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Libro: “Cazadores de microbios”

Capítulos III Y V; Louis Pasteur


“Los humanos siempre han necesitado de una esperanza para sobrevivir, es por esto que
aquel grupo de hombres investigadores, lograron cubrir ese anhelo, un estado de ánimo
por algo que se desea con ansias y que ellos lograron conseguir para darle respuestas a
la humanidad sobre algunas enfermedades que lograron azotar a los seres vivos por un
montón de siglos”.
Paul De Kruif, escritor del libro, fue un estadounidense microbiólogo y autor de origen
holandés. Nació el 2 de marzo de 1890 en Zeeland, Michigan. Es más conocido por su libro
de 1926, Cazadores de Microbios, que no fue solo un éxito de ventas durante un largo
período de después de su publicación, sino que se ha sabido mantener en los primeros
lugares de las listas de lecturas recomendadas para la ciencia. Cazadores de Microbios es
un libro científico que nos introduce a una historia más pertinente sobre los microbios, las
bacterias y como la enfermedad afecta a nuestra vida cotidiana, como a la prosperidad de
las sociedades.

La vida de Pasteur se sitúa en el año 1831, después de la muerte de Spallanzazani, un


matemático, físico y naturista. Fue un siglo en el que la caza de microbios se hallaba
estacionada, en donde los microscopios eran una creación tan reciente que nadie
intentaba darles una oportunidad a su credibilidad, al igual que nadie mostraba
preocupación por demostrar la importancia de los microbios al realizar una labor útil en
las diferentes especializaciones de la ciencia. Aún eran un tabú para la sociedad, que esos
animalillos llegarán a ser hasta más temibles que la mismísima guillotina en la Revolución
Francesa. Fue aquí donde Pasteur tuvo una experiencia traumante el cual serviría como
detonante para sus futuras investigaciones. Pasteur a una edad adulta es enviado por su
padre a la Escuela Normal de París, donde se proponía hacer cosas grandes, pero, la
nostalgia por su país lo hizo abandonar sus estudios y regresar a Arbois, renunciando a las
ambiciones y sueños por los que tanto había trabajado. Sin embargo, eso no paró su
necesidad de conocimiento y empezó a realizar investigaciones por su propia cuenta, con
tubos de ensayo llenos de substancias de variedad de colores. Y con un afán de lograr su
primer descubrimiento en la química por fin sucedió, a sus veintisiete años había
descubierto cuatro tipos de ácidos tartáricos. Fue nombrado como maestro en la
Universidad de Estrasburgo y en los momentos en los que sus investigaciones no lo tenían
aprisionado, tomó la decisión de casarse con la hija del decano de su Universidad, sin
saber si era correspondido, Pasteur solo intentó despertar su amor, cosa que logró, pero
no todo fue color de tosa debido a que llego a ser una de las esposas más celebres y
sufridas en cierto modo. Pasteur no se detuvo con sus experimentos e hizo cosas que solo
a un loco se le podrían ocurrir, pero con los que solo un genio sabe sacar provecho. Ideó
un millar de experimentos diferentes, como aparatos de relojería para lograr someter a
plantas frente a un movimiento pendular, tuvo la idea de alterar especies con la ayuda de
potentes imanes, etc. Tiempo más tarde, fue nombrado decano de la facultad, pero el
problema se encontraba en que era alguien que gustaba de hacer las cosas por sí mismo,
sin ayudante ni persona que pudiera brindarle algo de apoyo. Se describió una increíble
hiperactividad por su sentido de descubrimiento científico, aunque, a pesar de ello, su
esposa lo llegó a asistir, escribiendo largos trabajos científicos que Pasteur le dictaba. Y
esto llevó a su segundo experimento más importante, con los bastoncitos productores de
ácido láctico, ya que podían ejecutar una gran cantidad de procedimientos químicos, tanto
útiles como peligrosas. Los fermentos en las cubas de fermentación sanas son los que se
encargaban de transformar el azúcar en alcohol, las uvas en el vino que conocemos y la
cebada en las cervezas. Liebig lo contradijo y se opuso a su supuesto. Ya que pretendía
que los fermentos no intervienen en la transformación de alcohol, ya que era necesaria la
albumina para que se llevará a cabo la reacción. A pesar de ello, Pasteur cultivo fermentos
carecientes de albumina y tuvo razón, Liebig se había equivocado, pero Pasteur no se
sentía del todo consciente de que fuera así, lo repitió una y otra vez para tener una
certeza más grande de que el alcohol se seguía fabricando. En los matraces observo a
bastoncitos que se movían con menos aliento, y solo nadan, no se les veía una mayor
actividad, sin embargo, se enganchaban unos con otros para formar procesiones para
transformar el azúcar en acido butírico, esto lo llevo a pensar que los fermentos,
animalillos y bastoncitos provenían del aire, creía que el aire era un mundo lleno de seres
invisibles. Atascó de algodón delgados tubos de vidrio, enlazó una bomba aspirante y sacó
lo saco por la ventana, aspirando a través del tapón gran cantidad de aire del jardín, ‘para
luego contar los animales retenidos en este. Pasteur triunfaba en sus experimentos, que
convencían a todo el mundo, y fue presentado al emperador Napoleón III. Donde se notó
su mayor ambición: Descubrir microbios causantes de enfermedades. Para finalizar sus
experimentos en un pueblo pequeño de Alemania, un médico de origen Prusiano
emprendía una ruta hacia aquellas cosas que decía Pasteur; y al igual que en su tiempo
libre, este realizaba experimentos, como procedimientos en microbios, que lograron una
maduración aún mayor en la vida de este médico, una maduración aún más considerable
que la de Pasteur, así, finalizando ambos de sus capítulos.

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