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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN
INGLATERRA. Entre 1780 y 1790, en algunas regiones de Inglaterra comenzó a
registrarse un aceleramiento del crecimiento económico. Consideraremos el
capitalismo como un sistema de producción pero también de relaciones sociales.
Las actividades del trabajador debían adecuarse cada vez más al ritmo y regularidad
de un proceso mecánico.
Frente a las resistencias, ante las dificultades de acondicionamiento al nuevo tipo de
trabajo, se forzó a los trabajadores mediante un sistema de coacciones que
organizaba el mercado de trabajo y garantizaba la disciplina. Para los trabajadores, las
condiciones de vida se deterioraron. Hasta mediados del siglo XIX, mantuvo vigencia
la teoría del «fondo salarial» que consideraba que cuanto más bajos fueran los
salarios de los obreros más altas serían los beneficios patronales. En este sentido, el
desarrollo urbano de la primera mitad del siglo IX fue un gran proceso de segregación
que empujaba a los trabajadores pobres a grandes concentraciones de miseria
alejadas de las nuevas zonas residenciales de la burguesía.
Desde mediados del siglo XVIII, se habían producido profundos cambios en el ámbito
de las ideas y de las concepciones del mundo. Dentro de la esfera pública se
conformaba una nueva cultura política, con una nueva teoría de la representación, que
colocaba al centro de la autoridad en una opinión pública, que a fines del siglo XVIII se
transformaba en un tribunal al que era necesario escuchar y convencer. Pero, a
diferencia de Inglaterra, Francia era la más poderosa monarquía absoluta de Europa, y
no estaba dispuesta a subordinar la política a la expansión económica. Pero los
intentos de llevar a cabo estas reformas en Francia fracasaron.
El conflicto entre los intereses del antiguo régimen y el ascenso de nuevas fuerzas
sociales era más agudo aquí que en cualquier otra parte de Europa. La «reacción
feudal» fue la chispa que encendió la revolución.
La participación de Francia en la guerra de la independencia de los Estados Unidos
había agravado los problemas financieros. La convocatoria de los Estados
Generales, la elección de los diputados, la redacción de los Cuadernos de Quejas
provocaron una profunda movilización que ponía en tela de juicio todo el andamiaje del
antiguo régimen. En mayo de 1789 los Estados Generales se reunieron e parís. Ante
la falta de acuerdos, se propusieron redactar una Constitución que, según el modelo
que proporcionaba Inglaterra, limitara el poder real.
Pero en todas partes su característica fue la organización secreta, una rígida disciplina
y el propósito de llegar a la violencia, si era necesario, para lograr sus objetivos. El
liberalismo era una filosofía política orientada a salvaguardar las libertades políticas y
económicas generales, así como las que debían gozar los individuos. Existía una
negativa a toda intervención estatal que regulara la economía, el Estado debía
limitarse a proteger los derechos de los individuos. Era además el sistema ideológico
que más se ajustaba a las actividades y objetivos de la nueva burguesía.
Tras la abdicación del rey, los liberales más moderados se apresuraron a otorgar al
duque Luis Felipe de Orleans la corona de Francia. De este modo, según los principios
del liberalismo, se volvía a instalar una monarquía limitada sobre la base del sufragio
restringido. En Francia, Luis Felipe de Orleans suponía la traición de o que lo había
llevado al trono. Los movimientos de 1848 fueron básicamente movimientos
democráticos.
Frente a ese liberalismo político que se definía por oposición al Antiguo Régimen, las
revoluciones del 48 buscaron profundizar sus contenidos. Esta democracia
consideraba a la república como la forma política más idónea para el ejercicio del
sufragio universal, la soberanía popular y la garantía a las libertades. Se comenzaba a
acusar al liberalismo de predicar una igualdad estrictamente jurídica. Desde
1830, habían surgido organizaciones de trabajadores y periódicos difusivos de las
nuevas ideas.