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Departamento de Trabajo Social

Historia del siglo XX


Melissa Antia Palacios
12 de mayo de 2018

INFORME #1
“No hubo tiempo para la tristeza” es un documental realizado en el año 2013, por el Centro
Nacional de Memoria Histórica. El documental realiza un abordaje sobre por qué Colombia
ha sido el escenario de la violencia durante más de 50 años y de qué manera sus habitantes
sobrevivieron a este largo periodo. Está dedicado a las víctimas que ha dejado el conflicto
armado en el país en más de medio siglo.
Comienza con los testimonios de varias personas pertenecientes a distintos lugares de
Colombia, quienes transmiten relatan la manera en que el conflicto los tocó de cerca, a ellos
y a sus seres queridos. “El poder y el tener se tragó el ser” es la frase con la que Pastora
Mira, concejal de San Carlos, Antioquia abre la mirada al modo en que los distintos actores
armados, protagonistas de la violencia, pasaron por encima de las personas, sobre todo de la
población civil, para poder alcanzar sus intereses y objetivos. Los lugares que fueron
campos de trinchera, de enfrentamientos entre los actores armados fueron los más
apartados, los lugares ubicados en las márgenes del país, en los corregimientos, en los
campos, en los sitios habitados por los más vulnerables.
La disputa entre los actores armados por demostrar cual, y quien poseía el mayor estatus de
terror, se encargó de escribir la historia de violencia de nuestro país con la sangre de cientos
y cientos de personas que fueron víctimas de distintas formas de violencia; masacres,
secuestros, asesinatos selectivos, atentados terroristas, violencia sexual, acciones bélicas,
minas, desapariciones forzosas, desplazamientos forzados y reclutamiento ilícito.
Sin embargo, estas formas de violencia solo fueron visibilizadas muchísimo tiempo
después, junto con sus víctimas y sobrevivientes. Además, con su visibilización se abrieron
las puertas para pensar en la importancia de superar las consecuencias y las cicatrices que
dejó el conflicto, y ampliar la mirada a un proyecto de paz.
El documental le da primacía a las voces y los testimonios de aquellos que tuvieron que
vivir una de las épocas más violentas para el país. El periodo de 1995 a 2005, que inició
con la llegada de la nueva constitución de 1991, fue uno de los más desastrosos y dolorosos
para el país.
La Chorrera, Casa Arana, es uno de los lugares en donde el dolor y el sufrimiento aún
siguen rondando como recordatorio de los sucesos deplorables ocurridos allí. La casa Arana
fue hace un siglo la sede del terror para 4 etnias indígenas de la región, así como el centro
de donde salía el caucho para las llantas de diferentes medios de transporte. Se calcula que
a comienzos del siglo XX murieron aproximadamente 40.000 indígenas.
San Carlos, Antioquia, fue un sitio frecuentado por varios actores armados. Allí, en el año
de 2002, ocurrió la Masacre de la Vereda Dos Quebradas, en donde 18 personas fueron
asesinadas. “Perdón, pero no olvido, porque hay que mostrar que pasó” dice con la voz
notoriamente entrecortada, uno de los habitantes que desafortunadamente tuvo que vivir
aquel hecho desgarrador, y que se aferra a la esperanza de una paz futura, en donde las
voces silenciadas por las balas jamás desaparezcan del recuerdo de quienes se quedan para
no permitir que se les olvide.
Bojayá, Chocó 2 de mayo de 2002. Un cilindro de gas cargado con metralla explotó sobre
el techo de la iglesia, donde 200 personas se refugiaban de los combates, Murieron 79
personas, de las cuales 48 eran niños. El pueblo, construido nuevamente por el Estado a
unos pocos kilómetros del sitio de la tragedia, alberga en su memoria los recuerdos de aquel
suceso punzante. Los testigos transmiten a las futuras generaciones, a través de sus relatos,
la importancia de no olvidar. Con altares y fotos de las personas que perecieron aquel
fatídico día, intentan hacer memoria histórica para sanar de alguna manera el tejido social
que aquel suceso, desgarró.
Lo ocurrido en Carare, Santander es el ejemplo claro de resistencia pacífica. En 1987, la
Asociación de trabajadores campesinos de Carare, fue presionada por parte de las FARC y
grupos paramilitares para que se unieran a ellos, a lo que el grupo de personas no accedió.
“Nosotros somos de nosotros mismos” fue la respuesta que dio uno de los trabajadores ante
la insistencia de los actores armados de tener que pertenecer a algún bando.
La comuna 13 de Medellín fue lugar también de la confluencia de guerrillas y
paramilitares, y las consecuencias de sus disputas las tuvieron que pagar las personas que
pertenecían a la población civil. ‘Porque si habían enfrentamientos no iban a decir “córrase
usted pa’ cá” el que cayó, cayó” es la voz de una mujer residente de la comuna testigo de la
violencia del conflicto, quien con lágrimas en los ojos cuenta como cada día habían al
menos dos o tres personas que perecían bajo las armas de los grupos que residían en las
montañas.
Sin embargo, y a pesar de que la elaboración del documental estuvo en manos del Centro
Nacional de Memoria Histórica, es importante resaltar que en ningún momento se deja
entrever la inclinación de los realizadores por culpar solamente a actores en específico. El
Estado, incluso, además de las guerrillas y los grupos insurgentes, fue también responsable
de numerosas maneras de violencia que afectaron a sus opositores, pero sobre todo a la
población civil.
El objetivo final de la realización está explícito incluso en el último momento. Se encuentra
en las palabras de los sobrevivientes, de los afectados directamente y está rodeado de voces
que exigen que el país no olvide. “Cuando uno invisibiliza un fenómeno, no puede entender
la importancia de superarlo” es la frase de uno de los investigadores partícipes del
documental “Minimizar el conflicto es invisibilizar la paz”.
Bibliografía:
 Centro Nacional de Memoria Histórica. (2013). No hubo tiempo para la tristeza
[Documental]. Colombia.

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