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BREVE ANTOLOGÍA Cardos y penas llevo por corona, Alimentando lluvias, caracolas,
cardos y penas siembran sus leopardos y órganos mi dolor sin instrumentos,
DE LA POESÍA POSTERIOR A y no me dejan bueno hueso alguno. a las desalentadas amapolas
LA GUERRA CIVIL
No podrá con la pena mi persona daré tu corazón por alimento.
MIGUEL HERNÁNDEZ rodeada de penas y cardos: Tanto dolor se agrupa en mi costado,
De El rayo que no cesa (1935) ¡cuánto penar para morirse uno! que por doler, me duele hasta el aliento.
¿No cesará este rayo que me habita Un manotazo duro, un golpe helado,
el corazón de exasperadas fieras Como el toro he nacido para el luto un hachazo invisible y homicida,
y de fraguas coléricas y herreras y el dolor, como el toro estoy marcado un empujón brutal te ha derribado.
donde el metal más fresco se marchita? por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto. No hay extensión más grande que mi herida,
¿No cesará esta terca estalactita lloro mi desventura y sus conjuntos
de cultivar sus duras cabelleras Como el toro lo encuentra diminuto y siento más tu muerte que mi vida.
como espadas y rígidas hogueras todo mi corazón desmesurado,
hacia mi corazón que muge y grita? y del rostro del beso enamorado, Ando sobre rastrojos de difuntos,
como el toro a tu amor se lo disputo. y sin calor de nadie y sin consuelo voy
Este rayo ni cesa ni se agota: de mi corazón a mis asuntos.
de mí mismo tomó su procedencia Como el toro me crezco en el castigo,
y ejercita en mí mismo sus furores. la lengua en corazón tengo bañada Temprano levantó la muerte el vuelo,
y llevo al cuello un vendaval sonoro. temprano madrugó la madrugada,
Esta obstinada piedra de mí brota temprano está rodando por el suelo.
y sobre mí dirige la insistencia Como el toro te sigo y te persigo,
de sus lluviosos rayos destructores. y dejas mi deseo en una espada, No perdono a la muerte enamorada,
como el toro burlado, como el toro. no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla, Elegía a Ramón Sijé En mis manos levanto una tormenta
donde yo no me hallo no se halla (En Orihuela, su pueblo y el mío, de piedras, rayos y hachas estridentes,
hombre más apenado que ninguno. se me ha muerto como el rayo, Ramón Sijé, sedienta de catástrofes y hambrienta.
con quien tanto quería.)
Sobre la pena duermo solo y uno, Quiero escarbar la tierra con los dientes,
pena es mi paz y pena mi batalla, Yo quiero ser llorando el hortelano quiero apartar la tierra parte a parte
perro que ni me deja ni se calla, de la tierra que ocupas y estercolas, a dentelladas secas y calientes.
siempre a su dueño fiel, pero importuno. compañero del alma tan temprano.
Quiero mirar la tierra hasta encontrarte
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y besarte la noble calavera Entre estiércol puro y vivo Me da su arado en el pecho,
y desamordazarte y regresarte. de vacas, trae a la vida y su vida en la garganta,
un alma color de olivo y sufro viendo el barbecho
Volverás a mi huerto y a mi higuera, vieja ya y encallecida. tan grande bajo su planta.
por los altos andamios de las flores Empieza a sentir, y siente ¿quién salvará a este chiquillo
pajareará tu alma colmenera la vida como una guerra, menor que un grano de avena?
y a dar fatigosamente ¿De dónde saldrá el martillo
de angelicales ceras y labores. en los huesos de la tierra. verdugo de esta cadena?
