites y por las diferencias de poder entre
unos y otros. Suele conducir a la mala comunicación, a la indiferencia y a la creación de grupos que
actúan de forma independiente.
La balcanización, por tanto, se caracteriza por los límites fuertes y duraderos entre las
distintas partes de la organización, por la identificación personal con los espacios que
definen esos límites, y por las diferencias de poder entre unos campos y otros. La
balcanización educativa está vinculada a las diferencias, pero también al poder y a la
división, y conduce a una mala comunicación, a la indiferencia y a la formación de
grupos que actúan de forma independiente en la escuela. Esto puede llevar a la ruptura
en el seguimiento de los progresos de los alumnos e incluso a generar conflictos respecto
al espacio, el tiempo y los recursos.
Una mirada a nuestros centros escolares es suficiente para observar que la
balcanización está directamente relacionada con la división en ciclos de los colegios de
primaria y, especialmente, con la organización departamental de los centros de educación
secundaria. La organización departamental, sustentada en la fuerza que en nuestra
cultura escolar tienen las áreas, separa a los profesores y crea grupos aislados que en
ocasiones se enfrentan entre sí. Diversos autores justifican la balcanización
relacionándola con la estructura disciplinar del currículo que genera los departamentos
didácticos. Bernstein (1988), por ejemplo afirma que:
La división en departamentos y asignaturas incrementa la separación de los docentes y su lealtad a la materia
que imparten.
102
la encontramos entre los niveles de infantil y primaria, y entre los ciclos de esta última etapa. En los
institutos la división en departamentos constituye la causa fundamental de su cultura balcanizada.
103
Es preciso desbalcanizar los centros, oponiéndose a los tres factores que caracterizan este tipo de
colaboración desajustada: sus fuertes y perdurables límites, su identificación personal con los territorios
que delimita y las diferencias de poder y categorías que crea.
De nada servirían, no obstante, las medidas anteriores sin una gestión del centro
auténticamente democrática, que tratase de impedir las situaciones de poder y lucha entre
los subgrupos balcanizados.
No siempre resulta suficiente adoptar normas compensatorias, en ocasiones es preciso
desbalcanizar profundamente los centros, oponiéndose a los tres factores que
caracterizan este tipo de colaboración desajustada: sus fuertes y perdurables límites, su
identificación personal con los territorios que delimita y las diferencias de poder y
categoría que crea. Una propuesta radical pasaría por suprimir las organizaciones de edad
en primaria, es decir, los ciclos, y las de materia en secundaria, es decir, los
departamentos; pero esta determinación implicaría prescindir de unas estructuras
organizativas que ofrecen también muchas ventajas. Hargreaves (1996) nos propone tres
actuaciones más moderadas para avanzar en este proceso:
• En primer lugar habría que eliminar o paliar las diferencias de tamaño, prestigio y
asignación de tiempo entre las áreas y materias que se consideran de categoría
superior y las que suelen considerarse de categoría inferior. Esta decisión concierne a
las administraciones educativas y a la comunidad educativa, antes que a cada escuela
en particular. Además el prestigio y poder de las áreas viene determinado por la
valoración que la sociedad les otorga, y ésta está vinculada, generalmente, a su
contribución al ámbito productivo.
• En segundo lugar, al quedar diluidos los límites entre las materias y ser sus diferencias
de categoría más uniformes, deberían establecerse otras estructuras organizativas con
una fuerza política similar o mayor que las que se basan en departamentos de área.
Ejemplos de estas nuevas estructuras serían el equipo de perfeccionamiento escolar,
el de relaciones con la comunidad, el de vinculación de la escuela con entorno, etc.
Las escuelas tendrían así unos límites departamentales más permeables, los
profesores podrían pertenecer a más de un departamento y la antigüedad y la
permanencia tendrían menos relieve. Con el tiempo este tipo de organización y su
liderazgo irían cambiando para adaptarse a nuevas situaciones, necesidades e intereses
del centro.
• Eliminadas o disminuidas las diferencias de prestigio y poder de los departamentos,
modificado también su liderazgo y sus recompensas, y con la identidad y permanencia
en los grupos en constante cambio, nos faltaría, en tercer lugar, dialogar sobre los
conflictos y resolverlos en un proceso continuo, con procedimientos sinceros,
democráticos y éticos. De esta forma, las pugnas por el poder no llevarían a nuevas
jerarquías de categorías ni a nuevos modelos de balcanización.
Disminuir la balcanización es una tarea difícil, ya que esta cultura está directamente
enraizada en elementos de poder, prestigio y jerarquía a los que resulta difícil enfrentarse.
104
La balcanización hace que las escuelas funcionen como mundos independientes en que los conflictos y
competiciones entre etapas, ciclos y departamentos constituyen una característica endémica y
consustancial a su existencia.
En la educación primaria encontramos cierto grado de balcanización entre los tres ciclos que la
componen y, en alguna medida, entre tutores y especialistas.
105
centros una cultura balcanizada que impida el desarrollo global del centro y sus
finalidades.
En la práctica
106
grupo de biblioteca, que hacía que ésta no fuese responsabilidad exclusiva del
departamento de lengua; el grupo de coordinación con los centros de primaria de
los que recibían alumnado; o el responsable de montar la semana cultural, hasta
entonces organizada por los departamentos de manera rotativa. Un paso posterior
fue que cada uno de estos grupos tuviese su lugar y su tiempo de reunión, y que
contase con recursos adecuados para desarrollar sus funciones. Cuando todo esto
se consiguió, las relaciones entre el profesorado del centro eran múltiples y
diversas, ya que estaban marcadas por
su adscripción a grupos diferentes y, en muchos casos, variables. «Ahora nos
resulta más difícil enfrentarnos –decía con cierta ironía un jefe de departamento–
empieza a faltarnos un grupo fijo que nos apoye». Se habían dado, de este modo,
algunos pasos para paliar la balcanización y conseguir un desarrollo integral del
centro.
El instituto, por medio del diseño y la puesta en práctica de varias medidas de
tipo organizativo, procuró evitar la situación de colaboración en grupos aislados y, a
veces, enfrentados entre sí, creados por la estructura departamental. De esta forma
la balcanización del claustro se fue atenuando.
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Idea clave 11
Las administraciones educativas deben
contribuir a la mejora de la colaboración
entre el profesorado
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el hecho de trabajar en equipo una decisión personal de los implicados o necesita otros
apoyos? Si se tratase de una opción personal de cada uno de los miembros del grupo en
la que no interviniesen otros condicionantes, poco tendría que decir la Administración al
respecto salvo intentar convencernos de su conveniencia.
Hemos visto en los capítulos anteriores que colaborar es una actividad cuya práctica
depende de la voluntad de los profesores, pero esta actividad se enmarca en un contexto
institucional –los centros educativos y las condiciones en que se trabaja en ellos– que
unas veces ofrece y otras no, situaciones adecuadas para que esta práctica pueda
desarrollarse. Las administraciones educativas, por lo tanto, como responsables de los
centros y de las condiciones de todo tipo en las que se desarrolla la labor docente, tienen
mucho que decir y que hacer al respecto. Llegamos así a nuevos interrogantes: ¿Qué
puede hacer la Administración para mejorar el trabajo en equipo de los profesores?
