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Bitácora Internacionalista:

Fanon, entre las arenas del Caribe y las arenas del desierto
 Gonzalo Armúa / 23/09/2020

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‫باتكلا ىوطي امك هانيوط و طويناباتكلا ىوطي امك ه كما يطوباتكلا ى الكتاب‬

‫يا فرنسا اباسحلا موي اذ ن ذا يوباسحلا م الحساب‬

‫فاستعدباوجلا انم ي باتكلا ىوطي امك هانيوط وخذباوجلا انم ي منا الجواب‬

‫اباسحلا موي اذ ن فباطخلا لصف انتروث ي ثورتنا فصباطخلا ل الخطاب‬

‫باتكلا ىوطي امك هانيوط و عقدنا العزباسحلا م اباسحلا موي اذ ن تحيا الجزائر‬

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..‫ فاشهدباتكلا ىوطي امك هانيوط وا‬..‫ فاشهدباتكلا ىوطي امك هانيوط وا‬..‫فاشهدباتكلا ىوطي امك هانيوط وا‬

Frantz Fanon nació en la isla caribeña de Martinica, pero sus restos descansan en Argelia tras
toda una vida en movimiento. Con sólo 36 años había luchado ya en una Guerra Mundial y
participado en una revolución. Fue militante en el Caribe, soldado en Europa y revolucionario en
África. Su obra escrita, sintética y poderosa, es la mejor muestra de una vida intensa como los
huracanes del Caribe y ardiente como las arenas del Sahara.
Frantz no tiene tiempo. Nunca tuvo tiempo. El reloj corre, y las palabras no solo ocupan lugar, sino
que precisan tiempo para llenar el papel. Tiempo, justamente, que no tiene. Su boca gesticula, sus
manos se afanan en escribir, como si millones de litros de agua debieran pasar por un pequeño
embudo en pocos minutos. Su mente, afiebrada, trata de completar análisis, arrojar conclusiones, de
sembrar el camino de lecciones y advertencias para los que después de él sigan peleando.
Es el año 1961 y a Fanon le quedan pocos meses de vida. Lo sabe bien. La salud nunca ha estado
en el centro de sus preocupaciones. Desde el regreso de su gira en el Sahara sus energías se
deterioran a toda velocidad. Padece de leucemia. Los papeles que desordena son los borradores de
la obra que hará las veces de testamento político para los movimientos de liberación de todo el
mundo. Su título es lo suficientemente claro: se llamará “Los condenados de la tierra”.
Del Caribe a Europa
Frantz Omar Fanon nació en Fort de France, Martinica, el 20 de julio de 1925. Su familia no tenía
un mal pasar económico y, como tantas otras, se encontraba tan alejada geográficamente de la
metrópolis francesa como culturalmente distante de la realidad local y la lengua popular, el creol o
criollo. Frantz fue el menor de ocho hermanos, y su infancia transcurrió en una sociedad colonial en
donde el color de la piel y el “buen habla” se medían con la vara blanca de la sociedad francesa. En
un texto de juventud supo recordar que “la burguesía de las Antillas no emplea el criollo, salvo en
sus relaciones con los domésticos”.

Con 18 años dejó su hogar de forma clandestina y se enlistó en las Fuerzas de Liberación de Francia
para luchar contra la barbarie fascista. Pesaba en él un sentimiento humanista: “cada vez que un
Hombre hace triunfar la dignidad del espíritu, cada vez que un Hombre ha dicho no a una tentativa
de sometimiento de su semejante, me siento solidario de su acto”. Su hija, Mireille Fanon-Mendès-
France, asegura que esta decisión fue el elemento disparador de la conciencia política de su padre.

