Está en la página 1de 2

En 1.875 se restauró la monarquía borbónica en la persona del rey Alfonso XII.

Su promotor
fue el líder conservador Antonio Cánovas del Castillo, quien organizó un sistema político
fundamentado en una monarquía parlamentaria de tipo conservador, que aspiraba a mantener
el orden social y económico. Este sistema se basaba en el bipartidismo y un turnismo que
garantizaban la alternancia pacífica en el poder de los dos grandes partidos políticos gracias
al fraude electoral.
Los partidos políticos debían ser un instrumento al servicio de la monarquía. Para ello era
necesario formar nuevos partidos que superaran la etapa del Sexenio y contuviesen a los
radicalismos republicanos y los carlistas. Se impuso, por tanto, un sistema bipartidista, similar
al británico, dominado por los partidos Conservador, liderado por Antonio Cánovas del Castillo,
y Liberal, liderado por Práxedes Mateo Sagasta.

El sistema político de la Restauración se sustentaba en la Constitución de 1876, hasta ahora


la de mayor vigencia en la historia contemporánea de España, pues duró hasta 1923.
Su principal logro fue la estabilidad, de la que había carecido el país desde 1808. Se trata de
un texto breve, con solo 89 artículos, que surgió como una síntesis entre las dos
constituciones precedentes, las de 1845 y 1869.
La forma en que se elaboró, por medio del pacto, explica su durabilidad. Su escasa concreción
dejaba en manos del partido gobernante aspectos básicos como los derechos individuales, el
sufragio o la cuestión religiosa.
Los rasgos básicos del texto eran:
a.- La soberanía compartida rey–Cortes. La Corona regulaba los tres poderes, como directora
y moderadora de la vida política.
b.- El derecho al sufragio se dejaba pendiente al no precisar el sistema de votación: censitario
o universal masculino, este último se legisló en 1890.
c.- La regulación de los derechos de los ciudadanos se dejaba en manos de los gobiernos de
turno. De estos, el más controvertido fue la libertad religiosa.

Los dos partidos políticos principales, el Conservador y Liberal, se alternaban pacíficamente


en el poder. Los cambios de gobierno estaban pactados de antemano entre ambos partidos y
se concedían mutuamente plazos razonables de gobierno. En la práctica, por tanto, el turnismo
se lograba mediante la manipulación electoral (pucherazo), falseando los resultados
electorales. Este continuo fraude permite hablar de una democracia puramente formal o
“sistema liberal sin democracia. En este falseamiento electoral desempeñaban una labor
decisiva los caciques locales y comarcales (caciquismo), además de los gobernadores civiles
provinciales, conforme al apoyo de la Corona y de las élites de los partidos dinásticos.

El partido de la oposición aceptaba los cambios de cierta importancia realizados por el partido
en el poder y se comprometía a mantenerlos cuando les correspondiese gobernar. Cuando el
partido consideraba que le había llegado el momento de gobernar o de dejar el gobierno y
pasar a la oposición, lo pactaba con el otro partido y con el Rey, porque el Rey era el que tenía
que nombrar al jefe del partido de la oposición para que convocase elecciones.
El Rey, según el poder que le concedía la Constitución de 1876, mandaba formar gobierno al
nuevo partido, disolvía las antiguas Cortes y convocaba nuevas elecciones que, debidamente
manipuladas, proporcionaban la mayoría necesaria al partido que empezaba a gobernar. El
partido saliente se convertía en oposición y esperaba a que le llegase otra vez el turno. Este
sistema hizo que en España durante mucho tiempo no hubiese pronunciamientos militares.
Tanto un partido como el otro tenían una red organizada para que los resultados electorales
fuesen adecuados a cada uno. En cada capital de provincia, el Gobernador Civil, que ahora es el
Delegado del Gobierno, elaboraba la lista de los candidatos que tenían que ser elegidos en
cada localidad y daba a su vez las instrucciones correspondientes a los caciques locales que
mediante amenazas y extorsiones conseguían los resultados deseados, en caso de que esto no
funcionara se utilizaba el pucherazo que consistía en cambiar la urna verdadera por otra con
los votos deseados antes del recuento. En las ciudades esta capacidad de manipulación era
menor.
Durante el reinado de Alfonso XII (1874-1885) estuvieron más tiempo en el poder los
conservadores.
Al morir el rey en 1885 se estableció un periodo de Regencia ante la minoría de edad de
Alfonso XIII, encabezado por la reina María Cristina de Habsburgo (1885-1902) y se decidió
continuar con el sistema. En este periodo estuvieron más tiempo en el poder los liberales.
En 1902 fue declarado mayor de edad Alfonso XIII, quien asistió a la descomposición del
sistema de la Restauración durante su reinado hasta la dictadura de Primo de Rivera.

También podría gustarte