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Historia de Italia

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Este artículo es parte de la serie:
Historia de Italia

Italy in its region.svg


Por periodo histórico
Italia Prehistórica
(Terramaras · Villanovanos)
Italia prerromana (hasta el siglo VIII a. C.)
(Itálicos1 ·Latinos · Etruscos · Griegos · Galos)
Antigua Roma (siglo VIII a. C.-siglo V d. C.)
(Monarquía · República · Imperio)
Edad Media (siglos VI-XIV)
Renacimiento italiano (siglos XIV-XVI)
Guerras italianas (1494-1559)
Dominio extranjero (1559-1814)
Risorgimento (1814-1861)
Reino de Italia (1861-1946)
República de Italia (1946-presente)
Por tema
Historia militar
Antiguos estados de Italia
La historia de Italia está íntimamente ligada a la de la cultura occidental y a la
historia de Europa. Buena parte de los principales acontecimientos históricos del
mundo occidental, así como muchos de los logros que han condicionado la cultura
universal, han tenido lugar en el país o los han protagonizado sus pueblos.2

Heredera de múltiples culturas antiguas, como la de los etruscos y de los latinos,


receptora de la colonización griega y hogar de la Magna Grecia, fue cuna de la
civilización romana y vio nacer la República y el Imperio romano, legador de gran
parte de la cultura occidental y uno de los mayores de la historia, del cual Italia
fue el centro absoluto, tanto político como económico y cultural.3

Tras la caída del Imperio, Italia, sufrió una serie de invasiones germánicas,
alternadas con intentos bizantinos y francos de reconstruir la unidad del Imperio
romano.4 Roma, sede del papado y fuente de legitimidad imperial, fue en esos
tiempos un foco que atrajo a figuras como Justiniano I y Carlomagno.

Durante la Edad Media, Italia, se convertiría en un mosaico de estados y ciudades-


estado (llamadas liberi comuni) a menudo en lucha entre sí para conseguir la
hegemonía sobre el resto, con frecuentes intervenciones de las potencias
circundantes y de la Santa Sede que, a través de la figura del papa en calidad de
soberano, gobernaba buena parte del centro de Italia en el territorio conocido como
Estados Pontificios, con capital en Roma.5

La privilegiada situación geográfica de Italia hizo que esta fuera clave en el


comercio continental y favoreció el florecimiento de ricas repúblicas marítimas
conectadas con la historia europea y de todo el Mar Mediterráneo. La lucha entre el
poder temporal imperial, que incluía a Italia, y el espiritual papal, que tenía su
sede en Roma, tuvo en Italia especiales repercusiones políticas.

Esta herencia de relevancia política la convirtió en foco de las luchas por el


poder en el continente europeo. Además, el legado cultural clásico y eclesiástico
fue el caldo de cultivo de nuevas tendencias. En los siglos XV y XVI Italia se
convirtió en el centro cultural de Europa, dando origen al Humanismo y al
Renacimiento, y fue uno de los campos en los que se decidió la supremacía europea
del Imperio español con la victoria sobre Francisco I de Francia.
Tras el declive de la monarquía hispánica, el Imperio austrohúngaro pasaría a
controlar la región, así como buena parte de Europa Central. Transformada en un
campo de batalla durante las guerras revolucionarias francesas y el Primer Imperio
de Napoleón Bonaparte, pasaría a luchar por su independencia. Entre 1848 y 1870 se
llevó a cabo la Unificación de Italia, después de una serie de guerras que
implicaron enfrentarse tanto al Imperio austríaco como a la soberanía papal sobre
los Estados Pontificios y, a partir de las cuales, Italia se instituye como un
único reino políticamente unificado bajo la dinastía real de los Saboya.

Posteriormente, el Reino de Italia, junto con las demás potencias europeas,


llevaría a cabo políticas imperialistas que conformarían el Imperio italiano y que
la llevaron a participar en la Primera Guerra Mundial del lado de la Entente, a
desarrollar el fascismo de Benito Mussolini, a la invasión de Albania y Abisinia y
a participar en la Segunda Guerra Mundial con las Potencias del Eje junto a la
Alemania Nazi y al Imperio del Japón. Después de la derrota en la Segunda Guerra
Mundial, la monarquía sería derrocada y se instauró la actual república que tuvo
una excelente recuperación, colocando a Italia entre las mayores economías
desarrolladas y entre los países más industrializados del mundo.

En la actualidad Italia pertenece a importantes organizaciones internacionales,


como el G-4, el G-7 y el G-20, así como a la Unión Europea, a la OTAN y al OCDE.

Índice
1 Definición de Italia
2 Primeras culturas y Edad del Hierro
2.1 Primeros pobladores
2.2 Primeras civilizaciones
2.3 Llegada de pueblos indoeuropeos
2.4 Los Etruscos
2.5 Celtas e Ilirios
2.6 Magna Grecia
3 Roma
3.1 Orígenes
3.2 La Monarquía romana
3.3 La República romana
3.4 El imperio romano
3.5 El Bajo Imperio y la decadencia
4 Alta Edad Media (s. V al XII)
4.1 Los ostrogodos
4.2 Los bizantinos
4.3 Los lombardos
4.4 Los francos y el Imperio carolingio
4.5 Los Estados Pontificios
4.6 El sur
5 Baja Edad Media (s. XII al XV)
5.1 La fragmentación política: Guelfos y gibelinos, el Sacro Imperio y la Liga
Lombarda
5.2 Ciudades estado: Communi y Signoria. El poder milanés
5.3 Lucha entre aragoneses y franceses por el Sur
5.4 Las repúblicas comerciales
6 El Renacimiento (s. XV al XVI d. C.)
6.1 Los Borgia
6.2 Las guerras hispano-francesas
6.3 La Toscana
7 El dominio extranjero y la Unificación (s. XVI al XIX d. C.)
7.1 El dominio español (1559-1714)
7.2 Borbones y Habsburgos (1712-1796)
7.3 Las Guerras napoleónicas (1796-1815)
7.4 La unificación (1815-1914)
8 Reino de Italia (1861-1946)
8.1 Reino temprano
8.2 La Primera Guerra Mundial (1914-1918)
8.3 El régimen fascista (1919-1939)
8.4 Ocupación italiana de Albania y Etiopía
8.5 La Segunda Guerra Mundial (1939-1945)
9 República de Italia (1946-presente)
10 Véase también
11 Referencias
12 Bibliografía
13 Enlaces externos
Definición de Italia

Moneda en plata del siglo I a. C. acuñada en Corfinium (Corfinio) durante la Guerra


Social, exhibiendo la inscripción ITALIA, al borde de la personificación de Italia,
representada como una diosa con corona de laurel, símbolo de sabiduría.
El nombre de Italia se viene usando desde antiguo, al menos desde el siglo IX a.C.,
para designar a la gente del sur y del centro de la que se conoce como península
itálica, haciendo referencia a los pueblos itálicos, hablantes de las lenguas
llamadas igualmente. La etimología del nombre es incierta: Pallottino defiende que
deriva del gentilicio de uno de los pueblos itálicos nativos de la región de
Calabria, los (v)itàlii, el cual mutua su nombre de su animal sagrado: el ternero
(víteliú en idioma osco, vitulus en latín y vitello en italiano); y que fue usado
por los antiguos griegos como término general para designar a los habitantes de
toda la península.6

El término se asentó definitivamente cuando, la ciudad itálica de Roma, a partir


del siglo V a.C., unificó a toda la península conquistando al resto de pueblos
itálicos peninsulares, empezando por los latinos, de los cuales la misma constituía
una aldea, y terminando con los etruscos hacia el norte y los brucios hacia el sur,
unificando así todo el territorio peninsular bajo un único régimen, lo de la
República romana, y dándole nombre de Italia, la cual, desde entonces, representará
el territorio metropolitano de Roma.7

El nombre de Italia fue usado también en monedas acuñadas por la coalición de los
socios itálicos (socii) descontentos por no haber aún recibido la ciudadanía
romana, a pesar de la fundamental contribución ofrecida para la conquista de las
provincias (al tiempo la ciudadanía romana había sido otorgada a muchas ciudades
dentro de Italia, pero todavía no a todas, y era aún totalmente inexistente en los
territorios fuera de Italia, que eran las provincias), que se declaró
independiente; es decir, la coalición de los socios itálicos insatisfechos,
compuesta por habitantes de ciudades samnitas, picenas, apulias, sabinas y
etruscas, entre otras, se levantó contra Roma y sus demás aliados itálicos
provistos de ciudadanía, en el siglo I antes de Cristo, y desplazó la capital de
Italia, de Roma a Corfinium (hoy Corfinio), rebautizada Itálica, con la intención
de erigir el Senado en ella y acuñando monedas, las cuales llevaban imprimida la
escrita Italia, y marcando así el comienzo de la Guerra Social (guerra de los
aliados), o sea, la guerra entre Roma y sus aliados itálicos provistos de
ciudadanía romana contra sus demás aliados itálicos desprovistos de ciudadanía, a
la que se puso fin en el año 89 a. C. y con el conseguimiento de la Lex Plautia
Papiria, que otorgaba la plena ciudadanía romana a todos los habitantes de Italia;
remarcando así aún más la diferenciación de status entre Italia (ya territorio
metropolitano de Roma exento de los impuestos provinciales y, tras la susodicha
guerra social, habitada en su totalidad por ciudadanos romanos de pleno derecho) y
las provincias (los restantes territorios fuera de Italia).89

Hacia el final de la república, en el año 49 a. C., Julio César, añadió de iure al


territorio de Italia también las tierras situadas al norte del río Rubicón,
llevando así, el territorio metropolitano de Roma y el nombre de Italia, hasta los
pies de los Alpes, y englobando dentro de Italia la que hasta entonces había sido
una provincia (a diferencia de la Italia peninsular, que nunca fue una provincia)
conocida con el nombre de Gallia Cisalpina (el norte de Italia) y, en el mismo año,
a través de la Lex Roscia, otorgó el Plenum Ius, es decir, la plena ciudadanía
romana, a todos los habitantes del norte de Italia (los cuales, diferentemente de
las demás provincias, gozavan ya complexivamente, desde casi un siglo, del Ius
Latii, es decir, de la ciudadanía latina). A partir de entonces, Italia, quedó en
su totalidad como unidad central del Imperio y administrada de manera totalmente
distinta de los territorios provinciales, siendo ella la evolución natural del
mismo Ager Romanus, y corazón político, económico y cultural del Imperio Romano.10

Tras la caída del Imperio romano de Occidente, la palabra Italia, además de hacer
referencia al Reino ostrogodo de Italia y al Exarcado bizantino de Italia, siguió,
en el curso de los siglos, designando al conjunto de estados, reinos y repúblicas
que poblaban el antiguo territorio de la Italia romana y que compartían una cierta
afinidad cultural, histórica y lingüística, además de geográfica, destacando
especialmente un mismo conjunto de dialectos del latín, las lenguas italorromances
(y el subgrupo de las lenguas galoitalianas), que darían origen al idioma italiano;
mientras, siempre en la alta Edad Media, el antiguo gentilicio de itálico se
convirtió en italiano, quedando el primero como referencia para todos los
habitantes de la Italia romana y prerromana, hablantes antiguos idiomas itálicos
(como el latín), y el segundo como referencia para todos los habitantes de Italia
hablantes lenguas neolatinas contemporáneas (como el italiano), es decir, desde la
época medieval en adelante. Siglos después, el nacionalismo romántico, así cómo
pasó en muchas otras partes de Europa (como, por ejemplo, en Alemania o en Grecia),
basó en esta unidad cultural, geográfica, histórica y lingüística, su búsqueda de
una unidad política y estatal, que desembocaría en el moderno estado italiano.11

Algunos territorios que bajo esos mismos baremos podrían ser llamados italianos,
por diferentes cuestiones históricas, no entraron a formar parte política del
estado italiano moderno, como es el caso de regiones limítrofes con Eslovenia y
Croacia (por ejemplo, la península de Istria, ver Cuestión Adriática y foibe), con
Suiza (la Suiza italiana: el Tesino y la parte italoparlante de los Grisones) y con
Francia (Niza y sus alrededores y la isla de Córcega), así como Mónaco, Malta y el
microestado de San Marino, el cual constituye un enclave dentro del estado
italiano.

Un caso aparte, único al mundo y mucho más sui generis, es el resultante tras el
pacto entre el entonces Reino de Italia y la Santa Sede (conocido como Pactos de
Letrán), donde, en 1929, se concedía a la Santa Sede soberanía política sobre una
minúscula parte de la ciudad de Roma, la que constituye el llamado Estado Vaticano,
para que el papa, en calidad de obispo de Roma y, al mismo tiempo, jefe espiritual
de todos los católicos, pudiera ejercer su poder temporal sobre de un territorio
físico sin depender políticamente de estado alguno, y obteniendo así una entidad
religiosa estatalizada dentro de la ciudad Roma.

Primeras culturas y Edad del Hierro


Artículos principales: Prehistoria en Italia y Pueblos antiguos de Italia.
Primeros pobladores
Artículos principales: Arte rupestre de Val Camonica y Sassi di Matera.

Matera la ciudad más vieja siempre habitado en el mundo, con sus casas
troglodíticas y cuevas cavadas que datan del Paleolítico X milenio a. C. y antes.

Una de las más antigua traza de civilización en el mundo, Arte rupestre de Val
Camonica, X milenio a. C. y antes.
La población del territorio italiano sube durante la prehistoria, época de la cual
muchos testimonios arqueológicos importantes han sido encontrados. Italia ha sido
habitada por lo menos a partir del Paleolítico. Varios yacimientos arqueológicos de
esta época, y entre los más importantes al mundo, se sitúan en Italia.

El sitio de Monte Poggiolo, que data del Paleolítico, e Isernia-La Pineta, son unos
de los sitios más antiguos donde el hombre utilizó el fuego (quizás los más viejos
en absoluto). En las Cuevas de Addaura se encuentran unos complejos vastos y ricos
de grabados, datables entre el Paleolítico superior y el Mesolitico, grabados
únicos al mundo de hombres y animales. Cuando el hombre se sedentariza y pasa de
cazador a pastor y agricultor, deja en Italia unos de los rastros más importante de
toda la prehistoria, constituyente el más grande conjunto de petroglifos del mundo,
sobre una duración de 8000 años, conocido como Arte rupestre de Val Camonica.

Las primeras culturas más o menos estudiadas en lo que hoy en día es Italia,
incluyen a los ligures, un enigmático pueblo que habitaba el noroeste de Italia.
Durante la Cultura de la Cerámica Impreso-Cardial crearon las primeras sociedades
en Italia, con conocimientos muy adelantados de agricultura y navegación. Se sabe
relativamente poco de estos pueblos, presuponiéndolos preindoeuropeos y, por ende,
antecedentes a los indoeuropeos, los cuales fueron asimilados pronto por las
subsiguientes culturas.

Primeras civilizaciones
Artículos principales: Cultura de Villanova, Tumba de los gigantes, Nuraga, Pueblos
del Mar y Shirdana.

Ötzi La momia más vieja del mundo encontrada al sur de los Alpes con un importante
y rico equipo (3300 a. C.).
De forma similar, en el sur (Sicilia, principalmente), los primeros aventureros
incluyen, tras leyendas ciclópeas, a élimos, sicanos y sículos como habitantes de
esas tierras. Sin mucha información sobre ellos, se especula con la posibilidad de
que estos fueran o no indoeuropeos. En Cerdeña se desarrolló un pueblo con grandes
conocimientos de metalurgia y famoso por sus construcciones megalíticas, las
nuragas, cuyo principal yacimiento se localiza en Su Nuraxi.

Las similitudes fonológicas hacen a algunos estudiosos relacionar algunas de estas


culturas con los Pueblos del Mar: los shirdana con Cerdeña, los shekelesh con
Sicilia y los teresh con los tirrenios, basándose solo en las similitudes
etimológicas. Las evidencias arqueológicas solo sostienen un cierto auge de la
cerámica de origen Micénico por todo el Mediterráneo, en medio de un cambio
cultural, diferente según el sitio. Es posible que algunos de los pueblos del mar
operaran desde o se movieran por las costas itálicas.12

Llegada de pueblos indoeuropeos

Mapa lingüístico de Italia en la Edad de Hierro. El mapa es posterior a la llegada


de los pueblos osco-umbrios y de su desplazamiento del norte por los etruscos, pero
previa a la llegada de los galos.
Con la Edad del Hierro llegaron a Italia los pueblos indoeuropeos, principalmente
en cuatro grandes migraciones desde el norte.1314

Una primera oleada migratoria, probablemente indoeuropea, se dio hacia el III


milenio a. C. Son características de este periodo las estelas o estatuarias de tipo
menhir, que frecuentemente llevaban grabados signos solares, aparentemente signos
distintivos indoeuropeos. Una segunda oleada entre el final del III milenio y los
inicios del II milenio a. C. llevó a la difusión de poblaciones asociadas a la
cultura del vaso campaniforme y del bronce en la llanura padana, en Etruria, y en
las zonas costeras de Cerdeña y Sicilia. Hacia la mitad del II milenio a. C., una
tercera oleada, conocida como cultura de las Terramaras, junta a pueblos itálicos
del grupo latino-falisco, que difunden el uso del hierro y la incineración de los
muertos.

