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PRINCIPIOS GENERALES DEL PROCESO CIVIL DISEÑO CLASICO Y MIRADA ACTUAL

¿De qué hablamos cuando hablamos de principios generales del proceso?

Se hace referencia a ellos en el artículo 693 del Código Procesal Civil de Santa Fe.

Art. 693 CPCC: “En caso de silencio u oscuridad de este código, los jueces arbitrarán la
tramitación que deba observarse de acuerdo con el espíritu que lo inspira y con los principios
que rigen en materia procesal”.

En el artículo 16 del código civil también cuando declara: “Si una cuestión civil no puede
resolverse ni por las palabras ni por el espíritu de la ley, se atenderá a los principios de leyes
análogas, y si aún la cuestión fuere dudosa, se resolverá por los principios generales del
Derecho, teniendo en consideración las circunstancias del caso”.

Concepto: se trata de “las directivas o líneas matrices dentro de las cuales se desarrollan las
instituciones del proceso”. Los principios son vigas maestras, ideas –eje, grandes líneas
inspiradoras. De ahí que los califique Eisner como fundacionales, formativos, monitores,
porque inspiran, sustentan, armonizan a los distintos ordenamientos procesales, que a lo
largo de sus disposiciones los reflejan “obstinadamente”. Sostiene Peyrano, se trata de
“construcciones jurídicas normativas”, que no expresan “realidades objetivas”, sino ideas
generales obtenidas por abstracción y que se vuelven sobre las normas para ofrecer de ellas
una visión unitaria, orgánica y sistematizada. REGLAS QUE ORDENAN EL PROCESO
Características:
---Relatividad de su opuesto: casi todos los principios procesales reconocen la viabilidad de su
contrario (dispositivo-inquisitivo; oralidad-escritura; publicidad-secreto). Esta posibilidad, sin
embargo, no se traduce en la adopción excluyente de un principio u otro (dado que pueden
complementarse o combinarse), ni tampoco su aplicación es factible en estado puro, con un
alcance absoluto. Los sistemas procesales reconocen la preeminencia de un cierto elenco de
principios, pero siempre con los matices que le impone el clima político-institucional de la
comunidad respectiva, matices éstos que implican concesiones más o menos acentuadas a los
principios opuestos. Las distintas sociedades y épocas históricas revelan, en la codificación, la
presencia de determinados principios y su preeminencia por sobre los opuestos. La
característica apuntada, que otros autores mencionan como bifrontalidad, bilateralidad o
bipolaridad, implica entonces que los principios pueden ubicarse en ambos extremos con
sentido claramente opuesto, pero su aplicación o regulación adjetiva, será siempre relativa.
A uno se le contrapone el otro.

---El dinamismo: doctrina y jurisprudencia incorpora nuevos incesantemente.


Puede afirmarse su plasticidad para receptar interpretaciones o aplicaciones no siempre
uniformes, producto del influjo que vierte sobre ellos el respectivo y siempre cambiante
contexto histórico, social y político-institucional en el cual se proyectan. Podemos también
predicar el sucesivo ensanchamiento del elenco de principios producto del laboreo
incesante de la doctrina y la mayor excelencia de su capacidad de abstracción. Resulta clara la
tendencia a aceptar un número cada vez más creciente de principios. En los últimos años por
ejemplo, hemos asistido a la entronización de nuevos principios procesales, como “el de
proscripción del abuso procesal” o “el de favor processum”. El dinamismo habla con
contundencia de una sucesiva aparición de “nuevas derivaciones de viejos principios”. En
este sentido e igualmente como fruto de la labor de la jurisprudencia y la doctrina procesales y
de los cambios en el contexto histórico y socio-político, es casi innegable admitir nuevos sub-
principios, desprendimiento de los ya conocidos, o novedosos enfoques o aplicaciones de
éstos.

----La practicidad: sirven para resolver conflictos procesales. Su frecuente invocación en los
repertorios jurisprudenciales es signo de la riqueza de sus connotaciones prácticas y de la
fecundidad de su desarrollo empírico, brindando incluso soluciones no solo ante situaciones
de hecho que no contempla la norma, sino ante el alcance que cabe otorgarle a la norma dada.

------La complementariedad: el éxito de uno depende de la concurrencia de otro. La forma de


funcionar de los principios es complementándose unos con otros. No resulta eficaz la
adopción de un principio en forma aislada, porque la mayoría “carece de vida propia”. Los
mejores frutos para el proceso se obtienen, por lo general, de un conjunto de ellos que
funcionan asistiéndose y conformando “un sistema” armónico.

