Está en la página 1de 26

EL AMPARO AMBIENTAL

SU FÓRMULA LEGITIMATORIA FRENTE A LAS DIFERENTES ACCIONES


DERIVADAS DEL DAÑO AMBIENTAL DE INCIDENCIA COLECTIVA
¿EL DESEMBARCO DE LA ACCIÓN POPULAR AMBIENTAL?1
por José Esain
“El wallmapuche – territorio mapuche – sangra por
sus cuatro partes mientras el depredador winka
impulsa la ideología del lucro y el consumismo
extremo, explotador de la naturaleza”
(Documento d Trabajo Primer Taller Local región sur
sobre Mapuches)

“Ya te hartaste de peces,


frutos y panes
Que comes sin suerte
Y el andén espera por ti...
Y que dirás,
cuando termines el bocado
de tu propia piel.
(Luis Alberto Spinetta “Jardín de Gente”1995)

1
Introducción
Nuestra Constitución en 1994 consagró el derecho de todo habitante a vivir en un
ambiente sano y equilibrado en el marco del desarrollo sostenible en el artículo 41 . En éste
contexto - dentro del marco de las restantes herramientas constitucionales de tutela de derechos
(el amparo y todas sus especies, el habeas data y el habeas corpus) el constituyente sindicó la serie
de personas legitimadas expresamente para interponer el denominado amparo. Ese proceso
abierto en ese contexto en 1994 fue reverdeciéndose con la doctrina jurisprudencial que
interpretó el sistema adoptando determinada tesitura. La cuestión que hoy nos ocupa es cómo se
perfila la figura luego de la reciente sanción de la Ley General el Ambiente (25.675), ya que la
misma en el último párrafo del artículo 30 establece una fórmula de legitimación en materia de
amparo ambiental - acción de cese - diferente la acuñada en la doctrina jurisprudencial
desarrollada hasta éste momento respecto al texto constitucional. En éste contexto se genera el
presente trabajo, como punta de discusión para una cuestión que no nos parece menor.
2.-
El proceso constitucional de protección ambiental:

1El amparo ambiental y las diferentes acciones derivadas del daño ambiental de incidencia colectiva”, fue publicado
en la revista Doctrina Judicial, en el año XXII, nro. 18, fechada el 3.5.06, pp. 1.
Entendemos que el proceso constitucional es aquel cuyo centro de acción se encuentra en
dicha materia, más especialmente para guarecer inmediatamente los derechos fundamentales y el
correcto desempeño de la dinámica de los Poderes del Estado Democrático2.
Como vemos no todos los procedimientos serán procesos constitucionales, sino que sólo
incluiremos dentro de ésta definición a los que protejan de manera rápida y eficaz los derechos
fundamentales. Esto traducido a lenguaje ambiental significa que no todos los procesos
tendientes a proteger al ambiente de las alteraciones externamente producidas serán procesos
constitucionales; sino que sólo merecen éste calificativo aquellos que de manera inmediata tengan
ese objeto. En éste punto estamos convencidos la disciplina ambiental se conecta con el derecho
procesal constitucional3.
El derecho al ambiente sano aparece reglado en la carta magna en el artículo 41 por lo que
no caben dudas de que estamos ante una derecho humano fundamental. Dentro del derecho
ambiental existen diversas herramientas tuitivas de éste bien jurídico de muy variada naturaleza4.
Cada una de las formas procesales jurisdiccionales de protección del ambiente se presentan como
diferentes en cuanto a la inmediatez de la tutela. Ello es así porque frente a una violación de
dificultosa probanza, serán necesaria una “batería” de actividades probatorias para lograr dilucidar
la causalidad necesaria para responsabilizar por la conducta lesiva al demandado. Allí la única
solución será un proceso ordinario por daño ambiental en el que la tutela se dará pero de manera más
mediata, menos expedita y urgente. Será un proceso más complejo y más largo pero adecuado
para ese tipo de pretensión. En cambio cuando la violación es manifiesta, y además necesita de
una urgente solución para restablecer la indemnidad del ambiente dañado, el proceso más
adecuado será el de naturaleza constitucional. Allí es donde aparece el proceso de amparo como
medio de protección inmediato y eficaz del derecho de naturaleza constitucional que aparece

2 Seguimos en éste sentido la definición dada por Sánchez Viamonte cuando dice que las garantías son en realidad
instituciones creadas a favor del individuo, para que, armado con ellas, pueda tener a su alcance inmediato el medio
de hacer efectivo cualquiera de los derechos que constituyen en su conjunto, la libertad civil y política. En ese sentido
sólo merecerá el nombre de garantía aquella institución jurídica que constituye el amparo máximo de un derecho, la
protección jurídica que la sociedad ofrece al individuo, para asegurar la efectividad de algún derecho (citado por
Eduardo P. Jiménez, “Garantías constitucionales”, Ed. Suárez, Mar del Plata, 1997, pp. 29).
3 A éste tema hemos hecho referencia en oportunidad de las VII Jornadas Argentinas de Derecho Procesal

Constitucional y Primer Encuentro Latinoamericano de Derecho Procesal Constitucional en mayo de 2003, en la


ponencia presentada en el panel “El amparo. Presente y perspectivas. Intereses Difusos contrapuestos.
Consecuencias expansivas de la sentencia” bajo el título “El amparo ambiental y la Medida Autosatisfactiva como
Procesos Constitucionales de protección del ambiente. Doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la
causa “Comunidad Wichi” y la regulación de la Ley General del Ambiente 25.675”
4 Entre ellas podemos citar los incentivos fiscales; la investigación y enseñanza ambiental; el procedimiento

administrativo de Evaluación del Impacto Ambiental; la Planificación del territorio; los Registros e inventarios
ambientales; las Autorizaciones y licencias; los Controles o inspecciones; las Subvenciones, préstamos, exenciones y
bonificaciones; las actuaciones de salvaguarda; los Cánones; el sistema de Impuestos Ambientales; las Eco –
Auditorias, Eco etiquetas; el Control integrado de la contaminación, etc. Además de éstos mecanismos existe una
vertiente del derecho ambiental que pone énfasis en el proceso jurisdiccional como herramienta tuitiva. Así aparecen
herramientas protectoras jurisdiccionales ya sea en el ámbito Civil, Penal, Administrativo o Constitucional.
evidentemente violado. Luego habrá tiempo para incoar la pretensión por recomposición en la
vía ordinaria posterior.
La acción posee base en el artículo 43 primer y segundo párrafo de la Constitución y será
entonces una acción de protección inmediata del derecho reglado en el artículo 41. Por lo tanto estamos
frente a un proceso que tiene por objeto la protección expedita de un derecho humano
fundamental particularizado. Esto nos llevará a hablar de proceso constitucional ambiental, o
amparo ambiental5. Tendrá características bien determinadas y no será cualquier tipo de amparo.
Esto lo decimos porque en realidad todos los procesos ambientales deben abrevar en los
principios de ésta disciplina, los que antes se desprendían tanto del mismo artículo 41 de la
Constitución Nacional, como de los instrumentos internacionales que reglaban la materia y que
poseían rango supralegal. Hoy con la sanción de la ley 25.675 el proceso constitucional de
protección del derecho reglado en el artículo 41 de la Constitución Nacional no puede ser un
amparo ordinario, sino que deberá tener en consideración los diferentes elementos que trae la
citada ley y la restante normativa específica de desarrollo.
3
Amparo ambiental y acción de cese.-
Prima entonces entender que el amparo ambiental tiene base en los artículos 41 y 43 de la
Constitución Nacional. Pero además de esa norma la acción ha sido “integrada” por las nuevas
disposiciones de la ley 25.675 General del Ambiente. Allí expresamente en el tercer párrafo del
artículo 30 se ha reglado una especie específica de acción por cese del daño ambiental dentro de
la vía procesal amparística. Profundicemos la cuestión.
Comencemos por entender de qué trata ésta acción de cese del daño ambiental. La
recomposición del ambiente se debe abordar desde dos vectores diferentes, con dos acciones que
se complementan: a) La petición de cese del agente dañador. b) La petición por recomposición
propiamente dicha.
Como vemos el resultado de adoptar ésta postura es un esquema bicéfalo. Dos fases son
necesarias para obtener la protección del bien jurídico frente al daño ambiental. Hoy nos interesa
la primera de ellas: la acción de cese, que se basa en la regla general biológica que sostiene que
ante un estímulo negativo que se introduzca en el ambiente, el mismo sistema genera respuestas
para inhibirlo. Esto quiere decir que la mejor forma de comenzar la recomposición del ambiente

