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1707, LOS LÍMITES DEL ORDEN.

LEY Y RELIGIÓN EN LOS REINOS CIVILES


DE NÁPOLES Y ESPAÑA 1

Por

JAVIER GARCÍA MARTÍN


Profesor Titular de Historia del Derecho y de las Instituciones
Universidad del País Vasco

ldpgamaj@ehu.es

SUMARIO: I. PLANTEAMIENTO: 1707. LEY REGIA Y RELIGIÓN EN LA RECONSTRUCCIÓN


JURÍDICA DE DOS CAMBIOS DINÁSTICOS. II. LOS ANTECEDENTES HUMANISTAS DE LA
SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII. LA RATIO CATOLICA DE R. RAMOS DEL MANZANO Y EL
DERECHO DE GENTES DE F. D‟ANDREA EN TORNO A LAS ASPIRACIONES FRANCESAS
SOBRE LOS PAISES BAJOS. III. LAS RAZONES JURÍDICAS DE LA PUBLICÍSTICA
NAPOLITANA DURANTE LA GUERRA DE SUCESIÓN. ENTRE UNA MONARQUÍA CATÓLICA
(ESPAÑA) Y UN IMPERIO CRISTIANO (AUSTRIA). IV. LA ISTORIA CIVILE DE P. GIANNONE Y
LA HISTORIA CIVIL DE FRAY NICOLÁS JESÚS BELANDO. EL ESCRITO FISCAL DE M. R.
MACANAZ. V. REALIDAD FRENTE A UTOPÍA. LOS LÍMITES DEL IDEAL ILUSTRADO EN
MATERIA DE JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA. VI. CONCLUSIONES.

Recibido: 8 de enero de 2007


Aceptado: 19 de enero de 2007

I. PLANTEAMIENTO: 1707, LEY REGIA Y RELIGIÓN EN LA RECONSTRUCCIÓN


JURÍDICA DE DOS CAMBIOS DINÁSTICOS

El conocido Decreto de 29 de junio de 1707 por el que Felipe V abolía “los fueros,
privilegios, practica, i costumbre” de los Reinos de Aragón y Valencia, para que se
rigiesen, desde entonces, por las “Regalias, Leyes, Práctica, Ordenanzas, i costumbres”
de las Chancillerías castellanas, contenía una importante excepción: “las controversias, i
puntos de Jurisdicción Eclesiástica, i modo de tratarla, que en esto se ha de observar la
practica, i estilo, que uviere avido hasta aquí”. La razón, en la explicación de Melchor
Rafael de Macanaz (1670-1760), era que:

“Es principio sentado en Aragon (lo mismo que en Cataluña y Valencia) que los
Señores Reyes de su corona tienen la suprema jurisdicción, y no reconocen
superior en los temporal por haber conquistado estos reinos de los sarracenos;

1
El presente trabajo se inscribe en el marco del Proyecto SEJ 2005-4672/JURI.
Javier García Martín

conocen por superior en lo espiritual al Papa, para todo lo que toca al régimen de
gobierno espiritual y bien de las almas en cosas de fé y religión; pero fuera de esto
no le conceden la menor autoridad, y asi tienen resuelto y practicado que todos los
pleitos se determinen por los fueros, y que donde falte fuero se determine por la
razón natural [el subrayado es mío] y conforme á la equidad; así lo dijo el Rey D.
2
Jaime en el proemio de sus fueros, y así se explica en los mismos” .

Apenas unos días después, en julio de 1707, tenía lugar la entrada de las tropas
austriacas en el reino de Nápoles, hasta entonces parte de la Corona española. Con
ocasión de ello, el Archiduque Carlos, residente en Barcelona, optaba, a diferencia de lo
establecido en Aragón, por mantener sin novedad los tribunales “e la pianta intera del
Governo che ha avuto il Regno di Napoli nel tempo de‟ miei antecessori et ultimamente in
3
quello del Re Carlo II mio zio” . En febrero de 1708, no obstante, comunicaba al Virrey,
Conde Daun, una medida sin precedentes: el secuestro de las rentas y beneficios
eclesiásticos de los religiosos residentes fuera del reino napolitano, medida de la que el
órgano de gobierno ordinario del reino, el Consiglio Collaterale -que la debatiría durante
más de dos meses por temor a la excomunión, antes de aplicarla- no dejó de advertir lo
innovador. La razón de este decreto, no existiendo entonces más pronunciamiento de la
Santa Sede que el reconocimiento hecho en 1701 de Felipe de Anjou como sucesor de
Carlos II, era según el monarca austriaco, la decisión papal “di non permettere l‟uso delle
regalie che appartengono alla mia Corona in niuno di quei Regni e Provincie delle quali
sono attualmente in possesso”. Dictaba la medida, en cualquier caso, como Príncipe
católico e hijo obediente de la Iglesia, en tanto que remedio extremo, que por “ragione
divina e umana” le estaba permitido para “riparo dei gravi torti che patisce [sic] la Dignità
mia et i miei Vassalli, alli vantaggi de‟ quali sono interessato, che non posso mancare
4
senza detrimento dell‟obbligo in cui Dio mi ha costituido” .

2
Melchor Rafael de Macanaz, “Del modo que los Señores Reyes y las Cortes se han gobernado
con el estado eclesiástico”, en Regalías de los Señores Reyes de Aragón, Imprenta de la Revista
de Legislación, Madrid, 1879 (facsímil), p. 84.
3
“Istruzioni al primo vicerè di Napoli, conte Daun”, publicadas en Lugio Villari, “Aspetti e problemi
della dominazione austriaca sul Regno di Napoli (1707-1734)” en Annali della Scuola Speciale per
Archivisti e Bibliotecari dell‟Unversità di Roma nº 1-2, en.-dic. 1964, p. 66. La razón que se daba
era che “il contrario occasionarebbe delli effetti molto pregiudiziali, essendo il solito delle novità che
inquieito e discontenino il Popolo, e sconvolgono l‟ordine e l‟armonia del Governo stabilito fino a
tanti secoli”.
4
Ibidem, pp. 61-62. En la orden de secuestro de los beneficios eclesiásticos, dictada en
Barcelona el 2 de marzo de 1708, el Archiduque exigía incluso que en caso de excomunión “vi

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“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

Por su parte Macanaz, en su pretensión de justificar la abolición de los fueros


recurriendo al delito de rebelión y al “Derecho civil y de gentes”, hacía mención también
a la religión, pero en este caso cristiana:

“No son estas ideas filosóficas, ni discursos metafísicos sino realidades


cristianas [el subrayado es mío] y puntos de justicia y conciencia, pues sin faltar á
todo esto no se les puede dejar á los traidores los honores, estados, rentas,
señorios y nobleza; porque los estados, rentas y derechos que se han devuelto á
5
la Corona por el delito, deben servir para las necesidades del Estado…” .

Dos conclusiones inmediatas pueden deducirse de lo descrito. En primer lugar, en


ambos reinos católicos, la afirmación de la potestad regia que conlleva el cambio
dinástico no se lleva a cabo, en el caso de relación a la jurisdicción eclesiástica romana
mediante la mera subrogación en la legislación precedente; obliga a una nueva definición
6
. Esa definición, en el caso de Felipe V, se lleva a cabo mediante una selección material
de normas: las regalías en materia eclesiástica se entienden en los casos de Aragón y
Valencia, suficientemente garantizadas para el fuero mixto con el mantenimiento del
Derecho foral -más incluso que en Castilla-, mientras que no se duda en abolir, con
carácter general otras materias tradicionalmente moldeadas en aquéllos territorios, como
recuerdan J. Mercader Riba y J. Morales Arrizabalaga, por el predominio de formas
7
consuetudinarias frente a la ley . Se trata por tanto de una selección consciente, en
función de la materia, que prescinde de las formas de creación normativa -y con ello de
8
las diferentes formas en las que la relación general de súbdito se ejerce -, para
9
adaptarlas a un “nuevo orden” que Macanaz, parcialmente contribuye a desvelar .

manteniate fermo e constante, senza retrocedere in niente, anzi a proprosito di quanto farà la Corte
di Roma dovranno essere i vostri passi per opporvi ai suoi attentati con rimedi che giudicherete più
forti nel caso per mantenere quel governo nei limiti dovuti..” (doc. 6, p. 73).
5
Melchor Rafael de Macanaz, “Regalías, intereses y derechos que por la rebelión de los tres
reinos Aragon, Cataluña y Valencia han recaido en la Corona”, en Regalías…, ob. cit., p. 31, nº 23.
6
Para el caso de Pietro Giannone, que aquí interesa, con cautelas, Marcello Capurso,
Accentramento e costituzionalismo. Il pensiero italiano del primo Settecento di fronte al problema
dell‟organizzazione dello Stato, R. Pironti e figli, Nápoles, 1959, pp. 91 y ss.
7
Joan Mercader Riba, Felip V i Catalunya, Edicions 62, Barcelona, 1968, pp. 27-33, y Jesús
Morales Arrizabalaga, La derogación de los fueros de Aragón (1707-1711), Diputación, Huesca,
1986, pp. 41-52.
8
Una perspectiva de conjunto en Antonio Álvarez-Ossorio y Bernardo José García García
(coords.), La Monarquía de las naciones: patria, nación y naturaleza en la Monarquía de España.
Fundación Carlos de Amberes, Madrid, 2004. Especialmente, Jon Arrieta Alberdi, “Las formas de

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Javier García Martín

En el segundo caso, sin embargo, parece optarse por la excepcionalidad en


contradicción con el uso eclesiástico y la política observada por las instituciones del reino
en materia económico-religiosa (“las rentas y beneficios económicos”), si bien
manteniendo el procedimiento formal de creación normativa. La razón no es otra que la
wirtschaftliche Gemeinschaft que orientaba en aquellos años la actuación del Emperador
Leopoldo I, concretada en un mercantilismo frente a Francia como acción eficaz de
gobierno. Destinada a garantizar la “paz” económica (Gedankengut) en la diversidad de
territorios que entonces incorpora (la Grossmacht), se basaba, en última instancia, en un
programa mínimo de reformas destinado más a racionalizar lo existente que a grandes
10
proyectos innovadores .

vinculación a la Monarquía y de relación entre sus reinos y coronas en la España de los Austrias.
Perspectivas de análisis” (pp. 303-326) y Xavier Gil Pujol, “Un rey, una fe, muchas naciones. Patria
y nación en la España de los siglos XVI y XVII” (pp. 39-76).
9
Recientemente, J. M. Pérez-Prendes ha apuntado la posibilidad de que los Decretos de Nueva
Planta sean en realidad “los escombros residuales de un intento fallido de desmontar un sistema
de gobernación y justicia a través de los Consejos. Eliminados algunos importantes de entre ellos,
la segunda fase, que no pudo realizarse… habría supuesto el arrasamiento del subsistente, el de
Castilla, demasiado poderoso para ser atacado el primero” (José Manuel Pérez-Prendes, Historia
del Derecho español, Universidad Complutense, Madrid, 2004, II, p. 1470). Y en la razón de la
pretensión de desvinculación del monarca respecto del de Castilla no está ausente la religión, si se
tienen en cuenta, como este autor ha subrayado, que los Reales Decretos de Felipe IV de 1642
[Nov[isima] R[ecopilación] 4.9.4 y Auto Acordado 2.4.70. condicionaban claramente la voluntad
regia al recuerdo de la definición religiosa de la Monarquía que el mismo rey encargaba le hiciese
el Consejo: “… Siendo en el gobierno de mis reinos el único objeto de mis deseos la conservación
de nuestra religion en su más acendrada pureza i aumento… en inteligencia de que mi voluntad es
que en adelante (el Consejo) no solo me represente lo que juzgase conveniente… sino que
también replique a mis resoluciones, siempre que juzgase, por no haverlas tomado yo con entero
conocimiento, contravienen a cualquiera cosa que sea, protestando delante de Dios no ser mi
animo emplear la autoridad que ha sido servido depositar en mi sino para el fin que me la ha
concedido”. Un análisis detallado de esta disposición en José Manuel Pérez-Prendes, “La
„obsesión‟ de la Nueva Planta”, ahora en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense, 94, 2001, pp. 129-150.
10
Raffaella Gherardi, “Itinerario di una „Staatswerdung‟. Il patrimonio austriaco di
modernizzazione fra XVII e XVIII secolo” en Pierangelo Schiera (ed.), La dinamica statale austriaca
nel XVIII e XIX secolo. Strutture e tendenze di storia costituzionale prima e dopo Maria Teresa, Il
Mulino, Bolonia, 1981, pp. 85-89. Para el reino de Nápoles, Franz Pesendorfer, Österreich-
Grossmacht am Mittelmeer?. Das Königreich Neapel unter Kaiser Kart VI (1707/20-1734/35),
Böhlau, Viena, 1998.

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“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

Para ambos, simplificando, la pretensión resulta ser la misma: el pleno ejercicio de la


potestad jurisdiccional de cada Monarca en su reino en materias “temporales” -ahora
más definidas y afirmadas- sin que, en ningún caso se piense nunca, sin embargo, en la
ruptura con Roma.
En la contradicción que supone la necesaria incorporación en el interior de los reinos
católicos de la normativa canónica y a la vez la afirmación de la ley regia frente a la
costumbre a partir de la Paz de Westfalia (1648) y la Paz de los Pirineos [los Faisanes]
11
(1659) -nuevo medio de garantía del propio orden internacional- , la tendencia será la
definición escrita de los derechos jurisdiccionales del Monarca. De hecho, la relevancia
de los indicados Tratados -surgidos en un contexto de pluralidad religiosa- reside, como
ha puesto de manifiesto, J. M. Pérez-Prendes, en la sustitución que supondrán, de
hecho, de la aséptica teoría estatutaria bajomedieval por un sistema de garantías
dirigidas a mantener el “equilibrio político” -nuevo concepto- alcanzado, en el que la
12
tendencia que lo puede hacer efectivo es la territorialidad de las normas regias .
En este contexto, es fácil entender que la definición que la doctrina jurídica haga en
cada reino, del “orden” al que la actuación regia debe sujetarse, como garantía de
estabilidad última frente a un mundo político cambiante, adquirirá relevancia decisiva.
Y a ella se refiere la segunda conclusión de lo expuesto.
Junto a la afirmación jurisdiccional, es significativa la remisión a la “razón natural” en
el caso peninsular -subsidiaria, no obstante, conforme a la caracterización de Macanaz-
y a la “ragione divina e humana” - en el Nápoles austracista. Son ambos conceptos que
conllevan, de algún modo, un orden ideal, percibido como “razón” cuya calificación es
necesario definir -obsérvese ahora el cambio de los conceptos católico/cristiano-, y en el
que las medidas indicadas no tendrían otra finalidad que hacerlo jurídicamente efectivo.
El intento de definir ese orden, tomando como referencia fundamental el reino
napolitano, que entre 1707 y 1734 experimenta dos cambios dinásticos, es lo que
orientará, con pretensión de compararlo con el caso español, las páginas que siguen.
Es conocido cómo en plena “crisis de conciencia” europea en expresión de P. Hazard,
la difusión del racionalismo cartesiano y la construcción internacional de un Derecho de
gentes ya no sólo católico, favorecieron la difusión del humanismo jurídico y la creación,

11
Vid. Klaus Malettke, “Les traités de Westphalie (24 octobre 1648) et l‟idée de l‟ordre européen”.
Mythe ou réalitè?” y Yves Durand, “L‟État et les États dans l‟Europe du XVIIe siècle” en Jean-Pierre
Kintz y Georges Livet, 350e anniversaire des Traitès de Westphalie (1648-1998). Une genèse de
l‟Europe, une société à reconstruire. Presses Universitaires, Estrasburgo, 1999, pp. 161-173 y 203-
226, respectivamente.
12
José Manuel Pérez-Prendes, Historia…, ob. cit., II, p. 1470.

