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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia


Sala de Casación Civil

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente:
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

Bogotá, D. C., dieciséis (16) de septiembre de dos mil once (2011).-

Ref.: 19001-3103-003-2005-00058-01

Procede la Corte a proferir la correspondiente sentencia


sustitutiva en el proceso ordinario promovido por los señores
ALFONSO, NATALIA, MARCIA ALEJANDRA, ALICIA y
GUILLERMO PAZOS ÁLVAREZ, LUZ MAR PAZOS LÓPEZ y
MANUEL ANDRÉS PAZOS CADENA, quien obra como heredero
y representante de la sucesión intestada del señor Manuel Pazos
López, en contra de la sociedad CELULOSA Y PAPEL DE
COLOMBIA S.A. -PULPAPEL-.

ANTECEDENTES

1. Habida cuenta del registro que de lo acontecido


en este proceso se hizo en el fallo de casación dictado el 18 de
diciembre de 2009, compendio que se da por reproducido para los
efectos del presente pronunciamiento, basta con memorar aquí que
en la demanda generadora de esta controversia se solicitó, en
síntesis, que se declarara la responsabilidad civil extracontractual
de la demandada en razón de la tala y el aprovechamiento que hizo
de “las plantaciones madereras que extrajo de la finca La Cohetera
durante los años 1995 y 1996” y que, en consecuencia, se la
condenara a pagar a los accionantes los perjuicios que con ese
comportamiento les ocasionó, los cuales aquéllos estimaron en la
suma de $1.843.134.773.00, o la que se determinara en el proceso,
corregida monetariamente a la fecha en que se verifique su
cancelación, “agregando un interés técnico puro o lucrativo del 6%
anual”.

Como fundamento de dichas peticiones se adujo, en


resumen, que la demandada no cumplió la orden de entrega de la
mencionada finca, que comprendía, en concepto de los actores, la
plantación de pinos que en ella existía para ese entonces, la que
fue impartida en la sentencia proferida el 22 de abril de 1994 por el
Juzgado Primero Civil del Circuito de Cali en el proceso ordinario
que entre las mismas partes se adelantó, y en el que se pidió
declarar la nulidad del contrato de promesa de compraventa que
sobre el referido inmueble celebraron el señor Alfonso Pazos
Mosquera y Pulpapel, pronunciamiento que fue confirmado en
segunda instancia por el Tribunal Superior del citado Distrito
Judicial (fallo del 18 de octubre de 1994) y que, a su turno, no fue
modificado por la Corte en la sentencia sustitutiva que emitió luego
de casar la del ad quem, según se desprende de su providencia del
18 de agosto de 2000.

2. La demandada, al contestar el libelo introductorio


(fls. 278 a 291, cd. 1), se opuso al acogimiento de sus pretensiones
y se pronunció de distinta manera sobre los hechos que les
sirvieron de soporte. En la correspondiente respuesta admitió haber
realizado la tala y el aprovechamiento de la especies maderables
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que se encontraban plantadas en la finca “La Cohetera”, conforme
lo señalaron los accionantes, pero advirtió que dicha explotación
fue lícita, como quiera que en el mencionado proceso de nulidad
contractual se negó a los allí demandantes el reconocimiento de los
frutos naturales producidos por el predio, los que, por lo tanto, le
pertenecían.

3. Adicionalmente, la accionada planteó las


excepciones de mérito que denominó “COSA JUZGADA” e
“IMPROCEDENCIA DE LA FORMA SUSTANCIAL INVOCADA
POR LOS ACTORES PARA RECLAMAR SU PRETENDIDA
INDEMNIZACIÓN DE PERJUICIOS”.

La primera de esas defensas la sustentó en la identidad


de partes, causa y objeto entre el proceso ordinario que con
precedencia a éste cursó en el Juzgado Primero Civil del Circuito
de Cali, al que ya se hizo referencia, y el presente litigio, como
quiera que en ambas controversias sus gestores han perseguido el
reconocimiento y pago de los frutos naturales producidos por la
finca “La Cohetera”, en ese otro asunto, como prestación
consecuencial de la nulidad del contrato de promesa de
compraventa allí reclamada, y en éste, como perjuicio
indemnizable.

Con tal entendimiento, la demandada puso de presente


que en la primera de tales controversias judiciales se negó, por falta
de demostración, el reconocimiento de los indicados frutos y que,
por consiguiente, dicha pretensión no podía ser nuevamente
formulada, como se hizo en la demanda que dio origen a este
asunto, aunque con otro ropaje, pues su desestimación hizo tránsito
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a cosa juzgada en los términos del artículo 332 del Código de
Procedimiento Civil y, por lo mismo, impide un nuevo
pronunciamiento sobre el particular y, más aún, de uno en sentido
diverso al ya emitido.

La segunda excepción la sustentó, básicamente, en que


“los perjuicios aquí reclamados se derivan del contrato de promesa
citado” y en que, por ende, la responsabilidad civil extracontractual
invocada “no procede”, toda vez que “el origen de la[s]
controversia[s] pasada y presente no deja de ser el contrato de
promesa nulitado que, como se dijo antes, generó el conjunto de
decisiones sobre los frutos reconocidos y no reconocidos, razón por
la cual la responsabilidad que hipotéticamente podría existir, es
CONTRACTUAL y no EXTRACONTRACTUAL”.

LA SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

1. El Juzgado Tercero Civil del Circuito de


Popayán, al que correspondió el conocimiento del asunto, dictó
sentencia el 18 de septiembre de 2006, en la que declaró probada
la excepción de “COSA JUZGADA”, negó las súplicas de la
demanda e impuso el pago de las costas a los actores (fls. 396 a
421, cd. 1).

2. Para arribar a tales decisiones, luego de


compendiar la actuación cumplida en el litigio, descartar la
presencia de motivos de nulidad que pudieran ocasionar su
invalidación, afirmar la satisfacción de los presupuestos procesales
y referirse, en términos generales, a la acción de responsabilidad
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civil extracontractual, la citada autoridad judicial, con fundamento en
el contrato de promesa de compraventa de la finca “La Cohetera”
suscrito el 14 de noviembre de 1974 entre el señor José Alfonso
Pazos Mosquera, como prometiente vendedor, y Pulpapel, como
prometiente compradora, en particular, de la autorización que el
primero dio a la segunda “para iniciar en el terreno materia de la
promesa, desde la fecha de la misma, la plantación de coníferas y
la introducción de cualquier mejora que a juicio de la promitente
compradora se considerara útil o necesaria a los fines de la aludida
plantación”, coligió, por una parte, que en el momento de la
celebración de tal negocio jurídico “no existía” en el mencionado
predio “plantación de coníferas de ninguna clase” y, por otra, que
“fue PULPAPEL S.A., en virtud de la autorización que le hizo el
promitente vendedor (…), la que plantó las coníferas e introdujo las
mejoras que estimó útiles o necesarias a ese fin”.

3. El a quo, con tal fundamento y con apoyo tanto


en lo acontecido en el proceso ordinario que se ventiló con
anterioridad a éste en el Juzgado Primero Civil del Circuito de Cali,
como en lo allí decidido tanto en primera, como en segunda
instancia, y en casación, identificó las determinaciones que, en su
concepto, hicieron tránsito a cosa juzgada, entre las cuales destacó
las siguientes: “[l]a orden de restitución por parte de la demandada
a los demandantes, del predio La Cohetera, junto con las cosas que
formen parte de él o que se reputen como inmuebles por conexidad
con el mismo”; “[l]a orden a PULPAPEL S.A. de restituir a los
demandantes los frutos civiles percibidos después de la
contestación de la demanda, tasados en $55.668.667, liquidados a
18 de septiembre de 1994”; “[l]a orden a los demandantes de
abonar a la demandada la suma de $58.994.008 por concepto de
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gastos ordinarios invertidos en la producción de los frutos cuya
restitución se ordenó en el punto 6º”; y “[l]a exoneración a la parte
demandada del pago de frutos naturales”.

4. Seguidamente precisó, en primer lugar, que “en


el trámite del proceso de nulidad de contrato, promovido por los
herederos del señor JOSÉ ALFONSO PAZOS MOSQUERA en
contra de PULPAPEL S.A., se debatió de manera amplia, y se
profirió decisión definitiva, en torno de la pretensión de reintegro de
los frutos, como ya se dijo, por la producción de madera de pino ahí
plantada”; y, en segundo término, que en este proceso sus
promotores pretenden que se declare que la demandada “ha
incurrido en responsabilidad civil extracontractual y les ha causado
perjuicios, materializándose los mismos en la tala y
aprovechamiento de las plantaciones madereras que la demandada
extrajo de la finca La Cohetera”.

5. Con respaldo en esa comparación, el juzgado


del conocimiento añadió que, por lo tanto, en los dos litigios “se han
elevado pretensiones relacionadas con el aprovechamiento de la
plantación de pinos sembrada” en el citado predio, “denominándose
esa pretensión, en el primer proceso, como obligación de reintegrar
frutos naturales, y en este, como obligación de indemnizar
perjuicios”.

