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LA TRINIDAD EN LOS PADRES APOSTÓLICOS

La fe monoteísta en la que se
fundamenta la religión de Israel se
encuentra ampliamente presente
en los padres apostólicos, que
tienen clara consciencia de que la
línea divisora entre la Iglesia y el
paganismo se halla precisamente
aquí: en la confesión de un Dios
único, creador de todo lo
existente. Se trata de una idea que
los padres han recibido de la biblia.

La doctrina sobre el único Dios, Padre y creador,


constituye el trasfondo y la indiscutible premisa de la
enseñanza de los padres apostólicos. Esta doctrina de la
unicidad de Dios que el Nuevo testamento expone en clara
sintonía con el Antiguo, fue el baluarte con el que se
defendieron del politeísmo pagano, del emancionismo
gnóstico y de dualismo marcionista.

Como en el Nuevo Testamento, en los antiguos escritos


patrísticos Dios es en general el Padre. A él pertenece la
iniciativa en la creación y en la salvación, él es quien
envía al Hijo y al Espíritu Santo. No faltan en estos
escritos de los primeros tiempos cristianos- juzgados
desde el punto de vista de la reflexión dogmática
posterior- las lagunas y las imprecisiones. Pero ellas son
también testimonio de una fe siempre en búsqueda de
formulaciones más adecuadas para expresar lo que rebasa
las palabras y los conceptos humanos.

La afirmación trinitaria no surge de la reflexión, sino


primeramente de la experiencia y de la vida de la Iglesia.
Trinidad en los Padres Apostólicos
El bautismo es el punto de partida de esta experiencia; de
modo semejante la eucaristía, la catequesis, la predicación
y la vida misma de la Iglesia se viven trinitariamente.

LA DIDACHÉ

La DIDACHE fue descubierta en


Jerusalén, en un códice griego del año
1057 y publicada en 1883 por el
Metropolita Bryennios de Nicomedia,
patriarca de Jerusalén. el título completo
de la obra es Doctrina o instrucción del
Señor por medio de los doce Apóstoles a
los paganos”, por lo tanto tiene como finalidad dar un
breve resumen de la doctrina de Cristo tal como la
enseñaron los apóstoles a las naciones. Es el documento
más importante de la era postapostólica y la más antigua
fuente de legislación que poseemos.

Libro popular que sirve como catecismo en el cual se


ofrece un resumen breve de la doctrina católica, es decir,
de lo que debían saber los catecúmenos antes de
bautizarse. El ambiente histórico que refleja es el de las
últimas décadas del siglo I. Su autor es desconocido.

La Trinidad en la Didaché.

Tras la catequesis previa, reglamenta el bautismo con la


fórmula bautismal trinitaria: “acerca del bautismo,
bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo, en agua viva. Si no tienes agua viva,
bautiza con otra agua; si no puedes hacerlo con agua
fría, hazlo con agua caliente. Si no tuvieres ni una ni
otra, derrama agua en la cabeza tres veces en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”
(Didaché 7,1-3).
Trinidad en los Padres Apostólicos

Como lo atestigua la Didaché solo aquellos que han sido


bautizados en el Señor pueden tomar parte en la
celebración de la eucaristía, por esta razón la praxis
bautismal de la Iglesia primitiva ha sido un testimonio de
que la fe cristiana ha sido trinitaria desde siempre. La
salvación que trae el bautismo está ligada a la obra
santificadora del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

S. CLEMENTE ROMANO

Clemente fue el tercer sucesor de


San Pedro, consagrado obispo por
el mismo Apóstol, que gobernó la
Iglesia de Roma del 92 al 101.
Ireneo señala que Clemente
conoció a S. Pedro y a S. Pablo.
Clemente parece haber sido judío
por las numerosas citas bíblicas, sobre todo del Antiguo
Testamento, que aparecen en el único escrito que tenemos
de él. Sus reflexiones son doctrinales y pastorales más que
teológicas. No es seguro su martirio, sin embargo la
liturgia romana conmemora su martirio el 23 de
noviembre y ha inscrito su nombre en el canon de la misa.

La "Epístola a los Corintios"

De Clemente ha llegado a nosotros la Epístola a los


Corintios. Este es el único escrito, que poseemos de él. Es
el escrito cristiano más antiguo que conocemos, es del año
96, la primera pieza de la literatura cristiana después de
los apóstoles.

