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Invitamos a volver a la bibliografía recorrida durante el cuatrimestre y tramarla con los

siguientes textos: Dussel, I. La clase en pantuflas y Zelmanovich, P. Deseo de saber:


haciendo zoom en lo emergente, del libro Pensar la educación en tiempos de
pandemia. Entre la emergencia, el compromiso y la espera. A partir de los contenidos
abordados en los módulos y en los encuentros y parafraseando a las autoras citadas,
invitamos a hacer zoom sobre el espacio escolar en un tránsito hacia espacios de
enseñanza, atendiendo a las particularidades que impuso el distanciamiento, pero
también, la tarea de la continuidad pedagógica. Desde allí “hilvanar” el ensayo sin
dejar de considerar los siguientes interrogantes:

1.¿Cómo se resignifican el curriculum, las prácticas de enseñanza y la evaluación en


la domestización de la escuela?

2. ¿Por qué la pandemia interpela al currículum y a la programación en relación con


los mandatos de no perder el año y el de sostener la continuidad pedagógica?

Consideraremos en el análisis de las producciones el uso de lenguaje


conceptualmente preciso, el establecimiento de relaciones explícitas y fundamentadas,
la referencia clara de los autores utilizados y la organización global de la respuesta.
Esto es lo que, en términos de un instrumento de evaluación se reconoce como
calidad y organización. Es la mejor forma de jerarquizar tanto los contenidos como las
operaciones que con ellos se realicen.
1. Podemos pensar al curriculum como un documento transversal en sistema
educativo ya que es una elaboración política, concentrando tensiones ideológicas que
habilitan o des-habilitan contenidos a ser desarrollado en los distintos niveles del
sistema educativo. Ahora bien, así como se afirma que el curriculum es un documento
abstracto, que no se materializa sin la función docente que interviene en este
documento para que los estudiantes accedan a este a través de la pedagogía. Desde
el curriculum pretendido en los diseños oficiales a las prácticas pedagógicas en el
“centro educativo”, media un largo espacio a menudo fracturado por los modos propios
de ver y hacer de los profesores. El curriculum como plan o diseño, en tanto pretende
regular y legitimar la práctica educativa, se estructura en diversos componentes o
elementos que, a su vez, van a ir siendo reconstruidos y conformados en su uso o
propuesta en práctica por los agentes educativos. Esta intervención sobre un
documento público que tiene como premisa orientar el acceso a conocimientos
estandarizados, no debería fragmentar la educación. El marco educativo en el aula, en
la escuela da una estructura que orienta al cumplimiento de la manera más fiel del
curriculum. Ahora bien en un contexto de virtualidad y comunicación a distancia esto
puede orientar a otros desenlaces. En este sentido es fundamental la intervención de
Ines Dussel, quien plantea la importancia de defender el curriculum como documento
público. Introduce la importancia de este documento en este contexto, el cual es una
herramienta para no ampliar las desigualdades ya que apunta a usar al curriculum
como guión común, un “horizonte con referencias y saberes comunes”. Es
fundamental en un contexto así las iniciativas para regular de mejor forma lo que se
está haciendo: la producción de materiales que acompañen a los docentes para que el
trabajo de estos sea colectivo así no profundizar el escenario de fragmentación. Estas
cuestiones del trabajo colectivo en el “colectivo docente”, resinifica el ejercicio de una
profesión individual.