-----Obligatoriedad: Los principios procesales son “construcciones jurídicas normativas de


carácter subsidiario”. Son normas jurídicas, que integran el ordenamiento procesal y como
tales, dadas ciertas condiciones, su aplicación es obligatoria. En este sentido, el carácter
imperativo de los principios, se revela sin duda alguna frente a la existencia de un vacío legal,
de una norma procesal de oscura exégesis o de un conflicto normativo. Dadas estas
premisas, y considerando que los jueces deben cumplir con el deber de fallar que les impone el
art. 15 del Código Civil, los principios procesales entran en necesario juego o como módulos
de interpretación o, según el caso, como “normas” de derecho supletorio. La omisión de una
previsión legal semejante en otros ordenamientos procesales, de ningún modo puede
redundar en el desconocimiento de la fuerza obligatoria que siempre tienen los principios
como herramientas de integración frente a lagunas legislativas.
Funciones:

a) Función explicatoria y justificatoria: Inspiran expresa o implícitamente al


ordenamiento positivo otorgándole una “impronta”, una causa de justificación
presentándolo como un conjunto armónico y dotado de un sentido. Los principios
tienen una especial y relevante capacidad explicatoria y didáctica, describiendo y
sintetizando una gran cantidad de información de un sector del ordenamiento
jurídico.
b) Función comparativa: facilitan el estudio comparativo, actual e histórico, de los
distintos sistemas procesales porque su examen permite ubicar o encasillar a un
cuerpo legislativo dentro de un sistema procesal dado, en la medida de sus ciertas y
similares líneas directivas y orientadoras.

c) Función interpretativa: Conducen y enriquecen la labor del intérprete, quién llamado a


descifrar el alcance o sentido de una disposición legal ambigua u oscura, obtiene en
los principios los criterios valorativos que iluminan la labor y reconducen los
eventuales resultados inarmónicos. La función interpretativa, es destacada por
Peyrano, como la principal que toca asumir a los principios procesales: “ser el faro
que alumbra la labor del juez, el legislador o el doctrinario”, de modo que las
soluciones procedimentales que cada uno proponga en su ámbito, resulten
armónicas con el principio informador de la norma.

d) Función Integradora: Puesto el juez frente a una laguna jurídica, es decir debiendo dar
solución a un caso no previsto expresamente en la norma, los principios cumplen el
rol de herramientas de integración, constituyéndose junto a otras concomitantes
como la “costumbre procesal” o la “analogía” en Derecho supletorio. La admisión de
los principios amplía notablemente la capacidad de respuesta del ordenamiento
jurídico, a punto de posibilitar el funcionamiento herméticamente pleno del mismo.

e) Función Histórica: El descubrimiento de “principios procesales” permitió


históricamente entronizar al derecho procesal como “ciencia”, cuyas propuestas y
soluciones procedimentales no se presentan dictadas únicamente por el sentido
común y las cambiantes necesidades de la práctica forense, sino por grandes líneas
inspiradoras.
f) Función axiológica: Los principios encarnan los valores cuya realización busca el
legislador.
g) Función Directiva o Programática : A la hora de enfrentar una reforma debe el
legislador tener presente a los principios como el “a priori” de las normas . En este
sentido, se ha dicho que los principios sirven de base previa y fundamental para
estructurar las leyes procesales.
Clasificación

Los “Principios Esenciales” transitan por el reconocimiento de: 1) la existencia de un tercero


dirimente extra-partes: La figura de un Juez, impartial e imparcial, constituye un elemento
ingénito de todo proceso y en ello se apoya la garantía de que a cada uno se dé lo suyo. Este
principio es inmanente a la idea de un proceso justo y se erige en una cualidad insoslayable del
proceso jurisdiccional. 2) la Bilateralidad o contradicción: La contienda entre dos sujetos no es
concebible sin la participación de ambos. La aludida participación está dada en conferirle
oportunidad a cada uno de ser oído y controvertir, sin perjuicio de la regulación específica en
cuanto al momento u ocasión procesal de ejercerla. Tal miramiento, además de constituir un
natural e inalienable derecho del justiciable, representa un mandato constitucional (art.18 CN).
3) Libre acceso e igualdad: La igualdad ante la ley y la igualdad de tratamiento (art.16 y 75
inc.22 CN), aplicable a cualquier ordenamiento que se precie de Justo, requiere predisponer
insoslayablemente de un proceso jurisdiccional al que cualquier justiciable, cualquiera sea su
condición, pueda libremente acceder y pretender, con todas las prerrogativas, al mismo e
igualitario servicio de justicia que su eventual contradictor. 4) Finiquito del proceso: El proceso
no es mero recorrido, se ha ideado para obtener un finiquito y no perdurar en una vigencia
sine die. La resolución que le ponga fin no puede obviarse, y por lo demás será fundada en
orden a asegurar la satisfacción de los derechos e intereses legítimos que se han hecho valer.

