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Historis
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Capítulo primero
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católica de la misa. Y, s¡„ ,.In,
atacaban la coiieci’ disciplina había Lomado pronó ^ ^
p e s t e * - - - *• ü a s
M W'l,líI,,le s son tan públicos
Nu^ÍZadores mercaderes y artesanos
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ver lía en nuil posilivo. En csia atmósfera de pesimismo e inquietud, se
tendió Inicia un cierto inaniqueísmo, y la justicia de los hombres se hizo
más dura que nunca, por !o que, enfebrecida, buscó y castigó los delitos,
tanto los verdaderos como los falsos. El horror religioso al pecado y
la casi total ausencia de noción de las «circunstancias atenuantes»
hicieron que los Últimos siglos de la Edad Media fueran la época de la
crueldad judicial. En aquellos tiempos de generalizada superstición, se
creyó en la realidad de los aquelarres diabólicos y en los vuelos de las
brujas. La bula Summis dcsideranles, de Inocencio VIH (1484), y toda
una siniestra literatura, cuyo ejemplo más afrentoso es el M alleus ma-
leficaru m -—el M artillo de las brujas (1487)-—, fomentaron la búsqueda
y castigo de las personas de quienes se sospechaban que estaban entre
gadas a Satán T.
Precisamente porque la gente había visto ya muchas calamidades,
esperaba que llegaran males peores. Gerson creía que el mundo tocaba
a su fin y lo comparaba a un viejo delirante y titubeante, víctima de
quimeras e ilusiones. Predicadores exaltados, y generalmente sospechosos,
hablaban a las multitudes de la próxima ruina de Roma y de la Iglesia,
y les hacían entrever espantosas catástrofes. La venida del Anticristo,
tantas veces anunciada, parecía inminente. San Vicente Ferrer y Savona-
rola la anunciaron en sus vehementes prédicas, y Lúea Signorelli pintó el
célebre fresco de las fechorías del Anticristo en los muros de la catedral
de Orvieto. Hacia 1500 se publicaron Vidas del Anticristo en diversos
lugares, tanto de Alemania y Francia como de España. En la creencia
popular, el reino de este enemigo de Dios y del género humano sería la
antesala del Juicio final. Los artistas representaron profusamente el tema
del Juicio final del mundo pecador en la piedra y en los libros, en los
tapices y en las vidrieras. El A pocalipsis conservado en Angers (segunda
mitad del siglo Xiv), el de Durero (1498), el Giudizio universale de
Signorelli, en Orvieto (terminado hacia 1504), son tres testimonios,
entre otros muchos, de la angustia que dominaba a las masas y a los
dirigentes a fines de la Edad Media.
A propósito de Durero, E. Delaruelle escribe que aquél, en su interpretación del
Apocalipsis se revela como «gran inventor de gestos trágicos», mientras que des
cuida los episodios luminosos y más suaves de la obra en beneficio de los pasajes
más violentoss.
Es cierto que antes de 1350 se había representado también la escena
del Juicio final en los tímpanos y los muros de las iglesias, pero el
infierno se representaba sin estridencias. A partir de la peste negra, los
artistas se deleitaron mórbida y complacientemente detallando la gran
variedad de los suplicios del infierno. En un T ratado d e las penas del
infierno y d el purgatorio, publicado en París en 1492, se ve a los envi
diosos precipitados en un gran estanque, que se esfueizan inuti men e
7
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7 ' 11 Z" ’ s<'’ l""'r 1,1 1>CS<> de sus cuerpos y el „ ,
;m.cvo ™ « 1 «B>« infernal; una multitud d?" ^ P c r o ,
i ‘ ' "u " 1UCr< ° a los Perezosos; diablos armadn*S<irpieme>> v ’’ su'n.„
,} t ol»sos a tragarse enormes sapos,J En el I de tr>dcm,5 ’n',ristri':':
f e sc convierte en un monstruo l ¿ant? * ^
4 Y (ln los condenados. g a te s c o que SfJ L du<]Ur}
.