Sabemos ya que por la vía de la prescripción no va a conseguir resultados satisfactorios y
que, además, lo que habitualmente se le pide no son normas impositivas, sino
condiciones adecuadas para poder colaborar. ¿Qué condiciones son las que consideramos
necesarias? ¿A través de qué medios se pueden mejorar las existentes? ¿En qué medida
influyen las disposiciones legislativas en este aspecto? ¿Hay en vigor medidas
administrativas que impidan o dificulten la cooperación profesional? ¿Deberían
modificarse o eliminarse?
En este capítulo trataremos de responder a estas preguntas exponiendo y justificando,
sin ánimo de ser exhaustivos, diversas medidas que pueden adoptar las administraciones
educativas con objeto de mejorar el trabajo colaborativo de los profesores.
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1995, p. 297)
Las iniciativas que deben adoptarse desde diferentes instancias con objeto de mejorar el trabajo
colaborativo del profesorado pueden clasificarse en tres grupos: las que corresponde adoptar a las
administraciones educativas; las que pueden adoptar los centros y los equipos directivos, y las que
corresponde desarrollar al profesorado y a otras instancias.
Todas las medidas necesitan basarse en un interés auténtico por el trabajo colaborativo y en la
convergencia de diversas actuaciones para lograrlo. Algunas deberían implantarse a través de la
modificación de las disposiciones legislativas existentes; otras requerirían preferentemente el
establecimiento de medidas adminis trativas acerca de determinados aspectos, así como la adopción de
nuevos criterios en el reparto de recursos.
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administraciones educativas con carácter orientativo y que, sin llegar a ser prescriptivas,
determinan, en gran parte, lo que hacen los profesores; otras requerirían preferentemente
el establecimiento de medidas administrativas acerca de determinados aspectos, así como
la adopción de nuevos criterios en el reparto de recursos. En general, todas las medidas
necesitan basarse en un interés auténtico por el trabajo colaborativo y en la convergencia
de diversas actuaciones para lograrlo.
Las primeras medidas que la Administración debe tomar para promover la
colaboración del profesorado deben ir dirigidas a que los centros determinen y desarrollen
colectiva y conjuntamente sus finalidades y objetivos. Para que esta situación se
produzca, deben facilitarse los medios y condiciones necesarios. Además, iniciativas
como las autoevaluaciones de los centros o los planes de mejora, si no se planteasen
como un requerimiento burocrático, podrían impulsar un trabajo conjunto dirigido a
evaluar la situación actual de los colegios e institutos y a procurar mejorar colectivamente
aquellos aspectos que se considere necesario. De nada sirve tratar de implantar en los
centros reformas prefabricadas, ya que aunque su desarrollo exija la colaboración, ésta
no se llevará a cabo si el profesorado no se interesa realmente por el contenido de las
mismas.
Es necesario revisar todas las disposiciones legislativas desde el punto de vista de su contribución al
trabajo en equipo con objeto de eliminar o modificar aquellos aspectos que dificultan la colaboración e
introducir otros que la faciliten.
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Para que estos tiempos comunes se empleen en trabajar conjuntamente, debe
potenciarse la necesidad de que los miembros de los diferentes órganos que componen
los centros –ciclos, departamentos, comisiones de coordinación pedagógica, equipos
directivos, equipos docentes y consejos escolares– se coordinen internamente y entre sí.
También debe promoverse la coordinación de los institutos con las escuelas que tienen
adscritas, así como las actuaciones de los asesores externos de los centros, tales como
inspectores o asesores psicopedagógicos. De esta necesidad de coordinación surgirá el
trabajo en equipo.
Para promover y facilitar el trabajo en equipo de los profesionales de la educación las administraciones
educativas deben poner en juego diferentes medidas.
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Una parte importante de las evaluaciones institucionales debería ir encaminada a conocer y valorar los
procesos de trabajo en equipo del profesorado, pero lo que se valora tradicionalmente son los productos
de estos procesos.
Las administraciones educativas pueden optar por diferentes medidas para mejorar el trabajo en equipo
de los profesores; algunas de carácter general y otras de carácter más puntual dirigidas a mejorar
situaciones concretas.
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que se potencie el trabajo colaborativo entre sus miembros:
- Órganos colegiados de gobierno (consejo escolar, claustro de profesores), así
como órganos de coordinación docente (comisión de coordinación pedagógica,
ciclos, departamentos, equipos docentes).
- Profesores de diferentes ciclos y etapas de los colegios, así como de distintos
departamentos de los institutos.
- Profesores de cada centro de secundaria junto con los maestros de los colegios de
primaria que tiene adscritos.
- Asesores externos de los centros: inspectores, miembros de los equipos
psicopedagógicos, asesores de formación, etc., así como en los grupos más o
menos estables que se derivan de la relación de estos asesores con los equipos
directivos y el profesorado en general.
• Establecer las especialidades del profesorado y las plantillas de los centros de modo
que los profesores de secundaria y los maestros especialistas de primaria impartan
clase en el menor número de equipos docentes posible, para facilitar así el trabajo
conjunto dentro de los mismos.
• Permitir que los jefes de departamento y los coordinadores de ciclo sean elegidos por
sus respectivos equipos, sin que la legislación establezca prioridades al respecto.
• Impedir la balcanización, para ello deberían tomarse diversas medidas de carácter
legislativo:
- Paliar las diferencias de prestigio y de asignación de tiempos que se da entre las
diferentes áreas.
- Establecer la rotación de los profesores de los colegios de educación infantil y
primaria por todos los niveles o al menos por los tres ciclos de primaria.
- Potenciar los equipos docentes en los centros de educación secundaria.
- Crear en todos los centros estructuras organizativas transversales a los ciclos o
departamentos y complementarias a éstos.
• Determinar que los planes institucionales de gratuidad de libros de texto vayan
encaminados a la adopción en los centros de modelos metodológicos colaborativos y
contemplen, por tanto, la opción de uso común de materiales curriculares de carácter
abierto.
• Establecer procedimientos administrativos para que grupos de profesores con
creencias educativas compatibles y proyectos comunes puedan trabajar juntos.
• Adoptar un currículo abierto que permita y facilite el trabajo conjunto del
profesorado.
En la práctica
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Convertir una propuesta de la administración en un
ejercicio de trabajo conjunto
A través de determinadas propuestas de la administración educativa se puede llegar
a promover el trabajo colaborativo en los centros, especialmente si estas propuestas
pretenden que los centros trabajen para conseguir objetivos propios, y otorgan
autonomía y protagonismo al profesorado para llevarlas a cabo. Ejemplificaremos a
continuación un caso en el que a través de un plan de mejora promovido
institucionalmente se consigue impulsar el trabajo conjunto del centro.
Cuando a Fernando, un director de un instituto de educación secundaria, su
inspector de zona le propuso realizar un plan de mejora en el centro, le pareció una
idea bastante aceptable. Anteriormente, los miembros del equipo directivo ya se
habían propuesto organizar algún tipo de autoevaluación que les permitiese conocer
sus aspectos fuertes y débiles, y ahora, con esta iniciativa de la Administración, no
sólo podrían saber qué aspectos debían mejorar, sino que se les ofrecían algunos
recursos para modificar, en un plazo razonable, los puntos más débiles que
pudiesen detectar. Esta propuesta fue acogida de forma desigual por el profesorado,
pero el equipo directivo
lideró con mucho acierto el proceso, de forma que el proyecto se llevó a cabo con
un buen grado de consenso.
