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TEMA 6: PROCESO DIFICIL DE INTEGRACION

Las pequeñas comunidades son un testimonio vivo del cambio que el Señor va haciendo en la vida de las
personas, pero en ocasiones podemos preguntarnos cómo es posible que pueda haber tantos líos y
dificultades en las pequeñas comunidades.

Sin embargo, no existe ninguna parroquia en la que todas las pequeñas comunidades sean una maravilla, ni
tampoco alguna en donde no haya una deserción significativa de los miembros de las comunidades.

Por eso, es necesario tener buenos criterios para evaluar nuestras comunidades y no desanimarnos ante las
dificultades o la lentitud con que parece caminar la vida en comunidad.

CRITERIOS PARA EVALUAR LA COMUNIDAD

1. La comunidad pequeña no es algo terminado, sino que está en proceso de construcción.

Esto debe quedar claro, sobre todo entre las personas que comienzan a vivir la comunidad pequeña. No
deben esperar ni debe decírseles, que todo es fantástico en la vida de la comunidad. Toda comunidad pasa
por problemas. Hay un momento en que termina la luna de miel, provocada por el retiro. Es el punto en que
se empieza a ver a los hermanos que se tienen juntos, y se descubren llenos de defectos.

La comunidad nace a partir de la evangelización, pero también, al igual que sus integrantes, es como un
niño pequeño, que necesita ser fortalecido y crecer.

Por ejemplo, hay comunidades que se deshacen por los chismes entre sus miembros; algunos hasta se
asustan que eso pueda suceder entre ellos. Si se les hubiese prevenido, no solamente de que no hubiera
chismes, o de no comentar lo que se dijera en las reuniones, fuera de ellas; sino de que aún cuando se
prohibiera comentar, esto iba a ocurrir, y que la comunidad tendría que aprender y encontrar formas de
convivencia que resolvieran estos problemas, entonces, tal vez, la comunidad hubiera contado con mayores
oportunidades de perseverar.

2. Los miembros de la comunidad también están en un proceso de crecimiento.

Lo anterior significa que todos surgimos de la Evangelización todavía con una serie de dificultades para
relacionarnos. Tenemos una vida nueva, como Lázaro al ser revivido por el Señor, pero estamos maniatados
por tantas vendas que nos deja el transcurrir de la vida.

El Señor, refiriéndose a esas vendas de Lázaro, pidió que se las quitaran sus hermanos. Igualmente, son los
hermanos de comunidad los que tienen que quitarnos muchas ataduras. Sin hermanos de comunidad no hay
sanación de esas limitaciones.

3. La comunidad es lugar de sanación, liberación y amor.

Esto es continuación de lo anterior. La comunidad es lugar de sanación de nuestra relacionalidad enferma.


Muchos llegamos a la comunidad como piedras llenas de filosas aristas y puntas hirientes. Como las piedras
de un río caudaloso, que en la desembocadura pierden todos esos filos y puntas y se vuelven romas,
redondas, así en nosotros la gracia de Dios va obrando a través de la comunidad, transformándonos en
hombres nuevos, con un corazón nuevo, capaz de relacionarse con otros, sin lastimar.
Después de varios años de caminar podremos decir: “Soy el mismo de siempre y camino el mismo camino,
pero ya no levanto tanto polvo”.

1. Algunas personas están demasiado lastimadas en su relacionalidad

Si bien la comunidad es lugar de sanación, algunas personas están tan


lastimadas que ninguna relación comunitaria dura el tiempo suficiente como para que experimente algún
progreso. En ocasiones el problema es tan fuerte que la comunidad sufre o se deshace por los conflictos que
produce un solo miembro.

Hay personas que no han sido alcohólicas o drogadictas pero que, sin embargo, llevan una carga emocional
que los hace equiparables a los anteriores. Estas personas necesitan grupos especiales, capaces de
soportarlos, amarlos y ayudarlos a salir adelante, por lo que, en ocasiones, es un poco inútil seguir
insistiendo en que perseveren cuando ellas no tienen la capacidad de continuar.

2. Las comunidades, al comenzar, requieren de un seguimiento cercano.

Las comunidades necesitan, al principio, un Supervisor Externo. Este puede ser alguien de otra comunidad,
que tenga unos meses más de caminar en la vida comunitaria que los que recién empiezan.

Este supervisor, al principio, trata de asistir a todas las reuniones, y después va espaciando su asistencia, en
la medida en que se nombra y capacita al Coordinador Interno.

Es necesario que tanto los coordinadores internos como los supervisores externos se reúnan periódicamente
con el encargado del ministerio. En estas reuniones es importante revisar, estrictamente, los elementos de
la reunión, y no distraerse en otros aspectos de la vida parroquial o derivar la junta en un retiro con un tema
solamente espiritual.

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