Los principios reguladores son:

1) Principios dispositivo/inquisitivo: Sub-principios o manifestaciones de: a) Impulso de


partes/oficio, b) Congruencia, c) Autoridad, d) Iuria novit curiae.
2) Principio de Economía Procesal: Principios consecuenciales de: a) Preclusión/Unidad de
vista, b) Sub-principios de Concentración, c) Celeridad, d) Saneamiento, e)
Acumulación/eventualidad, f) Principios consecuenciales de Favor processum, y g) de
Máximo rendimiento.
3) Principio de moralidad: Sub-principios o manifestaciones de: a) Proscripción del abuso
del proceso, b) clare loqui, c) Colaboración, d) Buena fe, lealtad.
4) Principio de escritura y de oralidad.
5) Principio de inmediación.
6) Principio de adquisición.
7) Principios de publicidad / secreto.

Dispositivo, inquisitivo
El principio dispositivo responde a la idea general del proceso civil como instrumento al
servicio de intereses individuales, que da origen a una relación de derecho privado cuya
disposición pertenece por entero a las partes y cuyo desenvolvimiento formal es supervisado
por el estado. En el principio antagónico, el Inquisitivo o de Oficialidad, la idea dominante es
que el proceso es un instrumento de tutela de intereses generales o superiores y por ende,
pertenecen al estado la iniciativa para su promoción, desarrollo, aportes probatorios y
determinación del contenido de la sentencia.

A nivel teórico, se aceptan como consecuencias o manifestaciones “puras” de la adopción del


Principio Dispositivo en el Proceso Civil:

a) La iniciativa para su iniciación corresponde únicamente a las partes (nemo iudex sin
actore).
b) Una vez promovido el proceso y por la disposición que conservan sobre la relación
sustancial, las partes puedan ponerle fin mediante transacción, allanamiento,
desistimiento, deserción, etc. (principio dispositivo en sentido material).
c) La actividad impulsoria de las etapas procesales corresponde exclusivamente a actor
y demandado (ne procedat iudex ex officio).
d) Son los litigantes quienes determinen los hechos que constituyen la litis a través de
la afirmación de la demanda y la admisión o negación del responde, estándole
vedado al juez verificar la existencia de hechos no afirmados o corroborar la verdad de
los admitidos ( quod non est in actis non est in mundo).
e) La actividad probatoria es a cargo exclusivo de las partes. El juez sólo puede aspirar a
obtener convicción (“verdad formal”) a través de la valoración –predominantemente
tarifada o legal – de los medios de confirmación aportados por aquellas.
f) La “congruencia” determina el límite estricto entre lo pedido y lo que el juez está
habilitado a decidir en la sentencia, no pudiendo conceder cosa distinta, resolver
cuestión no planteada, ni dejar de comprender a quienes han sido parte en el litigio y
sólo a ellas ( Iudex iudicet secundum allegata et probata partium).
g) La legitimación para recurrir es reconocida únicamente al agraviado y la decisión de
la Alzada se circunscribe estrictamente a la materia de los agravios (tantum devolutum
quantum appellatum).
h) La cosa juzgada, proyección del derecho de propiedad, alcanza a las partes sin
trascendencia para otros, y consagra para ellas un derecho nuevo como objetivo final
del proceso entablado.
En tanto, las manifestaciones “descarnadas” del Principio Inquisitivo destruyen de raíz la idea
de un proceso al servicio de los derechos de las partes y revelan una concepción “publicística”
extrema que borra los contornos distintivos con el proceso penal y por ende, se sitúan en la
vereda opuesta:

a) El impulso para la iniciación y desarrollo del proceso pertenecen al Estado, así sea que se
trate de satisfacer pretensiones particulares, porque el derecho tutelado, aún el de crédito,
no se atribuye al individuo sino en cuanto miembro de la comunidad.

b) Las facultades particulares de disposición sobre el derecho de fondo quedan limitadas por
la prevalencia de intereses superiores.

c) El órgano jurisdiccional se independiza de los hechos señalados por las partes y asume el
derecho-deber de investigar de oficio la “verdad material”. En pos del objetivo, amplía su
conocimiento más allá de los hechos afirmados y su función sobre la prueba comprende el
aporte libre de medios y fuentes probatorias.

d) Se soslaya “la congruencia” cuando es necesario defender intereses de la comunidad y la


dinámica recursiva permite la revisión de la sentencia “por fuera” de los motivos particulares
expresados por la parte apelante.

Atenuaciones “clásicas” del Principio Dispositivo: El Principio de “Autoridad”. Los límites al


principio dispositivo, aquellos que podríamos denominar “clásicos”, van surgiendo así de
modo natural, apuntalando la idea de necesaria autoridad del juez, y de reconocimiento de
una serie de “poderes-deberes” de significativo alcance sobre la dirección del proceso.