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en definitiva, de un “orden alternativo”. Lo que unía a sus defensores era la crítica a la


communis opinio (el criterio de autoridad) del escolasticismo bajomedieval predominante,
que no hacía sino perpetuar la mera solución formal, desligada de las transformaciones
sociales, como vía para lograr un “equilibrio” que acomodase los intereses de una
pluralidad de jurisdicciones en conflicto. Será ésta una crítica especialmente presente
13
entre los reformistas napolitanos (el ceto civile) contrarios al feudalismo predominante .
Con la intención de evitar la desconexión que esa solución formal suponía con
respecto al orden real (la economía), dos serían los principios indiscutidos que un “nuevo
orden” exigía: la preferencia de la ley sobre la costumbre y la del Derecho público sobre
14
el privado .
Más importante aún. De la pretensión de redefinir el “orden jurídico” estaba
participando también en Italia el Derecho pontificio a través de la obra práctica y doctrinal
del cardenal G. B. De Luca (1614-1683), formado en círculos humanistas. De Luca,
coincidiría, paradójicamente con la doctrina napolitana y la de los “regalistas” de los ss.
XVI y XVII, en considerar que el único “Derecho común” de un reino era el Derecho
regio. El ius civile -del que ponía de manifiesto los cambios experimentados por las
distintas instituciones a lo largo del tiempo- era tan sólo una fuente más, dependiente de
15
la autorización explícita o implícita del príncipe . Predispuesto, por ello, a conectar los
enunciados teórico-doctrinales con la evolución histórica, y con el afán de hacer más
efectivo el Derecho pontificio en la propia Iglesia, no dudaría incluso en negar el carácter
divino atribuido por buena parte de los canonistas a la imunidades eclesiásticas en los
distintos reinos, condenando las resistencias, tensiones y discordias a las que la
interpretación extensiva -sobre todo de los regulares- habían conducido. Propondría así,
frente a ello, la plena separación de dos modelos jurisdiccionales diferenciados: el
espiritual y el temporal, atribuyendo al pontífice como soberano la facultad de intervenir
mediante ley para realizar las reformas necesarias hasta dar un único sentido a la vida
16
pública de la Iglesia . El fortalecimiento de la potestad normativa del propio Papa en

13
Raffaele Ajello, “Cartesianismo e cultura oltremontana al tempo dell‟ Istoria civile” en Raffaele
Ajello, Pietro Giannone e il suo tempo. Atti del Convengo di Studi nel Tricentenario della nascita.
Jovene, Nápoles, 1980, I, p. 76 y ss.
14
Salvo Mastellone, Francesco d‟Andrea. Politico e giurista (1648-98). L‟ascesa del ceto civile,
Casa editrice Leo S. Olschi, Florencia, 1969, pp. 5-13.
15
Italo Birocchi, Alla ricerca dell‟ordine. Fonti e cultura giuridica nell‟età moderna, Giappichelli,
Turín, 2002, pp. 300-301.
16
Agostino Lauro, Il Cardinale Giovan Battista de Luca. Diritto e riforme nello stato della Chiesa
(1676-1683). Jovene, Nápoles, 1991, pp. 709-711. Con textos que lo ilustran en, del mismo autor, Il

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materias temporales estaba, por tanto, también presente en el interior de la Iglesia -lo
que favorecería la idea del Concordato como instrumento jurídico de relación con los
reinos- y en todo este proceso, el “derecho divino” resultaba relegado a no tener otra
17
manifestación que lo creado: el origen del orden político establecido .
En este contexto ideológico-jurídico, el enfrentamiento armado entre Felipe V y Carlos
VI, príncipes ambos católicos, adquiriría una especial significación en el reino de
Nápoles. La razón era no sólo la proximidad a Roma sino que era el único reino europeo
que conservaba la consideración -mantenida hasta el siglo siguiente- de “reino
feudatario” de la Santa Sede, a partir de una costumbre que se hacía remontar a Roberto
Guiscardo (1309). Es sin duda este hecho el que explica que en 1702, Felipe V no
dudase en dirigirse a la capital napolitana con la intención estratégica de ser “investido”
rey de aquel territorio por el Papa, forma implícita de presentarse en el conflicto armado
como único rey católico. Sin embargo, Clemente XI, partidario de mantener la neutralidad
entre los pretendientes, evitaría cualquier manifestación de reconocimiento, pretextando
18
razones más diplomáticas que jurídicas . No carece de relevancia, por ello, que la
pretensión felipista de llevar a cabo en ese tiempo una recopilación reordenadora del
Derecho napolitano acabase fracasando además de por las dificultades técnicas puestas
19
de manifiesto en su día por R. Ajello, por la oposición eclesiástica a la misma .

giurisdizionalismo pregiannoniano nel Regno di Napoli. Problema e Bibliografía (1563-1723),


Edizione di Storia e Letteratura, Roma, 1974, pp. 105-125.
17
Gianvittorio Signorotto, “Dall‟Europa cattolica alla „crisi della coscienza europea‟”, en Carlo
Ossola, Marcello Verga y Maria Antonieta Visceglia, Religione, cultura e politica nell‟Europa dell‟età
moderna, Leo S. Olschki, Ed., Florencia, 2003, p. 247.
18
“Circa la tanto dibattuta questione dell‟investitura, mi dice l‟anzidetto Casona, che poichè il
diritto feudale ammette, in mancanza di discendenza maschile, la successione femminile, il Papa
non ha alcuna ragione giuridica per negarla a Filippo V. Ma d‟altra parte, è costume della corte di
Roma consumare molto tiempo nell‟esaurire le formalità del caso; e per ricorrere a esempi, non
lontani, trascorsero ben nove mesi dalla morte di Filipp IV prima che la si concedesse a Carlo II”,
Fausto Nicolini, L‟Europa durante la guerra di Successione di Spagna, con particolare riguardo alle
città e Regno di Napoli. Note di Cronaca lavorate sugli inediti dispacci degli Ambassiatori residente
e consoli veneti. Reggia Deputazione, Nápoles, II, 1938, p. 208, nº 551.
19
“La prospectiva di rielaborare una legislazione che una parte conspicua della popolazione - in
quel caso gli ecclesiastici- già, per principio, non accettava, e che, di fatto, a causa di quella
opposizione non si riusciva a rendere vigente; e, nello stesso tempo, l‟impossibilità di proporne una
diversa” Raffaele Ajello, Arcana Juris. Diritto e politica nel Settecento italiano, Jovene, Nápoles,
1976, pp. 42-43.

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Javier García Martín

A pesar del intento por Felipe V, sería finalmente Carlos de Austria, que durante los
años de gobierno de Nápoles (1707-1734) no lograría tampoco hacer efectiva la ansiada
recopilación, el que acabase obteniendo, tras ser elegido Emperador en 1711 y
mediando los tratados de Utrecht y Rastadt (1713-14), la investidura papal en junio de
1722. Todo parece poner de manifiesto que, en esos años la continuidad virreinal (“regno
governato a provincia”) con la organización institucional de época precedente favoreció
el mantenimiento destinado a no romper con la Santa Sede que supone el ejercicio del
patronato regio. La concesión, sin embargo, de la investidura influiría en la práctica del
gobierno imperial en Nápoles, al ser nombrado ese mismo año Virrey, para cuidar la
relación con Roma, el cardenal Althann. Su actuación generaría, a partir de entonces,
importantes tensiones con el Consiglio Collaterale, con predominio de juristas “regalistas”
20
(el denominado ceto civile) . La razón católica se imponía, de este modo, de forma
determinante en el interior del reino.
Aún así, en 1723, el conocido “giurisdizionalista” napolitano, Pietro Giannone (1676-
1748) no dudaría en ensalzar en su “Historia civil” del reino de Nápoles, la labor legal del
Emperador austriaco, al que la obra venía dedicada:

“l‟aver Ella col decoro dell‟Imperial Maestà sostenute, e fatte valer tra noi, ed a
nostro prò i suoi regali diritti, e le sue alte, e supreme Regalie; afinchè più non si
21
confondessero, como già fu, i confini tra‟l Sacerdocio, e l‟Imperio” .

Se hacía eco, de alguna manera, en esta afirmación de la doctrina de De Luca, sobre


la separación de ámbitos y jurisdicciones, que él entendía que el nuevo gobierno
austracista daba muestras en los primeros años de pretender o poder realizar. Pero iba
en realidad más allá. Su concepción del “orden natural” pasaba por entender que la
separación permitía el equilibrio en caso de excesos de uno de los dos poderes, por la
22
reacción del otro .
De hecho, la actuación de la esfera “civil” en nombre de ese orden parecía estar
siendo la tendencia predominante de los Monarcas católicos en la primera década del
nuevo siglo.
Recuérdese que con la intención de presionar sobre la Santa Sede para lograr el
ansiado reconocimiento, el Emperador José I (1705-11), hermano de Carlos, no dudó en

20
Anna Casella, “Il Consiglio Collaterale ed il Viceré D‟Althann. Dall‟esilio di Giannone alla
rivincita del ministerio togato” en Raffaele Ajello, Pietro Giannone…, ob. cit., II, pp. 565-633.
21
Pietro Giannone, Dell‟Istoria civile del Regno di Napoli, Per lo Stampatore Niccolò Naso,
Nápoles, 1723, I, p. 2.
22
Marcello Capurso, Accentramento e…, ob. cit., pp. 111-113.

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“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

entrar en abierto enfrentamiento armado con el Papa en agosto de 1708 -la imagen del
23
saco de Roma por Carlos V resultaba inevitable -, y Felipe V llegó a ordenar en 1709 la
expulsión del Nuncio, la retirada del embajador de Roma, y el cierre de la Nunciatura,
24
con la consiguiente bula papal de excomunión .
Nada más expresivo de la situación creada en el caso peninsular que el reproche, por
“razón de religión” en forma de panfleto que ese año, un “arzobispo de estos reinos”
dirigía a Felipe V:

“No ha de ejecutar un Príncipe -se afirmaba- todo lo que se le antoja, sino lo


que conviene y no ofende a la piedad y a la religion, ni ha de creer que es absoluto
su poder, sino sujeto al bien público, ni que es inmenso sino limitado y expuesto a
ligeros accidentes. Es menester que reconozca la naturaleza de su potestad, y
que no es tan suprema que no haya quedado alguna en el pueblo, la cual o la
reservó al principio o se la concedió después la misma ley natural para defensa de
la religión y conservación de su libertad contra un Príncipe notoriamente impío o
tirano…Conténtese Su Majestad con mantener su Corona en la misma potestad
que sus gloriosos predecesores, ciñéndola a solos los términos de su jurisdicción”
25
.

Sin embargo, es importante observar que la pretensión de restablecimiento del “orden


natural”, identificado en las Monarquías católicas con la religión, era en ambos casos la
causa justificativa de esas actuaciones.
De hecho, la obligación del Monarca, puesta de manifiesto por la historiografía
jurídica más reciente, de actuar conforme a un orden dogmático predefinido permite poco
margen a una concepción “voluntarista” o arbitraria de la creación normativa en cada
reino. La cuestión clave, por ello -y en la que debe situarse la excepcionalidad- es la de
los límites jurídicos esenciales de esa pretensión política siempre presente, en la que la
obligada confesionalidad, se revela capaz de condicionar la actuación -la voluntas
normativa- del poder regio.

23
Ludovico Pastor, Historia de los Papas en época de la Monarquía Absoluta, Gustavo Gili,
Barcelona, 1963, v. 33, pp. 48-49.
24
Justo Fernández Alonso, “Un período de las relaciones entre Felipe V y la Santa Sede (1709-
1717). Sus repercusiones en la “nación” española de Roma”, en Anthologica Annua, nº 3, 1955,
pp. 7-88. Una visión de conjunto más amplia en Antonio Luis Cortés Peña, “La Iglesia y el cambio
dinástico” en Eliseo Serrano (ed.), Felipe V y su tiempo. Congreso internacional, Institución
„Fernando el Católico‟ (CSIC), Zaragoza, 2004, I, pp. 991-1012.
25
María Teresa Pérez Picazo, La publicística española en la guerra de sucesión, CSIC, 1966, p.
275.

9
Javier García Martín

Ninguna prueba mejor, entre los juristas, que el exilio al que se verían obligados
durante buena parte de su vida, dos de los mayores defensores de las regalías del
monarca en ámbito católico, por más que proviniesen de reinos y ordenamientos
26
jurídicos distintos: Pietro Giannone y Melchor R. de Macanaz .
En estas coordenadas, el objetivo aquí buscado será rastrear las diferencias y
coincidencias doctrinales -modelo propuesto en su día para la historia comparada por M.
27
Bloch, como recuerda J. Robertson, y no las de posibles “influencias” - entre los juristas
napolitanos y españoles de la transición de los ss. XVII al XVIII. La materia concreta será
la definición doctrinal del ordenamiento jurídico del reino hasta su culminación más
radical, definición que por los límites que esta construcción tenía dentro del ius
commune, nunca supuso desvincular el Derecho de la religión como fundamento del
“orden natural”, si bien se partió, como se mostrará de conceptos doctrinales diferentes,
que acabarían interrelacionándose.

II. LOS ANTECEDENTES HUMANISTAS DE LA SEGUNDA MITAD DEL S. XVII. LA


RATIO CATOLICA DE F. RAMOS DEL MANZANO Y EL DERECHO DE GENTES DE
F. D’ANDREA EN TORNO A LAS ASPIRACIONES FRANCESAS SOBRE LOS
PAÍSES BAJOS

En la necesidad sucesiva de mantener en diferentes ocasiones el orden jurídico


internacional establecido en Westfalia, la publicística jurídica se presentaría como un
medio ampliamente utilizado por los monarcas para demostrar la justicia -la adecuación
de sus razones al orden internacional- de sus pretensiones. Era exigencia ineludible para

26
En el caso de P. Giannone, el exilio se inicia el mismo año de la publicación de su Istoria civile
en Viena, continúa en Ginebra, donde se convierte al protestantismo, para morir en prisión en
Turín en 1748. Vid. la introducción de Sergio Bertelli en Sergio Bertelli a la edición de las obras de
Giannone publicada con Giuseppe Ricuperati, Illuministi italiani. Opere di Pietro Giannone,
Riccardo Ricciardi ed., Milán-Nápoles, 1961, pp. IX-XXVI. El exilio de M. R. de Macanaz, tras su
“pedimiento fiscal” en París y Lieja se extendería de 1715 a 1760, año de su muerte. Vid. la noticia
biográfica de Joaquín Maldonado Macanaz en F. Maldonado de Guevara, Melchor de Macanaz.
Testamento político. Pedimento fiscal, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1972, pp. 1-89 y
Carmen Martín Gaite, El proceso de Macanaz. Madrid, Espasa Calpe, 1999.
27
John Robertson, The case for the Enlightenment. Scotland and Naples 1680-1760, University
Press, Cambridge, 2005, pp. 44-51.

