Está en la página 1de 4

Bibliografía para artículo Lit Colombiana.

El río y las letras Ariel Castillo, pero solo el SXIX y antes. (2001)

Inaugura el registro poético focalizado en el Río, una composición perteneciente a la tradición oral
de los nasa yuwe (oriundos de Tierradentro, Huila y Cauca ; anteriormente ligados a la lengua
chibcha pero considerada aislada actualmente aislada; con historia de resistencia a la colonia,
consideran a Yu como subsuelo entre las capas que componen el mundo) el poema a Yuma solicita
al río cambiar su rumbo al mar que es muerte y permanecer en su corazón amante.

Luego en Elegía de varones ilustres, Juan de Castellanos lo ilustra como un obstáculo hiperbólico
que figure hazaña digna de prebendas reales. “Truenos, obscuridad, horror eterno, Con otras
semejanzas al infierno” configurando espacios de lo Otro peligroso y anticristiano.

En 1823 es Andrés Bello quién manifiesta un río Magdalena que recibe al Bogotá y simboliza el
clima con matices de consistente naturaleza, algo épica que también recuerda “la primera prole
de su fértil seno” y toda la cosmovisión en su riqueza fundadora con personajes míticos como
Huitaca y Nemquetaba. Manuel María Madiedo y Candelario Obeso procurarían darle continuidad
a ello. El primero con la imagen de un río robusto y mestizo, en su poema Al Magdalena, actualiza
la fauna europea que categoriza femenina y renuncia a la fascinación grecolatina por la nueva
vitalidad americana. En su novela La maldición, recoge tradición oral de los bogas y musical.
Candelario Obeso en realidad le otorga voz al boga como tal y rescata la tradición negra y zambo.
Además de visionar la muerte del río por parte del progreso. Con Rafael Núñez se inaugura el
rojizo de la violencia en Colombia.

Crónica grande del Río Magdalena – Aníbal Noguera (1980)

Yuma en su esplendor descriptivo ofrece variada complejidad del vocabulario. Interesante punto
de partida para su división territorial, los sabores. Sal con fuerte sabor a yodo (aprox a la altura de
El Banco), luego donde el cloruro es sacado de orines y zumos, y por fin, el producto salino en
grandes cantidades en Tora (Barrancabermeja). También el vivir del boga indígena.

Esclavos, negros libres y bogas en la literatura del siglo XIX – María Nieto (2011)

Resalta a Jorge Isaacs por alabar la letra del canto boga antes que Candelario. Pero halla, como
también en Santiago Pérez y en Manuel Mario Madiedo, que la danza siempre está a punto pero
no aparece.

Post tenebras lucem Ariel Castillo (2013)

Juego con dos frases: “una afinada percepción de similitudes y diferencias entre el mundo de la
ficción y la experiencia de la realidad” mirada ofertada por la prologuista Acosta, sobre la visión
del habitante y la del viajero. Y “la consolidación del discurso de y sobre la nación” sobre el
periódico El Mosaico.

Lectura y Nación. Novela por entregas en Colombia 1840-1880 Carmen Elisa, Acosta Peñaloza
La maldición 1859-1860

El boga del Magdalena Manuel María Madiedo 1866

La reflexión en torno a la naturaleza surge de Carlos que ha llegado de Europa y remonta el río en
embarcación de bogas. La cuestión es sublime en torno a lo desconocido, “los bosques ignorados”
son situados comparativos con Francia. El imaginativo se suspende con el llamado de la comida, un
sancocho. Con toda la capacidad denotativa de la gastronomía. El siguiente comienza con la
discusión en torno a quien fuera el mejor bailarín. Nombrados son lugares de importante
tradición, pero todo se reduce a una riña que por poco se lleva la vida del patrón por delante, pero
este astutamente da un viraje hacia una competencia de lucha por una piel de jaguar. Esta lucha
se extiende durante la tarde hasta la noche con minuciosas acciones que recuerdan al circo
romano o a los atletas griegos. No hay vencedor, cada uno es premiado con un escudo de oro. La
llegada de la noche es brillante, desde el reflejo de la espalda de los luchadores hasta la
salvaguarda de la naturaleza. El final es onírico “mientras que los labios de uno referían en voz
baja los cuentos favoritos de hechicerías, brujas y apariciones de muertos. De allí a poco todo fue
silencio...”

Lista de nombres de bogas.

Tábano, Diego, Pericoligero, Caracol, Varasanta, Tigrillo. El patrón parece ser paisa. El pasajero,
Carlos.