U muerte fue el eran teína , u í „__ .. A Hütrr. A Üt-"
J‘ulrt de
Media, y a ella se di \ gran tcj™ ¿c la iconografía A "
«Resuena sin ces ar Ta“ 10 mas importancia que alal JuW icio1 ? " * 6, la baja t ,
a Mamada del mement.n ___- , ó ^nal v al ;..r. E *ad
ios frescos, en la literatura, en las P durante J ‘ .'.‘"Üen,,
m uerte es el gran personaje de la época " 1 ‘ ° 5 lib™s d é ^ "• Ee
«nciano siniestro, portad or de un reí .i d’ epresem ada en f0 bora3> la
de D urero, en form a de arp ía con a l-id l ° a re n a i °°m o en , 113 de un
^anto de Pisa, o bajo la ap arien cia de u n T ^ ® 0 ’ ^ m o e„
con una guadaña, o con una S a
b arroco tirado p or hueves A
de los T res
V
m u llo s y l
* eSqU elct0 gesticulan, ? * P *
, y a veces montado
' SÍgl° XI»
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i7le 'Id a , y se,lo«í.r “ luBril,m s»- l'» e ex a lta d a la sun„ „ .
iflindio el tema del la g a r m ístico Je »ús, f,„
SI
«le- Arno.il (.rebatí, fue el más célebre de lodos l f 7 ° de lu 'ns
contados hasta entonces. s ^r^sterio* ,l'
a s - 1■« s=áSre5« «
» * = = . -— « • ' V7 s : j . í n r r r ; ± “
historiador ha estnKl^- i
^ c a ' d e t l r r o ^ ^ ^ , “ e. 7 * *“ — ■«. «elación entre la
euentas establecido s.ena^acio que «esta iv,I>at,0, en1 as ferias practicado en la
5 da por la Iglesia ronu?! ¿ f nca de dePÓsitos y transferencias de
10 re e* tesoro de las gracias de Cristo
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i sanios, cámara de compensación de los excedentes de pecado y de los
y ^l' " ,s (jc santidad, concebida sobre el modelo de pago en las ferias, ponía en
j xccdcn (j-ji ^ UH|0 (.| ¡lnpCr¡Uf por intermedio de los Fiiggcr, sus cupones de
v ‘».,íJ '"i ,|c* redención en el más allá»12. Cristóbal Colón dijo un «lia: «Id oro
‘1¡VU1 ¡'«oro y quien lo posee tiene todo lo que necesita en este mundo, como tiene
t iábicn el me*lio de rescatar las almas del purgatorio y de enviarlas al cielo» ' .
Ciertamente la Iglesia enseñaba que era necesario confesar y comulgar
, ua obtener indulgencias, y además no señalaba como condición única
v necesaria para conseguirlas la entrega de una limosna. Pero, sin duda
alguna, los pueblos del Occidente medieval, temerosos, exaltados, igno
rantes, que vivían, en algunos casos, al borde de la desesperación, ere
yeron que podían «comprar» su salvación, o al menos trataron de creer
que tal trueque era posible. Sin embargo, los pueblos conservaron una
duda, y esta duda constituyó la angustia de fines de la Edad Media, que
explica el éxito de Lutero. Es cierto que la anciana madre de Vil Ion, aun
sabiéndose gran pecadora, estaba segura de su salvación, ya que poma
toda la confianza en los méritos de la Virgen:
Señora de los cielos, regente de la tierra,
emperatriz de las infernales lagunas,
recibid a vuestra humilde cristiana,
que sea contada entre vuestros elegidos,
a pesar de que nada vale.
Vuestros bienes, mi Señora y Dueña,
son mayores que mis pecados;
sin aquéllos el alma no puede merecer
ni alcanzar el cielo 14.
Pero este optimismo aislado queda desmentido, en el plano socio
lógico, por la fiebre con que Luis XI, dominado por el pánico a la
muerte, acumulaba medallas piadosas, reliquias e indulgencias, y por
el gran canto fúnebre de aquella época, el Dies Irae, compuesto a fines
del siglo X I V :
¡Qué pavor para el pecador,
cuando sobrevendrá nuestro Señor
para escrutarle todo con rigor!