Volverás al arrullo de las rejas Contar sus años no sabe, Que salga del corazón
de los enamorados labradores. y ya sabe que el sudor de los hombres jornaleros,
es una corona grave que antes de ser hombres son
Alegrarás la sombra de mis cejas de sal para el labrador. y han sido niños yunteros.
y tu sangre se irá a cada lado, Trabaja, y mientras trabaja
disputando tu novia y las abejas. masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja De Cancionero y romancero de ausencias
Tu corazón, ya terciopelo ajado, de carne de cementerio. (1938-1941)
llama a un campo de almendras espumosas, A fuerza de golpes, fuerte,
mi avariciosa voz de enamorado. y a fuerza de sol, bruñido, Nanas de la cebolla
con una ambición de muerte La cebolla es escarcha
A las aladas almas de las rosas despedaza un pan reñido. cerrada y pobre:
del almendro de nata te requiero, Cada nuevo día es escarcha de tus días
que tenemos que hablar de muchas cosas, más raíz, menos criatura, y de mis noches.
compañero del alma, compañero. que escucha bajo sus pies Hambre y cebolla:
la voz de la sepultura. hielo negro y escarcha
Y como raíz se hunde grande y redonda.
De Viento del pueblo (1936-39) en la tierra lentamente,
para que la tierra inunde En la cuna del hambre
El niño yuntero de paz y panes su frente. mi niño estaba.
Carne de yugo, ha nacido Me duele este niño hambriento Con sangre de cebolla
más humillado que bello, como una grandiosa espina, se amamantaba.
con el cuello perseguido y su vivir ceniciento Pero tu sangre,
por el yugo para el cuello. revuelve mi alma de encina. escarchada de azúcar,
Nace, como la herramienta, Le veo arar los rastrojos, cebolla y hambre.
a los golpes destinado, y devorar un mendrugo,
de una tierra descontenta y declarar con los ojos Una mujer morena,
y un insastisfecho arado. que por qué es carne de yugo. resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
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sobre la cuna. Desperté de ser niño. No sepas lo que pasa
Ríete, niño, Nunca despiertes. ni lo que ocurre.
que te tragas la luna Triste llevo la boca.
cuando es preciso. Ríete siempre.
Siempre en la cuna, Llegó con tres heridas
Alondra de mi casa, defendiendo la risa Llegó con tres heridas:
ríete mucho. pluma por pluma. la del amor,
Es tu risa en los ojos la de la muerte,
la luz del mundo. Ser de vuelo tan alto, la de la vida.
Ríete tanto tan extendido,
que en el alma al oírte, que tu carne parece Con tres heridas viene:
bata el espacio. cielo cernido. la de la vida,
¡Si yo pudiera la del amor,
Tu risa me hace libre, remontarme al origen la de la muerte.
me pone alas. de tu carrera!
Soledades me quita, Con tres heridas yo:
cárcel me arranca. Al octavo mes ríes la de la vida,
Boca que vuela, con cinco azahares. la de la muerte,
corazón que en tus labios Con cinco diminutas la del amor.
relampaguea. ferocidades.
Con cinco dientes
Es tu risa la espada como cinco jazmines
más victoriosa. adolescentes. BLAS DE OTERO
Vencedor de las flores De Ángel fieramente humano (1950)
y las alondras. Frontera de los besos
Rival del sol. serán mañana, Hombre
Porvenir de mis huesos cuando en la dentadura Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
y de mi amor. sientas un arma. al borde del abismo, estoy clamando
Sientas un fuego a Dios. Y su silencio, retumbando,
La carne aleteante, correr dientes abajo ahoga mi voz en el vacío inerte.
súbito el párpado, buscando el centro.
el vivir como nunca Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
coloreado. Vuela niño en la doble despierto. Y, noche a noche, no sé cuando
¡Cuánto jilguero luna del pecho. oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
se remonta, aletea, Él, triste de cebolla. solo. Arañando sombras para verte.
desde tu cuerpo! Tú, satisfecho.
No te derrumbes. Alzo la mano, y tú me la cercenas.
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Abro los ojos: me los sajas vivos. De Redoble de conciencia (1951) si abrí los labios hasta desgarrármelos,
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas. me queda la palabra.
Digo vivir
Esto es ser hombre: horror a manos llenas. Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.
Ser -y no ser- eternos, fugitivos. (Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.)
