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PROFESOR:
ENSAYO:
Encontramos que los temas del nuevo orden mundial como el multiculturalismo, el
medio ambiente, los conflictos étnicos y religiosos, la guerra preventiva, la desigualdad
social, la desprotección de los derechos humanos, entre otros. Son problemas que hacen
parte de la agenda global y de los procesos de globalización que se vive actualmente.
Estos grandes problemas, se encuentran alrededor de todo el mundo, pero se hace más
visibles en las grandes potencias con la entrada de personas de diferentes países o
continentes.
La discriminación y el racismo, se han convertido en monstruos que aquejan y lastiman
al planeta y sus habitantes, llegando incluso a la violencia no solo moral sino física , los
últimos sesenta años se han visto marcados por la insistencia en la diferente identidad
cultural, a menudo basada en la etnicidad, la raza, el sexo o la religión, por un
pluralismo y heterogeneidad cultural en el que lo valioso, como dice J. Martín-Barbero,
radica en que la diferencia no significa ser atrasado sino ser distinto.
Las crisis internacionales, los conflictos y la guerra son problemas propios del sistema
mundo vigente.
A través del tiempo se puede notar que las crisis internacionales pueden desencadenar
un conflicto armado en el ámbito internacional. Razón por la cual se hace importante el
estudio de estas, así como la magnitud de las consecuencias, las cuales son de carácter
duradero y catastrófico. De esta manera, es posible afirmar que la esencia de la guerra y
sus consecuencias siguen siendo las mismas, estas, van evolucionando con estrategias y
características que las hacen aún más peligrosas. Así las cosas, gran parte de los
conflictos armados internos, se caracterizan por atacar los bienes jurídicos de personas
de especial protección en el marco de un conflicto armado, como son los civiles.
En este sentido, aunque son un sinnúmero las principales causas de los conflictos, el
principal se le atañe a la incansable lucha por obtener el poder y la riqueza. Así las cosas,
el mundo desde siempre y hasta la actualidad se ve polarizado al no coincidir en los
gustos, intereses, e ideologías entre los individuos y para este caso, entre los gobernantes
de las distintas naciones. Por tal razón, casi nunca se recurre al diálogo dentro de un
conflicto sin importar su ámbito territorial.
Es así, como se trae a colación algunos de los más grandes conflictos a nivel
internacional como son: la primera guerra mundial (1914 – 1918); Segunda guerra
mundial (1939-1945), la cual marcó un antes y un después, ya que al finalizar de esta, se
da la promulgación de la Carta a los Derechos Humanos Universales, con el objetivo de
salvaguardar los derechos que de manera natural tiene el ser humano y para que la
magnitud de este conflicto no se volviera a repetir. Lo anterior debido a que miles de
personas civiles fueron vilmente atropelladas en su dignidad humana hasta ser
aniquiladas, y todo en marco de este conflicto a nivel mundial, donde el gobernante de
Alemania para esa época, Adolf Hitler realizaba este tipo de acciones con el permiso que
otorgaba la “legalidad” manipulada, en el contexto político de esa nación. De igual
manera, guerra de Korea (1950-1953); la guerra de Vietnan (1959-1975); guerra de
Afganistán (1978-1992); guerra de Siria (2011-2016); entre otras.
De otra parte, a finales del año 2005 habían 21 conflictos armados en el mundo. Tal
situación se agravó en relación al año anterior en Argelia, Sudán (Darfur), Uganda,
Afganistán, Rusia (Chechenia) e Irak. Por su parte, en otros como en India (Jammu y
Cachemira), Burundi y Nepal; fue notorio el progreso en los conflictos armados. En este
sentido, la situación no varió de forma significativa en Costa de Marfil, Argelia, Nigeria,
Somalia, Colombia, República Democrática del Congo, Haití, Indonesia (Aceh),
Filipinas, Tailandia Palestina e Israel.
3. MEDIO AMBIENTE
Los desafíos ambientales que tenemos por delante, reflejados en la Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), son numerosos.