¡Ay! ¿Qué excusa alegar?
¿Para mí, qué patrón invocar
cuando los más santos deberán temblar?
¡Día formidable el que el hombre en duelo
se levantará de su féretro
para el proceso de su orgullo!
En el Dies Irae el hombre aparece absolutamente solo frente a su
Juez v ni la Virgen ni los santos acuden a ayudarle. La doctrina lute
rana de la justificación por la fe fue la respuesta a este poema desga
rrador. Posiblemente el hermano Martín encontró en las Sentencias de
Pedro Lombardo elementos para esta respuesta, que deseaba también
toda la corriente agustiniana (a la que pertenecían Bradwardine, W yelif
11
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> I m-ix m i L Sin l'lilUl 1i; m. 1¡< i i'sjnu'sln yji
misino l)¡,\s h m SÍ(¡,,
<‘X| >it
' ,1
Jn, / pavoroso, Señor nlisolmo '■n
M icc ió n m u ,'ira para tus elegido*
I Heme de amor, sé mi salvación » ’
1 lOf Muo teimun el infierno. Lulero les diio- .n .* . ,
Laa de
L (l(,smflnmrin „ a ____-- i __ <lLadf
^ o rd e n a d a a d o ra c ió n p o r la V irg e n y l os
r e fle ja n el d e sa rro llo relim - •o soAd * y ios santnc . i
1 . ,7 ^ i
O ccid en te y Igioso de fines de la Edad Media’ F, Z s /r“S
>’ 1las o tra s c a la m id a d e s de 1 __ . 1 LlSlna V
fieles la necesidad de c r Z 7 Z l Z ,a. epoca « iv a to n aún m ;15®8 ^
sostenidos, e incluso abandonados p o T lT l ^ Slnti?t0n desligados6" '°S
numero de sacerdotes, y sin e m b a Z I £ Es,a c° " t aW , pM»
multiplicación de L,c J -u m„arS° habia falta de ello* graa
n í a . í £ o “: t ' r £ z m “ i : s ~ T .ú e
térro parroquial en manos de capellanes m e d ^ abandono del minis°
f-s i
que desorientaban y alarm aba! a los p J wos T ^ f °t0 tras interdicto,
excomuniones, porque los in te rd i^ ! n i cu tian o s más qUe las
temporal del cuf,o. Durante . H n -T ^ la
tres anos el interdicto; Zurich, diez - T j l m Z ^ S1f '° XIV’ Evfurt s«fn6
Alejandro V I consiguió vencer h U Z ’ T L Francfort>veintiocho,
gar un interdicto contra Florencia Tal de Savonarola al promul-
lorizar los sacramentos. Una de ’ l Z , ! — eS°? contrilray « o n a desva-
piedad del siglo xv fue la tendencia a '^ “ “ P3 '65 cayacledsticas de la
a preferir las procesiones a la misa e l L V ^ * ' ltUr^la tradicional,
ostentaciones de flagelantes a la »enT ni 0 a *a comunión y las
ser de otro modo sí los fieles i T1 ^ ea Parrocinial. Pero ¿cómo podía
hallaban lejos y separados del * mCn° S en laS PrinciPales iglesias, se
si se decía la misa en latín leirnua aue r^ aS ° P° r U" a tribuna elevoda>
que nadie explicaba a quienes no Z ™Uy P,?Cas Personas entendían y
a seguirla? Al escuchar n lnc - r cornPrendian, ni nadie los ayudaba
nos de entonces se sentía " r procllcadores más vehementes, los cristia-
generosidades, las conversiones, a todas las
pueblo presenHab-q i • J SOS5 y, sm embargo, ¿no es cierto que el
& ta lesV teresara /v e'miSa ° ° ? , lndif“ a ? Y aun en el caso de que
, 6 vcían en ella algo más que una ceremonia mágica?
