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Dialnet BibliotecasYLectoresLaResistenciaSilenciosa 5975851
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Literateca
rimentamos nos induce a procurar la última. Una lectura lleva a otra. tarde aconteció en Berlín. El 10 de
que las narraciones que han moti- Son llaves que abren puertas una mayo de 1933 los libros ardían en
vado nuestro interés lo provoquen y otra vez sinfín. la oscura noche. Los nazis ilumi-
en otros. El autor británico en ese naban Bebelplatz con una enor-
mismo prólogo nos habla de la La lírica de la lectura se halla me hoguera a la temperatura de
intrahistoria de esta novela de ju- en el silencio. Los libros reposan Fahrenheith 451. Era la invitación
ventud –la califica de “valores des- en los anaqueles a la espera de al oscuro túnel de las cámaras de
iguales”- y las circunstancias que su oportunidad bajo el rictus del gas y los crematorios. Y es que la
rodearon su escritura. En cierta mutismo y la placidez del recogi- quema de libros atraviesa la línea
manera no es causa de extrañeza miento voluntario. La paciencia es del tiempo con el perverso fin de
que en tales condiciones la imagi-
nación le llevará a refugiarse, aún
más si cabe, en la ficción revela-
dora de un mundo que describía la
degeneración e involución del ser
humano en el futuro, “Recuerda
el autor que la estaba escribiendo
una noche de verano junto a una
ventana abierta, cuando una mo-
lesta patrona se le puso a gruñir
y protestar desde las tinieblas del
otro lado de la puerta, porque esta-
ba gastando mucha luz; con su mal
humor quiso exteriorizar, al mundo
que dormía, sus pocas ganas de
meterse en la cama, mientras la Literatura y bibliotecas: hermanas de sangre
lámpara aquella siguiese lucien-
do. Esta fue el doméstico suceso a su virtud y atributo. Toda obra as- incinerar la memoria. Cuatrocien-
cuyo compás escribió la obra”. Los pira a ese silencio que lo relacione tos años antes, concretamente en
antecedentes lectores del autor de estrechamente con el lector y que 1499, el Cardenal Francisco Jimé-
“El hombre invisible” se remon- abunde en la íntima complacencia. nez de Cisneros prendió la llama
tan a la edad de ocho años. Y son El silencio es el cordón umbilical que redujo a cenizas más de 5000
propiciados por un accidente. La que existe entre ambos y que los obras en la Plaza Bib-Rambla de
fractura de una de sus piernas, y retroalimenta. La autenticidad de Granada. Su notario Juan Vallejo
posterior resección, le mantuvo en la comunicación entre escritura y describió el terrible hecho con ese
cama. Durante ese tiempo su pa- lectura es una experiencia que no halo de objeción moral, política y
dre le facilitaba libros gracias a la sólo trasciende formalmente des- religiosa en la que el libro supone
biblioteca. Esto despertó en él una de la propia interpretación de los una amenaza, “Para desarraigarles
atracción y vocación por la lectura signos, en el contexto histórico y del todo de la sobredicha su per-
que le acompañó toda su vida. La evolutivo y hasta la significación li- versa y mala secta, les mandó a
intermediación afectiva compor- teraria que lo consagra como obje- los dichos alfaquís tomar todos sus
ta otro fundamento esencial para to sagrado del conocimiento, o re- alcoranes y todos los otros libros
ensanchar ese cauce benefactor pudia precipitándolo al fuego que particulares, cuantos se pudieron
que vierte la lectura si aceptamos lo convertirá en cenizas. “Allí don- haber, los cuales fueron más de 4
el envite y no bajamos los brazos de se queman los libros, se aca- o 5 mil volúmenes, entre grandes
en los primeros escarceos. La agra- ba por quemar a los hombres”. El y pequeños, y hacer muy grandes
decida pugna comienza en la pri- poeta y ensayista alemán Heinrich fuegos y quemarlos todos”.