¡Ángel con grandes alas de cadenas! Digo vivir, vivir como si nada
hubiese de quedar de lo que escribo. GABRIEL CELAYA
De Cantos íberos (1955)
Lo eterno Porque escribir es viento fugitivo,
Un mundo como un árbol desgajado. y publicar, columna arrinconada. La poesía es un arma cargada de futuro
Una generación desarraigada. Digo vivir, vivir a pulso; airada- Cuando ya nada se espera personalmente
Unos hombres sin más destino que mente morir, citar desde el estribo. exaltante,
apuntalar sus ruinas. mas se palpita y se sigue más acá de la
Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro, conciencia,
Rompe el mar abominando cuanto he escrito:escombro fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
en el mar, como un himen inmenso, del hombre aquel que fui cuando callaba. como un pulso que golpea las tinieblas,
mecen los árboles el silencio verde,
las estrellas crepitan, yo las oigo. Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra cuando se miran de frente
más inmortal:aquella fiesta brava los vertiginosos ojos claros de la muerte,
Sólo el hombre está solo. Es que se sabe del vivir y el morir. Lo demás sobra. se dicen las verdades:
vivo y mortal. Es que se siente huir las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
-ese río del tiempo hacia la muerte-.
De Pido la paz y la palabra (1955) Se dicen los poemas
Es que quiere quedar. Seguir siguiendo, que ensanchan los pulmones de cuantos,
subir, a contra muerte, hasta lo eterno. En el principio asfixiados,
Le da miedo mirar. Cierra los ojos Si he perdido la vida, el tiempo, todo piden ser, piden ritmo,
para dormir el sueño de los vivos. lo que tiré, como un anillo, al agua, piden ley para aquello que sienten excesivo.
si he perdido la voz en la maleza,
Pero la muerte, desde dentro, ve. me queda la palabra. Con la velocidad del instinto,
Pero la muerte, desde dentro, vela. con el rayo del prodigio,
Pero la muerte, desde dentro, mata. Si he sufrido la sed, el hambre, todo como mágica evidencia, lo real se nos
lo que era mío y resultó ser nada, convierte
...El mar –la mar-, como un himen inmenso, si he segado las sombras en silencio, en lo idéntico a sí mismo.
los árboles moviendo el verde aire, me queda la palabra.
la nieve en llamas de la luz en vilo... Poesía para el pobre, poesía necesaria
Si abrí los labios para ver el rostro como el pan de cada día,
puro y terrible de mi patria, como el aire que exigimos trece veces por
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minuto, perfecto. el fruto es comestible, y erótico, y violento,
para ser y en tanto somos dar un sí que Es algo como el aire que todos respiramos y horrendamente arcaico. Y sagrado, por
glorifica. y es el canto que espacia cuanto dentro arcaico.
llevamos. Cierras. Abres. Te declaro, por alegrías
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos variando,
dejan Son palabras que todos repetimos sintiendo con voz pública y escándalo.
decir que somos quien somos, como nuestras, y vuelan. Son más que lo Sé que nadie nos perdona. Que desafío, si
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un mentado. canto.
adorno. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Que la dicha es un pecado.
Estamos tocando el fondo. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
Maldigo la poesía concebida como un lujo Vivir hacia delante mientras la vida crece,
cultural por los neutrales no pensar que te acechan, hipnóticos, los iris
que, lavándose las manos, se desentienden y De De claro en claro (1956) de los céntricos ojos de la muerte,
evaden. creer que por feliz, limpio, alígero, indemne,
Maldigo la poesía de quien no toma partido Sé que el amor existe transcurres inocente,
hasta mancharse. Abres los ojos. Silencias. Es la noche es ignorar que nunca se perdona al dichoso,
complicada de estrellas y conjuras mentales. que amar es siempre dolo.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos Cierras los ojos. Sonríes. Es el canto;
sufren El día que transcurre por los labios indecisos. ¡Cómo brillan en la mina los tesoros,
y canto respirando. Me matas. Es la vida. las áureas tormentas
Canto, y canto, y cantando más allá de mis Te mueres. Es un ala. contenidas en un grano de ira y oro!
penas Cualquier palabra sirve para nombrar el ¡Cómo acaban
personales, me ensancho. prodigio. en cabezas de muerto los espigados gozos
y las fúlgidas sumas del maquinal insomnio!
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos, En los magnéticos campos, vas y vienes sin ¡Cómo somos uno en otro, sin razón,
y calculo por eso con técnica qué puedo. moverte, corazonados!