Hacia el final del II milenio y la primera mitad del I milenio a. C., se da la


cuarta y principal oleada asociada a la Cultura de los campos de urnas, es la de
los pueblos osco-umbrios (pertenecientes al mismo grupo itálico de los latino-
faliscos), así como de leponcios y de vénetos. Se trata de contemporáneos al
florecimiento de la preindoeuropea Cultura de Villanova, así llamada por uno de sus
principales yacimientos arqueológicos. Se sabe, además, que practicaban la
cremación e incineración de sus muertos, caracterizándose sus necrópolis por unas
urnas típicas de forma cónica. Hablaban las lenguas itálicas, de origen
indoeuropeo. Se asentaron principalmente al norte, junto al Po, en Emilia, y en el
centro de la península (Umbría, Lacio y Abruzos). Más al sur, aunque la práctica
general era la inhumación, se han encontrado también enterramientos de esta cultura
desde Capua, en Campania, hasta Calabria.

De estas culturas provienen la mayoría de los pueblos que habitarían el centro, el


norte y el sur de Italia de forma hegemónica desde entonces. Los latinos, cuya
principal ciudad era Alba Longa, darían con el tiempo lugar a Roma. Los sabinos,
que dieron nombre a la región Sabinia, habitaban cerca, en ciudades cercanas como
Reate (Rieti), Interocrea (Antrodoco), Falacrinum (Cittareale), Foruli
(Civitatomassa), Amiternum y Nursia (Norcia). Los oscos, que incluyen a los
samnitas, se asentaron en Campania y en el resto del sur de Italia, así como a los
lucanos, entre otros. Los umbros dan nombre a Umbría y habitaron en el centro de
Italia, en ciudades como Perugia, Interamna Nahars (Terni), Fano, Osimo, Fermo y
San Severino Marche, entre otras.

Los Etruscos
Artículo principal: Etruscos

Sarcófago de los esposos (Sarcofago degli Sposi) ejemplo de arte funerario etrusco
del 600 a. C.
Los etruscos fueron un pueblo de lengua preindoeuropea cuyo núcleo histórico fue la
Toscana, a la cual dieron su nombre (eran llamados Τυρσηνοί (tyrsenoi) o Τυρρηνοί
(tyrrhenoi) por los griegos y tuscii o luego etruscii por los romanos; ellos se
denominaban a sí mismos rasena o rašna).

Por mucho tiempo los orígenes de los etruscos se creían desconocidos, debido a ello
surgieron tres teorías que trataban de explicar dicha problemática:

La teoría orientalista, propuesta por Heródoto, que cree que los etruscos llegaron
desde Lidia hacia el siglo XIII a. C. Para demostrarlo se basa en las supuestas
características orientales de su religión y costumbres, así como en que se trataba
de una civilización muy original y evolucionada, comparada con sus vecinos.
La teoría autóctona, propuesta por Dionisio de Halicarnaso, que consideraba a los
etruscos como oriundos de la península itálica. Para argumentarlo, esta teoría
explica que no hay indicios de que se haya desarrollado la civilización etrusca en
otros lugares y que el estrato lingüístico es mediterráneo y no oriental.
Teoría de un origen «nórdico», defendida por muchos a finales del siglo XIX y
primera mitad del XX; se basaba solo en la similitud de su autodenominación
(rasena) con la denominación que los romanos dieron a ciertos pueblos celtas que
habitaban al norte de los Alpes, en lo que actualmente es el Este de Suiza y Oeste
de Austria: los ræthii o réticos, tal origen supuesto solo en parofonías está ya
descartado.
Sin embargo, las modernas investigaciones sobre el origen de los etruscos, llevadas
a cabo por un grupo de genetistas y coordinadas por Guido Barbujani, miembro del
departamento de Biología y Evolución de la Universidad de Ferrara (Italia),
llegaron a la conclusión que, genéticamente, el origen de los etruscos corresponde
a la segunda teoría, es decir, la de Dionisio de Halicarnaso, confirmando así el
origen autóctono de la península itálica de este pueblo.15
Etruria, territorio de los etruscos en Italia.
Desde la Toscana se extendieron por el sur, hacia el Lacio y la parte septentrional
de Campania, en donde chocaron con las polis griegas de la Magna Grecia (sur de
Italia); hacia el norte de la península itálica ocuparon la zona alrededor del
valle del río Po, hasta el sur de la actual región de Lombardía. Llegaron a ser una
gran potencia naval en el Mediterráneo Occidental, lo cual les permitió establecer
factorías en Cerdeña y Córcega. Sin embargo, hacia el siglo V a. C. comenzó a
deteriorarse fuertemente su poderío, en gran medida al tener que afrontar, casi al
mismo tiempo, las invasiones de los celtas, desde el norte, y la competencia de los
cartagineses para los comercios marítimos, desde el sur.

Su derrota definitiva, por los romanos, se vio facilitada por tales enfrentamientos
y por el hecho de que, los rasena (o etruscos), nunca formaron un estado
sólidamente unificado, sino una especie de débil confederación de ciudades de
mediano tamaño. Algunas de sus principales ciudades fueron: Veyes, Chiusi,
Tarquinia, Caere, Valathri, Felsina (Bolonia), Aritim (Arezzo), Volsinios (Orvieto)
y Vetulonia, entre otras.

A partir del siglo IV a.C., Etruria (nombre del territorio de los etruscos), fue
gradualmente conquistada y absorbida por la República romana y, los etruscos, al
igual de los demás itálicos, federados por los romanos, volviéndose así parte
integrante de la Italia romana.

En cierto modo predecesores de Roma y herederos del mundo helénico, su cultura


(fueron destacadísimos orfebres, así como innovadores constructores navales) y
técnicas militares superiores, hicieron de este pueblo el dueño del norte y centro
de la península itálica, desde el siglo VIII a. C. hasta la llegada de Roma. El
arte etrusco, influenciado por el griego, marcaría el posterior arte romano. Son
exponentes del mismo: el Apolo de Veyes, el Marte de Todi, la Quimera de Arezzo o
el Frontón de Talamone, entre otros. A tal punto llegó su influencia que los
primeros reyes de Roma fueron etruscos.

Celtas e Ilirios

Los pueblos celtas del norte de Italia.


A partir del siglo XII a.C. se desarrollaron, en Centroeuropa, las culturas de
Hallstatt y su sucesora de La Tène, de la que derivan los pueblos celtas que se
expandieron por buena parte de Europa. Su expansión hacia el sur los llevó a
asentarse en el noroeste de Italia, en la zona entre los Alpes y el llano al norte
del río Po, con una constante presión hacia el sur de la peninsula, enfrentados a
los pueblos itálicos.

Los taurinos se asentaron en la zona de lo que hoy es Turín, que fue su capital.
Una de las ramas de la gran tribu de los boyos llegó hasta a la actual Bolonia,
cuyo topónimo es de raíz celta, acompañados por lingones y senones (que dan nombre
a Senigallia). La Llanura Padana y la parte norte de la actual región de Marcas
serían llamados por ello Ager Gallicus. Otras tribus incluyen a los insubrios, que
se asentaron en la parte oeste de Lombardía y a los cenómanos, asentados en la
parte oriental de la misma región. En muchos casos se produjo una asimilación o
amalgamación entre los celtas y los pueblos ligures preexistentes, dando vida así a
una cultura celto-ligur.

De forma similar, los ilirios, empujados por los anteriores, se vieron desplazados
hacia el sur, poblando algunas zonas de Véneto (cuyo nombre viene del pueblo
itálico de los vénetos), Istria (por los istrios) y las costas del meridionales del
mar Adriático. Algunos defienden que los mesapios, que ocupaban Apulia, son de
origen ilirio, aunque otros les dan un origen helénico o itálico ilirizado.
Magna Graecia en el 280 a. C.
Magna Grecia
Artículo principal: Magna Grecia

Templo de Atenea en Paestum-Campania.


Desde el siglo VIII a.C. la zona sur de la península itálica recibió una fuerte
influencia griega. El descontento con la clase dirigente, el aumento demográfico,
la falta de tierras y el deseo de crear nuevas factorías comerciales, llevó a los
antiguos griegos a crear numerosas colonias en el extranjero. Su cercanía, así como
su relativa poca resistencia a este fenómeno, hizo del sur de Italia una de las
principales zonas de asentamiento griegas.

Varias de las principales polis (ciudades) griegas se ubicaron entre el arco que
forma el Golfo de Tarento (donde destacaban ciudades griegas como Taras, Síbari,
Metaponto, Kalípolis, etc) y el Golfo de Nápoles (donde se encontraban colonias
griegas como Parténope, Pitecusas, Cumas, Poseidonia, etc), en la parte oriental de
Sicilia y, en menor medida, en determinadas zonas de la costa adriática. El
conjunto de estas poderosas polis griegas del sur de Italia era conocido como Magna
Grecia (Gran Grecia) y a sus habitantes peninsulares se les conocía como italiotas
(esto es, griegos del sur de Italia o itálicos de lengua y cultura griega y, de la
misma manera, a los habitantes de las polis griegas de Sicilia se les conocía como
siciliotas).

Los eubeos y rodios fundaron Cumas, Regio de Calabria, Nápoles, Giardini-Naxos y


Mesina; los corintios Siracusa (que a su vez sería un foco de ulteriores colonias
en Italia, como Ancona); los megarenses, Lentini; los partenios-espartanos,
Tarento; los focenses, Elea y los aqueos Síbari, Metaponto, Turios, Caulonia y
Crotona, entre otras. Mientras, Heraclea de Lucania y Locri Epicefiris, fueron
ligeramente posteriores.

Esta colonización supuso el primer contacto de los pueblos itálicos con la cultura
clásica griega. Las colonias no fueron meros enclaves comerciales, sino que también
fueron hitos de la naciente civilización helénica: Pitágoras residió en Crotona,
Arquímedes y Teócrito eran nativos de Siracusa, Parménides era natural de Elea...
No en vano, los griegos conocían a la región como Magna Grecia. Supusieron además
las primeras democracias de Italia. El contraste con las poblaciones locales
favoreció en muchos casos una aculturación de los itálicos cercanos a las colonias.

La colonización griega llegó a sus límites en los territorios insulares que rodean
la península. En el caso de Sicilia, los griegos se asentaron en la zona norte,
cerca del Estrecho de Mesina, y en la costa oriental, donde ciudades como Siracusa
tuvieron un papel importante en el mundo griego. Chocó ahí, sin embargo, con el
imperialismo cartaginés. Las Guerras Sicilianas entre griegos y púnicos no tuvieron
un vencedor, aunque la isla terminó dividida en dos esferas de influencia:

La zona oriental, con Siracusa, Agrigento, Mesina... quedó bajo control griego.
La zona occidental, donde destacaba la colonia cartaginesa de Panormos (Palermo)...
quedó bajo control púnico.
Algo parecido ocurrió con los intentos griegos de establecer colonias frente al mar
Tirreno. Aunque los comienzos en Córcega y Cerdeña fueron prometedores, con la
fundación de Alalia y el establecimiento de una base en Olbia (Cerdeña), la derrota
frente a etruscos y púnicos en la batalla de Alalia dejó Córcega y Cerdeña en manos
cartaginesas. Los nuevos amos del Mediterráneo occidental se concentraron en el sur
de Cerdeña, naciendo las colonias púnicas de Cagliari, Nora, Sulcis y Tharros.

Las nuevas colonias griegas importaron el gobierno de polis (ciudades-estado),


muchas veces compitiendo o aún enfrentándose entre sí. Así la rica Síbari fue
derrotada por Tarento, que se convirtió en una de las potencias de la península. No
era infrecuente que se pidiera ayuda a las demás potencias griegas para combatir a
colonias enemigas o a los pueblos itálicos, destacando campañas como las de
Arquidamo II o la de Alejandro de Epiro. Pero la mayor colonia griega sería
Siracusa, que gobernado bajo una serie de tiranos como Dionisio I, se convirtió en
el gran poder de Sicilia, rechazando una expedición ateniense en el 415 a. C., a
pesar de estar Atenas en el cénit de su poder y encabezando la lucha con los
púnicos.

A partir del siglo IV a.C., de la misma manera que los etruscos, los italiotas de
la Magna Grecia, al igual que todos los pueblos itálicos del sur de Italia, fueron
gradualmente conquistados, absorbidos y federados por la República romana,
volviéndose así parte integrante de la Italia romana.

Posteriormente, este movimiento de población desde Grecia a Italia se repetiría en


otros momentos de la historia, dada la cercanía entre ambos países. En la Edad
Media, durante los siglos de dominio bizantino y las posteriores emigraciones
griegas debidas con la conquista otomana de los Balcanes, llegaron nuevas olas de
griegos que encontraron en el Sur de Italia un pueblo hermano de raíces comunes y,
a veces, grecoparlante (ver: grikos del sur de Italia). Nápoles, especialmente,
sería durante siglos uno de los mayores puertos del Mediterráneo y un foco de
cultura griega.16

Roma
Artículo principal: Antigua Roma

Rómulo y Remo, los legendarios fundadores de Roma, amamantados por la loba


capitolina.
Orígenes
Artículo principal: Fundación de Roma

Expansión romana en Italia


.

En el 753 a. C. se fundó, a orillas del río Tíber, en la parte central de la región


de Lacio, en el centro de Italia, una ciudad clave para la historia de la
humanidad: Roma.

En base exclusivamente a su origen legendario: la mitología romana vincula el


origen de Roma, y de su institución monárquica, al héroe troyano Eneas, quien,
huyendo de la destrucción de su ciudad, navegó hacia el Mediterráneo occidental
hasta llegar a Italia, tras un largo periplo. Allí, tras casarse con la hija del
rey de los latinos, pueblo del centro de Italia, fundó la ciudad de Lavinium.

Posteriormente, su hijo Iulo, fundaría Alba Longa, ciudad de cuya familia real
descenderían los gemelos Rómulo y Remo, hijos de Rea Silvia y del dios Marte, los
cuales, después de haber sidos abandonados en el río Tíber por su madre, salvados y
amamantados por una loba llamada Luperca, y criados por los pastores Fáustulo y
Acca Larentia, se asentaron entre las colinas del Palatino y del Aventino, donde
tuvieron una violenta discusión y, tras el asesinado de Remo por manos de su
hermano Romulo, este último, en el día 21 de abril del año 753 a. C, fundó Roma.

Según la historiografía y la arqueología contemporánea, el origen real de Roma, se


debe a unos asentamientos de tribus itálicas de latinos, sabinos (de ahí el
legendario episodio del rapto de las sabinas) y etruscos, que, entre los siglos X y
VIII a.C., se establecieron en el punto del Latium Vetus que se convertiría en
Roma, entre las siete colinas y la confluencia entre el río Tíber y la Vía Salaria,
a 28 km del mar Tirreno. En este lugar el Tíber tiene una isla donde el río puede
ser atravesado. Debido a la proximidad del río y del vado, Roma estaba en una
encrucijada de tráfico y comercio. Alrededor del siglo VIII a. C. los asentamientos
se unificaron en en la que se conoce como Roma Quadrata.17

La Monarquía romana
Artículo principal: Monarquía romana
La monarquía romana (en latín, Regnum Romanum) fue la primera forma política de
gobierno de la entonces ciudad-estado de Roma, desde el momento legendario de su
fundación, el 21 de abril del 753 a. C., hasta el final de la monarquía, en el 510
a. C., cuando el último rey, Tarquinio el Soberbio, fue expulsado, instaurándose la
República romana.

Los orígenes de la monarquía son imprecisos, si bien parece claro que fue la
primera forma de gobierno de la ciudad, un dato que parecen confirmar la
arqueología y la lingüística. Mitológicamente, se enraíza en la leyenda de Rómulo y
Remo. De cualquier manera, tras Rómulo y el sabino Numa Pompilio, llegó al poder
Tulio Hostilio, que expandió el puerto de escala de Roma en la ruta costera de la
sal, a costa de sus vecinos, transformando Roma en la más influyente ciudad de
Lacio.

Tras el reinado de Anco Marcio, ascendió al poder una dinastía de origen etrusco,
los Tarquinios, bajo la que Roma amplió aún más su poder en la región. Sin embargo,
los excesos de Tarquinio el Soberbio fueron origen de disputas internas, a las que
se sumaron la coalición de etruscos y latinos amenazados por la ciudad,
desembocando en la expulsión del rey gracias a la intervención de Lucio Junio Bruto
y Lucio Tarquinio Colatino. Roma perdió la mayor parte de su poder frente a los
etruscos liderados por el rey de Chiusi, Lars Porsenna, a lo que se sumó la
humillación de un saqueo por celtas liderados por Breno, que asolaron varias
ciudades italianas.

La República romana
Artículo principal: Antigua república romana

Ciudad de Roma durante los tiempos de la república. Grabado de Friedrich Polack


1896.
La República (509 a. C.-27 a. C.) fue la siguiente etapa de la antigua Roma en la
cual la ciudad de Roma y sus territorios mantenían un sistema republicano de
gobierno. En circunstancias históricas poco claras, la monarquía romana fue
abolida, en el 509 a. C., y sustituida por la República.

Una característica del cambio fue que la administración de la ciudad y sus


distritos rurales quedó regulada en el derecho de apelar al pueblo contra cualquier
decisión de un magistrado concerniente a la vida o al estatuto jurídico.La
administración ejecutiva quedó dotada de Imperium o poder omnímodo el cual tenía un
origen religioso que arrancaba del propio dios Júpiter. Los magistrados dotados de
imperium eran los cónsules, pretores y, eventualmente, los dictadores. Sin embargo,
el imperium sólo se ejercía extra pomoerium, es decir, fuera de las murallas de
Roma. En consecuencia, tenía un carácter esencialmente militar. En la ciudad, y en
sus funciones civiles, los magistrados estaban sometidos a limitaciones legales y
controles mutuos.

