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UMSNH

Facultad de Filosofía “Samuel Ramos”

Seminario de Autores y textos VII: Maurice Merleau-Ponty

Profesora: Rosa Luisa Loya López

Alumna: Metzli Celeste Zarco Campos

Comentario al capítulo IV de La estructura del comportamiento

En este capítulo Merleau-Ponty elabora un lúcido ensayo sobre las cuestiones tocantes a
uno de los dilemas más importantes heredados por la tradición filosófica: las relaciones
entre el alma y el cuerpo. Lo lleva a cabo aludiendo no pocas veces a teorías precedentes
entre las que se destaca la cartesiana por ser una de las formulaciones anteriores con mayor
impacto en la historia de la filosofía. Al ser uno de sus más tempranos escritos se nota un
Merleau-Ponty bastante más estricto aunque no menos discreto y penetrante.

Abunda en cuestiones del tipo conceptual y referencial aunque siempre partiendo de la


primera persona singular para ahondar en las descripciones fenomenológicas de su objeto y
en las conclusiones de éstas. Llama la atención que entonces considerara la vinculación
entre “manifestaciones” y “cosas” como una relación originaria y fundante de un principio
de realidad en la que la conciencia se comporta como engrane y la percepción como medio.
Puesto que después manifestará que es la percepción la categoría que da sentido a las
demás como cuerpo, conciencia, etc.

Critica fuertemente los extremos del intelectualismo y empirismo al ser uno fatuo y el otro
bastante ingenuo. Se establecen los principios de lo que llamará la conciencia perceptiva o
cuerpo encarnado, coqueteando con ideas como “realidad carnal”, “conciencia ingenua”
frente a la conciencia perceptiva, la cual además es el eje mediante el que se esclarece la no
oposición entre el alma y el cuerpo.

Utiliza algunos casos de patologías del cuerpo para ejemplificar cómo se ve al cuerpo
cuando éste enferma, que es cuando realmente se ‘interpone’ de alguna forma entre la
conciencia que lo habita y él mismo como cuerpo meramente real o fisiológico. Rechaza
contundentemente la visión del cuerpo como mero entramado de órganos funcionales o
disfuncionales que conforman una representación fisiológica que no contribuye a la
comprensión de su totalidad y tampoco da pauta a una visión unitaria sino que por el
contrario es una visión particularista.
Lo que Merleau-Ponty busca es evidenciar el absurdo que se esconde detrás de lo que él
llama el ‘realismo filosófico de lo sensible’ y también denunciar los resultados del
pseudocartesianismo en las ciencias (el cual conduce a un idealismo igualmente parcial).

Se trata entonces de ver al cuerpo como un ente primariamente perceptivo que se encuentra
en determinada posición frente a los demás objetos del mundo y que no necesita explicar
esto abandonándose a la región de la res cogitans. Reivindica pues el valor del cuerpo y la
percepción como génesis del conocimiento en lo que también es una crítica al positivismo,
al mecanicismo de la ciencia y al realismo de la filosofía que no ve en los sentidos más que
una fuente de error epistémico.

Concuerda con Kant en la idea de asociar el cuerpo al alma mediante un idealismo


trascendental y un realismo empírico. La primera respuesta que da a esta asociación es,
como él mismo lo admite, de corte intelectualista y tiene resultados interesantes porque se
investiga la relación mente-cuerpo o la supuesta oposición entre lo trascendente y lo
inmanente, mediante su vinculación sujeto-objeto y se concluye que el acto de conocer “no
pertenece al orden de los hechos” sino que es una toma de posesión interna de los hechos a
la manera de la reminiscencia platónica o la descripción fenoménica de Kant. Enseguida se
demuestra que lo único que da sentido al conocimiento intelectual es la conciencia sensible.

“El cuerpo se une a la extensión cuya acción sufre y de la que no es más que una parte; la
percepción se une al juicio que la subtiende” (pp. 279). Así pues se abre la pregunta sobre
la verdad del naturalismo, porque una vez reconocido que existe sólo un ámbito en el cual
el hombre se desarrolla y conoce al mundo circundante, puede empezar a hablarse
seriamente sobre las posibles relaciones entre la materia, la vida y el espíritu: únicos y
definidos posibles órdenes de significación no dicotómica ni oposicional.

Dado que estos tres órdenes son formas de unidad en torno a distintos ‘mundos’ tampoco
existe ningún tipo de causalidad entre ellos, y cada uno de ellos se distingue por el grado de
integración que guarde con los otros dos. Materia, vida y espíritu son: lo físico, lo vital y el
individuo psíquico.

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