En las primeras reuniones del inspector con el equipo directivo, se establecieron
unos objetivos provisionales del plan que posteriormente fueron modificados por la
comisión de coordinación pedagógica, y, finalmente, aprobados por el claustro y el
consejo escolar. A estas reuniones previas se les dio mucha importancia y en ellas
se buscaron amplios acuerdos que estuvieran realmente apoyados por todos.
El plan se desarrolló bajo las mismas premisas que se había iniciado:
participación y consenso. Fernando se preocupaba continuamente de que todo el
profesorado fuese tenido en cuenta y se valorasen sus puntos de vista y opiniones,
de esta forma, los profesores, incluso los más reticentes, se fueron sintiendo
protagonistas del proceso y lo fueron enriqueciendo con sus ideas y su trabajo.
A lo largo del desarrollo del plan, en el centro se habló de forma colectiva de
cuestiones que anteriormente nunca se habían planteado de forma abierta. Los
grupos, que a veces coincidían con los ciclos y otros estaban formados de acuerdo
con el interés de los profesores por determinados temas, desarrollaban relaciones de
ayuda entre compañeros, algunos de los cuales se conocían poco hasta entonces. El
trabajo en equipo del centro mejoró enormemente y se hizo más fluido y real, ya
que se trataba de colaborar todos en lo mismo. Cuando una de las conclusiones de
la autoevaluación fue la falta de trabajo conjunto que venían padeciendo, Fernando,
el director, lo tenía muy claro: «En este terreno y sin proponérnoslo directamente,
ya hemos mejorado mucho. Nuestro reto es ahora mantener lo avanzado».
La propuesta que la Administración realizó a través del servicio de inspección iba
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encaminada a favorecer que el centro determinase sus aspectos susceptibles de
mejora; se propusiese objetivos en torno a ellos, y desarrollase actuaciones
concretas. Este proceso promovió la práctica de la colaboración profesional,
llegando a constituir uno de los puntos más fuertes del centro y la mejor base para
alcanzar finalidades y objetivos presentes y futuros.
De formas similares a la aquí expuesta, las administraciones educativas deben
contribuir, con intervenciones de diferentes tipos, a la mejora del trabajo
colaborativo del profesorado.
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Idea clave 12
El trabajo en equipo se debe promover
desde los equipos directivos y, en general,
desde todo el centro
Los centros educativos y sus equipos directivos deben establecer medidas que
promuevan y faciliten el trabajo colaborativo, como favorecer el desarrollo de
finalidades comunes, fomentar las relaciones basadas en la ayuda mutua o diseñar
y desarrollar proyectos colectivos de carácter innovador.
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condicionantes que afectan negativamente a este tipo de trabajo y potenciar los que le
influyen de forma positiva? ¿Quién podría o debería hacerlo? ¿Tienen los equipos
directivos alguna responsabilidad en el desarrollo de la colaboración? ¿Qué pueden hacer
en este sentido?
Los profesores necesitamos unas condiciones para poder trabajar en equipo y sabemos
que la administración educativa puede facilitarnos muchos de éstos requisitos, pero ¿qué
ocurre con aquellos acuerdos o decisiones que corresponde tomar a los centros
educativos y a sus equipos directivos? La respuesta es obvia: en la medida en que
nuestros centros disponen de autonomía para tomar determinadas decisiones, serán
éstos, liderados por el equipo directivo, los que deberán llegar a acuerdos de diferentes
tipos para favorecer y mejorar el trabajo colaborativo del profesorado. Dado que los
centros pueden promover el desarrollo de objetivos comunes y trabajar conjuntamente
por ellos, pueden optar, por ejemplo, por establecer como prioritarias determinadas
metodologías colaborativas o pueden también disponer los espacios de manera que
faciliten el trabajo en equipo de profesores y alumnos. Tomar estas medidas o,
simplemente, no tomarlas constituyen decisiones de vital importancia para impulsar o
dificultar el trabajo conjunto.
Sabiendo ya que en las escuelas e institutos puede hacerse mucho para favorecer el
trabajo en equipo de sus profesores, nos preguntaremos seguidamente: ¿Qué tipo de
medidas pueden tomarse? ¿Quién debe tomarlas? ¿Qué papel debe jugar el equipo
directivo?
Los equipos directivos de los centros educativos deben ser los líderes del proceso que impulse el trabajo
colaborativo. Los acuerdos que promuevan deberán estar coordinados y dirigidos a hacer del centro un
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lugar de encuentro y cooperación profesional.
Los equipos directivos deben potenciar las relaciones personales positivas entre el profesorado, incluso
promoviendo actividades lúdicas en común en las que se propicie la comunicación de temas de carácter
personal. Con estas actuaciones se favorecerá un clima de confianza basado en la ayuda mutua.
Desde los centros educativos se pueden establecer también medidas organizativas que
faciliten el trabajo colaborativo en el interior de los órganos colegiados de gobierno, así
como entre distintos ciclos o departamentos. En algunos casos, estas medidas pueden ser
de tipo concreto y puntual: distribuir los espacios de aulas y departamentos de forma que
favorezcan el trabajo en equipo y eviten la balcanización, o procurar que las decisiones
de los órganos colegiados se tomen por consenso y no por mayoría simple, para dar así
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cabida a todos y buscar puntos de encuentro reales. Al mismo tiempo que se implantan
estas medidas u otras similares, es necesario que los centros educativos evalúen las
relaciones de apoyo y ayuda mutua que estos procesos desarrollan, con la finalidad de
que se hagan conscientes del valor que poseen por sí mismos. Medir, como se hace en
algunas ocasiones, el trabajo colaborativo por el número de reuniones que éste genera,
por su contenido o por la duración de las mismas, supone olvidar los aspectos
determinantes de la cooperación profesional.
Llevar a cabo proyectos innovadores constituye una importante vía para iniciar y
mantener la colaboración en los centros. Una medida de notable trascendencia que
pueden adoptar éstos, por tanto, es promover el diseño y desarrollo de proyectos que
impulsen la mejora de las prácticas existentes. Las relaciones de ayuda que el trabajo
colaborativo genera son imprescindibles para llevar a cabo proyectos de este tipo, por lo
que colaboración e innovación suelen darse conjuntamente.
Desde el centro, la colaboración debe plantearse como una tarea necesaria y posible. No debe oponerse al
trabajo individual sino que lo ha de complementar. Directores y jefes de estudio deben desarrollar
iniciativas para apoyar y facilitar el trabajo en equipo, a la vez que implican a todo el profesorado en los
procesos cooperativos del centro.
Otra de las medidas que debe tomar un centro para potenciar la colaboración es
plantearla de forma que resulte necesaria y no se oponga al trabajo individual, sino que lo
complemente. Al mismo tiempo deberá ofrecer condiciones para que la cooperación sea
posible. En este aspecto, corresponde de forma prioritaria a los equipos directivos
organizar el trabajo conjunto de forma que no entre en conflicto con el individual,
especialmente en lo que a la dedicación horaria se refiere.
Puede, incluso, resultar conveniente que éstos tengan en cuenta el tiempo que cada
profesor dedica semanalmente a trabajar en distintos grupos del centro, para asignarle
mayor o menor número de tareas comunes de otro tipo.
Favorecer pequeñas acciones de trabajo conjunto y crear cauces para que se
desarrollen; organizar los espacios y tiempos de forma que favorezcan la colaboración;
fomentar el diálogo promoviendo que las decisiones se tomen, siempre que sea posible,
por consenso; o evaluar el trabajo en equipo como un proceso con múltiples
implicaciones son algunas de las iniciativas que directores y jefes de estudio pueden
desarrollar para apoyar y facilitar la colaboración en el centro.