Entre tales límites, englobados genéricamente bajo la directriz del llamado “principio
de autoridad” se suele mencionar: a) el ejercicio ( ciertamente de larga data) del “Iura Novit
Curia”, como “facultad- deber” de aplicar el derecho al caso traído a sentencia, con
prescindencia del invocado por las partes, o aún en contra del encuadre jurídico efectuado
por éstas; b) el dictado, si bien circunscripto, de las llamadas “Medidas para mejor proveer”
como atribución discrecional de iniciativa probatoria, limitada a los hechos controvertidos y a
la persistencia de dudas, contradicciones o oscuridades provenientes del material probatorio
aportado por las partes; c) la aceptación y paulatino predominio de las reglas de la “sana
crítica” en la valoración de las pruebas por sobre el sistema de “pruebas legales”; d) el
ejercicio de “facultades instructorias u ordenatorias sin contenido probatorio”, encaminadas
a ordenar el trámite o a una finalidad aclaratoria, explicativa o informativa respecto del
objeto del litigio e) el control oficioso de ciertos presupuestos procesales y materiales,
dirigido a verificar condiciones de validez formal del proceso y del dictado de la sentencia; f)
la declaración de oficio de nulidades procedimentales de “orden público”; g) bajo ciertas
circunstancias, el impulso oficioso del trámite; h) la revocatoria oficiosa de resoluciones no
notificadas, i) la declaración oficiosa de inconstitucionalidad de las leyes, etc.

CONTRADICCION O BILATERALIDAD: Su vigencia impone que las decisiones jurisdiccionales


solo concluyan de manera definitiva cuando ambas partes han tenido la oportunidad de ser
oídos. Durante la sustanciación del proceso, se procura que las partes tengan razonables y
adecuadas oportunidades de poder controvertir, ofertar pruebas y controlar las de su
contraria.

LINEAMIENTOS DEL PRINCIPIO DE IMPARCIALIDAD: Hemos incluido como principio esencial la


existencia de un tercero dirimente extrapartes, imparcial e impartial. En un proceso
jurisdiccional, donde interactúan dos partes contendientes y un Juez encargado de solventar el
conflicto, éste último operador debe carecer de cualquier interés con respecto a la partes y al
objeto concreto debatido. Éste sujeto (Juez), ejercerá el poder jurisdiccional sin
discriminaciones, pues la imparcialidad también es corolario del principio de igualdad. Por lo
demás, una actuación despejada de prejuicios o parcialidades contribuye a sostener el
principio de transparencia, fortaleciendo el control democrático y la confianza de la ciudadanía
sobre la actuación del Poder Jurisdiccional.
La imparcialidad judicial, consiste en poner entre paréntesis todas las consideraciones
subjetivas del juzgador. Para el Juez, la imparcialidad es un deber y también un canon de
conducta. Para el justiciable, la imparcialidad del magistrado es un derecho inmanente a la
garantía de un proceso Justo. Y para la teoría del proceso, la imparcialidad es un principio
esencial del proceso jurisdiccional, cualidad insoslayable e inherente a la Justicia.

Suele sostenerse que los actos procesales que reclaman la vigencia del principio de
imparcialidad son de dos órdenes, el probatorio y el decisorio. No obstante, opinamos que en
definitiva son siempre decisorios. Porque la imparcialidad es decisoria. Tanto en el aspecto
externo sobre la decisión que el juez toma (vbg. admite o rechaza una prueba), como en lo
interno, en su fuero íntimo, cuando “decide” usar aquel paréntesis optando ser imparcial y no
favorecer a ninguna de las partes en detrimento de la otra.

Cabe distinguir claramente los conceptos de impartial e imparcial pues, si bien comprendidos
en la misma garantía, no se identifican. El Juez partial es parte, mientras que el Juez imparcial
(parte o no) es aquél que actúa objetivamente y libre de todo prejuicio o compromiso que lo
haga inclinar injustamente la balanza.

La neutralidad consiste en que el Juez se muestre prescindente de tomar cualquier iniciativa o


directiva durante el curso del proceso. Hay una total indiferencia del Juez en los términos y
desarrollo del debate; la actividad oficiosa es casi inexistente. Esta neutralidad ubica al
magistrado en la posición de un Juez espectador.

PRINCIPIO DE ECONOMIA PROCESAL: en el ámbito procesal se procura el mejor resultado de


la actuación de la justicia con el empleo del mínimo costo relativo, en términos de dinero,
tiempo y actividad. En palabras de Guasp desde el punto de vista social, el proceso tiene que
ser barato, rápido y sencillo. Afirma Peyrano, que conviene su estudio bajo el trípode:
“economía de tiempo”, “economía de esfuerzos” y “economía de gastos”.
Economía de tiempo. Resulta una verdad sugerida incluso desde la propia etimología del
vocablo “proceso” ( “procedere”: avanzar, ir de atrás hacia delante) que éste requiere del
tiempo para su desarrollo y culminación, tiempo en sí mismo disvalioso que suele conspirar
contra la efectividad del reconocimiento o actuación de los derechos sustanciales, eliminando,
limitando o condicionando los beneficios de la tutela que se procura. Hoy como ayer el desafío
consiste en encontrar en la realización empírica del proceso la proporción adecuada
(razonable) entre un sistema suficiente de garantías formales y la instrumentalización eficaz
( en forma y tiempo) de la realización del derecho material, que es su razón teleológica.

