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AL CONSERVADOR DEL CEMENTERIO PÈRE LACHAISE DE PARÍS

Asegura que le gustaría echar al fallecido cantante de The Door porque les
causa "demasiados problemas" en el recinto

Para el historiador Christian Charlet, responsable de la conservación de las


70.000 tumbas del camposanto, las multitudes que vienen a comunicarse con
su difunto ídolo sólo son un caro dolor de cabeza.

"Nos gustaría echar a Morrison porque no lo queremos, causa demasiados


problemas", dijo a Reuters en una entrevista. "Si pudiésemos deshacernos de
él, lo haríamos enseguida, pero desafortunadamente los estadounidenses no
lo quieren de vuelta".

En una soleada tarde de abril, visitantes de todas las edades se arremolinan


alrededor de la sencilla lápida de Morrison, custodiada por un vigilante de
seguridad.

Parece que incluso en la muerte, el cantante, poeta y compositor es un imán


para los problemas. Antes de que hubiese un guarda, sus fans se congretaban
alrededor de la tumba para beber y fumar marihuana o, aún peor, hacer el
amor entre las tumbas.

"La gente no viene a rendir culto al muerto, sino que creen que pueden hacer
lo que quieran como si estuviesen en una fiesta", dice Charlet furioso. "Los
turistas no tienen respeto por nada".

Difuntos legendarios

Mientras se prepara este mes para celebrar su bicentenario, el Père Lachaise


es más popular que nunca. La necrópolis atrae a dos millones de visitantes al
año, un tercio de los seis millones que se agolpan en la emblemática Torre
Eiffel.

Un vasto parque lleno de espectaculares esculturas, es un oasis de


tranquilidad en el límite de la ciudad.
También es un cementerio a pleno rendimiento, con 100 empleados
encargados de enterrar a los difuntos, restaurar las tumbas y podar los 6.000
árboles que se extienden en una colina de 44,5 hectáreas al noroeste de
París.

El hecho es que en ocasiones la multitud de turistas trata el lugar como una


basílica al aire libre y ensucian las tumbas con recuerdos, cuando no tratan
de romper dedos de piedra y otros souvenirs para llevarse a casa.

"Es una pena que todas las viejas lápidas tengan nombres garabateados en
ellas", dijo el visitante alemán Daniel Koestlin, de 31 años, mientras paseaba
buscando la tumba de Chopin.

La fascinación del público por el lugar ha estado alimentada por leyendas que
rodean el último lugar de descanso de los escritores Molière, Marcel Proust y
Honore de Balzac, la diva de la opera María Callas y los actores Yves Montand
y Simone Signoret, por nombrar a unos pocos.

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