Me siento un ingeniero del verso y un obrero vienes y vas alternante, dando así a la luz los
que trabaja con otros a España en sus aceros. misterios. No se debe (tiemblas, abres),
Abres los brazos. Me entrego. no se puede (cierras, dueles),
Tal es mi poesía: poesía-herramienta Cierras el fruto. Lo muerdo. no se quiere luchar, sólo se quiere
a la vez que latido de lo unánime y ciego. Abres la música y vuelan entre palmas mis conservar ese cuerpo felizmente evidente,
Tal es, arma cargada de futuro expansivo latidos. esos ojos, esos labios, esos brazos
con que te apunto al pecho. O te cierras, y son sierpes secretamente envolventes,
en la aurora inacabable de las metamorfosis. sintiendo mansamente que allí acaba la
No es una poesía gota a gota pensada. muerte.
No es un bello producto. No es un fruto Abres. Cierras. Apretado
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Puestos los guantes de llamas Se acerca el sueño. Dormirás, para volar por donde quieras,
se tocan limpiamente los turbios sentimientos. soñarás, aunque no lo quieras. para llegar al alba y ver
Puesta en sí la mirada, La gaviota sobre el pinar las aguas frías que despiertan,
Se ve sólo el amor; La vida clara; goteado todo de estrellas. las rocas grises, como el casco
Otros ojos reales; un orden de distancias. que tú llevabas a la guerra.
Y no se pide más. Duerme. Ya tienes en tus manos La noche es amplia, duerme, amigo,
Se piden simplemente las materiales magias. el azul de la noche inmensa. mi amigo, ea...
No hay más que sombra. Arriba, luna.
Peter Pan por las alamedas. La noche es bella, está desnuda,
Nada más (¿será mucho?), Sobre ciervos de lomo verde no tiene límites ni rejas.
nada menos que vivir lo total en el momento la niña ciega. No es verdad que tú hayas sufrido,
como todos podemos vivir, como besamos, Ya tú eres hombre, ya te duermes, son cuentos tristes que te cuentan.
como amamos y erramos luminosos, mi amigo, ea... Tú eres un niño que está triste,
como yo, por ti, contigo, puedo y hago, eres un niño que no sueña.
pese al mundo que nos burla y nos desgarra, Duerme, mi amigo. Vuela un cuervo Y la gaviota está esperando
pese a todos los que llaman cinismo a mi sobre la luna, y la degüella. para venir cuando te duermas.
inocencia. La mar está cerca de ti, Duerme, ya tienes en tus manos
muerde tus piernas. el azul de la noche inmensa.
Abres los ojos. Te miro sin acabar de No es verdad que tú seas hombre; Duerme, mi amigo...
encontrarte. eres un niño que no sueña. Ya se duerme
Cierras los ojos. Te envuelvo, muriéndome por No es verdad que tú hayas sufrido: mi amigo, ea...
dentro. son cuentos tristes que te cuentan.
Pones la noche. Te pienso. Duerme. La sombra toda es tuya,
Pones el día. Te espero. mi amigo, ea... De Alegría (1947)
Y en esta vida me cumplo, madurando con lo
triste. Eres un niño que está serio. Alegría interior
Y aunque todo parece mentira, yo te creo. Perdió la risa y no la encuentra. En mí la siento aunque se esconde. Moja
Sé que el amor existe. Será que habrá caído al mar, mis oscuros caminos interiores.
la habrá comido una ballena. Quién sabe cuántos mágicos rumores
Duerme, mi amigo, que te acunen sobre el sombrío corazón deshoja.
campanillas y panderetas,
JOSÉ HIERRO flautas de caña de son vago A veces alza en mí su luna roja
De Tierra sin nosotros (1947) amanecidas en la niebla. o me reclina sobre extrañas flores.
Dicen que ha muerto, que de sus verdores
Canción de cuna para dormir a un preso No es verdad que te pese el alma. el árbol de mi vida se despoja.
La gaviota sobre el pinar. El alma es aire y humo y seda.