5 Seguimos en éste punto la denominación utilizada por Germán Bidart Campos (Tratado Elemental de Derecho
Constitucional Argentino, Nueva edición ampliada y actualizada al 2000-2001, tomo I-B, ed. Ediar, p. 236); y Daniel
Sabsay (El Amparo como Garantía para la Defensa de los Derechos Fundamentales Publicado en: Revista Jurídica del
Centro de Estudiantes Nº6, 1996; Universidad de Buenos Aires, Facultad de Derecho, Buenos Aires, pp. 28-34); Mario
Valls (Derecho Ambiental Quinta Edición, Ed. Mario Valls, Bs.As. 1997, p. 204). Asimismo recordemos que
será eliminando el agente contaminante pues ésto generará que ante la inexistencia de nuevos
estímulos negativos la naturaleza comience la depuración natural. Por ello la primer etapa de la
recomposición se centrará en cesar al agente dañador para que el mismo ecosistema comience su
actividad de recomposición.
Es en éste contexto en que debemos analizar la acción de cese reglada por la ley general del
ambiente 25.675. La misma incluirá entonces pretensiones suspensivas que irán desde la
detención de la polución causante de daño ambiental colectivo, de las agresiones al paisaje,
llegando hasta la supresión de medidas que importen agravios al patrimonio cultural. En éste
sentido es que la mecanización de ella se presenta como clave en la ejecución del vector
preventivo. Actuar después de que el daño se perpetró es “como no haber actuado”. Hoy
analizaremos el sistema de legitimaciones que dicha norma contempla en relación a la doctrina
judicial imperante.
4
El bien jurídico protegido por el derecho humano fundamental será lo que calificará la
idoneidad del medio procesal protector:
Se predica que el acceso y la tutela no pueden ser solamente formales, sino que tienen que
ser reales y útiles, liberados de trabas y bloqueos como son los que empecen al acceso de
personas desculturalizadas, carentes de recursos económicos, etc6. Esto implica que el acceso a la
justicia que se dé al ciudadano para cobijar este bien jurídico deba ser tal que logre el resultado de
protegerlo con las características que ha sido reglado, y no con otras. De lo contrario, se estaría
negando la efectividad de la tutela del derecho fundamental, elemento que hoy cobra significativa
importancia a la luz del acceso efectivo a la misma7. Por lo tanto la inidoneidad del medio
protector implicará una negatoria del efectivo acceso a la justicia.
Si la herramienta delineada para proteger el bien jurídico no es la apta porque no llega a
tiempo en su protección, será lo mismo si se pude acceder a ella o no, porque en definitiva,
aunque se logre una sentencia de resultado positivo, en éste punto igualmente resultará ineficaz.
Si por ejemplo la sentencia declara que se debe proteger un bosque nativo contra una tala
indiscriminada suspendiendo la actividad; pero recién se lo resuelve a cinco años de iniciado el
pedido, cuando la tala ya se realizó (como ha sucedido con la sentencia en el caso de la
Comunidad Wichi resuelta recientemente por la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre la

Quiroga Lavié y Augusto Mario Morello hablan de Amparo Colectivo, pero nosotros pretendemos que en realidad
dentro de ésta especie se pueda distinguir ésta subespecie, una clase diferente de amparo colectivo.
6 Germán Bidart Campos, “El derecho de la Constitución y su fuerza Normativa”, Ed. Ediar, Bs.As., 1995, pp.

335/6.
que volveremos más adelante) la protección entonces es como si no llegara, y el bien jurídico
resulta violado doblemente, porque por un lado se reconoce judicialmente el derecho del actor a
la petición, pero por el otro se demuestra al mismo tiempo cabalmente la ineptitud del medio
procesal para proteger el derecho que se acaba de conceder al ciudadano. Hoy más que nunca la
tutela anticipatoria y las medidas cautelares - en el ámbito jurisdiccional ambiental - se
presentarán como elementos fundamentales para brindar protección frente a éstos potenciales
vectores poluentes.
En éste sentido, la acción de cese será un elemento gravitante para lograr la detención del
daño ambiental de manera previa a que éste se produzca. Su objetivo es hacer cesar al agente
dañador en tiempo anterior a la consecución del agravio. Dentro de éste panorama la acción de cese
implicará éste anticipo de tutela pues mediante un análisis sumario de elementos cognoscitivos y
sobre todo a través del juego de determinados principios de derecho ambiental, se puede
rápidamente disponer de la protección preventiva del derecho ordenando la cesación del daño
potencial. De ésto se trata la acción reglada en el artículo 30 último párrafo de la ley 25.675.
En éste contexto jugarán un rol importantísimo los principios ambiental reglados del
artículo 4 de la ley 25.675. Ello modificarán la morfología de éste proceso, delineando su
contorno. Profundizando en éstos elementos específicos será la mejor manera de entender el
concepto de amparo ecológico o amparo ambiental8.
El primer principio que debemos hacer operativo es el de prevención9 junto con los de
precaución10 y de sustentabilidad11. Hoy sustentabilidad implica la posibilidad de entender que la
viabilidad futura de la especie humana está en juego y el derecho de las generaciones futuras a

7 Recordemos que el derecho de acceso a la justicia hoy ya no posee fines sólo formales sino que debe materializarse
de manera tal de ser efectivo. Ver Ángela Figueruelo Burrieza, “El Derecho a la Tutela Judicial Efectiva”, Ed. Tecnos,
Madrid 1990.
8 Tomamos ésta doble denominación del maestro Germán Bidart Campos, “Tratado Elemental de Derecho

Constitucional Argentino” (Nueva edición ampliada y actualizada al 2000-2001), tomo I-B, ed. Ediar, BsAs. 2001,
pp. 236.
9 Definido por el artículo 4 cuando dice: “Principio de prevención: Las causas y las fuentes de los problemas

ambientales se atenderán en forma prioritaria e integrada, tratando de prevenir los efectos negativos que sobre el
ambiente se pueden producir”. He profundizado éste principio en el artículo “De la prevención ambiental en la
provincia de Buenos Aires” revista La Ley Buenos Aires, en el número de febrero de 2003.
10 Definido por el artículo 4 cuando dice “Principio precautorio: Cuando haya peligro de daño grave o irreversible la

ausencia de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas
eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación del medio ambiente”. Hemos profundizado sobre éste
principio en Revista Lexis Nexis Jurisprudencia Argentina, nota a fallo titulada “El Derecho Agrario Ambiental y la
cuestión de los Feed Lots. La Suprema Corte de Justicia de Bs. As. aplica la doctrina del Tribunal de Justicia de las
Comunidades Europeas y del Consejo de Estado Francés tomando al principio de precaución como elemento para
apreciar la razonabilidad de un acto administrativo en el marco del poder de policía ambiental, vinculada a la
sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, en autos “Ancore SA c/Municipalidad de
Daireaux s/daños perjuicios”, JA 6.11.2002 JA 2002-IV, fascículo nro. 6 p. 34.
11 Definido por el artículo 4 cuando dice: “Principio de sustentabilidad: El desarrollo económico y social y el

aprovechamiento de los recursos naturales deberán realizarse a través de una gestión apropiada del ambiente, de
manera tal, que no comprometa las posibilidades de las generaciones presentes y futuras”.
gozar de los mismos bines que hoy dan las condiciones para desarrollar la vida humana. Por ello
es que no hay más un derecho al desarrollo sin límites. La idea del abuso del derecho deberá ser
superada desde la instauración de éste elemeno, pues ya no se puede pensar que el ejercicio del
derecho individual tiene sólo fronteras en el abuso del mismo. Hoy se vislumbra una franja por
encima de las prerrogativas individuales la que representará el espacio donde la comunidad hará
jugar sus intereses plurindividuales. Así la sustentabilidad implicará éste límite externo al ejercicio de
los derechos individuales, un espacio por encima de los derechos individuales que estará cubierto
por la esfera en que se ejercen los derechos de la sociedad global (derechos de incidencia
colectiva, entre ellos el medio ambiente). En éste nuevo esquema, el derecho a ejercer la industria
y a utilizar los recursos naturales tiene un claro límite: la viabilidad futura del entorno12. Esto
permite fundamentar decisiones suspensivas de actividades que antes no se podrían justificar.
Procesalmente el esquema descripto desde el punto de vista axiológico, implica una fuerte
impronta ya que hoy el derecho procesal constitucional debe anticipar la protección antes de la
polución, y el legislador es el que pretende que éste “partido” lo juegue la acción de cese. Analicemos
la regulación que hoy posee la misma.
5.-
La tutela judicial efectiva y la defensa de los bienes de pertenencia colectiva.-
Dice Germán Bidart Campos que para acceder a la justicia con eficacia hace falta que
quien pretende el servicio de justicia esté “legitimado”13. La legitimación activa es la posición en
que se halla la persona que demanda en relación al bien jurídico protegido por la norma que se
pretende actuar. La entrada al proceso en la primer etapa de los derechos (etapa clásica o de
primer generación), venía determinada por alguien a quien se conocía, se personalizaba y sobre el
que se proyectaban los requisitos de acreditar la pertenencia exclusiva del derecho invocado.
Asimismo sobre él se requería que la pretensión lo encontrara en una relación de causalidad
suficiente y adecuada con los hechos presentados14.
En 1994 el sistema jurídico argentino ha reconocido los derechos de incidencia
colectiva (siguiendo la denominación del artículo 43). Éstos son derechos que no pertenecen a
una persona individual como en la primer etapa o generación, sino “a todos”. Ello se da pues el
Constituyente ha entendido que hay bienes que son patrimonio de la colectividad, y por lo tanto
el derecho a la manutención de ellos deberá presumirse interesa al ente social –o a porciones de él

12 Aquí juega un papel fundamental el “Principio de equidad intergeneracional: Los responsables de la protección

ambiental deberán velar por el uso y goce apropiado del ambiente por parte de las generaciones presentes y futuras”
(conforme el art. 4 ley 25.675).
13 Germán Bidart Campos, “El derecho de la Constitución y su fuerza Normativa”, Ed. Ediar, Bs.As., 1995, p. 305/8
14 Osvaldo A. Gozaíni “La legitimación para obrar y la Defensa procesal del ambiente y demás derechos difusos”; en