En el texto enviado a los corintios, reclama que los


cristianos han sido llamados por vocación a vivir en la
Trinidad en los Padres Apostólicos
unidad, la cual debe ser una imagen de la que existe en la
Trinidad. Además escribe “Acaso no tenemos un único
Dios, un único Cristo, un Espíritu de gracia que ha sido
derramado y una única llamada de Cristo?” (Carta de
San Clemente, 46,6); Así también hace una confesión
Trinitaria con una explicita referencia a la conducta moral
del cristiano, que se funda en la fe y en la esperanza, la
cual tiene su fuente en la Trinidad: “Vive Dios y vive el
Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, la fe y la
esperanza de los elegidos” (Carta de San Clemente,
46,7).

La Trinidad en los escritos.

Clemente conoce al Dios único, el Padre, junto al cual


coloca al Señor Jesucristo, invocado también con el Padre.
La mención del Espíritu en tercer lugar en estos pasajes no
se ha de interpretar necesariamente solo en el sentido
estricto de la teología trinitaria; pero muestra que se
afianza la tradición de juntar los tres nombres, de verlos
unidos en la confesión de fe, de lo cual significa que los
tres forman una unidad indisoluble en la conciencia
creyente, aunque no se profundice aun doctrinalmente en
el misterio.

El Padre es llamado Señor de todo lo creado (1 Clemente


19,2- 20,12.); solamente una vez se habla del Padre en
relación explícita de Cristo: “fijemos los ojos en la
sangre de Cristo, y reconozcamos qué preciosa es a
Dios, su Padre” (1 Clemente 7,4). Cristo preexiste. A su
encarnación. El Espíritu Santo ya hablaba antes de él antes
de su venida, y él mismo habla ya en el Antiguo
Testamento.

Al Espíritu Santo lo incluye en la Trinidad y le atribuye


las obras divinas aunque no llegue a llamarlo propiamente
Trinidad en los Padres Apostólicos
Dios, ni a hablar del tema de su procedencia. Sino que más
bien habla del Espíritu al modo de la Escritura. No hay
todavía fórmulas claras sobre la divinidad del Espíritu
Santo.

Aparece también la conciencia de que en la Iglesia se


encuentra la fuerza del Espíritu Santo y que ella es el
cuerpo de Cristo en quien está enraizada como una Iglesia
que vive para Dios, puesto que los apóstoles predicaron el
evangelio de Jesucristo, que fue enviado por Dios y lo
hicieron gracias a la certidumbre que les infundió el
Espíritu Santo.

En la llamada segunda carta de Clemente aparece Dios


como Padre en relación en relación con el envío a
Jesucristo: “Al único Dios invisible, Padre de la verdad,
que nos envió al salvador y guía de la
incorruptibilidad, por medio del cual manifestó la
verdad y la vida celeste” (2 Clemente 20,5). Por otra
parte se afirma la divinidad de Jesús “es necesario que
pensemos de Jesucristo como de Dios, como del juez de
vivos y muertos y es necesario que no tengamos en
poca estima lo referente a nuestra salvación” (2
Clemente 1,7).

S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA

Fue el segundo obispo de Antioquía,


consagrado por el mismo Pedro. Murió
mártir en Roma el 107, bajo Trajano. Su
martirio fue un regalo de la autoridad en
Antioquía a Trajano por su victoria en la
Dacia. Ignacio se daba a sí mismo el
nombre de "teóforo" (portador de Dios)
puesto que se distingue por su altura espiritual y humana.
San Ignacio es apresado en Antioquía, para ser llevado al
Trinidad en los Padres Apostólicos
martirio. Durante su viaje a Roma, a dónde es llevado
preso para ser echado a las fieras en el Coliseo, escribe
siete cartas a las Iglesias por las cuales había pasado y que
lo habían rodeado de cariño y veneración: Éfeso,
Magnesia, Tralia, Roma, Filadelfia, Esmirna y a su obispo
Policarpo.

Pensamiento Trinitario.

Ignacio no es propiamente un teólogo, sino un pastor que


como testigo de la fe, nos trasmite la manera como había
sido acogida la revelación de la Escritura en la Iglesia
primitiva, siguiendo la Tradición apostólica. Por eso si su
confesión de fe es netamente trinitaria, carece sin embargo
de la terminología y de la precisión del pensamiento
propio de los siglos posteriores.