Principio Consecuencial de Celeridad: Para “economizar” el proceso acelerando su trámite,


distintos y variadas soluciones han sido propuestas por la doctrina y por la ley, todas las cuales
no sólo persiguen abreviar la duración por su dimensión valiosa en sí misma, sino
indirectamente, obtener menores costos y dispendios. Entre tales soluciones cabe mencionar:

a) La institución de “plazos procesales de carácter perentorios e improrrogables”


b) La consagración del impulso procesal oficioso en forma concurrente con el de parte y
la declaración de caducidad con igual carácter.
c) La limitación temporal y formal de los recursos ( v. gr. apelación con efecto diferido;
inapelabilidad de ciertas resoluciones, plazos concurrentes para diferentes medios de
impugnación).
d) La agilización del régimen de las notificaciones a través de reglas como la de “
notificaciones automáticas o ministerio legis”.
Economía de Actividad o Esfuerzos. Afirma Clemente Diaz que la historia del derecho
procesal muestra que existe una permanente evolución hacia la simplificación de los trámites.
Así lo denota el paso por las distintas etapas cronológicas del procedimientos del derecho
romano y lo refleja el tránsito posterior desde el ecuménico proceso ordinario de plena
cognición a los procesos más comprimidos, “plenarios rápidos” y “abreviados” (sumarios,
sumarísimos, ejecutivos, especiales, monitorios, etc.). La evolución continúa, y nuevas
instancias de simplificación acarrean las llamadas “tutelas diferenciadas” y dentro de este
campo, en especial los “procesos urgentes”( tutela anticipada y medidas autosatisfactivas), en
los que las simplificaciones extremas y excepcionales del trámite , o la anticipación del
resultado de mérito en su caso, aparecen como imperativos de la especial naturaleza de los
derechos en juego y condición insoslayable de su efectiva protección ( adecuada proporción
entre medio y fin) . Las normas procesales que consagran la totalidad de las formas
procedimentales abreviadas o simplificadas con las que contamos hoy en día, y más aún
aquellas otras que permiten que el juez ajuste o disponga la clase de proceso que corresponde
según la materia o alternativas del pleito hacen realidad el principio de “economía procesal”
en esta vertiente “economía de esfuerzos” ( y de “tiempos”). Entre otras:

a) Las que relevan de la carga de la prueba a “hechos notorios o admitidos por las
partes”;
b) Las que simplifican el trámite de las llamadas “demandas especiales” para extender la
eficacia de la sentencia de remate a nuevos cuotas de la misma obligación ejecutada;
c) Las que regulan la “acumulación de pretensiones” y “procesos”;
d) Las que permiten la continuación directa del trámite ante el juez competente en
lugar de su archivo, frente al progreso de una excepción de incompetencia;
e) Las normas del derecho de fondo que viabilizan las “ejecuciones privadas”
f) Las que establecen en materia de competencia la regla de “perpetuatio jurisdiccionis”;
g) Las que declaran la validez de pruebas rendidas en un proceso declarado caduco.
Principio consecuencial de Preclusión: La preclusión, sirve para ordenar el debate y
posibilitar el progreso del proceso, estructura el trámite en diversas etapas que se abren y
cierran para el ejercicio de específica actividad procesal dentro de ellas, consolidando tramos
cumplidos y e impidiendo el retroceso. Funciona tanto como sancionadora de la facultad no
ejercida en tiempo ( “preclusión por omisión”), como colocando una valla para el ejercicio
sucesivo de actos incompatibles con los ya consumados, o que se dirijan a mejorarlo,
ampliarlo o completarlo ( “preclusión por acción”). Como culminación del sistema, la “cosa
juzgada” aparece clausurando definitivamente el debate : “la máxima o suma preclusión”.
El principio opuesto al de preclusión, llamado de “desenvolvimiento libre, discrecional
o unidad de vista”- vigente en el ordenamiento alemán- habilita la libre y desarticulada
incorporación al debate de hechos, pruebas y alegaciones de parte, hasta el término en que
el juez declara cerrada la vista.

Derivación del Principio consecuencial de Preclusión, son los sub-principios de


“concentración” y de “acumulación eventual”, dirigidos ambos a lograr el aprovechamiento
máximo ( más económico) de cada etapa o fase en las que se escalona el trámite del proceso.

Concentración: Requiere que la mayor cantidad posible de actividad procesal se


efectúe en el menor número de actos y/o que éstos resulten próximos entre sí. Se procura
por su intermedio abreviar tiempo y permitir- al juez y a las partes- una visión de unidad y de
conjunto del trámite y la materia litigiosa que evite conclusiones parcializadas, olvidos,
reactualización de actuaciones, revisión de actos, etc.