el texto colectivo “Responsabilidad Ambiental”, Editorial de Belgrano Universidad de Belgrano, Bs.As., 1999, pp. 10.
- de allí que se los califique (acertadamente) “de incidencia colectiva” (algunos autores hablan de
“pertenencia colectiva”).
Explica Norberto Bobbio que ser igualitario es tender a atenuar las diferencias entre los
hombres y no igualitario se vincula con reforzarlas. En ese sentido la razón de ser de los derechos
sociales es una razón igualitaria: Ellos tienden a hacer menos grande la desigualdad entre quien tiene
y quien no tiene, o a poner un número de individuos siempre mayor en condiciones de ser menos
desiguales respecto a individuos más afortunados por nacimiento y condición social.15
Tomando ésta idea, entendemos que el reconocimiento de bienes colectivos tiene una
razón de ser igualitaria. Cuando nuestra Constitución Nacional regla la existencia de bienes que
sirven para satisfacer intereses que no tienen una titularidad individual y exclusiva, sino colectiva o
extendida, en realidad lo que hace es permitir el acceso sobre esos bienes de todos los ciudadanos,
en paridad, sin distinción, y sin permitir la aprensión particularizada (patrimonialista en el sentido
clásico). Esto exalta más – en terminología de Bobbio - lo que convierte a los hombres en iguales
respecto a lo que los convierte en desiguales; pues permite contraponer a las relaciones
patrimoniales clásicas la existencia de bienes que no son susceptibles de apropiación privada. No
necesitan ser bienes del estado, o bienes del dominio público (intereses públicos16), sino que son
bienes que el poder constituyente merituó sirven para la satisfacción de intereses de relevancia
colectiva respecto de los que los ciudadanos son titulares todos simultáneamente, desde que
pertenecen al ente social que es el que detenta el interés aglutinado17.
Porque así debemos entender lo dispuesto por el artículo 41 de la Constitución Nacional
cuando dice que a todos - y no a ninguno en particular - nos corresponde el derecho a gozar de
un ambiente sano y equilibrado y asimismo “todos” - ninguno en particular - tenemos el deber de
preservarlo. Es en ese aspecto donde se desdibuja y rectifica la calidad “personal” o “propia” de
éste derecho-deber que ya no pertenece al sujeto en el sentido clásico (como estrictamente suyo)
sino de un modo diluido, desparramado entre él y muchos otros18.
Digamos que hay casos en los cuales ciertas actividades producen lesiones o amenazas
para los intereses de una colectividad, aunque los intereses individuales de los miembros de ese
grupo no estén directamente afectados19. En materia de medio ambiente se da éste fenómeno. Allí
por lo general el interés es a la vez propio y ajeno:
• Propio pues el individuo es miembro de la colectividad amenazada o lesionada,

15 Norberto Bobbio Derecha e Izquierda, Donzelli Editore Roma 1995, tercera edición, Madrid 2001, pp. 149.
16 Sobre ésta noción diferenciada de la noción de interés colectivo ver Lorenzo Bujosa Vadell, La Protección jurisdiccional
de los intereses de grupo, J.M. Bosch Editor, S.A., Madrid España, 1995, pp. 46/55.
17 Humberto Quiroga Lavié, “El amparo Colectivo”, Rubinzal Culzoni Editores, Bs.As., 1998, pp. 35
18Felix Trigo Represas, “Responsabilidad civil por daño ambiental”, en el Numero especial de Derecho Ambiental
JA nro. 6174, 29.12.1999, pp. 43/44.
• Pero en cierto modo también es ajeno pues la esfera privada de ese individuo en muchos
casos no se ve alterada.
• Por consiguiente se afirma que estos intereses no son de ningún individuo, sino “de
todos” a título social20.
Por lo general al reconocimiento de éstos derechos de incidencia colectiva se los relaciona
con determinada tipología de intereses de características particulares (intereses difusos, intereses
legítimos intereses simples, etc). El origen de ésta diferenciación tiene que ver con el
ordenamiento administrativo en Italia, el que se ha extendido a otra ramas jurídicas, por una
excesiva influencia iusadministrativista, con efectos deformadores. Esto se debe a que en Italia la
jurisdicción ordinaria conoce de derechos subjetivos, mientras la jurisdicción administrativa
conoce de recursos interpuestos contra actos administrativos lesivos, de un interés legítimo21.
Pero éste esquema tiene una explicación clara desde la teoría de las generaciones de
derechos. En éste sentido, sabemos que para la estructura clásica - Ihering-derecho subjetivo - el
interés jurídicamente protegido es el amparado por el derecho objetivo. Al mismo tiempo está
fuera de discusión que mientras el derecho subjetivo otorga al titular una protección máxima el
interés plurindividual - también erróneamente llamado interés difuso -, que está por detrás de los
derecho de incidencia colectiva se caracteriza por brindar una protección diferente, ello debido a
la tipología del bien jurídico protegido por la norma. Explicaremos la idea.
Partamos del concepto de interés como relación de utilidad que se establece entre un
sujeto y un objeto (bien) para satisfacer una necesidad. Sabemos que no todos los intereses
poseen relevancia jurídica. Según Couture cualquier interés supone una aspiración legítima de
orden pecuniario o moral, que representa para una persona la existencia de una situación jurídica
o la realización de una determinada conducta22. Esta acepción laica está centrada en un sentido
elemental: la idea de ventaja, provecho o utilidad, que no trasciende - en principio - de los límites
psíquicos de la propia persona23. Podríamos decir que un determinado interés adquiere relevancia
para el derecho cuando asciende del plano primario de la mera existencia y utilidad al plano ético –
normativo, esto es, cuando deja de ser indiferente para el estado, que lo proyecta más allá del

19 Lorenzo Bujosa Vadell, “La protección jurisdiccional de los intereses de grupo”, JM Bosch Editor SA, p. 34.
20 José Esain, “Derecho Constitucional: el principio ideológico, el acceso a la justicia en defensa de los derechos de
incidencia colectiva y del patrimonio cultural vinculado al libre acceso a la transmisión televisiva de los partidos de la
Selección Argentina de fútbol”, (nota a fallo a la sentencia del Juzgado Federal Nro. 2 de Mar del Plata, JA-18.6.2003.
JA-2003-II, fascículo nro. 12. pp. 30).
21 Lorenzo Mateo Bujosa Vadell, “La Protección jurisdiccional de los intereses de grupo”, Ed. J.M. Bosch SA,

Madrid, 1995, pp. 34.


22 Eduardo Couture, “vocabulario jurídico”, Buenos Aires, 1973.
23 Rodolfo de Camargo Mancuso, “Intereses difusos” Editorial Revista Dos Tribunais, Sao Pulo, 1994, pp. 21. Citado

por Varela García C. “Intereses difuso, acción civil pública y técnicas de protección del medio ambiente” Revista de
Derecho Ambiental nro. 23 de 1999.
ámbito meramente individual para convertirlo en referencia de comportamiento frente a terceros
a cambio de otorgarle un status de garantía social o posición jurídica diferenciada a su portador.
De ésta manera se entiende el concepto de interés jurídico el que surge cuando el ordenamiento
acoge uno de esos intereses y le otorga protección. Esto será lo que se llama interés jurídicamente
protegido, o interés jurídico24.
Hoy se verifica un proceso político en que los estados comienzan a reconocer la
existencia y relevancia jurídica de determinados intereses de características colectivas. La crisis
ambiental obligó a los países a “crear” el concepto de medio ambiente entendido como una
realidad en vías de migrar, a la que se debe proteger. Este reconocimiento de un bien jurídico de
características tan amplias modifica la estructura de protección del mismo. Sus notas básicas serán
la transindividualidad, la indeterminación de los sujetos titulares del mismo, la indivisibilidad del objeto a proteger,
y la constante tendencia al cambio en el tiempo por los avances tecnológicos y científicos.
Para analizar las características del interés que nutre el derecho de incidencia colectiva
partimos de la idea latina que identifica esa voz con la de inter esse (estar entre) que sería la función
del interés, elemento que se sitúa entre el sujeto y el bien, conectándolos. El bien será un valor
cultural, económico, o simplemente un bien hacia el que el sujeto dirige su aspiración. Para poder
identificar tanto a unos como a otros elementos de la relación surgen diversos criterios. Algunos
aportan la concepción objetiva donde se destaca – en la relación entre sujeto y objeto – la posición del
primero respecto al segundo. En ésta posición tenemos por ejemplo a Carnelutti25 para quien
interés no significa un juicio sino una posición del hombre, o más exactamente: “la posición
favorable a la satisfacción de una necesidad”. Para Guasp Delgado26 interés es la posición en que
los hombres se sitúan con referencia a los bienes de la vida. Por otro lado aparece el criterio
subjetivo según el cual se debe poner acento en el momento valorativo, en tanto que interés no
será más que la valoración de algo como medio o instrumento para realizar un fin propio o ajeno.
En ésta postura se cita a Cesarini Sforza27 donde considera que éste concepto expresa una
aspiración del hombre hacia determinados bienes (entendidos éstos en sentido amplio) capaces
de satisfacer una exigencia individual. Trocker N.28 nos agrega a ésta concepción una interesante
definición cuando sostiene un sentido socioeconómico de la noción de interés, entendiendo a
éste como relación entre necesidad y bien idóneo para satisfacerla.
En el caso del ambiente, los dos criterios se entrecruzan pues en primer término
tendremos la indeterminación de los afectados que califica la pertenencia difusa del bien colectivo -

24 Ver Lorenzo Bujosa Vadell, “La protección jurisdiccional de los intereses de grupo”, JM Bosch Editor SA, pp.30.
25 Carnelutti “Sistema de Derecho Procesal Civil”, vol. I Uteha, 1944, Buenos Aires, pp. 11.
26 “La pretensión procesal”, Cuadernos Civitas, Madrid, 1981, pp. 25.
27 Gli interessi collettivi e la Constituzione” Diirlav 1964, num. 38, pp. 48.
si miramos la cuestión desde un punto de vista subjetivo -. Pero en segundo término, si cambiamos
el foco y pasamos a un criterio objetivo, la imposibilidad de apropiación o uso exclusivo del
ambiente será lo que nos guiará a la calificación del derecho que lo protege como de incidencia
colectiva. En conclusión, el ambiente es en dicho contexto un bien jurídico sobre el que se
posarán intereses que tienen incidencia sobre objetivos de la comunidad. Esto explica que el
constituyente lo ha calificado como un derecho de incidencia colectiva (art. 43 CN) al derecho a
vivir en un ambiente sano (art. 41 CN), pues además de ser un bien insusceptible de apropiación
privada o uso exclusivo el mismo deberá tener previsto un régimen de administración
participativa, con ingreso de los titulares de los intereses en la determinación de su suerte. En éste
contexto toda alteración al bien será un nuevo daño: daño de incidencia colectiva (art. 27 Ley 25.675).
Por ello es que otra característica de éste bien será que su administración debe ser siempre
dada desde el principio de participación. En éste sentido el vector del acceso a la justicia se debe
entender inmerso dentro de éste principio de participación, junto al acceso a la información y el acceso a
la justicia, conforme los dispuesto por el principio 10 de la Convención de Río de Janeiro de
1992.. Por lo tanto no estamos hablando de intereses simples, ni de intereses legítimos, sino de un
derecho de cada ciudadano, compartido con sus pares, el que se titulariza en quien ejerce la
participación en la protección del bien. Dicha protección entonces no es ni menor ni mayor sino
diferente. Se modifican los elementos porque estamos ante categorías que exceden el ámbito
individual. A ello sumémosle que éste tipo de prerrogativas - como bien advierte García Minella –
poseen una tipología muy peculiar, diferente de la de los derechos de primer generación: el
derecho – deber29, donde al mismo tiempo que se regla la prerrogativa se establecen deberes
expresos en cabeza de cada ciudadano – los que exceden la obligación de abstenerse de alterar los
derechos del otro – pues significan una nueva responsabilidad30 en la defensa y protección de
bienes que son de pertenencia colectiva. Quien no entienda esto no habrá comprendido el meollo
del asunto.
La tutela procesal jurisdiccional, vinculada al acceso efectivo a la justicia se relaciona con
esta protección de derechos, lo que implica el aspecto activo de la estructura de la relación
jurídica. Procesalmente algunos dicen que no está claro cuándo unos intereses pasan a formar la
categoría de derechos subjetivos y cuando no. Coincidimos con la explicación de Mosset
Iturraspe cuando dice que esas tesis parten de un error conceptual, puesto que los intereses