10
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

que la guerra entre príncipes católicos, conforme a lo expuesto ya por la segunda


28
escolástica, se considerase justa .
En estas condiciones, la entrada en discusión de los juristas católicos con otros
juristas europeos haría obligada la consulta de obras incluso prohibidas por la Inquisición
29
de Roma, para las que no faltó la correspondiente autorización . Por lo demás, las
disputas internacionales resultan una fuente de conocimiento importante de la
contraposición entre los derechos y tradiciones jurídicas de los diferentes países y su
relación con el que se entendía como “Derecho internacional”.
Interesa aquí, por lo decisivo de los argumentos jurídicos que se formulan, el debate
surgido ante la pretensión, difundida desde 1663 por los juristas franceses de que de
Luis XIV tenía derecho a invadir los Países Bajos, invasión que tendría lugar en mayo de
1667 sin declaración previa de guerra y que daría lugar a la denominada “Guerra de
devolución”, finalizada en 1668 con la Paz de Aquisgrán. Dos serían, fundamentalmente
los argumentos defendidos por los juristas franceses en apoyo de las aspiraciones
francesas: la nulidad de la renuncia hecha de sus derechos por la reina María Teresa,
mujer de Luis XIV, y el recurso al ius devolutionis como costumbre local del Brabante
que establecía la obligación de reservar para los hijos del primer matrimonio,
independientemente de su sexo, los bienes aportados al matrimonio. La reina María
Teresa, como hija del primer matrimonio de Felipe IV era presentado así con mejor
derecho sobre aquel territorio que Carlos II, hijo de un segundo matrimonio del rey
español. A partir de estos argumentos, entendían que nada se oponía en derecho a que
el rey francés se anexionase el ducado de Brabante.
Sobre esta cuestión fueron llamados a intervenir dos juristas de la Monarquía católica
cuyo rasgo común más significativo, por su perfil humanista es haber introducido a
Cujacio en sus respectivos reinos, y con él el recurso a la Historia para el estudio de la
legislación. El primero, Francisco Ramos del Manzano (1604-1683), vendría encargado
por la Reina católica de intervenir en la disputa y el segundo, Francesco d‟Andrea (1625-
30
1698), por indicación del virrey napolitano .

28
La consulta a los juristas resultaba además un medio para resolver las dudas que las
pretensiones regias pudiesen suscitar. Luis de Molina, “De bello” en Manuel Fraga, Luis de Molina
y el derecho de la guerra, Instituto Francisco de Vitoria, Madrid, 1947, pp. 302-304.
29
Consta expresamente en el caso de D‟Andrea. Vid. Salvo Mastellone, Francesco d‟ Andrea…,
ob. cit., p. 19.
30
Vid. Mariano Peset y Pascual Marzal, “Humanismo jurídico tardío en Salamanca”, en Studia
Historica. Historia Moderna, nº 14, 1996, p. 68 y ss. En la consideración de P. Giannone, a
D‟Andrea debían los napolitanos del s. XVIII el haber iniciado una nueva forma de estudiar las

11
Javier García Martín

En el contexto de la afirmación legal y soberana tras Westfalia, Ramos del Manzano


partiría en su argumentación de una estricta diferenciación entre derecho público y
derecho privado, entendiendo que no podía hacerse uso de éste en temas tocantes a la
soberanía. No cabía, por ello, -indicaba ya en el prólogo de su dictamen- hacer uso en el
caso de los Tratados internacionales de las reglas del derecho privado en materia de
“renunciaciones”, como pretendían los juristas franceses, por ser los Tratados asunto del
“derecho público y de las gentes”. Aplicando como debía hacerse las reglas de éste el
Rey de Francia estaba obligado “à la observancia de la Fe y palabra de Rey, dada en un
Tratado de Pazes y de Matrimonios (que esta no se sujeta à disputa de Letrados y
Ministros)” sin que pudiese entenderse la renuncia inválida.
Lo más relevante, con todo, era la cita que para apoyarlo hacía de H. Grocio (1583-
1645), denominándolo un “politico de esta edad, que murió estimado y Catolico en la
31
Francia” .
La ficción de que Grocio había muerto católico, era, como pone de manifiesto J. Viejo,
la forma adoptada por Ramos para poder citarlo, ya que seguía pesando en España su
consideración de hereje como calvinista, a la que Solórzano Pereira en los años 40 no
había dejado de hacer referencia. El iusnaturalismo del que podía hacerse eco se
32
trasmutaba así, conforme a la tradición hispana, en “racionalismo teológico” . Si en el
ámbito internacional se imponía la cita de Grocio para apoyar las propias opiniones, la
perspectiva católica de la que habían partido en sus análisis los juristas de la Segunda
33
escolástica española -fundamento en realidad del iusnaturalismo del autor holandés -y
la propia definición del Monarca como católico le llevaban a partir siempre de la
pretensión de universalidad católica, a no renunciar a la cita de un autor aceptado
también en Francia.
La innovación, con todo, que la idea de un Grocio católico suponía, y para la que no
se aportaba dato alguno, contribuiría decisivamente a difundir, según muestra S.

leyes basada en métodos procedentes de la filosofía, la lógica y las ciencias naturales. Frente a los
meros “forenses”, F. d‟Andrea “fu il primo, che l‟adoperò secondo i veri principj, e secondo le
interpretazioni di Cujacio, e degli altri eruditi, non meno orando, che scrivendo”, Pietro Giannone,
Dell‟historia…, ob. cit., IV, p. 489.
31
Utilizo la última edición (la primera es de 1667), cuando ya había tenido lugar la invasión
francesa del Brabante, Francisco Ramos del Manzano, Respuesta de España al Tratado de
Francia sobre las pretensiones de la Reyna Cristianísima, s. n. y s. l., 1668. Proemio, pp. 2-3.
32
Julián Viejo Yharrassarry, “Grocio católico. Ramos del Manzano y la posición hispana en la
guerra de devolución”, en Chiara Continisio y Cesare Mozzarelli (eds.), Repubblica e virtù.
Pensiero politico e Monarchia Cattolica fra XVI e XVII secolo, Bulzoni, Roma, 1995, pp. 567-590.
33
Italo Birocchi, Alla ricerca…, ob. cit., pp. 159-164 y 166 y 174-75.

12
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

Mastellone, la obra del autor holandés en la Monarquía católica, siendo gratamente


acogida por F. d‟Andrea, y otros juristas italianos que no dudaron, quizás por la autoridad
de Ramos, en darla por cierta, elemento decisivo para comprender la difusión que sus
34
ideas tuvieron en Nápoles .
Era, en última instancia, una forma más de “actualizar” la relevancia internacional que
frente al título de Cristianísimo del Monarca francés, se buscaba dar al título de Católico
otorgado por el Papa a los reyes españoles y que los polemistas hispanos se habían
encargado, desde el siglo XVI, de adaptar a las circunstancias de cada coyuntura
35
internacional .
Desde las premisas expuestas, y con la intención de negar el valor jurídico-público del
ius devolutionnis, del Brabante, Ramos del Manzano continuaba su argumentación
dando un paso más allá, al contraponer ley y costumbre en el marco de las
“constituciones políticas” de cada una de las Monarquías.
A partir de Bártolo, Gregorio López, Vázquez de Menchaca, Suárez o Bodino, juzgaba
indiscutible que el Soberano pudiese derogar cualquier costumbre territorial, en la
medida en la que como titular de la “suprema Regalia legislativa” la costumbre sólo
36
adquiría valor de ley si contaba con la aprobación, cuando menos tácita, del Monarca .
Negaba así validez a los argumentos de los juristas franceses que en los escritos que
circulaban no habían dudado en sostener, frente a lo que era la imagen extendida de la
Francia de Luis XIV, la obligación de los Monarcas de sujetarse a las leyes y costumbres
de sus pueblos (el droit coutumier como droit commun del reino) sin poder derogarlas.
De las leyes civiles, negaba además, que tuviesen “fuerça auctoritativa” para el Monarca.
Si el rey las obedecía era meramente por “sugeción voluntaria a la decencia y exemplo y
no por potestad preceptiva ni coactiva”. Lo más interesante era, en cualquier caso, el
doble fundamento del que partía para afirmarlo.
En primer lugar, la razón, “porque el Principe antecesor con su Ley, no pudo mandar
ni obligar como a subdito, al successor, que es su igual; y el mismo Principe no puede
imponerse ley, precepto, ni sujeción à si mismo”.
Pero, sobre todo, en segundo lugar, encontraba un argumento de autoridad, primero
en los textos de los Padres de la Iglesia, “que nunca negaron la exempcion de las leyes
Civiles, y el ser sobre las mismas à los Principes, aunque les exhortaron à que se
conformasen con ellas”, y, en segundo lugar, en dos constituciones de los Emperadores

34
Salvo Mastellone, Francesco d‟ Andrea…, ob. cit., p. 39.
35
Pablo Fernández Albaladejo, “„Rey católico. Gestación y metamorfosis de un título” en Chiara
Continisio y Cesare Mozzarelli (eds.), Republica…, ob. cit., pp. 109-120.
36
Francisco Ramos del Manzano, Respuesta…, ob. cit., q. 20-23, p. 287.

13
Javier García Martín

romanos cristianos Teodosio (l. Digna 4 illic, Liceo enim legibus soluti simus y l. Princeps
3 r. D. de legibus, cum laudatis) y Justiniano (Novela 105). En especial esta última
introducía un elemento justificativo fundamental:

“que Dios avia sujetado las leyes al Principe, haziendole al mismo, ley animada
37
para sus subditos” .

Mediante la referencia al Imperio romano-cristiano, la religión incorporada por la ley


positiva volvía a constituirse, de este modo, en cláusula de cierre de todo el
ordenamiento jurídico.
Más aún, en su argumentación, el elemento distintivo esencial de la constitución
política de la Monarquía española resultaba ser la “catolicidad” entendida, desde el punto
de vista normativo, como dependencia de la potestad normativa del Papa. A diferencia
de Francia, que aunque cristiana no había dudado en sostener “que el derecho, y la
sucesión de la Corona es independiente de la Religión”, declarándose los escritores
franceses de la opinión de que “el Papa no es Superior à un Concilio general, sino al
contrario, y que no puede innovar con decretos de costumbres, ò disciplina, ni aun contra
sus Concilios Nacionales y libertades Galicanas”, la definición jurídica que de la
Monarquía católica hacía presentaba un claro carácter vicario, en la expresión de J. M.
38
Pérez-Prendes , al hacer depender el Derecho regio de un derecho internacional
confesional de carácter positivo, como eran las Decretales pontificias:

“En España, -afirma- la conclusión de la superioridad del Papa à los Concilios;


la autoridad de sus definiciones, en materia de reformacion, y costumbres; la de su
potestad espiritual indirectamente ampliable à lo temporal; la de las llaves de la
Santa Iglesia, y sus censuras, aunque no sean sobre puntos puramente
espirituales; el fuero, y essempcion del Clero, en personas, bienes, y causas
civiles, y criminales, y la observancia del Concilio Tridentino desde su
promulgación, se mantienen con reconocimiento, y practica tan reverente, que lo
39
contrario seria censurable, y ocasionaría escandalo” .

Y el fundamento de estas afirmaciones era, de nuevo, la ley regia (básicamente


P[artidas] 1.6.50 y 55 sobre exención del clero y R [ecopilación] castellana de 1567, 1.4.1
y ss. y 2.4. 59 y ss. sobre obligación de observar las disposiciones tridentinas) que
otorgaba la normativa canónica con carácter jurídico-público y fuerza de obligar.

37
Ibid., q. 17-19, p. 191.
38
José Manuel Pérez-Prendes, Historia…, ob. cit., II, pp. 1514-1518.
39
Francisco Ramos del Manzano, Respuesta…, ob. cit., q. 13-16, p. 159.

14
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

Evidentemente, no puede simplificarse hasta prescindir del hecho de que en otras de


sus obras, en especial en su comentario a las Leges Iulia et Papia, Ramos del Manzano
insiste en la capacidad de intervención del monarca hispano en asuntos de “fuero mixto”
40
. Sin embargo, no deja de ser revelador que recurra a la dependencia con respecto al
Pontífice para diferenciar la definición jurídico-pública española de la francesa.
Si frente a Ramos se toma en consideración ahora el contemporáneo comentario
41
sobre la cuestión de F. d‟Andrea , destacado magistrado y reformista napolitano, del
sistemático estudio de S. Mastellonne pueden establecerse algunas diferencias
relevantes.
Primero, en relación al valor dado a la costumbre territorial. Aunque, como Ramos del
Manzano, partía de una neta distinción entre derecho público y privado, D‟Andrea no
subordinaba la costumbre a la ley o a la aprobación del príncipe. Entendía que el
rechazo del ius devolutionis del Brabante no debía proceder de ser una norma
consuetudinaria sino de no ser una costumbre de Derecho público. Y recurría para
demostrarlo -esta es la diferencia- no a la sanción regia, sino a la Historia para poner de
manifiesto la diferencia observada en el Brabante, entre la sucesión del Príncipe y la
42
costumbre privada de carácter local que los franceses alegaban . En el argumento se
traslucía toda una concepción general del valor de la Historia del Derecho, que en
opinión de I. Ascione resultaba cercana a la que Arthur Duck había hecho del “consenso
de los pueblos” en torno al Derecho romano. Pero si el autor inglés encontraba la razón
de ser de esa pervivencia no en tratarse de un orden dado de una vez para siempre, ni
en la imposición normativa del príncipe sino en ser una manifestación de la elección
43
racional de los pueblos (ratio scripta ) bien como Derecho natural o intervención divina,
D‟Andrea encontraba esa manifestación, en el caso napolitano, en el Derecho
longobardo, de raíz franca (germánica) como Derecho común, basado en el acuerdo de

40
Mariano Peset y Pascual Marzal, “Humanismo jurídico…”, ob. cit., p. 75.
41
Risposta al trattato delle ragioni della Regina Cristianísima, sopra il Ducato del Brabante, et
altri stati della Fiandra. Nella quale si dimostra l‟ingiustizia della guerra mossa dal Re di Francia,
per la conquista di quelle provincie; non ostante le ragioni, che si son publícate in suo nome, per la
pretesa successione a favor della Regina Cristianissima, Nápoles, 1667-1676 (2), que no he
podido consultar.
42
Salvo Mastellone, Francesco d‟ Andrea…, ob. cit., pp. 21 y 33. El propio D‟Andrea era
consciente de la originalidad de su interpretación al intentar demostrar la incompatibilidad de la
costumbre de la devolución “coll‟uso osservato nella propria successione della sovranità del
Brabante, che non si leggono in nessuna delle [risposte] già publícate” (ob. cit., p. 35).
43
Raffaele Ajello, Arcana…, ob. cit., pp. 80-81.