Inmerso en medio de la guerra, el joven Fanon se verá de frente con el sistema colonial. Los Aliados
y los Nazis eran enemigos declarados, pero compartían una civilización y una “otredad”. Sin
importar en que ejército peleasen esos “otros”, siempre serían distintos e inferiores a los europeos.
En marzo de 1945 el destino de la Gran Guerra estaba casi definido, y las fuerzas aliadas se
preparaban para dar a las fuerzas del Eje la estocada final. Mientras las tropas penetraban en
territorio alemán, los altos mandos dieron la orden de “blanquear” los batallones. Fanon, quién
había recibido una medalla de la Croix de Guerre por su valentía en la Batalla de Alsacia, fue
impedido de entrar en Berlín con los ejércitos victoriosos. Él y muchos y muchas de los que con él
combatieron, no podían, no debían entrar en La Historia. Eran apenas la mano de obra detrás del
telón. Su piel y su origen “no se lo permitieron”. La “civilización” se presentaba en todo su
esplendor.
Mientras en Francia se festejaba la derrota del nazismo, el 8 de mayo de 1945, en la ciudad de Sétif
cientos de miles de argelinos y argelinas salían a manifestarse contra la colonización. Ho Chi Minh
dirá que Francia es un curioso país, “pues si bien es un foco de ideas admirables, cuando viaja no
las lleva consigo”. Ese día, la “ilustrada” potencia colonial respondería con una represión que se
cobraría la vida de más de 40 mil personas.
Terminada la guerra europea, Fanon volvió a Martinica. Allí fueron a parar muchos de los franceses
colaboracionistas que se habían aliado con los Nazis. Los mismos que entregaban aún más
prisioneros judíos de los que los propios ocupantes exigían en la Francia de Vichy. Los mismos que
irían luego a Argelia y resistirían hasta el último momento su sagrado derecho a la “libertad” de
colonizar, a la “igualdad” entre los blancos y a la “propiedad” sobre los territorios de los
condenados de la tierra. En su isla natal, Fanon trabajó junto a su maestro de la juventud, Aimé
Césaire, en una exitosa campaña que llevaría al reconocido poeta a ser elegido alcalde por el Partido
Comunista en la capital Fort-de-France.
Más tarde volverá a Europa para estudiar psiquiatría en la ciudad francesa de Lyon. Su tesis de
doctorado fue escrita -y en parte dictada- con ayuda de su compañera Marie-Josephe Dublé,
mientras se paseaba frenéticamente por su pequeño cuarto de estudiantes. Llevará como título “Un
ensayo sobre la desajenación del negro”. En una de sus reflexiones afirma el joven psiquiatra:
“Hemos conocido, y desgraciadamente seguimos conociendo, compañeros originarios de Dahomey
o Congo que se llaman antillanos; hemos conocido y todavía conocemos antillanos que se sienten
ofendidos si se les supone senegaleses. Y es que el antillano es más 'evolucionado' que el negro de
África (entiéndase bien, que está más cerca del blanco).” Estos procesos de alienación y
autodenigración serán una constante de su pensamiento, dado que el sistema colonial coloca al
blanco como parámetro de humanidad. Su tesis será publicada finalmente en el año 1952,
adoptando precisamente el título de “Piel negra, máscaras blancas”.

De Europa al Magreb

En noviembre de 1953 es designado médico en jefe del Hospital Psiquiátrico de Blida-Joinville, a


unos cincuenta kilómetros al sureste de la ciudad de Argel, sobre una meseta seca. La mayor parte
de la población vive aquí en una franja estrecha que da al Mar Mediterráneo. El resto del territorio
es un desierto, tan infernal como hermoso. Hacia 1830 los colonizadores franceses ocuparon esta
tierra y colonizaron a su población. Cuando el joven Fanon arribó a Argelia, las tensiones generadas
por más de un siglo de colonialismo, racismo y despojo estaban a punto de estallar. Fue en esa tierra
extraña y lejana, pero identificable por el impacto de la colonización que tan bien conocía, en donde
al decir de Ernest Pipin “Fanon encontró a Fanon”.
La llegada del antillano a Argel la blanc fue todo un golpe cultural. Fanon ignoraba la lengua
originaria y desconocía la religión local, pero sospechaba que el dominio colonial presentaba grietas
detrás de las blancas paredes deslumbrantes de la ciudad mediterránea. “El árabe es un enajenado en
su propia tierra”, reflexionará por ese entonces. Pero también había quiénes se organizaban en la
penumbra de la clandestinidad.
Cuando el primero de noviembre 1954 comenzó la guerra de liberación nacional, el joven doctor
entró en contacto con las fuerzas independentistas del Frente de Liberación Nacional (FLN). Su
vida se escindió entonces en dos personalidades contrapuestas. Aún perseguía los anhelos
profesionales que tanto había cultivado, y necesitaba a la vez de un trabajo y un sustento. De día, el
psiquiatra trataba a los oficiales de la policía colonial por los traumas generados en las largas
sesiones de los “interrogatorios”. Por las noches, entre aquellos pasillos estrechos y laberínticos de
Argel, el revolucionario enseñaba a los milicianos independentistas a curar sus heridas, formaba a
médicos musulmanes y desempeñaba otras tareas igualmente clandestinas. En aquellos tiempos
convulsos y contradictorios, Fanon atendía a los torturadores coloniales en su consultorio y alojaba
a los combatientes guerrilleros en su casa.
De esa época también es el poema “Qasaman” escrito por Moufdi Zakaria mientras estuvo en la
prisión colonial de “Barbarroja”: Oh Francia, se acabó el tiempo de las palabras / Hemos acabado
con ellas como cuando acabamos un libro / Oh Francia, ha llegado el día en que tienes que rendir
cuentas / Prepárate, he aquí nuestra contestación / El veredicto, nuestra Revolución lo pronunciará
/ Porque hemos decidido que Argelia vivirá / Sean testigos. Este llamado a la resistencia se
convertiría, una vez lograda la independencia, en el himno nacional de la República de Argelia.