No faltan las afirmaciones de fe monoteísta; pero del Dios


que se habla no solo es Padre aunque con frecuencia se le
llame así. Jesucristo es llamado Dios en algunas
ocasiones; El Espíritu Santo está presente en la generación
humana y en la unción de Jesús. Este Espíritu es de Dios y
por tanto no engaña.

Confiesa la fe en la Trinidad en la liturgia bautismal


donde refleja el proceso de la Economía con la que el
Padre nos ha salvado por su Hijo en el Espíritu, en la cual
somos incorporados por el bautismo. Y a través de la
unidad de las obras, deja insinuada la unidad indisoluble
de Dios en la Trinidad en el orden de la salvación.

Las tres personas intervienen por tanto, en la edificación


de la Iglesia y en la salvación de los fieles. La fe en el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es la base de la vida de la
Iglesia. Propone entonces como paradigma para las
comunidades la unidad de Dios en la Trinidad, de manera
Trinidad en los Padres Apostólicos
inseparable, que se manifiesta por la unidad de su acción
salvífica por Cristo, el cual se ha revelado carne y Espíritu.

Jesucristo que es el Hijo del Padre y la palabra eterna que


resuena en el silencio abismal de Dios. En San Ignacio
manifiesta la teología en torno al Verbo. Frases como esta
así lo confirman “Jesucristo, nuestro Dios, estando cabe
el Padre, se nos manifestó” (Carta a los Romanos 3,2) y
“ Cristo no hace nada sin el Padre, pues es una sola
cosa con Él, no hay más que un único Dios, que se ha
manifestado por Jesucristo, su Hijo, que es su Verbo,
salido del silencio, que ha complacido en todo aquel
que le ha enviado” ( Carta a los Magnesios. 7,1 y 8,2)

En cuanto al Espíritu, nunca lo llama Dios como a


Jesucristo, ni expresa de manera refleja un contenido
teológico sobre el ser del Espíritu Santo en relación con el
Padre y con el Hijo; pero si le atribuye las obras divinas
como están reveladas en el Nuevo Testamento.

Tiene gran influjo de la teología paulina y petrina para


afirmar que “sois piedras del templo del Padre,
preparados para la construcción de Dios Padre,
elevados a lo alto por la máquina de Jesús, que es la
cruz, usando como cable el Espíritu Santo” (carta a los
magnesios, 12-13).

Aunque no han faltado quienes afirmen lo contrario,


Ignacio distingue la primera persona de la segunda y la
tercera, pone siempre en el Padre el origen de la
Economía, en el Hijo su cumplimiento y en el Espíritu
nuestra participación en ella. Esta realización del Padre
por el Hijo y el Espíritu, cada uno con el toque propio de
su personalidad, unidos sin embargo en la misma obra,
Trinidad en los Padres Apostólicos
queda insinuada por la imagen que usa de la polea y de la
cuerda.
El orden al nombrar las personas divinas.

Al exhortar a las comunidades coloca como fuente a la


trinidad: “Empeñaos en poner vuestra fuerza en las
enseñanzas del Señor y de los apóstoles, a fin de que
cuanto hagáis lo realicéis con entusiasmo, en carne y en
espíritu, en fe y amor, en el Hijo y en el Padre y en el
Espíritu, junto con vuestro obispo” (Carta a los
Magnesios, 13,1). Lo primero que se advierte es el orden
en el que se nombran las personas, esto indica su
antigüedad del texto y la manera como poco a poco se va
definiendo la distinción de las personas.

También aparece otra alusión al dirigirse a la comunidad


de los magnesios “someteos a vuestro obispo y unos a
otros, como según la carne Jesucristo se sometió al
Padre, y los apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu,
para que la unidad sea tanto carnal como espiritual”
(Carta a los Magnesios, 13,2), indicándose así el carácter
divino del Hijo y también del Espíritu asociados al Padre
como términos de la sumisión de los apóstoles a la
comunidad.

