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Las dos principales ramas del Islam, sunismo y chiismo, se enfrentaron entonces
para decidir quién tenía el derecho legítimo a liderar a los musulmanes. Este
enfrentamiento provocó una profunda división que todavía sigue en la actualidad.
Aunque los sunitas y los chiitas comparten creencias y prácticas religiosas, es cierto
que se diferencian en muchos otros aspectos, como los rituales, las leyes, los
fundamentos de la teología y la organización de sus comunidades.
Los califas dirigían al pueblo musulmán, pero no eran tomados como profetas. Su
función era instaurar y regir un modelo de acuerdo a los preceptos de Mahoma: el
califato.
El término califato, fue inicialmente liderado por los discípulos de Mahoma como
una continuación del sistema religioso establecido por el Profeta conocido como
'Califatos de Rashidun'. Un califato es también un Estado que implementa este tipo
de sistema político. Si.
La rama sunita del Islam estipula que, como jefe de Estado, un califa debe ser
elegido por los musulmanes o sus representantes.1Los seguidores del Islam chiíta,
sin embargo, creen que un califa debe ser un Imam elegido por Dios de Ahl al-Bayt
(la "Familia de la Casa", los descendientes directos de Mahoma). En términos más
simples, la mayoría suní favorece las elecciones, mientras que la minoría chiita
prefiere la línea de la sangre
Los sunitas son el grupo mayoritario entre los musulmanes: cerca del 90% de la
población musulmana en todo el mundo pertenece a esta rama, considerada la más
tradicional del Islam.
Los chiitas constituyen cerca del 10% de los musulmanes que existen en el mundo.
Tienen una jerarquía de clérigos que defienden una interpretación más abierta de
los textos islámicos.
Esta rama de la religión nació como una facción política liderada por Alí, primo y
yerno de Mahoma (estaba casado con Fátima, la hija del profeta).
Alí murió asesinado durante las guerras de poder que se desataron después de la
muerte del profeta. A sus hijos, Hassan y Hussein, también se les negó el derecho
de sucesión. Desde entonces, los chiitas reclaman su papel como líderes del Islam
por ser los descendientes de la familia del profeta.
luego de la muerte de mahoma empezo una lucha entre sus seguidores para ver
quien iba a ser el heredero del profeta, el califa el hombre numero uno del pueblo
islamico al mismo tiempo de un hombre con poder politico y religioso.
los sunnas en un principio dijeron que el califa debía de ser elegido por la
comunidad musulmana que en la practica eran las familias mas influyentes de la
meca y medina. mientras que los chiitas querian que ali yerno de mahoma fuese su
nuevo profeta
El salafismo es una corriente del islam suní que llama a la más estricta obediencia
del Corán y el resto de escrituras sagradas. Aunque posee unos principios
fundamentales compartidos de manera general, tres facciones principales aparecen
dentro del salafismo, cada una con sus particularidades, y todas ellas defienden ser
el único islam verdadero: los quietistas, el salafismo político y el yihadismo.
El salafismo es una de las corrientes más divulgadas y mediatizadas del islam en la
actualidad. A pesar de la atención que ha atraído en los últimos años
—especialmente tras los ataques terroristas del 11 de septiembre—, esta ideología
continúa siendo para muchos una gran desconocida. Esto se debe, en muchas
ocasiones, al uso erróneo que los medios de comunicación hacen de ella, a menudo
refiriéndose a los salafistas como un grupo homogéneo de personas que comparten
los mismos principios e ideales. Sin embargo, esta creencia no puede estar más
alejada de la realidad, ya que existen diferentes tendencias dentro del salafismo,
cada una con sus particularidades. El objetivo de este artículo es, por lo tanto, dar a
conocer las características generales del salafismo y subrayar las principales
diferencias de sus tendencias más importantes. Conocer los distintos grupos que se
hacen llamar a sí mismos salafistas ayuda a entender las dinámicas actuales en
Oriente Próximo y el norte de África y las distintas esferas de influencia en los
ámbitos religioso y político.