Simone de Beauvoir relata en su artículo “La fuerza de las cosas” que ocho de cada diez atentados
fracasaban porque los fedayines, atemorizados, eran descubiertos inmediatamente. Por lo tanto
“había que formar a los milicianos; y con el acuerdo de los dirigentes [Fanon] se encargó de ellos.
Les enseñó a controlar sus reacciones en el momento de poner una bomba o de lanzar una granada y
también qué actitud psicológica y física podría ayudarlos a resistir mejor las torturas.”

El ya comprometido revolucionario no soportó esa doble vida y dimitió de sus funciones en 1956,
declarando que no podía curar los traumas de sus pacientes para abandonarlos luego en medio de
una sociedad deshumanizante. Las patologías psíquicas eran, para él, consecuencia directa de la
dominación colonial. Tras realizar su descargo público fue expulsado sin demora por las autoridades
francesas. Arribó clandestino a Túnez, en donde se sumergió de lleno en la organización del FLN.
En esos años formó parte del colectivo editorial de El Moudjahid, cuya sede se encontraba en aquel
país vecino, enclavado, como Argelia, entre las olas del Mediterráneo y las dunas del Sahara.

Por la revolución africana

Fanon se mueve, inquieto. Recorre la extensión del desierto, y se lanza luego por todo el África. Lo
hace en su rol de embajador itinerante del gobierno provisional del Movimiento de Liberación
Nacional de Argelia. En virtud de este papel participa en las conferencias de la Unión de Naciones
Africanas en Accra, en 1958, y en Túnez, en 1960. Ese mismo año se presenta en la Conferencia de
Paz y Seguridad en África, otra vez en la capital de Ghana; también lo hace en la Cumbre de
Conakry de 1960; y finalmente en la Conferencia de los Estados Independientes Africanos en
Etiopía. En Ghana debatirá con Kwame Nkrumah sus tesis pacifistas. En el Congo advertirá al líder
nacionalista Patrice Lumumba sobre los peligros de una independencia pactada con las antiguas
metrópolis. De paso por Liberia, y de nuevo en Guinea, conseguirá la solidaridad del presidente
Ahmed Sékou Touré, y juntos convencerán a los soviéticos para que envíen armas al frente oeste.

Una de las principales metas de sus escritos africanos era la de promover un panafricanismo radical,
opuesto a lo que él consideraba un "panafricanismo de la mente". Este discurso de reivindicación
meramente cultural estaba siendo apropiado y diseminado por las burguesías nacionalistas del
continente. Fanon, aun con sus diferencias, concordaba con Nkrumah en el proyecto de crear una
federación de los "Estados Unidos de África". Y procuraba también construir una "legión voluntaria
africana" que diese apoyo a las luchas independentistas en curso.
Mientras recorre el desierto del Sahara en noviembre de 1960, escribe en su bitácora: “A veces
vemos una puesta de sol que torna el manto del cielo de un violeta brillante. En estos días
encontramos un rojo muy fuerte”. Los atardeceres le traen alivio y dan rienda suelta a sus
reflexiones. Su misión es, por ese entonces, abrir un frente meridional en la frontera con Mali. Allí,
donde ningún ejército europeo sobreviviría ni una semana, se propone abrir una ruta de suministros
desde Bamako, atravesando el desierto para pertrechar a la revolución. De Bamako, en Mali, hasta
Monrovia, en la costa de Liberia, recorrerá más de mil kilómetros en un jeep precario.

Ese desierto, letal para los colonialistas, ha sido una vía de comunicación para los pueblos de África
y de Asia desde tiempos inmemoriales. En estos paisajes de arena, sol rojo y violáceos atardeceres,
la escritura discurre fácilmente. Su vida, sin embargo, empieza a consumirse, como la selva húmeda
que supo ocupar esa parte del mundo, y que en pocos siglos desapareció bajo las arenas y el polvo.

Exhausto, y ya en Ghana, un médico amigo le sugiere que se realice algunos análisis. Ambos saben
que algo no marcha bien, y que ese agotamiento no viene de los sacrificios cotidianos sino desde su
propio interior. De regreso en Túnez un nuevo examen de sangre confirma las sospechas: se trata de
leucemia, un cáncer en la sangre. Esa misma noche decide escribir un nuevo libro. Sería el último.