Este plan de acción global adoptado en 2015 propone medidas concretas para lograr de
aquí a diez años un mundo más justo, próspero y respetuoso con el medio ambiente. En
ese sentido, la propia ONU advierte que vamos con retraso y la cuestión ahora es si
estamos a tiempo de salvar el planeta.
El calentamiento global inducido por las emisiones de CO2, según la ONU, estas han
aumentado casi un 50% desde 1990, está acelerando el cambio climático y amenaza la
supervivencia de millones de personas, animales y plantas al provocar episodios
meteorológicos como sequías, incendios e inundaciones cada vez más frecuentes y
extremos. Este fenómeno nos obliga a tomar medidas para mitigar sus efectos y
adaptarnos a sus consecuencias que, incluso conteniendo el aumento del termómetro
terrestre por debajo de 2 ºC como requieren los Acuerdos de París, se mantendrán
durante siglos.
Los mares se han convertido en los grandes vertederos de plástico del planeta. Además,
existen otros graves problemas medioambientales relacionados con los océanos como el
deterioro de los ecosistemas por el calentamiento global, los vertidos contaminantes, las
aguas residuales y el derrame de combustibles. La ONU insta a mejorar
la administración de los espacios protegidos, dotarlos de recursos suficientes y disminuir
la sobrepesca, la contaminación y la acidificación de los océanos causada por el aumento
de la temperatura terrestre.
Mientras la energía supone un 60% de todas las emisiones mundiales de gases de efecto
invernadero (GEI), la ONU calcula que el 13% de la humanidad carece de electricidad y
que 3.000 millones de personas dependen de los combustibles fósiles para cocinar. Esta
situación requiere de una transición energética hacia un modelo más limpio, accesible,
eficiente y basado en el uso de fuentes renovables para formar comunidades más
sostenibles, inclusivas y resistentes a problemas medioambientales como el cambio
climático.
LA PROTECCIÓN DE LA BIODIVERSIDAD
El crecimiento de las ciudades, que tendrán que albergar a unos 5.000 millones de
personas en 2030, será otro de los grandes desafíos ambientales de la década.
Las metrópolis del futuro tendrán que ser compactas, seguras, inclusivas, ecológicas
y eficientes a nivel energético, con más zonas verdes, construcciones respetuosas con el
medio ambiente y medios de transporte más sostenibles que le resten protagonismo al
tráfico para dárselo a los espacios peatonales.
"La Amazonía necesita ciudades prósperas que sirvan como nodos de conocimiento y
polos de atracción para la formación y retención de talento", añadiendo que el BID está
gestionando paralelamente, consultas con países donantes para establecer un fondo de
bioeconomía.
Según Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, el fondo actuará respetando los intereses
soberanos de cada país, sin embargo no podemos pasar por alto la capacidad de inversión
del sector privado que serán fundamentales para realizar estos proyectos.
Por su parte, el primer mandatario de Colombia, Iván Duque, destacó el respaldo del
BID con la creación de un fondo de US$20 millones con el capital ordinario de la
institución para acompañar esta agenda de protección amazónica. "Estamos ante una de
las estrategias más importantes en la historia de esta institución", agregó.
4. DERECHOS HUMANOS
La prevención de las guerras y las violaciones de los derechos humanos en gran escala, al
igual que la reconstrucción de las sociedades a raíz de esas situaciones, requieren un
enfoque en el que se incorporen las perspectivas tanto de los defensores de los derechos
humanos como de los profesionales de la solución de conflictos. Esto resulta más fácil de
decir que de hacer. Estos dos grupos parten de supuestos diferentes, aplican metodologías
diferentes y tienen limitaciones institucionales diferentes. De ahí que tiendan a recelar
unos de los otros.
