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La nueva obra que nos presenta Alejandro Romero, corresponde al tomo III de los

seis que en principio tiene contemplados para el desarrollo de su Curso de Derecho


Procesal Civil. Tuve el honor de presentar en el año 2006 su Tomo I relativo a “La
acción y la protección de los derechos”.

Ya en ese entonces manifesté que la trascendencia de la obra de Romero radicaba


en plantear un nuevo paradigma en la enseñanza del derecho procesal en nuestro
país, históricamente centrada en la exégesis de un procedimentalismo extremo.

Ello por cuanto el autor nos propone un camino distinto y renovado, consistente en
el previo estudio de los principios e instituciones fundamentales de la disciplina
procesal a la luz de la dogmática actualizada, para abocarse a continuación, con
sólido fundamento, al análisis de la norma legal vigente y de la doctrina
jurisprudencial que surge de su aplicación.

Metodológicamente además innova al integrar bajo una coherente y lógica mirada


las instituciones procesales orgánicas y funcionales, tradicional e injustificadamente
tratadas en forma compartimentada.

De esta forma, parte con el estudio del derecho de acción, en torno al cual se articula
todo el sistema de protección de los derechos subjetivos e intereses legítimos, que
puede recabarse de los tribunales a través del proceso (Tomo I). A continuación
trata de los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional (Tomo II), para
continuar con los presupuestos procesales relativos a las partes (Tomo III ).

Este Tomo III contiene a mi juicio uno de los mejores y más sistemáticos estudios
del estatuto de las partes de nuestra literatura procesal. Se inicia con la descripción
de la noción misma de “parte” en sentido procesal y de su dualidad originaria
fundamental en los roles de demandante y demandado. Continúa con el tratamiento
de las distintas hipótesis de intervención voluntaria o forzada de las otras posibles
“partes” del proceso civil, es decir, los terceros.

A su respecto, además de las categorías tradicionales (coadyuvante, excluyente e


independiente), incorpora el estudio de la intervención litis consorcial del tercero, es
decir, del que alega ser titular del mismo derecho alegado por una de las partes
originarias; de la litisdenunciación o intervención al proceso por el llamado oficioso
del Juez y que abre paso a múltiples formas de intervención dependiendo de la
naturaleza del llamado, y de las diversas hipótesis de sucesión procesal o cambio
de partes, por causa de muerte o acto entre vivos.

Tan novedoso como profundo, es el tratamiento sistemático del litis consortio


voluntario (el litis consortio necesario ya fue abordado en el Tomo I), es decir, de la
actuación de varias personas desde una misma posición originaria de parte
demandante o demandada, justificada por la especial conexitud con el derecho
objeto del litigio.

Siguiendo con su programa, aborda in extenso el tema de la capacidad para ser


parte en el litigio civil, la que no se agota hoy día con el reconocimiento de las
personas naturales y jurídicas y del nasciturus, puesto que, como sostiene el autor,
la irrefrenable realidad impuesta por la sociabilidad humana, han impulsado al
legislador nacional y comparado a reconocer capacidad procesal a entes sin
personalidad jurídica, entre estos, a la “empresa” en el ámbito laboral, a las
comunidades y sociedades de hecho, a la herencia yacente y a los patrimonios de
afectación en materias civiles, comerciales y tributarias.

Extiende su análisis a la “teoría del levantamiento del velo” que, reconocida ya por
la doctrina, se abre paso en la jurisprudencia nacional con alentadoras perspectivas
ordenadas a evitar la manipulación abusiva de la superposición de personas
jurídicas, con el afán de tornar ineficaces los legítimos derechos de terceros.

El texto culmina con el tratamiento de la representación y de la postulación


procesales, que cierran el elenco de los presupuestos procesales subjetivos.

La obra de Romero, siguiendo la tónica de los tomos anteriores, recoge el más


moderno tratamiento dogmático de las instituciones atinentes al proceso civil y lo
matiza con el análisis de las normas positivas y de su aplicación e interpretación por
la más actualizada doctrina jurisprudencial de nuestros tribunales superiores.

En suma, los textos ya hechos realidad y los relativos a los “Actos Procesales”, a los
“Recursos” y al “Proceso de Ejecución” que el autor nos queda en deuda,
constituirán –en mi entender- el más formidable y cualitativo aporte a la enseñanza
del derecho procesal civil en nuestra patria de los últimos 50 años.

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