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Eticas no optables

Etica formal Kantiana

Crítica a la buena voluntad de Kant

La imposición del deber ser

Tres son, pues, los conceptos básicos de la ética formal de Kant: la buena voluntad, el deber ser y
la ley moral, ambos conceptos basados en imperativos categoricos del deber.

Para el filósofo Immanuel Kant la buena voluntad está determinada por la intención de quien realiza
los actos, independientemente de si el resultado es positivo o perjudicial. Nuestra conciencia moral
según Kant nos indica cuales son nuestros deberes, y si orientamos hacia ellos nuestras
conductas, nuestra voluntad será buena. Si un acto bueno lo hacemos inclinados por la pasión o
los intereses de cada uno, será una voluntad neutra. Será buena voluntad cuando responda
categóricamente al cumplimiento de un deber.

Pero el cumplimiento del deber no garantizá si el resultado de los actos puede ser beneficioso o
dañoso para otros. Si el individuo desde una concepción subjetiva de su voluntad considera que es
buena entonces las acciones serán buenas, pero esta lógica kantiana no contempla los resultados
de los actos, si auténticamente serán beneficiosos a perjuciaciales, a psear de que la voluntad en
su inicio en coinsiderada como buena.

Y no solo basta con la buena voluntad, basada en un individualismo, también es necesario pensar
e incluir a los otros sobre los cuales van dirigidas las acciones: personas, animales, medio
ambiente, planeta tierra, para garantizar que la intención de la buena voluntad en su principio,
obtenga una acción no perjudicial en su fin.

¿Puede una voluntad ser buena, sin tener en cuenta sus consecuencias? La voluntad en su
intención puede ser buena, de una buena intención deriva una buena voluntad. Sin embargo en
cuanto a la acción, la voluntad para ser buena, necesariamente debe tener en cuenta las
consecuencias de sus actos, la determinación de si la voluntad es buena o no, quedará
comprobado por las consecuencias de sus acciones. Una voluntad que no tiene en cuenta las
consecuencias de sus actos es una voluntad vacía: “Es notable el peculiar vacío que lleva el
imperativo categorico puramente formal, con su criterio de generelizabilidad incontradictoria de la
máxima voluntad”

La imposición del deber

Ya hemos hecho referencia a lo que Kant entiende por buena voluntad. Respecto de su noción del
deber, lo define como «la necesidad de una acción por respeto a la ley». Ley moral que rige
objetivamente la conducta del sujeto, pero no la determina necesariamente, pues, de ser así,
quedaría el hombre, respecto de su conducta moral, sometido a un determinismo, exactamente
como en el orden físico. Además, esta ley moral no puede fundarse en la experiencia, puesto que
si los hechos son capaces de decirnos lo que es, no pueden, sin embargo, señalar lo que debe
ser. Y de aquí el formalismo que preside la ética kantiana. Pues si la acción se realiza
exclusivamente por respeto al deber, sin tener absolutamente en cuenta su contenido, su materia,
y sí atendiendo sólo a la forma de la misma (para utilizar la terminología del autor), estamos
entonces de lleno dentro del concepto de una legítima acción moral, fundada en los principios de la
autonomía y la universalidad, indispensables en toda auténtica manifestación de conducta ética.

Ahora bien, el problema de la voluntad no incluye, por modo absoluto, todo cuanto se relaciona con
el bien, de donde viene a resultar que el énfasis recae completamente sobre el propósito, en el cual
se asienta la dirección interna de la voluntad, en tanto que el contenido y la estructura
categorial del deber refieren, de otra parte, a lo que es denominable fin, con lo que –apunta
Hartmann– «se nos vuelve la ética una de fines y como es esta una cuestión referida a la unidad
de la vida moral, debemos saltar más allá del fin singular y variable al sistema de fines y, en última
instancia, a la unidad constituida por el fin último».

En general, la filosofía kantiana representa la alianza de las doctrinas del subjetivismo y el


formalismo. Y, de acuerdo con esto, todo auténtico mandamiento moral es formal, en tanto que es
heterónoma cualquiera determinación material de la voluntad. De donde viene a concluirse en dos
cosas, que Hartmann califica de eternamente válidas: a) el rechazo radical de todo empirismo en la
ética y b) el rechazo de toda casuística.