15
Javier García Martín

los proceres sólo rastreable mediante el estudio histórico. De este modo, para D‟Andrea
la validez de un ordenamiento jurídico no venía determinado por el momento fundante
44
ligado a la autoridad del soberano, sino por el mero requisito de su efectividad .
La segunda diferencia con respecto a Ramos del Manzano, era la fundamentación
que el jurista napolitano hacía del Derecho de gentes, como “ius universale”, así como
del Derecho público en general. En lo que al Derecho de gentes se refiere, aunque partía
de F. de Vitoria que lo entendía como derecho más positivo que natural y se mostraba de
acuerdo con F. Suárez y L. de Molina en considerarlo “un uso ricevuto comunmente tra
gli huomini presso tutte le Nazioni civili”, su perspectiva frente a ellos no era
antropocéntrica, es decir, no lo asociaba a la óptica de la defensa del débil o a ser norma
moral en relación a la teología católica. Acercándose, en opinión de S. Mastellone, más a
Grocio, procura desvincularlo del elemento católico, para entenderlo como una “cultura
unitaria” de las naciones (“Jus delle Genti osservato appo tutte le Nazioni del Mondo”), o
tradición del “ius inter nationes” basada en la razón común o universal, superadora de la
45
distinción entre países protestantes y católicos .
Por último, por lo que al Derecho público se refiere, no contraponía, a diferencia de
Ramos del Manzano, dos “constituciones políticas” esenciales para oponerse a la
Monarquía francesa sino que procuraba buscar un fundamento universalizable, que
encontraba en la publica utilitas, definida como “il bene dei Cittadini, non in quanto che
son persone particolari, ma in quanto che costituiscono la Repubblica”, lo que nunca
podía hacerse depender “dalle leggi particolari che han di mira il commodo privato di
46
ciascheduno” . La novedad más importante, con todo, era la identificación que hacía de
la utilidad pública con el regius fiscus, expresión de los intereses del soberano -indica S.
Mastellone- entendidos como prerrogativa de regalibus, que era en definitiva donde
47
acababa depositándose la realidad colectiva y el bien de los ciudadanos .
Enlazaba en ello quizás, con un pensamiento arbitrista napolitano presente a lo largo
48
del s. XVII, que había insistido en la necesidad de evitar la salida de dinero del reino ,

44
Imma Ascione, Il governo della prassi. L‟esperienza ministeriale di Francesco d‟Andrea.
Nápoles, Jovene, 1994, pp. 426-434.
45
Salvo Mastellone, Francesco d‟ Andrea…, ob. cit., pp. 41-43.
46
Ibid., p. 40.
47
Ibid., p. 44.
48
Baste como ejemplo la obra de Vittorio Lunetti, Politica mercantile. Dell‟espedienti, & Arbitrii
Per Publica vtilità. Nelle quali con vere raggioni si mostrano le cause delli danni della Città, e
Regno di Napoli, & il vero modo di rimediarli. Possono seruire anche per doue fussero simili danni,
e si lascia per brevità li discorsi d‟adornamenti e solo si accenna le materia Delli grand Vtili, &

16
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

algo que el gobierno virreinal había subordinado a la defensa frente a los turcos y al
feudalismo jurisdiccional del baronaggio, como medio para garantizarlo. Es por ello, muy
posiblemente la situación napolitana, como apunta I. Birocchi, con multitud de normas y
status privilegiados la que habría favorecido la amplia difusión que las ideas de Grocio -
49
ahora católico- adquirieron en el reino napolitano , y en la que D‟Andrea atribuiría un
decisivo papel reorganizador a los magistrados al servicio del poder soberano.
No hay duda además de que en el pensamiento dandreiano pesa el ejemplo de la
“imagen” mercantilista francesa, que en cualquier caso, como deja entrever el estudio de
I. Ascione, lograba adaptarse mediante un racionalismo no teológico, y desde el
condicionante de una Monarquía católica, a unos parámetros que rechazaban tanto la
interpretación de J. Bodin, en la que el interés económico de las familias era superior al
50
del Estado como a la de Hobbes que lo subordinaba completamente al del Estado ,
planteamientos ambos rechazados en el ámbito católico, por la defensa que suponían de
la “razón de Estado”.
Este racionalismo no teológico presente en la concepción de D‟Andrea explica bien la
posición giurisdizionalista de los reformistas napolitanos de finales del s. XVII, contrarios
a la intromisión de la jurisdicción eclesiástica en materias civiles y, en especial, las que
supusiesen menoscabo del erario público -en lo que las ideas de Grocio resultaban
51
también adecuadas -. Pero si no era teología, ¿cuál era la fundamentación de la que
partía D‟Andrea?
Los estudios dedicados al tema ponen de manifiesto la importante influencia de las
ciencias naturales, a partir de Galileo o Gassendi -y también Descartes- en D‟Andrea,
que le habrían servido para elaborar una construcción antiescolástica -contraria al criterio
de autoridad- y fundamentada en una concepción física de la realidad, frente a la que el

incredibili auanzi Per sua Maestà, e ben Publico. E per trattarsi di seruitio Publico, e di Sua Maestà
non si deue disprezzare le proposte, se prima non s‟intenda le raggioni. E si nota l‟ordine
dell‟essecutione, Per Lázaro Scoriggio, Nápoli, 1630.
49
“Forse era il significato del progetto che attraeva e la proposizione di un “sistema” giuridico al
quale ancorare le legislazione particolare, sentite come disperse e confuse e sopratutto, come a
Napoli, così fondate sul riconoscimento di tanti status privilegiati”, Italo Birocchi, Alla ricerca…, ob.
cit., p. 178.
50
Imma Ascione, Il governo della…, ob. cit., pp. 47 y ss.
51
El mérito de Grocio en este tema sería el haberse situado en una posición intermedia entre los
defensores de una radical separación entre Iglesia y Estado (J. Locke) y los que atribuían a la
religión una función política, como instrumento al servicio de la paz civil, sin referencia alguna a la
verdad del dogma”, J. Saada-Gendron, “Grotius et la tolérance” en Tolérance et Reforme. París,
1999, pp. 131-132.

17
Javier García Martín

temor siempre presente a que la Inquisición española se extendiera a Nápoles hizo que
no dejase de participar en la defensa jurídica de algunos encausados napolitanos por la
52
Inquisición de Roma .
El ámbito de difusión de esta nueva filosofía parece haber sido, una institución
extrauniversitaria, la Accademia degli Investiganti (1663-70) de la que D‟Andrea fue
miembro, cuyo objetivo había sido elaborar un sistema orgánico de pensamiento que
oponer al aristotelismo predominante basado en el experimentalismo galileano, el
53
mecanicismo cartesiano y el atomismo epicureista gasendiano . De mayor interés es
con todo para nosotros, su sucesora, la Accademia Medina Coeli (1698-1700), que toma
su nombre de Luis de la Cerda, duque de Medinaceli, Virrey entre 1695 y 1702, en cuyas
lecturas públicas participarían entre otros, Vico o Doria y sería el ámbito de contacto de
P. Giannone con la filosofía cartesiana. Parece introducir una lectura más metafísica de
54
Descartes a través de Malebranche , aunque el rasgo común es el eclecticismo
antiescolástico que daría lugar a evoluciones teóricas muy diferentes de sus integrantes
55 56
. Las lecciones conservadas -parcialmente publicadas - muestran, por lo que aquí
interesa, el predominio de los estudios históricos, en especial los dedicados por algunos
juristas -Valletta, Caravita, Caloprese- al origen y decadencia de los imperios con
especial referencia al romano.

52
Salvo Mastellone, Francesco d‟ Andrea…, ob. cit., pp. 165-177.
53
Vicenzo Ferrone, Scienza, Natura, Religione. Mondo newtoniano e cultura italiana nel primo
Settecento, Nápoles, Jovene, 1982, p. 457.
54
Giuseppe Ricuperati, “Rassegna a proposito dell‟Academia Medina Coeli” en Rivista Storica
Italiana, nº 84, 1972, pp. 57-79. Referencias también en John Robertson, The case…, ob. cit., pp.
101-109.
55
La referencia a Descartes tiene en el ambiente napolitano más bien un carácter simbólico, de
orden alternativo interesado en la utilidad pública frente a los arcana iuris que el formalismo
aristotélico -con claras implicaciones feudales- hacía pervivir. De esta manera se denunciaba “il
complexo armamentario da cui traeva prestigio la logica scolastica: il bagaglio di concetti vaghi ed
astratti, le elegante, false ed inutili difficoltà, tutto ciò che non fosse idea chiara, fenómeno
sperimentabile, fatto documentato”, Raffaele Ajello, “Cartesianismo e cultura oltremontana al tempo
dell‟ Istoria civile” en Raffaele Ajello, Pietro Giannone…, ob. cit., pp. 98-99.
56
No existe una publicación conjunta de todas las lecciones conservadas en las Bibliotecas
Nacionales de Nápoles y Madrid. Las conservadas en B[iblioteca] N[acional] Mss. 9110, 9122 y
9221 han sido publicadas por Michele Rak, Lezioni dell‟Accademia di Palazzo del duca di
Medinaceli (Napoli 1698-1701), Istituto italiano per gli studi filosofici, Nápoles, 2000, 3 vols.

18
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

El estudio de la Historia, desde el punto de vista jurídico, se presentaba como la vía


intermedia entre “iusnaturalismo” y “iusvoluntarismo”. Se confiaba en que un intérprete
idealizado -un jurista humanista y erudito- habría de ser capaz de “descubrir” el jus en las
fuentes jurídicas más antiguas, ya que las recientes se entendían tan sólo como una
continuación de aquéllas. “Il presuposto di quella recerca -entiende R. Ajello- era infatti
che le fonti in cui si condensavano le esperienze giuridiche del passato esprimessero
57
necesariamente strutture normative naturali” . De ahí su importancia.
Se conservan también entre estas lecciones dos sobre los fundamentos jurídicos de
58
la “investidura pontificia” de Nápoles, encargo sin duda del Virrey . Aunque sigue
faltando un estudio sobre el fomento o censura que de estos escritos hicieron las
autoridades españolas, es muy posible que haya que entender la Academia como un
intento del Virrey de reunir a los intelectuales napolitanos para hacer frente a la
inestabilidad jurídico-pública que suponía la remodelación del “orden”, con opciones
59
abiertas, que la diplomacia europea estaba llevando a cabo , favoreciendo la extensión
de los nuevos principios de fundamentación en la línea de la Academia anterior.
La diferencia -fomentada por el propio poder político- parece ser, así, bastante grande
con respecto a los reinos hispanos, donde a finales del s. XVII se inicia una tímida
aceptación de Copérnico -su obra sería condenada en 1633- “por vía de hipótesis y con
60
mucha precaución” que no permite nunca una fundamentación alternativa a la
escolástica.
No faltan, por último, entre las lecciones napolitanas referencias a la tensión entre la
“razón de Estado” y la “ley natural”. Es necesario hacer mención, en este sentido, a la
coincidencia en la oposición manifestada por Ramos del Manzano y D‟Andrea a la idea
de la “Monarquía Universal” a la que a finales del s. XVII parecía aspirar Luis XIV. En
ambos estaría presente la amenaza que ese proyecto suponía para el “modo de

57
Raffaele Ajello, Arcana iuris…, ob. cit., p. 71.
58
Son obra de Vincenzo d‟Ippolito y Niccolò Capasso: “Raggioni per l‟investitura del Regno di
Napoli”, pertenecientes a los manuscritos conservados en Nápoles. Vid. Michele Rak, “Le lezioni
dell‟Accademia di Medina Coeli. La tradizione manuscrita” en Raffaele Ajello, Pietro Giannone…,
ob. cit., II, p. 677.
59
Giuseppe Ricuperati, “L‟immagine della Spagna a Napoli nel primo Settecento: Vico, Caraffa,
Doria e Giannone”, en Aurelio Musi, Alle origini di una nazione. Antispagnolismo e identità italiana.
Guerini e Associati, Milán, 2003, pp. 83-84.
60
Juan Vernet Ginés, “Contribución a la historia del copernicanismo en España”, en Cuadernos
Hispanoamericanos, nº 283, 1974, p. 36.

19
Javier García Martín

gobernar” de la Monarquía católica. Las perspectivas de análisis, eran, de todos modos,


diferentes.
Ramos del Manzano oponía a la “agregación tan accesoria” de territorios en el caso
francés, que acababa extinguiendo “su separacion con la incorporación al domanio,
llamado eterno, de la Corona”, la forma de incorporación de reinos característica de la
Monarquía católica, en lo que seguía a Crespí de Valdaura, para cifrarla en:

“el gobierno justo, y moderado de sus Príncipes, los Reynos, y Estados, de que
su gran cuerpo se conpone, se ven unidos, y sujetos à su cabeça el Rey Catolico,
con un union principal, e igual de cada uno de por si y no accesoria à otro sin
61
variación alguna de sus leyes, fueros, privilegios y regimiento” .

La conclusión era evidente: la vinculación entre la catolicidad de la Monarquía


española y la unión accesoria de reinos.
D‟Andrea, por su parte, se pronunciaría al respecto en un escrito posterior a la
62
Risposta . Su análisis sería más crítico y excepcionalmente desvinculado de la religión.
Aun tildando a la Monarquía católica de “Aristomanzia” (“Aristocrazia in efetti, non
concedendosi al Re di far cosa, se non quella, che vien disposta del suo Consiglio, e del
63
consenso de‟ Grandi” ) se declaraba partidario de la opción austriaca frente a Francia,
en la medida en la que bajo Luis XIV, los reinos italianos “non sarebbero considerati se
non come accessorii di Spagna”. Y reaccionaba, adelantándose a lo que ocurrirá, frente
a la oposición que el Papa pudiera mostrar a la alianza con los protestantes imperiales,
con el argumento, más político que jurídico del “equilibrio” entre reinos:

“Il Pontificado, e la corte di Roma nella sua dignità rimarrebbe. Poi che della
pietà de gl‟Imperatori austriaci non haverebbe a temerse, che volessero
abbassarla, né ingerirse, nell‟amministrazione delle cose sacre, oltre che sempre vi

61
Francisco Ramos del Manzano, Respuesta…, ob. cit., q. 13-16, pp. 167-168.
62
“Discorso politico intorno alla futura successione della Monarchia di Spagna”, publicado en
Salvo Mastellone, Francesco d‟Andrea…, ob. cit., p.183-199.
63
“Ma perché è una Aristocrazia sotto apparenza di Monarchia, perciò tutto apparisce farsi per
volontà del Re, ma il Re non vuole se non quello che essi vogliono. Et a tal fine si è introdotto che il
Re no tratti, né parli con altri, che non loro, né parli mai delle cose del governo, ma il tutto rimetta a
i Consigli… Ma perché una tal autorità ne‟ Consigli fu introdotta per convenienza del Re, onde tutta
la loro forza la ricevono dall‟autorità del Re; perciò ancorché che al Re venisse volontà di meterla, o
di alterarla si procura per mezzo del confessore, e degli altri che assistono appresso la sua
persona, di farsi appprendere, che in questo consiste la di lui grandezza, e che per questo egli è il
maggior Re, che sia stato mai nel mondo”, Ibid., pp. 191-192.

