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Una plaza para Laura

Me encanta salir a correr cada mañana por la manzana donde vivo… A


menudo veo a algunos vecinos que salen con sus mascotas de paseo y niños
jugando en sus pequeños patios delanteros…
Por fin llegué a casa y en mi habitación me dispongo a mirar un poco de tv y
conectarme a internet para buscar algunas cosas que no necesito, pero que me
gustaría tener. Por la ventana entra una brisa suave y la cortina me permite
ver, en una casa más allá, a una niña de unos 8 años que día a día pasa
enfrente de su ventana, mirándolo todo. Parece que es nueva en la cuadra,
pues nunca la había visto y a juzgar por esto (de estar siempre junto a la
ventana), me hace pensar que se trata de alguien que tiene algún impedimento
físico. Al bajar a cenar, mamá conversaba con alguien en la puerta. Era la
mamá de la niña.
Mamá me comentó que la nueva vecina vivía en el departamento pequeño de
la casa blanca, y que tenía una hija que sufrió una fractura grave en su pierna
en un accidente y en ese hecho había quedado viuda y la niña huérfana de
padre.
Para esta familia las cosas habían cambiado para siempre, vivían con lo que su
mamá ganaba y su mundo era su pequeña pieza y las salidas a comprar en su
silla de ruedas.
Hace una semana decidí ir a conocerla y compartir algún tiempo con ella.
Laura es mi nueva amiga. Ella es muy tierna, esforzada y buena amiga. Me
contó que ella era muy feliz donde vivía, pues enfrente de su casa había un
gran parque donde cada tarde se disponía a correr, saltar, hacer piruetas y
jugar… ¡Jugar mucho! Le gustaba escuchar por la mañana el canto de los
pájaros y solía tener muchos amigos. Mis amigos se encariñaron con Laura y
aunque compartíamos tiempo con ella, igual las jornadas se le hacían eternas,
sobre todo en los largos y calurosos días de verano.

Con mis amigos, siempre le llevábamos pasteles, chocolates y revistas, para


que el tiempo se le hiciera más corto, pero Laura comenzó a subir de peso y el
médico se los prohibió.
Pensé cómo podría ayudar a mi pequeña amiga para que su vida fuera más
llevadera y feliz. Conversando con ella, me di cuenta de lo mucho que
extrañaba el parque. Entonces pensé, ¿Qué tal si le compramos entre todos una
máquina para hacer ejercicios? Decidimos hacer una rifa con donaciones de
los vecinos, salimos a vender los números y recolectamos el dinero… pero
Oh, ¡Oh! No contábamos con que su mamá trabajaba todo el día y no había
cómo pagarle a una persona que le hiciera los ejercicios. Me sentí muy
frustrada, al no poder cumplirle un pequeño deseo a la niña.
Al cabo de unos días me di cuenta que cerca de nuestra casa había un lugar
que estaba cercado, pero nunca se había visto a nadie ahí. Era una sitio con
algunos árboles y ¡Eureka! Aquí estaba la solución … Le conté a mamá y ella
me dijo que seguramente pertenecería a la municipalidad. Decidí que
escribiría una carta contándole la situación al señor alcalde.
Luego de unos meses, llegó a mi casa una camioneta de la muni… ¡No lo
podía creer! Era el alcalde que venía a avisarnos que en ese lugar harían una
hermosa plaza para Laura y todos los vecinos del lugar. Después de unos
meses, el parque ya estaba listo...
Laura no sabía aún qué se estaba construyendo en ese lugar… Fuimos a
buscarla todos y llamamos a los vecinos para que asistieran a la inauguración.
Fue muy emocionante ver la cara de Laurita llena de lágrimas y risa, pues
nunca pensó que ahí se concretaría un deseo tan anhelado.
Yo me uno a la alegría de poder haber sido parte de este sueño: Una plaza para
Laura.

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