Con el paso de los años la ciudad fue conquistando a sus vecinos latinos, sabinos y
etruscos, a los que agruparía en la Liga Latina, y recuperando su antiguo poder en
el Lacio. La expansión continuó hacia el sur y, aceptando una petición de
protección de los samnitas de Capua frente a sus vecinos montañosos, se involucró
en las guerras samnitas, con las que terminaría obteniendo Campania. La ciudad
griega de Nápoles logró un acuerdo similar. Para asegurar el territorio conquistado
se fundaron colonias romanas en varios puntos de Italia, como Ostia, Urbinum
Mataurense (Urbino), Aruminium (Rímini), Cremona, Placentia (Piacenza) o Mediolanum
(Milán). Una a una las diversos pueblos itálicos fueron conquistadas y federados,
Roma impuso un protectorado sobre las colonias griegas del sur, encabezadas por
Tarento, que pese a la campaña del rey Pirro de Epiro, terminaron de igual manera
que los demás itálicos bajo el yugo romano.

Con esto Roma completó la conquista de la intera Italia peninsular que, de este
momento en adelante, quedará como extensión ampliada del antiguo Ager Romanos, es
decir, como territorio metropolitano de la misma Roma, políticamente diferenciado
de cualquier otro territorio fuera de ella, los cuales serán las provincias.18

La petición de socorro de los mamertinos, un grupo de mercenarios que se habían


adueñado de Mesina, hizo que el avance romano continuara hacia Sicilia, donde chocó
con los cartagineses. Tras ganar la primera guerra púnica, a tres bandas, entre
Roma, Cartago, y Siracusa, Roma se anexionó la mayoría de isla. Pronto la siguieron
Cerdeña y Córcega, ante la debilidad de Cartago durante la Guerra de los
Mercenarios, y la propia Siracusa. tras la caída de su tirano Hierón II de
Siracusa, y su famoso sitio. Convertida en una de las principales potencias del
Mediterráneo, junto a Cartago y los reinos helénicos, Roma practicó una política
exterior cada vez más importante. Datan de esa época las Guerras Ilirias, en el
Adriático, y los primeros serios choques con Macedonia y las tribus de la Galia.

Legión en orden de marcha.


El rearme cartaginés, liderado por Amílcar Barca, llevó a la ocupación púnica de
buena parte de la península ibérica y a un nuevo periodo de rivalidad con Roma. Con
la excusa del asedio a los aliados romanos de Sagunto, el hijo y sucesor de
Amílcar, Aníbal, invadiría Italia a través de los Alpes. Durante esta segunda
guerra púnica, Aníbal infligió históricas derrotas a los Romanos, culminando en
Cannas, pero finalmente se impuso la victoriosa campaña de Publio Cornelio
Escipión, en Iberia, que terminó trasladando la guerra al norte de África y llevó a
la victoria definitiva de los romanos en Zama.

Roma fue, a partir de entonces, la mayor potencia mediterránea. Se anexionó las


provincias cartaginesas en la península ibérica, que amplió mediante varias guerras
en los dos siglos siguientes, durante su conquista de Hispania, a pesar de
contratiempos como el Sitio de Numancia o la resistencia de Viriato. Roma comenzó a
intervenir en Grecia y Macedonia, durante las guerras macedónicas, conquistándolas
tras una victoria en Pidna. Tras una tercera guerra púnica, largo tiempo buscada
por el sector más conservador del Senado y su portavoz, Marco Porcio Catón, con la
que destruyó definitivamente a sus antiguos enemigos cartagineses, así Roma puso el
pie en África, en lo que hoy es Túnez.

Las herencias del rey Átalo III en Asia y de Nicomedes en Bitinia, le dieron nuevos
territorios en Anatolia, que llevaron a otra guerra con Mitrídates VI del Ponto y
Tigranes I de Armenia, con las que su dominio se amplió a Siria y Turquía, mientras
conquistaba a sus antiguos aliados númidas, liderados por Yugurta, que se habían
vuelto contra Roma. Lo mismo ocurriría con el reino de Cirene, junto a Egipto,
legado a Roma por su último rey, Ptolomeo Apión. La necesidad de mantener las rutas
que conectaban estos territorios llevó a campañas contra piratas y a ocupar
Cilicia, a aliarse y realizar pactos de protección con ciudades como Marsella o
Rodas y a la conquista de la Galia Narbonense. Publio Clodio Pulcro dirigiría con
el tiempo la ocupación de Chipre, una alejada provincia egipcia sometida a los
vaivenes de la política mediterránea. La construcción de calzadas romanas facilitó
las comunicaciones, tanto en Italia como en las provincias.

Este incombustible expansionismo de la República tuvo importantes consecuencias


sociales, sobre todo debidas al hecho de que el ejército romano no estaba concebido
para las largas campañas de ultramar. La ausencia de sus hogares tenía duras
consecuencias para los confederados itálicos que componían la base del ejército
romano, tanto entre los itálicos provistos de ciudadanía (que integraban las
legiones) como, y sobre todo, entre los itálicos socii (los socios, todavía
desprovistos de ciudadanía y que conformaban las Alae Sociorum, la base mayoritaria
del ejército romano).

Esto llevó a una rebelión itálica de los socii (socios), descontentos por no haber
aún recibido la ciudadanía a pesar de la fundamental contribución ofrecida para la
conquista de las provincias, así como por las rencillas con los demás itálicos ya
ciudadanos, desencadenando así la guerra Social (o guerra de los Aliados), es
decir, la guerra entre Roma y sus aliados itálicos provistos de ciudadanía contra
sus demás aliados itálicos desprovistos de ciudadanía, la cual llevó al
otorgamiento de la plena ciudadanía romana para todos los itálicos, tramite la Lex
Plautia Papiria; acontecimiento que remarcó aún más la diferenciación de status
entre Italia (ya territorio metropolitano de Roma exento de los impuestos
provinciales y, tras la susodicha guerra social, habitada en su totalidad por
ciudadanos romanos de pleno derecho) y las provincias (los restantes territorios
fuera de Italia).19

En el mismo periodo, el ejército de Metelo había sido asignado al cónsul senior,


Lucio Casio Longino, para expulsar a los cimbrios, que volvían a amenazar a Italia
desde los Alpes. Cayo Mario introdujo una serie de importantes reformas.

Mario aplastó a los germanos en la batalla de Vercelae y se convirtió en el primer


hombre de la Roma de su tiempo, cinco veces consecutivas Cónsul, pero a costa de un
mayor grado de enfrentamiento político. Mario, de extracción humilde, representaba
el éxito de las clases populares frente a la tradicional aristocracia romana, que
se le opuso agravando un enfrentamiento entre clases sociales que databa de los
mismos orígenes de la ciudad.

Busto de Julio César.


Las reivindicaciones de las clases más pobres, que desde los intentos de reforma
agraria de los hermanos Tiberio y Cayo Sempronio Graco aspiraban al reparto de
tierras públicas fruto de las conquistas que beneficiaban a los latifundistas, y el
nuevo ejército, que dependía del poder de su general para obtener tierras al
licenciarse, dio pie a una serie de conflictos y pulsiones internas. Lucio Cornelio
Sila, antiguo lugarteniente de Mario que se enfrentó a este en sus últimos años
liderando a la aristocracia patricia, reinstauró la paz tras una dictadura
personal, pero con el tiempo se fueron anulando sus medidas. Se trata de una de las
épocas más famosas de la ciudad, con la oratorio de Marco Tulio Cicerón en el
Senado, el intento de golpe de estado de Lucio Sergio Catilina o la revuelta de
esclavos de Espartaco.

Destaca entonces el poder acumulado por el triunvirato de Pompeyo, Julio César y


Craso, que se repartieron los cargos públicos en Italia y el gobierno de sus
provincias. Craso fue derrotado por los partos en Oriente durante la batalla de
Carrhae, pero César ganó la fama inmortal al conquistar a los belicosos galos y
poner el pie en Britania y Germania.

Región de Italia del Norte.

Región de Italia del sur.


La enemistad entre el político y general que había conquistado las Galias y reunido
un poder sin precedentes, y la mayor parte de la aristocracia, desembocaron en una
cruenta sucesión de guerras civiles cuando se le trató de desposeer del mando de
sus tropas, previa alianza con su otrora aliado Pompeyo. César cruzó entonces el
río Rubicón, imponiéndose en Italia, y persiguiendo a los que se le opusieron por
los dominios de Roma. Venció en la clave batalla de Farsalia y logró finalmente el
poder absoluto, pero fue asesinado por un complot liderado por Marco Junio Bruto
que reinició la lucha partidista.

En la nueva la guerra civil los cesaristas persiguieron a lo que quedaba de sus


oponentes mientras se disputaban entre ellos la sucesión. Después de una lucha con
los antiguos lugartenientes de César, Marco Antonio y Marco Emilio Lépido, el hijo
adoptivo y sucesor de Julio César, Cayo Julio César Octaviano, se hizo con el poder
de la facción cesarista y de Roma, terminando con las guerras civiles.

El imperio romano
Artículo principal: Imperio romano

El Imperio romano en su apogeo.


El nacimiento del imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que
extendió su control en torno al mar Mediterráneo, y la larga sucesión de conflictos
internos que marcaron el final de la República.

Tras la victoria final de Augusto, se estableció por fin una paz perdurable,
caracterizada por la concentración del poder en manos del susodicho, primero como
Princeps y luego como Domine. Paralelamente, se continuó con la pacificación
interna y la expansión exterior, buscando la conocida como Pax Romana, un largo
periodo de estabilidad y paz que vivió Europa, el norte de África y Oriente Medio
bajo el yugo romano. Augusto buscó consolidar y racionalizar las fronteras y crear
un administración que permitiera gestionar los ya extensos territorios bajo el
poder romano. Para ello contó con el apoyo de leales colaboradores como el
acaudalado Cayo Mecenas o el general Marco Vipsanio Agripa.

El famoso Augusto de Prima Porta.


Sucedido por Tiberio, hijo adoptivo de Augusto, comenzó la transmisión del poder
imperial, en una familia, si bien muchas veces se dieron sucesiones a hijos
adoptivos, como los mismos Augusto y Tiberio. Tiberio resultó un emperador duro y
eficaz, aunque algo inestable con una temporada ausente en la isla de Capri. Fue
sucedido por su hijo adoptivo Calígula, hijo natural del gran general Germánico.
Inicialmente aclamado por todos, fue pronto famoso por su megalomanía, sus locuras
y sus excesos. Finalmente asesinado por un complot en el que intervino la Guardia
Pretoriana, fue sucedido por su tío Claudio, que era considerado incapaz pero se
ganó reputación de buen gobernante por su hacer. En sus últimos años se vio marcado
por su esposa y probable asesina, que logró colocar a Nerón, hijo adoptivo de
Claudio. Nerón resultó ser un nuevo Calígula, y a su muerte, en otro golpe de
estado, se produjo el año de los cuatro emperadores, que muestra hasta que punto la
dinastía imperial podía ser frágil frente al ejército. Vespasiano, hábil general y
político, finalmente se impondría, sustituyéndose la Dinastía Julio-Claudia por la
Flavia.

Le sucedieron sus hijos, primero el querido Tito y luego el cruel Domiciano, que
murió en otra conspiración. Tras el llegaron los conocidos como cinco buenos
emperadores, que llevaron Roma a su culmen territorial, económico y de poder:
Nerva; Trajano, extendió las fronteras del Imperio; Adriano, querido emperador que
realizó grandes reformas y visitó numerosas provincias; Antonino Pío y Marco
Aurelio, pensador a la par que defensor de la fronteras. A este último le sucedió
su hijo natural Cómodo, con el que reaparecerían muchos de los problemas
previamente presentes en cuanto a sucesiones e inestabilidad.

El año de los cinco emperadores fue seguido de la nueva Dinastía Severa, con
emperadores de extracción provincial como Septimio Severo, el cual fue un capaz
general que restableció el imperio tras la dejadez de Cómodo. Le sucedió su hijo
Caracalla, de costumbres militares y buen general aunque impopular por haber matado
a su hermano Geta, y que murió asesinado en campaña. Durante un par de años
ocuparon el poder el general que le había asesinado, Macrino, con su hijo, pero se
impuso finalmente la dinastía Severa con Heliogábalo, un polémico adorador del sol.
Tan polémico resultó que su propia familia apoyó a su primo y respetado general
Alejandro Severo. El nuevo emperador, tranquilo y pacífico, terminaría abandonando
el poder en manos de su madre y abuela, que se dedicaron a reparar los errores
cometidos durante la administración de Heliogábalo. Acabó siendo asesinado. Fue el
último gobierno civil de Roma y el final de la Dinastía Severa: con su muerte, en
el 235, se inician cincuenta años de anarquía militar en el Imperio. Es la llamada
Crisis del siglo III.

El Panteón de Agripa, una de las muestras de la Arquitectura de la Antigua Roma.


El Imperio romano fue el mayor foco cultural, artístico, literario, filosófico,
científico, militar y técnico de su tiempo. La Cultura de la Antigua Roma no solo
es relevante por el Derecho o la asunción del Cristianismo como religión dominante;
también, fue especialmente fructífera en materia de ingeniería civil; se construyó
la primera red de carreteras europeas cuando las calzadas romanas se expandieron
por todo el imperio; entre las obras civiles, destacaron los puentes y los
acueductos para llevar agua desde los acuíferos a las ciudades. La cultura urbana
romana permitió el desarrollo de ciudades extremadamente complejas, tanto en Italia
como fuera de ella.

Roma tomó el relevo de la cultura griega. Destacan autores como Virgilio (autor de
la Eneida, principal poema épico romano), los historiadores Plinio el Joven, Plinio
el Viejo, Tácito, Tito Livio y Suetonio, el poeta Horacio, el comediante Plauto o
el filósofos y orador Cicerón. La romanización de los territorios ocupados, tanto
por la superioridad cultural, la conquista militar y la creación de colonias,
llevaron a expandir el latín por toda Europa y siendo el germen de las lenguas
romances.

En sentido inverso, los romanos importaron numerosos conocimientos de otros


pueblos: la filosofía helenística, el calendario egipcio... El sincretismo romano
importó numerosos cultos de todas partes como la Cibeles anatolia, el griego-
egipcio Serapis o el fenicio Melkart. Hacia los últimos años del imperio cobraron
importancia sectas y cultos orientales como el judaísmo, su escisión cristiana, el
mitraísmo o el culto al Sol Invictus.

La capital de Italia y de todo el Imperio, Roma, se convirtió en la mayor urbe del


mundo de su época, y en la primera metrópolis de la historia, con habitantes
venidos de todas las provincias romanas y numerosos arcos triunfales, como los de
Tito, Augusto o el de Trajano, columnas como las de Trajano y Constantino y templos
votivos por las victorias militares; se trajeron numerosos obeliscos de Egipto.

La paz exterior, la seguridad, la red de comunicaciones que implicaban calzadas y


rutas marítimas, impulsaron el comercio y la economía. La Agricultura y ganadería
en la antigua Roma continuó el proceso tardorrepublicano de concentración de
propiedad de la tierra en latifundios merced a la distribución de las tierras
conquistadas y a la ruina de los pequeños agricultores. El esclavismo fue clave en
la explotación de dichos latifundios y otro motivo del militarismo romano. La
ingeniería romana permitió explotar por primera vez a gran escala minas en Hispania
y Britania. Con gremios nacieron primitivas industrias como el vidrio romano, el
garum o la púrpura. La existencia de una serie de estados organizados a lo largo de
Eurasia permitió la creación de la Ruta de la Seda, que enlazaba Occidente con el
Imperio chino y la India.

Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando. Augusto, después
de que las guerras que le llevaron al trono le enfrentaran a Cleopatra, conquistó
Egipto, incorporó el antiguo protectorado romano de Galacia y, en su intento de
crear un imperio cohesionado. terminó la conquista de Hispania contra cántabros y
astures, la de Nórico y Rhetium al norte de los Alpes, y la cuenca del Danubio
(Panonia, Moesia y Tracia). Tiberio incorporaría como provincia Capadocia, que
desde los tiempos de la República había dependido de Roma para sobrevivir entre los
imperios de la región. Calígula, en uno de sus excesos, asesinó al rey de
Mauritania y se anexionó el país. Claudio, tratando de ganarse la fama, invadió
Britania, que sería conquistada finalmente tras varias campañas. Tito es famoso por
haber conquistado Judea, desde tiempos de César aliado o protectorado romano. La
lucha con Roma marcó muchos hitos nacionales en dichos países, como la rebelión de
la reina britana Boudica, las campañas contra los pictos de Cneo Julio Agrícola o
la última resistencia judía en Masada. El imperio llegó a su máxima extensión
durante el reinado de Trajano, conquistador de Dacia (actual Rumanía) tras las
guerras dacias, de Petra y de Asiria, de Mesopotamia y Armenia tras una guerra con
los persas.

El Imperio romano abarcaba desde el Océano Atlántico, al oeste, hasta las orillas
del mar Negro, el mar Rojo y el golfo Pérsico, al este, y desde el desierto del
Sahara al sur, hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la
frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima estimada sería de unos 6.14
millones de km².

Recreación de una legión imperial.


Con el tiempo las fronteras se fueron estabilizando. La derrota ante los germanos
de Arminio en Teotoburgo, en tiempos de Augusto, arruinó la conquista de Germania
proyectada por el emperador. Las constantes guerras con el Imperio parto en el este
marcaron el límite final por Oriente, teniéndose que librar muchas guerras con
persas o estados levantiscos como Palmira para conservar lo conquistado. Las
dificultades para gestionar el ya inmenso territorio imperial llevaron a la
construcción de limes, o fronteras fortificadas, para defender un imperio que
comenzaba a dar señales de agotamiento.