(La mar resuena.) La noche es vasta. Tiene espacios
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Sé que no ha muerto, porque vivo. Tomo, criatura que llega por fin a vencer la tristeza y De Libro de las alucinaciones (1964)
en el oculto reino en que se esconde, la muerte.
la espiga de su mano verdadera. Acelerando
Dirán que he muerto, y yo no muero.¿Cómo Si ahora yo te dijera que había que andar por Aquí, en este momento, termina todo,
podría ser así, decidme, dónde ciudades perdidas se detiene la vida. Han florecido luces
podría ella reinar si yo muriera? y llorar en sus calles oscuras sintiéndote débil, amarillas
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños a nuestros pies, no sé si estrellas. Silenciosa
oscuros, cae la lluvia sobre el amor, sobre el
Respuesta y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba remordimiento.
Quisiera que tú me entendieras a mí sin muy verde... Nos besamos en carne viva. Bendita lluvia
palabras. en la noche, jadeando en la hierba,
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla Si ahora yo te dijera trayendo en hilos aroma de las nubes,
mi gente. que es tu vida esa roca en que rompe la ola, poniendo en nuestra carne su dentadura
Que tú me entendieras a mí sin palabras la flor misma que vibra y se llena de azul bajo fresca.
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada el claro nordeste, Y el mar sonaba. Tal vez fuera su espectro
en un álamo verde. aquel hombre que va por el campo nocturno porque eran miles de kilómetros
llevando una antorcha, los que nos separaban de las olas,
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he aquel niño que azota la mar con su mano y lo peor, miles de días pasados y futuros nos
de darte, inocente... separaban.
hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones Descendían en la sombra las escaleras.
que tú no comprendes. Si yo te dijera estas cosas, amigo, Dios sabe a dónde conducían. Qué más daba.
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol ¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro «Ya es hora
invisible, candente, -dije yo-, ya es hora de volver a tu casa.»
la pasión con que dora la tierra sus frutos qué olores, colores, sabores, contactos, Ya es hora. En el portal, «Espera», me dijo.
calientes. sonidos? Regresó
Y ¿cómo saber si me entiendes? vestida de otro modo, con flores en el pelo.
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he ¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus Nos esperaban en la iglesia. «Mujer te doy.»
de darte. hielos? Bajamos
Siento arder una loca alegría en la luz que me ¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la las gradas del altar. El armonio sonaba.
envuelve. muerte? Y un violín que rizaba su melodía empalagosa.
Yo quisiera que tú la sintieras también ¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido
inundándote el alma, noche la luna, tanto tiempo. Allí estaba. Azul y prodigioso.
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste? Y ella y yo solos, con harapos de sol y de
te quemase y te hiriese. humedad.
Criatura también de alegría quisiera que Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras «¿Dónde, dónde la noche aquella, la de
fueras, como tú me entendieses. ayer...?», preguntábamos
al subir a la casa, abrir la puerta, oír al niño
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que salía buscar pisoteada su negrura por gaviotas de luz,
con su poco de sombra con estrellas, bajo la carne. Dónde, dónde la noche aquella, descienden las palabras a mi mano,
su agua de luces navegantes, dónde el mar... Qué ridículo todo: este picotean los granos de rocío,
sus cerezas de fuego. Y yo puse mis labios momento detenido, buscan entre mis dedos las migajas de
una vez más en la mejilla de ella. Besé este disco que gira y gira en el silencio, lágrimas.
hondamente. consumida su música...
Los gusanos labraron tercamente su piel. Al Siempre aspiré a que mis palabras,
retirarme las que llevo al papel,
lo vi. Qué importa, corazón. La música De Cuaderno de Nueva York (1998) continuasen llorando
encendida, -de pena, de felicidad, de desesperanza,
y nosotros girando. No: inmóviles. El cáliz de Vida al fin, todo es lo mismo-,
una flor A Paula Romero porque yo las había llorado antes;
gris que giraba en torno vertiginosa. Después de todo, todo ha sido nada, antes de que desembocasen en el papel
Dónde la noche, dónde el mar azul, las hojas a pesar de que un día lo fue todo. blanquísimo,
de la lluvia. Después de nada, o después de todo en el papel deshabitado, que es el morir.