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purldo cristiiijio ilm a la deriva >■. Para que se apaciguara su an garia,
prosa tía poi el Utos ¡rae, ora necesario tpio los cristianos csiuvieran
guiados por mano firme, La Reforma protestante primero, y la Contra-
rreiorina católica poco mas tarde, se esforzaron, cada una a su manera
en responder a esta necesidad.
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li,s *1«mirras de un mundo lmmnno nutúnumo. ¿ q - s
Oivmu previo una separación sin fricciones e n tre V -n '0 íi9tü der
iva 1¡dad. quiso aumentar deliberadamente la imno-ro 18.dos
on la Iglesia, en una época en que todos Jos actos dc l»s |. "
mi significado religioso. ' a So<dedad
l‘d historiador debe esclarecer también otra fo n m i • " Uln
que aparece frente al individualismo la ico : el aue ^ lndividualiStv
pim ad personal. Geert Grool recomendaba a sus herm-n ° r ij SI)0nde a t°
esta piedad personal, que impregnó la obra cumbre dV ? C017 l«nidaS
u igiosa de la ép oca: la Im ita ció n . L a expresión más Vpl ' a ilefatura
forma de vivir la religión dio lugar al m isticism o. Los de e*a
l t l° ~ T 611 eSpCCÍai Ruysbroeck> Dionisio e S 05 la^ c o s
E ckart y I ’au ícr— entraron directamente en contacto con V ^ Mñestro
divinidad al apartarse de los cam inos de la teología r a e i S i 1T}sondable
al negarse a seguir viviendo conform e a la imagen relim o! ytdeductiva,
> al superar los medios sacram entales ordinarios A tradlcional
con Dios. rios de comunicación
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i'jrivito, por las sorprendentes victorias militares de f.
(linaria carrera y ,u>r su inteligencia, es el
coimKnedoi del i mal de la Edad Media. Pero que tan singular destino
lKtva podido producirse en Francia y en la Iglesia del siglo xv es también
señal evidente del resquebrajamiento de las estructuras y de la profunda
división de los espíritus.
2. D e s p r e s t ig io del sacerdocio
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d¡ ' Il,ri¡' Magdalena. K1 dominio de la le era asaltarlo por Un:, ,,1 ,
l>r®f»nos. Por otra parle, esta invasión, de la “ „“da d<=
' 1,1,1 1"■’ laciamente conscientes, sólo podía j)rodncirsc en inri o^J-0?08
>atnrada de preocupaciones religiosas; pero ¿podía la figura del ®d
srut*'su0 fnerza V * " ' M C' im" * " or¡S inalidad >' cl llal° dc s o le d a d " ,^
Nxto 1\, obrando como cualquier otro príncipe secular se
la conspiración de los Pazzi; Inocencio VIH y Alejandró VI ^£
JOS naturales; Julio II no se contentaba con declarar la guerra sin*
<iue cl mismo, con casco y armadura, la dirigía en el campo de batallé
-con \ era mas aficionado al teatro que muchos laicos. Bastantes obis.
,H,'_ 'ij>an en las cortes y se dedicaban a la caza. Cuando David de Brí
P "ia , hijo natural dc Felipe cl Bueno, fue nombrado obispo, se presentó
en la catedral con armadura, «como un conquistador, como si fuese im
])nnc,pe secular» (Chastellain« ) . Los obispos de Estrasburgo habían
pcidic o la costumbre de llevar la mitra y el báculo. Muchos prelados
o decían misa en raras ocasiones. Gran número de sacerdotes, en el
ajo clero, vivían en concubinato y tenían hijos bastardos, cosa que
por otra parte no significaba que llevaran una vida disoluta. Vestido^
como el resto del pueblo, jugaban a los bolos con sus feligreses, iban a
a taberna y tomaban parte en los bailes pueblerinos. Poco antes de la
x 'forma, el obispo de Basilea, Cristóbal Von Huttenheim, recomendaba
^ los sacerdotes de su diócesis «que no se rizaran el pelo, que no comer-
• mían en las iglesias, que no provocaran escándalo, que no vendieran
licores, que no se dedicaran a la compraventa de caballos y que no
adquirieran objetos robados» 22. 3 4
Las ordenes mendicantes contribuyeron también a desacreditar al clero
secular. En 1516 un fraile jacobino 23 de París hablaba así;
16
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ii,i iit' **. • I" ■I.ntu. m** *1 l’.i ni i'iiii i \ la rnnfr»ión S \i ?rl»£i«.n llalli»
• ,," U , -‘ l • »rno no ib.; , P , , ;tu . u
fig,,ra drl ^ w rdo,V >r caréctrr ^ r .i .l o 1 , ,|pt,no..n
*" y a como lo at^timian U ,
M,|,|r\m unir- «Ir \\ \cI»I \ Juan llu--.