28 Interessi colletivi e diffusi Enciclopedia Giurídica, Instituto della Enciclopedia Italiana, Roma 1989, pp. 1.
29 Ver para profundizar éste concepto Gabriela García Minella, “Ley General del Ambiente”, en el Texto colectivo
“Derecho Ambiental (de cara al tercer milenio)”, Ed. Ediar, BsAs, 2004.
30 Hoy ciudadanía implica como la definiera MARSHAL en 1973, “plena pertenencia a una comunidad”, donde

pertenencia implica participación de los individuos en la determinación de las condiciones de su propia asociación.
Así participación alude no solo al goce de derechos sino a la asunción de responsabilidades.
colectivos a tutelar son y deben ser concretos, ciertos y determinados, y sólo puede parecer difusa
su titularidad. Por ello debe considerarse que existe un verdadero derecho subjetivo a reclamar a
título propio y personal la protección del interés de la colectividad, porque dicho interés es también
propio31.
Serán todos derechos, algunos pertenecerán a la primer generación y tendrán sólo
incidencia exclusiva e individual mientras que otros estarán dentro de la tercer generación y
tendrán incidencia colectiva y compartida, pero no por ello se los debe llamar – y tratárselos –
como una categoría menor pues simplemente tienen otra génesis y ello les da una particular
contextura. De todas maneras, lo que está claro es que estamos ante derechos de incidencia
colectiva, que poseen protección en base al ordenamiento positivo desde varios artículos de la
constitución, sobre todo los artículos 41 y 42 de la Constitución que se ocupan del derecho al
ambiente y el de los consumidores y usuarios de servicios públicos respectivamente y el artículo
43 que enumera éstos casos sumados al amparo por discriminación y a la fórmula genérica que
finaliza el párrafo, donde se califica la tipología del derecho. Por lo tanto estaremos ante intereses
plurindividuales jurídicamente protegidos. El problema será delimitar el alcance de la
protección32. La diferencia la estimamos en dos cuestiones: por un lado las situaciones
legitimatorias que cada tipología incluye y por el otro el modo según el cual la norma jurídica
predispone su protección.
6.-
Tipología de acciones según el sistema de legitimación incluido.-
Comencemos por el primer concepto, las diferentes aptitudes legitimadas para interponer
acciones en defensa de un bien colectivo. En los diferentes sistemas se verifican numerosas
posiciones respecto a éste tema. Desde el inicio debemos aclarar que las acciones de defensa de
los bienes colectivos se pueden ejercer de dos modos: individual o colectivamente. El ejercicio
colectivo admite a su vez dos posibilidades, la acción colectiva ejercida individualmente

31 Jorge Mosset Iturraspe, “Daño Ambiental”, Texto colectivo realizado con Tomás Hutchinson y Edgardo Donna,
Ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fé, 1999, tomo I, pp. 147.
32 En cuanto a los intereses colectivos, difusos, colectivos o de grupo la doctrina los analiza desde tres puntos de

vista. A) criterio objetivo: atiende a la calificación del bien como idóneo para ser objeto del interés del grupo. La idea
ronda en que los verdaderos y propios intereses difusos son los referidos a bienes indivisibles. B) criterio subjetivo:
Capeletti destaca que estos nuevos intereses son colectivos porque nadie es su titular y al mismo tiempo todos los
miembros del grupo o una categoría determinada lo son. Gianinni le da preponderancia al aspecto organizativo y cita
un fallo del Consejo de Estado Italiano, donde se admite la legitimación de una prestigiosa ONG ambientalista
impugnando la construcción de una carretera que iba desde la localidad de Maga Flabona hasta el Lago de Trovel. C)
Criterio de Síntesis: Interesante es la idea de Grasso que sostiene que interés colectivo es aquel referible
simultáneamente a varios individuos, cada uno con un interés idéntico, identidad de intereses que permitiría
considerar al conjunto de los mismos como perteneciente a la pluralidad (o colectividad), entendida como entidad en
sí misma y no como mera suma de individuos y para cada individuo en cuanto cada uno es titular solo como
miembro de la colectividad. Para profundizar ver Lorenzo Bujosa Vadell, “La protección jurisdiccional de los
intereses de grupo”, JM Bosch Editor SA, pp.30.
(representante ideológico en nombre de la categoría social) y la acción colectiva ejercida
colectivamente por una asociación reconocida o grupo organizado. A esas tres posibilidades se le
sumará una cuarta categoría: los órganos públicos organizados y especializados. Ahora
analizaremos las categorías precedentemente enunciadas:
1. Acción Popular: En éste caso estamos ante ciudadanos a quienes se les permite el acceso
directo a la justicia por medio de una acción basada en un derecho subjetivo de disfrute de bienes que
pertenecen a la colectividad. La titularidad de éste derecho propio pertenece a todas las personas sin
distinción y sin que entre ellas necesariamente exista un vínculo jurídico. Es el legislador
quien en éstos casos reconoce el derecho a los ciudadanos de iniciativa ante los tribunales
dando protección a intereses plurindividuales de incidencia colectiva. En éstos supuestos el
criterio de admisibilidad varía según el tipo de sistema al que nos enfrentemos. De todas
maneras siempre estaremos ante una actuación personal a titulo individual pero en
representación de intereses generales33. Se dice que en estos casos el que se presenta lo hace
como un tercero a fin de que se reestablezca una situación de derecho alterada por un hecho
externo pero sin el límite de la pertenencia a una clase determinada.
En derecho comparado tenemos diferentes ejemplos de acción popular: primero podemos
citar el caso del inciso LXXIII del artículo 51 de la Constitución de Brasil de 198834; la Ley
Royer francesa, acción popular en materia de consumo; la Popularklage de Baviera, tutela de
derechos fundamentales del hombre, recogida en la constitución de 1946; la citizen action
norteamericana, contemplada en la Clear Air Act de 1970 que permite a cualquier ciudadano
accionar contra entes públicos o privados en los casos de polución del aire atmosférico; y la
ley sueca sobre preservación de la naturaleza de 1969, que permite a los ciudadanos obtener
orden de cesación de actividad nociva35.
Algunos dicen que la acción popular puede ser concurrente o disyuntiva según si se trata de
un ejercicio conjunto o aislado. La class action del derecho americano es un ejemplo del primer
caso, donde existe un litisconsorcio voluntario en el que la legitimación activa estará dada por

33 Jorge Bustamante Alsina, “Derecho ambiental”, Ed. Abeledo Perrot, BsAs, 1995, pp. 70. Recordemos que muchas

veces el interés general no coincide con el interés público que es aquel que define el estado. Interés público nos lleva
a la idea de estado legislador o estado administrador, siendo éste quien define qué se debe entender por interés
público con toda su actividad. Por otro lado está el interés general que se debe indagar en cada caso concreto, y
puede que en muchas ocasiones no coincida con el interés general, como por ejemplo si con la realización de una
represa hidroeléctrica se pretende inundar tierras fértiles con graves consecuencias para los pobladores y la
biodiversidad.
34 Allí se dispone: “Cualquier ciudadano es parte legítima para proponer acción popular que tenga por finalidad

anular acto lesivo al patrimonio público o de entidad de la que el estado participe a la moralidad administrativa, al
medio ambiente y al patrimonio histórico y cultural, quedando el actor, salvo comprobada mala fé, excento de costas
judiciales”.
35 Todos éstos ejemplos citados en el texto Varela García C. “Intereses difuso, acción civil pública y técnicas de