A corto plazo, ambos procuran poner fin a la violencia, las pérdidas de vidas y demás
sufrimientos lo antes posible. A largo plazo, tanto los defensores de los derechos humanos
como los profesionales de la solución de conflictos tratan de ayudar a las sociedades tomando
medidas para garantizar que no se repita la violencia y se respeten los derechos de todos los
seres humanos. Sin embargo, los métodos que utilizan para lograr estos objetivos y los
supuestos en que se basan son diferentes. De resultas de ello, a veces ante un mismo
problema adoptan enfoques contradictorios o que se excluyen mutuamente. Por ejemplo, los
encargados de solucionar el conflicto, ansiosos de lograr una solución negociada con un
mínimo de pérdidas de vidas, podrían dejar de considerar la pertinencia de los derechos
humanos para el buen resultado de su labor a largo plazo y para los protagonistas a los que se
proponen reunir. Los defensores de los derechos humanos, cuyas actividades se limitan a
avergonzar a los responsables, hacerles una publicidad negativa y lograr su condena judicial,
podrían perder oportunidades de mejora de los derechos humanos que tal vez se
conseguirían mediante la negociación y las técnicas diplomáticas en que se apoyan los
solucionadores de conflictos.
A fin de estudiar con más detalle estas diferencias aparentes, en colaboración con una colega
del campo de los derechos humanos, la fallecida Ellen Lutz, solicité un grupo de estudios de
caso acerca de conflictos en los que, tanto los profesionales de derechos humanos como los
de solución de conflictos, han realizado una extensa labor: los ocurridos en Colombia, Sierra
Leona e Irlanda del Norte. Nuestro propósito era conocer cómo actuaron estos dos grupos en
cada caso, y si se logró una interacción constructiva entre sus actividades. Nuestros estudios
de caso pusieron de manifiesto dos dilemas cruciales que deben enfrentarse para poder
mejorar la comprensión y la sinergia entre los derechos humanos y la solución de conflictos
en las tareas prácticas de consolidación de la paz. Uno de ellos es la tensión que existe entre
el establecimiento de relaciones pacíficas sostenibles entre los grupos contendientes en un
país, y el procesamiento de los miembros de esos grupos por abusos de los derechos humanos
o crímenes de guerra o ambas cosas. El segundo es el importante papel que desempeña la
comunidad internacional en cuanto a respaldar o socavar las normas que ayudarían a
integrar las prácticas de derechos humanos y las de solución de conflictos.
Una de las cuestiones más problemáticas que surgen en el período posterior a la concertación
de un acuerdo de paz es la manera en que han de tratarse los crímenes de guerra y los abusos
de los derechos humanos cometidos por el Gobierno anterior. En tanto que los defensores de
los derechos humanos presionan para que se rindan cuentas de los crímenes cometidos y se
impongan castigos para evitar abusos ulteriores, a los partidarios de la solución del conflicto
les preocupa la posibilidad de que el castigo de los perpetradores ocasione más desintegración
de la sociedad, lo cual dificultaría más el proceso de restablecimiento.
Una de las conclusiones interesantes de nuestros estudios de caso es que el desacuerdo acerca
de si se debe castigar o rehabilitar a los perpetradores ocurre no solo después de concertado
un acuerdo, sino también en todas las demás fases del conflicto. En Colombia, donde persiste
la violencia y no se ha logrado acuerdo, esta tensión se manifiesta en la respuesta del
Gobierno a los guerrilleros, en particular a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC). Uno de los redactores de nuestro estudio afirma que aunque los líderes de
las FARC desean genuinamente la inclusión y la dignidad, han llegado a considerar la
violencia como única vía por la que pueden participar en un Gobierno del que, a lo largo de
generaciones, han sido apartados por los liberales y los conservadores. Sin embargo, en el
curso de los años estas mismas guerrillas se han dedicado a actividades ilícitas, incluidos los
crímenes de guerra y el tráfico de drogas, a fin de apoyar sus operaciones. Esto crea un
verdadero desafío: reconocer el legítimo interés de la guerrilla en establecer que la política, y
no la violencia, es la vía para resolver las diferencias (la perspectiva de la solución de
conflictos), y a la vez reforzar el estado de derecho enjuiciando a los delincuentes por sus
actividades relacionadas con las drogas y los secuestros (la perspectiva de los derechos
humanos). ¿Cómo pueden conciliarse ambas perspectivas?