Wx r l . í . ni m. admitir lo* sacrmnmto**. niega también la \ a \c m a
j r r a r q m r a . l-o* sacrrclotr.'* - que dehrn sor todo* iguala sólo serian
1°“ d.-pninml.im, ,lr )a |,a1“l»ra, poro es Dios quien obra en nosotros al
cnlrogiirnos su doctrina on la Biblia. Pocos años después Juan l l u -
|ii< di' .i q»M on . .icr rdf>i< « n pecado mortal no p> un \erdarlero sacerdote,
afirmación que es extensible a los obispos y al Papa:
|,,h .arerdotes que viven bajo cualquier forma de vicio mancillan el »n«b*r <a«*.*r
dotal, y como hijo» infieles juzgan erróneamente acerca de los siete sacramentos
di I* Igjcsi** «« *as ,,aves* deJ o s oficios, de la^ censuras, de las costumbres, de la
ceremonia**, de las cosas sagradas «le la Iglesia. <b*l culto «le las reliquias «le la* imlnl-
grnrins, «le las onioncs...
Nn.lif «s representante «le Cristo o de Pe.Iro si no imita también sU< ros.
lumbres...» ‘
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1 '! ' n ,ll/’"’u,n <i’’ 1,1 *'**1 repitámoslo, demasiado nrofuml«
" 1,1,1 Pnru *||11’ lu Iglesia y el Estado pudieran delim itar -,r* •,tl( 1|,,;
dominios. O bien la Iglesia tendía a s o m e ^ T "
■ secular, cuino ocurrió en tiempos de Inocencio I I I , \
I r" )riiin(,s 'raliilian de imponer su propia dominación a |a Im ,,’-11
' * , ,11 ^on'lacio
........ ........ . \' I I I frente
"uno- a Felipe
v cupe el
ei Hermoso, la larua
lar^a (w.r.
n< 1
a sede n ..n Si,',i;n« .... ..i • • «• P Perm a-
r'.' ’ l' r " s,:,Ir “I-OSK'-Iiüa en Aviñón bajo el dominio cfectfvo , l e T
l?.y„ v v ,V ‘,ní.,a’ 0 resisl0" ci“ 'lo Lili* IV «le lloviera, excomulgado .
X X finalmente el Cisma «lo Occidente, disminuyeron el p restí?'
"?firiul° VIO»»" Cristo. Dante, Marsilio «le Padua y Guille™^? °
><am exaltaron las funciones «lcl emperador como legislador humano ?
pumo '(.'guiador «le la sociedad cristiana, que sólo podia «er rosno'
cchle am e D.os, Por su parte, Juan Huss afirmó: P° n-
«leí poder ‘Imperial’?1» ' M Cm‘,cr* 'k,r y la l,rin,oc¡a « ¡ " « ¡ ‘ uciSn (lcl papa,!».