Aunque venimos defendiendo que los equipos directivos deben ejercer un fuerte
liderazgo en el desarrollo de medidas de este tipo, es muy importante que al mismo
tiempo impliquen a todo el profesorado en los procesos cooperativos del centro. Para ello
deben procurar que se generen aportaciones individuales o de grupo al respecto, y que
éstas sean tenidas en cuenta y, cuando menos, debatidas. De esta forma se llegará a un
auténtico trabajo cooperativo del que todos se sentirán partícipes.
Trabajar en equipo en el aula con los alumnos y optar por esta forma de trabajo como
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seña distintiva de la metodología del centro es una forma más de apoyar el trabajo
conjunto del profesorado. En un centro realmente colaborativo en el que se valoran las
ventajas de la cooperación, ésta se extiende de manera natural a profesores y alumnos.
Finalmente, conviene subrayar la necesidad de que estas medidas u otras similares se
adopten por consenso de todos los implicados, ya que de nada serviría intentar
imponerlas desde el equipo directivo o desde una minoría de profesores del centro.
Se deben favorecer en los centros las relaciones basadas en la ayuda, el apoyo y la apertura mutua, ya
que en ese clima de confianza se desarrolla la colaboración.
121
destinados a aulas y departamentos faciliten la colaboración y no favorezcan la
balcanización del centro.
• Favorecer el diálogo procurando que las decisiones de los órganos colegiados de
gobierno y de los órganos de participación se tomen por consenso y no por mayoría
simple.
• Implicar en el desarrollo del trabajo colaborativo a todo el profesorado, de forma que
se sienta partícipe y tenido en cuenta en el mismo. Para procurar que las propuestas
de colaboración no partan solamente de los equipos directivos, éstos deben
considerar, debatir y, en su caso, apoyar las iniciativas de trabajo conjunto que surjan
de los profesores.
• Promover el trabajo en equipo entre los alumnos, incluyendo esta forma de trabajo en
el proyecto curricular como una nota distintiva de la metodología del centro.
• Evaluar el desarrollo de la colaboración en los centros teniendo más en cuenta los
procesos que pone en marcha, que los productos que consigue.
En la práctica
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medio de disfrutar de su tiempo de ocio. Cuando el problema se puso sobre la mesa
y se vio que era generalizable, en mayor o menor medida, al conjunto del centro, se
decidió en la CCP, tras la consulta habitual a los ciclos, organizar un plan para hacer
de la lectura un medio de aprendizaje y diversión que interesase a todo el
alumnado. Diseñar y desarrollar este plan requirió la colaboración del equipo
directivo y de todo el profesorado del centro, bien fuesen profesores tutores,
especialistas o de apoyo, o bien trabajasen en infantil o primaria. Todos tenían
mucho que decir y que hacer, porque la promoción de hábitos lectores debía
considerarse una responsabilidad compartida.
El plan de lectura y escritura –plan integral les gustaba llamarle en el centro,
aludiendo a su carácter total y globalizador– se desarrolló gracias al esfuerzo de
todo el claustro y llegó a implicar, inclufso, a muchos padres y madres. Con el
tiempo y a la vista de los primeros resultados, el interés por esta temática fue
creciendo, y los profesores recurrieron cada vez más al trabajo en común para
diseñar actividades y llevarlas a la práctica. Se organizó y dinamizó la biblioteca, se
llevaron autores al centro para que compartiesen sus obras con los alumnos y, al
mismo tiempo, se promovió la creación literaria de los chicos y chicas. Para llevar
adelante todas estas iniciativas se realizaron más reuniones de coordinación que
antes, porque había muchas más cosas que coordinar. Las aulas, los pasillos y, a
veces, los recreos se convirtieron en testigos del interés de los profesores por
compartir con sus compañeros ideas, propuestas, recursos e incluso pequeños
fracasos.
A partir del desarrollo de este proyecto innovador mejoró el trabajo en equipo de
los profesores, porque éstos buscaron apoyo en sus compañeros para realizar tareas
que les resultaban nuevas o más complejas. En esta necesidad de buscar apoyo
mutuo se sustentaba un trabajo conjunto que enriquecía a todos.
Mediante la puesta en práctica de iniciativas innovadoras consensuadas por el
colectivo, como la de este ejemplo, los equipos directivos pueden promover un
trabajo colaborativo que aportará numerosos beneficios al conjunto del centro, a
sus profesores y a la enseñanza que en él se imparte.
123
Idea clave 13
El profesorado debe llegar a acuerdos que
faciliten el trabajo conjunto en sus
centros. Otras agencias que inciden en la
educación deberían trabajar en este
objetivo
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desarrollan su labor en los centros bajo la normativa y las condiciones laborales que
establecen las administraciones educativas, para mejorar su trabajo colaborativo?
¿Podrían también mejorar el trabajo en equipo de sus compañeros de centro y del resto
del profesorado?
En muchas ocasiones los docentes queremos trabajar en equipo, pero nos encontramos
condicionados por elementos ajenos al centro y a la normativa que lo regula, que nos
limitan la posibilidad de trabajar conjuntamente y hacerlo de manera sencilla y eficaz. Se
trata muchas veces de nuestra formación inicial, en la que no se nos enseñó a trabajar en
equipo ni a conocer sus ventajas y potencialidades; en ocasiones, chocamos también con
nuestra formación permanente, en la que tampoco el trabajo colaborativo se considera
como una competencia imprescindible para nuestro desarrollo profesional. Los libros de
texto se muestran como otra de las dificultades presentes a la hora de trabajar
conjuntamente. ¿A qué acuerdos podemos llegar con nuestros compañeros de ciclo o de
nivel si todas las decisiones, incluso las de menor importancia, están ya tomadas? Estas
instancias condicionantes suelen estar alejadas de los centros, pero su fuerza es muy
grande y en muchas ocasiones poseen un valor ejemplificador añadido. «Si trabajar en
equipo fuese una actividad tan interesante y con tanto valor –decía un profesor a sus
compañeros–se practicaría habitualmente en la universidad y se enseñaría a los nuevos
maestros».
¿Qué podemos hacer los profesores dentro y fuera de nuestros centros para promover
el trabajo en equipo? ¿Pueden resultar realmente eficaces las medidas que tomemos?
¿Qué medidas deberían tomarse desde otras instancias como la formación inicial o
permanente para que el trabajo colaborativo fuese una realidad en los centros?
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Las medidas para mejorar el trabajo colaborativo se basan en el convencimiento de que el trabajo
conjunto aporta beneficios y desarrolla relaciones que consideramos potivivas para la enseñanza y para
nosotros mismos.
Cuando se evalúan las medidas adoptadas para conducir a la colaboraciión hay que valorar también la
capacidad de dichas medidas para crear nuevas relaciones cooperativas en el centro.
126
cooperativas en el centro, y no valorarlas únicamente en función de sus aportaciones al
logro de unos objetivos de otra índole. La colaboración profesional posee por sí misma
un importante valor que debemos descubrir y potenciar. No sólo las administraciones
educativas, los centros y los profesores pueden adoptar medidas para mejorar la
colaboración; existen también otras instancias que influyen en el trabajo docente y lo
encaminan hacia un mayor o menor grado de interacción profesional. Nos referiremos a
la influencia de la formación inicial y permanente del profesorado y al poder de los
materiales curriculares que se editan, especialmente el que poseen los libros de texto.