6. En ese orden de ideas, determinó la prosperidad


de la excepción de cosa juzgada, aserto que fundamentó, además,
en los siguientes argumentos:

6.1. Existe identidad de partes, toda vez que “[e]n el


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presente proceso aparecen como demandantes las mismas
personas, pues la intervención de MANUEL ANDRÉS PAZOS
CADENA, persona ésta diferente a las que intervinieron como
demandantes en el primer proceso, se hace en calidad de
representante de la sucesión intestada del causante MANUEL
PAZOS LÓPEZ, éste sí integrante de la parte demandante en el
primer proceso”, y porque la demandada es la misma.

6.2. En punto del objeto de uno y otro litigio, resaltó


que en el primeramente adelantado, se solicitó, como consecuencia
de la nulidad allí implorada, la “restitución de frutos naturales y
civiles producidos por el bien prometido en venta”, representados
aquellos en “la producción de madera de pino del predio La
Cohetera”, y que en éste, los perjuicios reclamados están
“constituidos (…) por el aprovechamiento de la producción de
madera de pino” del mismo predio, “de donde redunda que a la
pregunta: sobre qué se litiga?, debe responderse, en uno y otro
proceso, que por la plantación de pinos del predio La Cohetera”.

6.3. Finalmente, en cuanto hace a la similitud de


causa, el a quo expuso que “si bien es cierto los procesos difieren
en cuanto a la acción invocada por los actores, pues en uno se
adujo la nulidad de contrato y en el otro indemnización de perjuicios
por responsabilidad civil extracontractual, las razones que
sustentan la pretensión fundamental son las mismas, pues se
refieren a la entrada de PULPAPEL S.A. al predio La Cohetera con
base en la promesa de compraventa a la que ya se ha hecho
referencia, a la plantación por parte de la demandada de pino de
diversas clases en dicho predio y a su ulterior aprovechamiento”.
7. En definitiva, el a quo concluyó la existencia de
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un “vínculo claramente marcado” entre los mencionados procesos y
que “de acogerse la pretensión relacionada con la indemnización de
los perjuicios derivados de la extracción de madera que hizo la
demandada del predio La Cohetera, se estaría contradiciendo la
decisión de la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de
Justicia tomada dentro del proceso de nulidad de promesa de
compraventa fechada el 18 de agosto de 2000, pues en esa
sentencia se dispuso no reconocer a los demandantes los frutos
naturales del citado predio, constituidos dichos frutos naturales,
precisamente, por la madera de pino que finalmente extrajo la
demandada de ese predio”.

LA APELACIÓN

1. En forma oportuna, los actores se alzaron contra


la sentencia del a quo, impugnación que fue sustentada ante el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Popayán.

2. Delanteramente, los apelantes sostuvieron que


las plantaciones que existían en la finca “La Cohetera” y que fueron
taladas durante los años 1995 y 1996 por la demandada, eran de
su propiedad, “porque se encontraban adheridas al inmueble que la
sociedad PULPAPEL S.A. estaba obligada a restituir”, conforme la
determinación adoptada en el punto 4º de la parte resolutiva de la
sentencia del 22 de abril de 1994, emitida por el Juzgado Primero
Civil del Circuito de Cali en el proceso de nulidad contractual, toda
vez que dicho pronunciamiento “no se limitó a ordenar que se
restituyera únicamente el terreno, sin las plantaciones, sino que, al
contrario, aclaró que debía restituirse íntegramente, esto es, junto
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con todas las cosas que formaban parte de él o que se reputaban
como inmuebles por su conexión con el mismo”, decisión ajustada
tanto al artículo 962 del Código Civil, que así lo prevé, como a los
artículos 656, 657 y 713 de la misma obra, preceptos que
establecen, el primero, que los árboles adheridos al suelo son
inmuebles; el segundo, que “[l]as plantas son inmuebles, mientras
adhieran al suelo por sus raíces, a menos que estén en macetas o
cajones que puedan transportarse de un lugar a otro”; y el último,
que la accesión es un “modo de adquirir por el cual el dueño de una
cosa pasa a serlo de lo que ella produce o de lo que se junta a ella”.

3. Destacaron “la existencia de las plantaciones en


la finca La Cohetera en el momento de la contestación de la
demanda de nulidad absoluta -28 de enero de 1992- o al
momento de rendirse el dictamen de los peritos, esto es, el 18 de
marzo de 1993”, hecho que calificaron de “incontrovertible” y que
consideraron confirmado con la experticia traída aquí como prueba
-extraproceso-, de fecha 29 de noviembre de 1996.

4. Para los recurrentes, “[l]os únicos frutos


naturales negados por la Corte fueron los frutos que el Tribunal
había calificado de ‘frutos naturales percibidos después de
contestada la demanda’…”, esto es, la madera explotada por la
demandada en el período comprendido entre las mencionadas
fechas -28 de enero de 1992 y 18 de marzo de 1993-, como se dejó
clarificado en la sentencia de casación que se emitió en este mismo
asunto, razón por la cual los árboles restantes, es decir, la
plantación que continuó sembrada y que estaba en el predio a la
fecha de la sentencia de primera instancia, quedó comprendida en
la orden que en este fallo se impartió a la accionada de restituir la
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finca “La Cohetera”, “junto con todas las cosas que forman parte de
él o que se reputen inmuebles por su conexión con el mismo”.

Al respecto, con una cita que hicieron de la demanda de


casación presentada por los accionados en el aludido proceso de
nulidad contractual, trajeron a colación el artículo 715 del Código
Civil, contentivo de los tres estados en que pueden encontrarse los
frutos naturales -pendientes, percibidos y consumidos-; del mismo
modo, sobre el particular reprodujeron la opinión de un tratadista
extranjero; y, finalmente, enfatizaron “que los frutos naturales
pendientes son distintos de los frutos naturales percibidos”, que “los
primeros en todos los casos son de propiedad del dueño del
inmueble en el cual se encuentran en ese estado” y que “los
segundos no siempre son de propiedad del dueño de la cosa que
los produce, por existir excepciones consagradas a favor, por
ejemplo, de los poseedores de buena fe (Art. 964 inc. 3º)”.

Así las cosas, los actores puntualizaron que el debate


atinente a frutos naturales que se dio por virtud del recurso de
casación interpuesto y decidido en el proceso de nulidad del
contrato de promesa de compraventa de la finca “La Cohetera”, “se
limitó única y exclusivamente a los frutos naturales percibidos o,
mejor aún, los frutos naturales que el Tribunal había calificado en
el numeral 2º de la sentencia como ‘…frutos naturales percibidos
después de contestada la demanda…’”, sin que, por lo mismo, haya
comprendido los frutos naturales pendientes para entonces, criterio
que se plasmó en la decisión que sobre el particular adoptó esta
Corporación en el fallo sustitutivo que profirió en reemplazo del de
segunda instancia, que casó.

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5. Como consecuencia del análisis precedente, los
impugnantes descartaron que el reconocimiento de los perjuicios
que en este asunto fueron objeto de reclamación, sea contradictorio
con lo decidido en el punto 2º de la parte dispositiva de la ya varias
veces mencionada sentencia sustitutiva, en la que la Sala resolvió
negar “la pretensión de pago de frutos naturales formulada por los
demandantes”, pues, en concepto de aquéllos, la situación “es
exactamente la contraria: de no acogerse la pretensión
indemnizatoria, se estaría desconociendo la sentencia de la Corte
Suprema de Justicia en su numeral 1º. No acceder al
reconocimiento de la indemnización pedida [por los actores]
significaría que el Juez les está negando el derecho… [de] …exigir
la restitución de la finca con todas las cosas que forman parte de
ella, esto es, junto con todas las plantaciones o frutos naturales
pendientes, como fue ordenado”.

6. Añadieron que, en aplicación del artículo 964 del


Código Civil, el Juzgado Primero Civil del Circuito de Cali, en el
numeral 7º de las resoluciones de su providencia del 22 de abril de
1994, ordenó a los allí y aquí demandantes “abonar” a Pulpapel la
suma de $58.994.008, por concepto de los gastos en que ésta
incurrió “en la siembra de pinos de distintas especies”, así: “(…) 3
hectáreas de Pino Oocarpa $2.100.224”; “(…) 44 hectáreas de Pino
Pátula $40.983.606”; y “(…) 26 hectáreas de Tecunumanii
$15.910.258”, por lo que los accionantes “esperaban que al pagar
los gastos invertidos en la plantación, se restituyese el inmueble
junto con esa plantación, como fue ordenado en las sentencias de
instancia, pero tal cosa no ocurrió debido a la conducta dolosa e
ilegítima de PULPAPEL”, situación que, en el supuesto de no
accederse a las pretensiones elevadas en este litigio, sería
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ostensiblemente injusta, porque significaría que la citada sociedad
“se quedaría con las plantaciones sin haber invertido un solo peso
en producirlas”, amén de que “las obtuvo en un predio que no era
de su propiedad, por el cual no pagó durante 20 años suma
alguna”, habida cuenta que la parte del precio que entregó al
prometiente vendedor le fue reintegrada con la correspondiente
corrección monetaria.