an,e t hab!a
con frecu en cia com o p rín cip es las autoridad ° S P.ap as se com p ortaban
^•Ts^T¿¿•t*SSvaa.‘3s r a
z ;:z h: > "* s “ ; " ¿ s r t ,*
“ S a s ta” i 4“ i
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Ames nu'liiso del (.oiiconlnto ilo 1f>1(>: «El consejo <1.1 rry (.Ir Francia) «l.rcidc
iUMivii «l.1 i. mIo : i-roa, uno o sopara lus cargos eclesiásticos, se pronuncia sohro las
fundaciones y los legados, arbitra las competencias en las elecciones; el rey .la
fuerza ejecutiva a los cánones, los quebranta, ordena la proclamación de los con
cilios. Conseguida una conquista judicial paralela a esta conquista administrativa,
el Parlamento ha llegado a ser «competencia en último extremo», incluso en materia
eclesiástica, juzga sobre los cargos clericales, sobre las obras en lo> templos, sobre
las \otacioncs de los capítulos, sobre los estatutos de los sínodos; condena a los
obispos a pagar multas, retira las censuras puestas por ellos, supervisa indulgencias
V confesores, autentifica las reliquias e interviene en la redacción de los breviarios.
Es un «cuerpo místico» cuyos oficiales no pueden ser alcanzados por la excomunión.
Es cierto que esta compuesto de eclesiásticos y laicos, pero el número de los primeros
va decreciendo y por otra parte su lealtad no tiene nada que envidiar a la de los
miembros laicos»28.
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c.,oro fIl,icn «firmaba esto en los Estados Generales ,\ t
V . " • *'no resultaba fácil llegar a la conclusión de que un 1 • Uri
' M,l s,m,a r,Si un sacerdote más verdadero que un mal eclesiástico1? 0 df;
b» noviembre ,le 1431. durante el concilio de Ba=Uea. los husitas fijaron
i *' |pl,‘s,n de aquella ciudad un manifiesto en que c*. leía- r> en la
. a hacer D.o, más caso t|c las oraciones de los clérigo, v su rostro r ' o n ¿ .- r ^
1 " sus suntuosas vestimentas, o por su avaricia y su lujuria?»». 8
C. L a B ib lia. H u m an ism o y R e fo rm a
1. L a aparición del libro
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' CUI r r ^ l ^ '
d.irigí¡i lt* siMjicdnd sabía leer y se apasionaba cada vez más por la
palabra escrita.
Petrarca y ISficolás de Cusa buscaron y descubrieron manuscritos de
obras antiguas, liessarion dio a conocer Platón a Occidente. Esta pasión
por la palabra escrita, que es la fuente del humanismo, fue reforzada y
difundida gracias al descubrimiento de la imprenta. Desde un punto c
vista religioso, la aparición del libro impreso produjo una verdadera
revolución con relación a las necesidades espirituales de la época.
Adolfo Occo, médico del arzobispo de Augsburgo, escribió en 1487: «La imprenta
lia iluminado este siglo gracias a la misericordia del Todopoderoso, Este descu n
miento permite (a la Iglesia) ir al encuentro de su esposo adornada ma^ rica
mente» ,1>.
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1 Vh-maiiia rf-1»*•- .-» «h> Biblia*. ,]«• doctrina* ^\ur U i
dr 1 !’»'!» ' <i. I¡tm>s >rnn'jantf>. S- l.nn lleca,], , Snlvnc,°». dft r(!i
v ’ >l ,l'1 Vu«^»s y más vueltas a la Biblia, hTha* xU "*
£ ... ¡,,l,S' • e , pone * » « " peligro la fe y la Biblia, que es eM ’ L ' r V'
muchn, ,'iilnvio^ r \r ‘,S c,,atro 7 ítf do5 in l,ar,'a (it: l’edra. n iy"Í!,,f,':,ll(' «t
vcrdvl In s > caiastrofcs, vn que desde ahora no podrá saberse , u T ^IX'rn.