El Acuerdo del Viernes Santo en Irlanda del Norte incluye un sólido componente de
derechos humanos que ha de regir las relaciones futuras, pero omite todo reconocimiento de
los pasados actos discriminatorios contra los católicos de la región, que fueron la causa
original de la violencia al comienzo de los altercados, a fines del decenio de 1960. Los
redactores del estudio observan que la fundación del Estado se basó en la discriminación y
que, aún hoy, la aplicación de las disposiciones sobre derechos humanos del Acuerdo del
Viernes Santo "es insuficiente". De hecho, a lo largo de los años el hincapié ha pasado de los
derechos humanos a la distribución del poder. Cabe aducir que la constante violencia de baja
intensidad y la incompleta aplicación del Acuerdo podrían deberse en alguna medida a que
todavía no es posible examinar debidamente la causa fundamental del conflicto, ni se ha
abordado esta cuestión.
Estos casos no proporcionan respuestas para los dilemas citados, sino que ilustran lo
complejas que pueden ser las concesiones en las circunstancias del mundo real. Por ejemplo,
no se ha hecho ningún análisis sistemático para determinar si la amnistía contribuye o no a
un deterioro del estado de derecho o a la inestabilidad de los acuerdos de paz. Estos casos
muestran la necesidad de que se realicen tales análisis.
Las Naciones Unidas fueron el factor externo dominante en Sierra Leona, al desplegar sobre
el terreno a un sólido equipo de expertos en derechos humanos para que asesoraran sobre las
disposiciones del acuerdo de paz, conformaran una comisión de la verdad y coordinaran las
actividades de las numerosas organizaciones no gubernamentales de derechos humanos que
funcionaban en el país. Incluso por la parte de la solución del conflicto, como se señaló
anteriormente, el Representante Especial del Secretario General para Sierra Leona adoptó
una enérgica posición en contra de la amnistía internacional por violaciones de los derechos
humanos. Las Naciones Unidas también ayudaron a establecer un tribunal encargado de
enjuiciar a los perpetradores, cuando se produjo una intensificación de la violencia después
de concertado el acuerdo. La colaboración que tuvo lugar entre los agentes de la solución del
conflicto y los de defensa de los derechos humanos en Sierra Leona, alentada y respaldada
por las Naciones Unidas, proporciona un modelo positivo que puede aprovecharse al
organizar operaciones en otros países.
En alguna medida, lo mismo puede afirmarse de Irlanda del Norte. De acuerdo con los
autores de nuestros estudios, el proceso de establecimiento de la paz, emprendido bajo los
auspicios de mediadores internacionales, reforzó la noción de dos tribus enfrascadas en una
competencia inevitable. Las disposiciones relativas a la distribución del poder, consagradas
en el Acuerdo del Viernes Santo de 1998, afirmaron aún más estas divisiones. Al mismo
tiempo, podrían haberse evitado 30 años de violencia si la comunidad internacional hubiera
estado dispuesta a enfrentar la discriminación y los abusos de los derechos humanos que
tuvieron lugar allí mucho antes de que empezaran los disturbios. Incluso hoy día, los
orígenes del conflicto relacionados con los derechos humanos no se han resuelto y persiste
una violencia de baja intensidad. Tanto el programa de derechos humanos como el de
solución del conflicto están sufriendo las consecuencias.
Más importante aún es que quienes diseñan y ponen en marcha procesos de solución de
conflictos para la consolidación de la paz en situaciones de conflicto interno, no pueden
asumir que los derechos humanos "no son asunto nuestro". Son componentes clave de los
intereses y las preocupaciones de las partes, importantes indicadores de la asimetría de poder
y en ocasiones de abusos de poder, y con frecuencia son tanto causas como consecuencias de
los conflictos que nos proponemos zanjar o transformar. Es crucial que los encargados de
consolidar la paz conozcan y comprendan los puntos fuertes y débiles de las normas de
derechos humanos, así como la forma de utilizarlas de manera constructiva y apropiada.
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