Respecto del curriculum, podemos analizar la materialidad del mismo que se lleva a
cabo a través de las prácticas de enseñanza. Estas son elaboradas por los docentes
quienes mediante de la planificación disponen de los recursos y las dinámicas
ocurrentes y necesarias para llevar a cabo el contenido curricular. En este sentido un
año como el actual, imposibilitó recurrir a las prácticas de enseñanza de años
anteriores ya que la presencialidad no fue opción para este ciclo lectivo. La alternativa
fue la virtualidad resignifcando abruptamente una rutina establecida desde la
institucionalización de la escuela como lugar para la enseñanza. En las primeras
semanas de la virtualidad hubo una tendencia la distribución de tareas de manera
indiscriminada ya que el colectivo docente era foco de varias miradas. Sin embargo
estas tareas al no estar trabajadas con anticipación, resultaron poco eficaces ya que
tenían demandas cognitivas altas. Este punto es crucial ya que el valor de la tarea
docente está relativizado desde las campañas del gobierno de cambiemos cuando
convocaba “voluntarios” para el sistema educativo. Los docentes no son solamente un
canal de transmisión de tareas que luego serán corregidas, el trabajo docente implica
la apertura a proyectos de conocimiento, grupales y de construcción. Este contexto re-
elabora lo que es “la clase” como práctica de enseñanza, ya que esta es un conjunto
de interacciones en el que se conversa, se dialoga hasta encontrar un cauce común.
La clase fue reconvertida en los grupos virtuales, obliga a considerar cuestiones
difíciles de calibrar ubicando a la presencialidad como un encuadre mucho más
ordenado y facilitador para la transmisión de lo que se pensaba antes de perder el
recurso.

Cerraremos con la evaluación, instancia que acredita la aprehensión de los


conocimientos generados, transmitidos y construidos que figuran en el curriculum y se
pusieron en juego a través de la práctica de la enseñanza. Sobre este concepto
podemos hablar sobre su peso jerarquizador, o estigmatizador, si incluye o excluye,
sin embargo para esta elaboración es pertinente pensar que en los niveles educativos
obligatorios este punto no fue ni certificador de conocimientos, no tuvo influencia en el
fracaso escolar, no tuvo valor de mensaje ya que las notas fueron conceptuales y
desde el principio se hablaba de que todos los estudiantes pasarían de año. En este
sentido la evaluación sufrió grandes modificaciones, no se puede conjeturar que esta
forma de evaluar fue correcta o no, entendiendo que este presente se resignificará
como pasado a partir del año que viene. Por otro lado esta forma de evaluación rompe
con el clásico “boletín” (que siguió funcionando, aunque sin nota numérica en los
primeros trimestres), instancia que acercaba a aquellos familiares de los estudiantes, a
la institución. Sin duda, la evaluación tiene que despegarse de la calificación y la
promoción y centrarse en lo formativo, en la retroalimentación que permite revisar y
mejorar lo hecho y entender otros puntos de vista.

2. Habiendo transcurrido un año como el del 2020, nos permite resignificar lo


cotidiano, lo “aparentemente” sabido, lo familiar, las cosas del hogar, etc. En este
contexto de pandemia que introdujo una pausa en las rutinas de la población mundial,
y que hasta el día de hoy nos pone sobre los pupitres, un futuro inesperado. Es en
este campo difuso, confuso, donde los márgenes están corridos hasta, quizás, la
virtualidad, se intentará dar cuenta de la afectación que recibió el sistema educativo en
esta escena pandémica, haciendo hincapié en como se resignificaron conceptos como
el curriculum, las prácticas de enseñanza y la evaluación a partir de la domesticación
de la escuela, es decir esta nueva escuela del 2020 en los márgenes de los hogares
de cada estudiante y cada docente.

El colapso sanitario a nivel mundial, provocó que en varios países se tomaaran


diversas estrategias en materia sanitaria. En nuestro caso el 20 de marzo del 2020 se
decició comenzar con el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), el cual
indicaba la imposibilidad de circular por las calles, entendiendo esta estrategia la
necesaria para evitar contagios evitables. En este contexto, se paralizan las industrias,
las actividades económicas presenciales provocando una pausa en la vida social, en el
presente. Pero la escuela no se paralizó, detuvo la circulación en la presencialidad
pero desde el Ministerio de Educación se decidió que lo correspondiente en materia
educativa en el 2020, se haría de manera virtual, mediante conectividad y apps. El
viraje a esta modalidad, se dio de manera inmediata dando poco margen para que los
docentes puedan re-estructurar la planificación, sin tener capacitaciones en tics, etc.
En relación a los estudiantes quedan supeditados a su capacidad de conectividad y de
recursos tecnológicos. En función de esto, podemos decir que la práctica educativa
que hace años ya se encuentra institucionalizada en escuelas, este año sufrió un gran
revés y debió resignificar algunos de sus conceptos estructurales.