ro o i ; r ,1,ia, Lr r ,.ura l,0r l]prir,n vuelta d d r S :
« a .n lS e V : ,a vw* dc .,a dí™ verdad. H i , » * . al
lorio pi pa[. , na ? ■ Hn ^nviacio a.?u mensajero para que difunda la mem **•
en i™ ¿ P'i “ MM n,n“ ,U - " " a ,IoC,r,na dc « « re s p e n é u T S * ! '
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Navuni Tcslamcnltini, no
t,n ,.| ( iu in c u p lc x ¡\ sallcriuni, y Erasm o, en el
lindaron en co rreg ir o ignorar la / ulgata-
*/7 Yonirn Testamentum de 1516 —escribe ButaiUon . Pr«J< "¡^ an ti^ eltá «sia-
Si, razón de ser es la reconstrucción deí texto gricg . ^ manuscrito ninti-
lileeido con mediocre cuidado, ya que Li asmo, que ■ Vuleata los versículos
a,lo del Apocalipsis, no duda en traducir al griego segu r la
' ‘ le faltan. Al texto se le añade una nueva traducción launa, c n P ^
-instituir a la Vulguta, pero que es profundamente rev®.j®,0',“" ’ como si hubiesen
que tiende a hacer vivir las palabra# divinas con " ^ í c consagrada por el
.'stailo demasiado tiempo prisioneras de una traducción % ’
uso secular en liturgia y teología»
Siguiendo en esto el ejemplo y los métodos de Erasmo V ^
Latero profundizó sus conocimientos de griego y hebreo p<
la Biblia al alemán.
El humanismo, en conjunto, ha sido mucho
,
mas ic í g i ^
A
Atiíornn
, e
jas
Jlil liuillcuixaiiiw, cu *— ------- --- i , , ' v(- n
se ha sostenido durante mucho tiempo. Cierto es que se P J
extravagancias de la «Academia romana» y las genuflexiones de Fom
ponio Leto ante un altar dedicado a Rómulo. Ha habido cosas inas g ’
como la obra materialista de Pomponazzi, ^^(15X6)
V sobre todo, el gran libro anticristiano de aquellos agitados tiei i ,
h príncipe, de Maquiavelo (1516). En conjunto, s.n embargo, los
humanistas fueron religiosos, pero independientes.
Redescubrieron la Antigüedad y enlazaron con el verdadero A
tóteles fueron lectores de Platón y Plotino, y encontraron un gusto
especial en sumergirse en los escritos esotéricos atribuidos a Hermes
Trimegisto. Evolucionaron hacia una concepción optimista del hombre,
m,e fue común a Nicolás de Cusa, a Marsilio Ficino, a Pico de la Miran-
dola a Tomás Moro, a Erasmo y a Rabelais. Descubrieron cu e a ni
humana una aspiración natural hacia Dios y hallaron en cada religión
, á manifestación al menos parcialmente válida de este impulso hacia
i A’ -*nn F1 Congreso de todos los sabios de la Tierra, preconizado por
N icolás de Cusa en su De p a cefid ei3\ la Teología platónica “ de Marsilio
Ficino el intento de conciliación efectuado por Pico de la Mirándola
entre ías enseñanzas de la Iglesia y las doctrinas que según, el, habían
precedido al cristianismo, incluida la Cúbala, el celebre Discurso del
mismo autor sobre la dignidad del hombre, el deísmo ampliamente tole
rante de los habitantes de la topía«, son otras tantas
U
sentimientos optimistas de los humanistas.
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. ,|;||l(l<* i» Suil a,;° nS;,‘jÓ
.«•levre «1 ■ a., ‘I11M.Htras
miesl ras obras, <l»ecS insig.
i— - ........■£*
*1 mentó ¡oSj qiu. |<> es todo». Pero
la gracia <« ’ or de Lotero, no daba
,r - .r r d c s lin a c )o n st.
I.rfevre, ni q««™ «c ,ia soluto. Kcchawibo la prcci y x
a esta afirmación im valor a , ¡])rc albedrío.
esforzaba en conciliar la g>‘» « - „ o„.iginal,
,Q r‘ pero en general no
Los humanistas no niega» el pe r c|
, camino de la desesperación,
insisten sobre él. No iban ha^ a P ' f crédito al hombre para aceptar,
co.no Lulero. Concedían d" Y d o c .r i n a protestante de la predes-
cuando llegó la hora de la elección, I <]c desaprobaban la
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IVro, ¡i fuerza de puriíicar e interiorizar la religión, ¿no corrían
ciertos Uunmnislas, especialmente Erasmo, el riesgo de desencarnarla?