Acumulación eventual: es menester introducir simultánea y no consecutivamente y en su


debido orden de prioridades, todos los medios de defensa y ataque que sean propios de un
período o faz procesal determinado, de modo de cubrir la hipótesis de funcionamiento
subsidiario de unos frente al rechazo o desestimación de los otros ( principales). La
formulación simultánea y ad eventum, aún de postulaciones, defensas o argumentaciones
incompatibles o contradictorias entre sí, tiene por norte contribuir a la “concentración” y
evitar la preclusión de las no introducidas en tiempo propio.

Principio consecuencial de Saneamiento: explica el cúmulo de facultades ( y deberes, según


los casos) que se acuerda a los jueces para habilitarlos a resolver tempranamente todas
aquellas cuestiones que puedan entorpecer o dilatar el camino hacia la sentencia final, o en
su caso, determinen la inmediata finalización del proceso. Implica para éste el ejercicio de
labores preventivas o profilácticas, algunas tradicionales, como las que se encaminan a
prevenir nulidades, declarar de oficio excepciones procesales, no dar curso a postulaciones
defectuosas, proceder a su rechazo in límine por inadmisibilidad formal.
Economía de gastos: Descartado el ideal de la justicia gratuita, el que sea lo menos onerosa
posible para el Estado y los particulares ha sido una preocupación inmemorial. Para la
consecución de este objetivo y buscando que la respuesta jurisdiccional no se haga eco de las
desigualdades económicas de quienes la procuran, las leyes procesales suelen consagrar
figuras o instituciones tendientes a disminuir los costos de tramitación del proceso. En esta
línea se ubican las normas que establecen la gratuidad de ciertos pleitos de incumbencia
social; las que otorgan el beneficio de litigar sin gastos; las proporcionan los gastos y los
reducen en las causas de escasa entidad económica; las que mantienen la validez de
actuaciones ( y de la respectiva tasa de justicia) llevadas a cabo ante juez incompetente; las
que relevan de la carga de acompañar documentos frondosos o de costosa reproducción ; las
que regulan el “desinterés en la pericia” en orden a tentar la liberación de sus costos o limitan
la pericia a un solo experto; las que avalan extender la cosa juzgada de la sentencia de remate
a nuevas cuotas de vencimiento posterior.

LINEAMIENTOS DEL PRINCPIO DE MORALIDAD: es el conjunto de reglas de conducta


presididas por el imperativo ético a que deben ajustar su comportamiento todos los sujetos
procesales. La buena fe, lealtad, veracidad y probidad son predicados que se involucran en el
principio de moralidad; inclusive son concreciones positivas de la legislación en materia de
moralización del proceso. El cumplimiento del aludido principio involucra a todos los sujetos
que participan del proceso, tanto al Juez y las partes, como a sus abogados, los auxiliares, otros
funcionarios judiciales y los terceros.
Las distintas manifestaciones del principio de moralidad, pueden agruparse en las que
mencionaremos a continuación, sin perjuicio de la complementariedad entre ellas. Así
encontraremos al proceso fardulento (o torcido), la conducta indecorosa y desleal, el deber de
decir verdad, y el abuso procesal.

A- PROCESO FAUDULENTO.En esta categoría incluímos tanto al fraude (desviación,


utilización de la herramienta con fines espurios y distintos a los previstos en la ley) que
se comete en un sector o etapa del proceso, como al que se comete, precisamente,
con el proceso mismo y en miras a la obtención de una sentencia también fraudulenta.
Según Peyrano, existe fraude procesal cuando media toda conducta, activa u omisiva,
unilateral o concentrada, proveniente de los litigantes, de terceros, del oficio o de sus
auxiliares, que produce el apartamiento dañoso de un tramo del proceso o del proceso todo
de los fines asignados. No obstante, aclara este autor, que la precisión no responde
necesariamente a la visión civilística del fraude y por ello, en su opinión, resulta más
conveniente referirse a la “desviación procesal”.
B- DEBER DE DECIR VERDAD
Según desde donde se lo mire, el aludido principio puede generar las posiciones más que
encontradas en cuanto a la necesidad de que se cumpla el mencionado mandato en el trance
del proceso. El problema de su exigencia y sanción por incumplimiento, o el desafío, está dado
en la “medida”. Claro que, por estar en juego elementales postulados que sostienen el
derecho de acción (y contradicción), la libertad individual, la disponibilidad de los derechos
privados y el legítimo uso de las herramientas que brinda el ordenamiento, se requerirá
entonces de suma prudencia a la hora de apreciar la violación al principio, procurando una
medición calibrada, mesurada y contemplativa de las especiales circunstancias de caso
concreto, a fin de no invadir las prerrogativas con que cuenta el justiciable. Todo lo cual, por
supuesto, no ampara la mala fe en el proceso, ni la mentira descarada.

