Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Control II - Cristóbal Fuenzalida
Control II - Cristóbal Fuenzalida
Facultad de Humanidades
Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales
Identidad, raza y género: claves del movimiento afrolatinoamericano en el Cono Sur.
Control II:
Colonialismo, raza y movimientos afrolatinoamericanos
Es así como los países europeos justifican la invasión a otros territorios, en el caso
de África fue aún peor que en el caso americano, esto debido a que los habitantes de la
África subsahariana fueron esclavizados y vendidos. ¿Pero cómo surge esta idea de que los
africanos, solo por el hecho de serlo, son inferiores? Aquí es donde entran en juego dos
conceptos esenciales para entender esto: Raza y Etnia. Uno comúnmente asocia el concepto
de raza al color de la piel y los elementos fenotípicos de las personas, pero la idea de raza
ha ido mutando con el paso del tiempo (Wade, 2000). No podemos entender la idea de
cómo fue dotada en sus principios en el siglo XVI (Wade, 2000: 12) a como la entendemos
el día de hoy y tampoco podemos disociar los elementos culturales, normalmente asociados
a lo étnico, de la idea de raza.
De esta forma vemos como la idea de raza en un principio no se veía como algo
desde la discriminación, pero si selectivo, es decir, la idea de raza en un principio era más
utilizada para seleccionar rasgos comunes que para discriminar entre elementos biológico-
sociales entre diferentes sociedades/culturas/fenotipos físicos. Para llegar a la actual
concepción de raza, hay que aproximarse a la idea de civilización y características
culturales de lo europeo a partir de su moralidad. ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo malo? ¿Qué
es lo civilizado? ¿Qué es lo incivilizado? A partir de este proceso dialectico podemos llegar
a determinar una asociación entre la idea de raza y la discriminación racial. Normalmente
lo bueno está asociado a la luz, a lo claro, a lo blanco, esto también adoptado desde una
moral judeo-cristiana, asociado a la paz, a lo divino. Por otro lado, lo malo esta asociado a
lo oscuro, a las penumbras, a lo negro, y nuevamente desde la moralidad judeo-cristiana, lo
malo esta asociado a la muerte, a lo demoniaco, lo pagano, todo lo no cristiano. Wade
(2000) nos otorga elementos para aseverar esto, ya que “en la teología medieval, lo negro
se vinculaba a menudo con el demonio y el pecado, y los africanos frecuentemente se
tenían por inferiores” (p. 14)
Es así como vamos avanzando a una nueva concepción de raza, en donde los
elementos físicos pasan a conformar características psicológicas y morales, los “negros”
son menos civilizados, son inmorales, no son cristianos y estas concepciones se comienzan
a mezclar con el racismo científico, en donde mediante estudios de medición de cráneos se
determina que entre mayor capacidad craneal, mayor capacidad de raciocinio, lo cual viene
a “confirmar” las teorías de que los elementos caucásicos se imponen racionalmente y
civilizatoriamente a las características geneticas fenotípicas de las personas afro. Con los
años esto fue totalmente desmentido, pero durante mucho tiempo el racismo científico
(Wade, 2000) tuvo un peso importante en la legitimización de la hegemonía racional de los
componentes caucásicos de todas las sociedades occidentales.
Es por esto que podemos ver como las transformaciones durante el S.XX giran en
torno a la creación de los estados-naciones, pero más sencillamente, “en el intento de
esbozar una identidad nacional distintiva, se podría hacer referencia (o no podría evitarse
hacerla) a las raíces históricas de la nación. Desde los años 20 del presente siglo, los
indígenas se convirtieron en un símbolo fundamental de la identidad nacional” (Wade,
2000: 43), en este sentido, los movimientos afro en América Latina (principalmente en el
caribe) se enfocaron en encontrar una identidad propia, mediante el reconocimiento y
búsqueda de sus raíces en África.
Por otro lado, vemos que la configuración identitaria también se hace desde adentro,
ya que François Duvalier “reivindicó al negro como un sujeto histórico portador de una
cultura propia e igualmente legitima, y particularmente a los haitianos como una
comunidad conformada por una doble herencia: francesa y africana” (Oliva, 2014: 40). Lo
cual nos lleva a ver como la configuración de una identidad en el caso de Haití, va de la
mano con un análisis de lo que es la cultura africana y una introspección de lo que
significaba ser haitiano, no solo desde una perspectiva que mira hacia África, sino también
a su herencia occidental en Francia.
Las ideas raciales por otro lado permearon fuertemente en otros países como
Jamaica, en donde la sociedad de la época “se encontraba aun fuertemente marcada por las
diferencias sociales según la raza, a pesar de que no existía una raza blanca dominante y
una negra dominada, sino un abanico de categorías” (Oliva, 2014: 41). Dentro de este
panorama Marcus Garvey intenta desarrollar su movimiento migracionista marcadamente
afrocentrista, el cual se basaba principalmente en una visión de regreso al África, cuna de
sus ancestros y lugar al que pertenecen, donde deben crear su propia nación (imperio)
negra.
Así es como podemos ver que los movimientos afrodescendientes desde sus
antecedentes como movimientos insurreccionales antiimperiales, y por, sobre todo,
antiesclavistas, configurándose como movimientos descomunicados entre sí en las colonias
de los imperios europeos. Pero esta evolución, desde las características de los movimientos
“independentistas” tanto hacia los imperios como a los amos, pasan a tener una connotación
de buscar una identidad propia, de sentirse diferentes a indígenas y europeos, y necesitar
una identificación como sujetos, respondiendo principalmente a la pregunta de ¿cuál es la
historia de mi pueblo? ¿qué es mi pueblo? A partir de estas interrogantes los movimientos
afro, busca responder a la idea de que somos, de dónde venimos históricamente, porque
somos lo que somos. Para ello debieron mirar a una de sus cunas culturales, África. En este
sentido vemos un desarrollo desde el solo hecho de combatir la privación de su libertad, a
una reasoción de si mismo como humanos civilizados, para ello debieron reconstruir su
identidad cultural, buscando los elementos desde sus bases culturales y practicas cotidianas,
identificándose de esta forma como afrodescendientes.
Pero hay un hecho transversal, una estructura que va más allá de la esclavitud, y
como se dijo en el escrito anterior, tiene una base colonial: el racismo. A partir de la
relacion dialéctica que propone el racismo de superior-inferior, de civilizado-incivilizado,
de blanco-otros, de bueno-malo, es que los movimientos afrodescendientes se identificaron
a su vez desde la otredad y buscaron identificarse desde esta perspectiva, desde una visión
no blanca, desde una visión negra, lo cual se tradujo con el tiempo en el orgullo negro. En
el caso de los movimientos afrodescendientes, se tradujo en una cosmovisión mestiza y en
algunos casos, afrocentrista, viéndose como el elemento a destacar dentro de sus
características culturales el legado africano.
Es así como dentro de los movimientos afro podemos ver que hay una definición
identitaria, no solo desde los elementos culturales, sino que, desde una perspectiva
académica, que busca apartarse de una visión europea, “una redefinición de la modernidad
alejada de lo blanco y en dirección a lo hibrido, un movimiento que anuncia los debates
más posmodernos, abiertos también a la naturaleza hibrida de latinoamérica” (Wade, 2000:
45)
Referencias:
- Briones, C. (2007). “Teorías performativas de la identidad y performatividad de las
teorías”. Tabula rasa 6. p. 55-83.