La formación inicial y permanente del profesorado y los materiales curriculares que se editan,
especialmente los libros de texto, influyen en el trabajo docente y lo encaminan hacia un mayor o menor
grado de interacción profesional.
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Desde todos los agentes que intervienen en el proceso educativo se debe procurar crear y mantener
condiciones adecuadas para que la colaboración entre el profesorado sea necesaria y posible.
128
• Tanto en la formación inicial como en la permanente debe practicarse el trabajo
colaborativo con objeto de servir de modelo ejemplificador y desarrollar en el
profesorado habilidades de intercambio personal y conciencia de funcionamiento de
grupo.
• La formación permanente del profesorado debe dedicar una atención preferente a la
colaboración como metodología de trabajo en el aula, como forma de cooperación
profesional y como tema de estudio y reflexión.
• Las actividades de formación permanente deben basar su metodología,
principalmente, en el trabajo en equipo entre profesores, dadas las grandes
posibilidades que esta actividad ofrece para el desarrollo profesional.
La capacidad para transformar la práctica que alcancen las medidas educativas que se adopten,
dependerá de que se entiendan como herramientas al servicio de una cultura de la colaboración,
teniendo siempre en cuenta que los procesos auténticamente colaborativos se basan en la necesidad de
desarrollar en común unas finalidades compartidas.
Las medidas expuestas en este capítulo y en los precedentes deben servir como base de
un proceso de reflexión colectiva de los profesores dirigido a promover la colaboración
en las aulas, los centros y el sistema educativo en general, pero nunca debe intentarse
aplicarlas de una manera automática o indiscriminada. Su capacidad para transformar la
práctica dependerá de que se entiendan como herramientas al servicio de una cultura de
la colaboración, teniendo siempre en cuenta que los procesos auténticamente
colaborativos se basan en la necesidad de desarrollar en común unas finalidades
compartidas. Obviar este principio básico puede llevarnos a instrumentalizar la
colaboración desposeyéndola de su capacidad transformadora, y a convertirla en
procesos colaborativos simulados y artificiales, que ni aportan beneficios a la educación
de los alumnos ni promueven el desarrollo profesional del profesorado participante. Por
el contrario, la adopción crítica de aquellas medidas que se consideren necesarias puede
ayudar a desarrollar una auténtica cultura de la colaboración que conduzca a la mejora de
nuestros centros y de nuestra enseñanza. El propio Fullan subraya en la siguiente cita la
necesidad de la interacción para el cambio de la escuela:
La teoría del cambio que he ido desarrollando apunta claramente a la importancia de las relaciones entre
compañeros en la escuela. Cambiar implica aprender a hacer algo nuevo, y la interacción es la base primera
del aprendizaje social. El nuevo sentido, las nuevas conductas, habilidades y creencias dependen
significativamente de si el profesorado trabaja en el aislamiento o intercambia ideas, apoyo y sentimientos
positivos sobre su trabajo. La calidad de las relaciones de trabajo entre los maestros está estrechamente ligada
a la implementación. (Fullan, 2002, p. 111)
Dada, pues, la importancia que el trabajo en equipo tiene para innovar nuestras aulas y
nuestro sistema escolar, conviene que abramos procesos de reflexión colectiva en los
centros para diseñar, acordar e implantar medidas contextualizadas que, de forma similar
a las aquí expuestas, conduzcan a promover y mantener procesos de colaboración entre
el profesorado.
129
En la práctica
130
textos considerándolas como meras hipótesis que precisan ser revisadas a través del
trabajo conjunto con otros compañeros.
Los profesores del centro de Marina, al igual que los de otros centros, deben
tomar acuerdos, como adoptar materiales curriculares con propuestas abiertas que
faciliten y promuevan el trabajo colaborativo.
131
Idea clave 14
La cultura de la colaboración ofrece a los
centros muchas ventajas. Trabajar por
ella es una tarea de toda la comunidad
educativa
132
que cada profesor se las arregla por sí mismo y nadie se atreve, por lo general, a pedir
ayuda o consejo a los compañeros. La forma de afrontar los problemas que van
surgiendo es diferente también en ambos tipos de centro. En los primeros se habla
abiertamente de ellos y se exponen las opiniones que los implicados tienen al respecto,
aunque éstas no siempre sean concordantes. En los segundos, los problemas no se
afrontan abiertamente, sino que se encubren o se habla de ellos en los pasillos, a espaldas
de los implicados, de forma que no suelen resolverse en común, sino que se remiten a
determinadas personas o grupos a los que se supone que les corresponde ocuparse de los
mismos. Por este sistema los alumnos inmigrantes se derivan directamente y sin más
reflexiones al profesorado de compensatoria; los chicos y chicas con problemas de
conducta, al jefe de estudios; y los alumnos con necesidades educativas especiales se
remiten, también sin estudiar colectivamente su situación y según los casos, a los
profesores de pedagogía terapéutica, al departamento de orientación o al equipo
psicopedagógico. Siempre se encuentra a un «responsable» que evita tener que
plantearse los problemas de forma colectiva.
Aunque en ambos tipos de centros, los colaborativos y los que no lo son, existen
desacuerdos, en los primeros éstas diferencias se sienten como algo natural de donde hay
que partir para tomar decisiones, construir acuerdos y elaborar normas de
funcionamiento. En los que no hay trabajo colaborativo, por el contrario, los desacuerdos
son, paradójicamente, menos habituales, ya que, como se habla poco, las ocasiones de
disentir son escasas, sin embargo, cuando se producen suelen interpretarse como si los
desencuentros fuesen de tipo personal y conllevasen alguna clase de agresión hacia
quienes piensan de diferente manera, especialmente si ya hay un modo de pensar y obrar
que es el habitual y el establecido en el centro.
Vemos, pues, que en las escuelas e institutos donde el profesorado colabora se crea un
ambiente especial en el que se da y se recibe ayuda de forma natural. ¿Cómo podemos
distinguir este tipo de centros? ¿Qué características poseen? ¿Qué aporta este particular
clima a la mejora de la enseñanza? A lo largo de este capítulo intentaremos responder a
estas preguntas.
133
grupo. Estos elementos constituyen la cultura de la escuela y transmiten a los nuevos
enseñantes las soluciones históricamente generadas en la comunidad. Los profesores se
socializan y trabajan en una cultura determinada.
La cultura escolar sería el modo determinado de hacer las cosas que caracteriza a un centro y la forma
habitual de relacionarse mutuamente en el mismo.
La cultura escolar sería el modo determinado de hacer las cosas que caracteriza a un
centro y la forma habitual de relacionarse mutuamente en el mismo. Para Pérez Gómez
(1998) esta cultura se manifiesta en ritos, costumbres, formas de organizar el espacio y el
tiempo, consensos no discutidos, ideas omnipresentes, expectativas no cuestionadas,
intereses inconfesables, códigos aprendidos y reproducidos de forma mecánica, guiones
sobreentendidos y otros elementos de decisiva influencia socializadora y educativa.
Los profesores encuentran un importante apoyo en la cultura de la escuela, ya que les
ofrece significado, abrigo e identidad en las inciertas y conflictivas condiciones de trabajo
de la enseñanza, a la vez que se sienten arropados por la fuerza y las rutinas del grupo de
compañeros y evitan problemas y conflictos. Aunque los maestros estén físicamente
solos en sus aulas, psicológicamente no lo están porque la cultura los apoya y les ofrece
pautas de actuación.