20
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

sarebbe la Francia abile a far contrapeso a gl‟Imperiali. Né gli Spanuoli haverebber


d‟haver per male di rimetter, la loro Monarchia nello statu, nel quale fu in tempo
dell‟Imperatore Carlo, poi che dovrebbonsi esser accorti, quanto questa nuova
forma di governo da lor introdotta sia stata pregiuidiziale alla Monarchia, che dalla
64
più potente, che era prima l‟han fatta divenir più debole” .

Lo importante, en cualquier caso, es que frente a Ramos del Manzano, D‟Andrea se


apartaba ahora de Grocio desvinculando, en su argumentación, el “modo de gobernar”
de la “religión”, aproximándose, a través del concepto de “interés”, en opinión de J.
65
Robertson, a la “razón de Estado” , rayano en la heterodoxia católica.
Frente a ello, el estallido de la Guerra de Sucesión mostraría que, en Nápoles, como
en España, los argumentos jurídicos seguirían vinculándose a la religión, oponiendo
ahora, en cualquier caso, un “Grocio católico” a otro cristiano.

III. LAS RAZONES JURÍDICAS EN LA PUBLICÍSTICA NAPOLITANA DURANTE LA


GUERRA DE SUCESIÓN. ENTRE UNA MONARQUÍA CATÓLICA (ESPAÑA) Y UN
IMPERIO CRISTIANO (AUSTRIA)

Aunque la Guerra de Sucesión española implicó a reinos católicos y protestantes, no


supuso una reforma del mapa político-religioso europeo. Recompondría una vez más,
para mantenerlo, el orden internacional establecido desde mediados del siglo XVII y por
ello, no faltará la reflexión jurídica impresa favorecida por uno u otro contendiente, en la
66
que el recurso al Derecho canónico y sus comentaristas estaría ampliamente presente .
En el contexto internacional, por su condición de frontera de la Cristiandad, el reino de
Nápoles presentaba especial relevancia jurídico-religiosa. La había tenido
tradicionalmente en su decisivo papel defensivo frente a los turcos, hasta el punto de
condicionar la propia estructura jurídico pública del reino en beneficio de la nobleza
67
feudal . Ahora la tenía, como se ha visto, en la disputa entre príncipes católicos por la
“investidura” papal.

64
Ibid., p. 198.
65
John Robertson, The case for…, ob. cit., pp. 152-154.
66
Un análisis político en David González Cruz, Guerra de religión entre príncipes católicos. El
discurso del cambio dinástico en España y en América (1700-1714), Ministerio de Defensa, Madrid,
2002.
67
Vid. Giuseppe Coniglio, Il viceregno di Napoli e la lotta tra spagnoli e turchi nel Mediterraneo,
Giannini Editore, Nápoles, 1987, 2 vols.

21
Javier García Martín

Pero en la tensión entre fuerzas un acontecimiento cercano había contribuido a


reequilibrar ideológicamente la relación europea entre poderes. La victoria del Imperio
austriaco sobre los turcos a las puertas de Viena en 1683 y la paz de Karlowitz (1699)
habían mostrado que la Monarquía francesa no era la única con capacidad para
68
defender la Cristiandad . La “Felix Austria” se mostraba con facultades suficientes para
“restaurar” la idea imperial en Italia.
La alianza, no obstante, del Imperio austriaco con los reinos protestantes de Holanda
e Inglaterra hacía que el fundamento religioso de las aspiraciones jurídicas fuese
diferente al propuesto por la Monarquía española, lo que se hace especialmente
presente en el virreinato napolitano en los años anteriores a 1707. Se considerarán a
69
continuación únicamente las razones del debate referentes al reino napolitano .
La alianza del Imperio con “herejes” sería el argumento de partida esgrimido por los
napolitanos -como los españoles- partidarios de la Monarquía católica para descalificar a
los opositores a Francia y España.
La identificación así del “orden natural” con la catolicidad, desde perspectiva felipista
llevaría a Amato Danio a entender que las subversiones de ese orden que habían
significado las “revoluciones” holandesa e inglesa, eran contrarias a todas las leyes
“della Natura, e delle Genti, e le divine, e le umane”, lo que significa entender de pleno
70
derecho la alianza como “liga injusta” . La continuidad con los argumentos de la
tradición doctrinal castellana resulta evidente, aunque el rival cristiano fuese ahora
diferente.
Desde el ámbito austracista, por el contrario, -sigo un texto anónimo publicado en
71
Verona en 1705 - se insistiría, a partir del propio Derecho canónico -y no sólo desde los

68
Llama la atención sobre ello, Victor L. Tapié, “Europe et chrétienté. Idée chrétienne et gloire
dynastique dans la politique européenne au moment du siège de Vienne (1683)”, en Gregorianum
nº 42, 1961, pp. 268-289.
69
Un síntesis de esas razones en el ámbito peninsular en María Teresa Pérez Picazo, La
publicística…, ob. cit., I, pp. 237-251.
70
Amato Danio, Discorso delle ragioni della S. C. R. M. di Filippo V alla successione della
Monarchia di Spagna, aggiuntovi un Ragionamento intorno all‟Investitura del Regno di Napoli, per
Carlo Porsile Reg. Stamp., Nápoles, 1703, pp. 38 y 55.
71
B.N. 3/22641, Osservazione Theologica, giuridica, e politica contra le asserzioni del P. Schiara
e di altri scrittori parziali di Francia nella quale si prova la validità, e giustizia della Lega Imperiale
con alcuni prencipi acattolici, il Ius incontrastabile del Rè Católico Carlo Terzo alla Monarchia di
Spagna, e feudo di Napoli, ancor fuori degli inviolabili patti e rinunzie; e l‟obligo degli ecclesiastici à
cooperare con ogni zelo per la giustizia, Nella Stamperia della Verità, Verona, 1705.

22
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

cánones conciliares sino también desde las decretales pontificias- y la autoridad de


Tomás Sánchez en la necesaria distinción jurídica entre “infiles” y “protestantes”, ya que
mientras los primeros no estaban sujetos a la jurisdicción y autoridad apostólica, los
72
segundos “vi restano, ancorchè la neghino”, y cabe con ellos ejercer el comercio y la
alianza armada contra el turco -el modelo, en definitiva mercantilista y de paz de religión
pretendido por el Emperador Leopoldo I y al que la obra de D‟Andrea mostraba que Italia
podía ser receptiva-.
Tomando como referencia el edicto de Nantes, y la doctrina de F. Suárez, se insistía,
por otra parte, en la posibilidad de que el príncipe católico permitiese el ejercicio de
cultos “acatólicos” en su reino si la causa era el bien público y el mantenimiento de paz,
porque de otro modo se caían en el “ateismo” de Maquiavelo. A lo que se añadía la
exigencia presente entre los autores de la Segunda escolástica, de la razón de
necesidad:

“E così adesso, per conseguir una Pace buona, e stabile, con la uniformità, et
esecuzione delle altre Paci, fatte e giurate, la Francia hà posto in estrema
necesita, di permetter à gl‟ Accatolici il loro essercizio, per i Soldati, che militano
con i Cattolici, in servizio necesario del ben pubblico, dimostrato sopra in varii
73
effetti” .

Se establecía así la vía hacia la tolerancia, que en cualquier caso, el autor del escrito
era consciente de que el Monarca austriaco nunca podría poner en práctica en los reinos
74
italianos ni españoles .

72
Es en el aspecto comercial en el que más se insiste para contraponer los turcos (infieles) y a
los herejes: “Di quelli [los infieles] non si ammete alcun consorcio con noi 28 qu. I. C. saepe: 12.
Questi [acatólicos, calvinistas y luteranos] nel commercio con loro si distinguono, che non sunt
vitandi, nisi solùm personaliter et nominatim denunciati, come asserisce il Becano et altri; et il
Lezana in summa qq. Regul. seu de casib. Consc. Mare magni Praedicat… afferma, esser tanto
lecito, e permesso ad ogn‟uno, il praticar, e comunicar con gl‟heretici tolerati, che in specie, non
censentur nominatim denunciati, aut vitanda, Lutherani et Calvinistae, et alii specialium sectarum
expressi in Bulla Coena, quia tales sunt generaliter denunciati. Et Azor. Instit. moral. To. Primo. Lib.
8, cap. XI col. 763 Potest tuta conscientia Católicos, civilia comercia inire cum haereticis, qui sunt in
Anglia, Gallia, Germania, et Polonia; quoniam liceo pbulice sint haeretici, non sunt tamen expresse
et nominatim enunciati”, Ibid., p. 36.
73
Ibid., p. 424.
74
“In qualche Città di Germania sono distinte le hore d‟ogni giorno, per le Funzione Cattoliche,
dalle altre per gli Acattolici, dentro lo stesso Tempio, senz‟alcun pregiudizio della Católica Fede;

23
Javier García Martín

De mayor interés resulta, con todo, el segundo de los puntos de discusión: la


investidura papal del reino de Nápoles.
Defensor de la causa felipista sería Giovanni Antonio Castagnola, abogado de los
altos tribunales del reino, quien dedica su comentario al propio Luis XIV. Llama la
atención de S. Mastellone, el que Castagnola en esta obra no haga referencia a
D‟Andrea aunque no faltan citas de inexcusable referencia dandreiana como Cujas o De
75
Thou . Una consulta de las páginas referentes a la investidura ponen de manifiesto que
quizás por actuar al servicio del monarca, la referencia jurídica inexcusable es, frente a
D‟Andrea, la catolicidad.
Para Castagnola, aunque la investidura había surgido como una costumbre usada por
los reyes normandos “per rendersi più sicuri contro de‟ Greci”, era de hecho “Ley
fundamental” del reino, lo que le permitía remitir al orden de sucesión a la Corona
favorable al primogénito que en ella se consagraba como criterio determinante para el
reconocimiento de Felipe V como rey de Nápoles. Del tenor literal de la fórmula de
investir se deducía además, en relación a la ascendencia del rey que “non si consideró
se le Donne fossero maritate à stranieri mà solamente se fossero maritate, à persone
76
divote, e fedeli alla Sede Apostolica” .
Ahora bien, aunque la investidura contribuía a determinar, en la literalidad de su
redacción, el orden sucesorio de los monarcas, entendía que en tanto feudo debía
regirse por las normas correspondientes del ius civile y la doctrina de los “feudisti” entre
los que cita a Baldo, el Abad Panormitano, y entre los napolitanos, Mateo d‟Afflitto y
Andrea d‟Isernia. La apelación al Derecho feudal, una vez determinado que el duque de
Anjou tenía mejor derecho de suceder con respecto a Felipe IV que el Emperador
Leopoldo, -”collaterale dell‟isteso Filippo”- le servía para demandar del Papa el
reconocimiento de Felipe V como rey de Nápoles en la medida en que todos los autores
citados entendían que una vez demostrado el derecho a suceder, correspondía al titular
del dominio directo del feudo (“padrone diretto dal diritto”), otorgarla inmediatamente,
porque de otro modo decaía el derecho del Papa de volver a concederla, “il che è così
77
certo da per se stesso, che non hà bisogno di maggior dimostrazione” .

benchè in Italia, ò in Ispagna una tal permissione, come cosa nuovissima, e per regole generali
illecita, cagionarebbe gran maraviglia, e commozione”, Ibid., p. 421.
75
Salvo Mastellone, Francesco d‟Andrea…, ob. cit., p. 179.
76
Gio[vanni] Antonio Castagnola, Filippo Quinto, Monarca legittimo delle Spagne, overo
Dimostrazione de i diritti del Catolico, e Glorioso Monarca Filippo V per la successsione della
Monarchia di Spagna, e di tutti i Regni, e Dominio à quella uniti. In Napoli, s.n., 1704, p. 131.
77
Ibid., p. 142.

24
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

Coincidía en esta demanda con lo expuesto dos años antes por el citado Amato
Danio que llevaba aún más allá los argumentos. A partir de J. Cujacio entendía que la
concesión de la investidura era sólo formal, y no concedérsela al sucesor legítimo en el
plazo de un año era ingiuria, pero sobre todo a partir del “dottissimo Grozio” -de nuevo el
Grocio católico-, subrayaba el hecho de que la investidura feudal en nada limitaba “la
Maestà del Regno, e alla giurisdizione Regale; nè scema punto della speziale potestà
sopra de‟ sudditi; a rispetto de‟ quali usa il Re, e si avvale di tutti il diritti, giurisdizioni, e
78
ragioni, che vanno annesse all‟assoluta potestà e soglionsi chiamar Regalie” .
La “investidura” no suponía así, en ningún caso, en la construcción de este autor, la
disminución de la plena soberanía y “absoluta potestad” del Monarca que sólo resultaba
obligado a la entrega formal al Pontífice de un caballo blanco (la chinea) y 7.000 ducados
de oro.
Lo más interesante, en cualquier caso, es observar, como muestra la cita de los
juristas humanistas, la renovación que hacía del discurso católico de finales del s. XVII,
delimitando una potestad soberana que, aun reconociendo la superioridad formal del
Papado sobre el reino napolitano, apelaba al Derecho civil (el “derecho de gentes”) para
establecer su caducidad. En el afán de obtener un rápido reconocimiento por parte del
Papa, se recurría así a argumentos más cercanos al “Grocio cristiano” que al católico,
aunque en ningún caso la pretensión fuese la de la ruptura con Roma.
El tema sería también objeto de atención por parte de los austracistas. Precisamente
uno de los principales argumentos expuestos en la citada Osservazione anónima de
1705 para oponerse al acceso de Felipe V al trono napolitano era la “usurpación” que
suponía haber entrado en Nápoles sin esperar la decisión papal en torno al feudo. El
apoyo que en ello le había dado Luis XIV había supuesto, en la interpretación del autor,
la vulneración de la Paz de los Pirineos, en la que él y las infantas españolas se habían
comprometido mediante las correspondientes renuncias a no apropiarse de feudo alguno
de la Corona española. Pero si bien, conforme a lo que se ha visto había sido
característica fundamental tras la Paz de Versalles, el Tratado, como Derecho público
internacional, era la norma jurídica fundamental vulnerada, se llamaba la atención
además sobre la ley y costumbre feudal “che conferma per immutabili et inviolabili simili
79
Renunzie Reali d‟un Feudo” .
Lo sorprendente es que avanzando por este camino recurría, como era esperable, a
Grocio en su De iure belli et pace, pero en esta ocasión no para reivindicar la preferencia
del Derecho público sobre el privado, como había ocurrido en la segunda mitad del s.