El sucesor de Trajano, Adriano, abandonó parte de su conquistas en Oriente Medio


para mejor gestionar el imperio y creó el Muro de Adriano frente a los pictos
escoceses. Marco Aurelio pasó buena parte de su reinado luchando en las guerras
marcomanas contra los sármatas en el Oriente y los marcomanos en el Danubio, a
medida que la presión de los hunos empujaba a estos y otras tribus (godos,
alanos...) contra las fronteras del Imperio.

El Bajo Imperio y la decadencia


Artículo principal: Decadencia del Imperio romano
El período conocido como Bajo Imperio (284-395) comienza con Diocleciano, que fue
emperador de Roma desde 284 hasta 305. Diocleciano, para facilitar la
administración del Imperio, ideó la Tetraquía, dividiendo el Imperio entre
Occidente y Oriente. Él inaugura la Dinastía Constantiniana (305-363), llamada así
en honor al más relevante de sus emperadores. Tras ella, se sucedieron la Dinastía
Valentiniana (364-395) y la Dinastía Teodosiana.

Desde Diocleciano, el imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones,


siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre herederos al
trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande, que hizo del Cristianismo no
arriano la religión oficial, quedó definitivamente dividido.

Italia en el 400.
La oleada de pueblos orientales terminó empujando a las tribus germánicas,
empujadas hacia el Oeste, que varias veces penetraron en un Imperio romano cada vez
más débil. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen,
después de que Caracalla hubiera extendido la ciudadanía romana a todo el Imperio
en el siglo III, dejando que Italia (y con ella la misma Roma) perdiera
gradualmente su diferenciación con las provincias.
En muchas ocasiones se llegaron a ceder provincias fronterizas a los germanos a
cambio de que las defendiesen de sus compatriotas (estableciendo foedus con ellos),
pues el servicio militar había sido abolido entre los italianos. Otras veces se vio
como generales se autoproclamaban emperadores en Galia o Britania, provincia que
fue finalmente abandonada para concentrar las tropas en el continente. El Imperio,
sofisticado y rico como pocos en la historia, era ya decadente, y en los siglos III
y IV, sus últimas glorias vinieron de generales de origen bárbaro como Aecio, que
derrotó a Atila en la batalla de los Campos Cataláunicos y Estilicón, que logró las
últimas victorias contra los germanos.

En el Medio Oriente, la rebelión de Zenobia en Palmira y las guerras con los


sasánidas pusieron varias veces en aprietos al Imperio. La frontera del Rin fue
rebasada por los francos un día que el río se heló y la del Danubio cedió ante los
godos que causaron una histórica derrota a las últimas legiones en la batalla de
Adrianópolis. En el culmen de la debilidad, la misma Italia fue atacada. La
gloriosa ciudad de Roma fue saqueada por los visigodos de Alarico I en 410. Atila
atacó la península devastando Aquilea (cuyos prófugos fueron el germen de la desde
entonces pujante Venecia) y llegó hasta Roma, que sin embargo no atacó después de
un parlamento con el papa León I el Magno.

Paralelamente, la capitalidad había sido desplazada a Milán primero, y a la


fácilmente defendible Rávena después, mientras que varias provincias iban siendo
conquistadas por diversos pueblos germanos o directamente abandonadas por el poder
central. La parte oriental, más rica y militarmente fuerte, se convirtió en el gran
foco de poder del Mediterráneo, el naciente Imperio Bizantino, a costa de reducir
los recursos de Italia y Occidente. El cristianismo, otrora perseguido, se
convirtió en religión oficial gracias a los edictos de Milán de Constantino I el
Grande de 313, que proclamaba la libertad religiosa y el Tesalónica de Teodosio I
el Grande que hizo el cristianismo oficial en el 380. El obispo de Roma, el papa,
empezó a cobrar importancia política y a ser uno de los principales dirigentes
cristianos. Las ciudades decayeron, produciéndose una emigración al campo, con el
consecuente efecto negativo en el comercio, la cultura y la ciencia.

El emperador de Roma ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el año 476,


un jefe bárbaro, Odoacro, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de apenas 10 años
que fue el último emperador Romano de Occidente y envió las insignias imperiales a
Zenón, emperador Romano de Oriente.

Alta Edad Media (s. V al XII)


Los ostrogodos
Artículo principal: Reino Ostrogodo de Italia

Mapa del reino ostrogodo d Italia.


Los ostrogodos eran un grupo de godos que habían sido sojuzgados por los hunos.
Tras su liberación de aquellos, eligieron a Teodomiro como rey y se asentaron bajo
protección bizantina en Panonia, en el cauce del Danubio. A este le sucedió su hijo
Teodorico el Grande, que con la bendición del emperador de Oriente condujo a su
pueblo a Italia en 488.

En la península gobernaba el hérulo Odoacro tras deponer al último emperador romano


en 476. Tras una campaña en el Norte de la península, Teodorico tomó la capital,
Rávena, matando a Odoacro en 493 y estableciéndose como señor del país. Su reinado
fue recordado por mantener la administración romana, que protegió, logrando
mantener la estabilidad de Occidente. Regente de sus primos visigodos al ser abuelo
del joven rey, Teodorico, llegó por un tiempo a parecer ser capaz de reconstruir el
antiguo Imperio de Occidente. Mandó construir y decorar joyas como la Capilla
Arzobispal de Rávena, el Baptisterio Arriano o su mausoleo, obra maestra del arte
ostrogodo en Italia.
Sin embargo, en 526, la muerte de Teodorico acabó con esta etapa de paz, heredando
Italia su nieto, Atalarico. El Reino Ostrogodo de Italia se desmoronó, con un
sobrino de Teodorico, Teodato, asesinando a Atalarico, nieto y heredero del gran
rey e iniciando una guerra civil. Los excesos de Teodato rompieron con el apoyo del
Imperio Romano de Oriente al dominio ostrogrodo y propició una invasión bizantina
paralela a las luchas nobiliarias.

Los bizantinos
Artículo principal: Imperio bizantino

El emblema del Imperio bizantino.


Bajo Justiniano I, el Imperio bizantino inició una serie de campañas con el
objetivo de reconstruir la unidad mediterránea, y principalmente con el intento de
recuperar Italia, centro del antiguo Imperio. La debilidad del reino ostrogodo, y
los deseos bizantinos de recobrar la ciudad de Roma, convirtieron a Italia en un
objetivo. La guerra civil ostrogoda le dio la oportunidad de intervenir en la
guerra gótica, para lo que mandó a su mejor general, Belisario.

El Imperio bizantino en el 565, con las conquistas de Justiniano destacadas.


En 535, Belisario, había invadido Sicilia, Cerdeña y Córcega, dentro de sus
campañas contra los vándalos, y desde allí marchó a través de la península,
entrando en Reggio di Calabria, tomando Nápoles (donde cayó el usurpador ostrogodo
Teodato) y llegando a Roma en 536. Bloqueado allí, tuvo que mantener la posición
hasta que la llegada de refuerzos, los cuales desembarcaron en Rímini, cambió las
tornas. Prosiguió hacia el norte y tomó Mediolanum (Milán) y Rávena, en 540,
acabando con el nuevo rey ostrogodo, Vitiges. Un acuerdo con los ostrogodos, que
conservaron un reino en el noroeste de Italia, trajo la paz.

Belisario fue entonces llamado a Oriente, donde los persas amenazaban las
fronteras. Su sucesor, Juan, no logró mantener el control en un momento en que el
Imperio Bizantino andaba escaso de recursos, y en 541 los godos estaban enfrentados
de nuevo con Bizancio, liderados por un enérgico rey llamado Totila que había
recuperado Italia del Norte y tomado Roma. La vuelta de Belisario permitió
recuperar Roma, para perderla de nuevo no mucho después.

En 548, el eunuco Narsés sustituyó a Belisario. Totila fue asesinado en 552, y el


ejército del último rey godo, Teias, cayó derrotado en 553. Hacia 561 los
bizantinos habían pacificado la zona.

Los bizantinos controlaron Italia desde su capital en Rávena, bajo el Exarcado de


Rávena. El arte bizantino dejó en Italia huellas significativas como las iglesias
de San Nicola in Carcere y Santa Maria in Cosmedin de Roma; la iglesia de San Vital
de Rávena o la basílica de San Apolinar in Classe en la misma ciudad. El conjunto
de edificios tardorromanos, ostrogodos y bizantinos de la ciudad de Rávena es a día
de hoy patrimonio de la humanidad.

Los lombardos
Artículo principal: Lombardos

La Corona de Hierro de los lombardos, posteriormente convertida en símbolo del


Reino de Italia.
Entre los diferentes pueblos germánicos que habían abandonado su antigua morada
para vivir en mejores tierras, se contaban los lombardos (o longobardos), a los que
Justiniano I había dejado asentarse en Panonia, a condición de que defendieran la
frontera. Atraídos por la riqueza de Italia y la presión de los ávaros, atravesaron
los Alpes, ocupando las actuales regiones de Piamonte, Liguria, Lombardía y Véneto,
sin mucha oposición. Milán, el centro del norte de Italia, cayó en el 569. Le
sucedió la caída de la Toscana, Spoleto en el centro y Benevento en el sur de
Italia. Se le llama Longobardia Maior a la zona del norte de Italia, donde
establecieron su capital, Pavía (la región de Lombardía es llamada así aún hoy por
esto), mientras que Spoleto y Benevento, sus avanzadas en el centro y sur de
Italia, eran conocidas como Longobardia Minor.

Los nuevos señores de Italia organizaron sus posesiones en Ducados lombardos, como
el ducado de Friuli, el ducado de Tuscia, el ducado de Spoleto o el ducado de
Benevento, bajo la autoridad de un rey en Pavía. La falta de una autoridad central
durante el mandato de los duques posibilitó la fragmentación de Italia en treinta y
seis ducados cuasiindependientes, separados por franjas de territorio en manos del
bizantino Exarcado de Rávena. Si bien el reino lombardo volvió a tener un rey, el
poder central fue siempre débil.

Así, mientras se enfrentaban a la oposición de los territorios del Imperio


bizantino en Oriente, y a la de los francos, naciente potencia en Occidente, los
lombardos consiguieron recomponer una monarquía común electiva, tradicionalmente
germánica. Es de destacar el reinado de Agilulfo que abandonó el arrianismo y se
convirtió al catolicismo, generando persecuciones religiosas entre ambas
confesiones.

Mientras los conflictos iconoclastas ocupaban a Bizancio y lo enemistaban con el


papa (pues la posición del emperador de Oriente también regía en sus tierras
italianas), los lombardos aumentaron sus dominios, con el pretexto de socorrer al
papa. En el 750, Aistolfo tomó la ciudad imperial de Rávena.

A partir de este período de la Alta Edad Media, y con la difusión entre el pueblo
de los idiomas romances (de las lenguas italorromances y galoitalianas, en el caso
de Italia), el gentilicio italiano toma el lugar del antiguo gentilicio itálico,
utilizado hasta entonces.

Los francos y el Imperio carolingio


Artículo principal: Imperio carolingio

Miniatura del papa Adriano I solicitando la asistencia de Carlomagno durante un


encuentro cerca de Roma.
La presión de los lombardos sobre el papa hizo que el rey de los francos, Pipino el
Breve, realizará entre 756 y 758 repetidas campañas en el norte de Italia. El papa,
en agradecimiento, le confirmó como rey de los francos (a pesar de haber usurpado
el título) y concedió el rango de patricio a la familia que había tomado el trono
de los merovingios en Francia.

La situación se recrudeció a la muerte de Pipino. El reino franco fue dividido


entre sus hijos, aumentando de nuevo la presión lombarda sobre el papado. Sin
embargo, la reunificación de los francos bajo Carlomagno, llevó a una nueva
intervención en Italia en el 774. Tras una breve batalla, Carlos se hizo con el
reino de Lombardía, que, manteniendo su autonomía, se integró en el Imperio
carolingio que con el tiempo uniría a la mayor parte de Europa Occidental.
Carlomagno auspició un renacimiento cultural y una unidad política y religiosa, que
cristalizó con su coronación como Emperador de Occidente por el papa León III, en
el año 800. Su nuevo imperio se consideraba heredero del Imperio romano de
Occidente, siendo el emperador la máxima autoridad temporal de Europa y el
encargado de velar por la Cristiandad.

Desde entonces, el norte de Italia formó parte de los territorios carolingios, con
el nombre de Reino de Italia.

Los Estados Pontificios


Artículo principal: Estados Pontificios
Bandera de los Estados Pontificios.
Desde los tiempos en que Constantino I hiciera el cristianismo religión oficial, el
poder de la Iglesia se había ido acrecentando en Italia. La Donación de
Constantino, una falsificación histórica, fue la base de reclamaciones del poder
temporal sobre la ciudad de Roma por parte del papa, que ganó fuerza a medida que
los emperadores la abandonaban. Valga como ejemplo como Atila parlamentó con el
papa Gregorio I Magno al aproximarse a la ciudad. Ya en tiempos de los bizantinos y
en medio de los enfrentamientos iconoclastas, se eliminó el ducado de Roma ganando
la ciudad Gregorio II, con reconocimiento de su gobierno por parte del rey lombardo
Liutprando. Era el Patrimonio de San Pedro.

Ante la ocupación del territorio por los lombardos, la ayuda de Carlomagno y los
francos a León III fue vital. Comenzó así el cesaropapismo, una estrecha
vinculación papa-emperador. Parte de las tierras arrebatadas a los lombardos fueron
cedidas al papa, que creó entonces un estado en el centro de Italia, los Estados
Pontificios, germen histórico de la actual Ciudad del Vaticano. Estos eran
administrados directamente por él o mediante vasallos.

El gobierno de estos territorios atravesó una fase clave durante el periodo


conocido como pornocracia. Dicho periodo se caracteriza por numerosas luchas por el
poder en la Iglesia, Roma e Italia central entre intrigantes muchas veces motivado
por cortesanas y nobles (particularmente los señores de Spoleto). Se inicia en el
año 904 con Sergio III y su amante Marozia y data hasta la encarcelación en el 935
de Juan XI por el duque de Spoleto Alberico II, ambos hijos de Marozia.

El sur

Mapa político de Italia hacia el año 1000, en la víspera de la llegada normanda.


Los ducados lombardos del sur no llegaron a ser conquistados por Carlomagno, que
tuvo que marchar al norte a combatir a los sajones y no formaron parte de su
imperio. Los duques lombardos de Benevento mantuvieron su independencia, llegando a
convertirse en el Principado de Benevento y a empujar hacia el sur a los
bizantinos. Sin embargo, el asesinato del duque Sicardo de Benevento dividió el
país entre su hermano Siconulfo de Salerno, que fue proclamado príncipe de Salerno
y su asesino Radelchis, que se hizo con el poder en Benevento. La división permitió
ganar autonomía a nobles en Gaeta, Capua y Amalfi, que formaron condados y ducados
propios. Al sur, Nápoles, Sicilia y la parte más meridional de la península itálica
(Bari, Calabria, Apulia) seguían siendo una provincia bizantina.

El auge del Islam azotó el sur, que fueron víctimas de razzias desde el norte de
África. Cerdeña había sido ocupado por los árabes en el 710 tras ser abandonada por
los bizantinos a su suerte, pero 70 años después, aprovechando la lejanía con las
bases árabes, se produjo una revuelta local que estableció gobiernos locales
conocidos como giudicati. Córcega sufrió también los ataques musulmanes, combinados
con intervenciones francas, lombardas y del marqués de la Toscana Bonifacio II para
asegurar la frontera.

En el 826, un desertor bizantino ofreció el territorio siciliano al emir musulmán


de Ifriquiya, lo que llevaría a una serie de guerras. Para 965 la isla había sido
convertida en el Emirato de Sicilia, desde el que se lanzaban ataques a los puertos
de la península. Los bizantinos reformaron sus posesiones en la zona sur de la
península tras repeler uno de los ataques musulmanes sobre Bari en el 876, creando
el Catapanato de Italia, en guerra con musulmanes y lombardos.

La situación dio un vuelco con la llegada de normandos. Diversas leyendas envuelven


su llegada, siendo la más famosa como unos peregrinos del norte se ofrecieron como
mercenarios a los lombardos. Inicialmente sirvieron a estos, pero en palabras de
Amatus de Montecassino:
Los normandos nunca desearon que ninguno de los lombardos ganara una victoria
decisiva, lo que les hubiera dejado en desventaja. Pero apoyando a uno y luego
ayudando a otro evitaron que nadie fuera totalmente arruinado.
Pronto eran señores de posiciones conquistadas a bizantinos y lombardos, llegándose
a la conquista normanda de Italia Meridional, con los nórdicos estableciendo un
estado en Nápoles capitaneados por Roberto Guiscardo. De ahí cruzaron el estrecho
de Mesina y llegaron a reconquistar Sicilia a los musulmanes, que formaría parte de
un reino unificado cuando Rogelio II de Sicilia reunió en 1130 ambos tronos en el
Reino de Sicilia. El reino sería una amalgama del sustrato latino, godo, lombardo,
grecobizantino y normando, como su arte, ejemplificado en la catedral de Cefalú, la
capilla Palatina de Palermo y la catedral de Monreale.

A finales del siglo XII dicho reino pasó a la dinastía imperial alemana de los
Hohenstaufen, cuando el emperador Enrique VI reclamó el trono en 1212 por ser su
esposa Constanza I de Sicilia, heredera del reino.