7. Con fundamento en los planteamientos que se


dejan compendiados, los apelantes coligieron el desacierto en que
incurrió el a quo al declarar próspera la excepción de “cosa
juzgada”, puesto que de ellos aflora la falta de identidad de objeto y
de causa entre el presente litigio y el que, con anterioridad, se
gestionó entre las mismas partes, encaminado, según se ha
señalado, a que se declarara la nulidad de la promesa de
compraventa del inmueble tantas veces mencionado, razón por la
cual reclamaron la revocatoria del fallo de primer grado y que, en su
lugar, se acojan las pretensiones elevadas en el libelo introductorio.

CONSIDERACIONES

1. El Juzgado Tercero Civil del Circuito de


Popayán, como viene de señalarse, optó por acoger la excepción
de “cosa juzgada” debido a que concluyó que había total
correspondencia entre las partes, el objeto y la causa de esta
controversia y el proceso que los mismos litigantes tramitaron con
anterioridad para que se declarara la nulidad del contrato de
promesa de compraventa de la finca “La Cohetera”, celebrado
entre el señor José Alfonso Pazos Mosquera, causante de los
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demandantes, y Pulpapel, el 14 de noviembre de 1974,
controversia que fue conocida, en primera instancia, por el Juzgado
Primero Civil del Circuito de Cali, en segunda, por el Tribunal
Superior de ese Distrito Judicial y, en casación, por esta Sala de la
Corte.

Estimó el a quo que en ambos debates litigiosos se


planteó la misma temática: la plantación de pinos que existía en el
mencionado predio, como quiera que en ese otro asunto se buscó
su restitución en calidad de frutos naturales de la finca, como
prestación consecuencial de la nulidad allí deprecada, y en este se
persiguió el pago de su valor a título de indemnización de
perjuicios.

Así las cosas, con apoyo en las copias de las


sentencias de primera y segunda instancia y de casación proferidas
en el litigio más antiguo de los dos de que se viene tratando, en
especial en la última, en la que la Corte, luego de casar la emitida
por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali, dictó el
correspondiente fallo sustitutivo, en el que, entre otras
determinaciones, decidió en el punto segundo de su parte resolutiva
negar “la pretensión de pago de frutos naturales formulada por los
demandantes”, el Juzgado del conocimiento coligió que como dicho
pronunciamiento era comprensivo de lo pedido en este litigio, al
haber hecho tránsito a cosa juzgada de conformidad con el artículo
332 del Código de Procedimiento Civil, permitía el reconocimiento
de la excepción en esos términos propuesta por la demandada e
impedía el acogimiento de las pretensiones elevadas en el escrito
generador de esta controversia.

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2. Cotejados esos argumentos del a quo con los
que el Tribunal adujo para confirmar su fallo en la sentencia
impugnada en casación, compendiados suficientemente en el
proveído mediante el cual esta Corporación desató dicho recurso
extraordinario, se establece su correspondencia, pues la segunda
de tales autoridades coligió, al igual que la primera, que la negativa
de la pretensión concerniente con el reconocimiento de los frutos
naturales producidos por el inmueble “La Cohetera” en favor de los
demandantes, adoptada por la Corte en el proceso de nulidad
contractual al proferir el fallo sustitutivo, hacía actuar, per se, la
figura de la “cosa juzgada” respecto de este litigio, al mediar entre
ambas controversias identidad de partes, objeto y causa, e impedía,
por consiguiente, el éxito de la presente acción de responsabilidad
civil extracontractual.

3. Siendo ello así, como en efecto lo es, se observa


que las mismas razones que condujeron a que en este proceso la
Corte casara la sentencia del Tribunal, determinan que el fallo de
primera instancia dictado en esta tramitación deba revocarse,
motivo por el cual es pertinente reiterar las siguientes
consideraciones de esta Corporación plasmadas en la sentencia
de casación anteriormente referida:

“En efecto, bien entendida la sentencia del 18 de agosto


del 2000, proferida por esta Corporación para desatar el
recurso de casación que contra el fallo de segundo grado
se dictó en el ordinario de nulidad, se concluye que la
prosperidad del cargo primero formulado en la
correspondiente demanda sustentatoria de la mentada
impugnación extraordinaria, dirigido a combatir la decisión
del Tribunal de imponer a Pulpapel el pago de frutos
naturales en cuantía de $52.260.000.oo, obedeció a la
falta de demostración de la cantidad de madera que
existía en el indicado predio, pero referida única y
exclusivamente a los dos momentos que tuvo en cuenta

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el ad quem para efectuar el cálculo de la aludida
condena: por un extremo, la contestación de la demanda
(28 de enero de 1992); y por el otro, la fecha de
presentación del dictamen pericial en el que igualmente
se apoyó para adoptar esa decisión (18 de marzo de
1993).

“Es que la determinación de los frutos naturales que


efectuó el Tribunal, y que derrumbó la Corte, se concretó
a los percibidos en el lapso de tiempo comprendido entre
esas dos fechas, toda vez que para su cuantificación lo
que hizo dicho juzgador de segunda instancia fue restar
de la cantidad de madera que, en su concepto, existía en
la finca para la época en que la demandada replicó el
libelo iniciador de esa controversia (13.164 toneladas), la
que los peritos Gómez – Martínez hallaron a la fecha en
que rindieron el dictamen por ellos presentado (9.680
toneladas), diferencia que totalizó en la cantidad de 3.484
toneladas, que a razón de $15.000.oo por tonelada, valor
fijado por los auxiliares de la justicia, le permitió arribar a
la suma de $52.260.000.oo, que fue el monto de la
condena que impuso.

“Lo anterior significa que ni el Tribunal, al estimar los


frutos naturales en la forma en que lo hizo, ni la Corte, al
estudiar el cargo que en casación introdujo la demandada
contra esa precisa determinación, o al negar, como
consecuencia de la prosperidad de tal acusación, en el
fallo sustitutivo, el reconocimiento de los mismos, juzgó
los percibidos en época distinta a la indicada, por sobre
todo, los que el fundo hubiera producido con posterioridad
al 18 de marzo de 1993 y, menos aún, los frutos o
productos existentes en el mencionado bien raíz en la
fecha en la que ha debido efectuarse su devolución, pues
este último aspecto, mas que encontrarse relacionado
con la temática atinente a la restitución de los frutos, tiene
estrecha vinculación con la forma en la que se debía
realizar la restitución del bien raíz, junto con lo que a él
accedía.

“Tal entendimiento de lo que, en verdad, se controvirtió y


(…) se decidió en el trámite principal del proceso ordinario
de nulidad a que se ha venido haciendo alusión, deja al
descubierto el yerro en el que incurrió el Tribunal al
apreciar las sentencias que en ese asunto se profirieron,
especialmente, las de segunda instancia y de casación,
pues en el supuesto que se examina, esto es, se reitera,
que lo pedido aquí sí hiciera referencia a los frutos
naturales generados por el fundo ‘La Cohetera’, sería del
caso colegir que la reclamación que se hace en este
diligenciamiento, relacionada con la percepción de frutos
que tuvo ocurrencia en los años 1995 y 1996, como con

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total claridad se expuso en la demanda con la cual se
originó este conflicto, no fue materia de decisión ni por los
jueces de instancia ni por esta Corporación en ese otro
proceso y que, por consiguiente, mal podía, como
equivocadamente lo hizo el ad quem, deducirse el fracaso
de las súplicas elevadas en este juicio, solamente por
efecto de la fuerza de cosa juzgada de dichos
pronunciamientos, cuando ellos, como quedó estudiado,
nada resolvieron en relación con los frutos percibidos en
la época en que se verificó el aprovechamiento forestal en
que descansa esta controversia, ni tampoco, obviamente
por razones temporales, con los frutos o productos que se
encontraban pendientes -o han debido estarlo- para la
época en la que se realizó la restitución del fundo de
marras.

“…Ahora bien, cualquiera sea la connotación jurídica que


se asigne a la actividad económica desplegada por la
demandada en el predio ‘La Cohetera’ en los años 1995 y
1996, es del caso destacar que las pretensiones
formuladas en la demanda de este proceso no están
dirigidas a obtener la recuperación de los maderables
extraídos en determinados períodos de tiempo, sino, lo
que es bien diferente, apuntan, como aquí en forma
reiterada se ha observado, al resarcimiento de los
perjuicios que como consecuencia de esa conducta y de
la consiguiente imposibilidad de restituir el plantío que
otrora se encontraba en el mencionado predio, se han
producido para los actores, independientemente de que la
cuantificación del daño así ocasionado, corresponda o
deba estar referida a su valor, por cuanto, jurídicamente,
una cosa es reclamar la restitución de lo que se hubiere
percibido en un determinado período de tiempo con un
pinar sembrado en un lote de terreno -en cuanto que
significa el reconocimiento de lo que el propietario hubiera
obtenido de él si lo tuviera en su poder-, sea que se le
considere, se insiste, como ‘plantación’, como ‘producto’ o
como ‘fruto natural’, y otra diferente, solicitar que se
indemnice el detrimento o perjuicio sufrido en el
patrimonio de la persona que debía recibir un bien
inmueble, junto con sus accesorios, en virtud de una
decisión judicial, y que, a la postre, por un hecho
imputable a quien debía efectuar la restitución, lo recibe
desprovisto de aquello que accedía -o debía acceder- al
mismo”.