Los niños -quiénes son, que hace un instante supe que todo no era más que nada. Dejarían en él los ecos asordados, empañados,
no estaban-, los niños aplaudieron, muertos de de lo que tuvo vida.
risa: Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!» Alguien advertiría la humedad de las lágrimas,
«Qué ridículos, papá, mamá». «A la cama», les Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!» lloraría por seres que jamás conoció,
dije Ahora sé que la nada lo era todo. que acaso no es posible que existieran
con ira y pena. Silencio. Yo besé y todo era ceniza de la nada. aunque estuvieron vivos
la frente de ella, los ojos con arrugas en el recuerdo o en la imaginación.
cada vez más profundas. ¿Dónde la noche No queda nada de lo que fue nada. Lloraríamos todos por los desconocidos,
aquella, (Era ilusión lo que creía todo los -para mí -difuminados
en qué lugar del universo se halla? «Has sido y que, en definitiva, era la nada.) en la magia del tiempo.
duro
con los niños.» Abrí la habitación de los Qué más da que la nada fuera nada Contra las estructuras
pequeños, si más nada será, después de todo, de metal y de vidrio nocturno
volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban después de tanto todo para nada. rebotan las palabras aún sin forma,
afeitándose. consagradas en el torbellino helado,
Ellas salían con sus trajes de novia. Se y no me hacen llorar.
marcharon Yo ya no sé llorar. ¡Y mira que he llorado!
los niños -¿por qué digo los niños?- con su A orillas del East River
amor, I II
con sus noches de estrellas, con sus mares En esta encrucijada, Yo ya no lloro,
azules, flagelada por vientos de dos ríos excepto por aquello que algún día
con sus remordimientos, con sus cuchillos de que despeinan la calle y la avenida, me hizo llorar:
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los aviones que proclamaban naufragios, aferrándose y los demás no importan.
que todo había terminado; al último suspiro de los muertos, Tú, Piedra,
la estación amarilla diluida en la noche yo no soy más que el resultado, el fruto, hijo de Pedro, nieto
en la que coincidían, tan sólo unos instantes, lo que queda, podrido, entre los restos; de Piedra
el tren que partía hacia el norte esto que veis aquí, y biznieto de Pedro,
y el que partía hacia el oeste tan sólo esto: esfuérzate
y jamás volverían a encontrarse; un escombro tenaz, que se resiste para ser siempre piedra mientras vivas,
y la voz de Juan Rulfo: «diles que no me maten»; a su ruina, que lucha contra el viento, para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca,
y la malagueña canaria; que avanza por caminos que no llevan para no tolerar el movimiento
y la niña mendiga de Lisboa a ningún sitio. El éxito para asfixiar en moldes apretados
que me pidió un «besiño». de todos los fracasos. La enloquecida todo lo que respira o que palpita.
fuerza del desaliento... A ti,
Yo ya no lloro. mi leal amigo,
Ni siquiera cuando recuerdo De Sin esperanza, con convencimiento (1961) compañero de armas,
lo que aún me queda por llorar. escudero,
Discurso a los jóvenes sostén de nuestra gloria,
joven alférez de mis escuadrones
De vosotros, de arcángeles vestidos de aceituna,
ÁNGEL GONZÁLEZ los jóvenes, sé que no es necesario amonestarte:
espero con seguir siendo fuego y hierro,
De Áspero mundo (1956) no menos cosas grandes que las que realizaron basta.
vuestros antepasados. Fuego para quemar lo que florece.
Para que yo me llame Ángel González Os entrego Hierro para aplastar lo que se alza.
Para que yo me llame Ángel González, una herencia grandiosa: Y finalmente,
para que mi ser pese sobre el suelo, sostenedla. tú, dueño
fue necesario un ancho espacio Amparad ese río del oro y de la tierra
y un largo tiempo: de sangre, poderoso impulsor de nuestra vida,
hombres de todo el mar y toda tierra, sujetad con segura no nos faltes jamás.
fértiles vientres de mujer, y cuerpos mano Sé generoso
y más cuerpos, fundiéndose incesantes el tronco de caballos con aquellos a los que necesitas pero guarda,
en otro cuerpo nuevo. viejísimos, expulsa de tu reino,
Solsticios y equinoccios alumbraron pero aún poderosos, mantenlos más allás de tus fronteras,
con su cambiante luz, su vario cielo, que arrastran con pujanza déjalos que se mueran,
el viaje milenario de mi carne el fardo de los siglos si es preciso,
trepando por los siglos y los huesos. pasados. a los que sueñan,
De su pasaje lento y doloroso Nosotros somos estos que aquí estamos a los que no buscan
de su huida hasta el fin, sobreviviendo reunidos, más que luz y verdad,
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a los que deberían ser humildes para determinadas zonas epidérmicas
y a veces no lo son, así es la vida. -sin interés alguno-
Si alguno de vosotros en niños, perros y otros animales)
pensase y el «no tocar, peligro de ignominia»
yo le diría: no pienses. puede leerse en miles de miradas.