Baja Edad Media (s. XII al XV)


La fragmentación política: Guelfos y gibelinos, el Sacro Imperio y la Liga Lombarda
Artículos principales: Sacro Imperio Romano Germánico y Güelfos y gibelinos.
La muerte de Carlomagno y las luchas por retener su imperio repartido entre sus
diversos hijos inició un periodo de guerras civiles que no se estabilizaron hasta
la creación a principios del siglo X del Reino de Francia y del conglomerado del
Sacro Imperio en lo que hoy es Alemania, el norte y centro de Italia, Suiza, Países
Bajos y otras provincias orientales de sus dominios. La ausencia de un poder
central fuerte supuso la atomización de estas regiones en principados, obispados,
condados y ciudades prácticamente independientes y con frecuencia enfrentados entre
sí. Esto fue particularmente importante en Italia, donde las ricas ciudades del
norte emergieron como ciudades-estado comerciales cuasi-independientes. El
emperador era elegido por los principales nobles, lo que facilitó este clima de
enfrentamiento que tuvo en numerosas ocasiones Italia como campo de batalla.

Enrique IV delante de Gregorio VII en Canossa.


En el siglo X, se introdujo un nuevo elemento de discordia: el enfrentamiento entre
la Iglesia y el Imperio, que fue conocido como la Querella de las Investiduras de
1073 que inició una serie de conflictos por la primacía del papa o el emperador en
la cristiandad y el Sacro Imperio. Ambos se discutían el sometimiento teórico del
poder temporal imperial al religioso papal o viceversa y el derecho al nombramiento
de los obispos. La lucha dividió Italia entre güelfos (por los Welfen de Baviera)
que apoyaban al papa y gibelinos (por el castillo Hohenstaufen de Waiblingen) o
defensores del poder imperial. A raíz de esto diversos emperadores, como se
enfrentaron al papa e invadieron Lombardía, apoyando cuando les convenía a
antipapas. En respuesta, diversos emperadores fueron excomulgados, mientras los
Estados Pontificios rechazaron el poder temporal del emperador y promovieron
facciones pro-eclesiásticas.

Ciudades como Florencia, Milán y Mantua abrazaron la causa güelfa, mientras que
otras como Forli, Pisa, Siena y Lucca se unieron a la causa imperial. Se trataba en
general de una lucha por la autonomía, donde las ciudades que temían el poder del
emperador trataban de contrarrestarlo con la influencia papal y las cercanas al
Lazio Papal buscaban una autoridad imperial que les garantizara su libertad. Otras
veces, eran las luchas intestinas entre ciudades rivales las que convertían
rencillas locales en nuevos episodios de este enfrentamiento: la güelfa Florencia
presentó batalla a la liga gibelina de las otras ciudades toscanas (Arezzo, Siena,
Pistoia, Lucca y Pisa) en un largo conflicto que tuvo como máximo exponente las
batallas de Montaperti en 1260 (que se celebra en la famosa fiesta del Palio di
Siena) y la de Altopascio en 1325. Sin embargo, muchas veces en el seno de una
ciudad coexistían ambas tendencias alternándose según la que fuera más fuerte en el
momento. Con el tiempo incluso se desarrollaron subfacciones dentro de cada grupo.
Escudo de los emperadores de la casa de Hohenstaufen, reyes de Sicilia y
Emperadores del Sacro Imperio.
Enrique IV, comenzó la querella al enfrrentarse a Gregorio VII. Llegó a presentarse
descalzo y en penitencia ante él durante el Paseo de Canossa en 1077 para lograr
que le levantaran la excomunión, pero luego volvió a apoyar al antipapa Clemente
III contra Gregorio y su cuñado Rodolfo de Suabia. Los siguientes papas no lograron
desactivar el conflicto, hasta que Calixto II logró con el Concordato de Worms, la
paz con el hijo y sucesor de Enrique IV, Enrique V. Por sus términos se
diferenciaba entre la coronación canónica del emperador por el papa y la laica y se
admitía la autoridad del emperador sobre la Iglesia en Alemania, previa invasión de
Italia por Enrique en 1110.

Tras los Enriques, gobernó Lotario II, derrotado por Rogelio II de Sicilia y
enfrentado a Conrado III. Este noble era el primer Hohenstaufen, familia que
comenzó a acumular poder en Alemania. Probablemente el mayor enfrentamiento entre
papa y emperador se produjo con su hijo Federico I Barbarroja, emperador entre 1155
y 1190, cuya activa política italiana acentuó la intervención imperial. Las
ciudades del norte de Italia se vieron involucradas en la guerra, cambiando
frecuentemente de partido. La Liga Lombarda fue una alianza establecida el 1 de
diciembre de 1167 entre 26 Ciudades Opositoras del Norte de Italia, entre las que
destacan Milán, Cremona, Mantua, Bérgamo, Brescia, Plasencia, Bolonia, Padua,
Treviso, Vicenza, Verona, Lodi, Parma y Venecia. Posteriormente se unieron otras
cuatro ciudades más, hasta formar un total de 30. El propósito inicial de la Liga
era combatir la política italiana de Federico I, que en aquel momento reclamaba el
control total sobre el norte de Italia. La respuesta imperial quedó expresada en la
Dieta de Roncaglia y fue llevada a cabo con la invasión de 1158 y luego otra vez en
1166. La Liga recibió el apoyo incondicional del papa Alejandro III y sus
sucesores, deseosos tanto de verse libres de la influencia imperial como de
aumentar su poder en la península itálica. En la batalla de Legnano (29 de mayo de
1176), las tropas imperiales fueron derrotadas y Federico se vio forzado a firmar
una tregua de seis años (1177-1183). La situación se resolvió al finalizar ésta,
cuando ambas partes firmaron el Tratado de Constanza, según el cual las ciudades
italianas reconocían la soberanía del emperador de Alemania, pero a su vez éste se
veía obligado a reconocer la jurisdicción propia de cada ciudad sobre sí misma y su
territorio circundante, lo que supuso el reconocimiento de su independencia de
facto.

Sarcófago de Federico II, rey de Sicilia y emperador, en la Catedral de Palermo.


Profundo reformador de Italia y gran guerrero, a su muerte se propagó la leyenda de
que solo dormía en espera de volver a su reino.
Tras Barbarroja, su hijo Enrique VI reuniría tanto el reino alemán como el de
Sicilia, por su matrimonio con Constanza I de Sicilia. El Güelfo Otón IV gobernaría
brevemente (1208-1218), dejando el Ducado de Spoleto bajo dominio papal en 1213,
pero terminó alejándose del Papado y tratando de restaurar la autoridad imperial en
Italia, solo para caer ante el gibelino Federico II Hohenstaufen, rey de Sicilia e
hijo de Enrique VI. Con Federico II, Stupor Mundi (el asombro del mundo), los
Hohenstaufen recuperaron el trono imperial alemán. Federico reagruparó la población
de su reino para fundar la ciudad de L'Aquila en 1254, reorganizó el reino con las
Constituciones Amalfitanas y fundó la Universidad de Nápoles. El intento del papa
de reunir a las ciudades güelfas contra él desencadenó en 1229 una nueva invasión
imperial, que fue seguida por nuevas luchas e incluso una excomunión de Federico en
1239. Hacia el final de su vida, el papa Inocencio IV logró sin embargo una
victoria en la batalla de Parma. Su muerte en 1250 marcó un interregno en el trono
imperial, a medida que su hijo Conrado IV y su nieto Conradino de Hohenstaufen se
enfrentaban al papa en Alemania e Italia.
Enrique VIII, terminó con el interregno al ser elegido emperador en 1308, y pese a
pertenecer a una dinastía distinta volvió a enfrentarse por Italia con la Iglesia.
El papa, Clemente V, contó esta vez con el apoyo de Sicilia, que, pese a la disputa
con Aragón, estaba en manos de los proeclesiásticos Anjou de Francia. En 1314 fue
elegido Luis IV de Baviera, que acogió a teólogos contrarios al papa como Marsilio
de Padua o Miguel de Cesena y se enfrentó al papa Juan XXII. Apoyó al antipapa
Nicolás V contra él, mientras el papa apoyaba a Carlos IV de Luxemburgo como Rey de
Romanos. Este accesió en 1355 al trono, con apoyo del papa. Su hijo Wenceslao de
Luxemburgo tuvo que afrontar la creciente independencia de los nobles italianos y
el Cisma de Occidente desde el comienzo de su reinado como Rey de Romanos en 1376.
En 1400, fue depuesto por Roberto del Palatinado, que fue derrotado por Gian
Galeazzo Visconti cuando trató de imponer su autoridad sobre Milán. Segismundo de
Luxemburgo llegó al poder en 1410, volviendo a usar el título de emperador y reinó
hasta que en 1437 Federico III de Habsburgo comenzó la desde entonces interrumpida
sucesión de emperadores de la familia austríaca de los Habsburgo.

Ciudades estado: Communi y Signoria. El poder milanés


Así, estos continuos conflictos dieron la ocasión para forjar ciudades-estado
autónomas, gobernadas por repúblicas (Comuni) o por gobernantes nobiliarios
(Signoria) locales, que gracias al enfrentamiento entre los grandes poderes de la
época, no estaban supeditados a nadie. Historiadores contemporáneos suelen asociar
la Signoria al fracaso de las Repúblicas en mantener la ley y el orden. No era raro
que una ciudad se ofreciera a un líder poderoso para garantizar su prosperidad:
Pisa lo hizo posteriormente con Carlos VIII de Francia y Siena con César Borgia
ante la presión de sus enemigos florentinos. Cada ciudad mantenía su peculiar
equilibrio entre un gobierno y otro con distinto poder de los gobernantes. A veces,
una república nominal enmascaraba el control de una pequeña aristocracia o incluso
de una sola familia. Florencia era una república controlada sin embargo por la
familia Médici, la más rica de la ciudad. En otras, directamente los derechos
hereditarios de una familia eran parte del derecho de la ciudad como en las
monarquías modernas.

El delicado equilibrio entre la Iglesia, la nobleza local y una pequeña burguesía,


fluctuante con los conflictos permitió establecerse a repúblicas como la República
de Pisa, cuyas leyes de mar son reconocidas por el papa en 1077, la República de
Lucca, nacida en 1119 o la República de Siena en 1125, las tres en la región de la
Toscana. Bolonia, sede desde 1088 de la primera universidad italiana también tuvo
una república, alternada con épocas bajo la órbita de Milán o el papado. Ciudades
costeras como Venecia, Génova, Ancona o brevemente Amalfi crearon un subtipo
particular de república, las repúblicas marítimas, fuertemente ligado al comercio
internacional. De forma no sostenida en el tiempo, otras muchas ciudades alternaron
gobiernos nobiliarios con revoluciones y repúblicas de dispares duraciones.

En Verde, la máxima extensión del poder milanés de los Visconti.


Particularmente clave fue la evolución de Milán, que devendría en la mayor potencia
del norte de Italia. El señorío de Milán estuvo en manos de la Familia Della Torre,
que lo perdió al enfrentarse al arzobispo de la ciudad, Otón Visconti. Con el
ascenso de Otón y su sobrino Mateo I Visconti, cabeza de sus ejércitos, al poder en
1277 comenzó el reinado de los Visconti. Apoyaron al emperador en el norte de
Italia, llegaron a sitiar Génova en 1318. Azzone Visconti conquistaría las ciudades
papales de Bérgamo, Cremona y Lodi, ampliando su poder en la región.

Otras dinastías también aprovecharon los acontecimientos para fundar estados en el


norte de Italia. La Casa de Saboya, una familia borgoñona que había unificado la
Marca de Turín y el Condado de Saboya alcanzó el título ducal del emperador
Segismundo en 1416. La familia Montefeltro controlaba Urbino y Pésaro desde 1213,
siendo agraciados en 1443 con el título de duques de Urbino. Rávena, que estaba
bajo dominio papal, cayó en 1218 bajo los Taversari, a los que en 1270 sustituyeron
los Da Polenta. Rímini cayó en manos de la familia Malatesta en 1239, que desde
1285 también gobernaron en Pésaro y que temporalmente ocuparon Ancona. Camerino,
destruida en 1256, fue desde su reconstrucción en 1262 liderada por los Da Varano,
que lo convirtieron en el Ducado de Camerino. La familia Gonzaga se hizo bajo Luigi
Gonzaga con el dominio de Mantua en 1328, que convirtieron con el tiempo en
marquesado y ducado. La Casa de Este, vicarios del papa en Ferrara desde 1332
recibieron en 1452 el gobierno del Ducado de Módena del Emperador Federico III de
Habsburgo y el Ducado de Ferrara del papa Paulo II en 1471. Los Baglioni
controlaron, salvo interludios, la ciudad de Peruggia desde 1393.

Muchos de estos estados nobiliarios fueron, en diversos periodos, sometidos u


anexionados por los milaneses (tanto en la etapa Visconti como en la Sforza), que
pasaron a ser la principal potencia de Lombardía. Pavía, Alessandria, Lodi o Parma
pasaron a depender de Milán. Diversos miembros de la familia Visconti intervinieron
en Cerdeña. El cénit de este dominio fue el reinado de Gian Galeazzo Visconti, que
alcanzó la máxima expansión territorial después de guerras contra los señores de
Padua en el Véneto y Florencia en Toscana. Conquistó Verona, Vicenza, Bolonia y
temporalmente Padua. Compró el título de duque de Milán en 1395 por cien mil
florines al emperador Wenceslao y derrotó a su sucesor Roberto cuando trató de
acabar con su poder.

A su muerte, sin embargo, empezó el declive de los Visconti, que fueron perdiendo
territorios. Venecia, que había comenzado su expansión en el Véneto, erosionó las
posesiones milanesas en el oriente de Italia. El intento de su hijo Filippo Maria
Visconti de conquistar la Romaña en 1423 le hizo enfrentarse al emperador y perder
Bérgamo y Brescia. Cuando con su muerte la dinastía Visconti se extinguió en 1447,
Milán pasó a ser la República Ambrosiana, a pesar de las pretensiones del duque de
Orleans, legítimo heredero. Orleans fue incapaz de tomar posesión de su herencia,
pero la República fue corta. El aventurero Francesco Sforza, casado con una hija
del último Visconti, tomó Milán en 1450 y se autoproclamó duque, en enfrentamiento
a los pretendientes franceses.

Italia 1494
Como la mayor parte de Europa, Italia fue asolada en ese tiempo por la peste negra,
que en 1348 causó un grave daño demográfico al acabar con un tercio de la población
del país.20 Culturalmente, esta convulsa época sentó las bases del esplendor
culturar siguiente, destacando el poeta Dante Alighieri y su Divina Comedia, una de
las obras clásicas del idioma italiano, que datan de estos tiempos.

Lucha entre aragoneses y franceses por el Sur


Artículo principal: Corona de Aragón

Mapa del Reino de Nápoles. En rojo, la isla Sicilia, casi siempre bajo control
aragonés. En naranja la parte continental de Nápoles, controlada hasta Fernando el
Católico por los Anjou. En amarillo, las conquistas de Ladislao I, perdidas a su
muerte.
A la muerte de Conradino de Hohenstaufen en 1266, el papado maniobró para colocar
en el trono napolitano a Carlos de Anjou, hermano del rey de Francia, a fin de
acabar con al influencia imperial gibelina en el reino. A esta intromisión papal se
opuso Manfredo I de Sicilia, hijo del rey, que logró algunos éxitos iniciales en su
lucha, pero fue definitivamente derrotado – y muerto – en la batalla de Benevento.
La oportunidad llevó al rey aragonés Pedro III a reclamar el reino, al ser su mujer
hija del rey, como último representante de la dinastía legítima. Carlos fue
impopular por sus impuestos y su administración francesa, que en 1282 le valió una
revuelta popular conocida como las Vísperas Sicilianas. Pedro acudió entonces en
apoyo de los sublevados, ganando la isla de Sicilia. En 1302 la Paz de Caltabellota
dejaba la isla a Aragón y el Nápoles continental a Anjou. Como fue típico en la
Corona de Aragón, este nuevo territorio terminó en manos de una rama menor de la
familia real, siendo Pedro sucedido por su segundo hijo Jaime II de Aragón. En
Nápoles, los Angevinos reorganizaron la administración y protegieron las
universidades y la cultura.

A la muerte de Roberto I de Nápoles hubo una guerra por la sucesión entre Juana I
de Nápoles y Carlos de Durazzo, que dio un breve gobierno de Luis II de Anjou y
finalmente dio el trono a Ladislao I, que impondría su autoridad hasta Italia
central y del norte. Con la muerte de Ladislao en 1414 Nápoles perdió sus
conquistas y dejó a una reina sin herederos.

La Corona de Aragón en 1443 en su momento de máxima expansión territorial,


mostrando sus posesiones en el Sur de Italia.
Mientras, los aragoneses seguían su expansión marítima. A raíz de una concesión del
papa Bonifacio VIII que trató de reunificar el reino siciliano en 1295 con la Paz
de Anagni dando a Jaime II de Aragón Córcega y Cerdeña a cambio de su renuncia a
Sicilia comenzó la intervención aragonesa en el resto de islas. La oposición
siciliana a los Anjou hizo que en el trono siciliano continuaran los aragoneses con
Federico II de Sicilia, sin embargo. Por otro lado, el dominio aragonés de las
islas tirrenas fue disputado por potencias marítimas como la República de Pisa
(cuyo obispo había recibido también en donación Cerdeña de Gregorio VII durante la
Guerra de las Investiduras) y la República de Génova, cuyo interés comercial
chocaba con los anteriores. La dominación efectiva significó largas guerras y
conflictos dinásticos. Córcega, que no llegó a ser ocupada de forma efectiva por
Aragón terminó entregándose en 1347 a la República de Génova a cambio de
protección.

Fue Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso, quien de nuevo logró unir Mallorca, el


Rosellón al tronco principal y pacificar Cerdeña. Su hijo y sucesor Martín I de
Aragón reunió de nuevo Sicilia y Aragón con su matrimonio con Leonor de Sicilia. Su
victoria en la batalla de Sanluri supuso la supresión del último intento sardo de
independencia.