mera página pero no termina en Heine auguraba lo que años más El libro es medida ajustada del ser
humano en cuanto a que lo es de su pensamiento y mundo la pasión por la lectura”. La reflexión de José
libertad de elección. De ésta última pende su deci- Saramago es obvio que puede resultar desalentado-
sión para adentrarse en la profundidad de su conte- ra. Sin embargo en su enunciado hay un componente
nido crítico o participar del auto de fe que lo condene de rebeldía y esperanza que apela a la conciencia de
a las llamas. El tiempo queda detenido en ellos como los lectores: somos corresponsables de lo que lee-
una pequeña muerte hasta que una mano los entre- mos. Invitemos a otros a que lo conozcan. Ejerzamos
saca de la estantería y abre sus páginas. Así vuelve a el proselitismo benefactor de ganar adeptos para la
la vida o, quizás, a los sueños, “Yo sé de una región causa de la lectura, sumando sensibilidades desde la
cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y extensión de la nuestra.
vana costumbre de buscar sentido en los libros y la
equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las lí- La lectura es exigente y generosa. Apela a la in-
neas caóticas de la mano”. Jorge Luis Borges anota la clinación emotiva e intelectual para que apreciemos
resistencia a desprenderse del onírico hilo o incierto su transformación. Tras la lectura de un libro ya no
destino de los únicos espacios comunales que institu- somos los mismos. Los libros son ventanas abiertas al
cionalmente subsisten en el umbral del siglo XXI: las mundo. Las bibliotecas son edificios diáfanos que nos
bibliotecas. Y es que como asevera su compatriota exhortan a la contemplación de aquél. La interpreta-
el escritor argentino Alberto Manguel la verdadera ción de este mundo es, en cierta manera, la suma de
significación de éstas reside en el poso de conoci- lecturas sobre sí, de miradas sobre aquél. Es decir, las
miento y sensibilidad que rescatan, “La biblioteca vivencias fabuladas, historiadas y literarias que ha-
atesora la memoria”. La memoria lectora permitió al blan de lo que somos: conciencia viva. Los bibliote-
autor argentino enfrentar la enfermedad cerebral que carios son apasionados catalizadores de la lectura. Su
padeció. No podía conectar ideas y palabras. Enton- intermediación es tan imperceptible que, sin apenas
ces, buscó refugio en la biblioteca imaginaria que su denotar su presencia, todo parece fluir de forma na-
mente conservaba en penumbra. Aquellas lecturas tural. No es así. El trabajo subliminal de los bibliote-
de tiempos anteriores fueron la rosa de los vientos carios radica en aglutinar la disposición anímica más
que emergió súbitamente para indicarle el camino de favorable en la interrelación con los usuarios de las
salida del laberinto en el que se hallaba. bibliotecas. Se trata, al fin y al cabo, conscientes o no,
de la construcción de una memoria de futuro, la que
Las bibliotecas son vestigios del imaginario del leemos y nos hace ser más humanos. De ahí que ante
ser humano. La propensión de éstas evoluciona des- el cerco al que se somete al pensamiento libre desde
de hace cinco siglos a través de los diversos soportes la intransigente inmediatez, la ausencia de reflexión
de los textos: las tablillas, hacia el año 3500 a. de C. y reposo, la confusión entre opinión e información,
pasando por el rollo de papiro, hacia el 2400 a. de la mediocridad enmascarada de pose y gesto y, las-
C. y el códice. En el año 1450 Misal de Constanza timosamente, el océano digital contaminado por lo
es el libro impreso más antiguo. La aparición de los banal y fútil en que se ha convertido internet, las bi-
libros electrónicos en el año 1971 es el vínculo entre bliotecas y los lectores son esa resistencia silenciosa
tradición y contemporaneidad. El libro es un objeto que profesa amor a los libros. Tal vez por eso Franz
versátil que consolida su existencia en la pura necesi- Kafka, en una carta a su amigo Oskar Pollak fechada
dad humana de transcribir su memoria, sea en papel en 1904, afirmara con ternura desgarradora “Un libro
o formato digital. “Leer siempre fue y siempre será debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro
cosa de una minoría y no vamos a exigir a todo el de nosotros”.