Pero no es necesario. ¿Adónde huir, entonces?
Seguid así, Por todas partes ojos bizcos,
hijos míos, córneas torturadas,
y yo os prometo implacables pupilas,
paz y patria feliz, retinas reticentes,
orden, vigilan, desconfían, amenazan.
silencio. Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
De Tratado de urbanismo (1967) en este tiempo hostil, propicio al odio.
Te acompañan las barras de los bares A duras penas te llevaré a la cama, El jardín y la casa cercana
últimos de la noche, los chulos, las floristas, como quien va al infierno donde pían los pájaros en las enredaderas,
las calles muertas de la madrugada para dormir contigo. una tarde de agosto, cuando va a oscurecer
y los ascensores de luz amarilla Muriendo a cada paso de impotencia, y se tiene aún el libro en la mano,
cuando llegas, borracho, tropezando con muebles eran, me acuerdo, símbolo tuyo de la muerte.
y te paras a verte en el espejo a tientas, cruzaremos el piso Ojalá en el infierno
la cara destruida, torpemente abrazados, vacilando de tus últimos días te diera esta visión
con ojos todavía violentos de alcohol y de sollozos reprimidos. un poco de dulzura, aunque no lo creo.
que no quieres cerrar. Y si te increpo, Oh innoble servidumbre de amar seres
te ríes, me recuerdas el pasado humanos, En paz al fin conmigo,
y dices que envejezco. y la más innoble puedo ya recordarte
que es amarse a sí mismo! no en las horas horribles, sino aquí
Podría recordarte que ya no tienes gracia. en el verano del año pasado,
Que tu estilo casual y que tu desenfado No volveré a ser joven cuando agolpadamente
resultan truculentos Que la vida iba en serio -tantos meses borradas-
cuando se tienen más de treinta años, uno lo empieza a comprender más tarde regresan las imágenes felices
y que tu encantadora -como todos los jóvenes, yo vine traídas por tu imagen de la muerte...
sonrisa de muchacho soñoliento a llevarme la vida por delante. Agosto en el jardín, a pleno día.
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético. Dejar huella quería Vasos de vino blanco
Mientras que tú me miras con tus ojos y marcharme entre aplausos dejados en la hierba, cerca de la piscina,
-envejecer, morir, eran tan sólo calor bajo los árboles. Y voces
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que gritan nombres. Yo me salvé escribiendo
Ángel, después de la muerte de Jaime Gil de Biedma.
Juan, María Rosa, Marcelino, Joaquina
-Joaquina de pechitos de manzana. De los dos, eras tú quien mejor escribía.
Tú volvías riendo del teléfono Ahora sé hasta qué punto tuyos eran
anunciando más gente que venía: el deseo de ensueño y la ironía,
te recuerdo correr, la sordina romántica que late en los poemas
la apagada explosión de tu cuerpo en el agua. míos que yo prefiero, por ejemplo
en Pandémica...
Y las noches también de libertad completa A veces me pregunto
en la casa espaciosa, toda para nosotros cómo será sin ti mi poesía.
lo mismo que un convento abandonado,
y la nostalgia de puertas secretas, Aunque acaso fui yo quien te enseñó.
aquel correr por las habitaciones, Quien te enseñó a vengarte de mis sueños,
buscar en los armarios por cobardía, corrompiéndolos.
y divertirse en la alternancia
de desnudo y disfraz, dsempolvando
batines, botas altas y calzones,
arbitrarias escenas,
viejos sueños eróticos de nuestra adolescencia,
muchacho solitario.
Te acuerdas de Carmina,
de la gorda Carmina subiendo la escalera
con el culo en pompa
y llevando en la mano un candelabro?