78
Amato Danio, Discorso…ob. cit., pp. 142-143.
79
B.N. 3/22641, Osservazione Theologica…, ob. cit., p. 380.

25
Javier García Martín

XVII sino para establecer que la sucesión de un reino feudal -se trasladaba, por tanto el
Derecho privado al ámbito jurídico-público-, “non depende da Leggi… mà dalla
80
disposizione dell‟Investitura, e consuetudine Feudali” . El argumento le servía así para
negar valor al testamento de Carlos II como título suficiente para obtener la investidura -
en tanto feudatario y no “padrone”- y conforme a de Luca ser necesaria en las
subinfeudaciones conservar las condiciones del pacto de investidura, recurriendo
además a la Historia para hacer mención a la declaración del Papa Calixto III que “udita
la morte di Alfonso [de Aragón] Rè di Napoli nel 1485, dichiarò che i Napolitana non
riconoscessero se non il Papa diretto Padrone, e che egli haverebbe fatta Giustizia à chi
81
tocasse il Feudo” .
El Papa era presentado así no sólo como árbitro entre príncipes sino como auténtico
titular de un reino feudal, recurriendo además al Derecho canónico, a la Bula in Coena
Domini de Urbano VIII, que condenaba a todo príncipe que invadiese u ocupase el
Regnum Siciliae, (“vel jura ad ipsam Romanam Ecclesiam pertintentia.. nec non
82
supremam jurisdictionem in illis, usurpare, perturbare..”) , para apoyarlo. Y el
Emperador dispuesto a aceptar su decisión.
Parecían invertirse así los argumentos con respecto a finales del s. XVII,
presentándose ahora el Emperador Leopoldo, a pesar de su alianza con Holanda e
Inglaterra, como defensor de la “catolicidad” en Italia, a lo que ayudaba la no lejana
victoria de Viena contra los turcos.
Los argumentos, con todo, de Amato Danio y la demora del Papa en reconocer a uno
u otro de los pretendientes, favorecería el que desde el círculo reformista del virrey
Medinaceli se abriese camino -ya se han mencionado los precedentes- la reflexión crítica
sobre sus fundamentos histórico-jurídicos, con el fin de valorar si debía seguir
manteniéndose. Su culminación sería la obra de Nicolò Caravita, Nullum jus Pontificis
maximi in Regno Neapolitano, publicada en 1707 bajo el gobierno austracista, como una
forma de rehabilitarse ante el Archiduque Carlos, por haber participado en la Junta
constituida en 1702 por Felipe V para recopilar el Derecho del reino y haber
83
desempeñado destacados cargos como magistrado .
La novedad de los planteamientos -Giannone haría suyos algunos de ellos-, propios
del contexto de enfrentamiento con Roma en el que lo escribe, constituyen un ejemplo

80
Ibid., p. 149.
81
Ibid., pp. 202 y 383.
82
Ibid., p. 189.
83
Salvatore Fodale, “Nicolò Caravita e la negazione dei diritti pontifici sul Regno di Napoli”, en
Annali di Storia del Diritto. Rassegna internazionale nº 10-11, 1966-67, p. 249.

26
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

significativo de la construcción de un nuevo orden jurídico, desvinculado de la religión,


buscado por los cartesianos napolitanos. El estudio histórico le servía como hilo
conductor para demostrar que la costumbre de la investidura pontificia había respondido
en realidad a un intento de los reyes normandos de consolidar su poder, buscando
84
obtener un título válido con el pretexto de la religión (religionis phantasmate) . Lo que le
daba un mero carácter simbólico. Pero lo más innovador era el análisis que hacía de la
supuesta donación de Constantino como origen del poder temporal del Pontífice. Frente
a Grocio incluso, que no dudaba en afirmar la existencia de reinos patrimoniales, de los
que el Monarca podía disponer libremente, Caravita defiende su inalienabilidad, salvo
85
por voluntad de los súbditos . Es ésta la base de la distinción estricta que establece
entre Derecho público y privado, pero a la vez, la razón de la preferencia que concede al
ius naturae et gentium, en tanto expresión de esa voluntad, frente al ius civile o derecho
romano (“Regibus et populis liberis si placet, licet juribus Romanorum non uti, et jus
86
naturae multo potentius sequi” ). Por último, respecto al Papa, no dudaba en resucitar
la idea Imperial, para afirmar que el pontífice está sometido en lo temporal a la autoridad
del Emperador y de los reyes, de lo que el modelo era los orígenes de la Iglesia, cuando
87
los pontífices no tenían “ambiciones temporales” . Puesto que la investidura no tenía
fuerza de obligar y como costumbre había sido interrumpida en diferentes ocasiones,
impidiendo la usucapión, acababa proponiendo al Archiduque Carlos, como rey de
Nápoles, su supresión, siendo el napolitano el único reino europeo que conservaba la
condición nominal de feudatario.
Se sentaban así las bases jurídicas de un teórico “reino civil” napolitano que no
tardaría, sin embargo, en mostrar sus límites, a partir de la concesión que el 9 de julio de
1722 haría Inocencio XIII al Emperador Carlos VI, de la investidura feudal. La
continuidad no rupturista se revelaba determinante para el propio sistema jurídico.

84
Ibid., pp. 280 y 289.
85
Ibid., p. 278. Entiende que como función principal del rey el acrecentamiento del reino (la
utilitas publica), no su disminución. “Quamquam enim unusquisque arbiter est rei suae, id tamen
locum habet in rebus privatorum, aut Principum rebus fiscalibus, et privati patrimonio; secus in
juribus Regni, Majestad namque realis, ut loquuntur Politici reddit imperantes ipsi Reipublicae
obnoxios, obstrictione conservativa, licet non subjectiva: unde fit, quod cum Princeps omnia possit,
non potest tamen jura imperio alienare: hoc enim esset Rempublicam non augere et conservare,
sed minuere et evertere, contra quam sui officii ratio postulat” (par. 25).
86
Ibid., p. 286.
87
Ibid., p. 284.

27
Javier García Martín

IV. LA ISTORIA CIVILE DE P. GIANNONE Y LA HISTORIA CIVIL DE FRAY NICOLÁS


JESÚS BELANDO. EL ESCRITO FISCAL DE M. R. MACANAZ

Recapitulemos lo conceptualizado hasta ahora. En la definición que Ramos de


Manzano hacía de la “catolicidad” como rasgo específico que caracteriza a la Monarquía
hispana frente a Francia concurren tres elementos: la obediencia a las decretales y bulas
pontificias, la unión de reinos aquae principaliter y la capacidad del monarca de modificar
la costumbre mediante la ley y de no sujetarse a las leyes por él dictadas. A la
catolicidad como ratio específica de definición en la actuación del monarca, D‟Andrea,
desde el ámbito napolitano, había opuesto como fundamento universalizable la utilitas
publica identificada con el fisco regio, lo que suponía la atenuación de la definición
religiosa presente en el autor castellano. La Guerra de Sucesión en Nápoles, aunque
había partido de la distinción entre una España católica y un Austria cristiana,
introduciría, sin embargo, a partir del uso común que ambos bandos harían de Grocio -
”católico” o “cristiano”- modificaciones decisivas en los argumentos defendiéndose
paradójicamente entre los publicistas católicos el derecho civil -incluido el feudal- frente
al reconocimiento pontificio y acudiendo también sorprendentemente a las decretales
pontificias la causa austracista. Por último, y en esta línea, el inicial giurisdizionalismo
alentado por el Archiduque Carlos tras la conquista de Nápoles en 1707 se vería
atenuado tras la concesión de la investidura papal en 1722. Es éste el contexto en el que
debe situarse la publicación de la obra sobre el “reino civil” de P. Giannone en 1723.
La gran novedad de la Istoria civile es, sin duda, la presentación que hace a través de
la investigación histórico-jurídica de un reino napolitano independiente y desligado de
Roma. La materia de estudio son las leyes y la jurisprudencia pasada, lo que no era
nuevo, como tampoco lo era la reflexión sobre aspectos concretos del conflicto
jurisdiccional con Roma. Sin embargo nunca se había intentado una reconstrucción -”se
io non sono errato, tutta nuova”- de la historia jurídica napolitana para que sirviese de
introducción a la constitución de un nuevo reino jurídico independiente, en el que la clave
es la puesta en cuestión del orden precedente. De ahí el recurso a la Historia, donde la
experiencia del dato pone en cuestión el orden lógico de las construcciones aristotélicas
(el derecho de asilo, la jurisdicción feudal, los bienes del clero). Frente a la síntesis ideal
del Derecho canónico y la tradición romana que en forma de ius commune conjugaba
ordenamientos y valores, Giannone, como señala R. Ajello insiste en las fracturas, en la
existencia de “un durissimo, insanabile contrasto, non solo d‟interessi e di forze, ma di
88
principi, di aspirazioni filosofiche, di mentalità, di visioni del mondo” . Le interesa por ello

88
Raffaele Ajello, “Stato e società nell‟ „Istoria civile” en Raffaele Ajello, Pietro Giannone…, ob.
cit., I, p. 352.

28
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

el estudio de la transformación de la legislación en el tiempo frente al orden estático


construido por el ius commune, con el fin de que el lector deduzca cuál debe ser ese
nuevo orden:

“…per l‟uso delle leggi, e per un diritto discernimento, ciascuno potrà ritrarne
l‟idea d‟un ottimo Governo; poichè notandosi nell‟Istoria le perturbazioni, ed i moti
delle cose civili, i vizj, e le virtù, e le varie vicende di esse, saprà molto ben
89
discernere, quale sia il vero, ed al migliori appigliarsi” .

Para E. Ricuperati el recurso al término civil tiene como precedente el De augmentis


scientiarum de Bacon, donde historia civil se identifica con historia legal. Pero Giannone
tras proceder a esa identificación, en lo que se declara seguidor de D‟Andrea, da un
90
paso más allá contraponiendo la Historia civil a la eclesiástica . De hecho el ideal que
orienta toda la Historia es, como se ha señalado, la separación de los dos “potestades”
tal como proponía de Luca, a quien, por lo demás, menciona también en la introducción.
La separación, en cualquier caso, no es total: el príncipe en su reino tiene la “cura
dell‟esterior Politia Ecclesiastica”, con el fin de “restituir” la disciplina a la Iglesia de la que
91
es protector, ideas que denotan la sintonía galicana .
De ahí la preferencia por la Iglesia primitiva y la de época longobarda, mantenida por
los reyes en los límites de la potestad espiritual, observando en lo restante las leyes
92
civiles que “come membri della società civile ubbidivano” . Para él, es a Justiniano a
quien se debe la extensión de la jurisdicción de los obispos, en detrimento de la
jurisdicción civil, que más tarde el Papado no habría hecho sino prolongar hasta la
situación en la que el reino se encontraba.
Se muestra por ello partidario de que el príncipe recupere los ámbitos de jurisdicción
perdidos -esto es, no definidos-, como el referente a la licencia y control posterior de
93
libros, entonces fuero mixto , que él mismo sufriría, puesto que tras contar con la

89
Pietro Giannone, Dell‟istoria…, ob. cit., introd., f. 3 (sin pag.)
90
Giuseppe Ricuperati, L‟esperienza civile e religiosa di Pietro Giannonne, Riccardo Riccardi
Editore, Milán-Nápoles, 1970, p. 165.
91
Ibid., p. 170-171. La influencia mayor parece ser la de Fleury y Dupin, de quien toma la
consideración de que los cánones conciliares no tenían otra fuerza de obligar que las que les
otorgase el príncipe. De ahí su preferencia.
92
Pietro Giannone, Dell‟istoria…, ob. cit., l. 3, p. 233.
93
El gobierno imperial no supone ningún cambio cualitativo con respecto al período precedente.
En el momento de publicar la Istoria civile, no se había dictado ninguna pragmática al respecto por
parte del virrey. Vid. Gennaro Maria Monti, “Legislazione statale ed eclesiástica sulla stampa nel

29
Javier García Martín

autorización regia, su Istoria civile, sería objeto de inmediata censura posterior


eclesiástica, que decretaría su excomunión y la retirada de la obra y le obligaría a iniciar
94
ese mismo año de 1723 a un exilio del que no regresaría .
La recuperación, con todo, de la facultad de otorgar licencias no suponía una
disminución del rigor censor, puesto que para Giannone “siccome a‟ Vesvovi
s‟appartiene per ciò la censura, perchè la disciplina o la dottrina della Chiesa non sia
corrotta; così ai Principi importa che lo Stato non si corrompa e che li suoi sudditi non
95
s‟imbevino d‟opinioni, che ripugnino al buon governo” .
El nuevo orden que proponía mantenía, por tanto, la censura previa como requisito
irrenunciable, lo que nos pone sobre la pista de los fundamentos últimos del
pensamiento jurídico giannoniano. Como D‟Andrea, la obligación a la que el rey viene
sujeto es la de la “utilidad pública” en sentido económico-ideológico, que en Giannone
además -y esta es la clave- responde a una idea de razón civil superior a la “razón
canónica” a la que además acaba contraponiéndose:

“…la ragion Canonica, la quale dapoi col lungo correr degli anni, emula della
ragion Civile, maneggiata da‟ Romani Pontefici, argì non pur pareggiare, ma
interamente sottomettersi le leggi Civili, tanto, che dentro un Imperio medesimo,
contra tutte le leggi del Governo, due corpi li leggi diverse si videro, intraprendendo
l‟una sopra l‟altra. Origine, che fu ne‟seguenti secoli delle tante contese
giurisdizionali, e de‟ tanti cangiamenti dello Stato politico, e temporale dell‟Imperio,
96
e di queste nostra Provincie” .

Y la razón civil no es otra que el Derecho de gentes cristiano:

“le Nazioni d‟Europa, non come leggi d‟uno sol popolo, ma come leggi
universali, e comuni di tutte le genti le riputassero, e che i Principi, e le
Repubbliche si studiassero comporre i loro Stato alla forma di quelle, in guisa che
97
oggi par, che l‟Orbe Christiano si regga, e si governa” .

Viceregno Austriaco di Napoli” en Scritti giuridici in onore di Santi Romano, Cedam, Padua, 1940,
IV, pp. 579-599. Un diseño civil eficaz sólo tendrá lugar con Carlos de Borbón. Vid., Eugenio di
Rienzo y Marina Formica, “Tra Napoli e Roma: censura e commercio librario” en Anna Maria Rao
(ed.), Editoria e cultura a Napoli nel XVIII, Luguori Editore, Nápoles, 1998, p. 212.
94
“Vita di Pietro Giannone scritta [in Savoia] nel castello di Miolans [da lui medesimo e continuata
nella Liguria nel Castello di Ceva]” en Sergio Bertelli y Giuseppe Ricuperati, Opere…, ob. cit., p. 79.
95
Pietro Giannone, Dell‟istoria…, ob. cit., l. 26, p. 430.
96
Ibid., I, p. 65.
97
Ibid., I, p. 3.

30
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

Se trata, en definitiva, del consensus gentium de la Respublica christiana -opuesto al


mundo musulmán que P. Giannone caracteriza como “assolutamente dispotico”-, pero
que no se identifica con un orden jurídico determinado -por lo que tampoco con la ley- y
que se presenta como una realidad de hecho: es la apertura a la costumbre observada,
98
como manifestación de ese consenso. Aquí radica la novedad de su construcción .

