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infeliz y frustrante.

Durante bastante tiempo Sophie Me-


reau consideró al joven Clemens Brentano un amigo; lo
mismo fue Schelling para Caroline Schlegel. Estas relacio­
nes se basan sobre todo en una igualdad real entre ambos,
en intereses compartidos; y así disuelven las diferencias so
ciales entre hombre y mujer. En cuanto a Karoline von
Günderrode, en sus cartas a su amante (casado) Creuzer, ha­
bla de sí misma como «el amigo». Este seudónimo era, sin
duda, un código para encubrir su relación secreta e ilícita;
pero, por otra parte, también puede ser considerado indicio
de una amplia base intelectual y amistosa. Otro ejemplo de
matrimonio surgido de sentimientos amistosos es la unión
entre Caroline y August Wilhelm Schlegel. Bastante antes
de casarse, August ayuda a Caroline en una de las situacio­
nes más difíciles de su vida, y ella le describe así en una car­
ta al hermano de éste, Friedrich: «Usted siente qué buen
amigo fue Wilhelm para mí. Todo lo que yo le pude dar al­
guna vez me lo ha devuelto ahora voluntaria, desinteresada
y humildemente, mediante un apoyo más que amable. Me
ha reconciliado conmigo misma poder llamarlo mío, sin
que un sentimiento ciego e irresistible me atara a él...»31.
Este sentimiento de amistad sigue predominando durante
su posterior vida de casados y su convivencia en Jena, e in­
cluso se observa en las cartas de la época de su separación y
su divorcio.
Un capítulo especial es el de las amistades entre mujeres.
Entre las escritoras aquí presentadas se pueden encontrar in
tensas amistades mantenidas durante años, a veces durante
toda una vida. El ejemplo más conocido es la relación entre
Bettina Brentano y Karoline von Günderrode, inmortali/..i
da en su libro Die Günderrode', otras parejas de amigas son
Ottilie von Goethe y Adele Schopenhauer o Adele y Sibyl
le Mertens o Rahel Varnhagen y Pauline Wiesel o Carolinr
Schlegel y Luise Gotter, aparte de pactos de amistad como
la Alianza de la Virtud, a la que pertenecía Henriette Herz
Al interpretar la correspondencia entre las amigas, el lee

31 Walter, 1985, pág. 129.

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El concepto básico del salón literario simboliza a la Europa
intelectual y es además «el escenario del ensayo general de
la emancipación de la mujer». Estos dos aspectos le dán su
especial relevancia como punto de cristalización de la cultu­
ra de los siglos pasados en su evolución hacia la moder­
nidad.
¿Qué es un salón literario? Dada la variedad de este fenó­
meno cultural, no existe ninguna definición general. Pero
hay ciertas características que se repiten y lo pueden descri­
bir aproximadamente. En un sentido general, el salón litera­
rio es una forma social sin normas ni fines definidos, cuyo
centro suele ser una mujer. Los invitados aparecen con re­
gularidad, sin invitación especial, para encuentros amisto­
sos. Pertenecen a clases sociales diferentes, y les une la con­
versación sobre temas literarios, filosóficos o políticos. Una
de las constantes de un salón es el lenguaje elaborado y los
juegos de palabras. La conversación en sí es considerada un
arte, y la ingeniosidad del orador, la agudeza del público y
la complejidad de las alusiones forman la base de esta cul­
tura. Por eso los miembros asiduos no sólo buscan allí la
compañía amistosa, sino que tratan de aportar constante­
mente tendencias o ideas novedosas a la conversación.
Aunque la denominación «salón» provenga del nombre de
la sala de recepciones, el salón literario no tiene un lugar de­
finido; el lugar del encuentro tiene una importancia secun­
daria, puede ser tanto un palacio como una buhardilla
(como lo demuestra el primer salón de Rahel Levin-Vamha-
gen); lo esencial era sólo la posibilidad de conversar y la au­
sencia de limitaciones temporales.
La saloniere o anfitriona es el centro de la reunión; suele
tratarse de una señora más o menos adinerada, cuyo inge­
nio y esprit hace funciones de imán para sus invitados. Ella
crea la atmósfera culta, vgon un cierto matiz erótico (muchas
son alabadas por su belleza), provoca conversaciones diver­
tidas, nivela diferencias y suscita animación y movimiento
intelectuales. Su autoridad suave e irrefutable siempre pre­
tende la mediación. A menudo en el salón hay una estrella,
un artista conocido a quien la anfitriona rinde homenaje y
a cuya sombra los menos dotados se sienten seguros. Ella

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