protección del medio ambiente” Revista de Derecho Ambiental nro. 23 1999, pp. 71.
la representación que el presentado posee de una categoría de afectados. Nosotros creemos
éste tipo de figuras poseen una tipología diferente de lo que se debe entender por acción
popular, ya que en éste último supuesto el actor estaría ejerciendo una legitimación amplia (en
representación de una clase) pero no amplísima como es el caso de la acción popular.
Tomamos como ejemplo de ésta a la norma brasileña o a la citizen action, en que no hay
representación ideológica adecuada a una categoría social, ya que el actor no es representante
sino que ejerce su derecho público subjetivo a una eficaz administración de la cosa pública. Es
en éste aspecto que la acción popular se diferencia de la acción de clase porque mientras en la
última se tratará de legitimar a un representante de un sector afectado, en la acción popular se
legitima a “toda persona”.
2. Acción de clase: El legitimado que tiene acceso es un individuo que no posee apoderamiento
expreso de los demás afectados, pero actúa invocando la defensa de intereses compartidos
por varios sujetos que conforman un sector particular de la sociedad36.
El origen de las acciones de clase se remonta al Bill of Peace británico del siglo XVII donde
como recurso de prevención de los litigio múltiples se procuraba reunir un importante
número de cuestiones de hecho o de derecho para decidir las posibles soluciones a las mismas
mediante un procedimiento basado en la equidad. Las acciones de clase norteamericanas son
en puridad ejercicios privados de intereses colectivos37. Existen allí las relator actions que
permitían al individuo o asociación accionar en caso de inercia del Ministerio Público,
siempre que la conducta de alguien pueda ocasionar una lesión a un interés de la colectividad.
Se actúa sólo con autorización del Ministerio Público. Los efectos de la decisión se extienden
más allá del actor a toda la colectividad. Luego está la class actions en la que el que se presenta
no necesita estar autorizado por el attorney general (Ministerio Público). En éste tipo de acción
el límite está en que la pueden incoar sólo los miembros del grupo y no cualquier ciudadano.
Ingresan al proceso sólo aquellos que puedan demostrar ser adecuados representantes de los
intereses de ese estrato (adecuacy of representation). El Juez es quien evalúa si el presentado
“personifica” a la calase involucrada. En Colombia éste tipo de acción aparece en el artículo
1005 del Código Civil en defensa de los bienes de uso público. La titularidad se encuentra en
el Municipio o cualquier persona del lugar afectado. Asimismo allí el resarcimiento también se
proyecta al grupo (2359 y 2360 del Código Civil de Colombia). En éstos casos se dice que el
daño no es directo, sino mediato.

36 Para profundizar ver al maestro Mario Valls en “Derecho Ambiental”, quinta Edición, Bs.As. pp. 194/96 donde se

profundiza éste tipo de legitimación desde la perspectiva del derecho ambiental.


37 Varela García C. “Intereses difuso, acción civil pública y técnicas de protección del medio ambiente” Revista de

Derecho Ambiental nro. 23 1999, pp. 64.


Como vemos, este tipo de legitimación es la que la doctrina judicial imperante luego de la
reforma de 1994 en la Argentina interpretó la voz “afectado” del segundo párrafo del artículo
43 de la Constitución nacional. Esta idea había sido acuñada en la sentencia “Schroeder”
donde se había interpretado que “afectado” significaba persona indeterminada que vive en el
lugar donde se ha provocado el daño ambiental. El caso era que un ciudadano de la localidad
de Martín Coronado, Partido de Tres de Febrero, presenta un amparo a efectos de que se
decrete la nulidad de la instalación de una empresa de tratamiento de residuos peligrosos en
dicho lugar, porque no había concluido el procedimiento de Evaluación de Impacto
Ambiental previsto en la ley 24.051. El Juez de Primer instancia, al hacer lugar a la acción
sostiene respecto a la legitimación del ciudadano: “De conformidad con los artículos 41 y 43
de la Constitución nacional, posee legitimación activa quien, en su condición de vecino de una
localidad, promueve acción de amparo para que se decrete la nulidad del concurso público
convocado para la selección de proyectos de inversión, instalación y operación de plantas de
tratamientos de residuos peligrosos” (el destacado nos pertenece)38.
Respecto a ello, y confirmando dicho decisorio, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Contencioso Administrativo sala III, dijo que: “Según el art. 43 de la Constitución, cuando se
trata de la protección de los derechos relativos al ambiente, la acción podrá ser interpuesta
por el afectado. Esta condición se encuentra debidamente cumplida con el interés personal y
directo que, en el caso, ostenta el actor. Máxime si se tiene en cuenta que se dedujo
exclusivamente una pretensión anulatoria con la cual no pretende además el reconocimiento
de una situación jurídica individualizada y su eventual reestablecimiento” (CNFed-
Contencioso Administrativo sala III, septiembre 8- 1994, autos “Schroeder Juan y otros
c/Estado Nacinal Secretaría de Recursos Naturales s/aparo”)39.
Esta es la primer sentencia, donde la doctrina judicial delinea el concepto de afectado del
segundo párrafo del artículo 43 de la Constitución nacional respecto al derecho ambiental.
Luego le seguirían otras resoluciones más que ahondan la misma línea consolidando la
interpretación de ese concepto. Está claro que sostener que afectado resulta ser el vecino de la
localidad donde se produjo el daño, implica ampliar la legitimación no sólo a los linderos, o
que implica un avance. Pero al mismo tiempo la propia doctrina representa una restricción
respecto a los no vecinos de otras localidades que podrían tener algún interés respecto a la
protección de ese lugar pero que no podrían demandar por no ser de la clase de los vecinos.
Por eso podríamos sostener que en ésta interpretación jurisprudencial del concepto de

38 LL 1994-E –449.
39 LL 1994-E –450.
afectado, se estaría desembarcando una legitimación de clase, porque el afectado no es
cualquier persona (como en la acción popular) sino un persona que pertenezca a una
determinada clase: el habitante de esa localidad donde se produjo el daño. La interpretación
de éste concepto en cuanto al criterio territorial de delimitación dependerá del criterio de
razonabilidad con que el magistrado en el caso concreto entienda el concepto.
Como vemos en ésta segunda figura la legitimación sigue siendo amplia pero no lo es como
en el caso nro. 1, donde es amplísima.
3. Asociaciones pluralismo40 y grupos sociales: Las leyes a veces reconocen legitimación para
demandar por derechos colectivos a asociaciones que representen esa esfera de intereses. Se
entiende que ellas alcanzan una especie de representación de esos grupos sociales, logrando
con su actuación la defensa de éste sector. Un ejemplo de éste tipo de legitimación aparece en
el artículo 43 segundo párrafo de la Constitución nacional donde se le confiere legitimación
en materia de derechos de incidencia colectiva a las asociaciones que propendan a esos fines.
4. Apoderamiento orgánico público: Estos son los supuestos en que los legitimados por la
norma son entes estatales, órganos que son colocados con legitimación para ejercer acciones
en defensa de derechos de incidencia colectiva. En Suecia el Ombudsman de los
consumidores, y la Corte de Mercado actúan en defensa de los excesos del mercado. En
Estados Unidos existen varias agencias que además de participar en la administración estan
legitimadas para demandar, como por ejemplo la Consumer Protection Agency, Environmental
Protction Agency, etc. Un ejemplo de éste supuesto en nuestro país es el segundo párrafo del
artículo 43 de la Constitución Nacional donde se reconoce legitimación para demandar a
favor del Defensor del Pueblo.
7.-
Alcance de la pretensión:
En cuanto al segundo aspecto, es decir las posibles situaciones que puede incluir la
pretensión es claro que el derecho subjetivo de la primer generación confiere poder o facultad de
querer o de obrar para la satisfacción del interés y de imponer su voluntad y su acción al sujeto o
sujetos que aparecen como obligados. En cambio en los casos de intereses plurindividuales
pareciera que la protección es menos plena, y que consiste simplemente en imponer a otros sujetos

40Karl Loewenstein habla de pluralismo como control vertical dentro del estado moderno, incluyendo dentro de ésta
categoría los actos realizados por las asociaciones intermedias, que van desde los sindicatos hasta las modernas
asociaciones no gubernamentales, las que constantemente presionan la actividad gubernamental participando de la
decisión política. Consultar al respecto Karl Loewenstein, “Teoría de la Constitución”, Colección Demos Editorial
Ariel, Barcelona Caracas Mexico1979, p. 422/468.
la obligación jurídica de no obrar si lesionan o amenazan aquél interés con incidencia colectiva41.
Como vemos la primer situación protege pretensiones que en el segundo aspecto pareciera no
pueden ser viables.
Es que el derecho subjetivo de la primer generación implica la posibilidad de solicitar el
reestablecimiento de un derecho que redunda exclusivamente en la esfera personal del peticionante,
lo que brindará la alternativa de imponer una obligación al legitimado pasivo que directamente
importará un beneficio en la esfera individual del actor. Por ejemplo, si alguien contamina la salud
de un ciudadano mediante gases que salen de la chimenea de su fábrica, el afectado lo será desde
un derecho a su salud el que detenta de manera exclusiva y que en éste sentido puede o no
presentar incidencia colectiva.
Vale considerar en éste punto del trabajo que las generaciones de derechos no se anulan
una a la otra. En consecuencia ésta violación que pertenece a la primer generación no
necesariamente debe poseer además agravio colectivo. Abonando ésta idea, si consideramos la
alteración dentro de la órbita de los derechos de primera generación el actor podrá solicitar no
sólo el cese de la emisión de gases de la empresa (pretensión anulatoria), sino una indemnización
pecuniaria por los perjuicios sufridos en su persona y su salud, es decir gastos por el tratamiento
médico, lucro cesante y además de una compensación moral. Como vemos, ésta obligación que
se impone al dañador se desplaza directamente al patrimonio del individuo que incoa la
pretensión.
En cambio – siguiendo el ejemplo - puede que esos efluentes gaseosos tengan la
42
posibilidad de viajar por varios kilómetros y la potencialidad probada o no despejada - de