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4. En idénticas equivocaciones a las en
precedencia detalladas incurrió el Juzgado del conocimiento en la
sentencia objeto de la apelación que se examina, pues de la misma
manera pasó por alto que en el proceso de nulidad seguido con
anterioridad por los mismos litigantes, por una parte, el
reconocimiento que de los frutos naturales efectuó el Tribunal
Superior de Cali en segunda instancia estuvo referido
exclusivamente a los que, en su concepto, Pulpapel percibió entre
el 28 de enero de 1992, fecha en la que contestó la demanda, y el
18 de marzo del año siguiente, día de presentación del dictamen
pericial en el que esa autoridad se fundó para fijar el quantum de la
condena que sobre el particular impuso; y, por otra, que la Corte,
tanto al reconocer prosperidad al cargo segundo de la demanda de
casación que en ese asunto introdujo la citada accionada contra el
fallo de segunda instancia, como al negar, en el fallo sustitutivo, “la
pretensión de pago de frutos naturales formulada por los
demandantes”, se refirió también solamente a los frutos percibidos
en el período de tiempo atrás identificado.

Como consecuencia de lo anterior, el a quo no observó


que los comentados pronunciamientos, mirados individualmente y
en conjunto, eran por completo extraños o ajenos a la tala y
explotación económica que en el escrito inaugural de esta
controversia se imputó a Pulpapel y que, en esencia, constituye el
hecho generador de la responsabilidad civil allí deducida en su
contra por los actores, toda vez que esa actividad la desarrolló la
citada accionada, según mención expresa del memorado escrito,
en los años 1995 y 1996, es decir, en época muy posterior a
aquella en la que pudo tener lugar la percepción de los frutos
naturales desestimados en ese primer debate judicial.
A.S.R. EXP. 2005-00058-01 17
De lo expuesto aflora, simultáneamente, la inexactitud
del fallo cuestionado por vía de apelación al predicar la identidad de
objeto y causa entre los ya tantas veces aludidos procesos, pues
mientras que en el primero se persiguió, entre otras prestaciones, el
reconocimiento de los frutos civiles y naturales de la finca “La
Cohetera” (objeto) en virtud de la nulidad del contrato de promesa
de compraventa de la misma (causa), en éste se reclamó el
resarcimiento del daño ocasionado a los actores (objeto) como
consecuencia de que la demandada no les entregó el citado predio
con el pinar que en él existía, en la forma ordenada en aquel
proceso, plantación que, en concepto de los demandantes, les
pertenecía, por acceder al terreno materia de la restitución
decretada, debido a que Pulpapel la taló en los años 1995 y 1996
(causa).

5. Se reitera, entonces, que la sentencia de primera


instancia, habrá de revocarse y, en tal virtud, se sigue al estudio de
la acción, como corresponde.

6. A voces del artículo 2341 del Código Civil, “[el]


que ha cometido un delito o culpa, que ha inferido daño a otro, es
obligado a la indemnización, sin perjuicio de la pena principal que la
ley le imponga por la culpa o el delito cometido”. En relación con el
mencionado precepto, cardinal en el régimen del derecho privado
por cuanto constituye la base fundamental de la responsabilidad
civil extracontractual, debe recordarse que cuando un sujeto de
derecho, a través de sus acciones u omisiones, causa
injustamente un daño a otro, y existe, además, un factor o criterio
de atribución, subjetivo por regla general y excepcionalmente

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 18


objetivo, que permita trasladar dicho resultado dañoso a quien lo
ha generado -o a aquél que por éste deba responder-, surge a su
cargo un deber de prestación y un derecho de crédito en favor de
la víctima, que tiene por objeto la reparación del daño inferido,
para que quien ha sufrido el señalado detrimento quede en una
situación similar a la que tendría si el hecho ilícito no se hubiera
presentado, es decir, para que se le repare integralmente el
perjuicio padecido.

De conformidad con lo anteriormente reseñado, es


menester tener presente que para que se pueda despachar
favorablemente una pretensión de la mencionada naturaleza, en
línea de principio, deben encontrarse acreditados en el proceso
los siguientes elementos: una conducta humana, positiva o
negativa, por regla general antijurídica; un daño o perjuicio, esto
es, un detrimento, menoscabo o deterioro, que afecte bienes o
intereses lícitos de la víctima, vinculados con su patrimonio, con
los bienes de su personalidad, o con su esfera espiritual o
afectiva; una relación de causalidad entre el daño sufrido por la
víctima y la conducta de aquel a quien se imputa su producción o
generación; y, finalmente, un factor o criterio de atribución de la
responsabilidad, por regla general de carácter subjetivo (dolo o
culpa) y excepcionalmente de naturaleza objetiva (v.gr. riesgo).

Se impone, por consiguiente, constatar la satisfacción


de cada uno de los referidos elementos estructurales de la
responsabilidad civil de cara a la presente acción.
7. En el escrito con el que se dio inicio al litigio se
precisó que el hecho ilícito cometido por la demandada, en virtud
del cual ella está llamada a responder por los perjuicios que irrogó a
A.S.R. EXP. 2005-00058-01 19
los actores, consistió en “la tala y aprovechamiento de las
plantaciones madereras que extrajo de la finca La Cohetera durante
los años 1995 y 1996”.

7.1. Al respecto, pertinente es señalar,


delanteramente, que la referida actividad, como tal, aparece aquí
plenamente acreditada con prueba de confesión, habida cuenta
que, en primer término, en la contestación de la demanda Pulpapel
admitió el hecho de la tala del mencionado sembradío, empero la
calificó de lícita, y, en segundo lugar, porque el representante legal
de la citada accionada, en el interrogatorio de parte extraproceso
que absolvió en audiencia realizada ante el Juzgado Primero Civil
Municipal de Yumbo, Valle, el 10 de febrero de 1997, expresó lo
siguiente: “PREGUNTADO 1: Diga al despacho cómo es cierto, que
la [compañía] CELULOSA Y PAPEL DE COLOMBIA S.A. ha venido
explotando económicamente, durante los últimos años, la finca la
Cohetera, ubicada en la zona rural del Municipio de Cajibío, Dpto.
del Cauca. CONTESTO: Sí, es cierto, la empresa (…) viene
administrando y manejando la finca la Cohetera en los últimos
años, al igual que haciendo los aprovechamientos forestales que
técnica y económicamente deban efectuarse. PREGUNTADO 2:
Manifieste al despacho cómo es cierto que durante los dos últimos
años la compañía CELULOSA Y PAPEL DE COLOMBIA, cortó y
extrajo de la finca la Cohetera la totalidad de la madera de pino que
era aprovechable. CONTESTO: Sí, es cierto. PULPAPEL ante la
edad de la plantación y por razón del negocio en el cual se
encuentra integrada la madera como materia prima, procedió a
aprovechar la gran mayoría de la plantación, ya que de lo contrario
se habrían producido pérdidas”.

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 20


7.2. No obstante lo anterior, se impone destacar que
las partes controvirtieron sobre la ilicitud de esa conducta. Para el
extremo demandante, dicho proceder transgredió el ordenamiento
jurídico como quiera que el pinar talado por la demandada era de
su propiedad, aserto que sustentó en el hecho de que se trataba de
bienes inmuebles por adhesión que formaban parte de la finca “La
Cohetera”, y en que, por tal razón, la demandada tenía la obligación
de restituírselos, junto con el inmueble por naturaleza en el que
estaban incorporados, en cumplimiento de la orden impartida en el
punto cuarto de las resoluciones adoptadas en la sentencia de
primera instancia que se profirió en el juicio de nulidad que
antecedió a éste, determinación que fue confirmada por el Tribunal
al resolver la apelación que se sometió a su conocimiento y que,
adicionalmente, no fue modificada por la Corte en el fallo de
reemplazo que emitió, como consecuencia de haber casado
previamente la sentencia de segunda instancia. En cambio, para la
demandada su proceder fue lícito, puesto que los pinos que taló le
pertenecían, como quiera que eran frutos del citado inmueble y en
el mencionado proceso se negó su reconocimiento en favor de los
promotores de ese litigio, negativa de la que infirió su titularidad.

Se hace necesario, pues, dilucidar la problemática


expuesta y, para el efecto, establecer la naturaleza de la plantación
aprovechada por Pulpapel, así como la titularidad de los derechos
sobre la misma, en pro de lo cual son pertinentes las siguientes
apreciaciones:
7.2.1. Según el artículo 714 del Código Civil, “[s]e
llaman frutos naturales los que da la naturaleza, ayudada o no de la
industria humana”, concepto que, para mayor claridad, puede
ilustrarse con los ejemplos que, a su turno, contemplan los artículos
A.S.R. EXP. 2005-00058-01 21
715 y 716 de la misma obra, que son del siguiente tenor:

“Art. 715.- Los frutos naturales se llaman pendientes


mientras que adhieren todavía a la cosa que los produce, como las
plantas que están arraigadas al suelo, o los productos de las
plantas mientras no han sido separados de ellas.

“Frutos naturales percibidos son los que han sido


separados de la cosa productiva, como las maderas cortadas, las
frutas y granos cosechados, etc., y se dicen consumidos cuando se
han consumido verdaderamente, o se han enajenado” (se subraya).

“Art. 716.- Los frutos naturales de una cosa pertenecen


al dueño de ella; sin perjuicio de los derechos constituidos por las
leyes, o por un hecho del hombre, al poseedor de buena fe, al
usufructuario, al arrendatario.