LA EPÍSTOLA DE BERNABÉ

Entre los escritos de los Padres


Apostólicos, nos ha llegado
también otro documento atribuido a
S. Bernabé, compañero de Pablo en
la evangelización de Chipre: la
Epístola de Bernabé. Esta Epístola
que es un escrito apócrifo y,
propiamente, debería llamarse
Trinidad en los Padres Apostólicos
Epístola del Pseudo Bernabé, es un tratado teológico
escrito en forma de carta.
De hecho no tiene ni destinatario, ni introducción y
conclusión, ni noticias personales y su contenido es de
carácter general. Por el espíritu anti judaico que lo
atraviesa y por las tendencias alegóricas que prefiere,
propias de la cultura alejandrina, no oímos en este texto
las tranquilas especulaciones del catequeta, sino más bien
el grito de alarma del pastor. El propósito del autor, cuyo
nombre no aparece, es enseñar “el conocimiento perfecto”
y la fe.

Pensamiento Trinitario.

Conoce la preexistencia de Cristo a la encarnación; en


efecto a él se dirigía Dios cuando dijo “hagamos al
hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gn 1,26). A Jesús
entonces se le llama el amado, el Señor.

En cuanto al Espíritu Santo se afirma “El Espíritu


derramado sobre nosotros proviene de la fuente
inagotable del Señor” (Epistola Bernabé 5,1); También la
profecía se atribuye a la acción del Espíritu.

EL PASTOR DE HERMAS

A principios del siglo II, entre el 95 y el


135, en Roma, un cristiano arrepentido de
sus pecados, escribe una obra, El Pastor,
para animar a los demás fieles de la
Iglesia romana a volver a un estilo de
vida más puro y exigente, como el que
había tenido la comunidad en los inicios
de su fundación a mediados del siglo
primero. El autor, Hermas, según el Fragmento de
Muratori, es hermano de San Pío I.
Trinidad en los Padres Apostólicos

La Trinidad en Hermas.

Afirma “creer que Dios es Uno, que él ha creado y


establecido todas las cosas llevándolas a su existencia
desde la no existencia” (Pastor de Hermas, Mandatos,
11). Este Dios es el que con su potencia invisible y su gran
sabiduría creó e universo y revistió su creación de belleza,
y dio firmeza con su palabra a los cielos y fundó la tierra
sobre el agua

Nunca aparece la palabra Logos o el nombre de Jesucristo.


Le llama invariablemente Salvador, Hijo de Dios, o
Señor. Cristo aparece como servidor, pero a veces sin
resaltar debidamente su poder divino. Aparentemente
Hermas presenta una cristología subordinacionista y
adopcionista, además de un binitarismo: identifica el Hijo
con el Espíritu Santo.

La base para afirmar una cristología adopcionista se halla


en un texto en el que de alguna manera parecen
identificarse el Espíritu Santo y el Hijo preexistente, pero
no se trataría para nada de un texto del Hijo de Dios, que
no se menciona más que al final del pasaje, sino del
Espíritu Santo que se une a los hombres, y al que estos han
de obedecer para alcanzar la salvación.

El Hijo de Dios es visto en el conjunto de la obra como el


mediador de la salvación, pero son casi nulas las alusiones
a la encarnación y a su obra histórica. El Hijo de Dios es
trascendente, glorioso, aunque no se le da nunca el título
de Señor para no comprometer el riguroso monoteísmo del
escrito.

En muchas ocasiones de los primeros siglos se habla del


“Espíritu” en referencia a la naturaleza divina. Jesús en
Trinidad en los Padres Apostólicos
cuanto Dios es llamado con frecuencia “Espíritu”, e
incluso Espíritu Santo.

CONCLUSIÓN

Encontramos en los Padres Apostólicos algunas fórmulas


triádicas, que nos hacen pensar en una confesión de fe en
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero no podemos
hablar todavía de una teología trinitaria elaborada, que
profundice doctrinalmente en la fe profesada y vivida. Un
incipiente desarrollo podemos encontrar en la teología de
la relación Padre-Hijo. Se afirma la preexistencia de Cristo
a la encarnación, e incluso es llamado Dios con alguna
frecuencia.

El Espíritu Santo no se contempla todavía en las


relaciones intradivinas con el Padre y el Hijo, pero sí se le
ve en la actuación en la historia de la salvación. Se le
relaciona con la inspiración profética, con la concepción
de Jesús, se e contempla también en algunas ocasiones
como derramado sobre nosotros. Con probable alusión al
bautismo. Poco a poco la misma repetición de las fórmulas
triádicas obligará a una mayor profundización sobre los
contenidos que con ellas se expresan.

BIBLIOGRAFÍA
Trinidad en los Padres Apostólicos
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