41 En España ambas situaciones poseen relevancia jurídica porque el artículo 24 de la Constitución de 1978 dice que
el derecho a la tutela efectiva de los jueces y tribunales aparece vinculado al “ejercicio de los derechos e intereses
legítimos” de todas las personas. En nuestro sistema como veremos éste tipo de prerrogativas encuentran base en las
claras disposiciones de los artículos 41, 42, y 43 de la Constitución Nacional. Recordemos que en España la idea de
interés legítimo (receptor de pretensiones de segunda y tercera generación) no se circunscribe a la de interés directo
(primer generación), sino a la de interés protegido por el derecho. Al ser el concepto de interés legítimo más amplio que el de
interés directo entonces se incluirá dentro de sí otras situaciones: los intereses comunes. Aparece así la idea de solidaridad e
interrelación social, que se refleja en la concepción del estado como social y de derecho. Allí la idea de interés directo,
particular, como requisito de legitimación, queda englobado en el concepto de interés legítimo y personal, que puede
o no ser directo, como ya indica la sentencia del 11.10.82 del Tribunal Constitucional de España en relación al delito
contra la salud pública. Dice el tribunal “la defensa del bien común es la forma de defender el interés personal o, como antes
decíamos, en que la defensa de este interés se hace sosteniendo el interés común, aun cuando en el caso de que se trata el interés personal no
sea directo”, citado en Lorenzo Bujosa Vadell, “La Protección jurisdiccional de los intereses de grupo”, J.M. Bosch Editor,
S.A., Madrid España, 1995, pp. 34.
42 Mientras exista certeza sobre los efectos que una actividad produce juega el principio de prevención que tiñe al

derecho al ambiente como derecho de anticipación, e implica un legítimo ejercicio del poder de policía ambiental
donde la administración exigirá procedimientos a efectos de evaluar los impactos ambientales antes de que el
emprendimiento comience a funcionar. En cambio, en los casos de actividades o productos sobre los que no haya
certeza respecto a los efectos que producen, pero exista incertidumbre sobre daños potenciales que podrían
provocar, jugará el principio de precaución imponiendo la obligación de adoptar medidas de detención hasta que se tenga
mayor probabilidad sobre la inocuidad de la actividad o producto, tal que elimine la inicial incertidumbre. Ver
artículo 4 ley 25675.
afectar a una cantidad indeterminada de gente. En ese supuesto, las personas pueden demandar,
ya no por sus daños individuales, sino como habitantes que han visto la existencia de una
alteración de un bien de la colectividad. Estaríamos ante una pretensión fundada en un derecho
que no posee pertenencia exclusiva en cabeza del actor. En éste punto la pretensión no podrá
incluir una indemnización personal que ingrese en su patrimonio, sino que sólo se podrá solicitar
la detención del agente dañador (reestablecimiento de la legalidad alterada). Esto implicará una
orden de cese (detención de la actividad), lo que en muchos casos puede que incluya una
indemnización destinada a un patrimonio colectivo de afectación, sujeto exclusivamente a
solventar las tareas de recomposición del bien colectivo dañado. Como vemos éste tipo de
intereses plurindividuales presentan por sus características fórmulas de defensa que exhiben
contornos novedosos.
Estamos ante un caso en el que el bien colectivo no le pertenece a la persona afectada de
manera exclusiva, lo que impide que éste pueda imponer al dañador o al resto de los ciudadanos
una prestación a favor de su patrimonio. Ello no obstará a que el afectado imponga al dañador la
obligación de restablecer el bien alterado ya sea obligándolo al cese de su actividad poluente
como a su reestablecimiento al estado anterior. En ambos casos se estará esgrimiendo una
legitimación colectiva, un interés plurindividual, protegido por la norma de máxima jerarquía.
Resumiendo este punto43 diremos en materia ambiental tenemos - en principio - tres
posibles lesiones que habilitan tres diferentes tipos de pretensiones con diferentes niveles de
legitimación:
a) Daño personalizado con legitimación resarcitoria individualizada: aquí sólo puede
demandar el titular del derecho subjetivo lesionado en su esfera individual. Estamos ante la
primer generación de derechos y la legitimación resulta ser no sólo anulatoria sino que
también el actor tiene el poder de imponer una obligación en el legitimado pasivo en
beneficio de su propio patrimonio (un ejemplo de éste tipo de pretensión es la acción
reglada en el artículo 2618 del Código Civil).
b) Daño ambiental de incidencia colectiva que habilita una legitimación colectiva
(intermedia) de recomposición: Aquí se pone en juego la actuación concreta del elemento
que violenta al derecho de la tercera generación aunque no dañe en concreto y de manera
exclusiva al patrimonio individual del afectado. El agravio del derecho del particular se
produce en la esfera del interés plurindividual lo que califica al derecho - y por
consiguiente al daño - como de incidencia colectiva, habilitando para solicitar la
recomposición (que puede mecanizarse de diferentes modos, como por ejemplo a través de
una indemnización para la recomposición la que se dirige a un patrimonio colectivo, ajeno
a la esfera de voluntad del accionante, en el caso de la LGA administrado por la
administracióncomo veremos a continuación, o en otros casos por un Comité formado
en el ámbito judicial).
c) Legitimación amplísima (popular) solamente anulatoria por violación a la legalidad: Aquí
cuando se contravenga la manda constitucional en materia de derechos humanos de
tercera generación – y con manifiesta arbitrariedad, y necesidad de una protección urgente
- se habilitará una legitimación amplísima pero sólo de carácter anulatorio (detención de la
actividad que provoca el daño ambiental mediante una acción de cese, como la que
veremos regla el último párrafo del artículo 30 ley 25.675).
8.-
La legitimación en la nueva ley general del ambiente 25.675
Respecto a la fórmula legitimatoria utilizada en el artículo 30 de la ley 25.675 - que es el
que regula las acciones derivadas del daño ambiental de incidencia colectiva - la norma dice:
“ Producido el daño ambiental colectivo, tendrán legitimación para obtener la recomposición
del ambiente dañado, el afectado, el Defensor del Pueblo y las asociaciones no
gubernamentales de defensa ambiental, conforme lo prevé el artículo 43 de la Constitución
Nacional, y el Estado nacional, provincial o municipal; asimismo, quedará legitimado para la
acción de recomposición o de indemnización pertinente, la persona directamente
damnificada por el hecho dañoso acaecido en su jurisdicción.
Deducida demanda de daño ambiental colectivo por alguno de los titulares señalados, no
podrán interponerla los restantes, lo que no obsta a su derecho a intervenir como terceros.
Sin perjuicio de lo indicado precedentemente toda persona podrá solicitar, mediante acción
de amparo, la cesación de actividades generadoras de daño ambiental colectivo”.
Como vemos allí se desarrolla un esquema en el que se diferencia el nivel de
apertura según el tipo de pretensión que se incoe. Decimos esto porque, cuando la acción se
dirige simplemente a restablecer la legalidad constitucional (pretensión sólo de cese del daño ambiental)
y en el marco de un proceso constitucional como es el amparo, donde el agravio aparece de
manera arbitraria y manifiesta, la legitimación resulta ser amplísima (tercer párrafo art. 30 LGA).
Por ello se elige la fórmula “toda persona”. Con esta redacción quedan incluidas en la acción de
amparo ambiental “todas las personas” ya sean de existencia ideal, de derecho público o privado,
las Municipalidades, Gobiernos provinciales, Nacionales, reparticiones administrativas, las

Seguimos en la esquematización del sistema a Eduardo Pablo Jiménez, “Derechos de la Tercera Generación”, Ed.
43

Ediar, 1995, pp. 104, o Eduardo Pablo Jiménez, “La legitimación ciudadana en materia de daño ambiental colectivo”,
sociedades del estado, las restantes personas jurídicas, los habitantes del lugar, los habitantes del
país, e incluso los simples ciudadanos de todo el país, los extranjeros que pasen por el lugar,
todos ellos se encuentran legitimados en el último párrafo del artículo 30, incluso los enumerados
en el primer párrafo de la norma.
En cambio si retrocedemos al primer párrafo del mismo artículo veremos como la
legitimación se comienza a restringir, por el tipo de pretensión que trata ese sector de la norma.
Esto tiene que ver con que allí se regla una acción más compleja y más gravosa en su petitorio,
pues puede tener por objeto - en caso de imposibilidad técnica (art. 28 LGA) - una
indemnización que deberá ser oblada por el autor del daño ambiental (lo que es más que pedir el
simple cese) la que se destinará a un fondo público para la recomposición44. La apertura
legitimatoria en éste sentido es menor (intermedia): allí se repite la nomenclatura del sistema de
legitimaciones que ya traía la constitución en el artículo 43 segundo párrafo, y sólo se legitima a
las “asociaciones”, al “Defensor del Pueblo”, siendo novedad la inclusión de las Administraciones
Nacional, provincial o municipal como sujetos habilitados para solicitar el reestablecimiento de la
situación de afectación del bien colectivo. La norma sigue incurriendo en el error que la doctrina
denunciara respecto al mismo artículo 43 de la Constitución nacional respecto a la omisión de la
legitimación del Ministerio Público, el que ahora quedaría legitimado sólo en el caso del tercer
párrafo del artículo 30 LGA, pues quedaría incluido en la idea de “toda persona”.
En cuanto a la persona individual que puede incoar éste tipo de pretensiones de
recomposición (las que no tramitarán mediante amparo pues la norma establece como idónea la
vía procesal sumarísima sólo para la pretensión que denomina de cese), el primer párrafo no ha
sido tan amplio como el tercero, pues otorga legitimación sólo al “afectado”. De ésta manera la
norma diferencia éste concepto del de “toda persona” que utilizará luego para la acción de cese.
Recordemos que el término “afectado” del artículo 43 de la Constitución Nacional que en su
momento nos trajera problemas interpretativos en doctrina45 hoy ha sido pacíficamente

Suplemento Constitucional La ley, Noviembre 2003, pp.73.