“Así, los vegetales que la tierra produce


espontáneamente o por el cultivo, y las frutas, semillas y demás
productos de los vegetales, pertenecen al dueño de la tierra.

“Así también las pieles, lana, astas, leche, cría y demás


productos de los animales, pertenecen al dueño de estos” (se
subraya).

Apreciados en conjunto los preceptos que se dejan


reproducidos, se establece que, tratándose de bienes inmuebles,
son frutos naturales tanto los vegetales (yerbas, plantas, árboles,
etc.) que de la tierra brotan, con o sin la ayuda de los seres
humanos, esto es, espontáneamente o como consecuencia de un
A.S.R. EXP. 2005-00058-01 22
cultivo, y la totalidad de las cosas que ellos -los vegetales-
produzcan, como frutas, flores, semillas, hojas, madera, etc.

En torno del artículo 714 del Código Civil, la Corte


tiene precisado que “[e]sta definición comprende tan sólo los
frutos que suministra la naturaleza, con o sin el concurso de la
industria del hombre. A la primera clase, o sea a los que se
obtienen sin intervención humana, pertenecen las yerbas de los
campos, los bosques y las crías de los animales; y a la segunda,
los pastos artificiales, los productos de la minas y canteras y las
cosechas que se obtienen mediante el concurso del hombre,
como las de café, trigo, cebada, etc.” (Cas. Civ., sentencia del 30
de junio de 1925, G.J. XXXII, pág. 10).

Para la doctrina, “[l]os frutos son rendimientos


económicos que se extraen de las cosas conforme a su destino y
sin alterar su esencia. Es suficiente que se trate de simples
rendimientos económicos de la cosa, obtenidos dentro de una
explotación regular. El art. 714 del Código comprende tanto los
rendimientos orgánicos como los inorgánicos, pues en forma
amplia se refiere ese texto legal a cuanto produzca la naturaleza,
y el art. 717 abarca los rendimientos jurídicos o civiles (…) La
doctrina francesa, en cambio, presenta una noción restringida de
los frutos, considerándolos como lo que produce una cosa en
intervalos regulares, sin disminución de la sustancia. Por este
motivo, no se consideran frutos los árboles, la arena o el mármol
que se extrae del suelo (…). El Código Civil [colombiano] no exige
la periodicidad; por consiguiente, los árboles, la arena y demás
productos inorgánicos, son frutos, a condición de que se

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 23


obtengan dentro de una explotación normal de la cosa”.1 En torno
de ese diverso tratamiento de los frutos en el sistema legal
colombiano y el francés, se ha observado igualmente que
“[n]uestra legislación no distingue “productos” y “frutos” no
obstante obedecer estas denominaciones a conceptos diferentes” 2
y que “[e]n nuestro Código, se ha dicho (art. 713), no se hace
distinción entre frutos naturales y productos, que son los objetos
que se separan de una cosa con detrimento paulatino de ella,
como las rocas, mármoles, arena o piedra de una cantera, o el
mineral sacado de una mina cuya explotación forzosamente altera
la sustancia del bien que los produce (…)”.3

En tal supuesto -el de los bienes inmuebles-, la tierra,


como tal, es decir, el suelo mismo, es “la cosa que los produce” y
los vegetales que nazcan (yerbas, plantas, árboles), así como lo
que éstos produzcan (frutas, flores, semillas, hojas, etc.), son los
frutos.

Al comentar el artículo 644 del Código Civil chileno,


que es del mismo tenor que el artículo 714 del Código Civil
colombiano, Luis Claro Solar apuntaba que “[e]n esta definición
de la ley se comprenden, por consiguiente, todos los frutos que
provienen directamente de la cosa misma, ex ipso corpore rei.
Así, los árboles, plantas, pastos y otras yerbas, los cereales,
legumbres, etc., son frutos naturales de la tierra; las frutas son
frutos de los árboles y por lo mismo de la tierra; las pieles, pelo,
1
Valencia Zea, Arturo. Ortiz Monsalve, Álvaro. “Derecho Civil -
Derechos Reales”. Tomo II. Editorial Temis, Bogotá, 1999, pág. 148;
se subraya.
2
Gómez R., José J. “Derecho Civil II. Los Bienes”. Conferencias
dictadas en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la
Universidad Javeriana, Bogotá, 1942, pág. 25; se destaca.
3
Arteaga Carvajal, Jaime. “De los bienes y su dominio”. Editorial
Facultad de Derecho, Bogotá, 1999, pág. 169; se subraya.

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 24


lana, astas, leche, cría, son frutos de los animales; sea que se
produzcan espontáneamente sea que se produzcan mediante el
cultivo y la industria del hombre”.4

7.2.2. Ahora bien, los frutos naturales, en cualesquiera


de sus modalidades, son susceptibles, como todos los bienes, de
clasificarse en muebles e inmuebles, sin que esa primera condición
-la de que una cosa sea fruto- se vea afectada y, mucho menos,
desdibujada o desvirtuada porque, al mismo tiempo, se le considere
mueble o inmueble.

Sobre el punto, indispensable es memorar que


conforme el artículo 653 del Código Civil, “[l]os bienes consisten en
cosas corporales e incorporales” y que, de acuerdo con el artículo
654 ibídem, “[l]as cosas corporales se dividen en muebles e
inmuebles”. Ahora bien, de conformidad con los artículos 656 y 657
de la misma obra, las cosas que adhieren permanentemente a los
bienes raíces, “como los edificios o los árboles”, se consideran
inmuebles. De la misma manera, las cosas que tales inmuebles
producen o las que de ellos penden tienen esa misma naturaleza y
su separación momentánea no desvirtúa dicha conclusión. Don
Fernando Vélez, en relación con el artículo 661 del Código Civil
que trata de esta última situación, señaló que dicho precepto,
“igual al 573 del Código chileno, se funda en un principio del
Derecho romano aceptado también por el Código francés [según
el cual] los productos de los inmuebles, como los frutos de los
árboles, se consideran inmuebles mientras penden de las plantas
o raíces que los alimentan, porque esto los incorpora, puede
4
Claro Solar, Luis. “Explicaciones de Derecho Civil chileno y
comparado”. Tomo VI, “De los bienes”. Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1979, pág. 127; se subraya.

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 25


decirse, al inmueble; pero que pasan a ser muebles y a regirse
por las disposiciones relativas a éstos, desde que se les separa
de las plantas o raíces”.5

Retomando la clasificación consagrada en el ya


reproducido artículo 715 del Código Civil, se tiene que, en el caso
de los bienes raíces, los frutos naturales pendientes, que son los
“que adhieren todavía a la cosa que los produce”, tienen la
naturaleza de bienes inmuebles, puesto que los vegetales y los
productos de éstos, en que tales frutos están representados,
continúan adheridos, los primeros, al suelo y, los segundos, a la
planta que los generó, de modo que al integrar unos y otros
-vegetales y productos- un todo, tiene cabida, en relación con
ambos, la regla del artículo 657 también del Código Civil, según la
cual “[l]as plantas son inmuebles, mientras adhieren al suelo por
sus raíces, a menos que estén en macetas o cajones que puedan
transportarse de un lugar a otro”.

Cosa diferente es que el ordenamiento, a través del


concepto de bienes muebles por anticipación, para satisfacer una
necesidad de índole económica y con el propósito de facilitar la
circulación de los bienes, permita que ciertos elementos que tienen
naturaleza inmobiliaria –como los inmuebles por adhesión
permanente, los inmuebles por destinación, e, incluso, algunos
bienes inmuebles por naturaleza, como los minerales, la tierra o las
rocas-, puedan reputarse muebles, aún antes de su separación,
“para el efecto de constituir un derecho sobre dichos productos o
cosas” en favor de personas diferentes al dueño (art. 659 del C.C.).
5
Vélez, Fernando. “Estudio sobre derecho civil colombiano”. Tomo
III, Editorial Imprenta París América, Segunda Edición, París, 1926,
pág. 9.

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 26


Finalmente, se concluye que los frutos naturales
percibidos, en la medida en que su aprovechamiento implica que
ellos hayan “sido separados de la cosa productiva”, se reputan
bienes muebles, pues en este supuesto los vegetales ya no están
adheridos al suelo, ni los productos siguen formando un todo con
aquéllos.

7.2.3. Las premisas precedentes permiten colegir que


los pinos que Pulpapel plantó en la finca “La Cohetera”, una vez
recibió dicho predio como consecuencia de la promesa de
compraventa que celebró con el causante de los aquí
demandantes, señor Alfonso Pazos Mosquera, sí constituían frutos
naturales de ese inmueble, como lo propuso la demandada, y que,
en tanto permanecieron sembrados, esto es, incorporados al suelo,
también eran bienes inmuebles por adhesión permanente, cual lo
reclamaron los actores, criterios que, por consiguiente, no son
suficientes para definir a quién pertenecía dicho sembradío o quién
podía disponer de él, por lo que se debe continuar con el análisis
del tratamiento que, en cuanto hace a los frutos naturales, debe
impartirse en el momento de resolver sobre restituciones
recíprocas, en los casos en los que ellas proceden, estudio que se
hará solamente en relación con los bienes inmuebles.

