Está en la página 1de 3

«Volveré a la casa de mi Padre» Lc 15, 18

Taller de oración de presencia

Paso 1: Entrar al corazón

Introducción:
La oración de presencia implica, como se dijo en la introducción, aprender a entrar en la
propia “habitación”, en lo secreto, en lo que nadie ve ni conoce a menos de que lo
queramos expresar.

Este paso de entrar en la intimidad implica aprender a cerrar los ojos al mundo hermoso
que nos rodea para encontrar otro mundo también hermoso que es el de la interioridad.

Lo primero es hacer un camino, adentrarse a lo más profundo de nuestro ser para


encontrar nuestro centro. A partir de este centro somos, existimos, nos expresamos,
manifestamos eso que llevamos dentro.

¿A dónde queremos llegar en este camino? Al corazón tomado desde la mentalidad


hebrea.

El corazón:
En la mentalidad hebrea, el corazón tiene una connotación distinta a la que conocemos
nosotros. En occidente, en la poesía medieval, a partir del s. XIII el corazón se convirtió
en la sede de del amor y la afectividad.

Para la mentalidad hebrea el corazón es mucho más que eso. Los hebreos sitúan en los
órganos del cuerpo algunas potencias espirituales. En el caso del corazón se sitúan varias
potencias espirituales.

Identificando algunos matices de este amplio concepto nos ayudará para comprender
qué es lo que estamos buscando cuando hacemos este camino de interiorización.

Lo profundo
Para los hebreos el corazón designa lo más profundo, lo íntimo, lo oculto, lo
inexplorable… así es como el libro de Prov nos lo ilustra utilizando la imagen del mar
hablando de las profundidades marinas utiliza la imagen del corazón del mar.

Nosotros estamos invitados a adentrarnos a esas profundidades, a esa zona oculta y que
nadie puede explorar más que nosotros. Busquemos nuestro centro; nuestro corazón.

Para los hebreos el corazón es la interioridad, la intimidad, el centro de la persona, la vida


íntima del hombre. En la mayoría de las culturas el corazón designa el centro, lo íntimo,
lo más profundo de la persona. P.e. Los egipcios al embalsamar los cuerpos de los difuntos
extraían todos los órganos excepto el corazón que garantizaba la vida futura. Es por eso
que, para muchas de las culturas de la antigüedad, el corazón es el centro de la vida del
hombre que vive conscientemente.

Desde ahí el hebreo es. Dice Proverbios «por encima de todo custonia tu corazón, porque
de él brota la vida» (Prov 4, 23). Esto quiere decir que por muy oculto que le esté al
hombre su corazón ahí se decide lo definitivo de la vida. Ya lo dirá Jesucristo más adelante
identificando el tesoro con el corazón: «Donde está tu tesoro, allí estará también tu
corazón» Mt 6, 21

La razón
Derivado de esto, los hebreos situan en el corazón las potencias espirituales más
importantes. En primer lugar la razón. Para los hebreos el corazón es la sede de la
inteligencia y de los pensamientos. El libro de Eclesiástico llegará a definir al hombre
creado con un corazón inteligente. Por lo que se considera una mente integrada a los
afectos. No una mente fría, ni disociada, sino integrada en un solo órgano; en el corazón.

De aquí se derivan dos consecuencias:


• En el corazón el hombre juzga la realidad y es capaz de discernir sobre ella. Por
eso el libro de Proverbios presenta el ideal de recibir la sabiduría al corazón:
«comprenderás toda conducta buena porque entrará la sabiduría a tu corazón»
(Prov 2, 9-10).
• En el corazón el hombre recuerda, tiene memoria. Es ahí donde se localiza la
memoria espiritual que es capaz de recordar las acciones de Dios en su vida. En
la Biblia se insiste con frecuencia el aprender a “guardar” o “grabar” las palabras
o las acciones de Dios en lo más íntimo del corazón (cf. Dt 11, 18 contexto
filacterias).

Centro de los proyectos y las opciones decisivas


En consecuencia, el corazón, al haber comprendido lo que es bueno para el hombre, ahí
mismo, desde la mentalidad hebrea, el hombre elige, opta y se adhiere a los proyectos
que considera valiosos. Lo que el corazón ve claro, éste se adhiere a ello, lo ama, lo elige
al sentirse atraído y fascinado por ello.

Por eso se considera que el corazón puede amar (Dt 6, 5) entregando conscientemente
la voluntad.

Pero el corazón también se puede endurecer, es decir, se vuelve empedernido,


insensible, inamovible. El salmista invita a la asamblea a no endurecer el corazón (Sal 95,
8).

Asiento de la vida emotiva, de los sentimientos


Se refiere a la sensibilidad y emocionalidad. Sentimientos: dolor (Is 1, 5; Jer 4, 18), alegría
(Ex 4, 14), miedo (Dt 20, 3.8), duda (Ecl 2, 20), ánimo (Sal 40, 13), angustia (Sal 25, 17)
etc… (Is 65, 14; Dt 20, 3).
Los ojos:
Para la mentalidad hebrea, el corazón y los ojos están íntimamente relacionados. Se
consideran los ojos como correspondencia exterior del corazón. El ojo refleja la vida
interior del hombre.

Jesucristo lo dice con estas palabras: «El ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tu ojo está
sano, todo tu cuerpo estará iluminado, pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará
oscuro.» (Mt 6, 22).

Conclusión:
Es ahí donde hay que aprender a entrar. Hay que preguntarnos ¿Dónde está tu corazón?
Encuentra tu corazón para que ahí puedas encontrar a tu Dios.

Ejercicio:
Audio que acompañe para introducirse al corazón. Escribir al final de la experiencia ¿Qué
identificaste? ¿Te fue fácil hacer silencio del exterior? ¿Pudiste descubrir tu interioridad?
¿Hubo algo que freno tu acceso al interior? ¿Qué pudo haber sido?

También podría gustarte