C- PROSCRIPCION DEL ABUSO PROCESAL. se trata de impedir -y prohibir- la utilización de


las herramientas procesales, o del proceso mismo, con fines exacerbados más allá de
la verdadera intención –y finalidad- que tuvo el ordenamiento al consagrarlas.
En este sentido, se ha dicho que el abuso procesal es un inadecuado ejercicio objetivo de
poderes, deberes funcionales, atribuciones, derechos y facultades en que puede incurrir
cualquiera de los sujetos- principales o eventuales- intervinientes en un proceso civil dado, y
que genera consecuencias desfavorables para el autor del abuso.

LINEAMIENTOS DE LOS PRINCIPIOS DE ORALIDAD-ESCRITURA: el proceso pude ser


predominantemente o esencialmente escrito o bien predominantemente o esencialmente
oral. Ahora bien, con relación a los demás principios procesales y a la complementariedad
entre ellos, podemos sí señalar un distinto funcionamiento o mayor presencia según de cual
se trate. Así, los principios procesales esenciales y los de moralidad, economía y adquisición
resultan comunes y de aplicación sin distingos tanto en un proceso escrito como en un
proceso oral.
El principio de autoridad, requerido y necesario en cualquier tipo de proceso, tiene sin
duda un mayor protagonismo, o posibilidades de actuación, en el proceso oral que en el
proceso escrito.

El principio de inmediación podría considerarse común o aprovechable tanto en el


sistema de escritura como en el oral. Cualquiera sea el tipo de proceso, no pueden
desconocerse las ventajas de un contacto cercano o directo del Juez con las partes y la prueba.
Pero ocurre que, cuando se trata de procesos orales no es posible concebirlos ni diseñar su
estructura, ni siquiera que cumplan con sus ventajas -que las tiene- sin el cumplimiento
acabado y estricto del principio de inmediación.

El principio de concentración es anhelado, aconsejado y conveniente en el proceso


escrito; mientras que resulta imprescindible e insoslayable en el proceso oral.

El principio de publicidad se ha propuesto por gran parte de la doctrina como una de


las características propias del proceso oral. Sin embargo, no creemos que así sea exactamente.
El Principio de Publicidad se orienta a habilitar el ejercicio del “derecho a la información” de
los ciudadanos sobre los resultados de la actividad jurisdiccional, condición tradicionalmente
considerada insustituible para un sistema democrático, y que coadyuva a la necesaria
transparencia de los actos de cualquier poder del Estado. Y ello, en todo caso, es pretendido y
necesario en todo tipo de proceso -con los límites que ya veremos más adelante- sea oral o
escrito. Lo que en verdad sucede con el principio de publicidad en los procesos orales, es que
éstos facilitan su aplicación, tornan más accesible la información a través, por ejemplo, de la
simple percepción que se capta con la asistencia a la audiencia plenaria o de vista de causa.

Otra cuestión que separa la instrumentación de un sistema (o proceso) oral de uno


escrito, es la necesaria presencia de ciertas particularidades para el proceso oral que, en el
caso de la escritura, pueden amalgamarse o sustituirse de muy distintos modos según las
necesidades del trámite que se imprima a la escritura.

En el proceso oral mayoritariamente se sindica: a) Tribunal Colegiado, b) Instancia


única, c) Inmediación y concentración, d) Sistema recursivo interno (Juez de trámite y Tribunal
pleno). Cabe reconocer, no obstante, que existen opiniones relativas a que el proceso oral
puede llevarse a cabo aún con un tribunal unipersonal, que puede válidamente ejercer a pleno
los principios de autoridad, inmediación y concentración, como también facilitar el de
publicidad y celeridad. Es posible, sí. Pero en tal supuesto, ya no podríamos de instancia única
porque las garantías que se han esgrimido desde siempre para su sostén (pluralidad de jueces
que estudian y resuelven en caso oral) no estarían dadas con un tribunal unipersonal. Y,
además, aunque en este supuesto se permitiera una segunda instancia apelatoria o de
revisión, el tribunal de Alzada estaría limitado en el conocimiento del material probatorio y
alegatorio producido en la primera instancia a raíz de la indocumentación que conlleva la
oralidad.
Todos los autores que han expedido su voto en pro de la oralidad o escritura, los
innumerables proyectos y anteproyectos, destacan -casi siempre con sentido antitético- las
ventajas y desventajas de tomar partido en cada caso. Veamos:

*Publicidad: Ya mencionamos párrafos supra que la oralidad, en todo caso, facilita el


acceso al conocimiento de los actos procesales y colabora a su difusión, pero no es patrimonio
exclusivo del proceso oral.

*Autoridad: Consecuencia de la publicidad y necesaria inmediación del proceso oral, la


participación activa y directa el juez facilita que éste ejerza con mayor amplitud la dirección del
proceso.

*Moralidad: Conectado con el principio anterior, se sostiene que ante el más claro
ejercicio del poder de dirección por parte de los jueces en el juicio oral, serán fácilmente
prevenibles las conductas obstaculizantes o las que incumplan con los deberes de lealtad,
probidad y buena fe. Asimismo, se sostiene, que las partes y sus defensores actuarán con
mayor decoro y diligencia -de cara al Juez- en la postulación e implementación de sus
argumentos.