7.2.4. En materia de frutos naturales, la regla general


es que ellos pertenecen al dueño de la cosa que los produce, salvo
las excepciones legales, o las que se deriven de lo decidido por los
interesados, o lo establecido respecto del poseedor de buena fe,
del usufructuario o del arrendatario (art. 716, C.C.).

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 27


A su turno, según las previsiones del artículo 964 del
Código Civil, “[e]l poseedor de mala fe es obligado a restituir los
frutos naturales y civiles de la cosa, y no solamente los percibidos
sino los que el dueño hubiera podido percibir con mediana
inteligencia y actividad teniendo la cosa en su poder”, mientras que
(…) “[e]l poseedor de buena fe no es obligado a la restitución de los
frutos percibidos antes de la contestación de la demanda; en
cuanto a los percibidos después, estará sujeto a las reglas de los
dos incisos anteriores” (se subraya).

Es claro, entonces, que en el precedente precepto, por


una parte, se consagra a cargo tanto del poseedor de buena como
de mala fe el deber de restituir los frutos, pero solamente los
“percibidos”, esto es, aquellos que corresponden a la segunda
categoría contemplada en el ya trascrito artículo 715 del Código
Civil; y, por otra, establece una excepción a la regla general
desarrollada en el artículo 716 ibídem, pues hace dueño al
poseedor de buena fe de los frutos que haya percibido con
anterioridad al enteramiento de la demanda, momento hasta el cual
puede atribuírsele dicha condición -la de poseedor de buena fe-,
pues a partir de allí, en el supuesto de ser vencido en el proceso, se
le dará el mismo tratamiento establecido para el poseedor de mala
fe y, por lo mismo, estará obligado a la restitución de la totalidad de
los frutos que perciba.

La circunstancia de que en el artículo 964 del Código


Civil se hubiese impuesto al poseedor -de buena y de mala fe- el
deber de restituir únicamente los frutos percibidos, no es una
restricción caprichosa, ni resultado de alguna inadvertencia del
legislador, sino que, por el contrario, es completamente armónica
A.S.R. EXP. 2005-00058-01 28
con las previsiones del artículo 962 de la misma obra, toda vez que,
como ya se estableció, en tanto que los frutos naturales pendientes
son bienes inmuebles (art. 657 ib.), su suerte necesariamente está
ligada a la del predio mismo y, por lo tanto, su restitución queda
comprendida en la orden de entrega que de él se imparta, como lo
consagra la señalada disposición legal, en los siguientes términos:
“En la restitución de una heredad se comprenden las cosas que
forman parte de ella, o que se reputan como inmuebles, por la
conexión con ella, según lo dicho en el título De las varias clases
de bienes” (se subraya).

Es que, como ya lo ha puntualizado la Sala, “lo


accesorio sigue a lo principal”, principio en el que “se inspira el
artículo 713 [del Código Civil] (…). Por la incorporación de lo
accesorio a lo principal el dueño de lo principal pasa a serlo de lo
accesorio (…) En tratándose de los frutos naturales, de los
vegetales que la tierra produce espontáneamente o por cultivo y
de las frutas y semillas y demás productos vegetales,…,
pertenecen al dueño de la tierra (Artículo 716 citado)” (Cas. Civ.,
sentencia del 27 de octubre de 1938, G.J. XLVII, pág. 312).

En consecuencia, en el escenario de las denominadas


prestaciones mutuas, los frutos naturales pendientes pertenecen al
propietario del bien raíz que los ha producido, pues esa es la regla
general incorporada en el artículo 716 del Código Civil, toda vez
que la excepción que dicha norma consagra en favor de los
poseedores de buena fe se refiere específicamente a los frutos
percibidos por tales detentadores antes de la notificación de la
demanda, en los términos del inciso 3° del artículo 962 ibídem.

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 29


7.2.5. Es pertinente señalar, para concluir esta parte
del análisis, que aunque el estudio del régimen jurídico relativo al
pinar en cuestión se hubiera podido abordar desde la
normatividad atinente a las mejoras establecidas en predio ajeno,
es del caso destacar que, como ya se indicó, Pupapel S.A. edificó
su defensa en este proceso sobre la base de que el referido
plantío correspondía a frutos naturales producidos por el predio,
los cuales, en su concepto, le pertenecían, postura de la
accionada que veda a la Corte toda posibilidad de tenerlo como
tal -mejora, propiamente dicha- y, consiguientemente, de definir la
disputa a la luz de las normas disciplinantes de la mencionada
institución.

En todo caso, se aprecia que la motivación de la


demandada para efectuar la plantación de que se trata se
concretaba en que, llegado el momento, pudiera aprovechar la
madera que de ella se podía obtener, es decir, lograr el beneficio
de su explotación económica, lo que, per se, descarta que ese
cultivo haya correspondido a una obra indispensable para la
conservación del predio -mejora necesaria-, o que hubiera tenido
por objeto incrementar el valor venal de la finca -mejora útil- o
dotarla de elementos suntuarios -mejoras voluptuarias-,
constatación que, en este caso particular, como viene de
registrarse, ubica el pinar, por lo tanto, en el campo de los frutos
naturales, pues, según lo tiene precisado la Sala, “[l]as
prestaciones mutuas, como lo ha recordado esta Corporación,
consisten en ‘el reconocimiento de los frutos, entendidos como el
producido del bien en disputa relacionado con los paralelos
gastos ordinarios de producción que son aquéllos en que habría
incurrido cualquiera persona para obtenerlos y que por lógica
A.S.R. EXP. 2005-00058-01 30
deben ser asumidos en definitiva por quien se va a beneficiar de
aquellos al tenor del inciso final del art. 964 del Código Civil, y las
expensas o mejoras a las cuales se refieren los artículos 965, 966
y 967 ibídem, atinentes en esencia a la gestión patrimonial
cumplida por el poseedor condenado a restituir y que tienen
expresión, por norma, en los gastos que se hacen por ese
poseedor y con los que pretendió mejorar el bien, llevando de
ordinario consigo la noción de aumento, progreso, mayor utilidad,
mas adecuado servicio o mejor presentación’ (…)” (Cas. Civ.,
sentencia del 18 de octubre de 2000, expediente No. 5673; se
subraya).

7.2.6. Aplicadas las pautas que se dejan delineadas al


proceso que con anterioridad a éste cursó entre las mismas partes,
cuyo objetivo principal fue que se declarara la nulidad absoluta del
contrato de promesa de compraventa base de esa acción, se arriba
a las siguientes conclusiones:

a) La orden impartida en el punto cuarto de las


resoluciones del fallo de primera instancia a Pulpapel de “restituir
dentro de los 10 días siguientes a la ejecutoria de esta providencia
el inmueble relacionado en el acápite respectivo de la demanda, a
los demandantes, junto con todas las cosas que forman parte de él
o que se reputen como inmuebles por su conexión con el mismo”
(se subraya), decisión que, según ya se ha reseñado, no fue objeto
de modificación por parte del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Cali al desatar la apelación que contra aquél pronunciamiento
interpuso la mencionada sociedad, ni por esta Sala de la Corte en
el fallo sustitutivo que dictó, luego de casar la sentencia de segunda
instancia, sí comprendió la plantación de pino que existía en aquel
A.S.R. EXP. 2005-00058-01 31
momento en el predio, la cual jurídicamente correspondía al
concepto de frutos naturales pendientes del mencionado predio, y,
al igual que el bien inmueble por naturaleza en el que estaba
incorporada, era de propiedad de los gestores de esa controversia.

b) Tanto la determinación que en relación con frutos


naturales adoptó el citado Tribunal en el proveído que en ese juicio
emitió, mediante la cual los reconoció e impuso a la demandada la
condena a restituirlos, como la revocatoria de ella, que pronunció la
Corte en la ya también comentada sentencia sustitutiva que profirió,
versaron exclusivamente sobre los frutos naturales percibidos en el
periodo que allí mismo se precisó (28 de enero de 1992 a 18 de
marzo de 1993), y no sobre los frutos naturales pendientes,
sujetándose así cabalmente a los parámetros legales que al
respecto eran y son pertinentes.

7.2.7. De todo lo hasta aquí expresado se sigue que


Pulpapel S.A., en acatamiento de la orden de restitución referida en
el punto anterior, estaba obligada a entregar a los demandantes la
finca “La Cohetera” con la plantación de pinos que estaba
sembrada en ella, razón por la cual no podía, como lo hizo en 1995
y 1996, proceder a su tala y aprovechamiento, conducta que al reñir
abiertamente con las disposiciones legales aquí señaladas, así
como con la decisión de la que también ya se hizo mérito, deviene
en un comportamiento ilícito, tanto más cuanto que con el mismo se
afectó de manera ilegítima el círculo jurídico de actuación de los
aquí demandantes, quienes no tienen el deber jurídico de soportar
dicho detrimento.

8. Como quedó expresado, el daño, de manera


A.S.R. EXP. 2005-00058-01 32
general, está constituido por todo menoscabo, detrimento o
deterioro que se produzca en intereses lícitos de la víctima,
vinculados con elementos pertenecientes a su patrimonio, con los
bienes de su personalidad, o con su órbita espiritual o afectiva.