Como constructo vertebral para el sistema educativo, es válido nombrar el curriculum.


El curriculum es la síntesis de elementos culturales que conforman una propuesta
político-educativa pensada e impulsada por diversos grupos y sectores sociales cuyos
intereses son diversos y contradictorios, aunque algunos tiendan a ser dominantes o
hegemónicos, y otros tienden a oponerse y resistirse a tal dominación o hegemonía.
Síntesis a la cual se arriba a través de diversos mecanismos de negociación e
imposición social. Es una propuesta conformada por aspectos estructurales formales y
procesales-prácticos, así como por dimensiones generales y particulares que
interactúan en el devenir de la currícula en las instituciones. Por lo tanto, podemos
afirmar que el curriculum es una instancia abstracta, de negociación política. Sin
embargo es a partir de este documento, que se organiza el contenido y en función de
este la correspondiente “planificación”. Si bien entendemos la planificación como un
proceso permanente y evolutivo, están pensadas y contextualizadas en el dispositivo
áulico, diseñadas para el trabajo en el aula con participación grupal. Ahora bien, la
pandemia impidió el devenir corriente de la estructuración curricular, sin embargo las
postulaciones de “no perder el año”, manteniendo la continuidad pedagógica provocó
una re-planificación (ya que el curriculum, no fue modificado) orientada al trabajo fuera
de los márgenes institucionales, pero dentro de los marcos del hogar, anunando el
vínculo exogámico que genera la escuela. No perder el año es una propuesta de las
mismas autoridades que definen lo que incluye y lo que, dentro del curriculum. Esta
propuesta aparece como respuesta política al macroagujero y así sostener el lugar
para que el deseo se sostenga. Planteamos la necesidad de comprentder en clave
teórica de deseo de saber y conocer, ya que en parte este es el que permite el vínculo
educativo. Ahora bien, para sostener este vínculo y para que el deseo se mantenga,
es necesario que se mantengan las condiciones fundamentales. En este ssentido, la
disposición de computadores para docentes y estudiantes, así como una red para que
puedan conectarse y sostener desde activamente ese vínculo educativo.

Si avanzamos hacia niveles donde las políticas educativas quedan materializadas,


podemos pensar en enseñanza, o más concretamente en las prácticas de la
enseñanza. Si consideramos que la enseñanza no solo tiene consecuencias sobre la
vida de las personas, sino también sobre el devenir de las sociedades y el destino de
las naciones. Podemos pensar aquí también la influencia de la educación en la
sociedad para sostener la premisa de “no perder el año”. Sin embargo, la enseñanza
es una práctica social institucionalizada, la cual no se desarrolla de manera intuitiva
sino que se da segmentada, en un espacio físico determinado, regida por normas
específicas, por horarios con los que cumplir, etc. Sin la presencialidad estas
cualidades áulicas se modificaron, también lo hizo la mirada y la voz. Estas últimas se
presentan juntas en la presencialidad y no tuvieron ese efecto con la virtualidad ya que
la opción de prender la cámara o no, al momento de hacer una intervención, habilita
que sean canales disociados. Estas posibilidad entraman las diversas subjetividades
de los estudiantes y posibilitan dinámicas que en la presencialidad no se presentarían.
La virtualidad como práctica de la enseñanza, habilitó espacios para esos estudiantes
y docentes que quedan atrapados en el entramado familiar. Perla Zelmanovich
introduce el concepto de pantalla/escuela que operó como separación necesaria,
como marco que les habilitó una distancia respecto del Otro. Por otro lado, los
recursos para las prácticas de la enseñanza se vieron sustancialmente modificados, ya
que el celular un gadget poco querido en instituciones escolares, pasó a ser la
herramienta fundamental para el sostenimiento del deseo por saber y conocer,
sosteniendo de esta manera el vínculo educativo.
Bibliografía

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Dussel I., Ferrante P. y Pulfer D. (2020). Pensar la educación en tiempos de pandemia


Entre la emergencia, el compromiso y la espera. Buenos Aires

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