Dos serían las consecuencias que de ello se derivaban:

El ius gentium no se identifica con el “Derecho romano”. La obra subraya la


transformación que ese Derecho experimenta a lo largo del tiempo, buscando en los
Derechos longobardo y normando la manifestación de la primera costumbre del reino
99 100
napolitano independiente , a la que -frente a Arthur Duck - atribuye carácter
preferente a aquél. Contrario a la prohibición de interpretación impuesta por Justiniano
en su obra confía en la labor de búsqueda de los juristas formados en la nueva filosofía
101
el éxito de la compilación de las costumbres .
Es la observancia consuetudinaria la que da valor a la investidura papal,
independientemente de la plena soberanía del monarca. Habiéndose introducido por
abuso “nei tempi dell‟ignoranza”, del mismo modo por contrario uso podía quedar abolida
102
.
El “reino civil” de P. Giannone, heredero de la interpretación dandreiana, se
configuraba así como un orden desvinculado de la teología católica y fundamentado en
la utilidad pública de contenido económico. Pero introducía una novedad importante:

98
Llama la atención sobre ello, Raffaele Ajello, “Stato e…, ob. cit., pp. 359-364.
99
Vid. Mario Caravale, “Alle origini di un mito: La doctrina giuridica della Restaurazione e la
Monarchia normanna” en Mario Caravale, La Monarchia meridionale. Istituzioni e doctrina giuridica
da norman ai borboni, Laterza, Roma-Bari, 1998, pp. 239 y ss.
100
Quizás como un intento de favorecer la idea imperial en Nápoles la obra de A. Duck, de la que
Giannone critica más que su proyecto lo erróneo de sus datos, vendría reimpresa en Nápoles en
1717. Frente a la relevancia que Giannone daba a la costumbre, el autor inglés la despojaba, en el
caso del derecho longobardo de toda “fuerza de razón”: “hujus juris longobardici, supersunt, in iis
tantum locis manent, ubi consuetudine receptae sunt, neque vim habent a ratione sed
consuetudine quae precariam vim solam habet, et a Legis Imperio pendet”, Arthur Duck, De usu et
authoritate Juris Civilis Romanorum in dominiis Principum Christianorum. Typis Dominici Antonio
Padrino, Neapoli, 1719, 2. 4, p. 163.
101
Sobre el derecho feudal napolitano Pietro Giannone, Dell‟istoria…, ob. cit., l. 13, pp. 299 y ss.
102
Pietro Giannone, Dell‟Istoria…, ob. cit., c. 40, pp. 487-488.

31
Javier García Martín

otorgaba valor a la costumbre territorial acorde con el ius gentium, más allá de la ley y el
gobierno político, como tales mudables.
En el caso peninsular la primera referencia a una “Historia civil” de España parece ser
la que con ese título publica en 4 volúmenes entre 1740 y 45, el franciscano Nicolás
Jesús de Belando vinculado a los reformistas de la Corte, una obra bastante citada por
103
los ilustrados dieciochescos . La obra en sí presenta pocas similitudes con la de P.
Giannone, tanto por su contenido, ya que no es sino una historia de acontecimientos
políticos y bélicos, como por el sentido dado al concepto “civil”. Como eclesiástico,
Belando utiliza el término “civil” por oposición a “sagrado” y “eclesiástico”, pero también
para diferenciar lo que trata de la “vida civil y de la política que tienen por fin la honesta
104
utilidad del hombre” de las cosas inútiles que llaman profanas . Historia
fundamentalmente de acontecimientos políticos y bélicos, fue sin embargo retirada por la
Inquisición por la referencia que en el tomo IV -quizás por primera vez- hacía de lo
acontecido con el fiscal Macanaz en 1715, dando además cuenta puntual de los libros
favorables a las regalías prohibidos por el Inquisidor Giudice, entre los que figuraba el
“Pedimiento” fiscal en 55 puntos, hecho circular a pesar del secreto al que obligaban las
105
reuniones, por algunos Consejeros de Castilla .
Con ocasión de la intervención inquisitorial, el propio Macanaz escribiría una “queja”
106
al Rey -conservada manuscrita - en la que volvería sobre algunas de las cuestiones ya
tratadas por él, y que ponen de manifiesto, en última instancia, que la primera “historia
civil” semejante a la de Giannone es, en realidad, aunque con carácter práctico, el
Pedimiento.

103
Admirador del P. Feijoo, parece que residió en la capital galicana, entre 1740-44, G. Stiffoni,
“Due momenti della storiografia del primo Settecento spagnolo. Miñana y Belando, „Escritores
nacionales en la Historia de su reino‟” en Rassegna Iberistica nº 22, 1985, p. 19.
104
Nicolás de Jesús Belando, Historia civil de España, sucesos de la guerra y Tratados de Paz,
desde el año de mil setecientos hasta el de mil setecientos y treinta y tres, En la imprenta y librería
de Manuel Fernández, 1740-44, prólogo.
105
Ibid., IV, pp. 61-76 y 104-116.
106
B[iblioteca] F[oral] de V[izcaya] Mss. 73, Queja dada al Rey por el P. Fray Nicolás de Belando
de la descalsez franciscana por haberle recojido el Santo Tribunal su historia civil de España.
Escrita por D. Melchor Rápale de Macanaz, Año de 1745. El edicto de prohibición de la obra de
Belando, publicado el 6 de septiembre de ese año en las Iglesias de Madrid establecía su recogida
“por contener proposiciones temerarias, escandalosas, injuriosas y denigrativas de personas
constituidas en alta Dignidad, depresivas de la autoridad y jurisdicción del Santo Oficio erroneas
heresi proximas y respectivamente heréticas, ff. 7-8.

32
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

En la Queja, Macanaz solicitaba la intervención del Rey para que haciendo uso de su
regalía de Patrono del Santo Tribunal y “Protector de sus subditos” se le permitiese a
Belando ejercer su derecho de defensa. Se basaba para afirmar esa condición en la
potestad del rey “para el castigo de las materias de Religión”, como “único y verdadero
juez”, lo que fundamentaba en la propia revelación, ya que “el mismo hijo de Dios le dijo
á Pilatos con ser Gentil que el poder que tenian de hacerlo morir en la Cruz, le benía del
mismo Dios y que los Apostoles y Evangelistas confesaron y experimentaron el mismo
107
tratamiento…” .
Como Giannone, partía de la idea de separación entre las dos potestades, a lo que no
deja de hacer mención en algunas partes de su obra. Lo radical, con todo, de su
afirmación de la capacidad de intervención regia y algunos de los planteamientos del
Pedimiento, han llevado a la división historiográfica en cuanto a su adscripción galicana
108
o no. Las posiciones van así desde la opinión de C. Martín Gaite que considera que
sus fuentes principales son las obras de los juristas castellanos de los ss. XVI y XVII,
basándose para ello en el inventario de libros hecho por la Inquisición en el momento de
embargar sus bienes, a la de Ch. Hermann que presenta a Macanaz como defensor de
109
una auténtica iglesia anglicana en la monarquía de Felipe V .
No parece que la novedad sea, en cualquier caso, el rasgo determinante en el
110
Pedimiento, tal como ha puesto de manifiesto C. Álvarez , haciéndose derivar en
111
general del Memorial dirigido al rey por Juan Chumacero y fray Domingo Pimentel . La
publicación y estudio del inventario de su biblioteca ha puesto de manifiesto, por otra
parte, la existencia de un amplio número de libros de literatura jurídica napolitana, por lo
112
que es posible entender que conociese la obra de D‟Andrea .
De cualquier modo, creo que resulta muy esclarecedora la llamada de atención de
Joaquín Maldonado Macanaz sobre que las lecturas galicanas del Fiscal, en especial

107
Ibid., ff. 185, nº 97.
108
Carmen Martín Gaite, El proceso…, ob. cit., p. 57 y ss.
109
Christian Hermann, L‟Eglise d‟Espagne sous le patronage royal (1476-1834). Essai
d‟ecclésiologie politique, Casa de Velázquez, Madrid, 1988, p. 315.
110
Clara Álvarez Alonso, “La dudosa originalidad del regalismo borbónico” en Estat, Dret i
Societat al segle XVIII. Homenatge al Prof. Joseph M. Gay i Escoda, Associació Catalana
d‟Història del Dret “Jaume de Montjuïc”, 1996, pp. 194-195.
111
Mª Dolores García Gómez, La biblioteca regalista de un súbdito fiel: Melchor de Macanaz,
Generalitat, Valencia, 1998, pp. 22-23.
112
Ibid., p. 38.

33
Javier García Martín

Dubos, en las que se defendía la sustitución del Imperio romano por la monarquía de las
Galias, contribuyó a desarrollar en él la idea de reivindicar “para la monarquía visigoda y
para Alarico la sucesión pacífica, convenida y consentida del imperio romano en España
113
y las Galias” . Esto explicaría la referencia constante en su obra al Derecho visigodo, a
114
los concilios y a la ley regia frente al ius commune (ius civile y decretales pontificias) .
A partir de este eje vertebrador inicial, y a pesar del carácter fundamentalmente
práctico de sus obras, parecen ser tres, por lo que aquí interesa los rasgos jurídicos que
orientan su concepción de un nuevo orden jurídico, deducibles de su Pedimiento fiscal:

1. Cada uno de los ámbitos, eclesiástico y temporal, se rigen por sus propias normas:
los cánones y concilios para las “materias tocantes a la fe y religión”, y en cada reino
(temporal) “las Leyes Municipales” que pueden inspirarse o no en disposiciones
canónicas. Corresponde, en cualquier caso al monarca la condición de “protector de los
115
sagrados cánones y concilios” , lo que permite su intervención, conforme a una
116
práctica observada durante siglos, en la disciplina eclesiástica . Los cánones y
concilios adquieren autoridad por el mandato regio, teniendo como límites en el caso de
las bulas pontificias en materia temporal el primer derecho de la Iglesia y las leyes del
reino:

“….la costumbre de los catorce primeros siglos, la doctrina del Santo


Evangelio, la mente de los Sumos Pontífices, la salud de las Almas, las Leyes,
117
Pragmáticas, usos y costumbres de estos reinos y la paz pública de ellos” .

113
Joaquín Maldonado Macanaz, Melchor…, ob. cit., p. 64.
114
A la plena definición escrita de la jurisdicción regia se dirigiría la Nov. R. 3.2.11 que prohibía
alegar leyes o comentaristas del ius civile en los pleitos debiendo recurrirse en caso de duda al rey
-la referencia al modelo visigodo resulta evidente-.
115
Ibid., pp. 92-93 y 120, nº 53: “sólo se deben determinar los pleitos, dudas y dificultades por las
leyes, que los dichos Sres. Reyes nos han dado; y en duda, S. M. las debe explicar; y según otras
Leyes del Reino, se ven muchos capítulos del Concilio de Trento explicados; y en las materias
gubernativas temporales jurídicas y contencias no podemos seguir otras Leyes, ni las de los
Concilios y cánones en otras materias, que en las que tocan a la fe y Religión”.
116
Ibid., p. 117 nº 48: “Propone el Fiscal General que se reformen las religiones, recudiéndolas al
pie en que quedaron cuando el Cardenal Cisneros las reformó y que todas las que después acá se
han creado de nuevo o reformas que se hayan introducido…”.
117
Ibid., p. 109, nº 39.

34
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

2. Afirmación del vínculo de naturaleza respecto a los eclesiásticos en materias


económicas y jurisdiccionales. La utilitas publica vinculada al fisco es, en este caso, el
factor determinante

“El número de Religiones y Conventos que cada una de ellas tiene en España
es tan excesivo que casi igualan sus individuos a los legos y han cargado con las
Haciendas, introducido tales modas de sacar dinero, frutos y todo género de
bienes, que casi el todo de la Monarquía viene por uno y otro medio, a parar en
118
ellos….” .

Las consecuencia será la extensión a los eclesiásticos de la normas civiles referentes


a la prohibición de sacar oro y plata del reino (nº 50), la confiscación de los beneficios
concedidos por el Archiduque Carlos (nº 45-46) o la obligación de contribuir al erario
público o a la guerra (porque “La exención que el Estado eclesiástico tiene de no pagar
tributos, proviene del derecho humano positivo”, nº 42).
En el mismo ámbito debe incluirse lo referente a la administración de justicia. A partir
de R. 8.8.3, procedente de Partidas, afirma la potestad plena del monarca en las
materias temporales, lo que le permitía a Macanaz solicitar la supresión de los asilos
(“tan perniciosos a al República” nº 35) pero también que dado que todos los jueces del
reino debían ser naturales que “a los Tribunales eclesiásticos se les haga hacer observar
119
las Leyes del Reino y Capítulos de Cortes” ).
3. Extensión general al reino de las normas favorables a la jurisdicción temporal. Es
ésta la novedad mayor. La prohibición de “embarazar disturbios” en relación a los
“despojos de posesión” por parte de la jurisdicción eclesiástica, le llevaba a proponer que
por la

“importancia de la materia y medios con que podría hacerla practicar, con


igualdad en todos los Reinos y Provincias no sólo a fin de embarazar los ruidosos
pleitos, que se excitan por los despojos violentos, sí también porque en todos sus
Reynos sea una la Ley, la práctica, regla y modo de proceder de los Jueces en
120
esta parte” .

La disposición no se refería sólo a la extensión de una ley nueva dada por el


Monarca, sino incluso a que normas forales de Valencia o Aragón -recuérdese que el
Decreto de Nueva Planta de 1707 las mantienen en esta materia- favorables a la

118
Ibid., p. 117, nº 47.
119
Ibid., p. 100, nº 21.
120
Ibid., p. 101, nº 23.

35
Javier García Martín

jurisdicción temporal se extendiesen también al resto de los reinos peninsulares. Así


respecto a los delitos de eclesiásticos:

“…aunque fue este [Breve de 1553] limitado al Reino de Valencia, que con su
práctica y observancia se debería guardar en todos los Reinos y Dominios de S.M.
y así convendría que en toda España fuesen comunes estos Breves y su
121
verdadera práctica y observancia” .

No resulta relevante además, en la concepción de Macanaz, el tipo de norma,


pudiendo tratarse de leyes, costumbres o usos, capaces todos además de limitar la
aplicación de una decretal pontificia.
El Derecho de gentes.
No hay formulaciones articuladas en el Pedimiento que aludan al “derecho natural”. El
interés último defendido en él suele ser la “republica” asociada a cuestiones financieras.
Hay, no obstante, referencias concretas al “derecho de gentes” en su estudio de las
regalías de Aragón, en las que resulta aún muy apegado al ius commune:

“se hubieron de gobernar [los aragoneses] por el derecho de gentes…. Y esto


se convence de haber sido … los mismos principios con que el derecho común de
los romanos nos advierte que se establecieron las leyes en todo el mundo y con
122
ser lo mismo que en Aragón se ha practicado” .

Recapitulemos. El “reino civil” de Macanaz, se presenta, frente a Giannone vinculado


al orden lógico-formal precedente, en especial, en cuanto al predominio de la ley regia -
siguiendo en ello la tradición de Ramos del Manzano-. De hecho, frente a la indefinición,
el ámbito civil resulta progresivamente definido por ella. Sobre las normas no se lleva a
cabo, sin embargo, un análisis histórico, con lo que una vez descubiertas en el pasado,
son alegadas como un todo.
La novedad más importante, con todo, frente a Ramos del Manzano, es la extensión
que propugna de cualquier tipo de norma foral o legal, que favoreciese el ejercicio regio
de la jurisdicción temporal a todos los reinos peninsulares. Es muy posible que en esta
pretensión de uniformización material y de desacralización del “orden” como
conformadores de un nuevo “reino civil” haya que situar el Decreto de Nueva Planta de
1707.

