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Su promotor
fue el líder conservador Antonio Cánovas del Castillo, quien organizó un sistema político
fundamentado en una monarquía parlamentaria de tipo conservador, que aspiraba a mantener
el orden social y económico. Este sistema se basaba en el bipartidismo y un turnismo que
garantizaban la alternancia pacífica en el poder de los dos grandes partidos políticos gracias
al fraude electoral.
Los partidos políticos debían ser un instrumento al servicio de la monarquía. Para ello era
necesario formar nuevos partidos que superaran la etapa del Sexenio y contuviesen a los
radicalismos republicanos y los carlistas. Se impuso, por tanto, un sistema bipartidista, similar
al británico, dominado por los partidos Conservador, liderado por Antonio Cánovas del Castillo,
y Liberal, liderado por Práxedes Mateo Sagasta.
El partido de la oposición aceptaba los cambios de cierta importancia realizados por el partido
en el poder y se comprometía a mantenerlos cuando les correspondiese gobernar. Cuando el
partido consideraba que le había llegado el momento de gobernar o de dejar el gobierno y
pasar a la oposición, lo pactaba con el otro partido y con el Rey, porque el Rey era el que tenía
que nombrar al jefe del partido de la oposición para que convocase elecciones.
El Rey, según el poder que le concedía la Constitución de 1876, mandaba formar gobierno al
nuevo partido, disolvía las antiguas Cortes y convocaba nuevas elecciones que, debidamente
manipuladas, proporcionaban la mayoría necesaria al partido que empezaba a gobernar. El
partido saliente se convertía en oposición y esperaba a que le llegase otra vez el turno. Este
sistema hizo que en España durante mucho tiempo no hubiese pronunciamientos militares.
Tanto un partido como el otro tenían una red organizada para que los resultados electorales
fuesen adecuados a cada uno. En cada capital de provincia, el Gobernador Civil, que ahora es el
Delegado del Gobierno, elaboraba la lista de los candidatos que tenían que ser elegidos en
cada localidad y daba a su vez las instrucciones correspondientes a los caciques locales que
mediante amenazas y extorsiones conseguían los resultados deseados, en caso de que esto no
funcionara se utilizaba el pucherazo que consistía en cambiar la urna verdadera por otra con
los votos deseados antes del recuento. En las ciudades esta capacidad de manipulación era
menor.
Durante el reinado de Alfonso XII (1874-1885) estuvieron más tiempo en el poder los
conservadores.
Al morir el rey en 1885 se estableció un periodo de Regencia ante la minoría de edad de
Alfonso XIII, encabezado por la reina María Cristina de Habsburgo (1885-1902) y se decidió
continuar con el sistema. En este periodo estuvieron más tiempo en el poder los liberales.
En 1902 fue declarado mayor de edad Alfonso XIII, quien asistió a la descomposición del
sistema de la Restauración durante su reinado hasta la dictadura de Primo de Rivera.