44 Para profundizar la cuestión ver el excelente trabajo de Juan Martín Siano, “Antecedentes y apuntes sobre el fondo

de compensación ambiental (o superfondo criollo)”, La Ley Suplemento de Derecho Ambiental de 14.7.2003, pp.
5/7.
45 Las diferentes posiciones han sido: a) Postura restringida: Alguno decían que “afectado” era el titular del derecho

que resultaba directamente dañado por el acto lesivo, al que se lo protegía por ser el “dueño” del derecho subjetivo
Esta postura que identificaba al término “afectado” con los derechos de la primer generación era enarbolada por
Rodolfo Carlos Barra, (“Acción de amparo en la constitución reformada: la legitimación para accionar” Rev. La ley
1994-E, pp. 1087 y ss.) En la práctica ésta orientación no tuvo acogimiento y se descartó por la jurisprudencia de
manera inmediata. b) Postura intermedia: otros autores dicen que la idea de afectación de un derecho puede ser
directa o indirecta. Así se establece claramente la diferencia con la primer orientación pues mientras en aquella la
legitimación se ciñe y se ajusta al concepto de derecho subjetivo de la primer generación, en ésta se da ingreso a toda
situación jurídica relevante que merece tutela jurisdiccional. Dentro de ésta concepción quedarán también incluidas
las afectaciones indirectas, pues será suficiente que un derecho o interés se altere de manera refleja para que alguien que
se crea razonablemente con derecho a su protección pueda requerir la calidad de parte procesal. El problema es
interpretado por los tribunales de manera univoca. Decimos esto porque - como ya lo hemos
explicado precedentemente - desde un comienzo se entendió que la mención “afectado” se
refería específicamente al habitante del lugar (acción de clase), diferenciando las legitimaciones del
artículo 43 en el primer párrafo de las del segundo.
Pues bien, el legislador ha reglado en el artículo 30 de la ley 25.675 una legitimación
diferente según la pretensión, dando derecho a accionar a “toda persona” en los procesos de
amparo ambiental (acción de cese) y no sólo al “afectado”. Sabemos que allí donde el legislador
ha hecho una diferencia (por un lado se habla de “afectado” y por el otro de “toda persona”) el
intérprete no está llamado a igualar. La expresa separación hecha por el legislador implica un nivel
diferente de legitimación según la pretensión incoada.
Respecto a esto cabe una reflexión. Está claro que era el legislador quien tenía
competencia para reglamentar el sistema de protección del bien reglado por el constituyente y así
establecer las diferentes tipologías de acciones con sus respectivas legitimaciones. Esto se
desprende del art. 14, 28, y del mismo artículo 41 (primer y tercer párrafo) de la Constitución
nacional. Creemos entonces el Congreso era el órgano habilitado para reglar tanto un sistema de
acción popular como de acción de clase en cuanto a la legitimación y optó por diferenciar en la
medida de la pretensión.
Pero hay un elemento más que el legislador ha incluido en el art. 30 a efectos de
diferenciar los esquemas: el procedimiento. La norma no dice - como sí lo hacen muchas de las
leyes complementarias provinciales46- que todas éstas acciones tramitan por el proceso de

dónde se pone el límite. Porque sabemos que la afectación no se refiere a la persona interesada sino al derecho o
garantía que se intenta defender, el que se posee de manera colectiva e indeterminada (Daniel Sabsay dice que cada
habitante tiene una cuota parte de ese interés) y del que cada habitante “del lugar” donde el daño se produce es
titular. Entre los autores que propugnan esta postura se dice que el afectado es “quien vive en el lugar donde se
produzca la afección colectiva”, asimilándose esto al concepto de acción de clase, y alejándose de la idea de acción
popular, en la que podrían tener ingreso no sólo los habitantes del lugar. Esta fue la postura de la jurisprudencia
nacional en autos “Schroeder” y la que han seguido los diferentes tribunales nacionales cuando han tenido que
resolver ésta cuestión. c) Postura amplia: Pero algunos autores decían que cuando el artículo 43 de la Constitución
Nacional, en su primer párrafo hace referencia a la voz “toda persona” no se refirió a quien pretenda detentar en
juicio una prerrogativa jurídica que no le sea propia. Ello es por demás claro en referencia a derechos de primera y
segunda generación, ya que allí el amparo legitima a toda persona cuyos derechos son actual o potencialmente
violentados por una agresión inmediata que no pude esperar a la reparación que provee la vía ordinaria. Pero la
situación no varía cuando nos desplazamos hacia el segundo párrafo sino que por la característica de la posible lesión
social holística e integradora toda persona puede en estos supuestos verse violentada aunque la lesión no se le genere en
forma inmediata y palpable, y por ello deberemos hablar aquí de derechos lesionados y de distintos niveles de
legitimación para obrar, según el tipo de lesión de que se trate (Eduardo Pablo Jiménez, Los derechos humanos de la
tercera generación, ed. Ediar, Bs.As., 1997, p. 92). En éste punto el citado autor propone una legitimación anulatoria
amplísima entendiendo que el primer párrafo del artículo 43 llama a demandar a “toda persona” y no se puede
pensar que esa herramienta se aplica solamente a los derechos de la primer y segunda generación. Ello conlleva que
mediante ésta norma - protegiendo el derecho reglado en el artículo 41 - se legitime a “toda persona” y no sólo al
“afectado” cuando se trata de detener un acto en violación del derecho a vivir en un ambiente sano y equilibrado. Esta
doctrina creemos propugna - para el caso de la legitimación anulatoria - una acción popular extendiendo la legitimación
mas allá de la simple acción de clase.
46 Ver art. 37 primer párrafo de la ley 11.723 de la Provincia de Buenos Aires por ejemplo.
amparo: sólo lo hace en el último párrafo. Esto implica que la legitimación amplísima (“toda
persona”) es resguardada para la pretensión de cese, incoada mediante proceso de amparo (ni
siquiera habla de proceso sumarísimo) dejando la mención “afectado” para el proceso de
recomposición ambiental del primer párrafo al que no le designa carril procesal. Esto es
perfectamente justificable porque en el amparo la violación o agravio y su arbitrariedad, deben
presentarse de manera manifiesta, lo que nos conduce a un proceso muy diferente del que tendrá
por objeto probar un daño ambiental por contaminación, donde se debe llevar adelante una serie
de baterías probatorias y un debate mucho más profundo que en el mencionado proceso
constitucional. En consecuencia, podemos inferir que el legislador ha merituado que si la
arbitrariedad en la lesión del ambiente es manifiesta - la urgencia en la detención se desprende de
la naturaleza del bien jurídico protegido – el proceso idóneo será el amparo, y la legitimación será
amplísima - “popular” - (tercer párrafo del art. 30 LGA). Si la violación no resulta ser manifiesta,
es evidente que necesitará de demoradas y profundas probanzas las que justificarán un trámite
procesal ordinario o sumario donde el legitimado no será otro que el habitante del lugar donde se
produjo el daño ambiental relevante (art. 27, 28 y primer párrafo del art. 30 LGA).
De todas maneras esto no es impedimento – porque la norma no lo aclara – para que la
petición por recomposición del primer párrafo del artículo 30 LGA tramite en un proceso de
amparo, siempre y cuando se cumplan con los requisitos de éste proceso constitucional. En éste
sentido será fundamental que el agravio y la forma de recomposición se encuentren casi probados
en tiempo previo al inicio de la demanda a efectos de que la vía sea la idónea y no se vea
desplazada por el proceso ordinario. De todas maneras no creemos sea obstáculo para que la vía
para la recomposición sea el amparo el que la pretensión implique un hacer o una prestación en el
legitimado pasivo47. Recordemos en éste sentido que la recomposición se puede ordenar no sólo
desde una indemnización destinada a las acciones antrópicas de mitigación de los impactos

47 En éste sentido resulta interesante la sentencia cautelar dictada por la Excelentísima Cámara de Apelaciones en lo

Civil y Comercial de Mar del Plata, sala II, en autos “Brisa c/Municipalidad de Balcarce s/amparo”. El caso es que
una ONG con domicilio en el lugar del agravio inicia una demanda de amparo para lograr la suspensión de la
actividad que en una cava de la ciudad de Balcarce desarrollaba la Administración Municipal; es decir que la demanda
implicaba la petición de cese del daño ambiental por extracción de minerales de tercera categoría sin haberse
completado el trámite administrativo de control preventivo ambiental (informe de impacto ambiental reglado por el
decreto 968/97 reglamentario del Código de Minería en su “título ambiental”). Además se solicitaba la colocación de
un alambrado perimetral para evitar que los vecinos del lugar cayeran por la pendiente de la cava que en algunos
sectores llegaba hasta a 60 mts de profundidad. En el lugar también se habían arrojado residuos, los que no habían
sido objeto de petición por la actora. La Cámara - al momento de analizar la apelación - introduce éste elemento y no
sólo ordena la colocación del alambre perimetral, sino que agrega - en la condena cautelar - que las demandadas
limpien el lugar remediando el daño ambiental. Como vemos, estamos ante un amparo en que la sentencia ordena un
hacer y con un apercibimiento para su incumplimiento.
negativos, sino – y sería el caso del amparo – ordenando una prestación por el demandado bajo
apercibimiento de astreintes o por un tercero a costa del demandado48.
Por último, la misma ley prevé la legitimación individual (primer generación) también
pues en el primer párrafo del art 30 se lee que “quedará legitimado para la acción de
recomposición o de indemnización pertinente, la persona directamente damnificada por el hecho
dañoso acaecido en su jurisdicción”. Quiere decir que la persona que sufre el daño individual por
contaminación (el denominado daño por rebote), está legitimada para pedir la indemnización
pecuniaria destinada a su patrimonio personal. Está claro - y lo dice también la norma - que esa
persona también puede pedir la recomposición, lo diga o no la norma porque está claro que es
también afectado49. A pesar de esto el legislador ha dicho las cosas en demasía y aclaró que éste
también tiene legitimación para la recomposición.
Finalmente no creemos la mención del primer párrafo del artículo 30 LGA respecto al
artículo 43 se refiera a la forma procesal que deben asumir las pretensiones que en dicho párrafo
se indican, sino que es una referencia respecto a la enumeración que el legislador viene realizando
en relación respecto al “plantel” de legitimados.
Resumiendo el esquema del artículo 30 de la ley General del Ambiente, ofrecemos el
siguiente cuadro:
Tipo de pretensión Fórmula legitimatoria Procedimiento
Indemnización por daños por Persona directamente No se encuentra especificado.
contaminación (daños damnificada. Creemos el más idóneo es el
individuales) procedimiento ordinario o
sumario.
Recomposición del daño de Afectado (acción de clase). No se encuentra especificado,
incidencia colectiva. y dependerá de la forma en que
se manifieste el agravio y lo
previsto en las normas
provinciales complementarias.
Anulatoria (Cese del agente Toda persona (acción popular) Amparo.
productor del daño de