Lo que no resulta claro es que el imperativo que determina la constitución de la buena


voluntad debe ser formal, ya que «hasta la determinación cualitativa más general debe siempre ser
concreta, aun cuando no determine la «materia» de la voluntad, es decir, su objeto momentáneo».
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 Pero, eso sí, no puede caber la menor duda acerca de que, respecto de lo que se acaba de
decir, el imperativo categórico es una ley concreta por modo absoluto, puesto que la concordancia
de la voluntad empírica con la ideal constituye una determinación concreta, ya que un imperativo
carente de algo que viene a ser su mandato, es un imperativo vacío, razón por la cual no podría ser
imperativo.

La moral kantiana

Antes de ver qué es el imperativo categórico es necesario hacer un breve comentario de algunos
de los aspectos de la concepción de Kant con respecto a la moral. Immanuel Kant fue un teólogo
profundamente preocupado por este tema, en una época de grandes contrastes entre corrientes
ideológicas con diferentes puntos de vista respecto a la manera de comportarse y dirigir la
conducta.

El autor consideraba la moral como un elemento racional, alejado de los elementos empíricos y
fundamentado en una ética universal. Para Kant, el acto moral es el que se realiza como un deber,
como un fin en sí mismo: el acto moral es aquél en el que se actúa en base a la razón, no a al amor
a uno mismo o al interés. Por el contrario no serán tales aquellos que se lleven a cabo por
casualidad, con interés o como medio para alcanzar o evitar otros elementos.

La actuación moral se basa en la buena voluntad. El acto debe ser visto en sí en su sentido
subjetivo para ser valorado como moral o inmoral. El acto moral busca la felicidad ajena, que a su
vez permite la propia al ser parte de la humanidad, en vez de pretender la propia de satisfacer
deseos o huir del dolor y sufrimiento. Para ser moral se requiere de ser libre, en un sentido que
Kant relaciona con la posibilidad de trascender los propios deseos e imperativos para lograr
trascender.

En lo que respecta a conceptos como el bien y el mal, ampliamente ligados a la moralidad, Kant
considera que los actos nos son buenos o malos en sí sino que ello depende del sujeto que las
lleve a cabo. De hecho, lo moral no es el acto en sí sino el propósito que existe detrás de él: será
malo aquel que se desvía de las leyes morales que lo rigen, subordinando sus motivaciones
morales universales a las propias del interés personal y a la propia sensibilidad, mientras que el
bueno es aquel que sigue la moral como ley universal en su vida y en base a ella lleva a cabo y
cumple con sus deseos en base a dicha moral. Un concepto nuclear en su concepto de moral es la
idea de imperativo categórico.

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La idea de imperativo categórico de Kant

Todos en algún momento hemos hecho o pretendido hacer lo correcto, o nos hemos sentido mal
por no hacerlo. El concepto de imperativo categórico de Kant está profundamente vinculado a
este hecho.

Se entiende por imperativo categórico el acto o proposición que se lleva a cabo por el hecho de ser
considerada necesaria, sin que existan más motivos para ser llevada a cabo que dicha
consideración. Serían las construcciones que se realizan en forma de “debo”, sin estar
condicionados por ninguna otra consideración, y serían universales y de aplicación en cualquier
momento o situación. El imperativo es un fin en sí mismo y no un medio para lograr un resultado
determinado. Por ejemplo, generalmente podemos decir “debo decir la verdad”, “ el ser humano
debe ser solidario”, “ debo ayudar a otro cuando lo está pasando mal” o “hay que respetar a los
demás”.

El imperativo categórico no tiene por qué tener un sentido aditivo, sino que también puede ser
restrictivo. Es decir, no se trata solo de que hagamos algo, sino que también puede basarse en no
hacerlo o dejar de hacerlo. Por ejemplo, la mayoría de personas no roba o hace daño a otras por
considerar tal acción algo negativo per se.
El imperativo categórico es un constructo eminentemente racional, que pretende tratar la
humanidad (entendida como cualidad) como fin y no como medio para alcanzar algo. Sin embargo,
se trata de imperativos difíciles de ver en la vida real en este sentido, puesto que también estamos
muy sujetos a nuestros deseos y guiamos nuestra actuación en base a estos.

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