Los meses siguientes son particularmente agitados. Forma milicianos y oficiales del FLN, dirige un
centro psiquiátrico en Túnez, atraviesa la frontera cotidianamente y por las noches continúa
escribiendo. Viaja a la URSS para recibir tratamiento en una clínica ubicada en las afueras de
Moscú. La remisión temporal del cáncer le da una tregua breve para continuar el libro.
“En varias ocasiones había creído que llegaba su última hora; durante una o dos semanas había
perdido la vista; a veces tenía la impresión de 'hundirse en el colchón' como un peso muerto.” Así lo
describe Beauvoir en el artículo donde recuerda sus encuentros con Fanon, Jean-Paul Sartre y
Claude Lazmann en Roma. Era la segunda vez que el antillano, ahora devenido argelino, visitaba la
ciudad. Esta vez para encontrarse con el célebre filósofo francés que escribiría el prólogo de “Los
condenados de la tierra”. De Beauvoir da pistas sobre su estado interior en aquellos tiempos: “Lo
vimos antes de que él nos viera; se sentaba, se ponía de pie, se volvía a sentar, cambiaba dinero,
cogía sus maletas con gestos bruscos, un rostro agitado, mirando de reojo.”
Fanon se había comprometido a entregar el manuscrito al editor francés François Maspero, quien ya
había publicado en 1959 “El V año de la revolución argelina”. En aquel libro acusaba frontalmente
a Francia por sus crímenes coloniales en Argelia, por lo que la obra, previsiblemente, fue censurada.
Mientras los pueblos africanos obtenían y celebraban sus frágiles y amenazadas independencias,
Fanon pensaba en como consolidarlas. Y sobre todo, en cómo hacer de la Revolución Argelina una
revolución africana, y de ella, un capítulo de la revolución mundial.
Tres días antes del final, ya en cama y entre el sopor de la enfermedad, llegó a sus manos la primera
edición de su libro Les damnés de la terre, impreso de forma clandestina. Finalmente moriría el 6 de
diciembre de 1961 en un hospital de Maryland, Estados Unidos, utilizando un nombre falso. Sus
restos mortales serían enviados a Túnez.
“Frantz Fanon ha muerto. Supimos desde hace meses que iba a morir, pero teníamos esperanza
−contra toda razón−, ya que sabíamos que era tan resuelto y tan esencial en nuestro horizonte de
hombre, que algún milagro podría ocurrirle. Y ahora debemos inclinarnos ante lo inevitable.” Esas
fueron las palabras de Aimé Césaire ante la pérdida de quién fuera su amigo y discípulo.
Jean Paul Sartre dirá al mundo occidental, mientras se decía a sí mismo: “Europeos, abran este
libro, penetren en él (…) Nuestras víctimas nos conocen por sus heridas y por sus cadenas (...) Lean
a Fanon (...) Nuestros caros valores pierden sus alas; si los contemplamos de cerca, no
encontraremos uno solo que no esté manchado de sangre (…) Europa hace agua por todas partes. “
Cuando sus restos fueron repatriados en medio de la guerra, el FLN decidió sepultarlo con todos los
honores en la frontera argelina. Dos pelotones presentaron sus armas armas mientras el ataúd
ingresaba al territorio. La ceremonia fue la de un héroe nacional, sin importar que Fanon hubiera
nacido al mundo en una pequeña isla del Caribe, al otro lado del inmenso Atlántico.
En El Moudjahid del 21 de diciembre de 1961 pudo leerse: “El bosque es majestuoso, el cielo
deslumbrante; la columna se desplaza en absoluto silencio y calma (...) Se pueden escuchar disparos
en el valle, más allá por el norte. Muy alto en el cielo vuelan dos aviones. La guerra está ahí, muy
cerca. Una procesión de hermanos ha venido a concederle a uno de los suyos su último deseo...”
Intelectual y combatiente. Profesor y psiquiatra. Periodista y diplomático. Panafricanista y
revolucionario. Un internacionalista en tres continentes. Guerrero-sílex/ vomitado/ por la boca de
la serpiente de los manglares, tal y como lo describiera de forma póstuma un poema de Aimé
Césaire. Frantz Fanon pertenece sin duda a todos los pueblos que luchan por su liberación.

1 Fragmento del Himno nacional de Argelia: Somos los que combaten por el triunfo del derecho/Por nuestra
independencia, hemos ido a la guerra/Nadie escuchaba nuestras reivindicaciones/Las hemos gritado a ritmo del
cañón/Y martilladas al compás de las ametralladoras/ Porque hemos decidido que Argelia vivirá/Sean testigos.

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