8.1. Así las cosas, ninguna duda aflora sobre la


presencia de este elemento en el caso sub lite, toda vez que si el
pinar que se encontraba en el predio “La Cohetera” pertenecía a los
actores y, por tal virtud, les debía ser entregado por la demandada,
la tala y aprovechamiento que respecto de él realizó de manera
ilícita Pulpapel en los años 1995 y 1996 tornó imposible su
restitución, lo que, por ende, significó para aquéllos un detrimento o
menoscabo patrimonial evidente, por la desaparición de la
plantación y la consiguiente imposibilidad de realizar su explotación.
El señalado detrimento corresponde técnicamente a la noción de
daño emergente, el cual ha sido entendido como “un
empobrecimiento del patrimonio en sus valores actuales”6, que
ordinariamente está representado en un menor valor de los activos
patrimoniales -por destrucción, deterioro, menoscabo o inutilización
de los bienes que lo conforman-, o en la realización de erogaciones
o gastos con ocasión del hecho ilícito.

Al respecto, ha señalado la jurisprudencia nacional que


“[e]l daño emergente abarca la pérdida misma de elementos
patrimoniales, los desembolsos que hayan sido menester o que
en el futuro sean necesarios y el advenimiento del pasivo,
causados por los hechos de los cuales trata de deducirse la
responsabilidad” (Cas. Civ., sentencia del 29 de septiembre de
6
Bustamante Alsina, Jorge. Teoría General de la Responsabilidad
Civil. Ed. Abeledo – Perrot. Buenos Aires, Argentina, Novena
Edición. 1997. Pág. 170.

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 33


1978, citada en el fallo del 28 de junio de 2000, expediente No.
5348, en el que se reiteró ese mismo criterio; se subraya).

8.2. Como prueba del daño causado a los


demandantes, militan en autos los siguientes elementos
demostrativos:

8.2.1. La verificación que se hizo en la diligencia de


inspección judicial anticipada, con intervención de peritos,
practicada por el Juzgado Segundo Promiscuo de Cajibío, Cauca,
el 15 de noviembre de 1996, de la que debe destacarse:

a) Respecto “de las plantas o bosques que se


encuentran en la finca ‘LA COHETERA’”, en la referida prueba se
hizo constar que “[f]uera de unos árboles que [se] conocen como
pinos, se encuentran las siguientes especies: árboles de yarumo,
cascarillo, roble, jigua, arrayán, árboles de mayo y, el resto o
algunos sectores, con bosque natural pequeño en diferentes
sectores, sobre todo a orillas de las vertientes de agua viva; de
igual manera algunos árboles de eucalipto a la orilla de la carretera,
lado sur, que sirven como cerca viva”.

b) En relación con “las huellas, rastro o vestigios


dejados por la tala y extracción de madera de pino de las
variedades antes señaladas”, la funcionaria encargada de la
realización de la probanza señaló que “[d]urante el recorrido de la
finca y más que todo por la vía interna, se observaron dos (2) zonas
en las cuales presuntamente se ha talado y extraído madera y
según los vestigios se trata de pino, en un tiempo de corte que ya
dictaminarán los peritos. Como vestigio o huellas se encuentran las
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ramas esparcidas en los sectores mencionados, al igual que los
tocones. También se encontró en plena vía interna un aserrío
reciente, al igual [que] trozos de madera que están al margen del
carreteable”.

c) Por último, sobre la “madera que se encuentre


cortada o arrumada y lista para transporte o de actividades de
trabajadores de la Compañía que se dedican a esa labor”, se
verificó que “[e]n la parte interna de la finca ‘LA COHETERA’ se
halló madera cortada y dispuesta a la orilla de la carretera, de igual
manera en el punto sur de la finca se encuentran arrumados
troncos de madera en una cantidad aproximada de doscientas
(200) toneladas y que está lista para ser transportada. De igual
forma se observan trabajadores que se dedican a las labores
propias de la extracción de madera”.

8.2.2. Adicionalmente, se observa que en la diligencia


en la que se pretendió –infructuosamente- realizar la entrega del
predio por la misma oficina judicial, adelantada los días 5 y 6 de
marzo de 2008, cuya acta, en copia auténtica, milita del folio 139 al
161 del cuaderno No. 8 del expediente, por una parte, con los
interrogatorios recibidos a los opositores y con los testimonios
escuchados a terceros, se estableció que la finca “La Cohetera”,
para entonces, carecía por completo de productos maderables; y,
por otra, que la autoridad encargada de la realización de ese acto,
dejó expresa constancia sobre que “realizado el recorrido para la
identificación del predio éste se encontró completamente ocupado
con siembras de café, plátano, caña, árboles frutales, bosque
natural en las cercanías del río Pedregosa y varias casas de
propiedad de los ocupantes, quienes estuvieron presentes en la
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diligencia”.

8.3. Salta de bulto, entonces, que el pinar en cuestión


no se entregó a los demandantes y que, por lo mismo, no hay duda
de la ocurrencia del daño que ellos aquí esgrimieron para que les
fuera reparado.

9. Las pruebas en precedencia señaladas,


analizadas en conjunto con la documental consistente en las copias
que de las sentencias dictadas en el tantas veces mencionado
proceso ordinario de nulidad, permiten concluir, sin vacilaciones,
que fue la conducta ilícita que desplegó la demandada en los años
1995 y 1996, al talar y aprovecharse de ese material maderable, la
causa del detrimento patrimonial sufrido por los actores.

10. Establecida la concurrencia de los presupuestos


anteriormente reseñados, es necesario destacar, finalmente, que
para que surja la obligación indemnizatoria en cabeza del
demandado, debe evidenciarse la presencia de un factor o criterio
que permita atribuirle a éste la responsabilidad civil, el que, como ya
se señaló, es, por regla general, de naturaleza subjetiva, pues se
concreta en la necesidad de establecer que el comportamiento del
accionado es constitutivo de culpa.

En pronunciamiento reciente, la Corte señaló que “el


comportamiento del autor del daño [es culpable cuando] no se
haya ajustado a los estándares de conducta exigibles para la vida
en sociedad, particularmente en cuanto a la omisión de los
deberes de prevención y de evitación de daños que a cada uno
corresponde según el rol que desempeñe” (Cas. Civ., sentencia
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del 18 de diciembre de 2009, expediente No. 11001-3103-040-
2003-00758-01).

Con fundamento en lo anteriormente señalado, debe


tenerse presente que, como ya se indicó, conforme los lineamientos
del artículo 964 del Código Civil, la aquí demandada, desde el
momento en que fue vinculada al proceso ordinario de nulidad
contractual a que se ha hecho referencia, era calificada como
poseedora de mala fe para efectos de las restituciones a que
hubiere lugar en el supuesto de resultar exitosa dicha acción, lo que
naturalmente debía generar efectos respecto de su comportamiento
en relación con las plantaciones existentes en la finca “La
Cohetera”.

Aunado a lo anterior, se produjo la orden de restitución


de la mencionada finca “junto con todas las cosas que forman parte
de él o que se reputen inmuebles por su conexión con el mismo”,
que fue impartida por el Juzgado Primero Civil del Circuito de Cali
en la sentencia del 22 de abril de 1994, determinación que, como
se ha destacado, fue confirmada por el Tribunal Superior de ese
Distrito Judicial en el fallo de segunda instancia proferido el 18 de
octubre de 1994.

En este orden de ideas, dable es entender que la


explotación económica del sembradío en cuestión que se hizo en
los años 1995 y 1996, es decir, se resalta, con posterioridad a los
memorados fallos de instancia, fue realizada por la demandada con
pleno conocimiento de lo acontecido y decidido en el referenciado
litigio y, que, por lo tanto, fue Pulpapel quien conscientemente se
colocó en situación de no poder cumplir tales determinaciones,
A.S.R. EXP. 2005-00058-01 37
especialmente la relacionada con la restitución del predio con el
pinar que se encontraba plantado en su interior, pues de manera
voluntaria lo taló y aprovechó para sí, conducta ésta contraria a la
que ha debido observar para evitar la causación de daños en el
patrimonio de los propietarios del mencionado inmueble.

Ninguna incidencia tiene frente a la conclusión


precedente, que la sentencia de segunda instancia dictada en la
aludida controversia hubiese sido recurrida en casación por
Pulpapel y, menos, la suspensión que de su ejecución fue
decretada, al tenor del inciso 5º del artículo 371 del Código de
Procedimiento, por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali
mediante auto del 27 de marzo de 1995 (fl. 196, cd. 6), habida
cuenta que ni la interposición de dicha impugnación extraordinaria,
ni la señalada suspensión, son circunstancias que por sí mismas
tengan la virtud de desvirtuar las decisiones adoptadas en el fallo
cuestionado y que, por ende, en el caso sub judice, autorizaran a la
citada empresa para que procediera de modo diferente y, menos
todavía, para que, como se dijo, se apropiara de la plantación en
cuestión.

11. En definitiva, se concluye que la acción


planteada por los demandantes ante la jurisdicción está llamada a
prosperar.
12. En cuanto hace a las excepciones meritorias
propuestas por la accionada al contestar la demanda, caben las
siguientes consideraciones:

12.1. Suficientes razones quedaron consignadas tanto


en la sentencia con la que se resolvió favorablemente el recurso
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extraordinario de casación que la parte demandante interpuso
contra el fallo de segunda instancia que en este asunto profirió el
Tribunal Superior de Popayán, como en las motivaciones que
anteceden, para colegir el fracaso de la excepción de cosa juzgada.