La adopción de Alfonso V de Aragón por la última reina angevina, Juana II de


Nápoles le dio justificaciones a este para reclamar el trono. Apoyado por el Ducado
de Milán, Alfonso conquistó el país en 1442, que legó a su hijo bastardo Ferrante,
que resultó una avezado gobernante para el país.

Las repúblicas comerciales


Artículo principal: Repúblicas marítimas

Bandera que agrupa los emblemas de las cuatro principales repúblicas marítimas:
desde arriba a la izquierda, en sentido horario, los emblemas de Venecia, Génova,
Amalfi y Pisa.
El resurgimiento económico y demográfico de los siglos XI y XII tuvo un gran efecto
en Italia, donde confluían dos de los principales de los grandes ejes económicos de
la cristiandad. Ahí se interconectaban la ruta que desde las ciudades comerciales
del norte de Alemania y el Báltico (agrupadas en la Hansa) atravesaba el Rin y el
Ródano hacia Italia con las rutas marítimas que a través del Mediterráneo
trasportaban las especias y productos de lujo de Oriente y los países musulmanes.

Convertidas en emporios comerciales, muchas ciudades italianas experimentaron un


desarrollo económico que les llevó a crear flotas mercantes y barrios comerciales
en Oriente (Palestina, Bizancio, Egipto...). Algunas, particularmente Génova y
Venecia, extendieron su dominio a islas y puertos a lo largo del mar Mediterráneo y
el mar Negro forjando auténticos imperios de ultramar. Políticamente, supuso el
ascenso social de los comerciantes, que formaron una oligarquía gobernante en
muchas de las ciudades del centro y norte de Italia. Es la etapa de las Repubbliche
marinare, las repúblicas marítimas.
Venecia estaba formada por las islas pobladas por los supervivientes de Aquilea,
que habían estado nominalmente bajo soberanía bizantina como Ducado del Exarcado de
Rávena. Con Orso Ipato en el 726 comenzó un autogobierno local que terminó
reconocido en el 803 por el Imperio Bizantino y el Sacro Imperio. Aunque evolucionó
en el tiempo, las grandes familias de la ciudad lograron un sistema en la que el
dogo o gobernante era electivo y un consejo le supervisaba. Poco a poco, Venecia se
extendió hasta dominar el Véneto, a medida que el ducado de Milán y el Patriarcado
de Aquilea perdieron poder. Sus rutas marítimas surcaban el mar Adriático hasta las
islas del Mediterráneo Oriental. Sus posesiones incluyeron en su apogeo Friuli,
Istria, Dalmacia, Zara, Rávena, Ragusa, Durazzo, Corfú, las Islas Ioninas, el
Archipiélago egeo, Eubea, Imbros y Tenedos, Creta y Chipre. Sus delegaciones
comerciales abarcaban hasta Oriente Medio y expedicionarios como el famoso Marco
Polo llegaban hasta el Imperio Mongol en China siguiendo la Ruta de la Seda y
trayendo nuevos inventos a Europa.

Génova era un antiguo puerto ligur que, dejado de la mano imperial, terminó sin más
señor que su obispo. Sin embargo, con el tiempo las magistraturas elegidas ganaron
importancia. Las principales familias nobiliarias y comerciantes, como los
Grimaldis, los Dorias y los Spínolas lucharon por el poder sobre un estado que
llegó a controlar Liguria, Córcega, Cerdeña, Lesbos, Samos, Caffa... Sin embargo
con el tiempo decayó, perdiendo Cerdeña frente a Aragón, posesiones en Oriente
frente a Venecia en la Guerra de Chioggia y trayendo la peste a Europa desde el mar
Negro. Terminaría entrando primero en la órbita de Francia (1394–1409) para después
tener una etapa en la que fue regida por los Visconti milaneses.

Otras repúblicas marítimas incluyen a Pisa, república que tuvo su parte en la lucha
marina contra los árabes en Salerno, Reggio y Palermo, además de controlar Córcega,
Cerdeña y el mar Tirreno antes de ser desbancada por Génova y entrar en la órbita
florentina. Amalfi, independiente de facto del poder bizantino y lombardo cuando
estos flaquearon, tuvo una breve importancia histórica antes de ser tomada por los
normandos, siendo el origen de las leyes amalfitanas sobre derecho marítimo. Las
ciudades de Ancona y Ragusa (sita sin embargo en la costa croata) son también a
veces consideradas repúblicas marítimas.

El mediterráneo oriental hacia el fin del periodo de las repúblicas marítimas. Los
estados italianos incluyen las Repúblicas de Venecia y Génova y el ducado de Naxos
El Renacimiento (s. XV al XVI d. C.)
Artículo principal: Renacimiento italiano

Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, ejemplo de la combinación de ciencia y


arte.
El Renacimiento italiano inició la era del Renacimiento, un período de grandes
logros y cambios culturales en Europa que se extendió desde fines del siglo XIV
hasta alrededor de 1600, constituyendo la transición entre el medioevo y Europa
moderna.

Aunque los orígenes del movimiento confinado principalmente a la cultura literaria,


el esfuerzo intelectual y el mecenazgo pueden rastrearse hasta inicios del Siglo
XIV. muchos aspectos de la cultura italiana permanecían en su estado medieval y el
Renacimiento no se desarrolló totalmente hasta fin de siglo.

La palabra Renacimiento (Rinascimento en italiano) tiene un significado explícito,


que representa el renovado interés del período en la cultura de la antigüedad
clásica, luego de lo que allí mismo se etiquetó como la edad oscura.21 Estos
cambios, aunque significativos, estuvieron concentrados en las clases altas, y para
la gran mayoría de la población la vida cambió poco en relación a la Edad Media.
El renacimiento italiano comenzó en Toscana, con epicentro en las ciudades de
Florencia y Siena. Luego tuvo un importante impacto en Roma, que fue ornamentada
con algunos edificios en el estilo antiguo, y después fuertemente reconstruida por
los papas del siglo XVI. La cumbre del movimiento se dio a fines del siglo XV,
mientras los invasores extranjeros sumían a la región en el caos. Sin embargo, las
ideas e ideales del renacimiento se difundieron por el resto de Europa,
posibilitando el Renacimiento nórdico, centrado en Fontainebleau y Amberes, y el
renacimiento inglés.

El renacimiento italiano es bien conocido por sus logros culturales. Esto incluye
creaciones literarias con escritores como Petrarca, Castiglione, y Maquiavelo,
obras de arte de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, y grandes obras de arquitectura,
como la Iglesia de Santa María del Fiore en Florencia y la Basílica de San Pedro en
Roma.

Políticamente fue un periodo de constantes luchas por el poder, cambios dinásticos,


guerras e invasiones extranjeras.

Escudo papal de Alejandro VI.


Los Borgia
Artículo principal: Alejandro VI
En 1492 ascendió al trono papal el cardenal de origen español Rodrigo Borgia, que
tomaría el nombre de Alejandro VI. Su gobierno pronto se hizo famoso por su
nepotismo y su legendaria falta de moral. El nuevo papa era partidario de una
recuperación del poder político en Italia por la Iglesia, lo que lo llevó a
establecer múltiples y cambiantes alianzas con sus vecinos.

La situación política seguía marcada por el deseo francés bajo Carlos VIII de
Francia de extenderse hacia el sur. La extensión de la casa real napolitana les
daba pretensiones de sucederles, dado el parentesco. A pesar de haber devuelto a
Fernando el Católico el Rosellón a cambio de su neutralidad y de las simpatías
iniciales de Milán, enfrentada al rey de Nápoles, el temor de que Francia pasara a
controlar Italia se extendió. La Guerra italiana de 1494-1498 le enfrentó a la Liga
de Venecia, que unía las reivindicaciones aragonesas con el Papado, Milán, Venecia
y el Emperador, deseos de impedir el control francés de Italia. Un ejército español
fue levantado bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, que se ganaría el
apodo de "El Gran Capitán" al mando de los nacientes Tercios. Una enconada guerra
en Calabria colocó en el trono al monarca de origen aragonés Fernando II de
Nápoles, con el Tratado de Marcoussis de 1498.

César Borgia por Altobello Melone.


Sin embargo, la muerte del rey francés en 1498, siendo sustituido por su primo Luis
XII, le permitió cambiar de bando. Así, emitió una bula que permitía el nuevo
matrimonio del rey con la mujer de su predecesor, Ana de Bretaña, necesaria para
garantizar la fijación de la poderosa Bretaña a Francia a cambio del apoyo galo. El
nuevo rey, emparentado con los Visconti, antiguos duques de Milán, reclamó
exitosamente el Ducado de Milán que había sido ocupado por los Sforza. Fue la
Guerra italiana de 1499-1501. Con sus tropas, el hijo del papa y capitán de los
ejércitos pontificios, César Borgia, conquistó una tras otra las ciudades de la
Romaña, (Imola, Forli, Rímini, Pésaro, Faenza...) a pesar de la resistencia de sus
señores (Caterina Sforza, los D'Este). César lo convirtió en su señorío particular
como representante del Papado, antes de ser nombrado en 1501 duque de Romaña.
Invadió también el Ducado de Urbino y amenazó Bolonia y Florencia. César se
convertiría en uno de los prototipos de hombre renacentista y en un claro ejemplo
de condottiero o caudillo militar que marcarían esa convulsa etapa de Italia.
Venecia aprovechó la ocasión para anexar Cremona
Entre tanto, un pacto en Granada había repartido el Reino de Nápoles entre Francia
y España. El país fue fácilmente ocupado en la Guerra de Nápoles (1501-1504) tras
el desgaste acusado durante la primera guerra. Sin embargo, discrepancias
posteriores desembocaron en una guerra en la que Gonzalo Fernández de Córdoba
expulsó del país a los franceses en 1504 tras vencerles en batallas como Seminara y
Ceriñola. Con el Tratado de Lyon, Nápoles se uniría ya definitivamente en la Corona
de Aragón.

En 1503, mientras la situación se complicaba, el papa murió, siendo elegido como


sucesor un cardenal de la familia Della Rovere, con el nombre de Julio II. Se
trataba del principal antagonista desde hace años de los de Borja o Borgia dentro
de la Iglesia. César Borgia cayó en desgracia y terminaría sus días en Navarra, con
sus tierras reincorporadas al papado. Bolonia fue saqueada en 1506 y
definitivamente reintegrada en los Estados Pontificios. Su hermano Francesco Maria
I della Rovere ganó también el trono ducal vacante de Urbino. Temeroso del
beneficio que sacaba Venecia de la lucha en Italia, el papa reunió a las potencias
contra ella en la Guerra de la Liga de Cambrai en 1508 y recuperó Rávena. Sin
embargo, el juego de alianzas se complicó, con el Papado uniéndose a una Venecia
derrotada en Agnadello y luego salvada por la intervención francesa en Marignano.
En 1516, los contendientes aceptaron volver al mapa previo a esta lucha.

La decisiva batalla de Pavía que supuso la victoria española en Italia.


Las guerras hispano-francesas
Artículo principal: Guerras Italianas
El paso del tiempo trajo el relevo generacional y Francisco I se convirtió en rey
de Francia y Carlos I en rey de España. Ambos, se enfrentaron por el título de
emperador, desembocando en la Guerra Italiana de 1521-1526. Francisco I invadió
Italia para sufrir derrotas como Bicoca y sobre todo, Pavía. En esta batalla de
1525, donde Francisco I fue capturado, se marcó el punto de inflexión a favor de
España. Francisco tuvo que abandonar muchas de sus pretensiones sobre Italia y
Borgoña. Aunque tras su liberación se negó a cumplir los términos del acuerdo,
España se había convertido en la mayor potencia del momento.

Alarmado, el nuevo papa Clemente VII reunió a múltiples estados italianos en una
liga contra España. La guerra de la liga de Cognac de 1526 resultó un desastre: las
fuerzas españolas tomaron Florencia y en 1527 se produjo un afamado Saco de Roma
por lansquenetes imperiales. En 1528, el almirante genovés Andrea Doria cambia de
bando pasando de Francia a España y expulsando a los franceses de Génova. Con la
retirada de Francia con la Paz de Cambrai de 1529, la guerra terminó con el poder
español revalidado y Florencia de nuevo bajo control de los Médici.

La muerte de Francesco Maria Sforza dio ocasión a la Monarquía Hispánica para


reclamar el Milanesado y desencadenó la Guerra italiana de 1536-1538, que dejó con
la Tregua de Niza a España en control de Milán y a Francia como dueña de Turín. La
guerra había llegado a implicar una invasión imperial en la Provenza.

Buscando nuevos apoyos, Francia recurrió al Imperio Otomano de Solimán I, que le


apoyaron durante el sitio de Niza, ciudad proespañola en la frontera
francoitaliana, que resultó infructuoso. La Guerra italiana de 1542-1546 vería una
victoria francesa en Cerisoles en 1544, pero también una invasión angloespañola
sobre Picardía y finalmente la vuelta al estado inicial.

El siguiente rey francés, Enrique II de Francia, desencadenaría la última guerra


italiana para fracasar en su ataque sobre Toscana al ser derrotado en la batalla de
Marciano pese a éxitos previos en la frontera germana y ser finalmente rechazado
por una alianza entre España y Manuel Filiberto de Saboya en la batalla de San
Quintín de 1557. Con algunos combates menores en Flandes, Francia se avino
finalmente al tratado de Cateau-Cambresis, también conocido como de las damas, qué
puso fin a las guerras en 1559. Por sus condiciones, Francia renunciaba a Italia,
donde España lograba la supremacía

La Toscana

Escudo de armas de los Médicis, señores de Florencia y mecenas del Renacimiento.


Florencia no había intervenido especialmente en las luchas de poder por la
península, pero influidas por ellas había sufrido sus propias convulsiones. La
República Florentina había pasado a estar controlada por la patriarca de la familia
Médici, principal casa de comerciantes de la localidad. Tras la muerte de Lorenzo
de Médici en 1492, quien había llevado a la ciudad al esplendor cultural y
económico que le ganó el sobrenombre de il Magnífico, la ciudad cayó en manos del
predicador y monje Savonarola, fanático religioso y defensor de una reforma
eclesiástica. Esto condujo a una temporada de disturbios famosos por sus hogueras
de vanidades en las que se quemaron numerosas obras de arte.

El enfrentamiento con el papa Alejandro VI les llevó a excomulgarse mutuamente, lo


que terminó significando el arresto y, tras la muerte de su defensor Carlos VIII de
Francia, la ejecución en la hoguera del monje con la consiguiente restauración de
la preeminencia de los Médici, liderados por el hijo de Lorenzo, Piero de Médici.
Sin embargo este careció de la diplomacia de su padre, labrándose numerosos
enemigos entre los defensores del gobierno republicano, que terminaron
expulsándole. Dedicó desde entonces su vida a intentar recobrar el poder,
infructuosamente.

Esta República se vio marcada por las guerras contra Pisa, Arezzo y otras ciudades
de la Toscana que intentaron aprovechar estas disputas para minar la supremacía
florentina en la región. La ascensión en 1513 de uno de los hijos de Lorenzo como
papa, bajo el nombre de León X, fue determinante para el retorno de la familia a la
preeminencia en la ciudad. Tras un interregno en el que volvieron a perder el poder
tras la muerte del papa, se restablecieron con la elección del también Médici
Clemente VII. Las posteriores alianzas con el Papado y el Imperio de Carlos V
reforzaron su dominio y lo convirtieron en un señorío hereditario a partir de Cosme
I, al principio duque de Florencia y, tras unificar el resto de ciudades de la
región en 1537, Gran Duque de Toscana.

Similarmente, la elección en 1537 de Paulo III como papa favoreció a su familia,


los Farnesio. Legitimado su hijo bastardo Pedro Luis Farnesio, le concedió los
dominios papales de Parma, Piacenza, Camerino y Guastalla con lo que fundó el
Ducado de Parma, además del Ducado de Castro. El nuevo estado reunió las tierras
entre el poder Médici del sur y el Milanesado de Carlos IV, cuyo vicario Ferrante I
Gonzaga llegó a invadir el nuevo estado. Sin embargo, la alianza con Carlos V con
cuya hija bastarda Margarita de Austria y Parma se casó el heredero, Octavio
Farnesio, salvaría a los Farnesio.

El dominio extranjero y la Unificación (s. XVI al XIX d. C.)


Artículo principal: Italia bajo dominio extranjero
El dominio español (1559-1714)
Artículos principales: Imperio español e Italia Española.

La Cruz de Borgoña, estandarte de las fuerzas españolas y bandera del Imperio


español.
Carlos V acabó abdicando en su hijo, Felipe II, que heredó las numerosas posesiones
de su padre, incluyendo Cerdeña, Sicilia, Nápoles, Presidios de la Toscana y Milán.
Aunque el rey se estableció en España, designó virreyes para los antiguos reinos
aragoneses y un gobernador para Milán que gestionaran la administración de las
provincias italianas.

Este control de Italia por una potencia extranjera fue al mismo tiempo una fuente
de arte y cultura y un foco para los sentimientos antiespañoles. Los intercambios
culturales fueron bidireccionales: la culta Italia, depositaria de los tesoros de
la Antigüedad Clásica era un lugar de aprendizaje para los artistas del naciente
Siglo de Oro español. Artistas de la talla del pintor Diego Velázquez o los
escritores Francisco de Quevedo y Miguel de Cervantes peregrinaron en sus comienzos
a Italia a aprender de los artistas del Renacimiento Italiano. Otros muchos, como
Lope de Vega muestran en su obra la huella del arte renacentista italiano.