Yihad La raíz árabe yahada, a la que pertenece la palabra yihad, aparece treinta y
cinco veces en el Corán y en la mayoría de los casos va seguida de la expresión “en
la senda de Dios”, que ya indica un sentido espiritual. En veintidós ocasiones
significa “esfuerzo o superación de la conducta propia o colectiva”, en otras tres
alude claramente a la “elevación espiritual de los fieles” y en las diez restantes hace
referencia a algún enfrentamiento bélico.
En otras palabras, se trata de la lucha espiritual que debe llevar a cabo todo
musulmán contra su demonio interior. El segundo, llamado menor o de los cuerpos,
consiste en la resultante de dar un sentido belicista al término. Si la primera
interpretación dio importantes frutos en el campo de la mística islámica, desde los
primeros tiempos de la expansión del islam, se incluyó en la segunda el esfuerzo
para integrar a los no musulmanes dentro del estado islámico. El Corán los clasifica,
principalmente, en distintas categorías: paganos, es decir, los anteriores a la
revelación del islam (Corán 3:154 y 5:59), infieles (Corán 5:44 y 64:2), gentes del
Libro (2:62, 111-113, 120, 135, 140; 367; 57:16-29; passim), asociadores (Corán
9:4-19; 15:96) y apóstatas (Corán 9:67; 33:60-63; 47:25-38 y 63:3-8).43 En todos
estos casos, se considera que el yihad constituye una obligación, aunque los no
musulmanes no hubieran iniciado las hostilidades. Para justificarlo, se parte del
principio del universalismo del islam, es decir, se considera que también es un poder
temporal y que hay que expandirlo a todas partes. De aquí se desprenden diversas
características propias del yihad: en primer lugar, es una obligación religiosa y
“ábreles las puertas del Paraíso”. Corresponde a la comunidad del islam el deber de
esforzarse para convertir ―o, al menos, someter― a quienes no son musulmanes.
Asimismo, aunque, como toda acción bélica, es un mal, el yihad se considera
legítimo porque pretende librar el mundo de otro más grave y, en consecuencia, se
llega a la conclusión de que es bueno porque su finalidad es buena. En segundo
lugar, también resulta una obligación colectiva, que es competencia de toda la
comunidad. Toda persona tiene que contribuir en él en la medida que le sea posible,
a no ser que ya haya un número suficiente de miembros implicados. A su vez,
siempre es obligación individual para el jefe del Estado y lo mismo se cree para el
resto de los musulmanes cuando el enemigo ataca territorio islámico o cuando es
preciso rescatar cautivos en manos de infieles. Finalmente, se considera que tiene
carácter subsidiario; es decir, puesto que va dirigido a obtener la conversión de los
infieles o la sumisión de quienes profesen una religión revelada, puede
emprenderse una acción de yihad en sentido bélico después de haber invitado a
abrazar el islam a los pueblos contra quienes va dirigido.
Confusión
Con lo dicho hasta aquí y con la relación a las condiciones que son necesarias para
que una acción bélica pueda ser calificada de yihad en el islam, creo que no puede
haber ninguna duda de que los grupos islamistas que han surgido en estos últimos
tiempos y que protagonizan acciones terroristas no están practicando ningún tipo de
yihad. Pero sí hay que señalar muy expresamente que el mal llamado “terrorismo
islámico” tiene una doble perversidad: por un lado, sus autores llevan a cabo
acciones criminales y, por otro, sus dirigentes utilizan en sus comunicados un
lenguaje pseudoreligioso que añade confusión a la confusión. Podemos ir
concluyendo con una observación que me parece importante: si bien, y por fortuna,
ya casi hemos eliminado la expresión “guerra santa”, que han venido utilizando la
mayoría de los medios de comunicación y que actualmente se está substituyendo
por el más correcto nombre de yihad, podemos constatar que todavía predomina su
uso como palabra perteneciente al género femenino. Ello muestra, a mi entender,
que se continua pensando en la “guerra santa”, o en la “sagrada” o como quiera
llamarse. Respecto al papel que han jugado en toda esta cuestión la gran mayoría
de los media, hay que señalar que uno de sus errores más generalizados deriva de
la simplificación de la que el islam resulta víctima en sus manos. En palabras de E.