Fullan y Hargreaves (1997) nos advierten de la necesidad de tener en cuenta la cultura
escolar para realizar cualquier innovación, dado su poder para adaptar, aceptar y rechazar
las innovaciones que entran en conflicto con sus estructuras y valores dominantes. Sólo
teniendo en cuenta esta cultura, podremos comprender las posibilidades reales del cambio
educativo que tiene cada centro.
Resaltar la importancia de la cultura de la escuela, sin embargo, no significa que ésta
determine por completo la vida de las aulas, ya que las actitudes de los docentes y su
forma de actuar son consecuencia del compromiso y el conflicto que se produce entre
sus valores e ideas y la presión que sobre ellos ejerce la cultura escolar, a la que a su vez
transforman con su pensamiento y sus actitudes. La cultura no predetermina la vida de
los centros, pero influye notablemente en sus dinámicas, de forma que en algunas
ocasiones cambiarla o modificarla puede ser necesario para mejorar.
La colaboración del profesorado es uno de los elementos característicos de algunas escuelas, siendo su
elemento central las relaciones que mantienen los maestros basadas en la ayuda, el apoyo, la confianza y
la apertura mutua.
134
burocráticos que utilizan. El auténtico punto central de estas escuelas son las relaciones
que mantienen basadas en la ayuda, el apoyo, la confianza y la apertura mutua. Tampoco
se trata de culturas establecidas para acontecimientos específicos, sino de actitudes y
conductas generalizadas que abarcan todos los momentos y todos los días de las
relaciones entre los docentes:
Las culturas cooperativas aparecen en todos los aspectos de la vida de la escuela: en los gestos, los chistes y
las miradas que indican simpatía y comprensión; en el trabajo duro y en el interés personal demostrado en los
pasillos o fuera de las aulas; en los cumpleaños, días de fiesta y demás pequeñas celebraciones; en la
aceptación y la combinación de la vida personal y la profesional; en la alabanza, el reconocimiento y la
gratitud manifiestas, y en la puesta en común o la discusión de ideas y recursos. (Fullan y Hargreaves, 1997, p.
76) El hecho de que las culturas de la colaboración no estén restringidas a un tiempo o a un espacio y tampoco
se limiten a aspectos formales, sino que se manifiesten en la totalidad de la vida de la escuela, es una
característica que nos muestra su fuerza y las numerosas consecuencias que tiene para el desarrollo de la
enseñanza y la vida y el trabajo de los profesores.
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desarrollo profesional de los docentes. En general, estas formas culturales presentan
ventajas en la dinámica de los centros y en la formación del profesorado, tanto de orden
intelectual, a través del debate y la confrontación, como de tipo afectivo, al compartir las
incertidumbres y dudas.
Las culturas de la colaboración surgen de unas comunidades escolares convencidas de que las
necesidades, los intereses, las complejidades y los propósitos de la tarea educativa requieren la
cooperación de todos desde la independencia y la autonomía.
La cooperación en el aula o entre el profesorado no es un simple proceso técnico. Debe entenderse como
una experiencia de solidaridad y compromiso tonel resto de miembros del grupo.
136
La escuela no es ajena a esta necesidad de colaboración de cuya práctica hemos visto
que se derivan numerosos beneficios: facilitar la investigación, la innovación y la mejora
de los centros; favorecer la eficiencia y la eficacia; reducir la incertidumbre profesional
aumentando la seguridad en el propio trabajo; mejorar las relaciones interpersonales; y
aumentar las posibilidades que los profesores tienen de aprender y desarrollarse
profesionalmente. El contraste cognitivo y el clima de confianza que el trabajo en equipo
genera permiten obtener rendimientos más elevados en la consecución de la tarea, debido
a la motivación y al nivel superior de razonamiento que promueve, así como al desarrollo
de relaciones más estrechas y solidarias entre los participantes.
Al enumerar algunas de las múltiples ventajas que el trabajo cooperativo aporta a los
centros y a los profesores, hemos de señalar que la cooperación en el aula o entre el
profesorado no es un simple proceso técnico que se deba realizar para adquirir
habilidades u obtener beneficios. La colaboración y la cultura en la que se desarrolla
deben entenderse como una experiencia de solidaridad y un compromiso con el resto de
compañeros.
En nuestra educación actual, caracterizada por su fragmentación en múltiples materias,
especialidades y funciones, la colaboración de los equipos docentes se hace más
necesaria que nunca para lograr esa educación integral a la que se supone deben
contribuir las diversas áreas y contenidos del currículo.
La cultura de la colaboración se caracteriza por estar presente en todos los aspectos de la vida de los
centros, y su desarrollo y mantenimiento corresponde también a todos los sectores educativos en la
medida de sus atribuciones y posibilidades.
137
cultura de la colaboración, sin embargo, no puede imponerse, ya que decretar su
obligatoriedad conduce a prácticas colaborativas desajustadas, concretamente a la
colegialidad artificial y a la balcanización. Utilizando un símil botánico, podemos decir
que la colaboración es una planta silvestre que crece allí donde encuentra condiciones
favorables, pero que se adapta mal a la vida en cautividad, de manera que no
conseguiremos que se reproduzca en un vivero. Si queremos mantenerla y promoverla en
su medio natural, deberemos facilitarle condiciones adecuadas para que pueda
desarrollarse. La alternativa es que centros y profesores dispongan de condiciones,
medios y recursos para desarrollar una colaboración auténtica, y que sean, además,
capaces de tomar las decisiones, acuerdos y medidas necesarios para desarrollar un
trabajo verdaderamente colaborativo.
La cultura de la colaboración, a pesar de las dificultades que su ejercicio presenta,
constituye en la actualidad una de las necesidades más apremiantes de la enseñanza, y su
desarrollo supone una contribución decisiva a un cambio que mejore la educación.
Llevarla a la práctica supone un auténtico reto: el reto de conseguir una educación nueva
para una sociedad mejor.
En la práctica
138
compañeros, aprenderás mucho». El clima del centro es distendido y cordial,
aunque en las reuniones suele haber opiniones distintas que se defienden con
mucha fuerza y a partir de las cuales se llega habitualmente al consenso. El equipo
directivo, que ejerce un liderazgo sutil, pero firme, juega un papel importante a la
hora de alcanzar acuerdos. En definitiva, Clara está contenta con su instituto
porque se siente apoyada en lo personal y lo profesional, incluso, empieza a estar
orgullosa, como lo están sus compañeros, de pertenecer al mismo.
Pablo, sin embargo, expresa una opinión muy diferente a la de su amiga. Dice
que le gusta enseñar, pero su centro le resulta frío y poco acogedor. Es cierto que
desde el primer día de su llegada le proporcionaron toda la documentación
necesaria para situarse, pero la acogida fue bastante impersonal: el jefe de estudios
le entregó el proyecto educativo y le dijo que había llegado a un buen centro porque
allí tendría total libertad, ya que nadie se metía en el trabajo de los otros. Muy
pronto Pablo se dio cuenta de que en su instituto cada uno iba a la suya y las
reuniones se limitaban al mínimo exigible. El ambiente de relación no era ni bueno
ni malo.