48 Sobre la cuestión de la ejecución de sentencias ambientales ver Peyrano Jorge, “El cumplimiento efectivo de la
sentencia ambiental”, JA 17.12.1997, pp. 31, o Esain José, “Ruidos Molestos generado por le tránsito en una
autopista, ejecución de la sentencia ambiental y la justicia cumpliendo roles de la administración omisiva”, La Ley
19.5.2004, pp. 8/9. .
49 Se diría que quien es lo más también es lo menos terminología que corregimos, pues entre las generaciones no hay

mejores derechos o derechos más perfectos, sino diferentes modalidades. Por ello diremos que quien personaliza un
daño en su individualidad también puede que pertenezca a la clase de los afectados y pida la recomposición por la
relación que describiéramos entre daño por contaminación y daño ambiental de incidencia colectiva.
incidencia colectiva)
Respecto a las ventajas de éste mecanismo la más importante es que nos salirnos del
esquema de fuente “jurisprudencial” (recordemos que la interpretación del término afectado del
art. 43 CN dependía de la doctrina – hasta ahora - pacífica de los tribunales) para ingresar en uno
de fuente legal. No caben dudas de que esto es un gran paso pues permite convivir con reglas
muchos más firmes y sin depender de la libre interpretación que los jueces hagan de los términos
incluidos en la carta magna. Con la sanción del art. 30 esto ha quedado por lo menos dilucidado,
y con carácter obligatorio para toda la federación. Esta es la realidad en el plano normológico,
resta ahora verificar la realidad material-jurisprudencial, es decir saber cuál será la aplicación que
la justicia haga de ésta nueva fórmula legitimatoria.
En conclusión, conforme el texto de la ley 25.675 - que desarrolla en el plano legal las
instituciones ambientales del artículo 41 y 43 de la Constitución - podrán interponer la amparo
ambiental (acción de cese con pretensión anulatoria) “toda persona” y no sólo “el afectado” del lugar,
que es quien la misma norma dispone será el legitimado en la acción de recomposición reglada
previamente.
Axiológicamente la interpretación que se le puede dar a ésta fórmula es que se ha
entendido que para detener de manera inmediata el daño ambiental (restaurar la legalidad ambiental
modificada de un modo manifiestamente arbitrario) se debe ampliar la legitimación, pues el
peligro en caso de que no se consiga detener el agente dañador es muchísimo más grave que en el
caso del primer párrafo en que el daño ya se produjo, y por lo tanto no importa si el que viene a
solicitar la detención vive en el lugar o no, pues será más gravitante poner énfasis en comprobar
si existe o no agravio ambiental50. Claramente lo que se ha querido en cuanto a la acción de cese es
una legitimación más amplia, superadora de la que la doctrina judicial había interpretado en
relación al concepto de “afectado” reglado en el artículo 43 de la Constitución Nacional. Creemos
aquí se ha interpretado a la acción de cese como una acción popular51, en la que toda persona, y no
sólo el habitante del lugar podrán demandar por la detención de la actividad con potencial
dañador.

50 Dice Kane “La producción y repartición de riesgos ambientales se está convirtiendo por primera vez en un

problema de escala mundial. Los riesgos nocivos derivados de la contaminación del agua, la radiación y los efectos de
invernadero afectan por iguala todos nosotros. No están limitados desde el punto de vista geográfico o sociológico.
Cruzan las fronteras nacionales o atacan por igual a ricos y pobres, a poderosos y menos poderosos...” (Keane J. La
Democracia y los medio de comunicación, en Revista internacional de Ciencias Sociales nro 129 septiembre 1991,pp. 549-
568 citado por Conrado Ugarte en “Hermeneutica de la crisis ecológica”, Ed. UNIDA BsAs. 2000, p. 159).
51 La acción popular recibe éste nombre porque puede ser interpuesta por “cualquiera del pueblo”, o sea, sin

necesidad de que el acto alegue a su favor un derecho o interés propios que considere lesionados. Es un ejemplo
generoso de legitimación procesal activa. Normalmente la acción popular es considerada tal porque legitima a
cualquiera, aunque no alegue derecho o interés personales comprometidos por la norma que impugna (Germán
Bidart Campos, El derecho de la Constitución y su fuerza Normativa, Ed. Ediar, Bs.As., 1995, p. 335/6).
En cambio pareciera que el legislador ha entendido que era justo restringir la legitimación
para los casos de recomposición ambiental (petición de restauración del ambiente en la que el
particular solicita una indemnización colectiva que se aplica a un fondo público de
recomposición) otorgando legitimación sólo al “afectado” (en tanto integrante de un grupo o
sector social52), a las “asociaciones”, al “Defensor del Pueblo” y al Estado Nacional Provincial y
municipal (creemos al Ministerio público se lo debería incluir dentro de ésta categoría).
En síntesis, luego de la sanción de la ley 25.675 para detener el daño manifiestamente
producido se ha extremado el nivel participativo admitiendo la legitimación de “toda persona” sin
que necesariamente sea el habitante del lugar donde el daño se produjo. El concepto de afectado
en tanto habitante del lugar ha quedado restringido para la acción de recomposición.
Los límites a la amplitud estarán dados en la necesaria conexión que debe haber entre la
petición y quien la pide. Está claro que será necesario que la persona que pide la pretensión de
cese por amparo no deberá justificar que vive en el lugar donde se produce, pero sí
necesariamente estará obligada a establecer algún tipo de vínculo o interés respecto a la
protección que demanda por el órgano jurisdiccional. Allí aparecerá el límite respecto a ésta
fórmula: la razonabilidad que sigue siendo el parámetro con que el constituyente obliga al legislador
a reglamentar las figuras que describe la carta magna (art. 28 CN). Será el magistrado quien deba
llevar adelante la inteligencia en éste sentido de la norma y el caso.
De todas maneras, al amplitud legitimatoria, combinada con los efectos extendidos de la
cosa juzgada son un cóctel que en muchos casos puede resultar peligroso. Hemos en éste aspecto
de recordar que una vez que se incoar la acción por daño ambiental, conforme o reglado por el
segundo párrafo del art. 30 de la ley 25675 no podrán intervenir los restantes titulares de la
acción, sino como terceros. En éste aspecto coincidimos con lo expuesto por Eduardo Pablo
Jiménez en cuanto a que La veda de generar litisconsorcio activo obligará a quien promueva éste
tipo de demanda en primer lugar a mantener una conducta responsable, que impida – por su
eventual negligencia demoras indeseadas en el trámite procesal. Reiteramos aquí que ésta temática
refleja en todos los casos una proyección de interés social53.
Completando la idea creemos en éste aspecto la judicatura podrá utilizando los poderes
que en la dirección del proceso la propia ley 25675 y las normas del amparo prevén a efectos de
evitar este tipo de falta de compromiso con una causa en que se discuten intereses de incidencia
colectiva.

52 Esta figura es más cercana a la tipología denominada acción de clase, la que incluye una legitimación más
restringida que la antes mencionada acción popular, pues sólo puede demandar el integrante del grupo o clase, en
éste caso el habitante del lugar donde el daño se produjo.
En cuanto a la dinámica de ésta norma y su real vigencia sociológica éste dato lo
tendremos cuando los tribunales tengan que analizar peticiones de cese de personas que no
poseen domicilio en el lugar donde el daño ambiental se produjo. Allí el juez normológicamente
se encontrará sujeto al análisis que precedentemente hemos hecho. Axiológicamente deberá
merituar si se presenta como justo que alguien que no vive en el lugar pueda advertir sobre la
presencia de una alteración ambiental y solicitar su cese. Por nuestra parte entendemos que en
muchos casos es justo que el ciudadano de la Argentina pueda demandar por el cese del daño
ambiental de cualquier punto de nuestro mapa, a pesar de que no tenga domicilio en el lugar. No
creemos que sea un requisito para denunciar el daño ambiental y solicitar su cese el domicilio en
la localidad donde éste se ha generado. Ponemos un ejemplo: la tala del bosque de Yungas en el
norte que afecta la biodiversidad de toda la República Argentina. Creemos allí cualquier
ciudadano que verifique se produce la alteración del ecosistema argentino, puede concurrir al juez
del lugar para pedir el cese sin más. No podemos dejar pendiente del activismo del lugareño el
cese del daño de un bien de pertenencia de toda La República. La recomposición será otra
cuestión, y allí sí estamos perfectamente de acuerdo con que sea sólo el habitante del lugar el
legitimado.
La duda se presenta cuando el incidente sea de interés eminentemente local, como por
ejemplo la tala de los árboles de una plaza de una comunidad del interior sin evaluación de
impacto ambiental previo. Nos preguntamos ¿podría demandar un habitante de una localidad de
una provincia lejana que verifica que el emprendimiento se realiza sin EIA?. Creemos nunca está
mal la apertura legitimatoria para que los jueces ejerzan el control de constitucionalidad frente a la
legalidad alterada de manera manifiesta. En todo caso será el juez quien verificará si se ha dado o
no la alteración del bien de manera manifiesta y arbitraria, todo ello al analizar la demanda. La
clave para merituar la cuestión se encuentra en cambiar el foco de atención, quitando la lupa del
presentante y dirigiendo el ojo sobre el daño en ciernes de provocarse, el que es interés de la
humanidad que no se consume.
9
Conclusiones
En éste punto será interesante ver si se revisa - a partir de la sanción de ésta norma - la
doctrina judicial del leading case “Schroeder”. Recordemos que dicha regla gozaba de cierta
estabilidad en doctrina y jurisprudencia, siendo un parámetro pacífico de aceptación

53Eduardo Pablo Jiménez, “La legitimación ciudadana en materia de daño ambiental colectivo”, Suplemento
Constitucional La ley, Noviembre 2003, pp.76
jurisprudencial. Ahora la nueva norma y su clara redacción – creemos - obligará a un replanteo
del criterio o por lo menos a abrir el debate al respecto.

También podría gustarte