Las numerosas guerras que encaró la monarquía hispánica también tuvieron su efecto
en Italia. Aunque como parte de la Corona de Aragón se libró de soportar la parte
más dura del esfuerzo bélico (que llevó a un endeudamiento soportado gracias a los
banqueros genoveses22), pasó a ser parte del camino español, la ruta por la que los
soldados españoles marchaban a los campos de batalla de los Países Bajos y
Alemania. El hijo de Margarita de Parma (y nieto de Carlos V), Alejandro Farnesio
alcanzó por ejemplo un notable éxito al mando del ejército español en las guerras
que este libraba en Europa.

Asimismo, la actividad pirata de turcos y berberiscos asoló las costas del golfo de
Tarento y Sicilia, llegándo a tomar los turcos brevemente el puerto napolitano de
Otranto en 1480. Malta, tradicionalmente dependiente del poder siciliano fue
entregado a los Caballeros Hospitalarios en 1530 como baluarte contra los turcos
tras la caída de su base en Rodas. La contribución italiana, no ya napolitana y
siciliana sino incluso de aliados venecianos, genoveses, florentinos y romanos,
reunidos en la Liga Santa fue constante en las guerras contra el Imperio otomano,
como en el Sitio de Malta (1565) o la batalla de Lepanto (1571). Pescara fue
asediada por los turcos en 1566 infructuosamente.

Su hijo y sucesor, Felipe III centró su política italiana en el asunto de la


Valtelina, los valles del norte de Milán que comunicaban con Suiza y Alemania. El
territorio, históricamente disputado entre Milán y los grisones, fue ocupado por
los españoles sólo para ser expulsados de nuevo por los protestantes suizos con el
polémico apoyo francés del cardenal Richelieu. También bajo su reinado, los recelos
de Saboya y Venecia al poder español en Italia explotaron en la llamada Conjuración
de Venecia, que supuso la persecución de los pro-españoles.

La España de su sucesor Felipe IV, ya en franca decadencia, vio sus últimos logros
con la Guerra de Sucesión de Mantua, donde, habiendo muerto sin sucesión el último
duque de Mantua, Francia defendió a un candidato a la sucesión contra Saboya y
España. La guerra permitió a Felipe anexionarse el territorio, aunque la Guerra de
los Treinta Años distrajo su atención de Italia. En ella y en el perenne conflicto
en Flandes brilló el general Ambrosio de Spínola, oriundo de Génova que se había
puesto al servicio del rey de España. Las revoluciones de la década de 1640, en
plena decadencia marcada por Rocroi y los Pirineos, supusieron una sublevación de
carácter nacionalista y antiespañol liderada por Masaniello en el Reino de Nápoles
así como en Sicilia.

El reinado del último Habsburgo, Carlos II de España, no trajo grandes cambios en


la vida política italiana, aunque el problema sucesorio que plantó su testamento,
en favor de un pariente francés generó una Guerra de Sucesión que implicó a
prácticamente toda Europa occidental. Mientras en la península ibérica los
acontecimientos favorables a uno y otro bando se alternaban, el duque de Saboya y
Austria tomaron las posesiones españolas en Italia. La victoria final de Felipe V
llevó a la Paz de Utrecht, que supuso el fin de la presencia española en Italia.

Armas de los Habsburgo-Lorrena, grandes duques de Toscana y emperadores de Austria.


Borbones y Habsburgos (1712-1796)
Tras la Guerra de Sucesión Española en 1714, las posesiones del Imperio español
fuera de la península ibérica, entre ellas el dominio de Milán, Nápoles y Cerdeña,
pasaron a la otra rama de la familia Habsburgo, emperadores de Alemania y señores
de Austria. El pretendiente Carlos heredó el título imperial como Carlos VI del
Sacro Imperio Romano Germánico. La Casa de Saboya, por su apoyo en la guerra
recibió el título de rey y la isla de Sicilia.

En 1717 hubo un intento español de recobrar las posesiones italianas perdidas que
tomó Sicilia y Cerdeña, pero una coalición de Austria, Francia, Gran Bretaña y
Holanda derrotó a los españoles en la batalla del cabo Passaro. Reorganizando la
situación de Utrecht, austríacos y piamoenteses intercambiaron Sicilia por Cerdeña
en el Tratado de La Haya de 1720, dando origen al Reino de Cerdeña o del Piamonte
con el fin de facilitar la defensa de los territorios. Se trató de apaciguar las
pretensiones españolas entregando el Ducado de Parma y el Gran Ducado de la Toscana
a Carlos, hijo del nuevo rey español.

Sin embargo, los Pactos de Familia entre los Borbones y la debilidad austríaca en
la Guerra de Sucesión Polaca permitió a Carlos conquistar la corona del Reino de
las Dos Sicilias dando lugar a una nueva rama de la dinastía, los Borbón-Dos
Sicilias. A cambio, Austria recibía el pequeño ducado de Parma. Francisco Esteban,
duque de Lorena desposeído por los reajustes territoriales era compensado con el
Gran Ducado de la Toscana. Sin embargo, la situación seguía sin ser definitiva: El
ascenso de Carlos al trono español como Carlos III de España tras la muerte de su
hermano y la incapacidad de su hijo primogénito llevó la herencia de sus reinos a
su segundo hijo Fernando I de las Dos Sicilias.

Pero sobre todo, el reparto de los reinos fue perturbado por la Guerra de Sucesión
Austríaca (1740-1748). La muerte de Carlos VI dejando como heredera a su hija María
Teresa I de Austria, ante la falta de hijos varones, no fue reconocida por las
potencias europeas pese a la Pragmática Sanción de 1713 que su padre había
promulgado. Con diversos intereses, Prusia, Francia y España atacaron y comenzaron
una guerra que terminó en Italia con la devolución a los Borbones de Parma,
Guastalla y Piacenza. Felipe, hijo de Felipe V de España, dio con ello nacimiento a
los Borbones-Parma. Las implicaciones en Alemania y el resto de Europa de la guerra
causaron la Guerra de los Siete Años (1756-1763) como revancha sin más efectos en
Italia. El matrimonio de María Teresa con Francisco Esteban supuso la incorporación
de Toscana a sus dominios en la nueva casa de Habsburgo Lorena.

Italia 1796
Las Guerras napoleónicas (1796-1815)
Artículos principales: Guerras Revolucionarias Francesas y Guerras Napoleónicas.

Mapa de Italia durante el dominio Francés.


Tras la Revolución francesa de 1789 Italia no se convirtió en un gran campo de
batalla, aunque hubo enfrentamientos con Saboya cuando los franceses trataron de
ocupar las tierras situadas más allá de los Alpes (Niza y el condado de Saboya). La
cosa se complicó dado que el Imperio austríaco, enemigo de los revolucionarios,
dominaba buena parte del país. Por ello, se encomendó en 1796 al joven general
Napoleón Bonaparte que realizara una maniobra de distracción contra los intereses
austríacos en el sur, mientras que las principales fuerzas atacaban por el Norte.

Sorprendentemente, fue el débil ejército de Italia el que en batallas como Lodi y


Dego obtuvo la victoria mientras el ejército del Rin se quedaba estancado. Napoleón
puso fin al dominio austríaco de Italia, que dividió en repúblicas afines a Francia
como la República Ligur, la República Cisalpina, y la República Partenopea mientras
conquistaba la gloria militar y escalaba puestos en su ascenso al poder. Tras
sufrir repetidas derrotas, los austríacos firmaron en 1797 el tratado de
Campoformio con el que Austria se rendía a Francia y le reconocía sus conquistas,
incluidas Lombardía, a cambio de Venecia. El fracaso de la siguiente expedición de
Napoleón en Egipto dio la oportunidad a Austria de volver a intervenir en Italia,
pero la derrota en la batalla de Marengo supuso la definitiva renuncia a Italia,
que desde entonces fue uno de los territorios más firmemente controlados por
Napoleón.

Las diversas repúblicas se convertirían en la República de Italia, cuyo presidente


fue Napoleón y que se convertirían en el Reino de Italia. Nápoles fue conquistada,
y el Reino de Nápoles entregado a José Bonaparte, primero, y a Joaquín Murat
posteriormente. Los Estados Pontificios fueron anexionados a Francia en 1804, ante
la poca cooperación del papa.

Durante el posterior transcurso de las Guerras Napoleónicas Italia estaría


controlada por los franceses hasta los últimos momentos. El Congreso de Viena de
1815 marcaría la restauración del sistema político previo.

La unificación (1815-1914)
Artículos principales: Unificación Italiana e Imperio Austrohúngaro.
La Europa posterior al Congreso de Viena estuvo marcado por un desarrollo del
nacionalismo vinculado al romanticismo, una intensa actividad revolucionaria de
carácter liberal y, a partir del conflicto social de la Revolución industrial, por
el movimiento obrero. Italia no fue ajena a estas luchas, que tuvieron su foco en
el deseo de unir a las distintas regiones de habla y cultura italiana en un mismo
país. Se habla muchas veces de un Risorgimiento, un renacer de la cultura italiana
y de la conciencia nacional. Grupos masónicos como los carbonari, y revolucionarios
como la Joven Italia de Mazzini o el aventurero Giuseppe Garibaldi, proliferaron en
este ambiente con el apoyo de Reino Unido y Francia, interesados en desgastar a los
austríacos. Los grandes enemigos a batir en la construcción de esta identidad
nacional fueron los intereses temporales del papa y los monarcas absolutistas como
el Reino de las Dos Sicilias y especialmente el dominio extranjero austrohúngaro de
Lombardía, el Véneto y la Toscana.

Giuseppe Mazzini, uno de los primero ideólogos del Risorgimiento.


Tan temprano como en 1820, coincidiendo con la revolución liberal en España, hubo
insurrecciones sin éxito. Guglielmo Pepe llegó en el Reino de las Dos Sicilias a
tomar la parte continental y forzar al rey a una constitución liberal, pero la
intervención de la Santa Alianza, una coalición de monarcas absolutistas abortó la
situación. En 1823, Santorre di Santarosa trató de producir una revolución en el
Piamonte, usando los colores de la antigua República Cisalpina. Sin embargo, la
intervención del rey Carlos Félix de Cerdeña motivó que fuera un fracaso. En 1830,
se repitió la situación. Tras unas declaraciones de Francisco IV de Módena en las
que alentaba el nacionalismo italiano, los revolucionarios se organizaron y
produjeron levantamientos en Bolonia, Parma, Pésaro, Urbino y Romaña. El papa
Gregorio XVI pidió ayuda a Austria, y en 1831 Metternich había sofocado la
revuelta.

La Primavera de los pueblos de 1848 fue ya un intento cercano al éxito, con


sublevaciones en Mesina, Milán y Palermo, pero la falta de apoyo de Saboya permitió
a los austríacos aplastar la insurrección. Tras la batalla de Custoza, el
Armisticio de Salasco recuperó el statu quo del Congreso de Viena. Apenas un año
después, se proclamó la República Romana presidida por Mazzini, mientras Leopoldo
II de Toscana tenía que abandonar Florencia y Carlos Alberto de Cerdeña entraba en
guerra con Austria. De nuevo, los austríacos retomaron la insurrecta Venecia23 pese
a la resistencia de Leonardo Andervolti y frustraron los deseos de unificación de
Saboya en la batalla de Novara. El ejército francés de Napoleón III, ferviente
católico y defensor del papa, acabó con la República Romana.23

Italia en 1860 durante la unificación italiana y la anexión francesa de Niza y


Saboya.
El conde de Cavour, primer ministro del Piamonte.
El Reino del Piamonte fue el protagonista final de este proceso. Camilo Benso,
conde de Cavour, primer ministro desde 1852, obtuvo el apoyo del Segundo Imperio
Francés. El 14 de mayo de 1859, un ejército francosardo declaró la guerra a Austria
e invadió Lombardía con apoyo francés en 1859. Merced a las sucesivas victorias en
Montebello, Palestro y Magenta, la región fue conquistada y el 5 de junio, los
sardos entraron en Milán. Giuseppe Garibaldi, vuelto del exilio y al mando de los
Cazadores de los Alpes, operó al norte retomando Como. Tras una última y dura
lucha, con la victoria de Solferino fueron liberadas Brescia, Bérgamo y Verona. Los
austríacos se replegaron detrás del Quadrilatero, su línea defensiva que separaba
el Véneto del resto de la península. La crudeza de la lucha motivaría a Henri
Dunant a escribir Un Recuerdo de Solferino y a fundar la Cruz Roja. El 10 de
noviembre, se firmó el Tratado de Zúrich, que ratificó la tregua que se había
alcanzado en Villafranca. Según sus términos, Austria cedía Lombardía a Francia,
que a su vez se la entregaba al Piamonte a cambio de Niza y la comarca de Saboya.
Los estados italianos formarían una coalición encabezada por el papa.

A pesar de que el balance global había sido una ganancia de territorios para los
italianos de Piamonte-Cerdeña, estos se sintieron traicionados. Contra la idea de
dejar el resto de territorios italianos como estaban tras la paz, se apoyaron
regímenes prounificación en el Gran Ducado de Toscana, el Ducado de Parma y el
Ducado de Módena, así como las Delegaciones Papales de Bolonia, Ferrara y Romaña.
Estos territorios se agruparon como las Provincias Unidas de Italia Central, que se
unieron al Reino de Cerdeña tras un referéndum en marzo de 1860.

Giuseppe Garibaldi, revolucionario italiano.


El 6 de mayo de 1860, el aventurero y discípulo de Mazzini, Giuseppe Garibaldi
embarcó en la llamada Expedición de los Mil con destino al Reino de las Dos
Sicilias. Sorprendentemente y a pesar de su inferioridad numérica, ganó la batalla
de Calatafimi y entró en Palermo. Desde ahí cruzó el estrecho de Mesina y puso en
aprietos Nápoles. La retirada hacia el norte de Francisco II de las Dos Sicilias le
permitió entrar en la capital. Otro plebiscito apoyó la incorporación al Piamonte,
mientras que la resistencia real sufría un golpe en la batalla del Volturno. Tras
ser asediado en Gaeta el rey se exilió. Las últimas fortalezas (Mesina y Civitella
del Tronto) cayeron a comienzos de 1861. El 17 de marzo de 1861, el soberano del
Piamonte, Víctor Manuel II, era coronado rey de Italia.

Carmine Crocco, bandolero italiano.


Entre tanto, después de la anexión del Reino de las Dos Sicilias, estalló una
rebelión en las regiones del sur, debido a los problemas sociales persistentes y a
las promesas incumplidas por parte del nuevo gobierno. La rebelión, conocida como
«brigantaggio post-unitario», se transformó en una sangrienta guerra civil que duró
casi diez años. El Gobierno borbónico en el exilio explotó la rabia del pueblo en
un intento de recuperar el trono, nombrando algunos bandoleros para conducir las
revueltas, de los cuales el más famoso fue Carmine Crocco.

En 1866, aprovechando que Alemania se enfrentaba a Austria en la guerra de las


Siete Semanas, los italianos también le declararon la guerra a Austria. Al concluir
esta se anexionaron el Véneto con su capital, Venecia, aunque Bolzano, Trento y
algunas de las regiones en disputa siguieron en manos austríacas.

Por último, en 1870, y aprovechando que Alemania en su propio proceso de


unificación había desencadenado la guerra francoprusiana y que Francia tuvo que
llamar a todas las tropas que defendían Roma de una posible invasión italiana
(Napoleón III, ferviente católico era el principal defensor del papa), Víctor
Manuel invadió los Estados Pontificios y proclamó Roma capital de Italia. Esta
anexión generó un conflicto entre Iglesia y Estado conocido como Cuestión Romana,
que no se resolvería hasta 1929, con la creación de la Ciudad del Vaticano.

El nacionalismo italiano siguió manteniendo sin embargo sus reclamaciones sobre


regiones que consideraba italianas, pero que permanecían en manos extranjeras, a
las que calificaba de Italia Irredenta. Esta incluía varias ciudades y comarcas en
la frontera con Austria y Croacia, a las que los sectores más extremistas añadían
Niza y Saboya, Malta, Córcega y la región italoparlante de Suiza.

Reino de Italia (1861-1946)


Artículo principal: Reino de Italia (1861-1946)
Desde 1861 hasta 1946, Italia fue el reino gobernado por la casa de Saboya, esta
entidad política fue el Reino de Italia.

Reino temprano
Fue llamado Statuto Albertino, y permaneció sin cambios desde que Carlo Alberto lo
concedió en 1848 incluso a pesar de los amplios poderes concedidos al rey (como,
por ejemplo, nombrar a los senadores).

La final expansión del Reino de Italia fue en el Adriático oriental con la Dalmacia
italiana.
En color violeta los territorios del Reino de Italia en Dalmacia entre 1918 y 1947,
con las islas de Cherso y Lussino cerca de Istria, la provincia de Zara al centro y
las islas de Lagosta y Cazza en el Adriático meridional.
En color amarillo los límites del italiano Gobiernatorado de Dalmacia entre 1941 y
1943, durante la segunda guerra mundial.
El nuevo estado sufría varios problemas tanto por la pobreza general y el
analfabetismo como de las profundas diferencias culturales entre varias partes:
incluso hubo revueltas por el retorno a las antiguas leyes.24

En política exterior, Italia fue mientras tanto excluida del reparto colonial de
África en la Conferencia de Berlín. Logra sin embargo establecer algunas posiciones
en Eritrea y Somalia cuando la empresa italiana de navegación Rubattino compra la
Bahía de Assab, que el gobierno comprará el 10 de marzo de 1882. Poco a poco las
fuerzas italianas van conquistando la costa entera hasta ocupar la ciudad portuaria
de Massawa en el 5 de febrero de 1885. El 1 de enero de 1890 se declara Eritrea
colonia italiana. La expansión no logra avanzar mucho más, fracasando en su intento
de conquistar Etiopía, que liderada por Menelik II los expulsó en la batalla de
Adua.