*Celeridad: Mascarón de proa de la oralidad ha sido, invariablemente, la afirmación de


que el proceso oral es más ágil y más rápido que el proceso escrito. Sin embargo, la escasa o
parcial implementación de procesos orales en los ordenamientos civiles locales, no permite
extraer una regla estadística o tendencia en este sentido. No es que neguemos la aludida
celeridad, sucede que ésta no ha podido comprobarse. Más aún, la experiencia en ciertos
ordenamientos ha demostrado lo contrario.

*Seguridad: Los defensores del proceso escrito encuentran en la oralidad el problema


de un mayor margen de error en la ponderación de los elementos de juicio percibidos al ritmo
de una sola ocasión y bajo la consigna de la celeridad. La escritura permitiría, según esta
postura, un estudio pausado, meditado (con lectura y relectura de las actuaciones) que en
definitiva lleve al juez a una sentencia más elaborada.

*Inmediación: Como hemos visto, el principio de inmediación se desarrolla en todo su


esplendor en el proceso oral. Pero tal inmediación -relacionada con la instancia única- requiere
de celeridad. Celeridad no ya en el desarrollo del proceso, sino en el tramo hacia el dictado de
la sentencia, puesto que es de esperar que el juez que ha “recibido” la prueba sea el que vote
luego en la sentencia. En la experiencia oral santafesina, no son pocos los inconvenientes que
se suscitan ante la vacancia o cese -inicial o posterior- de alguno de los jueces que integran el
Colegio.

*Prueba trasladada: Un particularidad del proceso oral, que no suele consignarse por
los defensores o retractores de ningún sistema, es que la forma oral de producción de la
prueba y su escasa o ninguna documentación, no permiten la utilización de las probanzas
producidas en la audiencia oral (testimonios, confesión, explicación pericial,etc) en otro
proceso, dado que éstas no podrían trasladarse. Lo cual señalamos solo a título de dato
destacado, lo que no indica tildarlo como ventaja o desventaja.

PRINCIPIOS DE INMEDIACION Y MEDIACION


Los Principios de Inmediación y su contracara, el de Mediación, refieren al grado de
contacto del Juez con los sujetos ( partes, abogados, testigos, peritos) y elementos objetivos
( cosas, lugares, documentos) que intervienen en el proceso.

Cuando la vinculación del magistrado es propuesta por la ley para su desarrollo de


manera directa e inmediata, sin intermediarios (y para que el propio juez que conozca de
ellos sea quien dicte sentencia), estamos frente a la consagración del “Principio de
Inmediación”.

Si contrariamente, tal contacto se postula de modo impersonal, indirecto, en fin,


“mediato”, estamos en presencia del “Principio de Mediación”.

LINEAMIENTOS DEL PRINCIPIO DE ADQUISICIÓN. El concepto más general o abarcativo que


puede hacerse de este principio estaría dado en que los actos procesales no pertenecen a la
parte que los haya originado sino al proceso que los adquiere para sí; lo cual, provoca que los
alcances (o efectos) de dichos actos sean igualitariamente extensivos a las dos partes sin
importar su origen u autoría. .
LINEAMIENTOS DE LOS PRINCIPIOS DE PUBLICIDAD Y SECRETO
Los Principios de Publicidad y Secreto aluden al grado de difusión de la actividad cumplida
dentro del Proceso. En orden a ello podemos hablar de procesos de tipo público o de tipo
procesal secreto.

La publicidad del proceso civil redunda básicamente en la posibilidad de que todos sus actos,
orales o escritos, emanados de las partes, de los jueces o sus auxiliares, puedan ser
conocidos y controlados por quien tenga interés en hacerlo.
Quedan comprendidos en este marco público, tanto las actuaciones de los litigantes y los
escritos constitutivos de la causa, como las audiencias de prueba y todas las resoluciones
judiciales. En términos más generales la publicidad puede abarcar aún, no sólo la información
sobre actuaciones relacionadas con un proceso determinado que se brinda a las propias
partes y sujetos del proceso, sino otro tipo de difusión más amplia de datos, directa o
indirectamente relacionados con el servicio de justicia, por caso el estado del despacho del
juzgado en relación a los plazos para dictar sentencia; las medidas disciplinarias aplicadas por
los colegios profesionales; o la que brindan ciertas oficinas o registros tribunalicios sobre la
existencia de causas judiciales o cuestiones relacionadas ( v.gr. informe sobre el inicio
actuaciones que se obtiene en la Mesa de Entradas de los tribunales santafesinos; informes del
Registro de Procesos Universales, etc).

El Principio de Publicidad se orienta a habilitar el ejercicio del “derecho a la información”


de los ciudadanos sobre los resultados de la actividad jurisdiccional, condición
tradicionalmente considerada insustituible para un sistema democrático.

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