Mejor dicho: esta «filosofía de Cristo» de la que ya hablaba Petrarca
y a la <iiie Erasmo y líabelais se adhirieron, ¿seguía siendo una religión?
¿Debía mantenerse una liturgia? ¿No se veían comprometidas con esto
las creencias fundamentales del cristianismo?
En el coloquio El náufrago, Erasmo pone en boca de lino de los interlocutores
la siguiente broma de singular audacia: «Antes era Venus quien protegía a los
marineros. Decíase que babia nacido de la mar. Ahora han cesado sus funciones.
En lugar de esta madre que no era virgen, lian puesto una Virgen que era madre» .
En realidad, para Erasmo, había un importante aspecto mitológico
en el cristianismo. ¿Creía en la divinidad de Cristo y en la presencia
real en la Eucaristía? Anunciaba ya la crisis de la Encarnación que
señaló el siglo XVIII, La religión de Jesús, según expresa en una de sus
cartas, «no era otra cosa que una verdadera y perfecta amistad» 4L
Así, el humanismo preparó la Reforma en dos sentidos: contribuyó
a este retorno a la Biblia, que era una aspiración de la época, e insistió
en la religión interior desvalorizando la jerarquía, el culto de los santos
v las ceremonias. Pero su concepción del hombre coincidía más con
el catolicismo — al menos con el del siglo xx, que repudió al jansenis
mo—- que con el pesimismo luterano y calvinista. «Demonial Calvino,
impostor de Ginebra, engendro de Antifisia», exclamó Rabelais. Sin
embargo, en su filosofía más profunda, el humanismo era adogmático
y llevaba a lina denegación de la teología: contra esto reaccionaron Ios-
ortodoxos protestantes y la Reforma católica. El deísmo del siglo de
las luces tiene sus raíces en Castellion, Servet y los socinianos.
Erasmo y sus amigos aportaron una solución insuficiente a las angus
tias de su tiempo. Tal vez el moralismo que preconizaban pudiera con
venir a algunas almas selectas y apaciguar a eruditos, pero no bastaba
a las masas, que tenían una aguda conciencia del pecado y que, sin
embargo, se veían incapaces de redimirse. La solución humanista suponía
una gran fuerza interior en cada uno de los fieles, esta «generosidad»
casi estoica que Descartes alabará en el siglo siguiente. Pero si los hom
bres del Renacimiento eran capaces, en el terreno de la acción, de los
mayores heroísmos, nada les era mas extraño que la paciente conquista
de sí mismos. Era necesario, pues, que la teología viniera en su ayuda,
ya mediante los sacramentos de la Iglesia romana, o con la justificación
por la fe de la Reforma luterana. Melanchton fue a este respecto un
testigo de admirable lucidez cuando escribió:
«Pedimos dos cosas a la teología: consuelo contra la muerte y contra el Juicio
final. Lutero nos las da. La enseñanza moral y civil es cosa de Erasmo» .
En la B iblia, muchos humanistas buscaban y descubrían ante todo
una moral, pero los acongojados cristianos de comienzos del siglo xvi
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tenían sobre todo necesidad de una fe. Pero la duda so 1 e-
en las mentes, y osla duda afectaba a la teología católi inirfal, -
sacerdote. ¿Debía uno aferrarse a los sacramentos o * 7 *a
misa o a los viacrucis, a Dios o a los santos? ¿Dónde esn l r° Sari<ó V ?
y dónde el laico? ¿A quién había que creer: al Pam ^ Sücer,i a
Aviñó,,? ¿A juana de Arco o a los inquisidores?T a , Ron* « h
Concilio? ¿Al piadoso Savonarola o al sim oníaco'Aleiam T « íi
Concilio de Tremo los obispos italianos, al menos los que n ' ' Etl el
clero secular se sorprendieron al comprobar que no slbían ? íat><M
■sobre la justificación por la fe 4G. an cIUe Pensat
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NOTAS AL CAPÍTULO I
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Redactado entre J y concIenadas en 1487.
Trece de sus 9UU tes .
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