La política nacionalista del Reino de Italia estuvo centrada a finales del siglo
XIX alrededor de las "Tierras italianas irredentas", especialmente en el mar
Adriático. Los territorios de Trieste, Istria, Dalmacia, poblados mayoritariamente
por Italianos, fueron objeto de muchas reivindicaciones políticas por parte del
Irredentismo italiano y terminaron por llevar a Italia a la primera guerra mundial
en contra del Imperio austriaco.

La Primera Guerra Mundial (1914-1918)


Artículo principal: Primera Guerra Mundial
Las agitaciones en los Balcanes permitió a Italia ocupar las Islas del Dodecaneso,
con las que formó el Dodecaneso italiano y la actual Libia ante la debilidad del
Imperio otomano. Mientras el ambiente internacional se iba enrareciendo, Italia se
acercó al bloque alemán, debido a los conflictos coloniales con Francia, que en su
expansión por Argelia y Túnez amenazaba la posibilidad de extenderse por el norte
de África de Italia.

Sin embargo, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Italia permaneció neutral,


ya que la Triple Alianza sólo tenía intereses defensivos, y el Imperio
austrohúngaro era el que comenzaba la guerra. Sin embargo, ambos bandos trataron de
acercar a Italia a su lado, y en el 15 de abril de 1915 el gobierno italiano se
unió al Pacto de Londres al declarar la guerra a Austria a cambio de varios
territorios (Trento, Trieste, Istria, Dalmacia). En octubre de 1917, los
austríacos, que habían recibido refuerzos alemanes, rompieron las líneas italianas
en Caporetto, pero los italianos, ayudados por los aliados, pararon su avance en el
río Piave, no lejos de Venecia. Después de otro año de guerra de trincheras y una
triunfal ofensiva italiana, la exhausta Austria se rendía a los aliados el 4 de
noviembre de 1918, siendo pronto seguida por Alemania.

Benito Mussolini y Adolf Hitler.


El régimen fascista (1919-1939)
Artículo principal: El Fascismo en Italia
En la posguerra, Italia recibió los territorios prometidos en el acuerdo de 1915
excepto Dalmacia, que pasó al recién formado reino de Yugoslavia, siendo el origen
de la Cuestión Adriática. Italia prosiguió su expansión por el Adriático,
bombardeando y ocupando Corfú en 1923 como respuesta al asesinato de un diplomático
italiano, y anexionándose la ciudad de Fiume (hoy Rijeka) en 1924 que había sido
declarada libre.

Algunos trabajadores italianos, inspirados en la Revolución rusa, causaron miedo al


gobierno, lo que produjo la aparición de un pequeño partido fascista, liderado por
Benito Mussolini (un antiguo socialista convertido en nacionalista), cuya violenta
reacción a las huelgas fue mucho más apreciada que la tibia reacción del gobierno.
Después de varios años de incidentes, en octubre de 1922, los fascistas
emprendieron una marcha sobre Roma (Marcia su Roma). Los fascistas eran un número
reducido, pero el rey dio orden al ejército de no intervenir, y formó una alianza
con Mussolini, convenciendo al partido liberal de aprobar el gobierno liderado por
los fascistas. Durante los años siguientes, Mussolini (al que se apodó el "Duce",
el líder) suprimió todos los partidos políticos,25 y limitó las libertades para
"prevenir revoluciones".

En 1929 Mussolini pactó con la Iglesia católica (Pactos de Letrán), con la que
Italia había estado en conflicto desde la anexión de los Estados Pontificios en
1870, permitiendo la formación del estado del Vaticano y obteniendo de la Iglesia
el reconocimiento de la unidad de Italia. Inicialmente mantenía buenas relaciones
con Francia y Gran Bretaña pero en 1935-1936 la situación cambio por la invasión
italiana de Etiopía y por las afinidades ideológicas entre el partido fascista
italiano de Mussolini y el nacionalsocialista (nazi) alemán de Adolf Hitler.

Ocupación italiana de Albania y Etiopía


Artículo principal: Imperio Italiano

El imperio italiano en 1940.


Cuando Alemania se anexionó Austria e invadió Checoslovaquia, Italia vio la
oportunidad de convertirse en un miembro del eje. Después de que Hitler invadiera
Checoslovaquia sin avisar a Mussolini, este decidió anexionarse Albania. El rey
italiano Víctor Manuel III, se opuso al plan, por ser excesivamente arriesgado.

El régimen fascista trató de ampliar su imperio colonial, retomando la conquista de


Etiopía, que, tratando de evitar las reivindicaciones italianas, firmó acuerdos
comerciales con Japón y Estados Unidos para buscarse su favor. En la noche del 2 al
3 de octubre de 1935, tropas italianas procedentes de Eritrea invadieron Etiopía.
La capital, Adís Abeba, fue tomada por los italianos el 5 de mayo de 1936. Italia
se anexionó formalmente Etiopía el 9 de mayo de 1936. El emperador tuvo que
exiliarse en Gran Bretaña y la Sociedad de Naciones no resolvió el conflicto en
favor de los intereses etíopes a pesar de las reclamaciones de Francia y el Reino
Unido.
A pesar de ello, Roma dio un ultimátum a Tirana el 25 de marzo de 1939, exigiendo
la aceptación de la ocupación italiana. El rey, Zog, rechazó aceptar dinero en
compensación por la colonización de su país, y en el 7 de abril de ese mismo año,
las tropas de Mussolini invadieron Albania. Tras una breve resistencia,
especialmente intensa en Durrës, los italianos resultaron vencedores.

El rey Zog, su mujer, Geraldine Apponyi, y su hijo Leka huyeron a Grecia y,


posteriormente, a Londres. El 12 de abril, el parlamento albanés votó a favor de
unificar el país con Italia. Víctor Manuel III tomó la corona albanesa, y los
italianos establecieron un régimen fascista bajo Shefqet Verlaci, cuyos servicios
militares y políticos dependían de Italia.

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945)


Artículo principal: Italia en la Segunda Guerra Mundial
Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Italia permaneció neutral (con el
consentimiento de Hitler), pero declaró la guerra a Francia y Gran Bretaña el 10 de
junio de 1940, cuando Francia se veía derrotada. Mussolini creyó que Gran Bretaña
pediría la paz, lo que resultó un error de cálculo.

Después de que el ejército alemán invadiera Polonia, Francia y Dinamarca, Mussolini


decidió usar Albania como cabeza de puente para invadir Grecia. Las fuerzas
italianas desembarcaron el 28 de octubre de 1940 y en un encuentro entre ambos
dictadores, Mussolini sorprendió a Hitler con el anuncio de la invasión. Mussolini
contaba con una rápida victoria, pero la resistencia griega fue superior a la
esperada, rechazando el ataque italiano, y contratacando en Albania. Los griegos
tomaron Korçë y Gjirokastër y amenazaron Vlorë.

El miedo a caer bajo el dominio griego evitó la cooperación entre los albaneses y
las fuerzas griegas, y las tropas de Mussolini se reagruparon en Albania Central.
Incómodo ante esta situación en los Balcanes, Hitler intervino el 6 de abril de
1941, en coalición con Bulgaria y Hungría contra Grecia y Yugoslavia. Un mes más
tarde la Albania dominada por Italia se había visto engrandecida con el territorio
de Kosovo. Irónicamente, el nacionalismo albanés consiguió sus metas bajo dominio
extranjero.

Mapa del Mare Nostrum Italiano en 1942. El color verde delimita las áreas
controladas por Italia, mientras que el rojo delimita las inglesas.
El 22 de mayo se firmó el Pacto de Acero, que consolidó la alianza entre las dos
dictaduras. Con la sola excepción de la armada, las fuerzas italianas colaboraron
con las alemanas en Grecia y el norte de África. Desde la primavera de 1941 hasta
noviembre de 1942 la Italia de Mussolini consiguió extender su control a toda el
área central del Mediterráneo (Mare Nostrum Italiano).

Tras la fallida invasión de la URSS (1941-42) y la entrada de los Estados Unidos en


la guerra (1941) la situación del Eje se deterioró. En mayo de 1943 el mariscal
Bernard Montgomery derrotó definitivamente a las Afrika Korps en el norte de África
y en julio tropas aliadas invadieron Sicilia. El rey Victor Emmanuel III mandó
arrestar a Mussolini y nombró al mariscal Badoglio primer ministro. Entre tanto,
las tropas coloniales británicas habían logrado que Haile Selassie recuperara el
trono etíope.

El nuevo gobierno continuó oficialmente como aliado del eje, pero comenzó a
negociar la paz con los aliados, lo que no gustó a Hitler que envió tropas a Italia
con el pretexto de luchar contra la invasión aliada. El 8 de septiembre de 1943 el
nuevo gobierno declaró un armisticio con los aliados, sin declarar la guerra a
Alemania, lo que dejó desorientado al ejército. Badoglio y la familia real se
desplazaron entonces a la zona controlada por los aliados. En la subsiguiente
confusión el ejército italiano fue barrido por los alemanes (excepto en Roma y en
la isla griega de Cefalonia), quedando las tropas de Hitler como dueñas del norte
de Italia que, tras la liberación de Mussolini, se convertiría en la República
Social Italiana. Con la ocupación alemana surgió un movimiento de oposición armada
(la llamada Resistencia partisana) que aglutinó a los opositores al fascismo y al
nazismo. A través de una guerra de guerrillas los partisanos contribuyeron a
desestabilizar el poder de los alemanes y del gobierno de Mussolini.

Mientras los aliados empujaban lentamente a las tropas alemanas al norte (Roma cayó
en junio de 1944 y Milán en abril de 1945) la monarquía finalmente declaró la
guerra a Alemania. La liberación italiana se concretó en abril de 1945.

República de Italia (1946-presente)


Artículo principal: Historia de la República italiana
En el referéndum de 1946, se selló el fin de la monarquía de la Casa de Saboya,
desprestigiada por su implicación en la Segunda Guerra Mundial y la dictadura
fascista, y el nacimiento de la República italiana. En 1948 entró en vigor una
nueva constitución. Con ajustes menores en la frontera en favor de Francia y
Yugoslavia y la pérdida de su imperio colonial, se llegó a la configuración
territorial definitiva del país. En las primeras elecciones hubo una dura lucha
entre la Democracia Cristiana, favorecida por los Estados Unidos y los poderosos
Partido Socialista Italiano y Partido Comunista Italiano, que eran respaldados por
la otra potencia vencedora, la URSS. Las presiones del presidente de los Estados
Unidos Truman llevaron a la exclusión de los comunistas del gobierno y permitieron
a la larga la victoria cristianodemócrata en las Elecciones Legislativas Italianas
de 1946.26

La Italia de la posguerra fue junto al Benelux, Francia y Alemania el corazón del


europeísmo. En 1949 Italia se adhirió a la Organización del Tratado del Atlántico
Norte y en 1955 se unió a las Naciones Unidas. Ese mismo año, se fundó la Comunidad
Económica Europea, antecesora de la Unión Europea, de la que Italia fue miembro
fundador. Desde entonces Italia ha participado de los avances en pro de una
política comunitaria, con participación en eventos como la creación del Euro
(1999).

Foto de Aldo Moro el segundo día de su secuestro.


Durante la década de los años 70 Italia sufrió una crisis social llamada
posteriormente como los anni di piombo (años de plomo), en donde la insatisfacción
por la situación política-institucional caótica con gobiernos que duraban apenas
unos pocos días, se tradujo en un principio en violencia callejera y sucesivamente
en lucha armada, llevada a cabo por grupos organizados de izquierdas que usaron el
terrorismo como arma con el objetivo de crear las condiciones para influenciar o
derrocar el orden institucional y político italianos. Tras algunos ataques y
asesinatos contra jóvenes neofascistas ("matar un fascista no es delito", se
decía), algunos no dudaron en responder formando a su vez grupos armados. Estas
turbulencias llegaron a su apogeo en 1978 con el asesinato del líder
cristianodemócrata Aldo Moro por las Brigadas Rojas, que supuso el fin de la
política de reconciliación con los comunistas conocida como compromiso histórico
italiano. La intervención de los servicios secretos italianos y de algún otro país,
a los que se les considera responsables de una "estrategia de la tensión", agravó
la crisis deteniendo a miles de activistas de extrema-izquierda.26 El brutal
atentado contra la estación de Bolonia fue uno de los más duros golpes de aquellos
enfrentamientos. Atribuida a Ordine Nuovo, un grupo terrorista de ultraderecha,
nunca se llegó a aclarar completamente.

Esa Italia inestable se vio asimismo salpicada por escándalos judiciales. Es


conocida la lucha contra la mafia, que saltó a la fama con el asesinato del juez
Giovanni Falcone (1992). El ex primer ministro democratacristiano Giulio Andreotti
fue acusado de ser un padrino político de la mafia. También fue un escándalo el
reconocimiento oficial de la existencia de la Operación Gladio, en la que servicios
secretos de la OTAN auspiciaban actividades anticomunista. En 1992 los jueces del
Tribunal de Milán, el más famoso Antonio Di Pietro, empezaron muchos procesos,
conocidos como Operación Manos Limpias, contra partidos políticos descubriendo una
corrupción enorme. La mayoría de los diputados del Parlamento fueron involucrados.

Silvio Berlusconi.
En 1994 aprovechando de la crisis de los partidos tradicionales, Silvio Berlusconi
empresario mediático y propietario de tres cadenas de televisión privadas fundó un
nuevo partido Forza Italia que ganó las elecciones con la ayuda de su control de
los medios de comunicación. Berlusconi gobernó en coalición, con el apoyo de la
federalista e incluso separatista Liga Norte, que empezó a ganar influencia en el
norte del país (Padania), rico e industrializado y otros partidos conservadores o
neofascistas como Alianza Nacional por solo ocho meses.

Romano Prodi.
Acusado de corrupción y de hacerse con el control del estado, Berlusconi fue un
revulsivo para la oposición. En 1996 ganó las elecciones una coalición de centro
izquierda, el Olivo, encabezada por Romano Prodi. Las tensiones internas en la
coalición de izquierdas hicieron que solo dos años después hubiera sido sustituido
por Massimo D'Alema y permitieron en 2001 a Silvio Berlusconi recuperar el poder.
Bajo su segundo gobierno, Italia fue miembro de la alianza que participó en la
lucha antiterrorista de Estados Unidos, en Afganistán e Irak, países en los que aún
mantiene tropas.

La historia se repitió cuando Prodi logró volver al cargo de Primer Ministro. El 9


y 10 de abril de 2006, en elecciones generales, la coalición de Berlusconi fue
derrotada por la centroizquierdista alianza L'Unione, que postulaba al expresidente
de la Comisión Europea y ex primer ministro Romano Prodi, por un estrecho margen,
que le llevó a depender de los senadores vitalicios en el senado. Este nuevo
gobierno comenzó un proceso de reformas para modernizar el país, pero tuvo que
encarar numerosas crisis por la fragilidad de la coalición, como en la elección de
los presidentes del Congreso y Senado, que dividió a la coalición, o la pérdida de
una moción de confianza sobre la política exterior, que se ganó la oposición de los
comunistas. El 25 y 26 de junio de 2006 los italianos rechazaron en un referéndum
la propuesta del ex primer ministro Berlusconi para dar más poderes al jefe de
gobierno y dar los primeros pasos al federalismo, reclamación de una Italia del
Norte cada vez más federalista. Los resultados fueron una victoria política para
Romano Prodi. Sin embargo, varias polémicas en torno a un caso de espionaje móvil o
controversias sobre cambios en la dirección de la Guardia de Finanzas han seguido
poniendo en jaque a la clase política.

En abril de 2008 Silvio Berlusconi gana las elecciones al frente de una coalición y
es nombrado primer ministro. Su gobierno volvió a dar escándalos como la Ley
Alfano, uno de los intentos de Berlusconi de evitar su persecución legal por
delitos de corrupción o los escándalos de su villa en Cerdeña. Paralelamente
comenzó un proceso de reorganización política buscando disminuir las coaliciones
inestables: en marzo de 2009 los partidos que formaban la coalición, Forza Italia,
Alianza Nacional y otros, se unen para formar un nuevo partido, el Popolo della
Liberta. El sucesor de Prodi y exalcalde de Roma, Walter Veltroni congregó a las
izquierdas en un nuevo Partido Democrático que no ha logrado recuperar el poder ni
bajo Veltroni ni bajo una variedad de líderes. Tampoco ha logrado Berlusconi la
estabilidad política afrontando la secesión de Gianfraco Fini, presidente del
Parlamento, que abandonó el partido gubernamental dejándolo sin mayoría en el
congreso.2728 Tras la crisis de gobierno de 2018, asume Giusseppe Conte como primer
ministro.
Véase también
República Romana
Imperio Romano
Imperio Romano de Occidente
Estados Pontificios
Reino de Sicilia
Reino de Nápoles
Ducado de Milán
República de Venecia
Reino de Italia
Unificación de Italia
Historia territorial de Italia
Referencias
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antigua».
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edad oscura por "Edad Media"
Dice Francisco de Quevedo en su clásico Poderoso Caballero es Don Dinero:
Nace en las Indias honrado
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Francisco de Quevedo
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Verso, 2005 ISBN 1-84467-541-6
Enlaces externos
Wikisource contiene obras originales de o sobre Historia de Italia.
Documentos de la historia de Italia.
Riami Cronología de la historia de Italia desde 1861 hasta 1994 (en italiano).
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