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trabajo (cf. sobre el apetito femenino, Tr., 374 y 704).

Ahora

bien, la parte comestible del buey que Prometeo reserva a los

humanos está envuelta exteriormente en el gaster del animal.

A su significación de continente, de recipiente para cocer la

comida (cf. Odisea, 18, 44-45; Heródoto, iv, 61), el término gaster

asocia otro valor semántico: el fraude prometeico, al ocultar

en el gaster todas las partes comestibles del animal, condena

a la especie humana a no poder vivir ya sin comer, sin llenar

esa «panza» que ha servido para camuflar su lote alimenticio.

Esclavos desde entonces del gaster (ese gaster odioso, maldito

y malsano de donde proceden todos los males y todas las pre

ocupaciones, como dice la Odisea, 15, 344; 17, 286; 17, 474; 18, 55),

los hombres corren el riesgo de hacerse ellos mismos «como

vientres», γαστέρε? otov (Teog., 26; cf. también Epiménides,

fr. B 1, F. V. S.). Pandora representa, en su persona, esta «pe

rrería» del vientre que define el estatuto humano después de la

separación de los dioses como consecuencia del fraude alimen

ticio de Prometeo. «¿Hay algo más perro (κύντερον) que el gaster

odioso?», pregunta Ulises (Odisea, 7, 216). Y Hermes oculta en

el interior de Pandora un κυνεός vôoç, un espíritu de perro.

Pero el apetito del vientre femenino no es sólo alimenticio,

es también sexual. En la época de la canícula (es decir, del

Perro), las mujeres se muestran lascivas y desvergonzadas en

su hambre erótica (Tr., 586-7; cf. Alceo fr. 347, 4, Lobel y Page). ·

El κυνεο? vôoç de Pandora implica la μαχλοσιίνη, la lubricidad

tanto como la voracidad.


II. Pandora corresponde también al fuego prometeico del que

constituye, tanto a diferentes niveles semánticos como en la

lógica del relato, la contrapartida, el reverso (άντι πυρός; Teog.,

570, 585, 602; Tr., 57).

1) En prim er lugar en cuanto dolos. El fuego prometeico

tiene, en efecto, la misma estructura de tram pa que las partes

del buey y que Pandora. Se oculta, invisible, dentro del hinojo,

cuyo interior, en vez de ser húmedo, es seco, fibroso y arde en

secreto. Depositado έν κοίλψ νάρθηκι (Teog., 567; Tr., 53) en el

hueco de una caña, el fuego robado se disimula bajo la aparien

cia de una planta verde, llevada en la mano. El fuego prome

teico, por otra parte, al contrario que el fuego celeste, es un

fuego hambriento: muere si no se le alimenta. Es también un

fuego engendrado: para alumbrarlo es necesaria una «semilla»

de fuego, como aquella que Prometeo oculta en el hinojo, de

la misma manera que el labrador oculta la semilla del trigo en

El mito prometeico en Hesiodo 165

el vientre de la tierra o el marido su semilla en el vientre de

su mujer.

2) Pandora se revela, además, <χντι πυρό?, contrapartida del

fuego, en la medida en que ella misma es un fuego que quema

al hombre, que lo seca con fatigas e inquietudes (por su doble

apetito y por todos los males que le trae). Por vigoroso que sea,

εϋει ατερ δαλοΐο, ella lo quema sin tizón (Tr., 705) y, en el verdor

de su edad (ώμό?, crudo), lo convierte en un viejo reseco.

(Cf. Eurípides, fr. 429, Nauk2; Anth. Pal, ix, 165 y 167.) Como
escribe Paladas de Alejandría, glosando a Hesíodo: «Zeus, como

rescate del fuego, nos hizo don de otro fuego, las mujeres...

El fuego, al menos, puede extinguirse, pero la m ujer es un fuego

inextinguible, lleno de ardor, que siempre se enciende... Quema

al hombre con inquietudes, lo consume y cambia su juventud

en vejez prematura.»

3) Por último, Pandora se caracteriza por su επίκλοπον ήθο?

(Tr., 67), su temperamento de ladrona, rasgo precisado en Tr.,

375: «Quien se fía de una m ujer se fía de un ladrón.» Al fuego

«robado» que la astucia de Prometeo ha sustraído a Zeus para

entregarlo a los hombres, responde su «reverso», el fuego «la

drón» que Zeus, para vengarse, endosa al asno de Epimeteo,

reverso él mismo de Prometeo, para que envenene a los humanos.

III. Pandora corresponde al Bios, la alimentación cereal que

Zeus «oculta» al mismo tiempo que su fuego celeste, como Pro

meteo ocultó la alimentación de carne en el gaster y la semilla

del fuego robado en la caña. El vientre de la mujer, que el

hombre debe trab ajar para depositar allí su semilla si quiere

tener hijos, es semejante al vientre de la tierra que el hombre

debe labrar si quiere tener trigo, puesto que Zeus ocultó allí

el Bios. Como dice Platón, la m ujer imita a la tierra en la preñez

y el p arto (Menéxeno, 238a). Más aún: Pandora es uno de los

nombres que lleva la Tierra, pqrque, se nos precisa, ofrece como

don todo cuanto es necesario para la vida, de donde proviene

el que se la denomine fecunda, ζείδωρο?, y el que se la llame

también «Άνησιδώρα», la que hace subir los dones (Escoliasta


de Aristófanes, Aves, 970; Hesiquio y Eti. Magnum, s. v.,

Άνησιδώρα). Las representaciones figurativas subrayan el ca

rácter de esta dadora de bienes ocultos en la tierra que es

Pandora-Anesidora: su fecundidad no es ya la generosidad es

pontánea de la ζείδωρο? αρουρα αύτομάτη (Tr., 117-8) de la edad

de oro, sino una fecundidad que exige en adelante el trabajo

agrícola, la fatiga (πόνο?) y la labranza. En Fliunte es Deméter

quien lleva, asociada a Gea, el título de Anesidora (Paus., i, 31, 4).

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