“Locus Horridus”

Los contrabandistas Manuel María Madiedo 1868

“pese a su parentesco con el cuadro de costumbres -los personajes típicos, el lenguaje criollo, las
situaciones locales-, trasciende lo anecdótico y lo pintoresco, el afán testimonial y el carácter de
digresión agradable, propios del género” Economía de elementos. Mitos regionales.
Preguntas
¿Es realmente El Contrabandista el primer cuento literario del caribe colombiano, o que
género configura? ¿Qué elementos lingüísticos y literarios son fundamentales en la
narrativa de Madiedo? ¿Qué leyó? ¿Qué función nueva cumple la naturaleza con respecto
a la imagen del Otro que debía ser colonizado? ¿Cómo constituye una propuesta de
realismo? ¿Hay indicios de criollización? ¿Qué relaciones tuvo con otros factores sociales?
Tema
Ficción y realidad en la narrativa fluvial (El boga del Magdalena, El contrabandista) de
Manuel María Madiedo
Objeto

Entorno al río Magdalena son múltiples las manifestaciones artísticas que han surcado al
vasto cuerpo de agua con imágenes que buscaban dar cuenta de una percepción. Las
primeras, nacidas del pueblo nutrido de su materia, llenas de la honestidad de un discurso
sin canon ni intenciones políticas. Al Yuma se le cantaba sobre el cambio, el amor y la
muerte. Luego llegó el miedo, a lo desconocido y lejano. Es interesante reconocer el papel
de la literatura dentro de una dinámica histórica y no como el reflejo de esta, de esta
manera el estilo narrativo cobra un valor actancial de causas y consecuencias. A partir de
ese momento se renombra al río y su distribución cambia, ya no son los sabores de sus
aguas si no las miradas cartesianas. Reconocer lo salvaje era desconocer cualquier
diferencia, los olores, la flora, el clima. No pudieron secarlo ni vencerle porque no eran las
únicas voces en juego, solamente las dominantes. El siglo XIX con los movimientos
independentistas, los discursos de literaturas nacionales, siglos consolidados de
contrabando y las utopías civiles armaron un mosaico que sostuvo múltiples realidades
simultáneamente. En dicho momento se delimita nuestra reflexión. Por lo tanto, surgen
pilares temáticos en los que se podría estar constituyendo una propuesta estética, el
papel de la naturaleza constituyendo imaginarios y viceversa, por ejemplo. La vida de los
bogas que eran oficio y nombre al tiempo, según la historia. Los recursos literarios y el
rastro filológico ostentan la posibilidad de proponer nuevas maneras de transmutar la
realidad. Y considero que este es el quid de la elucubración.
En ambos relatos hay una mirada escenográfica de la naturaleza, inicia la narración con la
mañana y una naturaleza que es poderosamente silenciosa, de la que ignoran los ramajes
de su poder y solamente los nombres se han podido rescatar. Terminan con la noche y la
luna que observa. Esta posición un poco inerte un poco mitológica permite un atisbo de
registro. Opacado por el valor cristiano que es absoluto pero dignificado por la retórica de
la literatura. Luego la fauna puede llegar a niveles de protagonismo. Y sus personajes no
tradicionales, a figuras míticas regionales. Este primer aspecto es rastreable en otras
referencias literarias. Es mencionado por diversos autores la constante acusación del río
como espacio ajeno, anticatólico y peligroso. Hemos mencionado el miedo como
catalizador de estas representaciones pero también lo configura la ambición. Sin embargo,
también dentro de ese espacio sin ley el usurpador era usurpado, como es el caso de los
contrabandistas, o del boga que cumple el papel de humanoide sumiso y sin nombre.
También puede ser evidente en los registros físicos de la economía de extracción, los
símbolos necesarios para funcionar cabalmente.
Por ese camino, se hace presente un lenguaje que busca menos un registro de costumbres
y más una natural concatenación de acciones, a través de la economía del lenguaje, las
figuras retóricas, en la simetría del acto que a veces es contemporánea y otras veces una
visión. Es fundamental el destino de la obra cuando se habla de la realidad porque ahora
es ella misma la que se explaye en su mismo universo. Un comportamiento propio de la
literatura y una innovación estética en el S XIX. La cuestión de los géneros colinda con la
sociedad que lo exige. ¿Podríamos entender de la vida de los bogas a través de sus
conversaciones? ¿O es la pesada dicotomía del observador viajero acechando? Cuando el
narrador lo constituye Carlos es fácil pensar lo segundo. Pero cuando sale de la cobertura
de la ideología parece entrañarse con la naturaleza que describe. Con la mística de la Luna
antigua que protege.
Los personajes son todos seres anfibios. Conscientes del ecosistema húmedo y cenagoso.
Como lo es también su moral. Esto toma más fuerza con los contrabandistas que llevan
sus acciones por códigos de honor a pesar de ser en sí cuestionables. Los bogas parecen
estar a la merced del estereotipo propuesto por la literatura de viajes y encasillados en su
embarcación. Sin embargo, sus palabras, su gastronomía, logran dibujar criollización
(disculpe la precocidad de la hipótesis). Ya no mestizaje. Aunque es muy pronto para
aventurar dicha propuesta con coherencia se puede revisar la autonomía de los símbolos.
El final de El boga del magdalena reza “Algunas de estas cabezas tenían ya los ojos
cerrados, y todas ellas dejaban ver a trechos sus caras quemadas por el sol de la zona
tórrida, mientras que los labios de uno referían en voz baja los cuentos favoritos de
hechicerías, brujas y apariciones de muertos. De allí a poco todo fue silencio...” y sugiere
una lengua viva llena de historias que le corresponde una sepultura ciega, por una
condición real de intricadas intenciones. Ese susurro nocturno también edificó, sin tener
autores, ni letrados, inevitablemente. En que medida, con la ayuda de que factores es lo
que se puede hallar.

También podría gustarte