12.2. En cuanto hace a la otra defensa, que se


denominó “IMPROCEDENCIA DE LA FORMA SUSTANCIAL
INVOCADA POR LOS ACTORES PARA RECLAMAR SU
PRETENDIDA INDEMNIZACIÓN DE PERJUICIOS”, basta con
decir que como el contrato de promesa de compraventa que
celebraron el 14 de noviembre de 1974 José Alfonso Pazos
Mosquera, como prometiente vendedor, y Pulpapel, como
prometiente compradora, fue declarado absolutamente nulo
mediante sentencia del 22 de abril de 1994, proferida en el proceso
que antecedió a éste por el Juzgado Primero Civil del Circuito de
Cali, pronunciamiento que no fue modificado y, menos aún,
revocado, en los fallos de segunda instancia y de casación que a
continuación de aquél se emitieron en ese mismo asunto, no estaba
al alcance de los promotores de este litigio enjuiciar a la aquí
demandada por la vía de la responsabilidad civil contractual
derivada de ese particular negocio jurídico por simple sustracción
de materia, razón por la cual el indicado mecanismo defensivo no
está llamado a acogerse.

Adicionalmente es de verse que la ilicitud de la


conducta generadora de la responsabilidad establecida a cargo de
la demandada no tiene como referente la desatención o la
infracción de los deberes de prestación surgidos del mencionado
contrato preparatorio, sino la puntual decisión judicial concerniente
con la entrega a los actores del predio “La Cohetera” junto con

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todas las cosas que formaban parte de él o que, por conexión con
el mismo, se reputaban inmuebles y la conducta que con
posterioridad a los fallos de instancia en que se adoptó esa
determinación asumió la demandada, escenario éste que, por
consiguiente, escapaba, y escapa, a la órbita de la responsabilidad
contractual aducida por la excepcionante.

Habrá de denegarse, por lo tanto, el mecanismo


defensivo examinado.

13. Acreditados los presupuestos de la


responsabilidad civil demandada y desechadas las excepciones
propuestas, pasa a continuación la Corte a realizar la cuantificación
del perjuicio sufrido por los accionantes por la pérdida del
sembradío indebidamente aprovechado por Pulpapel, perjuicio que,
como ya se ha señalado, se ubica en la modalidad del daño
emergente.

Con miras a determinar su cuantía, la Corte acogerá la


estimación que sobre el punto efectuaron los peritos José Franco
Alvis Gordo y Gustavo Lozano Rojas en la pericia decretada para
ser evacuada al tiempo con la inspección judicial anticipada que, en
su momento, solicitaron los actores, trabajo que obra del folio 51 al
58 del cuaderno No. 1, toda vez que la objeción por error grave que
en contra de ese trabajo formuló la demandada, al no haber sido
comprobada, se desestimó (auto de 9 de abril de 1997, fl. 121, cd.
1) y porque las conclusiones a que allí arribaron los expertos,
aparecen debidamente explicadas y sustentadas.

En resumen, los peritos conceptuaron que “[e]l valor


comercial en pesos de la madera aprovechada de la finca La
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COHETERA es: -Pinus pátula $471.736.000,oo. -Pinus oocarpa
$17.006.000,oo. -Pinus tecunumanii $37.522.500,oo. Total
$526.264.500,oo”.

Para arribar a esos montos, los auxiliares de la justicia


determinaron, por separado, respecto de cada una de las indicadas
especies de pino, el tiempo de las plantaciones y las características
de las mismas; con apoyo en conceptos técnicos y la utilización de
tablas de crecimiento y producción elaboradas por el INDERENA,
calcularon la cantidad de madera que existía; discriminaron su
utilización en “aserrío”, “postes”, “estacones” y “leña para pulpa”
porcentualmente; conforme los valores que obtuvieron según el
sondeo que realizaron en los mercados local y departamental y la
información que al respecto les fue suministrada por la parte
demandante, fijaron el precio del metro cúbico de madera en pie,
para cada una de esas modalidades; y, finalmente, realizaron las
operaciones matemáticas necesarias para concretar el valor de la
pérdida experimentada por los demandantes, teniendo en cuenta
los volúmenes de madera que dictaminaron y el precio que fijaron
para su comercialización.

En procura de traer a valor presente el monto total fijado


por los expertos, se aplicará la fórmula conforme la cual la suma
actualizada (Sa) es igual a la suma histórica (Sh) multiplicada por el
índice de precios al consumidor del mes hasta el que se va a
realizar la actualización (índice final) dividido por el índice de
precios al consumidor del mes del que se parte (índice inicial).

Al respecto, debe recordarse que los referidos índices


de precios al consumidor son un hecho notorio que no requiere de
prueba en el proceso (art. 177, inciso 2º, C. de P.C.). Los que aquí
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se utilizarán, corresponden a los certificados por el DANE para los
correspondientes períodos.

Como la actualización se hará hasta el mes de enero de


2011, se tomará como valor del mismo el porcentaje de 106.19. Y
en razón a que la experticia analizada se presentó el 29 de
noviembre de 1996, el índice inicial será el de entonces, es decir,
37.72.

Así las cosas, se tiene: Sa = $526.264.500.00 X


106.19 / 37.72, lo que arroja la suma de $1.481’548.972,82.

Para el cálculo del interés puro, del 6% anual, no se


aplicará la fórmula expresada en la demanda, como quiera que ella
sirve para cuantificar el interés compuesto producido por una
determinada suma de dinero, procedimiento que comporta el cobro
de intereses sobre los intereses previamente causados y que van
capitalizándose y que, por lo mismo, no es la que procede en
asuntos como el que se analiza.

Por consiguiente, para efectos de la determinación del


aludido interés - del 6% anual-, deberá partirse de la suma nominal
en que los peritos fijaron el valor del pinar indebidamente
aprovechado por la demandada ($526.264.500.00) y aplicar la
referida tasa, equivalente al 0.5% mensual, desde el 29 de
noviembre de 1999 -fecha del dictamen- hasta el 31 de enero
próximo pasado -fecha de corte- (11 años, 2 meses y 2 días), lo
que totaliza la cantidad de $352.772.636,50.

15. La corrección monetaria y los intereses puros del


6% anual que sobre la suma de $526.264.500,00 se causen a

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partir, inclusive, del 1º de febrero del año que avanza (2011),
deberán liquidarse con sujeción a las previsiones indicadas por la
Corte en precedencia y al mandato del inciso final del artículo 308
del Código de Procedimiento Civil.

16. Las costas, en las dos instancias, se impondrán


a la demandada.

DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


en Sala de Casación Civil, actuando en nombre de la República,
por autoridad de la ley y en sede de segunda instancia, REVOCA
en su integridad la sentencia que en el proceso que se dejó
referenciado al inicio de esta providencia profirió el 18 de
septiembre de 2006 el Juzgado Tercero Civil del Circuito de
Popayán y, en su defecto, RESUELVE:

Primero: Declarar imprósperas las excepciones de


mérito que propuso la accionada en este asunto.

Segundo: Declarar a la demandada civilmente


responsable de los daños sufridos por los actores, conforme el
análisis efectuado en la parte considerativa de este proveído.

Tercero: Condenar a CELULOSA Y PAPEL DE


COLOMBIA S.A. -PULPAPEL- a pagar a los demandantes, por
concepto de perjuicios patrimoniales en la modalidad de daño
emergente, la suma de QUINIENTOS VEINTISÉIS MILLONES

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DOSCIENTOS SESENTA Y CUATRO MIL QUINIENTOS PESOS
MONEDA CORRIENTE ($526.264.500,00), junto con la corrección
monetaria y un interés del 6% anual, de acuerdo con lo expresado
en las motivaciones del fallo, condena que al 31 de enero del
presente año equivale, por capital, a UN MIL CUATROCIENTOS
OCHENTA Y UN MILLONES QUINIENTOS CUARENTA Y OCHO
MIL NOVECIENTOS SETENTA Y DOS PESOS CON OCHENTA Y
DOS CENTAVOS MONEDA CORRIENTE ($1.481’548.972,82) y,
por intereses, a TRESCIENTOS CINCUENTA Y DOS MILLONES
SETECIENTOS SETENTA Y DOS MIL SEISCIENTOS TREINTA Y
SEIS PESOS CON CINCUENTA CENTAVOS MONEDA
CORRIENTE ($352.772.636,50).

Cuarto: Condenar a la citada demandada al pago de


las costas en primera y segunda instancias. En la liquidación que se
haga de las últimas por el Tribunal, inclúyase por concepto de
agencias en derecho la suma de SETENTA Y TRES MILLONES
TRESCIENTOS SETENTA Y DOS MIL OCHOCIENTOS SESENTA
Y CUATRO PESOS MONEDA CORRIENTE ($73’372.864.00).

Cópiese, notifíquese y cúmplase.

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 44


Ausencia justificada

RUTH MARINA DÍAZ RUEDA

FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

WILLIAM NAMÉN VARGAS

ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

A.S.R. EXP. 2005-00058-01 45

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