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Somos tus siervos Señor, queremos darte los mejores frutos.

Este Domingo se nos invita a reflexionar en torno a la parábola de la viña y los malvados
viñadores. (Mt. 21,33-43) Jesús dirige esta dura enseñanza a los sacerdotes y a los ancianos del
pueblo quienes decían ostentar el poder y la sabiduría para guiar a los suyos, pero estaban en gran
medida lejos del querer de Dios. En la parábola que hoy contemplamos contrastan radicalmente
los personajes principales: Por un lado, el Dueño, el Señor de la viña, aparece con mucho esmero
preparando el lugar, con los medios necesarios para disfrutarla y sacar de ella los mejores frutos,
como un padre amoroso que dispone todo lo mejor para sus hijos; este buen hombre entrega la
viña lista a unos inquilinos que no aprecian todos los bienes que les son otorgados. Por otra parte
estos viñadores desprecian al propietario, no solo se niegan a entregar los frutos que le
corresponden, sino que maltratan y dan muerte a sus emisarios.

Queridos hermanos, el don de la fe que hemos recibido nos otorga el maravilloso privilegio de
sabernos Hijos de Dios, amados de un Padre que con sumo cuidado ha preparado y sigue
preparando lo mejor para nuestra vida actual y, más importante aún, para nuestra vida futura.
Este privilegio implica también un llamado y una tarea; fácilmente podemos caer en la tentación
de creernos dueños y señores de lo que hemos recibido. Nuestra avaricia y nuestro ego pueden
hacernos muchas veces ignorar los mensajes de Dios, que nos invita a dar abundantes frutos de
bondad. ¿Cuántas veces escuchamos o somos portavoces de frases como, “yo hago lo que me
provoca” o “lo que me da la gana”? Ser discípulos de Jesús, escuchar sus enseñanzas como la que
nos regala hoy en el Evangelio de Mateo, nos ayuda a crecer en la humildad, a sabernos hijos, a
comprendernos como inquilinos. Hemos recibido todo lo necesario para hacer producir la viña de
nuestro Señor, pero debemos estar atentos a su mensaje, porque la viña que se nos ha preparado
esta lista para producir los mejores frutos. Responder solo a nuestro criterio, vivir solo para
satisfacer deseos egoístas, es caer en la avaricia de los viñadores perversos, que ignorando y
desafiando al dueño verdadero terminaron poseedores de una sentencia terrible.

Tal como en la parábola, en la plenitud de los tiempos, el Creador del Universo nos envió su
mensaje más preciado: Su Hijo. La persona de Jesús, es la palabra definitiva del Padre, su vida, su
obra y sus enseñanzas nos invitan cada día a salir de nuestro egoísmo, a ser agradecidos y
humildes reconociendo los dones inestimables que hemos recibido del creador. En nuestra vida
cotidiana ¿somos receptivos con la palabra eterna del Padre? O por el contrario, le damos la
espalda y queremos sacarlo de nuestra vida. ¿Estamos atentos y puestos en camino preparando
frutos buenos para nuestro Señor ó nos creemos poseedores de todo poder y sabiduría
alejándonos del querer de Dios?

La Sagrada Escritura, la tradición, la fe que profesamos, están llenas de un maravilloso mensaje;


mensaje de fraternidad, de justicia, de paz y de misericordia que tanta falta hacen en nuestra
sociedad actual, y que desde el principio de la historia Dios se ha empeñado en hacernos llegar de
diversos modos, porque; “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad”(1Tm. 2, 4). Pongámonos pues en actitud receptiva confiados en que nada es mejor para
nosotros que abandonarnos en aquel que sabemos nos Ama.

En nuestra oración de hoy, pidamos al Señor la gracia de la humildad y la disposición de corazón


para obedecerle, y digámosle: “Somos tus siervos Señor, queremos darte los mejores frutos”.

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