Said, dicha simplificación “en realidad es en parte ficción, en parte una etiqueta
ideológica y en parte una designación minimalista de la religión llamada islam. No
existe una correspondencia directa significativa entre el “islam” en el uso común en
Occidente y la enormemente variada vida que se desarrolla en el mundo musulmán”
que ellos se autodenominan y se presentan a sí mismos como muyahidun o
muyahidin, es decir, con términos que son adaptaciones del árabe clásico y que se
aplicaban, con o sin razón, a los que practicaban el yihad. Hemos visto que a los
terroristas actuales no se les puede dar estos calificativos, pero mucho menos aún
continuar con el uso del desafortunado y erróneo del neologismo yihadistas, tal
como viene haciendo últimamente el mundo occidental. Al hablar de yihadismo y/o
de yihadistas (con las ya señaladas deturpaciones “yihadismo” y “yihadistas”)
Occidente no hace más que exhibir su ignorancia: los así llamados son, en realidad,
asesinos; son terroristas sin ningún otro calificativo y es conveniente que no nos
dejemos engañar con su lenguaje pseudoreligioso ni con falsas atribuciones que
hacen más que añadir confusión a la confusión.
Discurso del estado islámico
Nos encontramos en el tiempo de los populismos. Estos movimientos políticos de
características particulares están apareciendo por todos los puntos de la geografía
en los cinco continentes. A su vez, el mundo islámico vive uno de sus momentos
más críticos con la aparición del autodenominado Estado Islámico (EI), el cual
esgrime una versión del islam que ha producido una brecha sin parangón en la
comunidad mundial de musulmanes.
Guillermo Qspina-Morales**
**
Magíster en Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
Licenciado en Educación Básica con Énfasis en Ciencias Sociales de la Universidad
Distrital.
Entre junio y septiembre de 2014, el Estado Islámico avanzó sobre la provincia de Nínive
(norte de Irak) para consolidar el control sobre los territorios del recién autoproclamado
califato. Así, tras la toma de Mosul, se pondría en marcha una campaña sistemática para
erra dicar la presencia de todo aquello que fuese considerado no islámico. De este modo,
a través de la conversión forzada, la destrucción de propiedades civiles y religiosas, los
asesinatos masivos, la violencia sexual y el desplazamiento se buscaría eliminar todo
rastro de aquellas minorías que habitaban en la región.
No obstante, para cristianos1 y yazidíes la amenaza sería mayor. En pri mer lugar,
porque ambas comunidades concentraban la mayoría de su población en la provincia de
Nínive, ya que esta región es considerada su tierra ancestral. Segundo, el avance del
Estado Islámico representaba un riesgo para la totalidad de su población, puesto que,
como minorías étnico-religiosas, no poseían miembros musulmanes (sunnitas)2. Ter
cero, las acciones del Estado Islámico tuvieron como objetivo eliminar toda
manifestación de su identidad, tanto materialmente/físicamente como ontológicamente,
dado que tolerar su existencia es incompatible con la proclamación del califato y con el
retorno a la versión prístina del islam, fundamentada en el estricto cumplimiento de la
doctrina del tawhid (monoteísmo). Por lo tanto, estas comunidades fueron llevadas al
borde de la extinción como grupo societal.
Musulmán es todo aquel que acepta las creencias islámicas, es decir, que cree en
un solo Dios y además en su profeta Mahoma como Mensajero de su Dios, Ala.
Quien quiera que pronuncie las dos frases Doy testimonio de que no hay más dios
que Dios y Doy testimonio de que Mahoma es el Mensajero de Dios entra a la
religión islámica. Todo aquel que no las dice está fuera del islam y hace parte de los
"ignorantes o infieles". Lo que significa que esta persona no disfrutará de los
beneficios , derechos y obligación moral en los que ser musulmán compete.
De todos los presentes es sabido que la doctrina del islam dimana del Corán, libro revelado al profeta