121
Ibid., p.106, nº 34.
122
Melchor R. De Macanaz, Regalías…, ob. cit., p. 107.

36
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

V. REALIDAD FRENTE A UTOPÍA. LOS LÍMITES DEL IDEAL ILUSTRADO EN


MATERIA JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA

Expuestos los ideales reformistas, es necesario contrastarlos, al menos brevemente,


con la práctica gubernamental de los ilustrados para poner de manifiesto los límites del
sistema.
Si, como se ha indicado, P. Giannone suponía a Carlos VI el ejecutor del ideal
gibelino napolitano de separación entre las esferas civil y religiosa, la práctica de
gobierno muestra la interrelación constante entre ambas. Se hace evidente incluso en el
caso de los virreyes. E. Garms Cornides ha llamado la atención sobre cómo, en
continuidad con el período anterior, más de la mitad de los virreyes austracistas fueron
previamente embajadores ante la Santa Sede, siendo además tres de ellos cardenales
123
, lo que no dejó de ocasionar situaciones conflictivas, propias de un “viceré dimezzato”
124
en expresión de R. Ajello, como la del gobierno de M. F. von Althann (1722-28) .
Nombrado por Carlos VI tras su investidura por el Papa con la intención de evitar
conflictos jurisdiccionales con Roma, el cardenal Althann no sólo fracasó en su intento de
llevar a cabo una reforma judicial en detrimento del Consiglio Collaterale sino que, dada
su condición de eclesiástico no dudó en permitir la publicación de breves pontificios sin
exequatur -alguno de los cuales impedía a la jurisdicción civil conocer de determinados
delitos- e incluso desautorizó los intentos de los magistrados napolitanos de impedir la
publicación de las Actas del Sínodo diocesano de 1726, del que las autoridades civiles
125
desconocían su contenido .
Todo ello ponía de manifiesto, la continuidad en las disputas entre jurisdicciones
consustancial a una Monarquía católica, lo que, por lo demás no suponía un cambio
cualitativo con respecto al período español. De hecho, durante la misma guerra de
Sucesión, una de los argumentos aducidas por la Santa Sede para aplazar la investidura
de Felipe V como rey de Nápoles había sido que:

“Da un secolo e mezzo a questa parte i re di Spagna hanno violato in tutte le


guise i patti a cui l‟investitura medesima era stata concessa da Giulio II a

123
Elisabeth Garms Cornides, “Il regno di Napoli e la monarchia austriaca” en Settecento
napoletano. Sulle ali dell‟aquila imperiale 1707-1734. Electa Napoli, 1994, p. 22.
124
Rafaelle Ajello, “Il vicere dimezzato. Parassitismo economico e costituzionalismo d‟antico
regime nelle lettere di M. F. von Althann”, en Frontiera d‟Europa nº 1, 1995, pp. 121-220.
125
El resultado sería la obligada intervención del Emperador prohibiendo la publicación de las
Actas y la restricción de las atribuciones del Virrey en beneficio del Collaterale (Anna Casella, “Il
Consiglio…, ob. cit., pp. 603-620).

37
Javier García Martín

Ferdinando il Católico. Nel Regno la giurisdizione eclesiástica è ridotta quasi a


nulla… Il dominio diretto della Santa Sede sull‟antico ducado di Benevento è stato
ristretto in confini angustissimi. Si nega allo Statu pontificio il diritto, sancito dai
trattati, d‟estrarre dall‟Italia meridionale le carni e l‟olio occorenti ai nostri bisogni. Si
respinge pervicacemente il Tribunale dell‟Inquisizione stabilito in tutte le altre parti
d‟Italia. Offese tropo gravi perchè la concessione dell‟investitura, a quale dei due
pretendenti sia per toccare, non venga subordinata a una piena restaurazione dei
126
concultati diritti di Santa Romana Chiesa”. Roma, 7 de mayo de 1701 .

Los conflictos, en cualquier caso, no eran objeto de una reflexión teórica de conjunto
que presentase un “orden” alternativo más allá de la solución casuística -límite que para
el sistema traspasa la obra de P. Giannone-. La opción del Emperador, como la política
regia del período precedente, sería la de abordar temas concretos, adoptando una
127
política elástica, según los casos para, en última instancia, evitar el conflicto abierto .
Nada más ilustrativo que la publicación de nuevo de la obra del clásico prontuario de
Bartolomeo Chioccarello, compendio de disposiciones referentes a las atribuciones de
cada jurisdicción que el autor pretendía sirviesen “unicamente al conseguimento della
pace e concordia delle due giurisdizione, e alla quiete de‟ Popoli…”, sin que ocasionase
escándalo a los eclesiásticos para los que podía ser “di molta utilità, anzi che d‟ombra, ò
gelosia” y que al tratar de la investidura -con la que el libro se iniciaba- no dudaba en
incluir, en primer lugar, entre los títulos justificativos del Papa, la “donación de
128
Constantino” .
Se prefería así la solución más aséptica o “técnica” como menos comprometida,
opción seguida, en última instancia, en el caso de la misma Istoria civile. El magistrado
Gregorio Grimaldi no dudarían extractarla y readaptarla, publicando en 1731 una Istoria
delle leggi e de‟ magistrati del Regno di Napoli, en la que se hacía desaparecer la crítica
a la Iglesia, presentándola como una historia jurídica “neutral”, basada en la exposición e

126
Fausto Nicolini, L‟Europa…., ob. cit., II, nº 531, pp. 184-185. Y las disputas, continuarían tras
1734 bajo Carlos de Borbón a pesar del Concordato suscrito con Benedicto XIV en 1741. Desde
perspectiva filorromana, Andrea Melpignano, L‟Anticurialismo napoletano sotto Carlo III, Herder,
Roma 1965.
127
Raffaele Ajello, Il problema della reforma giudiziaria e legislativa nel Regno di Napoli durante
la prima metà del secolo XVIII, Jovene, Nápoles, 1968, p. 51.
128
Bartolomeo Chioccarello, Archivio della Reggia Giurisdizione del Regno di Napoli. Ristretto in
indice Compendioso. In cui si riferiscono per ordine, ed in breve le Scritture, che nel medesimo si
contengono, di Commesiones Reggia raccolte, Venecia, 1721, prólogo y I, p. 1. El libro venía
dedicado al Arzobispo de Valencia, presidente del Consiglio di Spagna en Viena.

38
“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

129
interpretación “correcta” de las Pragmáticas . Es significativo que así concebida,
130
podría seguir teniendo continuidad bajo Carlos de Borbón .
Si se hace referencia ahora a España, C. Álvarez ha llamado la atención sobre la falta
de ruptura que las reformas ilustradas tienen en relación a la cuestión del patronato regio
respecto a los siglos anteriores. Para esta autora, “doctrinalmente, salvo por la utilización
científica de la Historia y la radicalización de sus posturas, poco es lo que estos
131
ilustrados ofrecen como novedad” .
La explicación reside en que si bien la actitud de los ilustrados españoles fue en
muchos casos antidogmática o denunciadora de abusos, la legislación en raras
132
ocasiones acogió sus iniciativas . Un ejemplo significativo lo constituye el
mantenimiento -frente a la propuesta de Macanaz- de las reservas pontificias, o del
derecho de asilo.
Ningún ejemplo mejor que el propio Concordato “regalista” de 1753, modelado en
133
realidad sobre la viejo patronato regio más que en el acuerdo bilateral . Si los
ilustrados son partidarios de afirmar la plena soberanía del monarca en lo temporal,
llama la atención, como observa la indicada autora, la utilización que en él se hace de los
134
términos “cesión” y “subrogación” del Papa -no derecho- en temas de patronato .
De hecho, y por lo que aquí interesa, las propias normas concordatarias -símbolo de
acuerdo, conforme a la distinción del Cardenal De Luca, entre potestades temporales-,
reguladoras tan sólo de aspectos concretos, no dejaron de crear confusión sobre su
posible aplicación en relación al Concilio de Trento, incorporado mediante ley regia al
ordenamiento castellano y otras normas conciliares. Lo ponía de manifiesto G. Mayans
en su comentario al Concordato de 1753, en relación al tema de las coadjutorías:

“..Y dejemos la impertinente y ociosa disputa de si una bula particular puede


derogar un concilio ecuménico y si la permisión de un artículo del concordato del
año 1737, contraria a los sagrados cánones y leyes de España, puede desobligar

129
A ello haría mención el propio P. Giannone e sus “Osservazioni critiche sopra l‟Historia delle
leggi e de‟ magistrati del Regno di Napoli composta dal Sig.re Grimaldi” en Sergio Bertelli y
Giuseppe Ricuperati, Opere…, ob. cit., pp. 555-577.
130
Gregorio Grimaldi, Istoria delle leggi e dei magistrati del Regno di Napoli, Angelo Vocola,
Luca/ Nápoles, 1731-36, 3 vols, el último publicado bajo Carlos de Borbón.
131
Clara Álvarez Alonso, “La dudosa…”, ob. cit., p. 199.
132
José Manuel Pérez-Prendes, Historia…, ob. cit., II, p. 1453.
133
Christian Hermann, L‟Eglise…, ob. cit., pp. 315-320.
134
Clara Álvarez Alonso, “La dudosa…”, ob. cit., p. 197.

39
Javier García Martín

al rey de la protección que Dios le ha encargado como príncipe soberano de hacer


conservar la buena disciplina eclesiástica, no permitiendo que por medio alguno se
corrompa. Supongo que no tratamos de dogmas, porque en tal caso particular lo
contrario de lo establecido en el Concilio de Trento, sería caso de herejía.
135
Tratamos pues de disciplina eclesiástica…” .

La oposición que establecía entre herejía y disciplina eclesiástica era, como se ha


explicado, el medio utilizado para definir el ámbito jurisdiccional “civil” frente al
eclesiástico, ámbito que el estudio histórico de la legislación regia en el pasado debía
contribuir a desvelar. De ahí que Mayans, como Macanaz o Campomanes, rastree
siempre los cánones conciliares frente a las decretales o bulas pontificas para las que,
por lo demás, existía la obligada incorporación previa mediante exequatur en el Consejo
de Castilla.
De ahí que para solucionar la controversia indicada el Concordato de 1753, según
Mayans con buen criterio, optase frente a 1737 por omitir “muchas cosas, por haberse
considerado superfluo acordarlas y concordarlas, estando ya establecidas por los
136
cánones y concilios de España” .
El propio recurso al Derecho canónico originario con preferencia a las disposiciones
concordatarias, aunque pone de manifiesto la pretensión ideal ilustrada, muestra sus
límites.
Una coincidencia tenía lugar, no obstante, tras esa investigación histórico-
eclesiástica. Entre las recomendaciones que Mayans hacía en sus Apuntamientos para
la formación de una librería práctica, no dudaría en afirmar:

“Es mui util leer las obras de Pedro Giannone, i así mismo algunas de los
franceses, recogiendo en ellas las citas de los Concilios i Leyes i escritores de
137
España” .

135
Gregorio Mayans y Síscar, Observaciones legales, históricas y criticas sobre el Concordato
celebrado entre S. S. Benedicto XIV y el Rey Católico D. Fernando VI en 20 de febrero de 1753,
uno de los principales que rigen hoy la relaciones entre el Estado y la Iglesia, Establecimiento
tipográfico de D. Ramón Rodríguez de Rivera, 1847, p. 263.
136
Ibid., p. 277.
137
En Antonio Mestre, Ilustración y reforma de la Iglesia. Pensamiento político-religioso de Don
Gregorio Mayáns y Siscar (1699-1781). Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1968, p. 367.

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“1707, Los límites del orden. Ley y religión en los reinos civiles...”, iustel.com, e-LHR, n.º 3, enero 2007

VI. CONCLUSIONES

La utopía desacralizadora de un “reino civil” a principios del s. XVIII conllevaba


decisivas implicaciones para el “orden” del Derecho, sobre todo, si se tiene en cuenta
que era la ley regia la única a la que competía no sólo realizarlo sino a menudo definirlo.
El carácter vicario característico de las monarquías católicas conllevaba no sólo la
incorporación en el interior del reino de la normativa canónica o la intervención de la
jurisdicción eclesiástica en concurrencia con la regia en los denominados casos mixtos,
sino que suponía en última instancia, convertir al monarca en intermediario normativo
entre sus naturales y ortodoxia definida por la Iglesia católica, afectando a través del
juramento al propio vínculo de naturaleza en materia jurisdiccional.
El valor que a partir de la Paz de Versalles y la Paz de los Pirineos adquirirá la ley
territorial frente a la costumbre y el Derecho público frente al privado, como garantía del
orden, proporcionarían las condiciones para idear órdenes jurídicos alternativos. La
reflexión, en los propios reinos católicos, sobre el carácter meramente formal de ese
orden, resultó posible a través de la labor de los juristas humanistas, cuya valoración de
la historia jurídica contribuyó a relativizar, en alguna medida, el orden escolástico. Si en
el caso peninsular la “crisis de conciencia” de finales del s. XVII no indujo a los juristas a
cuestionar ni la dependencia de las decretales pontificias -procurando eso sí clarificar la
casuística del fuero mixto-, ni el “modo de gobierno” de la Monarquía sí favoreció, en
cambio, la primacía de la ley sobre la costumbre. En el caso napolitano la obra de
D‟Andrea, sobre la base del supuesto “Grocio católico” supuso un intento de encontrar
un fundamento universalizable del “nuevo orden” que transcendiese la catolicidad para
encontrarlo en la utilidad pública, identificada con el fisco regio como medio de limitar
mediante la actuación regia la diversidad jurisdiccional.
En este contexto general, la Guerra Sucesión española y en especial los debates en
torno a la “investidura papal” napolitana, contribuirían a remodelar las propuestas.
Herederos de las tradiciones interpretativas de sus reinos, con el límite de la “razón
cristiana”, Pietro Giannone y Melchor R. De Macanaz buscaron perfilar, uno mediante la
costumbre revestida de razón civil, y el otro en la ley regia visigoda los fundamentos
uniformizadores de un “nuevo orden” que no dejó de poner en cuestión la “razón de
religión”. El exilio de por vida al que ambos se vieron obligados muestra que en el s.
XVIII seguía sin haber otro orden que la religión.
La religión, como ámbito de lo sagrado y como tal no clarificado, se presenta así no
sólo como límite del sistema sino como referencia obligada a la hora de intentar
caracterizar, desde la actualidad, la época ilustrada. Como tal no sólo afectaba a la
posible definición de “derechos” individuales -no reconocidos hasta avanzado el s. XIX-

41
Javier García Martín

sino a la concepción de la potestad normativa del monarca y sus límites de actuación, lo


que introduce una perspectiva de análisis que, cuando menos, proporciona complejidad
a la hora de tratar los cambios ocurridos en 1707. Si el término “absolutismo” entendido
como voluntarismo para referirse a la actuación del monarca medieval y moderno es hoy
objeto de cuestión por parte de la historiografía, será necesario definir previamente ese
“orden” al que el monarca mismo viene obligado a sujetarse.

Recibido: 8 de enero de 2007


Aceptado: 19 de enero de 2007

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