Funcionaban muchos subgrupos, y de la vida del centro y sus problemas se
hablaba siempre a espaldas de los compañeros implicados y, sobre todo, del equipo
directivo, que, fiel a su línea de no buscarse complicaciones, minimizaba todos los
problemas. En esta situación Pablo no se atrevía a hablar de las dificultades que
encontraba en el desarrollo de sus clases, porque suponía que se debían a su falta
de experiencia o a su poca habilidad para manejar al grupo. Comentarlas en el
departamento o con algún otro compañero consideraba que lo pondría en evidencia
y no le conduciría a ninguna parte.
La diferencia entre los centros de Clara y Pablo es notoria. En el primero se da
una cultura de la colaboración que impregna al instituto y sus actuaciones, mientras
que el segundo funciona de forma individualista, por lo que su clima de convivencia
es muy diferente.
Las características colaborativas o individualistas que hemos encontrado en estos
centros no se dan siempre en el mismo grado, pero, con mayor o menor intensidad,
las encontraremos en todas las instituciones escolares. Descubrirlas y, cuando sea
necesario, buscarles alternativas a través del trabajo en equipo es la tarea que
debemos asumir para que la mejora de la escuela sea posible.
139
Para saber más...
140
justifica la necesidad de ir hacia una cultura colaborativa y ofrece numerosas
razones para implantar el trabajo en equipo en los centros educativos, incidiendo en
dos de ellas: el incremento de la productividad y la satisfacción de los miembros.
Junto a estas razones expone también algunas de las cuestiones que amenazan a
este tipo de trabajo. Las consideraciones finales adoptan la forma de un decálogo
que ayudará a conformar en los centros una cultura de la colaboración. El carácter
fundamentalmente práctico de este libro lo convierte en recomendable para
profesores con diferentes niveles de experiencia y de conocimiento del trabajo en
equipo. Todos encontrarán en él ideas para promover el trabajo colaborativo y
recomendaciones para que éste sea agradable y efectivo.
CANO, E. (2005): Cómo mejorar las competencias de los docentes. Guía para la
autoevaluación y el desarrollo de las competencias del profesorado. Barcelona.
Graó. Este libro, claro y esquemático, estudia las competencias que a juicio de su
autora deben poseer los docentes. Planificar y organizar el propio trabajo, trabajar
en equipo, comunicarse, establecer relaciones personales satisfactorias, resolver los
conflictos y utilizar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son
capacidades cuyo desarrollo permitirá a los profesores desempeñar sus tareas
cotidianas y enfrentarse con ilusión a nuevos retos. Desde esta perspectiva, Elena
141
Cano, doctora en pedagogía y profesora titular de la Universidad de Barcelona,
aborda el estudio del trabajo en equipo entre profesores, dedicándole uno de los
capítulos de la obra.
Tras exponer la necesidad del trabajo conjunto y los beneficios e inconvenientes
que acarrea, explica de manera sintética varias técnicas de dinámica de grupos
como el role-playing, el foro, el Phillips 6/6, el flash o el acuario, para pasar
después a plantearnos un cuestionario a través del cual podemos conocer un poco
mejor la cultura participativa de nuestro centro y nuestra propia actitud hacia este
tema. Termina este apartado aportando numerosas ideas que hay que tener en
cuenta antes, a lo largo y después de las reuniones para que éstas resulten
operativas.
En resumen, una obra divulgativa, clara y práctica que trata, entre otras
competencias docentes, la de trabajar en equipo, y que nos ofrece varios
cuestionarios que pueden sernos de utilidad.
FULLAN, M.; HARGREAVES, A. (1997): ¿Hay algo por lo que merezca la pena
luchar en la escuela? Morón (Sevilla). M.C.E.P.
Si el título de esta obra abre un interrogante que lleva a sus autores a cuestionarse
de manera global la enseñanza y sus problemas, su subtítulo, Trabajar unidos para
mejorar, nos indica el tipo de alternativa que plantean, basada en el trabajo
conjunto de los docentes. El mensaje es claro desde el principio: «Como
mostraremos, el hecho de comprometer a los docentes con sus escuelas, apoyar y
valorar lo que hacen y ayudarlos a trabajar unidos como compañeros no sólo es
una actividad conveniente en sí misma, sino que influye también en la calidad de la
enseñanza y el aprendizaje en nuestras aulas».
Michael Fullan y Andy Hargreaves, que escribieron este libro por encargo del
sindicato de profesores y profesoras de las escuelas públicas de Notario (Canadá),
se dirigen a los docentes para servirles de guía en el trabajo y en la reflexión sobre
el mismo. No estamos ante un manual académico, sino ante un conjunto de
recomendaciones prácticas escritas en lenguaje claro y sencillo que vienen avaladas
por la trayectoria y el prestigio de sus autores. Estas «Orientaciones para la acción»
están formuladas bajo la premisa de que el profesorado debe ser tenido en cuenta
en las reformas, ya que sin él no puede producirse la mejora de los centros. Para
contextualizar las numerosas recomendaciones que ofrecen, plantean previamente
diversos problemas: el fracaso de las reformas, el aislamiento y la sobrecarga de los
profesores, el pensamiento de grupo, la colaboración artificial, etc. Esta estructura
claramente didáctica de la obra y la organización interna de los capítulos, que
señalan las ideas fundamentales y acaban siempre con una conclusión, refuerzan el
interés de este trabajo; que tiene el acierto de situar la colaboración y sus problemas
en un contexto escolar que todos reconocemos. Un libro básico para reflexionar
sobre estos temas desde la práctica.
142
GATHER, M. (2004): Innovar en el seno de la institución escolar. Barcelona. Graó.
Para Mónica Gather: «El grado y el modo de cooperación profesional asentados en
la cultura de una institución influyen en la manera en que los docentes reaccionan
frente al cambio…». Desde este convencimiento el tema de la colaboración entre
los docentes está muy presente en este trabajo. Trata de identificar los elementos
que en una institución escolar incrementan o reducen su potencial de cambio.
Estamos, pues, ante una obra que analiza la cooperación profesional con el objetivo
de conocer sus aportaciones a la innovación de la enseñanza.
Aunque a lo largo de todas las páginas de este libro están presentes el tema del
trabajo y el liderazgo cooperativos, su autora, consciente de la importancia de estas
prácticas, les dedica un capítulo en el que expone las contradicciones a las que se
enfrenta el individualismo y sus causas; los problemas que causan la fragmentación
de los centros, a la que ella denomina cooperación contra el resto del mundo; las
consecuencias negativas de la colegialidad obligada; y las dificultades que
encontramos cuando queremos introducir la cultura de la colaboración en la vida
cotidiana. Resultan especialmente interesantes sus aportaciones sobre la
consideración de la persona dentro del grupo, el papel que juegan la confrontación
y el debate en el trabajo colaborativo, así como la necesidad de trabajar en equipo
en el momento oportuno y no hacerlo cuando no es necesario.
En resumen, una obra clara, concisa y rigurosa que presenta el trabajo cooperativo
desde la perspectiva de su contribución a la innovación y la mejora de los centros
educativos.
143
en este libro el rigor científico con la claridad didáctica, consiguiendo así una obra a
la que podemos aproximarnos desde diferentes niveles de conocimiento de esta
cuestión y desde perspectivas de trabajo más o menos vinculadas a la práctica.
Estudiosos y profesores encontrarán sus páginas amenas, estimulantes e
interesantes.
144
hacernos comprender los influjos explícitos o latentes a los que someten a las
instituciones educativas. La cultura crítica o intelectual acumulada por los seres
humanos a lo largo de la historia; la cultura social o conjunto de comportamientos
hegemónicos en el ámbito social; la cultura institucional o conjuntos de significados
y comportamientos que genera la escuela como institución social; la cultura
experiencial o cultura del estudiante; y la cultura académica o conjunto de
significados y comportamientos cuyo aprendizaje se pretende provocar en las
nuevas generaciones a través de la institución escolar, son los cinco ámbitos desde
los que se aborda y analiza la cultura escolar.
Merece una mención especial el capítulo dedicado a la cultura institucional. En él se
tratan la cultura docente y las diferentes formas que adopta: el aislamiento, la
colegialidad burocrática o la cultura de la colaboración. Todas estas formas son
objeto de una reflexión que permite identificarlas y conocer sus aportaciones, logros
y contradicciones, así como las dificultades a las que se enfrentan.
En resumen, una obra de profundización y, a la vez, de agradable lectura que,
aunque no se plantea como objetivo básico desarrollar el tema de la colaboración
profesional, ofrece las claves para comprender las dificultades que encierra el
tránsito de los centros educativos hacia una cultura colaborativa plena.
145
Glosario
AI SLAMI ENTO Estrategia de trabajo aislado que utilizan los profesores para
ADAPTATI VO defenderse de las influencias negativas del contexto y
proteger, así, el tiempo y las energías que necesitan para
realizar las tareas docentes más urgentes.
COLEGI ALI DAD Tipo de colaboración que se caracteriza por el gran número
EXTENSI VA de personas que cooperan.
COLEGI ALI DAD Tipo de colaboración que se caracteriza por el gran número
I NTENSI VA de interacciones que se producen en el grupo.
146
colectivos de reflexión en la acción, deliberan
conjuntamente y aprenden sobre la propia práctica y sus
efectos con el objetivo de mejorar la educación.
INDI VI DUALI DAD Característica del trabajo de los profesores que no se opone
a la colaboración y que consiste en ejercer la libertad de
criterio personal, la iniciativa y la creatividad.
147
sus propios propósitos si el resto logra los suyos. Se
interrelaciona así el éxito individual con el del grupo.
USUARI OS
DI VI SORES Son los profesores que sólo cooperan con determinados
DE LA compañeros.
COLABORACI ÓN
148
Referencias bibliográficas
149
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151
Índice
Título 3
Créditos 4
Índice 5
Presentación 8
¿Por qué se valora positivamente el trabajo en equipo? 8
¿Trabajan en equipo los profesores? 9
• ¿En qué se basa el trabajo cooperativo? 10
• ¿Qué ventajas aporta a los profesores trabajar en equipo? 10
• ¿Qué elementos facilitan el trabajo colaborativo en los centros? ¿Qué
10
dificultades presenta para los docentes el ejercicio de la colaboración?
• ¿Qué medidas podrían tomarse para fomentar el trabajo en equipo entre el
11
profesorado?
14 preguntas sobre el trabajo en equipo y 14 ideas clave para resolverlas 11
1. El trabajo en equipo supone interés por la realización de
15
proyectos comunes
El trabajo en equipo y las finalidades compartidas 15
• La importancia de las metas comunes 16
• Características del trabajo cooperativo 17
• Del proyecto común a la colaboración 18
En la práctica 20
2. Los grupos deben tener autonomía para organizar su trabajo 23
Formación y organización de los grupos colaborativos 23
• Los grupos tienden a determinar el contenido y la forma de su actividad 24
• Los grupos de trabajo deben estar dotados de autonomía 26
En la práctica 27
3. A través del análisis del tipo de colegialidad podemos mejorar
30
nuestro trabajo en equipo
Diferentes tipos de colegialidad 30
• El trabajo colaborativo puede analizarse desde diversos criterios 31
• Las comunidades críticas de profesores 34
• Hacia una mayor interrelación colegial 35
En la práctica 36
152
4. El trabajo en equipo del profesorado aumenta la calidad de la 39
propuesta educativa
La necesidad del trabajo en equipo y sus ventajas 39
• El porqué de trabajar en equipo 40
• Ventajas del trabajo colaborativo 42
• Beneficios para el profesorado y sus alumnos 46
En la práctica 47
5. El trabajo en equipo mejora los vínculos afectivos y las
50
relaciones sociales
Trabajo en equipo, vínculos afectivos y relaciones sociales 50
• Reconocer a los otros como personas 51
• Las relaciones interpersonales en la colaboración 54
• Colaborar: una experiencia personal con fuerte proyección social 55
En la práctica 57
6. El trabajo en equipo favorece la formación y el desarrollo
60
profesional del profesorado
De la colaboración al desarrollo profesional 60
• El desarrollo profesional del profesorado 61
• Escuelas cooperativas y desarrollo del profesorado 62
• La colaboración nos convierte en mejores profesionales 64
En la práctica 67
7. El trabajo en equipo está condicionado por las características
69
personales, culturales y organizativas
Condiciones que favorecen o dificultan el trabajo colaborativo 69
• Requisitos para el trabajo en equipo 70
• Dificultades a las que se enfrenta el trabajo en equipo 72
• Elementos que facilitan o dificultan la colaboración 74
En la práctica 77
8. La individualidad debe sustituir al individualismo en el trabajo
79
en equipo
El individualismo y la individualidad 79
• El individualismo frente al trabajo en equipo 80
• Individualismo e individualidad en los centros educativos 84
En la práctica 86
153
9. El trabajo en equipo debe ser auténtico 89
La colegialidad artificial 89
• Algunas formas desajustadas de colaboración 90
• La colegialidad artificial y sus consecuencias 93
En la práctica 96
10. El trabajo en equipo debe superar cualquier división en
98
subgrupos existente en el centro
La balcanización: colaboración en grupos aislados 98
• La colaboración en grupos aislados y sus características 99
• Algunas medidas para contrarrestar la balcanización 103
• La balcanización impide el desarrollo global de los centros 105
En la práctica 106
11. Las administraciones educativas deben contribuir a la mejora de
108
la colaboración entre el profesorado
Medidas de las administraciones educativas para promover el trabajo
108
colaborativo
• Mejorar la colaboración es mejorar la educación 109
• Medidas para mejorar el trabajo colaborativo de los profesores 110
En la práctica 114
12. El trabajo en equipo se debe promover desde los equipos
117
directivos y, en general, desde todo el centro
Medidas de los centros y equipos directivos para fomentar la colaboración 117
• La necesidad de promover el trabajo colaborativo del profesorado desde los
118
centros y sus equipos directivos
• Algunas medidas que pueden establecerse desde los centros y sus equipos
121
directivos para promover el trabajo colaborativo
En la práctica 122
13. El profesorado debe llegar a acuerdos que faciliten el trabajo
conjunto en sus centros. Otras agencias que inciden en la educación 124
también deberían trabajar en este objetivo
Medidas que pueden adoptarse desde el profesorado o desde otras instancias
124
para mejorar el trabajo conjunto
• Los profesores pueden adoptar acuerdos que mejoren su trabajo colaborativo 125
• Algunos acuerdos que pueden adoptar los profesores y medidas que deberían
127
tomarse desde otras instancias
154
En la práctica 130
14. La cultura de la colaboración ofrece a los centros muchas
ventajas. Trabajar por ella es una tarea de toda la comunidad 132
educativa
Un reto: extender la cultura de la colaboración 132
• Las culturas de la escuela 133
• Las culturas de la colaboración 134
En la práctica 138
Para saber más 140
Glosario 146
Referencias bibliográficas 149
155